Lecciones de la invasión imperialista de Iraq
 

 

Concluida la invasión del territorio iraquí por la coalición intervencionista, los buitres imperialistas se prestan rápidos al reparto del botín y al control del país al más puro estilo colonialista del ya viejo siglo XIX, encargándose directamente de la administración del pueblo conquistado hasta que las cosas queden organizadas y aseguradas de acuerdo con sus intereses. De nada han servido las ingentes movilizaciones y las más diversas acciones de protesta. E l capitalismo genera constantemente miseria y sufrimiento sin contemplaciones y las masas responden de alguna manera, pero esto no resulta suficiente. La constante lucha de resistencia del proletariado y del resto de las clases explotadas apenas alcanza a arrancar ciertas conquistas al capital que luego éste recupera con facilidad. Entre tanto, los sectores más avanzados y combativos de las masas se mantienen en el círculo vicioso de repetir sus constantes embates a base de movilizaciones y protestas ciegamente, al margen de todo análisis de fondo que muestre las causas reales de las miserias que el sistema capitalista genera y que descubra y ponga en marcha los mecanismos y los instrumentos que realmente podrán conducir a la humanidad a la liberación de todas las condiciones de explotación que la encadenan.

Esta guerra de rapiña es una nueva y perfecta ocasión para extraer lecciones en ese sentido.

 

Los motivos del imperialismo

 

Es evidente el papel que juegan en esta invasión, tanto el control de una zona de gran importancia geoestratégica como es Irak, como la explotación de sus recursos energéticos , con unas reservas petrolíferas que colocan a ese país en el segundo puesto a nivel mundial.

Sin embargo, el telón de fondo de esta ofensiva muestra mucho más. Durante la llamada “Guerra Fría” se mantuvo un equilibrio imperialista de bloques entre el poderío de Estados Unidos y una Unión Soviética en la que la burguesía, bajo falsas banderas proletarias, había logrado restaurar su dominio. La caída del muro de Berlín no sólo es el punto de referencia que marca el fin de un ciclo revolucionario iniciado con la Revolución Socialista de Octubre, sino que abre una nueva perspectiva de lucha imperialista por nuevos territorios que dominar. Ahora, el imperialismo norteamericano sufre un desgaste y una crisis que debilitan su poder, cada vez más amenazado por un creciente imperialismo europeo en construcción, una China que, también bajo la dirección de un restaurado poder burgués, crece en fuerza y una Rusia que, pese a las condiciones de inferioridad en la que la ha sumido su derrota en la contienda de la “Guerra Fría”, se mantiene fuerte; el euro se dibuja cada vez más como una seria alternativa al dólar como moneda estándar en los intercambios comerciales (especialmente los del petróleo); y una profunda crisis económica interna atenaza a Estados Unidos, que, por otra parte, ha agotado hace tiempo sus reservas petrolíferas y depende de la importación del crudo. El gigante imperialista comienza a ver peligrar su dominio.

Considerando su gran poder militar, el imperio estadounidense necesitaba, por tanto, consolidar su hegemonía en la pugna capitalista que va aflorando y se ha lanzado a la conquista de nuevas zonas de influencia, con el respaldo de la fiel aliada Gran Bretaña . Y la conquista se centra precisamente en aquellos territorios que tuvieron un carácter más neutral y ejercieron de “bisagra” en la “Guerra Fría”, ya que los que se mantuvieron bajo la esfera del social-imperialismo de la URSS revisionista siguen bajo la atenta vigilancia de Rusia o de la propia Unión Europea.

En este panorama, el 11 de Septiembre ha resultado ser la espléndida excusa de la amenaza terrorista para justificar esta nueva ofensiva y un instrumento de propaganda ideológica con el que dividir y frenar la oposición de las masas, cuando no ganar su apoyo o su permisividad.

 

Las consecuencias inmediatas

 

La impune agresión ha dejado un lamentable rastro de desolación y muerte que muestra la verdadera faz del imperialismo y sus agentes , revelando de nuevo hasta dónde llegan los capitalistas en su afán de rapiña, sin ningún tipo de consideración ni detenimiento. El territorio que vio nacer las primeras civilizaciones de la humanidad ha quedado asolado y convertido en un lugar aún más terrible que el que ya dejaron las “democráticas” potencias imperialistas (las europeas también) en la 1ª Guerra del Golfo y que las posteriores agresiones y el miserable bloqueo contribuyeron a profundizar. Los “civilizados” invasores no se han parado en miramientos a la hora de intentar controlar y acallar a la propia prensa burguesa , hasta el grado de cañonearla y causar la muerte de periodistas. Su catadura ha quedado, además, bien reflejada en el menosprecio y la pasividad mostrados ante el vergonzoso destrozo y expolio por las mafias (si es que no han intervenido directamente en ello las propias fuerzas ocupantes) de un patrimonio cultural e histórico de los más ricos de la humanidad.

El conflicto, en realidad, pone sobre la mesa el despertar de las contradicciones entre las potencias imperialistas . Y, fruto de ello, se ha producido la ruptura de aquellos escenarios de acuerdo político, como la ONU, o militar, como la OTAN , en los que se dirimían las diferencias y se gestionaba el reparto del mundo resultante de la última gran batalla que la codicia imperialista generó, la II Guerra Mundial. A pesar del papel de pantalla y de farsa que, a escala internacional, jugaba la ONU, al igual que los “democráticos” parlamentos capitalistas en los que la comedia burguesa de la representatividad y la “voluntad popular” sólo esconde la gestión de la dominación de clase burguesa.

También resulta notable la división interna generada en la Unión Europea , fruto de la falta todavía solidez en el proyecto imperialista europeo, de la histórica alianza británica con EE.UU. y de la actual política internacional mesiánica y de tintes neofranquistas del Estado Español. Una división que favorece el mantenimiento de la hegemonía yanqui en la contienda por el nuevo reparto del y en el que todavía se están moviendo las piezas en la conformación de los bloques y alianzas que conducen cada día más, si la lucha revolucionaria del proletariado y el resto de las masas explotadas no consigue evitarlo, a una nueva y terrible confrontación mundial.

 

La perspectiva imperialista

 

El problema ahora, para los vencedores, está en la difícil estabilización de un país conquistado por la fuerza y en el que, a pesar del descontento de la población con el derrotado régimen de Sadam Hussein, no se acepta de buenas maneras un gobierno directo de los invasores , como ya le ocurrió a los propios británicos al final de la I Guerra Mundial. A lo que hay que añadir los problemas de las diferencias de intereses entre los diversos sectores y grupos de la población iraquí, como muestran las protestas chiíes.

Esta “pacificación” imperialista se encuentra, además, con el escollo de los problemas kurdo y palestino, dos luchas por la autodeterminación de unos pueblos que cada vez se ven más engañados por sus propios dirigentes oportunistas y que se han convertido en piedra de choque de los intereses imperialistas y de sus aliados entre los propios gobiernos de la región.

Por otra parte, el resto de las potencias imperialistas reclama su participación en el reparto del botín , especialmente tras los primeros pasos dados ya por el gobierno norteamericano para adjudicar a empresas amigas la administración de los negocios más rentables. La batalla por el negocio de la reconstrucción y el control de los recursos iraquíes está servida

 

El imperialismo español

 

El gobierno español, por su parte, se ha embarcado en una aventura que deja claro un profundo giro en la estrategia y la política internacionales del Estado Español y que supone la apuesta abierta por la alianza con el bloque atlantista, en profunda contradicción con la política de construcción europea y con sus propios intereses imperialistas en América Latina , donde los EE.UU. son potenciales enemigos en la lucha por esos mercados. Una política que huye del enfrentamiento con los norteamericanos, que desea evitar un apoyo yanqui a Marruecos, donde tendrían muchos intereses, por ser zona de control del Estrecho, e incluso busca quizá ganar posiciones de fuerza ante una Europa dominada por Francia y Alemania.

Pero eso es pan para hoy nada más. Esencialmente, se dibuja aquí el resultado de una visión profundamente reaccionaria y megalómana, heredera del más rancio franquismo que sigue soñando con la creación de “una España grande y libre”, y que se corresponde con los intereses de un sector de la burguesía española retrógrado y aferrado al beneficio inmediato, una burguesía cobarde que ha frenado históricamente todo desarrollo progresista. En cambio, la burguesía financiera, la de Repsol, Telefónica o el Banco SCH, con sus grandes intereses en América Latina y otras regiones, no puede salir beneficiada de estos cambios y comienza a preparar un giro en la política española que le favorezca. Una política más interesada en apostar abiertamente por una Unión Europea fuerte que esté en condiciones de disputar a EE.UU. la hegemonía mundial imperialista . Por eso está reproduciendo su apoyo a un PSOE dispuesto a recoger una vez más el testigo. Después de todo, una gran parte del éxito de la respuesta popular contra la guerra responde a esta labor oportunista de la socialdemocracia española.

 

La resistencia iraquí

 

No es tan de extrañar la rapidez de la caída del régimen gobernado por el partido Baaz si se consideran la situación de debilidad en que se encontraba Irak tras la I Guerra del Golfo , los posteriores y sucesivos bombardeos en las zonas de exclusión impuestas por EE.UU. tras aquélla y el salvaje bloqueo a que ha sido sometido impunemente el país. A lo que hay que añadir el despilfarro de medios bélicos modernos y tecnología punta y el despliegue de abundantes fuerzas militares que han sido empleadas en una invasión que llevaba, además, meses preparándose. El régimen del partido Baaz iraquí gozaba de una gran impopularidad por su constante represión del pueblo y de sus sectores más avanzados y revolucionarios. Se ha considerado al baazismo como un movimiento progresista en el mundo árabe por su carácter laico y su afinidad con postulados socialistas, pero en realidad no ha dejado de aliarse con los mismísimos EE.UU., incluso de contar con su apoyo en la represión de comunistas o de guerrilleros kurdos. Es el verdadero carácter de una auténtica oligarquía burocrática disfrazada de socialista y vendida al imperialismo. Es la esencia del revisionismo.

De todas formas sorprende la gran resistencia iraquí al inicio de la invasión y la nula oposición en la misma capital. Curiosamente, aquélla se corresponde con la lucha de milicias populares, mientras que la escasa resistencia en Bagdad coincide con la defensa por parte de las fuerzas militares profesionales más especializadas. Es algo muy extraño y no sería raro que hubiese tenido lugar un soborno de la dirección del régimen (algo fácil con gobiernos burócratas y vendidos al gran capital), aunque tampoco sería descartable la versión que apunta al uso secreto de armamento nuclear por parte de EE.UU. ante las dificultades dadas en el curso de la invasión.

Ante las agresiones del imperialismo a los pueblos, la lucha de éstos sólo tendrá éxito si es una lucha revolucionaria que ponga en peligro la misma existencia del capitalismo , como mostraron los soviéticos en su Guerra Civil y durante la II Guerra Mundial o los vietnamitas.

 

La lucha contra la guerra en el mundo

 

La oposición a la intervención imperialista ha generado, por otro lado, una gran movilización en todos los países, respuesta que no se ha dado, en cambio, en otros casos como Afganistán. Esto refleja la influencia del discurso antiterrorista provocado por la burguesía para amparar su agresión contra los pueblos y todo movimiento revolucionario o de liberación y refleja también las contradicciones propias del imperialismo, que, pese a su falso discurso de democracia libertad, provoca la repulsa de los pueblos ante sus permanentes abusos. Sin embargo, tras la fuerza de las movilizaciones se esconden también, en el caso del Estados Español, los intereses de un importante sector de la burguesía que pretende un giro en la política exterior española.

El problema es que la lucha contra la guerra no ha logrado evitar la intervención. Esta debilidad tiene una serie de causas que el proletariado debe considerar. El predominante peso del pensamiento pacifista , bajo una concepción burguesa de la paz basada simplemente en la ausencia de conflicto armado, ha marcado el nivel de las movilizaciones, reducidas a meras reivindicaciones de frenar la intervención y a denunciar a los gobiernos implicados , alejándolas de toda batalla contra las verdaderas causas de esta guerra y de toda agresión imperialista. Otros sectores, desde posiciones socialdemócratas y reformistas fundamentalmente, han defendido una especie de lamentable “eurochovinismo” que pretendía reivindicar como honestas las posiciones de Francia o de Alemania, sin querer ver los intereses imperialistas de las potencias que se oponían a la intervención . Sectores que han basado su denuncia también en la ausencia de legalidad internacional de la agresión, es decir, que no habrían puesto reparos si hubiese habido acuerdo imperialista en la ONU, la UE o la OTAN.

Frente a éstos, otros destacamentos han adoptado posiciones más consecuentes de denuncia del capitalismo que provoca estas guerras. Pero se mantienen en combates de mera resistencia y no aportan a la lucha de la clase obrera ninguna perspectiva de liberación, ningún objetivo que alcanzar . Las movilizaciones no evitan las guerras de rapiña. Y si lo hacen, el capitalismo encuentra otras vías o genera los conflictos más tarde. La simple oposición o denuncia de las agresiones del capital no acaba con éste . Y degenera en puro reformismo al crear en las masas el espejismo de que los gobiernos implicados cambiarán su política o que otros de tinte más progresista acabarán con esas lacras sociales. Sin embargo, bajo el capitalismo no se puede terminar con las barbaridades que éste genera. Estos sectores nadan en el espontaneísmo, se postergan ante el movimiento de resistencia de la clase obrera y no ejercen una dirección consciente de ésta hacia su liberación, sino que la encierran en el estrecho marco de las reivindicaciones puntuales, negándole la perspectiva revolucionaria de hacerla dueña de su propio futuro.

Las grandes movilizaciones contra la guerra han pecado de interclasismo , de una heterogeneidad ideológica que divide sus intereses y las deja carentes de claros objetivos de transformación y de estrategias revolucionarias realmente transformadoras . Las luchas de la clase deben dirigirse de modo preciso contra los verdaderos autores de tanta miseria, los que engañan a los pueblos parapetados en parlamentos “democráticos” y no dudan después en invadir países y reprimir cualquier manifestación de desacuerdo del modo más violento si es necesario. Hay que acabar con todo espontaneísmo y ambigüedad, con las luchas amorfas, y dotarlas de contenido de clase, de objetivos políticos revolucionarios y de una organización consecuente.

Pero los destacamentos de vanguardia que se deberían marcar estas tareas se escudan en las movilizaciones de las masas y renuncian a la tarea de resolver los problemas que el movimiento contra el imperialismo y la lucha revolucionaria del proletariado requieren. Dan escasa importancia a luchar por la verdad, por descubrir las causas profundas de las cosas. Se enquistan en una concepción de la política situada al margen del conocimiento científico de la realidad y no alcanzan a ver las etapas del desarrollo que exige el largo y arduo combate por la eliminación de toda forma de explotación y opresión.

 

La lucha consecuente contra el imperialismo

 

Acabar con las guerras imperialistas significa acabar con el capitalismo . El proletariado y los pueblos explotados de todo el mundo necesitan para ello disponer de una perspectiva, de un objetivo: la sociedad comunista . Porque sólo acabando con la explotación burguesa, con el trabajo asalariado, acabarán con la existencia misma de las clases y los terribles traumas sociales que esta división genera. Por eso, la lucha anti-imperialista es una lucha de clases revolucionaria . El imperialismo, la globalización capitalista de la que se habla hoy, no son una política determinada de un sector de la burguesía, sino el modo de ser del capitalismo en nuestra época, es la esencia del desarrollo capitalista actual y no tiene vuelta atrás. Los discursos de quienes pretenden que se controlen los desmanes de las multinacionales y se retorne a una suerte de capitalismo feliz de mercado libre, democrático y sin explotación, son ingenuos, reaccionarios y falaces . No cabe mayor engaño a las masas trabajadoras. Acabar con la explotación capitalista no puede, por tanto, tener otra solución que el desarrollo de la revolución por el proletariado en todas las partes del mundo hasta alcanzar la sociedad sin clases, la sociedad comunista .

Por esto, el movimiento obrero consecuente es el movimiento revolucionario del proletariado, o sea, un movimiento con conciencia revolucionaria. Y esta conciencia la aporta la ideología, la concepción científica proletaria del mundo, el Marxismo-Leninismo . Precisamente porque la ideología científica del proletariado es el resultado, en constante desarrollo, de lo más avanzado del pensamiento y la ciencia de la humanidad, de un modo integrado y coherente , no puede derivarse de la simple lucha de resistencia de las masas explotadas, sino que ha de formarse sobre la sólida base de una formación científica que requiere del estudio y de la investigación, así como de la permanente confrontación ideológica con aquellas concepciones idealistas y no dialécticas que emanan de la dominación burguesa de la sociedad capitalista.

 

Las tareas actuales del movimiento proletario

 

De lo anterior se deriva que una de las necesidades fundamentales del proletariado es disponer de su ideología revolucionaria de clase. Esto significa que una de las primeras tareas de los miembros más destacados de la clase, de los que forman su vanguardia, es reconstituir la ideología comunista, no concebida como una simple doctrina política, sino como una concepción científica del mundo , un referente ideológico para la clase obrera que esté en condiciones de enfrentarse con éxito a la ideología dominante, la burguesa. Este proceso de reconstitución de la ideología de la clase no consiste simplemente en recuperar los principios marxistas-leninistas formulados en anteriores etapas de desarrollo del pensamiento proletario, sino que su establecimiento ha de conformar la asimilación del pensamiento científico más elevado de la humanidad, y desarrollarse sobre la base de la derrota de las concepciones revisionistas y oportunistas que pueblan hoy el universo de la clase obrera. Lo cual exige la realización de un riguroso balance de la experiencia histórica del movimiento comunista del primer ciclo revolucionario que permita establecer las premisas que el nuevo ciclo revolucionario debe abordar desde condiciones cualitativamente superiores.

Esta labor de aportar la conciencia proletaria revolucionaria a la clase debe realizarla la vanguardia, como portadora de la ideología . Y es justamente esa unión entre la ideología y el proletariado, entre la conciencia y el movimiento obrero, lo que hace que éste abandone sus posiciones de resistencia y se torne revolucionario. La piedra angular de este proceso es el Partido Comunista, cuya reconstitución tiene lugar en el momento en que la vanguardia revolucionaria de la clase se fusiona con ésta, mediante los sólidos vínculos que ello requiera.

Pero si la tarea central es la reconstitución partidaria, ésta no podrá tener lugar sin los elementos previos que la realizan, que son la ideología y la vanguardia revolucionaria organizada . Desarrollar la consecución de estos elementos es, pues, el problema que se pone en primer término ante los miembros de la vanguardia, principalmente ante aquellos destacamentos de la vanguardia que comprenden la necesidad de resolver estas requisitos y tiene puestas sus miras, no en las luchas inmediatas de resistencia de la clase, sino en los auténticos problemas de la transformación social de la humanidad alienada en humanidad libre y consciente mediante la revolución proletaria. Por esto mismo, los deberes de todo revolucionario u obrero consciente hoy día, y ante el nuevo ciclo revolucionario que se prepara, pasan por las tareas de la construcción de la vanguardia revolucionaria del proletariado y la reconstitución ideológica del comunismo, mediante la formación en la concepción del mundo científica comunista, el balance de la experiencia histórica proletaria y la lucha ideológica contra el oportunismo y el revisionismo.

 

Contra las guerras imperialistas, ¡guerra al imperialismo!

 

¡Estudiemos la doctrina científica del proletariado

y aprendamos de la experiencia histórica!

 

¡Preparemos la Revolución Proletaria, construyendo la vanguardia revolucionaria!

 

MOVIMIENTO ANTI-IMPERIALISTA