Ante las Elecciones del 20 de Noviembre

¡BOICOT!

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“Sólo los canallas o los bobos pueden creer que el proletariado debe primero conquistar la mayoría en las votaciones realizadas bajo el yugo de la burguesía, bajo el yugo de la esclavitud asalariada, y que sólo después debe conquistar el poder. Esto es el colmo de la estulticia o de la hipocresía, esto es sustituir la lucha de clases y la revolución por votaciones bajo el viejo régimen, bajo el viejo poder.”

 V.I. Lenin

 

            Embarrado en la crisis financiera y estructural del imperialismo europeo y patrio, el gobierno de Rodríguez Zapatero ha adelantado la convocatoria de una nueva cita electoral. Un 20 de Noviembre murió el matarife fascista que encabezó el devenir de la burguesía española a lo largo de 40 años. Otro 20 de Noviembre la burguesía representará su farsa para otorgar a otra vil cabeza, ya elegida de facto, la conducción, por período aproximado de 4 años, de sus tropelías y crímenes contra el proletariado y los pueblos del Mundo aquende y allende las fronteras del Estado español.

            Fieles a su inamovible táctica electoral los principales baluartes del revisionismo llamarán a la clase obrera a participar en este circo coadyuvando, en lo que les toca, a perpetuar las ilusiones parlamentarias de la clase proletaria y zancadilleando, en lo que puedan, la conformación de un movimiento revolucionario de masas que estrangule al capital desarrollando Poder de Nuevo Tipo. Porque aunque el proceso de reconstitución del comunismo  que defendemos y desarrollamos desde el MAI es arduo y difícil, desde el actual período de reconstitución ideológica lo que se atisba y se puede adelantar sin miedo a la equivocación, es que la construcción de la Revolución Proletaria está directamente confrontada con la gestión de la dictadura del capital, a lo cual aspiran hoy todos los programas electorales y de reforma del comunismo republicano. La Revolución Socialista sólo echará a andar con Nuevo Poder, cuando las masas y la vanguardia se fundan en Partido Comunista y desarrollen Guerra Popular. Lo demás son cantos de sirena del reformismo burgués al proletariado. Son piedras en el camino del comunismo. Pero esto lo trataremos adelante. Antes vayamos al concreto en que se desenvuelve la pantomima electorera.

Dos legislaturas de “socialdemocracia”. ¿Quién distingue cara y cruz?

            La primera legislatura de los gobiernos de Zapatero giró, como marcaba el guión turnista, en torno a los grandes valores de la progresía española, valores prestos a impregnar a una sociedad que buscaba el cambio encarrilado por la socialdemocracia en su “No a la Guerracontra Aznar. En ese contexto los “socialistas” dispusieron las leyes de matrimonio homosexual y de dependencia, para apuntalar a la familia como organización clasista base de la sociedad, escamoteando de paso algunas de las obligaciones de ese ínclito Estado benefactor. Se dictó la ley de igualdad de género, emparentada a un efímero Ministerio de feminismo, para desviar la atención sobre el problema cardinal en la violencia de género, a saber, la crisis de la institución clasista de la familia[1]. Se vivió una auténtica luna de miel con la aristocracia obrera, que se había ganado el pan dando caña al PP, y a la que se contentó en muy distintos ámbitos enchufando subvenciones con las paces sociales y dándoles leyenda con la Ley de Memoria histórica. Esta última no fue otra cosa que el intento por enterrar definitivamente a los proletarios revolucionarios que pueblan las cunetas del Estado español, construyendo sobre ellas monolitos de escayola democráticoburguesa entremezclada con “paz y armonía”, con la consabida “guerra entre hermanos”, con “las izquierdas y las derechas”… y con la “reparación de las víctimas” por parte de un aparato estatal que, en esencia, es el mismo que las asesinó: el Estado de los burgueses. Todo ello en un abuso declarado de propaganda interclasista y pacifista, que desliga lo político de lo militar, y que no deja de estar nutrida del mismo conjunto ideológico del que beben republicanos y  revisionistas, que en este país vienen a ser lo mismo. En los primeros años de ZP también se dio chance a las burguesías periféricas jugando con el Estatut de Catalunya, coincidiendo con el tiempo en que duró el gobierno galego de PSOE y BNG y negociando, en otro orden mantenido, con el MLNV. Cuestiones éstas que unidas a los cambios para mantener, mediante el reformismo, a la familia burguesa como lo que es, hicieron tomar las calles a los sectores que hace cuatro décadas salían exultantes por los vomitorios de la Plaza de Oriente tras las demostraciones del Caudillo y su séquito fascista, incluidas sus borbónicas majestades, y que desde la Transición se habían contentado con votar y mandar, sin necesidad de afirmarse en la calle.

          En el plano internacional se recogieron las tropas en Irak, generando controversias con los atlantistas, para tenerlas frescas y dispuestas de cara a las necesidades de la alianza  interimperialista europea, casi siempre igualadas a las del imperialismo yanki, con la excepción irakí. Y se enarboló el gran proyecto de la Alianza de Civilizaciones, cuyo principal baluarte en Oriente fue, y es, el conservador otomano Erdogan, asesino de kurdos y militantes comunistas, destinada a unir fraternalmente a todos los capitalistas del Mundo con independencia de sus ropajes tradicionales o el credo, anterior al dólar, al que rindiesen culto. Y en aquellos años de “socialismo” sincero hasta el Ministro de Trabajo se permitió el lujo de oponerse, como buen “socialista”, a la Directiva Europea de las 65 horas. Aunque lo cierto es que incluso el PP español votó en contra de la misma en el Parlamento Europeo.   

          Pero en democracia los tempos siempre están bien marcados. Si el aspecto de la “socialdemocracia” primeriza de Zapatero había sido juvenil y alocado, en la segunda etapa la madurez debía tomar las riendas gubernamentales. Del esplendor de las chicas de la revista Vogue el gobierno viró a la austeridad estética de los Rubalcaba. En Europa la burguesía monopolista tocó corneta y el copríncipe de Andorra y presidente de la república francesa Nicolás Sarkozy, originario de unos pobres exiliados políticos húngaros, dijo en 2008 que había que “refundar el capitalismo”. Desde entonces la reestructuración financiera y política del imperialismo europeo mandó sobre los planes de la burguesía española que de la Champions League pasó a jugarse los cuartos como invitada en la Intertoto. Los recortes en la economía, como base para reestructurar al capital local, llegaron al aparato burocrático del Estado. El funcionariado fue atacado por la vía salarial y la aristocracia obrera empezó a darse cuenta de su debilidad frente a la gran burguesía que gestiona la dictadura parlamentaria. Tarde y mal, vistos los resultados para sus convocantes, los sindicatos llamaron a una Huelga General en la que no participaron las masas proletarias, ni las explotadas ni las acantonadas en el ejército industrial de reserva.

          Tras años en el limbo judicial el carácter nacional del Estatut de Catalunya fue barrido por los tribunales. En la Comunidad Autónoma Vasca el PSOE prefirió formar filas junto al PP dejando de lado al PNV siempre presto, y deseoso, para negociar con Madrid. Y con el MLNV las entendederas dejaron paso al recrudecimiento de la política  represiva que aumentó gravemente (desde 2008 las ilegalizaciones y detenciones amplían la ratio judicial del “entorno terrorista”; en septiembre de ese año Francia, en refundación del capitalismo, detiene a parte de la dirección de ETA; cae Bateragune…) llegando hasta el cerco definitivo de la organización militar que recientemente abandonó las armas, con escasas voces  discordantes entre las bases de la Izquierda Abertzale y con amplio acogimiento en el colorido mundo de la izquierda estatal, tanto que pareciese que ETA en vez de plegarse ante el Estado español, lo hubiese derrotado arrancándole la independencia del pueblo vasco.

          La problemática económica no se trasladó a las calles con fuerza hasta 2011. Con sectores de la pequeña burguesía y la aristocracia obrera en proceso de proletarización, acelerado a base de recortes sociales, se extendió el malestar con respecto al aparato burocrático/representativo del capitalismo español y apareció el movimiento de los indignados del 15 de Mayo. Las contradicciones en el seno de la clase dominante fructificaron en muchas ciudades del Estado en palos y represión para unas masas ciudadanas poco duchas en la confrontación con el Estado (de hecho hoy, desarmados y apaleados, los indignados siguen haciendo apología de su pacifismo).  Y así  la pompa del talante y la paz  que infló la “socialdemocracia” acabaron por mostrarse al gran público aunque claro está, no con la virulencia y represión con que suele presentarse ante movimientos políticos con un discurso clarificado y discordante con el stablishment español, como pasa con los movimientos antifascistas o independentistas no integrados en las instituciones, las okupas…

          En lo externo los aparentes bandazos entre Berlín-Francia y Washington se asentaron. El gobierno mandó tropas de ocupación a Haití, para evitar más terremotos. Mantuvo el despliegue en Afganistán y como colofón, participó en la aniquilación de decenas de miles de libios “necesitados” de un contingente internacional sobrado de portaviones, fragatas y bombarderos que librasen un corredor en el espacio aéreo del país para que cesase la matanza gadafista, así como de capitales para invertir en la reconstrucción de un país asolado por todo ese arsenal. El PSOE poco pudo hacer sin embargo contra el Estado marroquí cuando éste decidió arrasar  un campamento saharaui. Aquí primaba la estabilidad de la región, es decir, los intereses del imperialismo que todavía no ha encontrado “oposición” en Marruecos que le permita aumentar sus ganancias en dicho país, algo que sí ha ocurrido con el CNT Libio o con los otros lavados de cara de los Estados de Argelia, Túnez o Egipto. Para garantizar este tipo de transiciones democráticas el imperialismo occidental se previene y España, tan patriótica para con los vascos y los inmigrantes subsaharianos, cede parte de su soberanía territorial al “escudo anti-misiles” de la OTAN como parte de la económica al BCE. Y ésta última gestión militar es el broche de oro de dos legislaturas de “socialdemocracia”, es la última ofrenda a la democracia española del inicial “no os fallaré” de Rodríguez Zapatero, malinterpretado por las masas de votantes y telespectadores que lo entendieron para sí cuando el bueno de ZP, tras el 14-M que lo encumbró, tan solo estaba haciendo su declaración de intenciones ante quienes lo habían elegido democráticamente: los Emilio Botín, el IBEX-35, el aparato burocrático militar, el sindicalismo oficial... Son malentendidos que se suceden en democracia.  

          Imposición o no, el gobierno de Zapatero ha desarrollado todas las políticas que se han impuesto desde Bruselas. Ha “hecho los deberes”, como se degustan en decir los burócratas del gobierno, con respecto a lo dictado por los maestros de Europa, los que siguen siendo el núcleo central de la Unión, los imperialistas alemanes y los franceses. Y ha seguido las directrices para que la burguesía que conforma el Estado español escape a los salvamentos financieros, otra cosa es que lo logre, de la  Europa monopolista y militar que amenaza con escindir su propia construcción económica y política como forma de solucionar su secular crisis hegemónica que marcha a la misma velocidad con la que el imperialismo chino se convierte en acreedor de este pútrido imperialismo occidental.

De cara al Parlamento, de espaldas a la Revolución

          Por su parte el amplio espectro de la izquierda, de la verdadera izquierda, pone una vez más toda su maquinaria, sin distinciones de tamaño, sobre el proceso electoral en que los capitalistas cambiarán a quienes firmen sus leyes. Como en cada elección parlamentaria, el revisionismo disfrazado en sus diversas siglas presenta sus mínimos, incluyendo algunos que, ante los vaivenes de la coyuntura, los agrandan un poco y ya se atreven a poner la palabra “socialista” tras “república”, con sus programas determinados por el resistencialismo y las luchas económicas, aunque paradójicamente, nunca estén a la cabeza de alguna de ellas. El abanico de oportunidades electorales se ha reducido esta vez, todo sea dicho, porque la burguesía ha dado otra vuelta de tuerca a sus limitadas concesiones democráticas al pueblo reformando la Ley Electoral para dificultar la presentación de candidaturas electorales. Las candidaturas de esta citada izquierda, también una vez más, son parecidas en exceso.

          El PCE-IU en la elaboración de su campaña ha debido padecer errores de imprenta. Su  cartelería y su programa son un calco del movimiento de los indignados. La disyuntiva “Democracia o Mercados” que plantea la coalición de Llamazares, Cayo Lara, Meyer, Centella… es una oda a los restos de las acampadas que poblaron las plazas la pasada primavera y es la última demostración de que en esa coalición ni hay “marxismo revolucionario” ni hay “marxismo-leninismo”. Porque una lectura breve del marxismo en torno al Estado debería enseñarles a estos señores y señoras, y les debería valer para calibrar que la democracia no es un abstracto inmaterial, sino que es parte intrínseca de toda forma estatal, de las sociedades clasistas. A todo aparato político estatal, que es la suma del conjunto de relaciones entre las clases dominantes y su gestión por parte de las mismas, las cuales dirimen sus contradicciones democráticamente, apareciendo la solución de éstas como imposición dictatorial ante los oprimidos, le corresponde un aspecto democrático y otro dictatorial. Éste es el abc del marxismo en torno al Estado y su carácter de clase. Pero los oportunistas de la coalición federalista, laica, verde, republicana, plural… poco pueden interesarse por este tipo de cosas. Les es más satisfactorio embaucar a las masas si con ello logran un escaño más. Por ello no plantearán ante la clase trabajadora que la democracia burguesa es democracia para las clases dominantes, y por supuesto para los mercados, pues con ello estarían situándose ante esa clase trabajadora en el campo de la democracia burguesa, en el terreno de las clases apoderadas y acomodadas gracias al carácter imperialista del Estado español, y enfrentadas, sin remedio, a las masas proletarias asfixiadas por el capital.

          A la izquierda de este sector de la izquierda,  está la izquierda verdadera de verdad. Sin posibilidades para representar el teatro de la democracia en el templo parlamentado de las miserias que nos dominan. Aquí se despliega la candidatura “Anticapitalistas” formada por la escisión “trotskista” de Izquierda Unida y que, visto su programa, no tardará en volver por donde se fue tras no poder dar el salto que dio su referente francés cuando echó a andar con Besancenot a la cabeza. Adentrándonos en la ortodoxia, la nostalgia degenerada del PCE  M-L acaudilla las candidaturas de los “Republicanos” en donde directamente estos genuinos “marxistas-leninistas” reniegan de todo aquello que suene a comunista, para blandir la bandera tricolor de la “República democrática de trabajadores de toda clase y federal” en símil de la Constitución de Azaña, Besteiro, Alcalá-Zamora y cía. convirtiéndose en una organización republicana que abomina de la lucha de clases y se contenta con la dicotomía oligarquía-pueblo, políticos-ciudadanía, monarquía-democracia Y tras estos aparece el PCPE, como polo mayoritario del reformismo que se observa así mismo como “marxista-leninista” y que pide el voto con un “¡Todo para la clase obrera!”

          El PCPE presenta ante sus votantes dos programas, uno táctico y otro estratégico, entendiéndose que el táctico es un paso supeditado a lo estratégico. Que el táctico se enmarca en un proceso que ayuda a vislumbrar el objetivo estratégico, que acerca al movimiento político a la resolución de las cuestiones de estrategia. Así, al menos, debe ser comprendido por todo aquel que se denomina marxista. En su Programa Estratégico el PCPE habla de la proclamación de la “República Socialista”, que mínimamente detallada es una república de reformas en donde el “Socialismo” no es dictadura revolucionaria del proletariado, sino tan solo estatalización de los sectores estratégicos de la producción. No obstante el beneficio de la duda podría resolver que el PCPE sí pretende una República Socialista para el Estado español, es decir, una Revolución Socialista para el Estado español. Sin embargo su programa táctico, su programa de acumulación de fuerzas para construir esa República pasa por aglomerar masas en torno a un “Frente Obrero y Popular” que implemente diversas medidas económicas desde las instituciones burguesas. Que se conviertan en las gestoras de las instituciones capitalistas. De hecho y como ya hiciera el PCPE[2] en las pasadas municipales, así lo expone su referente juvenil en su panegírico electoral:     

“Comités de Distrito en los municipios, para organizar el poder del pueblo y su participación en la gestión pública, poniendo los cimientos para que democracia signifique poder popular y no la farsa que hoy existe. La democracia nace de lo más pequeñito.”[3]

          Esto sumado a la cantinela sindical de la reducción del paro y la jornada laboral, a la salvación estatal mediante el crédito del “autónomo” y del “pequeño propietario” y la sanación y preservación de los servicios públicos[4] nos deja lo de siempre, la limitación del proletariado y de su lucha política a la política de la burguesía. Por eso el tradeunionismo moderno del PCPE junto a sus juventudes, y la inestimable colaboración de sus “nuevos” socios de la Unión Proletaria, pide, en un rácano gesto de honradez, el voto a los obreros:

“Es un voto que si bien está dentro de los límites del sistema, se enmarca y se subordina a una lucha sincera, implacable e incansable contra el propio sistema capitalista, un sistema decadente que ya no tiene nada más que ofrecer a la humanidad”[5]

          Acumular fuerzas en torno al espontaneísmo, es decir, desarrollar política desde una línea economicista y reformista solo puede generar conciencia sindicalista dispuesta para la reforma del estado burgués pero no para su destrucción revolucionaria. Y en esencia esto es lo que plantea hoy todo programa revisionista, toda resolución electoral de todos los grupos y organizaciones que se definen como “anti-capitalistas”,  la reforma del Estado imperialista. Y la reforma auspiciada desde el interior del movimiento obrero solo puede conllevar la gestión de la dictadura capitalista por parte de un sector minoritario de la clase obrera, la más acomodada, la mejor acondicionada por la clase dominante para tal labor, curtida en mil negociaciones económicas o dispuesta hacia ellas en tropecientos microorganismos de solución de conflictos sociolaborales, como es la aristocracia obrera. Ya que los límites de toda sociedad clasista, que se estremecen aún más bajo las condiciones del capitalismo monopolista, constriñen la democracia para la mayoría social, para las masas proletarias y hondas del pueblo, dilapidando incluso los derechos del democratismo burgués, en una tendencia a la reacción que impide y muestra más que nunca la imposibilidad de que las masas oprimidas accedan a administrar sus vidas, a dirigir su política desde un aparato estatal, gestado para la política opresiva de la burguesía sobre esas masas, en donde se imbrican el conjunto de relaciones sociales que las mantienen en esa categoría social, económica y política, de clase subordinada, de clase explotada. Algo que ya empezó a señalar el marxismo tan pronto como con las revoluciones de 1848. Que para detentar democracia, para liberarse, el proletariado necesita sus propias instituciones, antagónicas con la burguesía ante el ascenso de ésta, y que el desarrollo del capital, y su elevación a imperialismo, sólo ha ido certificando, a pesar de que los revisionistas, como muestran con sus “Comités de Distrito” no lo hayan entendido. Estamos bien entrados en la etapa histórica de la revolución proletaria. La Revolución burguesa de 1848 en Francia sirvió para que el proletariado adquiriese su independencia como clase social y constatase que sus intereses eran antagónicos con los de la burguesía:

“El proletariado, al dictar la República al gobierno provisional y, a través del gobierno provisional, a toda Francia, apareció inmediatamente en primer plano, como partido independiente, pero, al mismo tiempo, lanzó un desafío a toda la Francia burguesa. Lo que el proletariado conquistaba era el terreno para luchar por su emancipación, pero no, ni mucho menos, esta emancipación misma”[6]

          En ese proceso revolucionario el proletariado, debido a que se había organizado en un movimiento político de masas accedió al Poder. Sin embargo este era el Poder establecido por la burguesía para garantizar su dictadura de clase y el proletariado tenía  titularidad en ese Poder pero no capacidad de ejecución sobre el mismo ya que el núcleo central del Estado estaba en manos de las clases dominantes, las mismas que aniquilarían meses después a ese proletariado revolucionario de París:

“(…) una masa de 20.000 obreros marchó hacia el Hôtel de Ville a los gritos de: ¡Organización del trabajo! ¡Queremos un ministerio propio del trabajo! (…) Esta Comisión estaba formada por delegados de las corporaciones de artesanos de París y presidida por Luis Blanc y Albert. Se le asignó el Palacio de Luxemburgo como sala de sesiones. De este modo, se desterraba a los representantes de la clase obrera de la sede del gobierno provisional. El sector burgués de éste retenía en sus manos de un modo exclusivo el Poder efectivo del Estado y las riendas de la administración, y al lado de los ministerios de Hacienda, de Comercio, de Obras Públicas, al lado del Banco y de la Bolsa, se alzaba una sinagoga socialista (…) Mientras en el Luxemburgo se buscaba la piedra filosofal, en el Hôtel de Ville se acuñaba la moneda que tenía circulación. El caso era que las pretensiones del proletariado de París, en la medida en que excedían del marco de la República burguesa, no podían cobrar más existencia que la nebulosa del Luxemburgo.”[7]  

          El reformismo, por tintado de rojo que se presente, es reaccionario y sirve, en este caso, a los intereses de la aristocracia obrera y por extensión a los del único Estado que puede garantizar la consumación de los intereses de ésta, el Estado imperialista. El proletariado debe romper la máquina estatal. Y eso solo puede hacerse a través de la construcción partidaria, a través del ejercicio revolucionario de las masas imponiendo dictadura de clase. Pero una dictadura revolucionaria de transformación y no una dictadura burguesa de constatación del orden existente como se pretende desde esos Comités de Distrito, refrito de la socialdemocracia bolivariana y a su vez del revisionismo de los “marxistas” del PCI parapetado tras del Estado reaccionario indio contra el que los camaradas naxalitas combaten con Guerra Popular.

          El revisionismo propone una vez más que el movimiento revolucionario, que la “revolución”, consiste en amontonar las parcialidades en que las relaciones entre capital y trabajo confinan la vida del proletario para, a golpe de reforma, ir mejorándolas hasta que “de repente” ese proletariado convencido en la reforma y articulado en movimiento político de administración del viejo Estado decida, no se sabe cómo, acabar con ese Estado. Pero esto es falso y la lucha de clases ya lo ha sancionado así. No existe una línea de continuidad entre  reformismo y revolución. No hay base material que determine que las reformas en el Estado español, aunque a la vanguardia estuviesen unas siglas “rojas”, conlleven la instauración del Socialismo. No hay mediación ni unidad dialéctica entre la reforma de los organismos en que se atrinchera la burguesía y su ruptura violenta por parte del proletariado revolucionario. Las reformas apuntalan el viejo orden, no hacen progresar al movimiento revolucionario. La gestión del capital por parte de la clase obrera es una engañifa por ello hay que combatir a todos los que la proclaman entre la clase obrera y que demuestran con sus programas que bajo sus consignas electorales lo que está escrito es “Una parte  para la aristocracia obrera

          Todos los programas reformistas que se agolpan ante las urnas electorales no coadyuvarán a la reconstitución del Comunismo, a la reconstitución del movimiento revolucionario organizado, sino que servirán para mantenerlo varado y falseado por oportunistas de toda laya, intelectualoides, chupatintas progresistas, académicos “marxianos”, sindicalistas de medio pelo y politicuchos de poca monta que esperan de las masas oprimidas una ayuda, un empujoncito, un voto para ganarse un asiento bajo el sol de alguna institución del régimen burgués: un parlamento, una fundación pública, un ayuntamiento, etc. que convertirán en pulpito contra el proletariado y por la consecución de más reformas del aparato capitalista que le permitan así servir a su verdadera clase, que será cualquiera menos el proletariado oprimido que dicen representar.      

Ante las elecciones, ¡boicot!

          La acumulación de fuerzas que interesa a la clase obrera hoy pasa por agrupar a la vanguardia revolucionaria del proletariado en la lucha por la reconstitución ideológica para crear las bases de unidad partidaria, la base teórica necesaria para que el comunismo pueda ser expuesto ante las masas de la clase, no como enumeración de valores o como programa concreto para reformas concretas sino como Programa revolucionario que sea conocido en el proceso de transformación de sí mismas, con la Guerra Popular y el Nuevo Poder, esto es con masas revolucionarias armadas conquistando Poder proletariado, destruyendo el viejo Estado, sus instituciones y las relaciones sociales que en ellas se resuelven.

          La cita electoral es otra más a través de la cual el revisionismo expone su concepción de la lucha de clases que está anclada en el economicismo pues hacia él se disponen sus luchas políticas, reducidas a contienda electoral como paso hacia el ingreso en la gestión del aparato jurídico-administrativo de la burguesía, convertido en republicano, más allá del apellido oportunista, para mantenerlo como burgués. La cita electoral se enfrenta por parte del revisionismo con un programa hecho a base de teoricismo sindical. ¡Y con ello se pretende crear conciencia revolucionaria! Las elecciones se producen recién conmemorado el 94 Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre. Debieran tomar nuestros revisionistas ejemplo de los bolcheviques. La Revolución Socialista se construye fuera de las instituciones burguesas. Con las masas revolucionarias ejecutando su dictadura de clase frente al viejo Poder. Con las masas armadas por su Partido Comunista. Las instituciones burguesas no pueden derogarse a sí mismas. Han de ser barridas por la fuerza del movimiento político del proletariado, mediante la Guerra Popular como fórmula ejecutiva de la praxis revolucionaria, es decir, del movimiento de las masas hacia la vanguardia revolucionaria de la clase en medio de la  lucha directa contra la burguesía.

          El sentido del boicot a las convocatorias de masas de las instituciones burguesas lo tiene como muestra de la afirmación de la universalidad y autonomía del proyecto comunista. Éste no depende de la coyuntura, de la crisis o de la movilización espontánea de las masas, sino que tiene calado histórico, válido en todos los contextos concretos de la era imperialista. Tampoco es realizable desde esas instituciones burguesas, sino que es un proyecto de destrucción violenta de esas instituciones y de construcción de las del proletariado revolucionario.

          El contexto en el que trabajamos hoy los comunistas revolucionarios es el del dominio del revisionismo y el del enterramiento y liquidación de ese proyecto. Por eso, las circunstancias exigen un agrupamiento de la vanguardia en torno a los principios de ese proyecto, lo que es inseparable de la autocrítica marxista de la riquísima experiencia histórica de dicho proyecto, esto es, el Balance. Este agrupamiento, esta acumulación de fuerzas de la vanguardia, pasa hoy por la lucha de dos líneas en el seno de esta vanguardia en torno a las problemáticas históricas de la revolución proletaria, y no depende de la coyuntura o de la situación del movimiento de masas. Sólo resolviendo esas tareas históricas que atañen a lo más íntimo de la personalidad del sujeto comunista, podremos plantearnos el actuar sobre esta coyuntura o estos movimientos sin que resulte contraproducente para la revolución proletaria.

          Así pues, las tareas del comunismo son de orden interno, de reconstitución del sujeto comunista en todos sus planos, comenzando por el ideológico y el político, y el protagonista de todo este periodo es la vanguardia. Todo mensaje que desvíe el centro de atención de este eje fundamental hacia factores externos a ese sujeto revolucionario en recomposición, es hacer depender a éste de imponderables y deslegitimar la Revolución Socialista como única solución verdadera a los problemas que el capitalismo plantea a la humanidad. Ello es lo que consigue por ejemplo la propaganda electoral que promete todo para la clase obrera a través del voto, que es el refuerzo, maquillado de comunista, de la idea de que la representatividad burguesa, la alienación de la soberanía política de las masas y su entrega a los chanchullos de sus representantes, es la forma de política por excelencia; y además, no sólo la única forma de política posible, sino que es a través de la que el proletariado puede conseguir nada menos que todo. Es decir, la delegación en los representantes comunistas sustituye al principio de que “la liberación de los obreros es obra de los obreros mismos”. Porque no se engañen, ni busquen engañar a la vanguardia, ése es el único mensaje que un cartel electoral con un todo para la clase obrera rotulado lleva hoy a las grandes masas, aquellas sin el referente de la revolución y del Comunismo, que apenas empiezan ahora a politizarse o esa enorme mayoría a la que la explotación capitalista y la división del trabajo mantienen alejadas de cualquier problemática política.

          Por ello, nuestro boicot es un  boicot por la autonomía del comunismo, por su reconstitución. No es un boicot que llame a las armas inmediatamente, a dar inicio ya a la Guerra Popular, como insinúan los caricaturizadotes de líneas políticas ajenas, sino que es un boicot de deslegitimación del Estado burgués que convoca a la vanguardia al planteamiento teórico e ideológico, paso previo imprescindible, como nos enseña el leninismo, para su realización práctica, de los instrumentos y condiciones para la destrucción de ese Estado; el planteamiento de la problemática ideológica y política que a través de su extensión en lucha de líneas a través de la vanguardia, lleve a la edificación de ese Programa de construcción de un Nuevo Poder con el que, ahora sí, las masas proletarias puedan tomarlo todo en su manos armadas, directamente, y no a través de representantes parlamentarios, por muy roja que sea su bandera y por muy benignas que sean sus intenciones.

          La verdad es que la guerra revolucionaria que destruirá el Estado burgués no la van a traer las masas espontáneamente, si la vanguardia no empieza a plantearse primero y a preparar después conscientemente la organización de esa guerra. Este planteamiento y preparación deben llevar primero a la reconstitución del marxismo como referente teórico de vanguardia de la clase obrera y a la reconstitución del sujeto político, esto es, el Partido Comunista, premisas insustituibles de la Guerra Popular. Ésa es la tarea y ahí conduce toda la Línea de Reconstitución.

         

 

Movimiento Anti-Imperialista
Noviembre de 2011

 

 

Notas

[1] Sobre esas reformas implementadas por el PSOE ya expusimos un análisis más desarrollado en “Ante las elecciones generales del 9 de Marzo, ¡Boicot!”. El Mantiene Número 21, Septiembre de 2008.

[2] “Los ejes programáticos de las candidaturas del PCPE priorizan la defensa de la titularidad y la gestión pública de los servicios colectivos, las políticas de inversión ligadas al empleo, el reforzamiento de la participación del pueblo organizado en el ejercicio del poder político institucional, y una reforma fiscal que grave a las clases dominantes con la mayor aportación a la formación de los presupuestos públicos”  Comunicado del PCPE sobre su participación en las elecciones del 22M. Madrid, 26 febrero de 2011

[3]“¡La juventud no se resigna! ¡TODO para la clase obrera!” Colectivos de Jóvenes Comunistas

[4] Ver el Programa electoral del PCPE para las elecciones generales del 20-N

[5] “¡La juventud no se resigna! ¡TODO para la clase obrera!” Colectivos de Jóvenes Comunistas

 

[6] “Las luchas de clases en Francia”, Karl Marx. Editorial Ciencia Nueva. Pág. 62

[7] “Las luchas de clases en Francia”, Karl Marx. Editorial Ciencia Nueva, Pág. 64