¿Kimetz informa?

En el marco actual de crisis económica imperialista, el proyecto revolucionario del revisionismo ha firmado su sentencia de muerte, en el mismo momento en el que firmó su adhesión incondicional al keynesianismo. Pero no sólo su incapacidad para llevar a la práctica su proyecto de construcción del movimiento revolucionario desde la influencia de factores externos, como la inesperada crisis económica, dan buena cuenta de su irónica bancarrota, sino que el proyecto de reconfiguración revisionista en torno al programa republicanista ha sufrido un duro revés, cuando la burguesía ultraliberal ha hecho suyos, de buena gana, los planteamientos intervencionistas que constituían la base del programa económico antimonopolista, más social y justo, de nuestrosarrepublicanados.

Es en esta situación de crisis económica del capitalismo en general y crisis política de los postulados burgueses de nuestros revisionistas, cuando el MAI reafirma su justo compromiso de reconstituir el movimiento comunista desde el Balance y la lucha de dos líneas, frente a la opción revisionista y antidialéctica, tantas veces fracasada, de unidad voluntarista de los comunistas.

Para cumplir con las tareas que requiere nuestro compromiso, vamos a unirnos, exponiendo nuestros argumentos, a un debate que encuentra un lugar siempre privilegiado en el Estado español: el debate sobre la cuestión nacional. Si bien es cierto que los movimientos nacionales han conseguido debilitar al Estado español, es gracias a su capacidad para cuestionar el monopolio de la violencia que se han convertido en un referente para amplios sectores de la izquierda, y claro está, para el movimiento comunista que hace ya tiempo había caído en desgracia. La respuesta del Estado español para contrarrestar esta tendencia en la izquierda, y poder así reforzar su discurso imperialista, ha sido, por un lado, buscar alianzas en organizaciones autodenominadas independentistas como ERC o BNG, ambas de fuerte tradición republicana, que gustosas acudieron a la llamada para gestionar el Estado opresor, dejando clara su naturaleza imperialista, contribuyendo como si no fuera suficiente a la estabilidad política del país. Y por el otro lado, la necesidad de reforzar el espíritu españolista en el tradicionalmente domesticado movimiento comunista, ha encontrado su plataforma política en el cívico proyecto republicano, que bajo su amable e inofensiva mascara teñida de un colorido cosmopolitismo, encierra la más cómoda de las soluciones para el revisionismo, la unidad bajo la tricolor. En este contexto de polarización política en torno a la cuestión nacional, vamos a centrar nuestro análisis en la línea política de Kimetz por dos razones: por un lado, compartimos elementos de crítica hacia el revisionismo republicano, y por el otro, consideramos a Kimetz, por su trayectoria política, el buque insignia de lo que nosotros denominamos oportunismo nacionalista.

Historia organizativa

En un primer momento, siguiendo los documentos de Kimetz1, a la hora de plantearse la necesidad de un partido de vanguardia, nos encontramos con dos organizaciones en Euskal Herria: La Plataforma para la Constitución del Partido Comunista de Euskal Herria, organización que hace hincapié en la necesidad de un balance histórico de la experiencia revolucionaria a la hora de afrontar la reconstitución, la cual se organiza en círculos de estudio; y, por otro lado, Euskal Herriko Komunistak (EHK), la cual aboga por la unidad de los comunistas, adoptando la forma de organización de masas, permeable a la izquierda abertzale.

Sobre la base de estos dos elementos surge Kimetz, producto de una contradicción que determinará su línea política. Kimetz plantea por un lado que la posición de la Plataforma era acertada en tanto que es necesario un balance, pero se corre el riesgo de caer en el mero análisis libresco, alejado de la realidad y renuncia de la práctica. Por otro lado, la posición de EHK era acertada en tanto a su contacto permanente con los movimientos que se producen en la sociedad, pero, al no tener programa ni ideario político, en lugar de dirigir un proceso de cambio político se ve abocada al seguidismo de organizaciones a las que no las mueve los intereses objetivos del proletariado, sino los de otras clases. Kimetz, continúa en su balance criticando la táctica revisionista de unidad de los comunistas, por su carácter unilateral y metafísico, representada en la política de reagrupamiento defendida por EHK; apostando finalmente por la táctica comunista de la lucha de dos líneas como instrumento sobre el cual reconstituir el partido.

Ante el miedo a las posiciones dogmáticas, la Plataforma intenta corregir los errores de los círculos de estudio abriendo un período de autocrítica. Como conclusión, deducen que se están alejando de la práctica social, y por lo tanto es necesario fundir teoría socialista y práctica obrera. De la fusión entre estos dos elementos contradictorios surge, dentro de la Plataforma, sin haber podido resolver esa contradicción, cayendo en el eclecticismo, Kimetz. Podemos ver cómo ese miedo al intelectualismo inclina la balanza hacia el segundo aspecto de la contradicción, obligándoles a caer irremediablemente en el practicismo. Como esta contradicción encierra un círculo vicioso, ya que, por un lado, se comprende la necesidad del balance pero se teme el peligro intelectualista, mientras que, por el otro, se acepta que acercarse a las masas sin teoría es revisionismo, se quiere romper a través de una huida hacia delante, resolviendo el problema de la guía ideológica de una vez por todas con la asunción del maoísmo como la forma ideológica más avanzada de la pasada experiencia revolucionaria. Pero esta decisión acarreará consecuencias graves. En primer lugar, el balance queda relegado y separado de la reconstitución como proceso político, y por tanto reducido en sus objetivos a catálogo de errores y a problema teórico secundario. En segundo lugar, su desarrollo teórico como organización queda separado de su desarrollo práctico; de aquí se derivará el seguidismo por la realidad dada, por las condiciones sociales y políticas inmediatas, lo que conducirá al practicismo y al espontaneísmo, y, una vez incorporado el ingrediente de la cuestión nacional, constituirá la base del economismo nacionalista que caracteriza la línea política de Kimetz.

Otro error importante de Kimetz es la falta de comprensión del proceso de reconstitución. Aceptan la lucha de dos líneas como motor de construcción partidaria, pero no saben resolver el proceso contradictorio en el que la teoría elabora el plan estratégico de reconstitución, que será desarrollado en la práctica por la lucha de dos líneas. Nuestros camaradas no comprenden la forma que adopta la práctica en el transcurso de la reconstitución, desde la lucha de dos líneas con las concepciones revisionistas y la construcción de la unidad de acción desde el debate en el seno de la vanguardia. Kimetz entiende el problema de la práctica en el proceso de reconstitución no como lucha de dos líneas, sino en su sentido revisionista de resolución de los problemas inmediatos del proletariado. Unido esto a su miedo por caer en posiciones dogmáticas, hace inclinar el peso de la contradicción sobre la práctica, entendida siempre como trabajo político entre las grandes masas, haciendo abstracción de la gradación en términos de conciencia de clase existente en su seno y, en consecuencia, dejando de lado las cuestiones relacionadas con la construcción de la vanguardia. El maoísmo abrazado como doctrina dará cobertura a esta línea practicista en un entorno social de confrontación nacionalista que crea un caldo de cultivo muy favorable para aquéllos que desean la incorporación inmediata de la vanguardia en la lucha de masas.

Como es lógico, los errores en cuanto al plan de reconstitución influyen notablemente en la práctica de esta organización a la hora de constituirse Kimetz como destacamento de vanguardia, errores históricos que acompañan a una organización que no ha sabido romper con el trabajo tradicional de masas. Pero, ahondando más en la historia de Kimetz, podemos comprobar que, curiosamente, el germen de sus errores se halla en la teoría; aunque desconocemos los debates que mantuvieron los círculos de estudio de la Plataforma para la constitución del Partido Comunista de Euskal Herria. Estos errores teóricos se encuentran en una deficiente comprensión de la naturaleza del Partido Comunista, concretamente como relación vanguardia-masas. En virtud de esta relación, nos encontramos unas masas, una práctica social, inmersas en sus luchas diarias reales, ya sea contra el patrón o contra el imperialismo español, presas en la problemática de relaciones capitalistas en las que se desenvuelven sus intereses inmediatos. Es esa realidad concreta donde se encuentran las masas, ese escenario de lucha social, el caldo de cultivo necesario donde podrá actuar la vanguardia, siendo el sujeto depositario de los principios y delegado de la problemática revolucionaria. En ese contexto, podemos explicar la relación entre vanguardia y masas, donde la vanguardia debe crear movimiento revolucionario desde el contacto directo con las masas y esto en el lenguaje del revisionismo es desde la práctica social, atendiendo a los problemas “reales” de las masas; en definitiva, cayendo en la telaraña de relaciones capitalistas que tanto preocupa al proletariado de hoy y antes. Y por tanto, como no puede ser de otra manera, nos encontramos con un partido en el que su vanguardia ajusta la problemática revolucionaria a las aspiraciones inmediatas del proletariado nacional de Euskal Herria. Cuando debe ser la vanguardia, para su correcto tratamiento de las masas, la que revolucione la realidad de éstas, no dirigiendo a las masas en su problemática real sino revolucionando esta problemática, no dirigiendo su lucha desde las organizaciones de masas reformistas, sino contra ellas, no dirigiendo su lucha contra la opresión nacional o el patrón, sino contra el sistema de dominación de clase.

Como conclusión de este breve resumen de la historia de la organización Kimetz, podemos observar dos elementos que caracterizan su línea general: por un lado, honesta intención respecto a la reconstitución del partido comunista desde los principios del MLM y la lucha de dos líneas y, por otro lado, su clara incapacidad para romper con un practicismo que se encuentra reforzado por la posición que ocupa el proletariado vasco respecto a la crisis de opresión nacional. Estos dos elementos son los aspectos de la contradicción histórica en la que se encuentra inmerso Kimetz, contradicción interna que hoy le impide posicionarse sin vacilaciones respecto a una de las dos líneas en las que se esta desenvolviendo el movimiento comunista en el Estado español: la reconfiguración del ala derecha en torno al proyecto republicano, o las organizaciones que plantean la reconstitución desde la unidad de acción, en torno al balance y la lucha de dos líneas.

Maoísmo y marco de actuación

Kimetz se aferra al maoísmo para englobar a todo el “pueblo trabajador vasco”, convertirse en la vanguardia de todo el pueblo vasco, justificando su pretendida alianza política no sólo con la pequeña burguesía sino también con la burguesía nacional vasca:

Es fundamental en el análisis de clases que hacemos, saber cómo tratar con cada clase en el proceso revolucionario, es decir, saber discernir entre nuestros amigos y nuestros enemigos. La burguesía nacional en principio y como aspirante que es a clase opresora del proletariado vasco se situaría al oto lado de nuestras posiciones, pero haciendo un análisis más exhaustivo de nuestra realidad vemos que en un primer momento debemos contar con ella, o al menos no hacer que caiga del lado enemigo, pues el proceso revolucionario de Euskal Herria consta de una primera etapa de liberación nacional en la que la burguesía nacional vasca podría tener un papel determinante”2.

En resumidas cuentas, y sin aportar un correcto análisis de la experiencia histórica de la revolución china, pretenden extrapolar la táctica maoísta de la guerra de liberación nacional contra el Japón a la realidad de Euskal Herria. Así, partiendo de su análisis de clases, en el cual la burguesía nacional vasca no ha alcanzado sus metas dentro del capitalismo, plantean una alianza táctica con esta clase. Es complicado, por no decir imposible, plantear esto cuando la burguesía nacional vasca tiene un sitio, conforma y, por tanto, apuntala al Estado español y al bloque hegemónico de dominación de clase que representa, objetivo común a destruir junto con el proletariado español. La burguesía vasca no necesita de un Estado-nación independiente para mantener su dominación de clase, ya que dispone del Estado español, en el que se encuentra integrada. El Estado no sólo es el sistema de dominación de una clase sobre otra, sino que también representa la alianza entre las distintas fracciones de la burguesía que lo integran, y en el Estado español esta alianza de dominación es una alianza internacional de la clase burguesa. En lo que respecta al frente único antijaponés, la alianza con el Kuomintang, alianza endeble, no puede servir de ejemplo histórico universal sino que sólo puede entenderse, desde su naturaleza táctica, en una situación política concreta en la que la correlación de fuerzas en China hace bascular a la burguesía hacia la alianza con el proletariado, algo que se puede justificar en una guerra anticolonial, pero no en Euskal Herria donde una alianza con el proletariado revolucionario amenazaría la posición privilegiada de la burguesía nacional en el marco de relaciones capitalistas, la cual tendría más que perder que ganar. Desde estas premisas, consideramos que la filiación de Kimetz al maoísmo se fundamenta en el oportunismo. El propio concepto de “pueblo trabajador vasco” fue un término acuñado por ETA y encierra la trampa de la alianza interclasista propia de toda línea nacionalista, que Kimetz pretende justificar desde el maoísmo. En lo que respecta a la pequeña burguesía, considera que el maoísmo también le da legitimación histórica para justificar una alianza política; en lo que al maoísmo se refiere, la justificación histórica de la alianza entre pequeña burguesía y proletariado encuentra significado en una guerra de Nueva Democracia, donde ambas clases mantienen aspiraciones comunes; pero las aspiraciones democráticas tanto de la pequeña burguesía vasca como de la española distan mucho de caminar de la mano junto con el proletariado por el luminoso sendero de la revolución proletaria. El juego de alianzas, que pretende Kimetz guíe el camino hacia la revolución, se debe a la falta de un análisis de la correlación de fuerzas entre las clases no sólo en Euskal Herria, sino en todo el Estado español. Y para rematar su nefasto análisis de las correlaciones de clase, Kimetz evita el problema de la alianza entre el proletariado vasco y español, alianza en la que, precisamente, radica la solución tanto del problema nacional vasco, como del problema de la reconstitución ppolítica del proletariado en Euskal Herria. Como apuntábamos más arriba, el Estado español no sólo es el sistema de dominación de clase, sino que es el sistema internacional de dominación de unas clases sobre otras, y es precisamente de su naturaleza como alianza internacional de la burguesía, donde podemos deducir que para su destrucción es necesaria una alianza internacional del proletariado. Desde el punto de vista de la construcción política del proletariado internacional en el Estado español, esta alianza es la reconstitución del Partido Comunista de España.

Pero Kimetz rechaza esta alianza internacional del proletariado y se centra en la nación. Desarrolla todo un entramado de alianzas que generan una línea conciliadora entre las clases que conviven en Euskal Herria; esta línea política se cristaliza en torno al programa político de guerra de liberación nacional, algo, que como ya hemos dicho, se va al traste en el momento que la burguesía nacional vasca pasa a formar parte del sistema de dominación español. La línea de guerra de liberación nacional, que defiende Kimetz, como es de esperar, genera un marco de actuación erróneo, un marco nacional en oposición al estatal, levantando fronteras que sólo la burguesía pretende, siguiéndole el juego a ésta y cayendo en la irremediable instrumentalización de la política del proletariado revolucionario.

Junto al marco de actuación reducido a las fronteras de Euskal Herría, deducimos una línea de masas errónea, no únicamente por la restricción de las fronteras a las que se circunscribe, sino también por su actitud política respecto a las masas, relacionada estrechamente con la desviación practicista que hemos recalcado anteriormente. Kimetz quiere canalizar el movimiento nacionalista, el cual consiste en un caldo de cultivo impregnado de prejuicios burgueses, hasta convertirlo en movimiento revolucionario; ése es el eslabón al que pretende asirse, en vez de generar un movimiento revolucionario desde la ideología revolucionaria, revolucionando las aspiraciones de las masas, rescatándolas de la realidad burguesa en la que se encuentran, combatiendo la ideología burguesa (nacionalismo que las encadena) desde la defensa de la guerra popular como única posibilidad para destruir el sistema de dominación. Este intento de canalización de los movimientos nacionalistas de masas termina por tergiversar la ideología revolucionaria para acomodarse a las condiciones de un proletariado instrumentalizado por la ideología y política burguesas; serán estas condiciones previas de las masas, sus aspiraciones inmediatas las que terminarán por dirigir la política de una organización, incluyendo principios ideológicos ajenos al marxismo-leninismo. Vuelve a ser la “práctica real” la que marca las pautas, la ideología y la política de Kimetz.

A modo de resumen, Kimetz no combate la ideología burguesa (nacionalismo) para educar al proletariado, sino que lo que hace (y en esto creemos que se intentan valer del maoísmo3) es incorporar principios ideológicos burgueses, para terminar haciendo política burguesa, con el fin de influir en las masas de Euskal Herria. En vez de educar al proletariado en la lucha de clases contra el enemigo común, el Estado español, liberando a las masas de la influencia de las aspiraciones nacionalistas burguesas, intentan identificar dos conceptos contrarios: la idea de reconstitución del partido comunista en torno al MLM como algo innovador, y, por otro lado, ideología burguesa (nacionalismo), producto de sus desviaciones practicistas. Esto genera una línea política y de masas burguesa.

Uniendo esos dos ingredientes tenemos otro partido revisionista, en cuanto que revisa el MLM, adaptándolo a un marco político burgués concreto. Incorporan un principio ideológico burgués (nacionalismo), tergiversando el maoísmo para justificar su marco de actuación; esto genera una línea política errónea en el proceso de reconstitución del partido comunista, reduciendo el marco para llevar a cabo este proceso.

La burguesía se estructura en torno al Estado como instrumento de dominación, y por tanto la organización proletaria se genera y se desarrolla posteriormente para combatirlo en el marco político creado por él en que nos esclaviza. La burguesía nacionalista no es ajena a ello; incluso, la pequeña burguesía, al igual que la aristocracia obrera, intervienen en el mantenimiento del sistema apuntalándolo; de ahí que su política no supere nunca el espectro del reformismo, ya sea armado o como sindicalismo de la peor calaña; por tanto, su política nunca pretende destruir el sistema que mantiene sus condiciones materiales de existencia como clases. La burguesía necesita de ellos y ellos exigen tributo por sus servicios. Todo este entramado de relaciones burguesas de dominación conforma el Estado como forma superior de organización de la burguesía, que en el caso del Estado español, muestra un marcado carácter como alianza internacional entre varias fracciones burguesas. Por tanto, para ser atacada esta forma superior de organización de la burguesía, es necesaria la forma superior de organización del proletariado, el Partido Comunista.

En lugar de apuntalar las posiciones políticas de la burguesía, Kimetz debería utilizar el marxismo-leninismo como arma para la crítica que permita transformar la realidad política del País Vasco, dotándole de un discurso revolucionario capaz de polarizar el debate político de la vanguardia en torno a las tareas de la revolución, combatiendo el nacionalismo y creando el referente político para el posterior encuadramiento de las masas en torno a la lucha de clases.

Kimetz ante el Balance del Ciclo de Octubre

Por otro lado, la reciente afiliación de Kimetz al maoísmo, no sólo se debe al demostrado oportunismo nacionalista que condiciona su proceder político, sino también a su limitada comprensión de la tarea de balance histórico que nos impone el proceso de reconstitución ideológica y política del comunismo.

En el documento donde Kimetz nos habla de su experiencia organizativa con anterioridad a su constitución se dice: “la posición de la Plataforma era acertada en tanto que es necesario un balance certero, que analice lo positivo y negativo de la experiencia del proletariado en el poder, y sobre todo cuáles fueron los motivos por los que los países socialistas se han venido abajo.”4.

La Plataforma reclama, en primer lugar la necesidad de un balance para comprender y aprender de los errores. Pero el objetivo de aprender de los errores que permitieron la derrota del proletariado no cubre las expectativas necesarias para la realización de un balance de semejante envergadura. El balance es el punto de partida de la futura praxis revolucionaria, y por lo tanto debe contemplar hasta donde avanzó la praxis revolucionaria del proletariado y el enriquecimiento de su bagaje ideológico y político. En nuestra opinión, ese ejercicio de balance limitado abre las puertas a interpretaciones erróneas, interpretaciones de la historia de la revolución que culpan de la derrota a factores externos o simplemente consideran que todo fue correcto: sólo hubo errores tácticos subsanables que no afectan a la concepción revolucionaria de base vigente durante el ciclo revolucionario. Todos los que comparten este punto de vista sobre el balance tienen en común que no aceptan la teoría del ciclo revolucionario cerrado y plantean la continuidad del Ciclo de Octubre desde sus mismas premisas y aceptando como correctos todos sus desarrollos políticos e ideológicos. En resumen, esa es la diferencia entre “un balance” a medias, parcial, continuista, que no acepta lo evidente y se niega a clausurar Octubre, como el defendido por la Plataforma, y el balance de la experiencia revolucionaria del Ciclo de Octubre entendido, en todas sus consecuencias, como el punto de partida de la nueva ola de la Revolución Proletaria Mundial..

En segundo lugar, en la Plataforma se detecta la tradicional inercia, inspirada en el espíritu eurocentrista, que considera la revolución soviética como el modelo a seguir, reduciendo el ciclo a esta única experiencia, sin comprenderlo en su totalidad, como primera ola de la Revolución Proletaria Mundial y no sólo la Revolución Soviética. Esto queda reflejado en la siguiente cita de uno de los documentos de la Plataforma:

A partir de este momento [a partir del ascenso de Jruschov], y salvo excepciones como la R[epublica] P[opular] Ch[ina] hasta el golpe de estado contrarrevolucionario de Hua Kuo-feng y durante cierto tiempo y hasta cierta medida Albania, no se puede hablar con propiedad de países capitalistas y países Socialistas y sí de países abiertamente capitalistas y de países capitalistas bajo formas aparentemente socialistas”.5

Y en otro lugar: “(…) produce un salto cualitativo dentro de la Plataforma brotando de ella una nueva organización, Kimetz. Tras realizar un primer balance histórico, Kimetz adopta como ideología el marxismo-leninismo-maoísmo, (…)”.6

Como podemos ver en su exposición sobre la historia de la Plataforma, Kimetz no rompe con la concepción limitada y continuista del balance sobre el ciclo, sino que la justifica acomodándose al maoísmo, que como hemos explicado más arriba, es algo que a nuestros camaradas de Kimetz les viene de perlas para respaldar su teoría del marco de actuación en Euskal Herria.

Sobre la Revolución Proletaria Mundial

Hasta ahora hemos intentado demostrar cómo nuestros camaradas vascos, con una magistral lección de oportunismo nacionalista, deforman el proceso histórico de reconstitución del partido comunista, ya sea la lucha de dos líneas como instrumento de clarificación ideológica, como la tarea del Balance, para justificar su teoría economicista del marco de actuación.

Desgraciadamente no acaban aquí, sino que consideran necesario dar un paso más allá, escribiendo sobre la importancia estratégica del conflicto vasco, hasta meter completamente la zarpa en las tinieblas del idealismo. He aquí a Ekaitz, colaborador de Kimetz, y lo que dice en Sobre el ámbito territorial de la organización del partido. Después de explicarnos el alto grado de agonía que manifiesta el imperialismo, concretamente el español:

“En estas condiciones, el conflicto vasco se convierte en su verdadero ‘talón de Aquiles’ o, para decirlo con otras palabras, Euskal Herria se convierte en el eslabón más débil del capitalismo español. Por eso, podemos decir que la lucha por la autodeterminación y las libertades nacionales es una ‘expresión condensada de la lucha de clases’.”7

“Pero esto no es todo, pues el desarrollo de un proceso revolucionario y de liberación nacional en Euskal Herria, puede transcender el ámbito de los estados español y francés y tener honda repercusión en Europa.” 8

Ekaitz, siguiendo la norma de su organización, lanza su escasa batería de argumentos con el fin de demostrarnos la posibilidad de realzar la revolución proletaria mundial desde un destacamento comunista nacional. Lo verdaderamente triste es que nuestro camarada no entra en el fondo del problema, dedicando sus líneas a plantear el carácter necesario e inmediato del problema nacional en Euskal Herria y la axiomática defensa “del hecho de que Euskal Herria constituya un marco autónomo de la lucha de clases”; cuando el eje central para inaugurar una nueva ola de la revolución proletaria mundial es el problema de su dirección política, de su vanguardia. Éste es el problema general que Kimetz niega partiendo del aspecto nacional, planteándolo como un problema acuciante. Por tanto, planteado el problema de la dirección política, en términos generales, la solución se sitúa en el ámbito del balance. Pero no sólo hay que plantearlo en términos generales, sino que políticamente donde se resuelve el problema de la dirección, en relación con el imperialismo, es en el marco del Estado imperialista español.

La peculiar interpretación de la teoría leninista del eslabón más débil, por nuestro camarada, encierra una trampa dialéctica. Reproduce la teoría revisionista de la unidad de los comunistas en el plano internacional. A la hora de abordar Ekaitz, no sin querer, el problema de la dirección de la revolución proletaria mundial, pretende resolver sin ni siquiera mentarlos dos cuestiones necesariamente relacionadas, el problema de la reconstitución del movimiento comunista internacional y la reconstitución de la internacional comunista. Apostando por un modelo internacional que reproduce una sociedad entre iguales constituida por la suma de los diferentes destacamentos comunistas nacionales. Es está una visión metafísica del movimiento comunista internacional, y por tanto de la Internacional Comunista, que reedita en el plano internacional el discurso revisionista de la unidad de los comunistas.

Centrémonos en este tema de la Reconstitución del movimiento comunista internacional y de su partido, la Internacional Comunista.

Por un lado, el marxismo-leninismo nos enseña que para generar movimiento revolucionario son necesarios dos elementos: una vanguardia orientada por la teoría revolucionaria, y una base social sobre la que aplicar una política revolucionaria.

Por otro lado, las dos principales experiencias revolucionarias, la Revolución de Octubre (la cual culmina con la instauración del primer Estado proletario, experiencia que permite al proletariado ruso desarrollar el papel de vanguardia internacional, y constituir la III Internacional, la cual se disolverá cuando el proletariado soviético se vea incapaz de resolver los nuevos problemas que plantea la Revolución Proletaria Mundial) y la Revolución China, nos demuestran que todo movimiento revolucionario de carácter internacional tiene que articularse en torno a una vanguardia cuyas posiciones de avanzada estén avaladas por una práctica social. Práctica social que resuelva problemas revolucionarios de naturaleza universal.

Resumiendo, la experiencia de la Revolución Proletaria Mundial nos permite apreciar la constitución de la Internacional Comunista como la forma que adopta un movimiento a escala internacional generado desde la forma superior del movimiento proletario alcanzado en un país, proletariado que ha logrado elevar su lucha hasta la dictadura de clase. Y como nos demuestra Octubre, desde la derrota de la burguesía en el marco donde históricamente han cristalizado las relaciones de dominación de clase, el Estado. Por tanto, a la hora de reconstituir el partido comunista, no se pueden sustituir todo los requisitos científicamente concebidos sobre el análisis de la experiencia histórica del proletariado internacional con simple metafísica, no basta con reemplazar procesos materiales, reales, con una consigna ideal.

Sobre la vocación universal del proletariado

Siguiendo el hilo del punto anterior, Ekaitz intenta demostrar que en su política sigue habiendo un sitio para el internacionalismo proletario:

“En este sentido podemos decir que la nación es un ámbito en el que se producen y reproducen tanto el capital como la fuerza de trabajo, en el que se producen y reproducen las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Por tanto, ‘la nación es un ámbito en que se producen y reproducen las clases’9. Así entendida, la nación es un conjunto de condiciones de producción.”10

“Pero, antes de nada, debemos tener en cuenta que la lucha del pueblo trabajador vasco no es una lucha aislada. El hecho de que Euskal Herria constituya un marco autónomo de lucha de clases, no significa, en modo alguno, que nos debamos desvincular de la lucha de la clase obrera y del resto de los pueblos y naciones oprimidas por el Estado español. Por una parte, no podemos hacerlo, porque somos internacionalistas y pensamos que la Revolución Vasca forma parte indisoluble de la Revolución Europea y de la Revolución Mundial. Pero, además, también tenemos y debemos tener siempre en cuenta que somos un pueblo pequeño, situado en un pequeño territorio, y que además existen unos lazos económicos, sociales, históricos, etc., entre nuestro pueblo y el resto de los pueblos oprimidos por el Estado español, y que éste es para todos el enemigo común.”11

Lo que pretende Ekaitz, en relación al principio del internacionalismo proletario, es una unidad sin internacionalismo, centrada principalmente en el aspecto nacional de la contradicción, lo que viene a ser internacionalismo formal. El marxismo-leninismo plantea el problema de la cuestión nacional como un problema democrático entre naciones, y por tanto, su solución es el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de las naciones; esto en cuanto al aspecto democrático de la contradicción. Frente a éste, el marxismo- leninismo plantea el internacionalismo como su contrapartida dialéctica, por tanto, el aspecto revolucionario de la contradicción. Esto se traduce en la potenciación de la unidad de la clase obrera junto con y frente al reconocimiento del principio o derecho democrático a la independencia o escisión (autodeterminación) de las naciones.

El error de nuestro camarada se encuentra en la desvirtuación de esa dialéctica con la única finalidad de justificar la separación nacional de la clase bajo el ardid de una presunta y diferida unidad internacional del proletariado. El movimiento de las naciones oprimidas debe ser dirigido por la Internacional, es la alianza de todos los proletarios desde la internacional la que dirige la liberación. Lenin plantea primero destruir el estado y luego la autodeterminación, justo lo contrario del independentismo que nos plantea Ekaitz desde su visión economicista de la unidad internacional del proletariado.

La unidad internacional del proletariado surge de su singularidad histórica como clase determinada por una serie de circunstancias socioeconómicas y consiste en su vocación universal. Por tanto, esas circunstancias son comunes al proletariado en todo el mundo y sus tareas son también las mismas. Resumiendo, la unificación internacional del proletariado pasa por realizar la unidad política de un fenómeno económico y social universal. Consiste por tanto, en el internacionalismo en sentido puro, no en la unión voluntaria del proletariado separado por las naciones en las que se encuentra dividido, postura ésta defendida por Ekaitz con la única argumentación de que partimos de condiciones específicas diferentes; siendo este el lugar en el que nuestro camarada rompe con el materialismo-dialéctico, dejándose llevar por los caprichos del subjetivismo voluntarista, sustituyendo las condiciones objetivas comunes, como base material y motivo para esa unidad internacional. En estos términos, la palabra internacional, pierde su vocación universal, y por tanto su carácter internacionalista.

Conclusiones

El oportunismo de Kimetz, ha engendrado una nueva forma de economicismo, que asume acrítica y espontáneamente el concepto de nación, convirtiéndolo en el eje central de su discurso político. Circunscribe toda su actividad a un territorio nacional, considerándolo un marco específico de la lucha de clases, y adapta e incorpora el internacionalismo al punto de vista de un solo destacamento nacional.

También es erróneo el concepto del proletariado como “clase nacional”. El proletariado es una clase internacional que se divide en destacamentos territoriales en función de las correlaciones entre las clases, de la lucha entre ellas y, en primera instancia, del contexto sociopolítico en el que la burguesía genera y reproduce las condiciones económicas de su dominio como clase social. La clase obrera es internacional y se nacionaliza a través del orden político-territorial de dominación impuesto por la burguesía. El internacionalismo proletario, de esta manera, parte de la clase obrera universal.

Los diferentes elementos que conforman la línea política de Kimetz denotan un declive de su línea desde posiciones revolucionarias. Estas posiciones plantean la reconstitución del Partido Comunista en torno a la ideología, lo cual consideramos correcto; pero debido a que el MLNV se presenta ante ellos como referente, devienen en oportunismo nacionalista, en el que aparece fortalecida la tendencia al practicismo. Estas tendencias revisionistas se acentúan debido a su falta de documentos de línea, cuya existencia permitiría desarrollar la lucha de dos líneas entre destacamentos de vanguardia. Este déficit se intenta suplir con Kimetz Informa, dedicado a atender los “problemas reales de las masas”. Estos dos aspectos de la línea política de Kimetz (voluntad de reconstitución y deriva practicista), constituyen la contradicción principal de esta organización, contradicción que explica las limitaciones de su política, sobre todo su falta de compromiso hacia el plan de reconstitución, evitando responder a la Carta abierta a Kimetz y al resto de la vanguardia revolucionaria del Estado español, publicada por el MAI. Esta contradicción es la que le impide posicionarse respecto a una de las dos líneas que conforman el movimiento comunista en el Estado español: la unidad de acción sobre la base del balance y la lucha de dos líneas como método para la reconstitución, o la reconfiguración del revisionismo bajo la bandera nacional de la III República o de la independencia nacional.

Movimiento Anti-Imperialista
Mayo 2009

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Notas

1 Ver, Kimetz: Llamamiento a todos los comunistas y revolucionarios vascos: centrar todos los esfuerzos de constitución del partido en torno a Kimetz.

2 Ver, Kimetz: Manifiesto político.p.1. Vemos como en el principio de la cita Kimetz posiciona a la burguesía del lado del enemigo (“se situaría al otro lado de nuestras posiciones”). No esperamos menos de un análisis aparentemente marxista. Pero, rápidamente, no sólo insinúa la neutralización de la burguesía nacional por el proletariado (“o al menos no hacer que caiga del lado del enemigo”), sino que llega a insinuar la alianza con ella, según una línea frentepopulista (con “un análisis más exhaustivo” –querrán decir burgués– “en un primer momento debemos contar con ella”, “podría tener un papel determinante”).

3 Nos resulta curioso que la mayoría de las organizaciones maoístas del Estado español defiendan, como Kimetz, una línea nacionalista. Podría tratarse de una casualidad, aunque más bien es una evidencia. Por tanto, podemos suponer que debe haber algo en el maoísmo que sirve de base para justificar las desviaciones nacionalistas en determinadas organizaciones comunistas. Aunque en el caso de la organización que estamos tratando, no encontramos en ningún documento suyo las razones por las que se acercaron al maoísmo. Nosotros, por nuestra parte, consideramos que el maoísmo debe ser abordado desde el balance en el marco de la reconstitución, y evidencias como éstas tienden a reafirmar nuestra postura, de no tratar el maoísmo con apriorismos.

4 Ver, Kimetz: Llamamiento a todos los comunistas y revolucionarios vascos: centrar todos los esfuerzos de constitución del partido en torno a Kimetz.

5 Ver Plataforma por la reconstitución del Partido Comunista de Euskal Herria: Manifiesto Político, p. 48.

6 Ver, Kimetz: Llamamiento a todos los comunistas y revolucionarios vascos: centrar todos los esfuerzos de constitución del partido en torno a Kimetz.

7 Ver Ekaitz: Sobre el ámbito territorial de la organización del partido, p. 13. Es curioso cómo todos los revisionistas encuentran siempre alguna excusa para justificar su política. Ya sean los republicanos, que para mantenerse en su revisionismo atacan a la institución monárquica, o las organizaciones que, como Kimetz, se centran en el marco de actuación para ocultar sus desviaciones nacionalistas. Siempre una excusa para evitar al Estado como objetivo de la lucha de clases.

8 Ibid., p. 14.

9 Esta afirmación no tiene valor ninguno, porque todo es un ámbito en que se producen y reproducen las clases. Ekaitz señala la nación, una vez más, porque le interesa para justificar su marco de actuación.

10 Ver Ekaitz: Sobre el ámbito territorial del partido, p. 3.

11 Ibid, p. 14.