En el 11 Aniversario de la Guerra Popular en Nepal
La Revolución Derrotará la Traición


   

La conmemoración del XI Aniversario del inicio de la Guerra Popular en Nepal tuvo como centro grandes manifestaciones en la capital Katmandú. En medio de la plaza principal, atestada de gente de todas partes del país, Prachanda se dirigió al pueblo para cumplir con el protocolo.

Contrario a las celebraciones de los otros aniversarios, el discurso de este año se centró en las vivas al proceso de paz, en justificar el giro de 180 grados al comprometerse a terminar la guerra y entregar la revolución.

En una desvergonzada intervención pidió disculpas por los errores cometidos durante la guerra y en un desconocimiento vulgar del marxismo frente a la inevitabilidad de la violencia revolucionaria, no titubeó en expresar: “Intentamos denunciar los problemas de los grupos étnicos y la población oprimida, pero las clases dirigentes no estaban preparadas para escuchar las voces del pueblo de forma pacífica"… "Tras estudiar la historia, nos dimos cuenta de que los gobernantes sólo entendían el lenguaje de las armas...".

Como si se tratase de un asunto de mala voluntad o de terquedad y no como una consecuencia natural de la lucha de clases, Prachanda siguió así lavándole las manos ensangrentadas a los reaccionarios.

Hoy, los revolucionarios en todo el mundo están con los ojos puestos en Nepal; y mientras muchas organizaciones guardan silencio cómplice frente a esta abominable traición, obreros e intelectuales con profundo sentido de clase no dudan un segundo en condenar a los prachandistas, y llamar a conmemorar los once años con las vivas a la guerra popular. Así lo concreta el siguiente escrito, enviando por un asiduo lector de nuestra prensa y que cuenta con un profundo sentido de su responsabilidad internacionalista.

En un lugar ubicado entre las tierras indias y chinas, un 13 de Febrero de 1996, cientos de personas darían inicio a una guerra que los habría de librar de la opresión y explotación.

En un país calificado como el segundo más pobre del mundo, en donde -según las estadísticas- 7 de cada 10 personas vivía por debajo del nivel de "pobreza absoluta". En una tierra donde el 10% de la población tenia trabajo y el 60% estaba subempleada. En donde el 90% de la población vivía en el campo en condiciones primitivas y no disponía de las tierras que cultivaba. En un sitio donde casi un tercio de la fuerza laboral se veía obligado a emigrar a los países vecinos en busca de trabajo. En un lugar donde el analfabetismo era abrumador pues por cada 1´500.000 habitantes, había tan solo una escuela. En un país donde gobernaba un monarca que lo decidía todo. En tal sitio, hace once años se inicio una Guerra Popular dirigida por el Partido Comunista del Nepal (maoísta).

Ella daba inicio a un enfrentamiento armado a muerte entre clases. Con ella se le callaría la boca a quienes pregonaban la muerte del comunismo en el mundo. Aquella representaría el cambio en la marcha de la lucha política de aquellas masas, al trascendental paso de la lucha armada para la toma del poder político. Con ella se aplastaría el orden semifeudal y semicolonial mientras se forjaría una revolución de Nueva Democracia. Con ella se romperían las ataduras y tradiciones explotadoras y opresoras que sometían al pueblo de Nepal. Con ella se comenzaría a destruir el viejo orden y se forjaría uno nuevo, teniendo en miras el socialismo como antesala del comunismo. Tal proceso que nació en aquella tierra lejana llamaría, tanto la atención de la reacción mundial (pues un pueblo oprimido se había organizado para hacer la revolución), así como también atraería la mirada de los auténticos revolucionarios en el mundo por llegar a ser ésta, la principal base de apoyo de la revolución proletaria mundial en estos tiempos. Y así aconteció hasta hace poco.

Desde aquella noche que dio comienzo tal lucha de clases en su forma superior, el Partido Comunista de Nepal(m) que la orientaba, comenzó a convocar grandes manifestaciones y reuniones con la participación de miles y miles de personas, a quienes se les explicó el significado de librar una batalla a muerte contra las clases que impedían a las masas nepalíes vivir en una sociedad sin opresión y explotación del hombre por el hombre, y en donde se les hizo ver la importancia de la dictadura del proletariado, no solo en aquellas tierras sino en toda la faz del mundo.

Y fue así que muchos se enlistaron para dar cumplimiento a tal tarea justa y anhelada. Fue así que muchos pusieron al servicio de aquel partido sus energías y cuerpos para llevar a feliz término la revolución que se comenzó a gestar. Fue así que se comenzó a ver la posibilidad de un cambio de sociedad el cual no era basado en ilusiones sino que era construido por la misma gente. Fue así que muchos se convencieron que tenían su lugar en tal lucha de clases, decidiendo la mayoría de aquellos, dar su vida por la revolución y el partido que la guiaba.

Tal sería la demostración de poderío y de fuerza, que en las primeras semanas 5.000 acciones guerrilleras tendrían lugar para hacer temblar a las clases dominantes del mundo. Tal sería la justeza de aquel cambio violento en la sociedad, que ríos de oprimidos y explotados acompañarían las acciones guerrilleras, los paros, mítines y bloqueos orientados por el Partido. Era tan decisiva esta revolución y contaba con el apoyo resuelto de la gran mayoría, que los cientos de hombres de carne y hueso que la iniciarían, empuñarían palos, hoces, cuchillo, una que otra pistola, unas cuantas escopetas de un tiro y granadas caseras, para después ir arrebatándole al ejército opresor del rey el armamento con que se les sometía, forjando así un Ejército Popular de Liberación, que obtuvo poco a poco armas modernas: GPMG, LMG, SMG, SLR y lanza-cohetes; se formaron más de tres divisiones, nueve brigadas y 29 batallones, además de una milicia popular que aumentaría a más de 100.000 combatientes.

Y como era de esperarse, aquella guerra popular desencadenó meses de terrorismo, tortura y detenciones para intentar extinguir el fuego revolucionario. Pero ello lejos de cortarlo, lo avivó cada vez más, poniendo los intereses de las clases en el poder al descubierto ante toda la población.

Y así, en medio de la represión, de compañeros caídos y de los llamados del imperialismo y sus instituciones a dejar la revolución, las masas nepalíes avanzaron en el proceso revolucionario guiadas por su Partido. Pasaron de la desventaja de fuerzas a la igualdad, y de la igualdad en fuerzas a la superioridad estratégica en la guerra. Consiguieron arrebatarle más del 80% de aquella sociedad a las clases parásitas. Dieron con ello nacimiento a una nueva economía organizada por los Comités Populares, donde se practicaba la agricultura colectiva y se establecían las primeras fábricas; ayudando a que las minorías étnicas materializaran su independencia y autonomía. Propiciaron grandes cambios culturales, transformando la educación y salud. Destruyeron todo poder de la monarquía y los terratenientes, expulsando a toda clase de imperialismo.

Pero aquello forjado en un proceso violento y cristalizado con la sangre de muchos camaradas, se entregó sin menor vergüenza ni vacilación el 21 de Noviembre de 2006 por dirigentes traidores que hicieron de las suyas en el Partido Comunista de Nepal(m).

Aquel día se firmó un “acuerdo de paz” con los explotadores, en donde los dirigentes del PCN (m) dieron fe de su promesa de terminar la guerra popular, de desarmar al pueblo, disolver el EPL, el gobierno popular y sus tribunales.

Esta es la mayor traición de estos tiempos a unas masas decididas a tomarse el cielo por asalto, a las masas del mundo ansiosas de organizarse, y al Movimiento Comunista Internacional que apoyaba su justa causa.

Pero a pesar de que esto sucediera, en estas fechas de evocación del onceavo inicio de la Guerra Popular llevada a cabo por el pueblo nepalés, debemos enviar un vehemente saludo y alentadoras posiciones a quienes de seguro aún siguen defendiendo los intereses de la inmensa mayoría de este pueblo, y quienes cargan encima la responsabilidad de seguir el curso de la revolución que nunca tendrá fin con acuerdos de papel.

Que sirva esto para que los marxistas leninistas maoístas en el mundo entero defendamos a ultranza los planteamientos de la revolución proletaria mundial y persistamos en la lucha por construir la organización internacional de vanguardia, combatiendo implacablemente esa tendencia que hoy ha traicionado la revolución proletaria en Nepal.

En honor a los mártires caídos en tan justa lucha, así como también a los que aún siguen forjando la esperanza del mañana socialista en cada país como preludio al porvenir comunista en todo el mundo:

 
¡Viva la Lucha Revolucionaria
del Pueblo Nepalí!
¡Viva el Marxismo Leninismo
Maoísmo!
¡Abajo la Traición Oportunista!
 
Revolución Obrera Nº 211
26 de Febrero-4Marzo 2007