El Partido Comunista

En relación con el segundo problema estratégico de la línea proletaria, la cuestión del Partido Comunista, la experiencia del PCP, en cambio, sí aporta, a nuestro entender, varios de esos elementos novedosos que pueden ser considerados plenamente vigentes. En general, las dos lecciones válidas, de inapreciable valor, que extraemos de esa experiencia consisten en que, por un lado, es preciso considerar al Partido Comunista como resultado de la fusión de la vanguardia con el movimiento de masas, y que, por otro, se trata de un proceso político de construcción consciente que parte de la vanguardia y que no se reduce a ella. En otras palabras, el Partido Comunista es la expresión política de una relación objetiva de la vanguardia revolucionaria con las masas que se plasma en un movimiento consciente e independiente, tanto de las clases enemigas como del movimiento espontáneo de las clases amigas. Es preciso subrayar la importancia de esta visión en su dimensión histórica.

El proletariado nace como clase a través de la unión de sus luchas económicas a lo largo del siglo XIX. Se trata de una fase de crecimiento cuantitativo y de acumulación de fuerzas donde el aspecto principal recae en la organización de masas y el carácter de la lucha de clases se somete a los imperativos de la lucha de resistencia y de la defensa de las condiciones de existencia de la clase obrera como tal clase. El reflejo político de esta etapa es el partido obrero de masas, el partido de viejo tipo que expresa los intereses inmediatos del proletariado y su conciencia como clase económica ( en sí ) a través de una línea política reformista. Su prototipo fue el partido socialdemócrata de la II Internacional. La crisis de este modelo de partido obrero se había puesto de manifiesto con la aparición del revisionismo entre sus filas. La Primera Guerra Mundial le dio la puntilla. La continuidad de la lucha revolucionaria del proletariado pasaba, entonces, por la construcción del movimiento obrero en torno a un partido de nuevo tipo. Entre 1902 y 1905, Lenin había empleado los resultados de la lucha del marxismo contra el revisionismo para definir la naturaleza de este partido como fusión de la vanguardia con las masas (“fusión del socialismo científico con el movimiento obrero”, decía en su ¿Qué hacer? ), y el éxito del partido bolchevique, en gran medida, se cifró en haber conseguido plasmar este nuevo modelo. Pero, lejos de convertirse en el prototipo de la III Internacional, en torno a ésta se fueron constituyendo partidos de vanguardia que obedecieron al único requisito de ser reunión del sector más avanzado de la clase, del sector portador de la conciencia revolucionaria ( para sí ) del proletariado. De este modo, el partido de nuevo tipo terminó configurándose como simple contrapunto del partido socialdemócrata, en el sentido de que si en éste el aspecto principal era situado en el aspecto cuantitativo, de masas, de la organización obrera, con el partido comunista se pasó a la organización del factor cualitativo, consciente, del factor de dirección revolucionaria del movimiento obrero. El antagonismo entre partido socialdemócrata y partido comunista escenificaba la contradicción entre las masas y la vanguardia y la incapacidad para hallar entre ellas la síntesis propuesta por Lenin que presidió la historia del movimiento obrero durante casi todo el siglo XX. Sin ninguna duda, esta larga etapa de oposición entre dos modelos organizativos, cada uno de los cuales ponía dogmáticamente el acento en cada uno de los dos aspectos que conforman la unidad dialéctica del verdadero partido de nuevo tipo leninista (vanguardia y masas), fue una etapa necesaria en el proceso de maduración del proletariado como clase revolucionaria. Si históricamente fue importante la autoafirmación del proletariado como clase y su organización independiente para la defensa y el reconocimiento de sus intereses materiales dentro del capitalismo, igualmente importante, o más, fue su autonegación como clase explotada y la proclamación de su vocación revolucionaria de sobrepasar y destruir el capitalismo. Pero estos dos momentos, aunque etapas en una misma evolución, surgen y se presentan como momentos separados y opuestos entre sí, y este antagonismo conformará el marco político en que se desenvolvió el movimiento obrero durante todo el Ciclo de Octubre. De hecho, no resulta en absoluto casual que ambos modelos del partido obrero, cada uno con su punto de vista unilateral sobre la relación vanguardia-masas, terminaran de igual manera transformándose en partidos reformistas. Y por lo que respecta a los actuales destacamentos comunistas que persiguen la reconstitución del Partido Comunista, entre los que se encuentran también los maoístas, es preciso señalar que su error de base consiste, precisamente, en que pretenden reproducir ese modelo, históricamente caduco, de partido como unidad de la vanguardia en una sola organización, como unidad intersubjetiva en el seno de la vanguardia (habitualmente denominada unidad de los comunistas o de los maoístas, etc.) y no como unidad objetiva entre vanguardia y masas. Exactamente el mismo error de principio que reprodujo el PCE(r) en su fundación, al constituirse o reconstituirse, una vez más, como partido de vanguardia que “aspira a” dirigir los movimientos de masas, pero independiente y orgánicamente separado de ellos.

Pues bien, la importancia de la experiencia del PCP reside en que, tomando directamente el testigo del partido bolchevique, consigue reconstituirse como forma superior del partido obrero, como verdadero partido de nuevo tipo leninista, desde la síntesis de sus dos formas o modelos precedentes. El PCP no es la organización del movimiento de masas, ni la organización de la vanguardia revolucionaria a secas, que luego trata de convertirse en vanguardia efectiva de las masas, sino las dos cosas a la vez: el PCP consigue ser el movimiento revolucionario organizado desde la teoría de vanguardia. La originalidad de este modelo nuevo –modelo que debe servir para la reconstitución de todos los partidos comunistas como punto de arranque del próximo ciclo revolucionario– se plasma en el método de construcción política, que consiste, en sustancia, en que es la vanguardia la que genera movimiento a través de su línea de masas. La vanguardia no presupone el movimiento de masas (espontáneo) como dado, sino que, en el contexto de las luchas de clases y de la crisis social, genera ella misma movimiento (consciente) a través de sus vínculos de todo tipo con las masas. El Partido no existe sin esos vínculos ya establecidos; algo bastante distinto de la concepción tradicional, que entendía que primero se constituía el Partido y, después, éste se vinculaba con las masas. Esta vieja visión fue superada por el PCP. La táctica de construcción del movimiento revolucionario de masas por parte de los maoístas peruanos reposaba en el principio organizativo de desarrollar formas propias como lo principal y penetrar todo tipo de organizaciones , es decir, descansaba en el principio de que se construye desde arriba, de que la iniciativa de la vanguardia a la hora de organizar a las masas es lo principal, mientras que participar en las organizaciones creadas espontáneamente por las masas o por otras clases es complemento. En lo concreto, la línea de masas del PCP terminó articulándose –sobre todo, a partir de 1973– alrededor de los organismos generados y las escuelas populares (más la coordinación metropolitana en las ciudades). La experiencia de este partido rompe taxativamente con esa especie de axioma, de profundas raíces en nuestro movimiento y que comparte todavía la mayoría de los destacamentos de vanguardia, incluyendo al PCE(r), según el cual la base de todo movimiento revolucionario debe ser obra de la espontaneidad de las masas, que el cometido de la vanguardia, ya constituida en Partido Comunista, consiste sólo en colonizar ese movimiento de masas, consiste en “aspirar a” dirigirlo, y que toda expresión organizada de lucha de las masas nace con el estigma de la revolución. El PCP, fiel al leninismo, demuestra que las organizaciones de masas sólo son revolucionarias si son organizaciones del Partido. Así, el movimiento revolucionario de masas no es independiente ni está separado del Partido, sino que es el Partido mismo; y que no se debe comprender –como se ha hecho casi siempre– por este concepto político otra cosa que lo reduzca a su dimensión organizativa (o sea, el Partido no es organización de revolucionarios, sino movimiento revolucionario organizado). Finalmente, continuando con la experiencia del PCP, cuando el Partido Comunista entra en la fase de Guerra Popular, pasan a ser la guerrilla y después el Ejército, la organización armada en suma, el principal instrumento de la línea de masas del Partido.