El revisionismo del PCE(r)

A partir de aquí, las palabras de Antorcha adquieren un tono más grave y, por fin y sin que sirva de precedente, comienzan a exponer argumentos de carácter político. La pena es que ya se ha consumido la mitad del documento. Aún así, lo que queda no carece de enjundia. Veamos.

La cuestión del terrorismo sigue siendo especialmente sensible para los del PCE(r). Aunque niegue que les obsesiona, Antorcha insiste en desmarcarse del “epíteto de terroristas”, que, según ella, sólo busca “vilipendiarlos”. Esta insistencia denota claramente que estos señores siguen aceptando y compartiendo el contenido que la burguesía da a ese concepto –con su carga moral negativa incluida– y que, en consecuencia, no están dispuestos a aplicarlo a ninguna de las actividades que, aunque no realicen por sí mismos, sí apoyan “política y moralmente”. El MAI insiste en que ésta es una actitud revisionista en lo teórico. En la tradición de nuestro movimiento, siempre se han definido las acciones armadas individuales como terrorismo, y su juicio siempre se ha limitado a su oportunidad política en relación con el momento en que se producen o a su idoneidad general como forma de la línea militar del proletariado. A este plano de interpretación se ha limitado y sigue limitándose el MAI. Pretender otra intención es tergiversación pura o reconocer implícitamente que se ha abandonado el marxismo en este tema y se prefiere desviar el debate del terreno científico hacia el terreno burgués de las connotaciones éticas y emocionales del término, connotaciones impuestas por el enemigo y que se acepta introducir en el debate con tal de no hacer frente a la crítica que consiste en que se debe admitir que la actividad armada individual, esporádica aunque continuada, pero no planificada ni dirigida por el Partido Comunista, es terrorismo, una táctica militar que no se corresponde con la línea militar proletaria. El PCE(r) prefiere un debate con las reglas de juego de la burguesía antes que profundizar en el contenido político y de clase de una actividad armada que dice “apoyar”. En esto consiste el revisionismo teórico de este partido en el tema del terrorismo.

En este problema, Antorcha ofrece la misma ambigüedad y la misma posición contradictoria que su partido ha ido manteniendo a lo largo de su historia, posición determinada por el manto de oscuridad con el que se ha obstinado en cubrir su relación con la lucha armada. Pero, en esto, el marxismo exige una posición firme y sin ambages. Si el PCE(r) es ciertamente la vanguardia, si es el verdadero Partido Comunista reconstituido, y si en su análisis de las luchas de clases ha reconocido las condiciones para la lucha armada, entonces, ¿por qué no planifica y organiza él esta lucha? ¡Es lo que haría un verdadero Partido Comunista! Sin embargo, el PCE(r) nunca ha expresado tal coherencia y se ha limitado oficialmente a “aspirar a dirigir” la lucha armada pensada, preparada y llevada a cabo por otros. Aquí comienza el revisionismo práctico del PCE(r) en este asunto: la estrategia y la línea militar se piensan en la teoría, pero no se practican; la línea militar se concibe separada de la línea política, no como un desarrollo de ésta, algo inconcebible para el marxismo. Si la guerra civil es una forma desarrollada, elevada, de la lucha de clases, la línea militar debe ser la expresión de la dirección política por el Partido de las masas en esta lucha. De lo contrario, o bien serán otros los que ejerzan realmente de vanguardia –tal vez el innombrable – y nos encontraremos con que el fusil dirige la política (línea militarista), o bien se está reconociendo que la lucha armada se abandona al espontaneísmo de las masas y que el Partido ha renunciado a generarla (planificar, organizar y ejecutar) y sólo “aspira a” reconducirla. Este cuadro de divorcio entre política y guerra en la lucha comunista es el que acepta y presenta Antorcha cuando afirma que el “PCE(r) teoriza, aconseja, por decirlo así, sobre la lucha armada”. He aquí, pues, al Partido convertido en una suerte de Gran Consejo de Sabios dedicados a la teoría y a la actividad intelectual, cuyas recomendaciones son aceptadas y aplicadas por el movimiento como maná caído del cielo. Antorcha acusa al MAI de “grupito de amiguetes” sabihondos que se dedican a “jugar a la revolución” impartiendo lecciones teóricas a los aguerridos combatientes de su partido; pero, realmente, ¿quiénes son los que presentan con afectada seriedad al partido de vanguardia del proletariado como un grupo de intelectuales listillos cuyo cometido es teorizar y aconsejar sobre la revolución sin llevarla a cabo? ¡Los señores de Antorcha ! ¿Quién se dedica a “jugar” en todo este asunto?, ¿quién se burla de la inteligencia ajena? Tras la separación entre política y guerra, con la separación entre teoría y práctica que realiza con su política el PCE(r) da un paso más en su labor de revisionismo práctico del marxismo. Este revisionismo, que oculta el verdadero papel del Partido en la revolución, es la grieta por donde hace aguas toda la política de este partido. Pero esto no es lo más grave; la consecuencia más perniciosa tiene que ver con la educación revolucionaria de las masas, tarea que se ve perjudicada por una propaganda que sólo ofrece confusión, cuando no simple embuste, en lugar de una nítida visión de las condiciones y de los instrumentos que requiere el desarrollo de la lucha revolucionaria del proletariado.

Como los ideólogos del PCE(r) comenzaron la casa por el tejado, se encontraron con que debían fundamentar su política militarista sobre alguna base social que diera consistencia materialista a su línea. Se inventaron, entonces, esa entelequia que comenzaron denominando “movimiento político de resistencia” y que luego paso a ser “movimiento de resistencia antifascista”. Desde la categoría de resistencia , que describe un pretendido movimiento de masas autónomo bastante extendido y articulado, han montado estos señores su tinglado político. La resistencia es la madre del cordero, ella lo crea todo: genera movimiento de masas, conciencia revolucionaria y lucha armada. La frontera entre resistencia y revolución, bien delimitada por el comunismo revolucionario, queda, de este modo, difuminada, conformando ese marchamo oportunista que caracteriza al revisionismo del PCE(r) y ampliando los efectos de la confusión que provoca su propaganda. El Partido sólo debe “aspirar a” dirigir todo ese movimiento de resistencia en sus diversas formas, que surgen por doquier como producto de la explotación y de la opresión capitalistas. Para eludir su deriva revisionista, el PCE(r) cae en el sumidero del espontaneísmo. En lugar de educación comunista de las masas, este partido ofrece el culto a la espontaneidad de las masas, mientras Antorcha , el sacerdote del Gran Consejo, engalana y da lustre al altar de la resistencia, al mismo tiempo que el de la revolución se cubre de orín y mugre.

La penúltima escena del revisionismo práctico del PCE(r) se representa ante los tribunales del Estado y es la consecuencia del proceso de dualización a que somete este partido la política comunista. Como los militantes del PCE(r) están obligados a defenderse sólo como teóricos y como políticos, como adalides de la resistencia o como revolucionarios en teoría y no como revolucionarios prácticos, se ven imposibilitados para realizar verdaderos alegatos comunistas, se ven imposibilitados para utilizar los tribunales como los utilizó siempre nuestro movimiento, para la propaganda revolucionaria. Y si esto se intenta, carecerá de toda credibilidad, pues nadie va a confiar en la palabra ni a querer aprender de la experiencia de quienes hablan de lo que dicen no realizar ellos mismos. Las masas les darán la espalda por fabuladores y la confusión y el engaño se extenderá hacia la vanguardia, que pronto se verá envuelta en ridículos debates sobre guiones garzonianos o sobre si existe o no vínculo entre organizaciones (¡La pena es que no lo haya!). De esta manera, el militante preso no puede explicar ni defender de manera consecuente y en toda su amplitud la política del partido. Ésta, entonces, deja de ser lo sustantivo y pasa a primer plano la prioridad de atenuar al máximo el castigo por la militancia comunista, con el desprestigio que acarrea dejarse arrastrar en esta dinámica. El partido, por consiguiente, dejará de dirigir la batalla en los tribunales, que quedará en manos de los abogados; en lugar del comunismo, en esta pelea mandarán las triquiñuelas legales y la sofistería de los letrados. En la calle, la política del PCE(r) se somete a la espontaneidad del movimiento de resistencia; en los tribunales, se somete al Código Penal. ¡Hasta tal punto comparte y admite el PCE(r) las premisas ideológicas y políticas que establece el sistema! Como se trata de un partido ilegal (aunque, por lo visto, tiene vocación de legalidad y de parlamento, sólo que “los Estados fascistas español y francés nos ilegalizan”), ha terminado orquestando toda su política en función de las exigencias que impone el Código Penal. El PCE(r) afirma en su propaganda no aceptar la legalidad vigente, pero elabora su política y maniobra en función de los márgenes que permite el Código Penal; el PCE(r) habla de propaganda armada ante las masas, pero ante los tribunales no es capaz de pasar por encima de las “leyes fascistas”. Las concesiones del PCE(r) al enemigo son muy generosas… ¡qué pena que la Declaración del MAI no pudiera disfrutar de la misma magnanimidad!

El PCE(r) se ha erigido en paradigma de organización política para la resistencia, ha elevado hasta su máxima expresión esta prerrogativa. No es extraño que “aspire a” aglutinar toda manifestación de este tipo de lucha. La resistencia es, por definición, adaptación, capacidad para permanecer igual ante las agresiones del medio, conservación de las propias condiciones dadas, etc.; por definición, la resistencia se diferencia, incluso se opone, a la transformación del medio, a la transformación de las condiciones dadas. A lo largo de 40 años, este partido ha demostrado ser un maestro de la adaptación al medio político circundante. No es extraño, pues, que se haya convertido en el gran abanderado de la resistencia y que tanto en su política como en su propaganda la revolución brille por su ausencia. La estrategia de la adaptación ha conducido a este partido en una progresiva deriva oportunista-derechista que se ha traducido en la constante rebaja de su programa: si el socialismo y la Dictadura del Proletariado fueron relegados desde el principio por la república popular y la Asamblea constituyente, este programa máximo se presenta ahora mermado bajo la forma de decálogo de reivindicaciones de corte democrático y sindical, tan general que puede incorporar a amplios sectores de la aristocracia obrera y de la burguesía. De lo que se trata, por lo visto, “es de coordinarse en torno a una serie de reivindicaciones mínimas sobre cuestiones que nos afectan a todos, pues el Estado no hace muchos distingos ideológicos a la hora de perseguirnos” ( La lucha antirrepresiva, la solidaridad con los presos políticos y la situación actual , en Antorcha.org ). Tampoco el PCE(r) parece querer hacer muchos distingos. El frentepopulismo antifascista de estos nostálgicos de Febrero del 36 reduce la política proletaria a la mínima expresión. Las concesiones hacia el oportunismo político también parecen ser generosas. ¿Cuál es la causa última? No “el Estado fascista” ni la naturaleza de las tareas económicas necesarias para el progreso de la sociedad, sino la absoluta ausencia de apoyo social de este partido, que le obliga a la apertura política hasta extremos que desfiguran los contornos de clase de su programa. Es la pescadilla que se muerde la cola: el análisis erróneo de las condiciones de las luchas de clases aleja a la vanguardia de las masas; esta falta de apoyo le obliga a estar a la defensiva; esta posición genera el discurso de la resistencia; el discurso de la resistencia provoca la rebaja política, y la rebaja política alimenta aún más la errónea percepción de las condiciones objetivas y el desarrollo errático de la línea política. Y vuelta a empezar. Ni siquiera la fase de repliegue que hoy vive el movimiento obrero a escala internacional tiene que ver con la línea política de resistencia del PCE(r): ésta fue elaborada mucho antes de que ese reflujo se hiciera evidente y sus presupuestos políticos son de índole diversa (la “lucha antifascista” y no la recomposición del movimiento comunista tras la derrota de la primera gran ofensiva de la Revolución Proletaria Mundial).

Antorcha acusa al MAI de hacer “afirmaciones sin ser conscientes de las implicaciones de las mismas”. De lo dicho hasta aquí se desprenderá que el MAI fue siempre muy consciente de sus afirmaciones. Lo que ocurre es que no comparte la doctrina del PCE(r) en materia de organización ni de propaganda comunistas. Lo que ocurre, también, es que al MAI le preocupan más las “implicaciones” del miedo que tienen los miembros del PCE(r) a defender abierta y coherentemente su política que las “implicaciones” que pueda acarrear la militancia comunista consecuente. Lo primero trae confusión, desprestigio y desmoralización; lo segundo, sólo honra. El MAI tampoco presta oídos a la proclamación de modelo de comportamiento comunista que para sí reclaman estos señores. Por suerte, no hemos perdido de vista al resto del movimiento comunista internacional ni a su historia, que ofrece, desde luego, mejores ejemplos de abnegación ante el enemigo. No sean tan petulantes, ni pretendan parangonarse con un G. Dimitrov, un J. Fucik o un Nguyen Van Troi, que sí dieron ejemplo de actitud comunista ante los tribunales. Y no es que dudemos del valor de los militantes del PCE(r): lo que no tiene valor es su política, y esto los desarma ante pruebas tan duras. No nos cabe duda, ciertamente, de que la fortaleza de los militantes del PCE(r) supera con creces la de su política, pero la valía de los comunistas se mide por cuanto continúan ejerciendo de propagandistas revolucionarios y no sólo de presos políticos. Y si en esto existe algún modelo, lo establecieron los camaradas del Partido Comunista del Perú en el penal de Cantogrande, que transformaron en luminosa trinchera de combate hasta el martirio final. Es con estos episodios heroicos que se escribe la epopeya de nuestra clase. Por favor, no digan que no sabemos lo que decimos, no insinúen, por ejemplo, que la defensa jurídica del Secretario General del PCE(r), el camarada Arenas , es un ejemplo comparable de comportamiento comunista ante el aparato represivo del Estado. En este caso, resulta triste, por no decir patético, comprobar cómo el líder de ese partido no sólo centra su defensa judicial en la negación de toda relación del PCE(r) “en actividades armadas”, que a estas alturas ya da lo mismo, sino también presuponiendo la “imparcialidad” del juez y del tribunal que llevan su caso y lamentando la influencia “del gobierno de turno” sobre sus decisiones. En su defensa, Arenas reitera que “el Partido elabora la estrategia de la revolución, pero no participa directamente en la lucha armada. Y en esto no existe contradicción alguna”. ¡No para el Código Penal, no desde el punto de vista burgués, pero sí para el comunismo revolucionario! ¡No se puede decir que el alegato de Arenas esté cortado por el patrón de Cantogrande! Para el PCE(r), la formación política burguesa propia de la época del imperialismo es el Estado fascista. Así, el Estado español es fascista e inmisericorde, y no se puede esperar indulgencia. Pero, por lo que se deduce de la estrategia de defensa del teórico del Estado moderno fascista, del Estado francés sí se pueden esperar, en cambio, jueces “imparciales”. Al parecer, en la V República el Estado no es fascista, sólo “el gobierno de turno”. ¡Sobre este sofisma se funda la defensa del ideólogo del PCE(r)! Como antes en el terreno de la política y de la organización, aquí también el oportunismo se cobra su precio, esta vez a costa del análisis de fondo en el que se basa la estrategia de este partido: o bien, el imperialismo no genera superestructuras políticas fascistas siempre (lo cual es cierto, contra lo que supone o suponía –ya no sabemos, dadas las circunstancias– el partido), o bien, el capitalismo en Francia no ha alcanzado su fase imperialista de desarrollo (lo cual es absurdo). Como se ve, no es tan fácil mantener separadas la teoría y la práctica; aunque tampoco nos extrañaría que el camarada Arenas piense que “en esto no existe contradicción alguna”.

Hemos visto que, como colectivo político, el PCE(r) somete al marxismo a un proceso de dualización, de escisión de sus elementos ideológicos. Primero, en la teoría, separa la política de la guerra, desentendiéndose del principio materialista de que la guerra es la política llevada por otros medios ; esto le permite después, en la práctica, divorciar la actividad política de la actividad armada, lo cual crea las condiciones para que se tenga que separar la militancia comunista de la causa comunista. Este fenómeno de dualización resume ese revisionismo práctico que aplica ese partido y no es más que el reflejo de la división social del trabajo burguesa –fundada en la separación entre trabajo manual y trabajo intelectual– en su ideología y en su política, que pone de manifiesto su incapacidad para construir un movimiento político independiente que sirva a los objetivos de la lucha de clases revolucionaria del proletariado. Y lo que se refleja como organismo colectivo tiene su correlato, finalmente, en el plano individual, donde el reflejo ideológico burgués se traduce en liberalismo puro y simple. El PCE(r) siempre ha dicho que la participación de sus militantes en la lucha armada es fruto de una decisión soberana y personal que sólo les corresponde a ellos como individuos. Esta desviación individualista y voluntarista, ajena a la tradición del movimiento comunista internacional, es el epílogo del revisionismo práctico del PCE(r) y la confesión expresa de su renuncia a organizar y dirigir la revolución. Una vez más, el Código Penal impone las reglas; pero, lo importante, en este caso, no son las causas, sino los efectos de este método de trabajo. El marxismo enseña que el paso de la lucha de clases a la guerra de clases va acompañado de una creciente complejidad del proceso político y, desde el punto de vista de la vanguardia, de una maduración ideológica, política y organizativa. Sin embargo, la imagen que ofrece el PCE(r) en esa transición es la del paso de la organización de la vanguardia a la fragmentación de la vanguardia. Ante la complejidad del proceso revolucionario, el PCE(r) ofrece soluciones individuales. En su sermón montañés, Antorcha pone esto de manifiesto a través del salto en el vacío que propone cuando habla de “militarización” de todo el movimiento revolucionario “en el momento de la insurrección”. Salto de la resistencia a la revolución; salto de la política a la insurrección; salto del partido al ejército… El espontaneísmo, nuevamente, rige el proceso y la vanguardia, que después de renegar durante tanto tiempo de la práctica armada aparece de pronto armada hasta los dientes sin haber expuesto ni explicado a las masas un plan de acción claro, sigue propagando confusión y oscurantismo a través de inexplicables saltos mortales. Ante tanto salto, el destino seguro es el fondo del precipicio.