RESPUESTA DE HORIZONTE COMUNISTA AL PARTIDO COMUNISTA MAOÍSTA DE ITALIA, EN TORNO A LA CUESTIÓN DEL MANIFIESTO DEL COMITÉ PROLETARIO INTERNACIONALISTA
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PRIMERO: SOBRE LA SUPUESTA “SOLIDARIDAD”
POR EMPATÍA CON REVOLUCIONES “ACOTADAS” A UNA ALTERIDAD. Deseamos hacerles
notar a ustedes que nosotros no somos una especie de “peña de apoyo” porque
creamos que “en India el pueblo debiera emanciparse respecto de la opresión
imperialista” como si se tratara de una cuestión separada respecto de lanzar al
proletariado bajo el Estado Español contra “su” burguesía nacional y contra los
poderes “supranacionales” de que ésta se muestra
socia/subordinada/beneficiaria/sirviente. Ese razonamiento de apoyo externo se
lo dejamos a las ONGs (y entiéndase la ironía, pues obviamente conocemos las
funciones que las ONGs cumplen y sabemos a qué orden de clase prestan su famoso
“apoyo”).
Marx y Engels apremiaban al proletariado
británico a solidarizarse con el proletariado y masas oprimidas irlandesas, no
por una utópica, irreal y reaccionaria falsa cuestión de llegar a “la igualdad
entre naciones”, o a “la igualdad de relación entre los pueblos” bajo el
capitalismo, ni a “la libertad de la nación” en abstracto, irlandesa para el
caso (postulado que sería una contradicción en sí misma, ya que la libertad
nacional implica lucha de clases en el seno de la propia nación, por ejemplo
contra los jefes de determinados clanes, convertidos por Inglaterra desde la
Edad Media en rentistas protegidos a cambio de entregar los rebaños ovinos, o
contra dueños de tierras que ejecutaban las directrices metropolitanas sobre
extensión de monocultivos, como la patata).
Sino que Marx y Engels apremiaban a este
abrir las miras, a esta asunción de perspectiva internacionalista, porque la
sensibilidad y la solidaridad, al poner en marcha la confraternización
subjetiva, ayudaban a conducir al proletariado hacia la fraternidad objetiva;
no de “ánimo”, sino de consciencia verdadera: a saber, que bajo el más delgado
o más recio baño de oro que cubre las cadenas de una parte del proletariado del
país imperialista, hay una capa de sangre, sudor y dolor “extranjero”, con
idéntico origen al de las cadenas pesando en pierna propia.
De modo que la supuesta “alteridad”
resultaba ser, para el proletariado, un buen espejo ante el que adquirir
auto-conciencia, al comprender éste, además, que la opresión y explotación
“ajena”, y la reproducción de la condición de clase propia, son procesos
fundidos en una unidad. Porque quienes más ponían el grito en el cielo
“alertando” al proletariado británico de cómo aquellos “gañanes muertos de
hambre” llegados en bote a la Isla de Gran Bretaña les menguaban los salarios y
les “presionaban a competir” trabajando más duro, eran precisamente (1) quienes,
capitalizando la desposesión del pueblo oprimido, generaban las condiciones
materiales para ampliar y ampliar la explotación industrial sobre los
proletarios de una y otra nación (tuviera ella lugar en GB o en territorio
irlandés). Y (2), quienes arrebañaban parte de ese saldo (capataces,
contra-maestres, contables/asesores de fábrica, vigilantes, intermediarios
contratistas, ciertos oficiales especializados con control sobre Fuerza de
Trabajo tercera en procesos fabriles, apoltronados de las viejas trade-unions
social-chovinistas) mientras se esmeraban por aglutinar tras de sí a
proletarios tan conservadores respecto de mantener o de blindar ciertas
condiciones laborales diferenciales como orgullosos de su pedigree
“diferencial” nacional.
Contra estas campañas divisionistas que
culpabilizaban de la miseria a un “otro” más miserable todavía, así en cambio,
mostrando el espejo donde el ser social propio se reflejaba siendo cimentado
por el ser social “ajeno” mientras tras esa imagen titilaba la siniestra figura
del enemigo común, era promovida por los comunistas la lucha de clases entre el
proletariado británico, en una espiral de compenetración más y más perfecta
dentro de una sola lógica unitaria. Esa intención de, en palabras de Marx,
“hacer la vergüenza aún más vergonzosa” (de la miseria “propia”) a través de
plantearla en su unicidad de causación y de salida histórica,
anima nuestra actividad. La revolución comunista, en última instancia, es un
proceso tendencialmente mundial o no será.
SEGUNDO: SOBRE EL SUPUESTO ECLECTICISMO.
Denunciar su declaración separatista respecto de las fuerzas generales del
comunismo. Si por ustedes fuera, no es ya que solamente quedarían
legitimados movimientos que estén “puramente” cuadrados dentro de la corriente
específica a la que ustedes pertenecen; sino que ustedes hacen pasar por ese
mismo tamiz a los apoyos internacionales a dichos movimientos. Esto es
anti-materialista; es un nominalismo “filosófico” liquidacionista de la
solidaridad, del fortalecimiento y del camino hacia la unificación. Porque la
idealización de una contribución concreta (por valiosa que ésta sea) a modo de
absoluto universal (aunque sí posea ella valiosas e insoslayables aportaciones
y premisas de carácter universal), se convierte en embudo para el movimiento
real histórico comunista, cuya forma de expresión y acogimiento a una u otra
tradición en realidad depende de múltiples factores que en sí mismos, ellos, no
son universales. Y (factores) que, participando de la substancia y conteniendo
substancia, la expresan a ésta -son una objetivación, o una “alienación” suya
en el sentido hegeliano-, pero no son la substancia.
El movimiento real, tras haber hallado
la ciencia de su ser y de su hacer revolucionario con Marx, Engels y Lenin, es
impulsado, forjado en la historia y elevado sucesivamente a través de las
aportaciones en que va encarnándose (Luxemburgo, Liebknecht, Bordiga, Gorter,
Lukács, Stalin, Mao...), pero estas últimas en modo alguno pueden ser
transfiguradas en “ideal” que tomara el lugar del movimiento real. En 1918, por
cuestiones históricas que dan como resultante a una fuerza que tiene la
hegemonía en ese momento en Alemania, se produce un proceso revolucionario
dirigido por los llamados “espartaquistas”, con sus grandezas y sus
limitaciones, exactamente igual que ahora el maoísmo abandera el movimiento
real en India, también con sus limitaciones. Imaginémonos entonces a Rosa
Luxemburgo escribiendo que la solidaridad internacional con tal proceso no es
aportativa a menos que se la invista de sus propios tintes “espartaquistas”
(insurreccionalismo, “democracia comunista”, cierta visión de que los
proletarios, ejerciendo su “democracia de clase” sobre los mecanismos
institucionales del Estado capitalista, van cambiando su carácter de clase, es
decir, oscilación y ambigüedad entre el marxismo y el Kautskismo puro y
duro...). E imaginemos simultáneamente a Lenin arrodillándose y llamando a “la
conversión” a la ideología implícita al espartaquismo, porque él representaba el
último proceso revolucionario en curso: ¡como si la forma y sus aportaciones,
que en efecto enriquecen el contenido y lo llevan a auto-afirmarse, estuvieran
suplantando al contenido!.
¡No, señores absolutistas de una
dimensión del movimiento real!: aunque esta dimensión constituya la cumbre más
alta que ha alcanzado el comunismo precisamente como eso; como movimiento
histórico, ningún -ismo subsume en sí al comunismo, porque, al revés de como lo
plantea el PC maoísta de Italia, es ese -ismo, con otros (aunque no
equiparables entre sí en valor), expresión del comunismo. ¿Por qué no podemos
apoyar el proceso revolucionario en India, reconociendo en el maoísmo, al mando
del proceso, que sus líneas básicas son básicamente correctas y que por ello se
muestran movilizadoras, dirigiéndolo en el sentido del comunismo, sobre una
“materia prima” histórica?. ¿Por ello nos tenemos que hacer “maoístas”?. ¿Es
que somos “eclécticos”, como nos llama el PC maoísta de Italia, por trabajar en
la senda de la integración ordenada, de esas expresiones sucesivas que se
producen sobre la base de principios marxista-leninista general y válida para
toda la época del imperialismo, potenciando de este modo a la Totalidad de la
que surgen (materialismo dialéctico, materialismo histórico, crítica de la
Economía Política, socialismo científico), y afilando con ellas las armas
teóricas del comunismo?. ¡Vayan, señores sectarios, con sus querellas y sus
anhelos supremacistas de capilla santoral, reflejo de la descomposición
ideológica en que se encuentra el comunismo, al que tendremos que re-armar
echando mano de todas esas herramientas forjadas para él, en uno y otro
contexto, en una y otra realidad concreta, por unos y otros grandes
revolucionarios de nuestra clase!. ¡Refúgiense en su dimensión-talismán, y
dejen a los comunistas apoyar a los movimientos históricos que van
objetivamente en la dirección del comunismo, más allá de las limitaciones con
que caminan empuñando sus faros ideológicos imperfectos y al tiempo reveladores
y enderezadores!. ¡Y déjennos criticar esas limitaciones a fin de
incorporarlas, superadas, en la síntesis superior del comunismo, que trabajamos
por reconstituir!.
TERCERO: SOBRE LA FALSA CUESTIÓN DE SER
O NO SER REPRESENTATIVOS DEL PCI (MAOÍSTA) “EN SUS POSICIONES REALES Y
CONCRETAS”. Sabemos que todo proceso revolucionario es una unidad dialéctica de
co-producción/co-transformación mutua entre dos polos. El polo objetivo vendría
a ser “la energía” y el polo subjetivo sería “el orden”. El polo objetivo sin
el subjetivo, literalmente “no tiene sentido”. O bien lo perderá, se
degradará, “enloquecerá”. A su vez, el polo objetivo es universal y necesario,
y marcha al son de un tiempo que no aguarda a que “lo subjetivo se ponga al
compás”.
El lado de lo objetivo pueden ser
estrellas de fuego e ira iluminando la gélida noche de la banlieu
parisina. Pero también puede ser una tormenta interior, que sacude las entrañas
del proletario cosificado en “apacible ciudadano”, quemado, hirviente en kaos
bajo gruesas capas de “identidad”; de pavimento. “El proletariado posee ya el
sueño de un tiempo del que ha de poseer ahora la consciencia, para vivirlo
realmente” (Guy Debord).
Las relaciones y fecundaciones
recíprocas que circulan entre lo objetivo y lo subjetivo, son complejas, y no
vamos a esbozarlas aquí. El caso es que, en India, “de un lado” tierra y
semilla, y, “del otro lado”, sol, lluvia y minerales de subsuelo, se han ido
sintetizando y continúan sintetizándose en una forma más compleja, superior, de
lo objetivo: en un proceso revolucionario. Nosotros, ya de entrada, por
principio materialista, apoyamos la GP en India por aquello que es, más
allá y al margen de aquello que ese ser se cuente de sí mismo y se
auto-represente a través de la dirección subjetiva. La planta de la revolución
está desarrollándose. Los cordeles y fustas que le dan forma, le dan
orientación, enderezan su crecimiento y la sustentan, deciden su destino.
Por tanto, ante esa cuestión, nosotros, lejos de ser indiferentes, intervenimos
donándonos como materia contributiva a esa actividad de enderezamiento y de
sostén (co)rrecto. Ello comporta colisión, o colisión potencial, con el timón
del proceso, y esa disposición a colisionar es nuestro mejor servicio a ambos.
Flaco favor le hacen ustedes al PCI (maoísta) ni a la revolución que dirige,
exigiendo salvoconductos de maoísmo integral como requisito para poder hacer el
viaje a la realidad en movimiento con las alforjas de las ideas.
Esta inversión que ustedes hacen,
respecto de la jerarquía dialéctica objetivo-subjetivo, donde, en última
instancia, lo subjetivo se da a lo objetivo, a la realidad en proceso de
producción, de la que lo subjetivo es Fuerza Productiva, resulta ser, en el
fondo, una inversión anti-maoísta. Pues, la cuestión de la realidad, y de cómo
fundirla más elevadamente con su brújula y faro, de modo que el Partido se
encarne efectivamente en las masas y éstas pasen a quedar posesas de
éste, ustedes la reducen a una mera cuestión de “actores políticos”, en torno a
la que solamente cabría, bien beber y bañarse integralmente en el Ganges de una
dirección ya pre-hecha, o “por el contrario” asumir “tu lugar” como “supporter
desde fuera”.
Partiendo de las bases epistemológicas
al fin y al cabo coherentes con esa “división del trabajo político” que ustedes
se representan, alienante para el Movimiento Comunista Internacional, no es
extraño que acaben ustedes distribuyendo cierto reparto de papeles vindicativos
o condenatorios entre “actores”. A la carpeta de la dirección existente, la
sancionan ustedes con el sello de la falacia ad vericundiam: “Lo
objetivo se reduce a lo subjetivo, así que apoyar incondicional e integralmente
el proceso real es confluir en río grande con el sistema de bases y
principios de su dirección”. Para quienes no nos tragamos esa píldora, tienen
ustedes en el botiquín reservada otra falacia; la falacia ad hominem: usurparíamos
la verdad a la revolución en India, porque no pertenecemos “al club de la buena
tradición”, así que deberíamos asumir y aplicarnos el zapatero a tus zapatos
en lugar de militar como parte nuclear internacional de esa realidad.
El operar con la realidad fetichizando
lo subjetivo, donde los actores cobran la entidad de la realidad que
ciertamente contribuyen a forjar, y exigirían adscripción a ellos ante quienes
están adscritos a esa realidad en curso, es un operar que imprime una
involución no ya hacia el idealismo subjetivista burgués, sino hasta el
Principio de Autoridad clerical-feudal e incluso hasta el pensamiento
mitológico.
Contra la presunción de ustedes, reflejo
mecánico de la actual disgregación que sufrimos el campo comunista, y
reproductora de tal separación, que identifica una “línea correcta” ya hecha y
ya patrimonio “del maoísmo integral”, exigente de carta de pertenencia para
quienes apoyamos críticamente aquellos cursos -aquellos trazos- del “movimiento
real supresor de las relaciones sociales existentes” a recaudo de los camaradas
maoístas, nosotros defendemos el aufheben hegeliano entre el precioso
abanico de “Escuelas” parciales: incorporación/superación sintética futura que
pasa por el encuentro conflictivo comunista. Encuentro para la
solidaridad, para la lucha de ideas, y lucha de ideas para re-situarnos en una
cumbre más alta de encuentro no ya formal, intencional o procedimental, sino identidad/unicidad
substantiva comunista.
CUARTO: SOBRE LA REVOLUCIÓN DE NUEVA
DEMOCRACIA COMO PREMISA Y OBJETIVO ENARBOLADOS POR EL PCI (MAOÍSTA). En lo que
a esto se refiere, no vamos a explicar aquí pormenorizadamente nuestra
posición. Solamente decir lo siguiente (que, por supuesto, no lo dice el CPI,
sino Horizonte Comunista, organización que, recordado sea de paso, no integra
el CPI, sino que cuenta con un camarada allí, a título de “individualidad”, sin
ser por ello menos ni más digno que un miembro colectivo X; ¿o es que
vamos a reproducir en nuestras consideraciones, el antagonismo capitalista
individuo-sociedad?). Nosotros, Horizonte Comunista, asumimos desde ya la premisa
que fundamenta “el pleno desarrollo de la comunidad, en el pleno desarrollo de
cada uno”.
Decimos, pues: nosotros, con la señora
Nueva Democracia, nos fumamos un puro, pero no la queremos para India. Tenemos
a proponerle a su pueblo nuestro propio pretendiente: el socialismo, o
Dictadura del Proletariado. No es que Nueva Democracia nos caiga antipática.
Vemos con buenos ojos el papel que puede desempeñar en clave estratégica hacia
el comunismo, pero nada más: una vez batido el enemigo principal, las orejas
del lobo que la burguesía “productiva” nacional es, se volverán más visibles a
ojos de las masas populares, pues, ya sin parapetos, coartadas ni sujeciones de
dependencia, ella tendrá que responder de sí misma.
La burguesía “productiva” nacional no es
en India ningún ente “progresivo” que estuviera bajo una bota oligárquica
asfixiante respecto a su papel portador de desarrollo de las Fuerzas
Productivas y alumbrador del proletariado. Esa burguesía a día de hoy hace el
agosto incorporando Capital Fijo extranjero al tejido industrial de su
propiedad, y ella misma exporta capitales al exterior fragmentando su
estructura productiva a fin de maximizar inversiones y seguir en la brecha de
la competencia. La acumulación capitalista nacional tiene por supuesto sus
contradicciones con el hueco reservado a India en el puzzle imperialista; pero
tales relaciones tirantes no constituyen un antagonismo que el proletariado
deba “desarrollar” históricamente. La producción en India se revoluciona de la
mano del padrinazgo yankee a ése su Estado gendarme regional. La estrategia
yankee de armar un territorio-competencia frente a China se traduce en una
inundación de capitales que a su continuo bombeo enloquece, haciéndolos
brincar, los contadores de esos señores “locales” del algodón y de la seda. La
producción y acumulación capitalistas ya están en India en proceso de
super-desarrollo, lo que, hoy -en el paroxismo de la decadencia capitalista, es
decir, siendo mundial la competencia por hegemonizar los mercados de capitales
y teniendo la burguesía industrial y financiera indias que manejar/organizar
Fuerzas Productivas ligándolas a una división del trabajo más allá de India-,
es un super-desarrollo que va inextricablemente ensamblado a imperialismo,
belicismo, expansionismo, auto-inmersión en un bloque, totalitarismo de Estado
y desarrollo en consonancia de su clase-vástago la Aristocracia obrera,
co-finanzas en fusión finanzas indias y extranjeras, inmersión de más y más
tierras en la lógica de la agro-industria, etc.
Las formas no deben desorientarnos: la
relación de producción puede ser de servidumbre en muchos contextos agrarios,
pero inserta en una racionalidad de acumulación capitalista. Esta acumulación
se ha tragado el viejo antagonismo terratenientes rentistas-capitalistas. A día
de hoy, el terrateniente opera muy a gusto con su propiedad meramente jurídica
y la exprime con suculencia, pues arrendándola a la agro-industria está
sembrando valorización de su gallina de los huevos de oro. Por lo demás,
invierte al menos parte de la renta en finanzas industriales, o en las
cotizaciones de la misma agro-industria, que el terrateniente contribuye a
capitalizar. “Paralelamente”, para el capitalista agrícola sostener con un
“peaje” esa propiedad jurídica, constituye una formalidad: una inversión más,
como otra cualquiera, plenamente concorde con la lógica capitalista de sostener
Fuerzas Productivas en la medida en que eso da una rentabilidad que no
solamente reproduce el Capital en posesión al dividirse en fondo de
acumulación, masa de inversión, etc., sino que lo amplía.
En resumidas cuentas, el único
antagonismo que el proletariado debe desarrollar en India, es el suyo propio
con el Capital nacional indio y, más allá, con la estructura imperialista de
bloque que lo contiene dentro de esa relación no antagónica descrita. Tal
desarrollo de clase implica incorporar a su propio torrente histórico y tras el
horizonte del comunismo, al campesinado pobre, al campesinado sin tierra y a
franjas del campesinado pequeño-propietario ajenos a detentar posición burguesa
y carentes de cualquier perspectiva respecto de ser proto-burguesía. Esta
composición poli-clasista en la base social de la fuerza revolucionaria -que no
en su carácter de clase: proletario-, ha de traducirse en particularidades de
funcionamiento político y de atención a problemas durante el ejercicio de la
Dictadura del proletariado, que reflejan y reflejarán la complejidad de esa
realidad concreta.
Pero estas concreciones estructurales y
de priorizaciones políticas no significan en modo alguno que el socialismo
-esto es, el interés histórico del Pueblo de India, embarcado tras la
perspectiva proletaria- quede “postergado” o falsificado en la nebulosa de una
entente política popular representativa de clases populares en alianza en lo
que ellas entrañan de intereses inmediatos como clases con intereses
distintivos bajo el capitalismo. Pues el proletariado sólo tiene sus
cadenas que perder. Y puesto que el Estado, o es la Dictadura del Capital o es
la Dictadura del Proletariado, y éste es el antagonismo que nos ocupa en tanto
que comunistas, antagonismo al que no vamos a dar resolución histórica
combinando de mil formas bien-sonantes la palabra “Estado” con la palabra
“Pueblo”. India no es la China de antes de la revolución, así que nuestras
expectativas puestas en -y nuestra lucha junto a- el movimiento naxalita no
pasan por el Estado de Nueva Democracia. Si en ello contradecimos al Partido
Comunista de India (maoísta), como si contradecimos a Mao. Estamos convencidos
de que él, practicando el análisis concreto de la realidad concreta, nos daría
la razón para el caso.
QUINTO: SOBRE “EL EJEMPLO” INDIO.
Ustedes nos acusan de subjetivismo y se agarran a esa acusación, en que
nosotros planteamos cómo el desarrollo -y no digamos ya el triunfo y
totalización del Nuevo Poder en todo el territorio- del movimiento naxalita
significa un salto cualitativo tanto para la asunción de perspectiva entre las
masas, como entre las propias minorías de Vanguardia. En el diagnóstico de ese
salto cualitativo hipotético nos reafirmamos aquí, y esto, de nuevo, recordamos
que lo dice Horizonte Comunista (y esperamos que el CPI concuerde).
¿Porqué?: pues porque lo que impera
entre amplias franjas de las masas hoy es ya el descrédito del orden
establecido -su “crisis de legitimidad”- que corre a borbotones fundida sin
embargo con el cauce turbio de la gran confusión. Como ocurre, siempre, que la
salida a un problema está dialécticamente conectada a la definición -a la
caracterización- de la esencia del problema mismo, las masas, puestas por el
sujeto político reconstituido, con las miras hacia la negación del capitalismo
hecha proceso vivo (Dictadura del Proletariado; todavía no negación de la
negación), van discerniendo mejor el negro sobre blanco y eso ayuda a deshacer
la confusión de que hoy es presa nuestra clase. Al tiempo, las propias minorías
de Vanguardia aprenden del proceso, lo piensan a la luz de la ciencia
comunista, lo interiorizan, lo hacen suyo en sus principios de común validez, y
lo comunican con el proletariado. De esos vasos comunicantes, resulta por Ley
física aplicada a las relaciones sociales, que las masas se elevan y el
patrimonio -cognitivo, de perspectiva- de Vanguardia se masifica, avanzándose
con ello hacia la cristalización, de ese nuevo nivel de consciencia, en Partido
Comunista. A grandezas como ésta, de curso potencial felizmente abierto por los
camaradas naxalitas, se refería Marx cuando hablaba de que un solo paso en el
movimiento real -es decir, en el comunismo como movimiento histórico- es más
valioso en cuanto se refiere a la producción de consciencia, que una docena de
programas.
En este razonamiento no hay subjetivismo
alguno ni vasallaje contemplativo al curso en India, y para comprender que
vuestra acusación es una entelequia me remito no ya a la dialéctica, sino a la
lógica formal: que nosotros declaremos “Si el movimiento en India prospera ello
nos catapulta hacia una posición histórica cualitativamente más elevada”, esta
premisa no significa “Si no prospera, no acuñamos esta posición más elevada”.
Pues conectar lo condicionado con el condicionante no significa que el
condicionante sea condición necesaria, sino que lo define a este último como
condición suficiente. Así: ni dependemos de este proceso, ni nos exime él de
nada, pues contemplarlo a modo de curso autonomizado respecto del proceso
latente mundial total en que se inserta y es hoy locomotora, significaría haber
caído en una perspectiva objetivista -¡no objetiva!- ajena a la dialéctica.
Nosotros no lo hacemos. Pero, dicho sea de paso, sí apreciamos tal perspectiva
en ustedes, cuando con-socian ustedes el apoyo a una realidad objetiva,
con auto-alienarse en las premisas postuladas
por su dirección subjetiva y organizativa.
SEXTO: SOBRE LA DELIMITACIÓN DE CAMPO DE
CLASE CON ARREGLO AL APOYO A LA GP EN INDIA. Volvemos a invitarles a aplicar a
este punto la lógica formal. Nosotros afirmamos que el presunto
“indiferentismo” mostrado hacia el proceso en India, por parte de las
organizaciones revisionistas y reformistas, es un desentendimiento -cuando no
una condena social-pacifista- con la que ellas sin duda se auto-identifican y
se auto-ubican. En ningún momento afirmamos que el apoyo a la GP en India sea “la
prueba del algodón” con que quienes se solidarizan quedaran “libres de toda
mancha”. Por ejemplo, la GP en India está interesando a ciertos sectores
anarquistas, lo que les contrapone, una vez más y de principio, al
pacifismo, pues los anarquistas tienen clara la necesidad de destruir el Estado
capitalista, “operación” en la que no cabe el pacifismo. ¿Significa esto que, a
través de esa postura suya, los anarquistas asumen la lección contra el
revisionismo?: evidentemente, no, pues asumirla comportaría asumir la cuestión
del poder, cosa que no hacen cuando, indistintamente, también apoyan
movimientos como el zapatista en Chiapas, al que lanzan sus brindis “por la
auto-gestión” sin percatarse de que esa presumida “virtud” de “desentenderse
del poder” y de “vaciar de poder los territorios liberados” es el error de
fundamento que ha determinado la ya hoy total degeneración de ese
movimiento en un lobby armado al servicio de las fracciones burguesas y
pequeñoburguesas, quienes se sirven de su presión con vistas a conquistar
cuotas políticas y económicas dentro de la matriz de poder existente, es decir,
dentro del Estado capitalista y sus relaciones entre actores políticos (enpowerment).
En resumidas cuentas: quienes se
muestran hostiles a la GP en India al son de su cantinela presuntamente
“demonizadora” (“maoístas”, “Pol Pot”, “dictadores sobre los campesinos”
(¿sobre qué clase de campesinos?), etc.), ¿son los voceros humanos de la
ideología-tapón que despliega la burguesía a fin de aseptizarse de la potencialidad
revolucionaria del proletariado?: rotundamente sí. Ahora bien: ¿la hostilidad
hacia esa posición hostil es en sí y por sí revolucionaria?: obviamente no,
pues en dialéctica -en la realidad- negar la negación de la revolución no
significa ser revolucionario, a diferencia de lo que plantea la irreal lógica
metafísica, según la que -(-A) = A.
SÉPTIMO: SOBRE NUESTRO SUPUESTO
REDUCCIONISMO MILITARISTA EN NUESTRA ATENCIÓN AL PROCESO REVOLUCIONARIO EN
INDIA, Y EN NUESTRA CONCEPCIÓN NORMATIVA DEL MISMO. Antes de nada, decirles a
ustedes que su crítica a tenor de una alucinante desviación “militarista”
nuestra, bien podría haber sido vertida por movimientos como el zapatista,
quienes, desde su gestionismo, circunscriben la violencia a la cuestión de
trazar una ilusoria zona franca que pusiera “la emancipación” a resguardo,
mientras se ocupan en dar un segundo uso a la violencia: hacerse oír y
obedecer, paradógicamente, por ese mismo Estado al que se lo pretende más o
menos expulsado “de la vida”. Así puede llegar estruendosa “la voz de los
sinvoz”, apoyada por el fusil, planeando sobre la ciudad y arrancando, al
Estado que en ella tiene sus nidos institucionales, “dignidades”,
reconocimientos, proyectos de desarrollo, presupuesto, inyecciones a “iniciativas
económicas”, porciones de consumo democrático en los entramados decisorios de
ese Estado, etc. Todo esto adquiere plena lógica si se piensa que burguesía y
pequeña burguesía indígenas están interesadas en conservar el Estado
capitalista -más allá de palabrería libertaria en torno a acometer su
destrucción final en día D como colofón de haber ganado la vida económica del
país al cooperativismo-, pretendiendo todo lo más conquistar presencia en
democracia mientras consiguen que esa misma democracia “general nacional” en la
que entran a tomar parte, les garantice su coto particular gubernativo.
Nosotros, por contra, y en consonancia
con los fines del movimiento comunista,
planteamos la cuestión de la violencia armada, inserta en la cuestión del poder.
Esta cuestión implica necesariamente no posponer la producción de comunismo a
la liquidación total del viejo poder y a la consecuente totalización del Nuevo
Poder. Pero esto no por tendencia gestionista alguna y ni siquiera
fundamentalmente por una preferencia “de línea”. Sino, primero, porque el Nuevo
Poder va erigiéndose necesariamente sobre una base material. Y, segundo, porque
solamente si el Nuevo Poder va siendo proyectado a subvertir las relaciones
materiales de existencia, su significado cobra rostro y ojos para “los nada de
hoy”, que “todo han de ser”, auto-comprendiéndose estos en su nuevo ser, que
avanza rumbo al nuevo destino de la humanidad en la Tierra, a la vez que más y
más franjas de masas apoyan o directamente entran en ese germen, ya echado en
brotes, de nuevo mundo que ganar, tanto porque esas masas necesitan
imperiosamente tomar parte en una alternativa de existencia, como también
porque esa práctica está definiendo materialmente parámetros de relación y de
vida, que de otro modo, postergados, permanecerían incomprensibles,
incognoscibles e indiferentes para mentes que a priori piensan e idean
fundamentalmente bajo una u otra dimensión de la matriz ideológica
dominante.
Así mismo, únicamente decirles con
brevedad que esa presumible concepción militarista, que reduciría el proceso
revolucionario a poco más o menos que a un “enfrentamiento militar”, es un
error. Pero no porque lo pensemos nosotros, o porque no fuera “la línea
correcta”, sino porque es irreal: materialmente está determinada a no poder
llegar a darse; ni tan siquiera llega jamás a constituirse en línea. La banlieu
francesa, Londres, Estocolmo, Los Angeles..., lo atestiguan. Cuando la
violencia echa a rodar sin perspectiva y el sujeto político-ideológico no está
pre-constituido y fluyendo ya en la violencia como sus ojos, esa violencia
siempre es más o menos fugaz. No cristaliza en un hábito de masas. No
arraiga en el ser, porque tal ser proletario no atesora la idea de su negación
ni los parámetros en que tal negación ha de consumarse. Esa violencia es como
una ola: flujo que con su inercia no puede hacer más que servirse a sí mismo su
reflujo y repliegue. No hay movimiento militar sostenido en el tiempo que no
sea movimiento político-militar. La postura “militarista” es solamente un mal
entendido: no se da en realidad. La realidad, o bien ya ha superado de entrada
a tal postura, por el hecho mismo material formativo de concretarse en proceso
revolucionario. O bien no es realidad, sino fábula militarista. Las masas, o
tienen ilusión (literalmente: o “entran en juego”) de futuro y van
auto-descubriendo su ser alienado al ritmo en que van objetivándolo como
práctica, concepciones, relaciones, organización nueva de la subsistencia y de
la vida...; o se cansan de destruir, tan pronto como presienten que el medio
está imposturando el fin y así se sienten vacías del fin. Fin que ha quedado
indefinido, sepultado bajo las insuficiencias de la labor ideológica comunista.
El canal de expresión, cuando usurpa el lugar del horizonte, acaba
desmovilizando.
Por eso mismo el esquema revisionista
que sueña con estallidos en bruto a los que acudir los comunistas como
forasteros que se posan sobre el curso salvaje del proletariado, y lo dirigen,
es sólo sueño. La ideología es previa a la violencia revolucionaria. Le da
sentido, horizonte, y, con ellos, continuidad, consistencia, potencia,
resolución. También la política es previa: le da organización. Al tiempo, los
tres polos llegan a centrifugar en una retro-alimentación mutua; en una
sinergia. Sin el sujeto político inyectado en el sujeto de clase, la violencia
jamás se auto-supera más que marginalmente; no pasa de la quema, del incendio.
No toma un arma, pues ese acto implica que quien decide ser su portador piensa
en lo que se juega, así que ha de ver clara la magnitud de la jugada: un mundo
nuevo que ganar. Además el arma es también defensiva, pero el violento como
ente ajeno a la práctica colectiva de la construcción de una nueva organización
social de la producción, es alguien que por lo mismo no tiene nada que
defender.
Por tanto, la dimensión productiva
domina a la destructiva. A la vez que esa dimensión productiva es quimera sin
violencia: jamás deviene. No se hace con un lugar ni materia. Y, al no
practicarse, no va a la consciencia de esos (no)practicantes, quienes si pueden
pensarse como seres nuevos con poder es porque van haciéndose seres nuevos a
golpes de su ruptura con la vida capitalista; a golpes de comunización, que,
dialécticamente, engendra ilusión de comunismo así como perspectiva y
conocimientos para pensar comunismo y continuar pre-figurándolo, haciéndolo ya.
A la cara interna del Nuevo Poder que va desplegándose en India, ya late vivo
el comunismo, que objetivamente, de hecho, está ya superando los límites
inherentes a cualquier proyecto de Nueva Democracia, y gritando, para ser
advertido y oído, cómo el proletariado y campesinado pobre practicando su Nuevo
Poder y edificando producción comunista, superan hoy a ese otro antojado
“futuro intermedio” de Nueva Democracia que presuntamente habría de precederle
a él.
HORIZONTE COMUNISTA