Stalin, clases sociales y restauración del capitalismo


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Introducción

La Revolución de Octubre, realizada por las masas proletarias y campesinas del Imperio Ruso dirigidas por el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (bolchevique), dio lugar a la implantación de la primera dictadura revolucionaria del proletariado en la historia de la humanidad, exceptuando la breve -tanto espacial como temporalmente- experiencia anterior de la Comuna de París. Además, significó el inicio de la edificación socialista en los antiguos territorios del Imperio de los Zares. Pero la Revolución de 1917 no solo supuso la creación de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, y posteriormente de la URSS, sino que también provocó la escisión del ala revolucionaria de la socialdemocracia internacional que constituiría la Komintern en el año 1919; también marcó el inicio de una serie de revoluciones –en países como Alemania, Hungría, Finlandia, China, Albania, Grecia, Vietnam, etc.- que se alargarían durante todo el siglo XX y que en algunos casos darían lugar a la formación de Estados de dictadura democrático-popular y de Estados de dictadura del proletariado. Durante este período histórico se desarrolló la construcción del socialismo en países como la URSS y China, alcanzando logros tales como la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción, la colectivización del campo, la elevación del nivel de vida de las masas trabajadoras, etc.

Con la Revolución Socialista de Octubre nació todo un ciclo de la Revolución Proletaria Mundial que se extendería durante la mayor parte del siglo pasado. El desarrollo de este ciclo revolucionario no fue lineal, sino que tuvo sus altibajos, sus momentos de ofensiva revolucionaria (que se centran en los periodos posteriores a las dos Guerras Mundiales y en menor medida durante la segunda mitad de la década de los 60) y sus momentos de retroceso, con la toma del poder en los Estados socialistas por parte de los revisionistas, primero en la URSS en el año 1956 y como consecuencia de ello en las democracias populares del Este de Europa, y después en China en 1976, hasta que en 1989-1991 se vendrían abajo los restos de lo que en el pasado fuera el campo socialista. Esto, el derrumbe de lo que antaño fueran Estados socialistas o democrático-populares, sería contemplado por la inmensa mayoría de la vanguardia revolucionaria y de las masas explotadas, con la inestimable colaboración de la burguesía y sus plumíferos, como el final del comunismo, del movimiento político que durante el siglo XX constituía una alternativa real al capitalismo, a la explotación a la cual somete a las masas de trabajadores este sistema, y pondría término al Ciclo revolucionario de Octubre.

Esto enlaza directamente con la situación en la cual nos encontramos los comunistas actualmente, situación en la que el movimiento comunista, salvo excepciones representadas por unos pocos partidos maoístas que han sabido recoger lo mejor de la experiencia del pasado ciclo (aunque también con las limitaciones de esta) y poner en marcha procesos revolucionarios, no es capaz de situarse como faro para los oprimidos del mundo y llevarlos a la toma del poder político en el sendero hacia su emancipación. En este contexto, la tarea de los marxistas-leninistas debe ser la reconstitución del movimiento revolucionario para que el proletariado pueda erigirse en clase dominante (instaurando así su dictadura de clase sobre los explotadores) e iniciar un nuevo ciclo revolucionario, que esta vez sí suponga la liquidación completa del último modo de producción clasista de la historia, que es el capitalismo, y su sustitución por una sociedad que no esté basada en la explotación del ser humano por el ser humano, la sociedad comunista.

Para este objetivo, la reconstitución del movimiento revolucionario del proletariado, es necesario realizar el análisis de la experiencia del movimiento comunista que nos lega la oleada revolucionaria que comenzó en 1917. Una de las cuestiones objeto de análisis cuya importancia es esencial son los factores, causas y condiciones que permitieron que en Estados de dictadura proletaria los representantes de los intereses de clase de la burguesía, los revisionistas, se pudieran hacer con el poder político, acabando con el proceso de edificación de la sociedad comunista y transformando la esencia de clase de estos Estados en su contrario, en Estados de dictadura de la burguesía burocrática.

Para dicha empresa, este texto se centra en el periodo de construcción del socialismo en la URSS y en las concepciones ideológicas imperantes en el Partido Comunista (bolchevique) respecto del significado de la eliminación de la propiedad privada individual sobre los medios de producción y lo que ello suponía, según los dirigentes bolcheviques, para la existencia de clases sociales en la Unión Soviética y las posibilidades de que el proceso hacia la sociedad comunista se revirtiera y el socialismo, la dictadura del proletariado, fuese sustituido por la dictadura burguesa y el modo de producción capitalista.

Stalin y los límites del Ciclo de Octubre

Antes de meternos directamente en la cuestión que motiva este texto, creemos necesario hacer unas aclaraciones respecto a Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin, y el origen de una serie de concepciones ideológicas existentes, no solo en el bolchevismo “staliniano”, sino también en todas las corrientes que rompieron orgánica y políticamente con la socialdemocracia en el período del fin de la I.ª Guerra Mundial y la Revolución de Octubre.

En este artículo emplearemos fundamentalmente artículos, conferencias e informes de Stalin para mostrar las concepciones que defendía el PC(b), pero ello no implica que achaquemos la responsabilidad exclusiva -ni siquiera mayoritaria o determinante- de estas formulaciones a su secretario general. Desde el materialismo histórico no se puede sostener lo que hacen los académicos burgueses y algunas corrientes comunistas que surgieron durante el Ciclo de Octubre, como el trotskismo o el eurocomunismo: achacar el devenir de la historia, el desarrollo político, social o  económico de un país a una sola persona, en este caso concreto a Stalin. Esta posición historiográfica es por completo opuesta al estudio científico de la historia, puesto que sustituye las condiciones materiales que determinan la existencia de clases sociales y la lucha entre estas como el motor del desarrollo histórico por la voluntad de un individuo o una camarilla.

Stalin, que ya poseía una dilatada trayectoria como militante comunista (siendo miembro del POSDR desde el año de su fundación, 1898, y de la fracción bolchevique, también desde su constitución, en 1903), tras la enfermedad y pronto fallecimiento de Lenin asumió la defensa y sistematización del leninismo frente a las desviaciones oportunistas existentes en el seno de los bolcheviques. De este modo supo darle salida a una problemática nueva con la que se encontró la Revolución de Octubre, como fue el hecho de que la revolución no triunfara en ningún otro país y la Unión Soviética quedara aislada a nivel internacional. Este era un problema nuevo al que se tenían que enfrentar los marxistas revolucionarios, ya que hasta ese momento, aunque Lenin ya había esbozado la posibilidad de la construcción del socialismo en un solo país antes de la revolución de 1917 (1), formaba parte de las concepciones teóricas de los marxistas que la revolución triunfaría en varios países. Pero la experiencia práctica demostró, tras el fracaso de las revoluciones que se produjeron en Europa de 1918 a 1923, que esta tesis ya no era válida para la etapa imperialista del modo de producción capitalista. En este contexto, Stalin desarrolló la teoría del socialismo en un solo país, conjugando la posibilidad de construcción del socialismo en un Estado rodeado de países capitalistas con el internacionalismo proletario y estableciendo que el país de dictadura del proletariado debería actuar como base de la Revolución Proletaria Mundial, lo cual supuso una aportación al socialismo científico de importancia fundamental.

En la lucha de líneas que se produjo en los años 20 contra las líneas oportunistas de izquierda y derecha, Stalin defendió la línea marxista-leninista frente a estas desviaciones, lo cual permitió que el proceso de edificación del socialismo continuase adelante en el Estado soviético.

La oposición de izquierda encabezada por Trotski, que se manifestó en el seno del Partido a partir de 1923, y a la que luego se sumarían Zinoviev y Kamenev entre otros, consideraba que en la URSS no era posible la construcción del socialismo por tratarse de un país aislado y atrasado económicamente, llevando la teoría de las fuerzas productivas legada de la socialdemocracia a sus últimas consecuencias. Además, se oponían a la Nueva Política Económica (NEP). Frente a esto, como ya dijimos anteriormente, Stalin desarrolló la teoría del socialismo en un solo país (ya enunciada por Lenin), la cual demostró en la práctica que efectivamente la edificación del socialismo en un solo país, en la Unión Soviética, era posible asegurando la alianza en el marco de la NEP del proletariado soviético con los campesinos, que constituían la mayoría de la población del País de los Soviets.

En los años 1927-1928, con el agotamiento de la NEP se manifestó otra línea oportunista, en este caso de derechas, encabezada por Bujarin. Esta oposición derechista defendía el prolongamiento de la NEP, es decir, la explotación privada por parte de los campesinos sobre la tierra, y propugnaba la construcción del socialismo “a paso de tortuga”, a pesar de la situación a la cual se había llegado a finales de los años 20 en la que existía una gran diferenciación entre clases sociales en el campo y los campesinos ricos estaban especulando con el grano, provocando el desabastecimiento de las zonas urbanas. Ante esta fracción oportunista, la mayoría del PC(b), con Stalin al frente, elaboraron la línea de industrialización y colectivización del campo que permitió eliminar la propiedad privada individual sobre los medios de producción y un desarrollo gigantesco de las fuerzas productivas. Esta política también tuvo una importancia esencial para que la URSS saliese vencedora de la agresión militar más potente de la historia, la que sufriría una década después por parte de la Alemania nazi y sus aliados fascistas.

En lo que atañe a la herencia ideológica del marxismo de la socialdemocracia, como señalábamos al principio de este epígrafe, no solo influenció a Stalin y a sus colaboradores, sino también a todas las organizaciones y tendencias que surgieron mediante la escisión del ala izquierda de la II Internacional. Efectivamente, las corrientes que, como el bolchevismo, terminaron rompiendo con el movimiento socialdemócrata surgieron dentro de la propia socialdemocracia y, aunque se desarrollaron en lucha contra los paradigmas teóricos más degenerados de esta, recibieron inevitablemente su influencia. El partido guía del movimiento marxista era el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que se había constituido mediante la unión de dos corrientes políticas, el lassallismo, ajeno al marxismo, y la corriente eisenachiana, que, aunque influidos por el marxismo, profesaban una  ideología que mezclaba diversas tendencias teóricas. Además, su creación se produjo cuando aún Marx y Engels no habían desarrollado completamente su concepción científica del mundo y parte de sus obras aún no habían salido a la luz. Todo ello contribuyó a que el marxismo del SPD, que a través de este partido se expandiría por el resto de organizaciones socialdemócratas del orbe, y del que fue su principal líder político, Karl Kautski, contuviese en su seno determinados paradigmas ideológicos extraños al socialismo científico y que inevitablemente se reprodujeron en las organizaciones que rompieron con la II Internacional.

Así, una serie de premisas ideológicas cuyos orígenes se remontan a la socialdemocracia y que eran compartidas por la práctica totalidad del movimiento comunista tendrán una influencia negativa para el proceso de edificación del socialismo y facilitarán el camino al revisionismo. Una de estas premisas es la identificación de la propiedad jurídica de los medios de producción con las relaciones sociales de producción, que se plasmaba en la consideración de que, una vez los medios de producción fueran estatalizados, estos pasarían a ser de propiedad de toda la sociedad, obviando las contradicciones existentes en ella y las prácticas burguesas (tales como la división social del trabajo) que se seguían reproduciendo en las unidades de producción. Esto llevaba aparejado que, tras la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción, se considerase que desaparecerían las clases sociales antagónicas y la tarea primordial pasaría a ser la del desarrollo de las fuerzas productivas para alcanzar el comunismo.

Así, por ejemplo, Trotski, que nos es presentado por los intelectuales burgueses y por los propios trotskistas como el personaje antagónico de Stalin, defendía estas mismas premisas ideológicas, y en el caso de la teoría de las fuerzas productivas incluso la llevaba a sus límites extremos, como ya hemos mencionado antes respecto a las posibilidades de construcción del socialismo en un solo país. Trotski, al igual que el PC(b) de Stalin (como tendremos ocasión de ver en el siguiente epígrafe), consideraba que la eliminación de la propiedad privada individual sobre los medios de producción llevaba aparejada la inexistencia de burguesía y de clases antagónicas en la sociedad soviética (2). En su famosa obra titulada La revolución traicionada, el ucraniano, mencionando las clases y capas sociales existentes en la URSS a mediados de los años 30, afirmaba: “el proletariado soviético existe aún como clase, profundamente distinto al campesinado, a los técnicos intelectuales y a la burocracia;”. Como se ve en la cita, Trotski no menciona la existencia de burguesía –en otros fragmentos de la obra afirma directamente su inexistencia-, de lo que habla es de una burocracia que según él era el “grupo dirigente” en la URSS, pero a este grupo (la burocracia) no lo consideraba una clase social, sino una capa social. A pesar de que afirmaba que la burocracia dirigía a la Unión Soviética, al mismo tiempo defendía que esta seguía siendo un Estado obrero por “la nacionalización del suelo, de los medios de producción, de los transportes y de los cambios, así como el monopolio del comercio exterior”. Aquí se observa la plena identificación de Trotski con la tesis que equipara las relaciones jurídicas de propiedad con las relaciones de producción, ya que en base a su visión, pese a que el poder en la URSS no estaba en manos del proletariado sino de una burocracia usurpadora, el país soviético mantenía su esencia de clase proletaria por el hecho de que los medios de producción eran de propiedad estatal (por cierto, tesis muy similar a la que defienden hoy en día los revisionistas que provienen del campo prosoviético para el periodo post-XX Congreso).

Por último, para contextualizar las concepciones teóricas dominantes en el Partido Comunista (bolchevique) de la URSS hay que sumarle a las limitaciones ideológicas heredadas por el marxismo de la II Internacional que acabamos de mencionar, el hecho de que el proceso soviético fue la primera experiencia de construcción del socialismo en la historia. Los bolcheviques, tras la conquista del poder político por la clase obrera y el establecimiento de su dictadura revolucionaria de clase, se enfrentaban a problemas enteramente nuevos, a cuestiones que nunca antes les fueron planteadas a ningún grupo de personas en la historia de la humanidad, temas sobre los que no existía práctica anterior de la que poder extraer lecciones para desarrollar el proceso con mayores garantías de éxito. Y tampoco se pueden olvidar los límites materiales a los que se enfrentaban los comunistas soviéticos al producirse la revolución en un país atrasado económicamente, donde la mayoría de la población era aún campesina, es decir, pequeñoburguesa, donde todavía existían relaciones de producción feudales en zonas rurales; un país que había acabado destruido tras tres años de guerra imperialista y tres años de guerra civil e intervención imperialista, etc. Por todos estos motivos, el desenlace del primer proceso de edificación del comunismo fue, en gran medida, lógico.

Sin embargo, en la actualidad los marxistas-leninistas, a diferencia de los bolcheviques, poseemos un rico bagaje histórico de construcción del socialismo en la URSS y en otros países como China. Por eso, el balance de estas experiencias es una tarea esencial para que los comunistas podamos emprender en el futuro el camino liberador de la humanidad en una posición cualitativamente superior a la de nuestros camaradas durante el primer ciclo revolucionario.

Clases sociales en el socialismo y posibilidades de restauración del capitalismo

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A finales de los años 20 se inició la ofensiva en la Unión Soviética contra los kulaks (los campesinos ricos), desarrollándose en este periodo una enconada lucha de clases en el campo que se podría calificar prácticamente de guerra civil. Ante las medidas tomadas por el Estado soviético contra los kulaks para evitar la especulación que llevaban a cabo y el desabastecimiento de las ciudades que producía esta actividad, estos reaccionaron con la quema de las cosechas, el sacrificio de los animales y el asesinato de dirigentes políticos. A la vez, comenzaron a crearse las primeras granjas de propiedad colectiva (los koljóses) y de propiedad estatal (los sovjóses). Ambas formas de propiedad se irían extendiendo durante los primeros años de la década de los 30, de forma no equilibrada ya que los koljóses constituirían una inmensa mayoría frente a los sovjóses, hasta eliminar por completo el usufructo privado individual sobre la tierra (la propiedad de la misma correspondía al Estado desde 1917) y la propiedad privada individual sobre los instrumentos de trabajo, terminando con el último reducto de la propiedad jurídica individual que existía en la URSS.

Basándose en la identificación entre las relaciones de producción y las formas jurídicas de propiedad (o lo que es lo mismo, entre estatalización y socialización de los medios de producción en el marco de un Estado obrero), los comunistas soviéticos declararían, una vez colectivizado el campo y liquidado el kulak como clase, que en la URSS ya no existían clases sociales antagónicas, lo que suponía que ya no existía posibilidad de restauración del capitalismo desde el interior del país (solo se reconocía la posibilidad mediante una agresión imperialista). Además, considerarían que la tarea fundamental pasaba a ser el desarrollo de las fuerzas productivas para alcanzar la sociedad comunista. (3)

Durante el periodo en el que se inició la colectivización del campo, Stalin manifestaba que con esta ofensiva contra la propiedad individual en la agricultura se ponía fin a la última posibilidad de restauración del capitalismo en el País de los Soviets. Así, a principios del año 1928 declaraba en una serie de intervenciones que fueron recogidas en el artículo Los acopios de cereales y las perspectivas de desarrollo de la agricultura:

“Lenin dice que, mientras en el país predomine la hacienda campesina individual, que engendra capitalistas y capitalismo, existirá el peligro de restauración del capitalismo. Se comprende que, mientras exista dicho peligro, no se puede hablar en serio de la victoria de la edificación socialista en nuestro país.

Por tanto, para la consolidación del régimen soviético y la victoria de la edificación socialista en nuestro país no basta, ni mucho menos, con la socialización de la industria y nada más. Para ello es necesario pasar de la socialización de la industria a la socialización de toda la agricultura.

¿Y qué significa esto?

[…]

Esto significa, en tercer lugar, suprimir las fuentes que dan origen a los capitalistas y al capitalismo y acabar con la posibilidad de restauración del capitalismo”.

Pero fue en esta época cuando se manifestó en el seno del Partido la línea oportunista de derechas, encabezada por Bujarin, Rykov y Tomski, quienes se oponían a la línea de colectivización en la agricultura. En la lucha contra esta línea, Stalin declaró en varias ocasiones que el triunfo de la misma en el PC(b) supondría aumentar las posibilidades de restauración del capitalismo en la Unión Soviética, puesto que los partidarios de esta oposición derechista defendían el mantenimiento de la propiedad privada individual en el campo. Es decir, en esta época aún se tenía en cuenta la posibilidad de la restauración capitalista desde el interior. Así, en el artículo Sobre el peligro de derecha en el PC(b) de la URSS, Stalin sostenía:

“El triunfo de la desviación de derecha en nuestro Partido supondría un fortalecimiento enorme de los elementos capitalistas en nuestro país. ¿Y qué significa fortalecer los elementos capitalistas en nuestro país? Significa debilitar la dictadura del proletariado y acrecer las posibilidades de restauración del capitalismo.

Por tanto, el triunfo de la desviación de derecha en nuestro partido significaría el desarrollo de las condiciones necesarias para la restauración del capitalismo en nuestro país.

¿Existen en nuestro país, en el País Soviético, condiciones que hagan posible la restauración del capitalismo? Sí, existen. Tal vez eso parezca extraño, pero es un hecho, camaradas. Hemos derrocado el capitalismo, hemos implantado la dictadura del proletariado y desarrollamos a ritmo acelerado nuestra industria socialista, ligando a ella la economía campesina. Pero aún no hemos extirpado las raíces del capitalismo. ¿Dónde anidan estas raíces? Anidan en la producción mercantil, en la pequeña producción de la ciudad y, sobre todo, del campo”.

Ambas concepciones (que la colectivización ponía fin a las últimas posibilidades de regresar al capitalismo y que la victoria de la línea derechista aumentaría las posibilidades de que esto ocurriera), las seguiría expresando en el futuro en varios artículos, como por ejemplo en El año del gran viraje (1929):

“Se hunde y se hace añicos la última esperanza de los capitalistas de todos los países, que sueñan con restaurar en la URSS el capitalismo, el ‘sacrosanto principio de la propiedad privada’. Los campesinos, en quienes ven un material que abona el terreno para el capitalismo, abandonan en masa la tan ensalzada bandera de la ‘propiedad privada’ y pasan al cauce del colectivismo, al cauce del socialismo. Se hunde la última esperanza de restauración del capitalismo”.

O en el Informe político del Comité Central ante el XVI Congreso del PC(b) de la URSS de 1930:

“No cabe duda de que la victoria de la desviación de derecha en nuestra Partido significaría desarmar por completo a la clase obrera, armar a los elementos capitalistas en el campo y aumentar las posibilidades de restauración del capitalismo en la URSS”.

De esta forma, para Stalin y el PC(b) la única base material existente en la URSS de finales de la década de los 20 para la restauración interna del capitalismo era la existencia de la pequeña propiedad en el campo, que aún pervivía. A su vez, la manifestación en el seno del PC(b) de la línea derechista liderada por Bujarin aumentaría las posibilidades de que se restaurase el capitalismo en caso de que esta fracción oportunista triunfase en el Partido.

Pero esta concepción comenzará a cambiar en los años 1933-1934, cuando se ha realizado ya lo fundamental de la colectivización y la oposición de derechas ha sido ya derrotada. Así, a principios de 1933, Stalin, haciendo balance de la aplicación del primer plan quinquenal (1928-1932) en el Pleno conjunto del CC y de la CCC del PC(b) de la URSS, dirá respecto de la cuestión kulak: “el Partido ha conseguido que los kulaks hayan sido derrotados como clase, aunque no estén aún del todo rematados”.

A partir de esta época, al liquidarse las últimas supervivencias de la propiedad privada individual y como consecuencia de la reducción del problema de la propiedad de los medios de producción a una cuestión puramente formal, es decir, quedándose en la superficie, en la forma jurídica, sin entrar en la práctica real de las relaciones sociales en el proceso de producción, se consideran eliminadas las clases sociales antagónicas del proletariado y de los campesinos koljosianos en el sistema de producción y distribución de la Unión Soviética. De aquí en adelante solo se contempla la existencia de restos, residuos de las clases sociales ya derrotadas y, por este motivo, el PC(b) considera que aún pervive la lucha de clases en el interior de la sociedad soviética y que incluso se incrementa a medida que las clases explotadoras van llegando a su fin mediante la realización por estas de actos de sabotaje, robo, etc., contra la propiedad estatal. (4)

Un año después, en enero de 1934, en el Informe ante el XVII Congreso del partido acerca de la actividad del CC del PC(b) de la URSS, Stalin reafirma lo expuesto el año anterior:

“En resumen, tenemos:

a) Un poderoso ascenso de la producción, tanto en la industria como en las ramas principales de la agricultura.

b) La victoria definitiva, basada en este ascenso, del sistema económico socialista sobre el sistema capitalista, tanto en la industria como en la agricultura; la transformación del sistema socialista en sistema único de toda la economía nacional; el desplazamiento de los elementos capitalistas de todas las esferas de la economía nacional.

[…]

Con la liquidación de las clases parasitarias ha desaparecido la explotación del hombre por el hombre”.

Para 1936, con motivo de la elaboración de la nueva Constitución de la URSS (que sustituye a la de 1924), en el Informe sobre el proyecto de Constitución de la URSS presentado por Stalin ante el VIII Congreso Extraordinario de los Soviets, el georgiano afirma que ya no existen clases antagónicas y solo perviven la clase obrera, el campesinado y los intelectuales:

“La clase de los terratenientes, como es sabido, fue ya suprimida gracias a la victoria obtenida en la guerra civil. En lo que respecta a las demás clases explotadoras, han compartido la suerte de la clase de los terratenientes. Ya no existe la clase de los capitalistas en la esfera de la industria. Ya no existe la clase de los kulaks en la esfera de la agricultura. Ya no hay comerciantes y especuladores en la esfera de la circulación de mercancías. Todas las clases explotadoras han sido, pues, suprimidas.

Queda la clase obrera.

Queda la clase campesina.

Quedan los intelectuales”.

Más adelante, tras mencionar los cambios sufridos por las dos clases sociales que se reconoce que existen en la URSS (clase obrera y campesinado), y por la capa social de los intelectuales, Stalin sostiene que las diferencias entre ellas se están diluyendo:

“¿Qué evidencian estos cambios?

Evidencian, en primer lugar, que las líneas divisorias entre la clase obrera y los campesinos, así como entre estas clases y los intelectuales, se están borrando, y que está desapareciendo el viejo exclusivismo de clase. Esto significa que la distancia entre estos grupos sociales se acorta cada vez más.

Evidencian, en segundo lugar, que las contradicciones económicas entre estos grupos sociales desaparecen, se borran.

Evidencian, por último, que desaparecen y se borran, igualmente, sus contradicciones políticas”.

Y reafirmando lo anteriormente expuesto:

“A diferencia de las constituciones burguesas, el proyecto de la nueva Constitución de la URSS parte de la premisa de que en la sociedad no hay ya clases antagónicas; de que la sociedad se compone de dos clases amigas: la de los obreros y la de los campesinos; de que precisamente estas clases trabajadoras son las que están en el Poder; de que la dirección estatal de la sociedad (dictadura) se halla en manos de la clase obrera, la clase de vanguardia de la sociedad; de que la Constitución es necesaria para consolidar el orden social deseable y beneficioso para los trabajadores”.

De esta forma, en 1936 se sostiene de modo tajante que en la Unión Soviética ya no existen clases sociales antagónicas. Se considera que solo existen dos clases sociales amigas formadas por los obreros y los campesinos y por una capa social, los intelectuales, que sirve a los intereses de los obreros y campesinos y cuyo origen social, en su inmensa mayoría, se encuentra en la clase obrera y el campesinado. Además, se sostiene que las diferencias entre todas ellas están desapareciendo.

Esta tesis (la de la inexistencia de clases antagónicas) se deriva de la consideración de que la expropiación de la burguesía conlleva aparejada su inexistencia (solo quedan, según la concepción bolchevique en los años 30, restos, elementos que lo fueron en el pasado cuando aún existía la propiedad privada individual) y que ya no existen en la base material de la URSS de esa época elementos que puedan permitir la reproducción de la clase burguesa, puesto que la única condición que concebían para ello era la existencia de propiedad privada individual sobre los medios de producción, que ya había sido eliminada con el proceso de colectivización agraria y de industrialización.

Esto, en última instancia, suponía una negación de la teoría marxista del Estado al defender la existencia del mismo cuando se sostenía que ya no había clases antagonistas, clases sociales a las que reprimir. El Estado surge como consecuencia de la división de la sociedad en clases, clases que tienen intereses enfrentados, y por eso la clase dominante necesita dotarse de una maquinaria estatal, con sus aparatos ideológicos y represivos, para garantizar su posición dominante en la sociedad. Cuando las clases antagónicas desaparecen, cuando ya no hay nadie a quien reprimir en la sociedad, el Estado no tiene razón de ser y se extingue; se llega, por tanto, a la sociedad comunista, la sociedad sin clases y sin Estado. En esta época aún existía a quien reprimir según el PC(b), porque, como veremos a continuación, se habla de restos de las clases explotadoras pero, cuando se afirme que estas están eliminadas por completo en 1939 tras el periodo de las purgas, se seguirá defendiendo la necesidad del  Estado solamente por los factores externos, revisando así la dialéctica, que muestra que lo externo solo se puede manifestar a través de lo interno. Así se abjura de la tesis marxista del Estado y se sostiene que solo existen dos clases sociales y una capa social amigas, que colaboran entre ellas, que desaparecen las diferencias que existen entre las mismas y que no hay nadie a quien reprimir en el interior de la sociedad soviética, pero aun así se mantiene el aparato estatal, no estando este en proceso gradual de extinción.

A pesar de que se defiende por parte de Stalin y el PC(b) que ya no existen clases sociales antagónicas en el país soviético desde mediados de la década de los 30, se sigue afirmando la existencia de lucha de clases contra los residuos de las antiguas clases opresoras en el periodo inmediatamente posterior a esta fecha. Esto se debe a que en el propio año 1936 comienza el periodo de las grandes purgas que se extenderá hasta 1939. De esta forma vuelve a aparecer la teoría de la agudización de las lucha de clases en el conflicto contra los restos de las clases sociales ya derrotadas, que en este caso se dice que cuentan con  el apoyo de las potencias imperialistas –no en vano los acusados durante las purgas lo serán, entre otras cosas, de ser agentes al servicio de estas potencias-. Esto se produce en un contexto de agudización del conflicto interimperialista y del asedio contra la URSS por parte del imperialismo en los años 30 debido a la política exterior de la Alemania nazi y de sus aliados italianos y japoneses. Por eso la purga se concibe como una limpieza de la retaguardia en previsión de una futura agresión exterior, que, como veremos un poco más adelante, se plantea como la única fuente de las posibilidades de restauración capitalista. Así lo explica Stalin en su informe presentado en el pleno del CC del PC(b) de febrero de 1937, titulado Sobre los defectos del trabajo del partido y las medidas para la liquidación de los trotskistas:

“Hay que demoler y tirar por la borda, la teoría podrida según la cual la lucha de clases se extinguiría a medida de nuestros pasos hacia adelante, que el enemigo de clase se domesticará a medida de nuestros éxitos.

No es solamente una teoría podrida sino también una teoría peligrosa, pues ella adormece a nuestros hombres, los hace caer en la trampa y permite al enemigo restablecerse, para la lucha contra el poder de los soviets.

Por el contrario, cuanto más avancemos, cuantos más éxitos realicemos, tanto más grande será el furor de los restos de las clases explotadoras en derrota, tanto más recurrirán a formas de lucha más agudas, más dañarán al Estado soviético, más se aferrarán a los procedimientos de lucha más desesperados, como último recurso de hombres condenados al fracaso”.

Y acto seguido Stalin recuerda el apoyo exterior directo de los Estados capitalistas que tienen estos restos de las clases explotadoras (en otros fragmentos del informe los califica de espías que trabajan para los servicios secretos de los Estados imperialistas):

“No hay que olvidarse que los restos de las clases derrotadas en la URSS no están solas. Ellas gozan del apoyo directo de nuestros enemigos, más allá de las fronteras de la Unión Soviética”.

En 1938, Stalin responde a una carta que le envió un militante de las juventudes del Partido (Komsomol), llamado Ivanov (se conoce como la Carta a Ivanov), quien le había planteado la cuestión de si el triunfo del socialismo era definitivo en la URSS o no debido a la posibilidad de agresión exterior por parte de los Estados capitalistas. En la respuesta, Stalin comenta lo siguiente:

“Esta es la situación con respecto a la cuestión de la victoria del socialismo en un solo país.

Se deduce que esta cuestión contiene dos problemas diferentes:

a) el problema de las relaciones internas de nuestro país, o sea, el problema de la victoria sobre nuestra burguesía y la edificación del socialismo integral;

b) el problema de las relaciones externas de nuestro país, o sea, el problema de la plena garantía de nuestro país contra los peligros de una intervención militar y de restauración.

El primer problema ya ha sido resuelto, ya que nuestra burguesía se ha liquidado y el socialismo se ha ya edificado esencialmente. A esto lo llamamos victoria del socialismo o, más exactamente, victoria de la edificación socialista en un solo país. Nosotros podríamos decir que nuestra victoria es definitiva si nuestro país estuviera en una isla y si alrededor de él no hubiera numerosos países, países capitalistas. Y debido a que no vivimos en una isla sino en un “sistema de estados” del cual una parte considerable es hostil al país del socialismo, creando así el peligro de una intervención y una restauración, nosotros decimos abiertamente y honestamente que la victoria del socialismo en nuestro país no es todavía definitiva. De aquí se deduce que el segundo problema no está todavía resuelto y que hará falta resolverlo”.

De esta forma Stalin excluye la posibilidad de una restauración interna del capitalismo, arguyendo que la victoria sería definitiva si no existiese el cerco capitalista que mantiene el peligro de intervención extranjera. Por ello, solo contempla la posibilidad de que dicha restauración se produzca a través de una agresión militar por parte de las potencias burguesas contra el País de los Soviets. Desde luego en esa época este era un peligro muy latente. De hecho, tan solo tres años después la URSS sufriría la agresión imperialista de la Alemania nazi. Sin embargo, la restauración del capitalismo en el Estado soviético no provendrá del exterior, sino que procederá del interior.

Para 1939, cuando el periodo de la grandes purgas ha llegado a su final, en el Informe ante el XVIII Congreso del partido sobre la labor del CC del PC(b) de la URSS, Stalin, haciendo referencia a los cambios producidos en las Unión Soviética en el periodo que va desde el anterior Congreso (el XVII, celebrado en 1934) hasta la fecha, defiende que los restos de las clases explotadoras ya han sido eliminados por completo, como consecuencia de las purgas producidas entre los años 1936-1939, e insiste en la idea de la unión entre las clases existentes en el País Soviético:

“En el terreno del desarrollo social y político del país, debe ser considerada como la conquista más importante lograda durante el período que abarca el informe, la liquidación completa de los residuos de las clases explotadoras, la cohesión de los obreros, campesinos e intelectuales en un solo frente común de trabajo […]”.

En concordancia con esto, con el hecho de la eliminación completa de los restos de las clases explotadoras y como consecuencia de ello, más adelante el revolucionario postula la inexistencia de lucha entre clases sociales en el interior de la sociedad soviética. Asimismo, insiste en que las clases que aún existen colaboran entre ellas:

“La peculiaridad de la sociedad soviética del período actual, a diferencia de cualquier sociedad capitalista, estriba en que en ella no existen ya clases antagónicas, hostiles; las clases explotadoras han sido liquidadas, y los obreros, campesinos e intelectuales, que constituyen la sociedad soviética, viven y trabajan sobre la base de los principios de colaboración fraternal […] la sociedad soviética, liberada del yugo de la explotación, no conoce estas contradicciones, está libre de choques de clases […]”.

En el mismo informe, Stalin plantea que algunas tesis marxianas sobre el Estado son insuficientes e incompletas, y así justifica la existencia del aparato estatal en la URSS, ante las dudas de militantes del Partido que consideran que el Estado debería ir debilitándose al no existir ya, según las concepciones dominantes en la formación ideológica bolchevique de la época, nadie a quien reprimir en el interior de la sociedad soviética, basándose para ello en la existencia de Estados capitalistas que envían espías y saboteadores al país soviético y que pueden lanzar una ofensiva militar contra el mismo:

“Estas preguntas revelan, no sólo que se da menos importancia de la debida al hecho del cerco imperialista; revelan también que se desconoce el papel y la importancia de los Estados burgueses y de sus órganos, que envían a nuestro país espías, asesinos y saboteadores y que aguardan la ocasión para atacarlo militarmente; asimismo, revelan que se menosprecia el papel y la importancia de nuestro Estado socialista y de sus órganos militares, de sanción y de contraespionaje, necesarios para defender el país del socialismo contra un ataque del exterior”.

Posteriormente explica las funciones del Estado soviético, que ya no son las de represión interna sino solamente externa, contra las potencias imperialistas y sus agentes:

“Ha desaparecido, se ha extinguido la función de aplastamiento militar dentro del país, porque la explotación ha sido suprimida, ya no existen explotadores y no hay ya a quién aplastar. En el lugar de la función de represión, surgió la función, para el Estado, de salvaguardar la propiedad socialista contra los ladrones y dilapidadores de los bienes del pueblo. Se ha mantenido plenamente la función de defensa militar del país contra ataques del exterior; por consiguiente, se ha mantenido también el Ejército Rojo, la Marina Roja de Guerra, lo mismo que los organismos de sanción y de contraespionaje, necesarios para capturar y castigar a los espías, asesinos, saboteadores, que los servicios de espionaje extranjeros envían a nuestro país. Ahora, la tarea fundamental de nuestro Estado, dentro del país, consiste en desplegar el trabajo pacífico de organización económica y de educación cultural. En lo que se refiere a nuestro Ejército, a los organismos de sanción y contraespionaje, éstos van dirigidos, no ya contra el interior del país, sino contra el exterior, contra los enemigos exteriores”.

Se comprueba cómo Stalin y el PC(b) acaban rechazando las causas internas como causa principal para la existencia del Estado. Tanto es así, que Stalin incluso termina por plantear la posibilidad de existencia del Estado en la sociedad comunista si pervive el cerco capitalista, profundizando en la revisión de la tesis marxista del Estado:

“Seguimos avanzando, hacia el comunismo. ¿Se mantendrá en nuestro país el Estado también durante el período del comunismo?

Sí, se mantendrá, si no se liquida el cerco capitalista, si no se suprime el peligro de un ataque armado del exterior. Claro está que, en este caso, las formas de nuestro Estado volverán a modificarse, con arreglo al cambio de la situación interior y exterior.

No, no se mantendrá y se extinguirá, si el cerco capitalista se liquida, si lo sustituye un cerco socialista”.

Consecuencias para la edificación del comunismo

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Cuando aún existía propiedad privada individual sobre los medios de producción en la URSS, es decir, en la década de los 20, los comunistas no se encontraban desarmados para librar y desarrollar la lucha de clases en el camino hacia el comunismo. Durante esta época la lucha de clases se realizó de forma correcta en lo esencial, pues lo principal era acabar con la propiedad privada individual. Pero cuando esto se alcanza a principios de los años 30 tras la industrialización y la colectivización, con la consiguiente eliminación como clase de los nepman y los kulaks, y como consecuencia de la equiparación de forma de propiedad con relaciones de producción, los bolcheviques consideraron que ya no existían clases sociales antagónicas en la sociedad soviética y que el peligro de restauración únicamente provenía del exterior la situación cambió. Todo ello provocó que el PC(b) no estuviese preparado para luchar contra la nueva clase burguesa que emergió y se desarrolló al calor de la edificación socialista.

Efectivamente, en el socialismo continúan existiendo las condiciones que permiten la reproducción de las clases sociales, puesto que siguen existiendo la división social del trabajo (5) y el trabajo asalariado. Como consecuencia de la pervivencia de la división del trabajo, los productores directos en cada unidad de producción siguen inmersos en la misma división entre trabajo manual y trabajo intelectual, ente funciones de dirección del proceso productivo y funciones de ejecución del mismo, que bajo el modo de producción capitalista (hay que tener presente que el socialismo no es un modo de producción, sino una etapa de transición entre dos modos de producción, el capitalista y el comunista, que conjuga características y elementos de ambos). Esto da lugar a que entre la capa dirigente, entre los trabajadores intelectuales, que se encuentran en el aparato estatal realizando tareas de dirección y organización (cuadros vinculados tanto al Partido como al Estado, directores de unidades de producción, ingenieros, técnicos, etc.) y que perciben unos salarios considerablemente más altos que los que obtienen los obreros manuales, apropiándose de una fracción del plustrabajo creada por estos últimos, surjan individuos que componen una nueva burguesía, que en este caso adopta una forma burocrática, al hallarse sus miembros en los puestos de dirección del aparato administrativo, productivo y distributivo del Estado.

La agravación de la diferencia entre estos estratos sociales, los trabajadores intelectuales y los trabajadores manuales, se profundizó en el Estado soviético porque desde un principio se tuvo que recurrir a los especialistas burgueses (ingenieros, administradores y técnicos) para poner en marcha el proceso de producción y distribución, al ser estos los únicos que dominaban la técnica y poseían los conocimientos necesarios para ello. Es decir, los puestos de trabajadores intelectuales fueron ocupados por miembros de la antigua burguesía y, para conseguir que aceptasen trabajar para el Estado proletario, fue necesario retribuirles de una forma elevada, estableciéndose como consecuencia de ello una escala salarial bastante abierta (un decreto de febrero de 1919 fijaba un salario mínimo de 600 rublos y uno máximo de 3000), transfiriendo así parte de la plusvalía creada por los obreros manuales a los trabajadores intelectuales. Lenin y los bolcheviques concebían dicha medida como algo impuesto por las condiciones y como un paso atrás necesario contrario a los principios del Estado-comuna, enunciados por él mismo en las Tesis de Abril y El Estado y la Revolución (6), aunque existió una importante oposición a estas medidas en el seno del PC(b) representadas por los “comunistas de izquierda”, primero, y por la “oposición obrera”, después.

Además, a la par que se recurría a los especialistas burgueses para desempeñar los puestos de trabajo intelectual, se empezaba a dibujar el sistema de dirección en las unidades de producción que prevalecería en el futuro en la Unión Soviética. Por un decreto de marzo de 1918 –hasta ese momento se empleaba la dirección colegiada- se establecía un sistema de dirección única en las empresas elegida por arriba, es decir, por los órganos superiores de administración económica, los Glavk, que eran los órganos que dirigían las distintas ramas de la industria y formaban parte del VNSJ (Consejo Superior de Economía Nacional), sin ninguna participación de las masas obreras en la elección. Este sistema consistía en el nombramiento por estos órganos superiores de dos directores, uno administrativo y otro técnico. Solo en el caso del primer director, el administrativo, podía ser su actividad controlada en parte por los consejos de fábrica; el director técnico dependía en sus tareas de forma exclusiva de los órganos superiores de dirección económica. Estos directores también eran nombrados de entre los especialistas burgueses, en muchos casos entre los antiguos patronos.

De 1918 a 1920 el sistema de gestión de las unidades productivas se convertirá en una dirección unipersonal progresivamente (7). De esta forma, estos directores adquirirán más poderes y, como consecuencia de ello, los consejos de fábrica verán reducidas sus funciones de control cada vez más (en el IX Congreso de 1920 se establece que estos deben dedicarse exclusivamente a la disciplina del trabajo, propaganda y educación de los obreros), por lo que los proletarios quedan excluidos de cualquier participación en la dirección del proceso productivo.

Pero estas medidas, que en un primer momento se adoptaron de forma provisional y reconociendo abiertamente que suponían un retroceso necesario, acabarían consolidándose con el paso del tiempo. Aunque el origen social de los trabajadores intelectuales cambiaría en el transcurso del proceso de construcción del socialismo (dejarían de ser antiguos especialistas burgueses para pasar a ser mayoritariamente de procedencia obrera), las medidas adoptadas en los primeros años de la Rusia soviética se mantendrían, tanto la dirección única de las unidades de producción como los salarios elevados para los que desempeñaban trabajo intelectual.

Durante los años 20 existieron tentativas que buscaron la participación de las masas de trabajadores en la dirección de las empresas y en el control de la actividad de sus directores. En 1924,  el PC(b) aprobó la celebración de conferencias de producción en las que los obreros examinarían lo relativo al proceso de producción y sus resultados. Pero en la práctica su aplicación se encontró con la oposición de los dirigentes de las empresas, que provocó que casi no se llevaran a cabo estas reuniones en los años siguientes. En 1928 se produjo desde la dirección del PC(b), encabezada por Stalin, una crítica contra la burocratización de los cuadros, no solo contra los de procedencia burguesa sino también contra los de origen obrero, y una llamada a la crítica desde la base contra estos. Esto daría lugar a la lucha y la crítica de masas en las conferencias de producción por parte de los obreros contra los dirigentes de las unidades de producción y el resto de trabajadores intelectuales, pero, al no estar dirigida correctamente por el Partido, el movimiento se iría diluyendo sin llevar aparejado ninguna transformación en las relaciones de dirección y gestión en las unidades productivas.

Al contrario, el fracaso de estos intentos tendría como consecuencia el reforzamiento de la posición de los directores de las empresas que verían incrementados sus poderes de dirección y organización del proceso productivo, todo ello sin la intervención de ningún organismo externo (sindicatos o comités del Partido). Esta fue una situación ligada al contexto en que tuvo lugar, puesto que a fines de los años 20 la URSS estaba inmersa en el proceso de industrialización, lo que provocó que los intereses de esta acabaran prevaleciendo frente a la transformación de las relaciones de producción, cuestión que quedó relegada.

Estos hechos acaecidos durante los años 20 muestran el conflicto existente entre los trabajadores manuales, los productores directos, frente a los trabajadores intelectuales, entre los cuales surgían los elementos que formaban la naciente burguesía burocrática. Conflicto que se manifestaba también en el seno del Partido Comunista (bolchevique) y que explica los cambios contradictorios que sufría la política directiva de los bolcheviques sobre esta cuestión: a la vez que se defendía la participación y control por parte de los obreros en el proceso de producción, se tomaban medidas que fortalecían la posición de los directores de unidades de producción y del resto del personal dedicado a funciones de dirección del proceso.

Con la industrialización se reforzó el rol asignado al desarrollo de las fuerzas productivas y, junto a  ello, el papel de los cuadros. Así, en 1931, Stalin, en su discurso en la primera conferencia de trabajadores de la industria socialista titulado Las tareas de los dirigentes de la economía, expone el principio de que “la técnica, en el período de reestructuración, lo decide todo”, que suponía en la práctica que quienes lo decidían todo eran los que dominaban la técnica, es decir, los trabajadores intelectuales. En coherencia con esto, a mediados de la misma década la consigna se transforma en “los cuadros lo deciden todo”, que enuncia en su Discurso pronunciado en el Palacio del Kremlin ante la promoción de mandos salidos de las academias del Ejército Rojo. Estos principios acentuaban  la división social del trabajo existente en la sociedad soviética e impedían la transformación de las relaciones sociales necesaria para acabar con la división entre trabajo manual e intelectual. Y, como consecuencia de lo anterior, los elementos que constituían la burguesía burocrática embrionaria adquirían más poder e iban asentando progresivamente su posición en el aparato estatal de la URSS.

Por esa época se consideraba que la supresión de la división social del trabajo se produciría por el ascenso cultural y técnico de la clase obrera, por su instrucción. Con este motivo los incentivos materiales se concebían como una forma de promover la instrucción técnica de los obreros (8), lo cual significaba dividir a la clase obrera, crear diferenciaciones en su seno que objetivamente beneficiaban a la burguesía burocrática. En la práctica, la defensa del ascenso cultural y técnico de los obreros no suponía ninguna participación de las masas obreras en la gestión y dirección del proceso de producción ni la realización de trabajo manual por parte de los directores, ingenieros y técnicos, de los trabajadores intelectuales, cuestiones necesarias para la transformación real de las relaciones sociales de producción que permita la eliminación de la división entre trabajo intelectual y trabajo manual. (9)

En este contexto, los elementos que conformaban la burguesía burocrática iban escalando posiciones en el Estado soviético, y lo mismo hacían sus representantes en el Partido, los revisionistas. Dicha labor era facilitada por las concepciones ideológicas dominantes en el PC(b) al considerar que ya no existían clases sociales antagónicas en la Unión Soviética, que la sociedad soviética estaba formada por dos clases (obreros y campesinos) y una capa (intelectuales) social amigas y que, por ende, tampoco existía posibilidad alguna de restauración del capitalismo desde el interior, sino solo desde el exterior. (10)

Al no ser comprendidas las contradicciones existentes en la realidad social de la Unión Soviética por parte de los bolcheviques (y, por tanto, no poder luchar contra sus causas), la burguesía burocrática no hallaba obstáculos para desarrollarse en dicho contexto. Aunque no podía hacerse de momento con el poder político en el Estado soviético, al encontrarse aún comunistas en su dirección encabezados por Stalin, sí tenía la capacidad para ir haciéndose con parcelas de poder. Las purgas de los años 30, que eran concebidas como una lucha contra restos de las clases explotadoras que actuaban como agentes del imperialismo, afectaron a elementos que formaban parte de la burguesía estatal, junto con otros que nada tenían que ver con ella. Pero dicha represión no atacaba ni se dirigía en absoluto contra los factores que permitían la existencia de esta clase social, que permitían su reproducción en las condiciones materiales de la URSS, por lo cual no fue ningún impedimento para su existencia y su progresiva conquista de posiciones en el aparato estatal soviético.

Como ya hemos señalado en el epígrafe anterior, para estas fechas la única posibilidad de restauración del capitalismo en la Unión Soviética era concebida mediante una agresión militar proveniente del exterior. Y, por supuesto, esta era una posibilidad real y un peligro latente en la década de los 30 que se materializó con la Operación Barbarroja emprendida por la Alemania nazi, en colaboración con sus aliados, en el año 1941. La URSS, aunque sufrió unas pérdidas humanas y materiales tremendas, salió vencedora de este enfrentamiento militar. Sin embargo, el proceso de restauración capitalista se realizaría desde el interior del Partido y del Estado por parte de la burguesía estatal y de sus representantes en el seno del PC(b), y no a través de ninguna agresión externa.

Por esa misma época, cuando se consideraba por parte de la dirección soviética que ya no había clases sociales antagónicas en la URSS, así como tampoco posibilidad de restauración interna del capitalismo, y que comenzaba el periodo de transición gradual del socialismo al comunismo (11), individuos como Kruschev, Mikoyan o Shvernik ya ocupaban su puesto en el Politburó, y otros como Kosygin, Suslov -considerado el teórico del PCUS revisionista- o Kuusinen en el Comité Central del PC(b). Todos ellos tendrían un papel fundamental en el proceso de restauración capitalista en la Unión Soviética. Lo cual muestra cómo en el interior de los aparatos dirigentes del Partido y del Estado durante el socialismo ya se encuentran los revisionistas que sirven a los intereses de clase de la nueva burguesía, quienes esperan el momento oportuno para tomar el control del aparato partidario y estatal y liquidar la dictadura proletaria y el proceso de construcción de la sociedad comunista.

Todo lo anteriormente expuesto les facilitó a los revisionistas, representantes de los intereses de clase de la burguesía burocrática, la toma del poder político en la URSS, que se produjo con el XX Congreso del PCUS en 1956. (12) De esta forma, la toma del poder se realizó de forma incruenta (con excepción de los hechos aislados del fusilamiento de Beria y sus colaboradores, los sucesos de Tbilisi de 1956 y el asesinato de Mir Jafar Baghirov), ante la pasividad de los militantes de base del Partido y de la población soviética que se encontraban totalmente desarmados ideológica y políticamente para hacer frente a un restablecimiento de modo interno y pacífico del capitalismo en el primer Estado socialista del mundo. Y ello debido a que dicha posibilidad no entraba en los esquemas ideológicos del PC(b) por la herencia ideológica que había recibido de la socialdemocracia, como ya hemos explicado, y que constituyó una de las limitaciones con las que se encontraron los comunistas durante el Ciclo revolucionario de Octubre y que finalmente condujeron a la derrota del mismo.

Revolución o barbarie
Enero 2014


Notas

(1)  Lenin, en 1915, en el artículo La consigna de los Estados Unidos de Europa ya sentaba las bases de la tesis del socialismo en solo país:

“La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país de forma aislada.

El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar dentro de él la producción socialista, se alzaría contra el resto del mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus estados”.

(2) En 1934, Trotski, en un alarde de futurología respecto a la posibilidad de restauración del capitalismo en el Estado soviético, incluso llegaba a afirmar que:

“Solo un imbécil total puede creerse que las relaciones capitalistas, es decir la propiedad privada de los medios de producción incluida la tierra, pueden restablecerse pacíficamente en la URSS y llevar a un régimen de democracia burguesa. De hecho, aunque fuera posible en general, el capitalismo no podría restablecerse en Rusia salvo como consecuencia de un salvaje golpe de estado contrarrevolucionario que costaría diez veces más víctimas que la Revolución de Octubre y la Guerra Civil” (La burocracia stalinista y el asesinato de Kirov).

(3) El propio Lenin, que falleció una década antes de que en la URSS se alcanzase la eliminación de la propiedad jurídica individual sobre los medios de producción, ya había diferenciado en el proceso de construcción del comunismo entre un periodo de estatalización de los medios de producción (transición al socialismo) y otro inmediatamente posterior de desarrollo de las fuerzas productivas que permitiría acabar con la división del trabajo y por tanto alcanzar el comunismo (transición al comunismo), poniendo en la primera fase el acento en la política, en la lucha de clases, y en la segunda en el desarrollo económico. Esta concepción determinó la visión del socialismo que el PC(b) defendería a partir de los años 30. Sobre esto, véase el trabajo del Colectivo Fénix: Stalin. Del marxismo al revisionismo, en especial el capítulo cuatro, titulado “Los límites del bolchevismo”.

(4) Esto lo manifiesta en el mismo pleno en el apartado de El balance del plan quinquenal en cuatro años en la lucha contra los restos de las clases enemigas.

(5) Engels señaló que la división del trabajo era lo que producía la división clasista de la sociedad. Así lo sostuvo en el Anti-Dhüring: “Lo que subyace a la división en clases es la ley de la división del trabajo”.

(6) Así, afirmaba Lenin en la primavera de 1918 en Las tareas inmediatas del poder soviético:

“Hemos tenido que recurrir ahora al viejo método burgués y aceptar los “servicios” de los especialistas burgueses más respetados a cambio de una remuneración muy elevada. Quienes conocen la situación lo comprenden; pero no todos se detienen a meditar sobre el significado de semejante medida tomada por un Estado proletario. Es evidente que tal medida constituye un compromiso, una desviación de los principios sustentados por la Comuna de París y por todo poder proletario, que exige la reducción de los sueldos al nivel del salario del obrero medio, que exige que se combata al arribismo con hechos y no con palabras.

Pero esto no es todo. Es evidente que semejante medida no es sólo una interrupción –en cierto terreno y en cierto grado- de la ofensiva contra el capital (ya que el capital no es una simple suma de dinero, sino determinadas relaciones sociales), sino también un paso atrás de nuestro poder estatal socialista, soviético, que desde el primer momento proclamó y comenzó a poner en práctica la política de reducción en los sueldos elevados hasta el nivel del salario del obrero medio”.

(7) Según las estadísticas disponibles a finales de 1920, de 2051 grandes unidades de producción censadas, 1783 funcionaban bajo la dirección unipersonal.

(8) A finales de 1934, en una conversación con directores, ingenieros y obreros metalúrgicos, Stalin decía:

“Organizar los salarios de manera que fortalezcan los eslabones decisivos de la producción e inciten a los hombres a una cualificación superior”.

(9) Stalin, en su obra de 1952 titulada Los problemas económicos del socialismo en la URSS, afirmaba que no existía ninguna contradicción en el país soviético entre trabajadores manuales e intelectuales (dicha afirmación se producía tan solo cuatro años antes de que los revisionistas y la burguesía estatal soviética tomaran el poder en la URSS):

“Se comprende que, al ser destruidos el capitalismo y el sistema de explotación, debía desaparecer también la oposición de intereses entre el trabajo manual y el trabajo intelectual. Y en nuestro actual régimen socialista ha desaparecido, efectivamente. Ahora los hombres dedicados al trabajo manual y el personal dirigente no son enemigos, sino camaradas y amigos, miembros de una misma comunidad de producción, interesados vitalmente en la prosperidad y en el mejoramiento de la producción. De su vieja enemistad no queda ni rastro”.

Y en la misma obra incluso llegaba a afirmar que ciertas diferencias entre trabajo intelectual y manual, aunque de carácter no esencial, seguirían existiendo a lo largo del tiempo, perpetuando así para siempre la diferencia entre personal dirigente y productores directos:

“Lo mismo hay que decir respecto a la diferencia entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. La diferencia esencial entre ellos, es decir, la diferencia en cuanto al nivel cultural y técnico, desaparecerá, sin duda alguna. Pero, con eso y con todo eso, seguirá existiendo alguna diferencia, si bien no esencial, aunque sólo sea porque las condiciones de trabajo del personal dirigente de las empresas no son las mismas que las condiciones de trabajo de los obreros”.

(10) Estas cuestiones también tendrían una esencial importancia para la variación de la política exterior de la URSS y de la Internacional Comunista a mitad de la década de los años 30. En 1935 se celebra el VII Congreso de la Internacional que aprueba la táctica de los Frentes Populares, que consistía en una alianza interclasista para la defensa de la democracia burguesa frente al auge del fascismo, relegando el objetivo de la revolución socialista. En esa época el Movimiento Comunista Internacional organizado en la III Internacional fue instrumentalizado como un aparato defensivo de la Unión Soviética frente a las posibles agresiones del imperialismo (concretamente frente al bloque imperialista encabezado por la Alemania nazi) que en la concepción ideológica del PC(b) de los años 30 suponían la única posibilidad de restauración del capitalismo en el País de los Soviets.

(11) En la Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS de 1938 se afirma lo siguiente:

“La Constitución (1936) vino a consagrar el hecho de alcance histórico-universal de que la URSS ha entrado en una nueva etapa de desarrollo, en la etapa de coronamiento de la edificación de la sociedad socialista y de transición gradual hacia la sociedad comunista”.

(12) En el ámbito ideológico, tesis que desarrollarían los revisionistas kruschevistas, como el Estado de todo el pueblo, eran una continuación de la consideración de inexistencia de clases sociales antagónicas y de la única existencia de clases amigas en la URSS imperante en el Partido bolchevique desde mediados de los años 30. De esta forma, las teorizaciones precedentes -como la anterior- que beneficiaban a los intereses de los revisionistas serían recogidas por estos, al igual que la defensa de la imposibilidad de restauración del capitalismo en la URSS que Kruschev llevaría aún más  allá en el XXI Congreso del PCUS, en 1959, estableciendo que también resultaba imposible la restauración del capitalismo por una agresión imperialista, por lo que, según él, el socialismo había triunfado definitivamente en la Unión Soviética.