Francia: Nuestra época y los límites del sindicalismo

 
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La escena se desarrolló en una ciudad francesa de tamaño medio, durante una de las huelgas generales de octubre. Varios cientos de personas se congregaron, al final de la manifestación, frente a unas oficinas del gobierno donde se habían colgado carteles a favor de la reforma de la jubilación. De entre la multitud varios jóvenes intentaron acceder al edificio siendo interceptados por un gendarme en el portal quien los retuvo allí mientras llegaban una decena de agentes de las CRS (Compañias Republicanas de Seguridad, son la fuerza de seguridad del estado francés encargada de vigilar las manifestaciones). Esto aumentó la animosidad de los manifestantes en la calle, pero la cosa no pasaba de gritos contra las democráticas fuerzas del orden y algunos huevos lanzados contra las ventanas de las oficinas objeto de la protesta inicial. Media hora después, varios adolescentes fueron detenidos casualmente a una veintena de metros de la protesta por un policía de paisano, lo que atrajo la atención del centenar de manifestantes y de los agentes de la CRS que salieron del portal para proteger al policía de paisano. En este momento se produjo el momento más lamentable y, en parte, absurdo: de la multitud empezaron a volar huevos hacia los policías de la CRS y ,ante este acto de violencia tan brutal contra la policía, los sindicalistas y demás ciudadanos responsables no pudieron menos que agitar los brazos en alto para exigir que detuvieran el lanzamiento. El caso es que mientras estos “momentos de tensión”  tenían lugar, el portal donde estaban los primeros detenidos se vaciaba sin que nadie, aparentemente, se diera cuenta.

Este episodio, además de ejemplificar las carencias “tácticas” de los manifestantes para proteger a los suyos y el cretinismo de los sindicatos, es una traslación, a nivel de manifestación, del espontaneísmo general que parece mover las protestas que ya algunos se atreven a comparar con el Mayo del 68.

Lo primero que hay que señalar es que la reforma de las jubilaciones en un atentado contra los derechos de los trabajadores, alargar el tiempo de trabajo sólo significa aumentar el volumen global de plusvalía que se extrae de cada trabajador. Ante tal ofensiva, cabía pensar que habría movilizaciones y este hecho no se le escapó al gobierno francés del UMP que cuenta con mayoría parlamentaria suficiente como para sacar adelante cualquier ley. De hecho, lo tuvieron tan en cuenta, que pudieron planear tranquilamente cómo contrarrestar las protestas. Esta capacidad de plantar batalla cómo y cuando se quiera por parte del gobierno Sarkozy es una inmensa ventaja, ante la cual, los sindicatos solo pueden maniobrar en un escenario que ellos no han planificado. Estos combates a la defensiva vienen siendo una de las principales características de los movimientos sociales, que parecen haber perdido toda capacidad de iniciativa y se limitan a decir “no a la reforma de jubilaciones”, “no a la constitución europea”, “no a la guerra”…, según la lucha parcial que se presente y siendo sus propuestas limitadas a “Otro/a [elegir un sustantivo]  es posible”  pero nunca con una plasmación clara y siempre sin un horizonte claro más allá que unifique coherentemente el conjunto de propuestas.
 

Lo más parecido a este horizonte es la defensa Estado de bienestar, que parece ser una de las mayores conquistas de la conciencia en sí del proletariado en los países imperialistas. Esta conciencia economicista inunda todo lo que queda del movimiento obrero y lucha por mantener las condiciones de vida del último medio siglo sin más horizonte que la jubilación y el subsidio de desempleo: en el estado español la prolongación del segundo durante la crisis está permitiendo la paz social y la introducción de reformas que facilitan el despido, lo que, por un lado pone de manifiesto los límites de la conciencia en sí, y a un nivel más prosaico ilustra la política de la zanahoria (Zapatero) frente a la del palo (Sarkozy) que son las dos caras de la misma  moneda de la democracia burguesa.

El muro que se imponen los movimientos sociales y con el que topan una y otra vez, es el de no dotarse de una conciencia revolucionaria, que supere el marco ideológico burgués en el que se dirimen siempre estas luchas parciales, porque lo que siempre ponen en cuestión es el grado de intensidad la explotación del trabajo, y no la explotación misma. Parece como si las décadas de postración del movimiento comunista nos hubieran hecho olvidar el horizonte revolucionario.  Por el contrario, una conciencia verdaderamente revolucionaria (conciencia para sí) supone negar el conjunto de relaciones sociales que el capitalismo representa, lo que garantiza la independencia política y poder pasar del defensismo que condena a que la mayor victoria sea “que las cosas sigan como están” (lo que la derecha francesa expresa con la pregunta “¿Por qué Francia es irreformable?”) hacia la lucha por la abolición de la explotación del hombre por el hombre, es decir, la Revolución Comunista.

            Este “Otoño francés” es un claro ejemplo de lucha dentro de la lógica burguesa: La reforma de las pensiones se interpreta por los sindicatos como un resultado de la crisis económica, es decir, una medida  que hace recaer sobre la clase obrera los esfuerzos para “salir de la crisis”. Es ingenuo pensar que los costos del capitalismo no vayan a  caer sobre las clases sometidas: si la burguesía ejerce siempre  su dictadura sobre aquellas ¿Por qué va a dejar de hacerlo en tiempos de penuria o, al menos, dejar de repartir sus costos? Esta última opción parece ser la que maneja la prensa de izquierdas (L’humanite, Liberation, Nouvelle Observatoire,…) cuando critican la falta de igualdad entre sectores sociales en los esfuerzos para salir de la crisis. La colaboración interclasista ha sido siempre el canto de sirena de la burguesía, incluso del fascismo, para apretar más la mano al cuello del proletariado. Pero no debe extrañarnos que la prensa “progresista” proponga medidas reaccionarias, si la propia prensa conservadora  abraza directamente el fascismo. En la edición de L’Express de la semana del 18 al 24 de octubre, el artículo sobre las huelgas “Pourquoi la France est impossible à réformer?” [¿Por qué Francia es imposible de reformar ?1   proponía un sindicato de obreros y trabajadores de sindicación obligatoria “Il faut transformer les syndicats en mutuelles, soucieuses de signer avec les patrons et l’Etat des accords féconds et pratiques. Et, dans ce but, rendre l’adhésion à un syndicat obligatoire pour tout actif, comme c’est le cas pour l’assurance-maladie”  [Hace falta transformar los sindicatos en mutuas que se preocupen de firmar con la patronal y el estado acuerdos fecundos y prácticos. Y, para ello, restituir la sindicación obligatoria para todo trabajador, como es el caso del seguro médico] y la fusión del senado con el consejo económico en un órgano consultivo por sectores “Il faut fusionner le Sénat  avec le Conseil économique  et social, afin de créer une chambre des collectivités, des métiers et des corps sociaux, où les ministres devraient présenter toute réforme, afin de recueillir une avis politique.” [Hace falta fusionar el senado con el consejo económico para crear una cámara de colectivos, de oficios y cuerpos sociales, donde los ministros deberán presentar toda reforma con objeto de obtener opiniones políticas]   (corporativismo)
Cómo ya ha señalado el MAI en numerosas ocasiones, el fin del Ciclo de Octubre supone una ofensiva reaccionaria, donde todo parece girar hacia la derecha: la izquierda burguesa abraza a la derecha y esta se va al fascismo más descarado. Esta lógica también afecta al movimiento comunista, que parece renunciar a la dictadura de su clase, para conformarse con el estado de bienestar y de libertades democráticas.

Precisamente estas movilizaciones son una defensa del Estado de bienestar por parte de la facción de clase que más se beneficia de este: la aristocracia obrera. La jubilación supone haber tenido un empleo estable durante muchos años, cosa que apenas se puede permitir ya nadie que esté fuera de esta facción de clase. En este sentido, es bastante significativo que durante las huelgas generales buena parte la vida comercial no se detenga: los hoteles siguen funcionando sin problemas, los establecimientos de comida rápida, las tiendas de ropa de los centros urbanos… El grueso de la clase obrera, la que es explotada en el sector servicios apenas se suma a las huelgas, por un lado como si la cosa no fuera con ellos, y por otro temiendo perder un día de sueldo a cambio de pelear por una dudosa jubilación.  A esto ha conducido décadas de reformismo y cretinismo parlamentario, a que la conciencia para sí retroceda a conciencia en sí, a que esta última  sea patrimonio exclusivo de la aristocracia obrera y a una conciencia totalmente burguesa en las masas explotadas. Esta transformación de la conciencia en el proletariado es el equivalente al giro hacia la derecha en la política más arriba señalado.

A pesar de lo dicho hay que elogiar el nivel de organización de los estudiantes franceses, con bloqueos totales de sus liceos durante semanas, cosa inaudita en el Estado Español, y la voluntad de lucha de los obreros que mantuvieron huelgas durante semanas. Lamentablemente y como se ha demostrado todos estos esfuerzos son vanos si van orientados simplemente a mantener sus condiciones de vida. El limitado horizonte de estas luchas, por mucha determinación que se demuestre, viene ilustrado en las declaraciones ante el juez mostradas por la prensa2  de estudiantes detenidos (declaraciones nada casuales, por cierto): “Je ne sais pas ce qui m’a pris, ça m’a amusé”  [No sé qué me pasó, pero me divirtió] o “Je regrette profondément et sincèrement mon acte” [Lamento profunda y sinceramente mi acto]. Si, por un lado, parece como si el Estado quisiera humillar a los presos buscando un arrepentimiento más propio de procesos inquisitoriales, por otro muestra lo lejos que quedan aquellos juicios que eran transformados en una tribuna revolucionaria por parte de los acusados.

El espectro de la colaboración de clase, reivindicaciones de la aristocracia obrera, crítica de la violencia y sobre todo, que se trata de una lucha parcial contra una reforma que atenta contra el Estado de bienestar, estas son las características de este movimiento. La génesis política del Estado de bienestar se encuentra en la segunda posguerra europea, cuando el Movimiento Comunista amenazaba seriamente a la burguesía. En medio de un auge revolucionario, la clase dominante cedió ciertas medidas sociales para evitar perderlo todo, por tanto fue producto derivado de la lucha del proletariado, no por esas medidas, sino por el Socialismo.

A día de hoy, la clausura del Ciclo de Octubre (1917-1989/91) se caracteriza por la ausencia de amenaza revolucionaria, por ello, la burguesía puede desmantelar, sin miedo alguno, las conquistas obreras, como se ha puesto de manifiesto en este mes de octubre. La debacle del fin del Ciclo significa la ausencia de un movimiento político que plantee una crítica radical al capitalismo, por ello el capitalismo tiene las manos completamente libres para hacer y deshacer a su antojo. En los estados imperialistas solo luchas defensivas como la que nos ocupa parecen hacerle frente (un caso distinto son los países donde se están llevando a cabo Guerras Populares,  India o Filipinas por ejemplo, fenómenos que no se producen en los países imperialistas, lo que debería ser objeto de reflexión por parte de los comunistas), pero, desgraciadamente, sus propias limitaciones hacen que no representen ningún problema serio.
Si algo enseñan estas luchas de Octubre de 2010 es la necesidad de reconstituir el Comunismo.  Esta tarea no se refiere únicamente a la ideología de la clase (Reconstitución ideológica), limitarlo a este ámbito nos convertiría filósofos de salón, lo que hay que tener en cuenta es la necesidad de transformación del mundo que decía Marx en la Tesis XIª sobre Feuerbach “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo”. A día de hoy la trasformación revolucionaria de la sociedad por el proletariado solo es posible como sujeto consciente que va más allá de las reivindicaciones económicas y las reformas para plantear la toma del poder, armado con su herramienta política, el Partido Comunista (Reconstitución política). Por ello, la reconstitución del tiene este doble carácter, ideológico y político, limitarse únicamente a uno de ellos es completamente insuficiente (como pretenden, en el Estado Español, los que entienden la reconstitución del Partido Comunista a través de la fusión de las distintas organizaciones comunistas: Ignorar las tareas ideológicas es avocar a repetir los mismos errores cometidos por los comunistas durante el Ciclo de Octubre).

 Ninguna corriente crítica actual plantea una lucha y un horizonte tan consecuente como lo hizo el Comunismo durante los siglos XIX y XX. Éste es el significado de la reconstitución ideológica, recuperar la radicalidad y la consecuencia de la ideología proletaria. Y esta ideología sólo puede existir efectivamente, como elemento transformador de la totalidad social, en el Partido Comunista, que es el único que puede llevar a cabo la transformación revolucionaria del mundo, sujeto revolucionario por tanto y objetivo del proceso de reconstitución. Solo cuando estas tareas estén cumplidas las clases oprimidas podrán enfrentarse con garantías de éxito a sus explotadores, hasta entonces solo tendremos más de lo mismo, lo que hoy estamos viendo en Francia, pero que ocurre por todo el mundo: luchas parciales, espontaneismo, reacción y derrotas.

 

Movimiento Anti-Imperialista
Estado francés, Noviembre 2010

Notas

1Todas las traducciones del francés son nuestras

2Diario Libération del 23 de Octubre de 2010