ANTE LA CONVOCATORIA DE HUELGA GENERAL DEL 14 DE NOVIEMBRE


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Por tercera vez en lo que va de crisis los sindicatos consienten en llamar a las masas a la calle. Las organizaciones de la aristocracia obrera se han visto obligadas a convocar esta movilización al estar entre la espada del mayor descrédito ante los trabajadores y la pared de las políticas del PP, que atentan contra sus intereses más inmediatos. Como en la ocasión anterior, CC.OO. y U.G.T. han necesitado el empujón de otra convocatoria: si en marzo se acabaron sumando a la huelga convocada por los sindicatos gallegos y vascos, ahora les han echado una mano sus amigos vendeobreros europeos y la cumbre social anunciando, con orgullo militante, la primera huelga general europea.

La limitación de los derechos y las conquistas salariales se está acentuando con el nuevo gobierno; sin embargo, esto no se debe a que el Partido Popular sea un partido antisocial frente a otros partidos que fueran sociales, pues en la dictadura de la burguesía no cabe que un gobierno sea social, es decir, que mire por los intereses de las masas. El ataque al Estado de bienestar del PP, con la excusa de la crisis, tiene otro trasfondo: embestir contra la aristocracia obrera atacando su base material –el propio Estado de bienestar– arrastrando a la otra clase subalterna del gran capital, la pequeña burguesía. Sin embargo, frente a esta clase, base social del partido de centro derecha, se mantiene un discurso menos agresivo, el del culto al emprendedor y al ahorrador, discurso que, casualmente, coincide con el de nuestros revisionistas1 al respecto.

Por su parte, la aristocracia obrera, integrada en el Estado Español como en todo país imperialista, goza de una serie de privilegios como clase integrante del bloque dominante de los que, curiosamente, también se han beneficiado elementos burgueses, como es el caso de las millonarias indemnizaciones a gestores de cajas de ahorros. Sin embargo, la correlación de fuerzas es desventajosa para esta clase ante la proletarización de una parte de esta con que la amenaza la gran burguesía; por ello, y como cualquier otra clase burguesa, trata de utilizar al proletariado como arma arrojadiza para defender sus intereses. La huelga general, que ha de movilizar al conjunto del pueblo español, es simplemente el último ejemplo de esto.

Así, queda claro que en esta huelga la clase obrera no pinta nada, sino que se trata de una lucha entre facciones burguesas por defender sus intereses, como cualquier otro ejercicio de democracia en que se intenta enfangar a la clase obrera: elecciones parlamentarias, sindicales, etc.

El programa sindicalista para la revolución

Con esto llegamos al 14N ¿Qué propone el revisionismo en esta situación? El comunismo existente en el Estado ha decidido, una vez más, tomar parte activa en esta lucha interburguesa, aunque en esta ocasión ya aparece armado con los novedosos instrumentos de que se ha dotado para luchar decididamente por construir ese frente obrero y popular que, a través de las luchas salariales, unifique a los trabajadores para asentar las bases del socialismo. Y es que el PCPE, tras madurar su línea sindical y con la ingesta de varios destacamentos de vanguardia, ha lanzado su ofensiva definitiva por la unidad obrera. Los CUO (Comités para la Unidad Obrera) son la puesta en práctica de la estrategia revolucionaria del PCPE. Sin protagonizar el nacimiento de un nuevo sujeto sindical, los CUO pretenden ser la fuerza que aglutine a los elementos ya encuadrados en las distintas organizaciones sindicales2. Los CUO juegan a ser esa alianza transversal que, por encima del sectarismo y las siglas que parasitan el famélico movimiento obrero, supere las barreras de contención que son las “burocracias sindicales” y eleven el nivel de las luchas, limitadas por aquellas burocracias, para proveer al proletariado de un sindicalismo verdaderamente de clase y combativo que garantice a la clase obrera conformar el sistema de alianzas que permita dar, a estas pugnas que se sitúan dentro de los límites de las relaciones burguesas, el misterioso salto cualitativo que las aboque, sin remedio, al Socialismo3, nuevo objetivo estratégico del que se han dotado estos revolucionarios tras reconocer, críticamente y a su manera, que no caben etapas intermedias entre el capitalismo y el socialismo.

Más allá de las bromas, el PCPE, ha trastocado su fraseología para mantener su línea sindicomunista. Este partido no ha salido de su modelo de construcción del movimiento revolucionario. Un modelo que, fuera de etiquetas, comparte con todo el campo del revisionismo. La proposición política es esta: que a través de las luchas parciales de la clase obrera, se va construyendo el movimiento revolucionario por la interactuación de la vanguardia comunista que inserta la consigna justa para modular el devenir espontáneo de las masas. Las luchas por más salario, por democratizar el derecho a huelga… se convierten en el vector de los distintos frentes en los que ha de batirse todo comunista: el frente feminista, el frente estudiantil, el frente por la paz4… cuya unidad culmina en el movimiento popular que generará las estructuras que confronten con el Estado5.

Bonita música la de estructuras paralelas de poder popular que confronten con el Estado, pero que dentro del marco estratégico del revisionismo, suena, siendo generosos, a cantinela oportunista y fantasía insurreccional. ¿Por qué? Porque se pretende generar la confrontación de ese “poder popular” (al que el comunismo solo puede referirse como poder revolucionario, es decir, como puesta en marcha del Programa de la Revolución Socialista a través de los órganos de Nuevo Poder) a través de las reivindicaciones inmediatas de las masas que sólo pueden reproducir constantemente la conciencia en sí, la conciencia burguesa de las masas, porque no transcienden del marco social en que se desenvuelve. Más salario para vender más cara nuestra fuerza de trabajo. Más libertad sindical y un derecho a la huelga garantizado por la legislación burguesa6 para que el proletariado asuma que el Estado, en abstracto, puede ser árbitro entre las clases antagónicas. Práctica sindical, insistimos, que no puede generar conciencia revolucionaria ni movimiento revolucionario. Porque ni transgrede el marco de las relaciones capitalistas ni mucho menos activa un movimiento político que confronte dictadura contra dictadura, pues se espera que sea la maquinaria de la burguesía la que sostenga los logros temporales de la clase trabajadora. En suma, porque no puede pretenderse, y así lo asume desde su génesis el marxismo, que a través de la práctica reformista, a través de las luchas por mejorar las condiciones dadas, pueda generarse conciencia revolucionaria, la cual solo puede venir desde fuera de estas luchas.

Este modelo falseado de construcción revolucionaria es una copia deslucida de aquellas bases ideológicas de las que nunca pudo despojarse del todo el Movimiento Comunista Internacional (MCI) en su ruptura revolucionaria con la socialdemocracia y que permitieron que, a la vuelta de la esquina, el propio MCI las asumiese como propias, significando la quiebra de los elementos que sustantivizaban al comunismo con respecto a los partidos de viejo tipo.

Pues bien, este modelo, que parte de las luchas inmediatas como núcleo de la revolución, solo puede tener como consecuencia lógica observar la huelga como una de las principales armas del proletariado para construir su movimiento, que, de la mano del comunismo sindicalista, se dice revolucionario pero que no va más allá de ver en el sindicato, llámese como quiera, el elemento que sirve para movilizar a las masas y acumular fuerzas. Sobre esta base, no puede resultar extraño que la práctica revolucionaria no pase de empotrarse en las luchas económicas y en las convocatorias oficiales para teñirlas de un rojo que se queda en amarillo chillón. Y estos cimientos también explican la limitación de la crítica, por parte del revisionismo, al sindicalismo como un simple ataque a las burocracias de los sindicatos mayoritarios. En esta crítica, por otro lado, confluyen anarcosindicalistas, trotskistas y los autodenominados marxistas-leninistas, mostrando su fe común en el sindicalismo, una vez depurado de la corrupción burocrática, como agente central de la “revolución”. Obviamente, existe un aparato burocrático integrado en el Estado, pero no puede separarse a éste de su base social, la aristocracia obrera, sino que sólo puede entenderse como su fiel representante en los manejos parlamentarizados de la clase dominante. Una burocracia que nunca va a corresponderse mecánicamente con la fracción que representa. Pero esto le ocurre a la aristocracia obrera como a cualquier otra clase burguesa que ve cómo sus representantes caen en la corrupción sistematizada a través de las prebendas que le ofrezcan otras clases, que no son más que un producto lógico de la división social del trabajo y las contradicciones en el seno de la clase dominante. De hecho, este reduccionismo de la aristocracia obrera a las cúpulas corruptas de los sindicatos permite negar la naturaleza mercantil del sindicalismo en su conjunto (negociar por el precio de la fuerza trabajo) y considerar a la aristocracia obrera como parte de las masas proletarias, para así hacer pasar el programa de reformas del Estado burgués como programa revolucionario para los trabajadores. Aquí es donde se certifica el carácter del revisionismo como agente de la burguesía en el seno de la clase obrera, al borrar la línea divisoria entre las amplias masas proletarias que sufren la dictadura del capital y la fracción de la clase asalariada que gestiona esa misma forma de opresión.

La línea revolucionaria

Por el contrario, el movimiento revolucionario solo puede construirse desde otras bases, en primer lugar, desde la más clara independencia de la vanguardia revolucionaria con respecto a otras clases como única garantía de vinculación revolucionaria con sus masas: una cuestión que ha de ser clara pues es definitoria, desde el punto de vista del comunismo revolucionario, de la relación vanguardia/masas y que opera en todos los escalones que existen en la construcción del proceso revolucionario, desde la reconstitución ideológica y política hasta la consecución del Comunismo pasando, necesariamente, por la consecución y desarrollo del Poder político a través de la Guerra Popular.

En el momento actual, donde la relación entre vanguardia y masas se sustenta sobre la lucha de dos líneas en el seno del movimiento comunista, en aras de reconstituir la ideología proletaria, la tarea de la vanguardia comunista consiste en enlazar con sus masas, que no pueden ser las hondas masas de la clase, sino que éstas se circunscriben al ámbito de los sectores más conscientes del proletariado y que están en contacto con los problemas ideológicos que atenazan al mismo movimiento.

En un momento más avanzado del movimiento revolucionario, cuando la resolución de la contradicción vanguardia/masas suponga la ligazón del comunismo con las amplias masas del proletariado7, sí habrá que observar cómo se enlaza a las masas proletarias como fuerza de la Revolución, como base de apoyo de la misma. Y en ese contexto, las luchas parciales de las masas profundas, que no de la aristocracia obrera, que afectan a su existencia diaria y no al reparto del botín imperialista, podrán ser abordadas por el Partido Comunista. Entonces la huelga como una manifestación más de las luchas parciales de las masas podrá ser objeto de intervención del movimiento comunista para movilizar a las masas en torno a la Revolución Socialista y en torno a su verdadera experiencia propia (ejerciendo Nuevo Poder), único modo en que se puede concebir la acumulación de fuerzas para la revolución. Y aquí puede tomar vida, como cuerpo revolucionario, y no como espantapájaros sindical, toda la riqueza táctica que atesora el proletariado en aras de converger con la estrategia de elevar a las masas proletarias a la categoría de clase revolucionaria: propaganda clandestina, piquetes armados, huelga armada… que adscriban el trabajo comunista dentro de la praxis revolucionaria.

Huelga y revolución

Desde el punto de vista sindical, que supura hoy el MC, esta incursión revolucionaria en las luchas inmediatas de las masas es impensable y parece una locura. A lo más que se llega, siendo realistas y estando pegados a la práctica sindicomunista, es a validar cualquier huelga, aunque en ella el proletariado no se juegue nada. El recurso a la huelga aparece históricamente en un momento en que la clase obrera lucha por mejorar sus condiciones de vida como clase asalariada, pero en ningún momento pretende acabar con la explotación. Este método de lucha fue heredado por el proletariado revolucionario, que sí buscaba acabar con la explotación capitalista, transformándolo en huelga revolucionaria. Sin embargo, el proletariado irá conociendo las serias limitaciones de esta forma de lucha como eje central para la toma del poder: en toda la experiencia del Ciclo Revolucionario de Octubre el proletariado nunca tomó el poder desde la huelga general.

Por ello, si la huelga como mecanismo de lucha pone de manifiesto el “poder” de la clase obrera como clase en sí (insertada en la producción capitalista), es incapaz de ir más allá, es decir, de ser revolucionaria. Esto es lo que expresan los CUO, aunque pretendiendo justamente lo contrario, en su Campaña por otra huelga general8 cuando dicen “Si nosotros y nosotras lo decidimos, ni un engranaje de la maquinaria capitalista se mueve”: Pero si la clase obrera es capaz de paralizar el capitalismo mediante la huelga, ¿por qué no ir más allá y destruirlo en lugar de ponerlo a funcionar otra vez cuando la burguesía haya cedido ante las demandas? Las organizaciones revisionistas son incapaces de responder a esto, porque en su imaginario revolucionario no caben la dictadura del proletariado y la guerra popular, sino la conquista y defensa de derechos para erosionar el poder del capital, aunque en la realidad estas no impiden a la burguesía ejercer su dominación. Además, esto pone de manifiesto su concepción del partido como el ala más radical del movimiento espontáneo, el cual aspira a organizar.

El apoyo a los sindicatos, por muy crítico que sea, demuestra la falta de autonomía de las organizaciones que se reclaman comunistas, que solo salen a la calle al calor de movilizaciones que rara vez han convocado ellos. Son incapaces de jugar en la lucha de clases con un equipo propio, sino que siempre van de prestado. Esta política y sus consecuencias sólo ponen de manifiesto que las luchas parciales, contra los recortes, por mejoras económicas, contra despidos… no sirven como factor de aglutinamiento en torno a la revolución. La única forma de abordar estas luchas es desde el movimiento revolucionario, es decir, con el Partido Comunista entendido como suma de organizaciones que ponen a funcionar la unidad dialéctica entre vanguardia y masas a través de Guerra Popular. Intentar sustituir el papel de éste por el voluntarismo a la hora de acercarse a estos frentes solo niega la necesidad de partido, pues pretende realizar tareas que sólo pueden solucionarse desde la revolución: la transformación de la conciencia burguesa de las masas en revolucionaria. Pero los revisionistas pueden abordar estas tareas en ausencia de Partido Comunista, pues para ellos este es solo un problema cuantitativo, que se soluciona con la unión de los comunistas, mientras que para nosotros la reconstitución del Partido marca un antes y un después en el carácter de las tareas a realizar. De ahí esta incapacidad de los comunistas sindicalistas para intervenir eficazmente en el movimiento de masas. Así tenemos, de un lado, a la mayor parte del movimiento comunista enfangado en las viejas recetas obreristas (que buscan mejorar las condiciones del obrero dentro del capitalismo), y por otro, una incapacidad por salir de este esquema, como demuestra la actitud de todos los revisionistas con ocasión del 14N. No obstante, al MAI no le extraña en absoluto que los revisionistas actúen, al fin y al cabo, como lo que son: organizaciones que pretenden desactivar la potencia revolucionaria del proletariado; sin embargo, el que sea hegemónico tanto en el MCI como en el movimiento comunista en el Estado Español impone la necesidad prioritaria de combatirlo.

Desde el MAI comprendemos que con el discurso revolucionario con el que incidir en las masas de manera autónoma sólo puede ser fruto de la reconstitución ideológica y política del comunismo que otorgue al sujeto revolucionario la capacidad de confrontar con el Estado burgués. Sólo entonces las masas hondas y profundas podrán participar en las huelgas que sea preciso como proletarios revolucionarios aplicando Guerra Popular y según las necesidades de esta. Hasta entonces la vanguardia comunista habrá de tomar estas convocatorias como una ocasión para realizar propaganda revolucionaria y hacer sentir a los sectores más conscientes de la clase las tareas que ha de acometer.



¡Por la reconstitución ideológica y política del comunismo!

¡Por la revolución socialista!

¡Guerra Popular hasta el Comunismo!

Movimiento Anti-Imperialista
Estado Español, noviembre 2012



1 Ver, por ejemplo, el llamamiento del PCPE a los autónomos y los pequeños comerciantes para que secunden la huelga general en defensa de sus propios intereses en http://www.pcpe.es/component/k2/item/1939-personal-aut%C3%B3nomo-y-peque%C3%B1os-comerciantes.html (consulta 10/11/2012)

2Los Comités para la Unidad Obrera (CUO) no nacen, por tanto, con la voluntad de erigirse desde un primer momento como un nuevo sindicato, ni como una confederación o coordinación de los mismos. Es un proyecto que pretende abrir un nuevo espacio en el seno del movimiento obrero y que, paulatinamente, vaya acogiendo a un número creciente de trabajadores en torno a propuestas de análisis y de acción sindical que tiendan a denunciar la paz social y las prácticas claudicantes de las cúpulas de las organizaciones sindicales. Es un proyecto transversal que, igualmente, pretende unificar a los trabajadores por encima de estructuras sindicales ya existentes.en Unir a toda la clase obrera para luchar por sus derechos y para el avance hacia una sociedad socialista, documento del primer encuentro estatal de los COU. Disponible en http://www.unidad-obrera.org/wp-content/uploads/2012/11/DocAprobadoEncuentroEstatalCUO.pdf (Consulta 10/11/2012)

3 “[Los CUO] Defiende las reivindicaciones inmediatas de la clase trabajadora con o sin afiliación sindical, en activo, desempleada o jubilada. Se orienta hacia la superación de la sociedad capitalista y la construcción del Socialismo.” Ibíd.

4 En las Tesis políticas aprobadas por el IX congreso del PCPE se definen una serie de frentes en los que centrarse; estos llevan por nombre sindical, agrario, juventud, mujer, anti-imperialismo y cambio climático. Ver Propuesta comunista Nº 61 de julio de 2011 páginas 91 y ss.

5Es una táctica para disputarle la hegemonía al reformismo y, desde esa disputa, comenzar a construir estructuras paralelas de poder popular que confronten con el estado y el sistema de dominación burgués (objetivo estratégico).” En el Documento aprobado por la conferencia de movimiento obrero y sindical del PCPE, disponible en http://pcpa.xenonsoft.es/wp-content/uploads/2010/11/MOS-DOC-DEFINITIVO1.pdf (Consulta 10/11/2012)

6 “Fortalecimiento del Derecho a la Huelga como derecho fundamental, democrático y colectivo, que debe prevalecer sobre los derechos patronales e individuales. Protección legal de la actividad de los piquetes informativos ante el terror y la represión patronal en las huelgas.” Estas son algunas de las reivindicaciones que plantea el PCPE, como marco para avanzar en la unidad obrera hacia la sociedad socialista, a través de los documentos aprobados por el I Encuentro Estatal de los CUO, en mayo de 2012.

7 Nos referimos a la etapa en la que el comunismo esté reconstituido y unido, no sólo a la vanguardia teórica sino a la práctica, y pueda decirse que el movimiento revolucionario organizado, esto es, el Partido Comunista, ya está en marcha.

8 http://www.unidad-obrera.org/?p=3553 (Consulta 10/11/2012)