Ante las
elecciones municipales del 22 de mayo:
¡Boicot!
PARLAMENTARISMO, REPRESENTATIVIDAD Y
REVISIONISMO
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Paul Lafargue
El 22
de mayo la burguesía ha citado a toda la sociedad para que, fraternalmente, celebre
la fiesta de la democracia ante una urna electoral. Tocan elecciones
municipales y autonómicas, para renovar a los encargados de representar la
dictadura de clase del capital desde las instituciones más cercanas al pueblo. Pues los explotadores y todos sus lacayos
presentan al Municipio como el organismo político más apolítico de todos, como el que está a la vuelta de la esquina,
esperando al obrero, puro, sano,
tranquilo y acogedor frente a la
vorágine del centro y los grandes
parlamentos, donde el ajetreo de la
democracia hace que a veces, y solo a veces,
el cargo electo y el bendito funcionario de carrera se desliguen de
Catalogado
como institución que gestiona nuestro día
a día, el Ayuntamiento se ha convertido en la esperanza de todos los que
añoran los tiempos republicanos de este país. Pues el localismo no es enarbolado simplemente por los acólitos de la
burguesía monopolista, ni por sus socios pequeñoburgueses que cogestionan la
dictadura del capital desde estos espacios municipales en donde resuelven
democráticamente sus contradicciones. Tampoco acaba la lista de los
parlamentaristas locales en la
aristocracia obrera que asume sus labores de Estado de muy buen gusto bajo la
consigna de la paz social, exteriorizando así sus intereses de clase ligados
desde hace ya mucho, y sin complejos, al Estado imperialista.
La
llamada izquierda alternativa,
concentradora de todas las derrotas infringidas por los opresores a los
oprimidos, se presenta también al toque de corneta del electoralismo municipal
con la intención de gestionar algo de Estado, aunque sea monopolista y burgués.
Y así, con su acta de concejales republicanos
bajo el brazo, los comunistas arrepublicanados
darán contenido “revolucionario” a la
municipalización de los autobuses urbanos, pondrán más columpios y toboganes en
los parques y jardines de los barrios obreros, cambiarán las farolas más
contaminantes por las más modernas del mercado y pintarán pasos peatonales allá
donde hagan falta. Evidentemente ninguna de estas medidas de municipio ayudará al proletariado en la forja de su Partido
Comunista o cambiará un solo ápice del carácter clasista del Estado. Pero sin
duda son fabulosos cambios en nuestro día
a día y la renuncia ante ellos sería reconocerse a uno mismo como un “sectario izquierdista”.
En el
empeño por aferrarse a la democracia burguesa, el revisionismo, en su magnífica
representación del cretinismo parlamentario, se ha olvidado de que el
Ayuntamiento forma parte de esa constelación de organismos que la burguesía
tiene para ejercer su dictadura de clase, llamada Estado. Proponen que es
posible participar de esta dictadura a través de sus formas menores desligándolas del resto de la realidad, como si el
municipio no dependiese de la jerarquía burocrática del Estado imperialista en cuyo
centro reside el Poder que tan solo delega, o más bien despliega, para
equilibrar su compleja democracia en instancias de distinto nivel: los ayuntamientos,
las diputaciones y CCAA… pero también los convenios colectivos, las cámaras de
representación de profesionales o los ERE.
El
Ayuntamiento se convierte en el marco preferido para la pequeña burguesía
local, para los pequeños patronos, para el comerciante y para el eurodiputado
prejubilado que ha vuelto a su pueblo antes de tiempo. La pequeña burguesía
idealiza su forma de Estado (municipalismo) y el revisionismo carente de
objetivos revolucionarios y haciéndose
eco de la ideología burguesa la transmuta a sus programas políticos
convirtiendo a la institución municipal en el eje vertebrador de todas sus
desvirtuaciones de la dictadura del proletariado: la democracia participativa,
la democracia popular, el socialismo del siglo XXI… propuestas algunas de ellas
muy novedosas, pero que ya fueron
presentadas en el siglo XIX por la pequeña burguesía radical bajo las banderas
del federalismo proudhoniano y el cantonalismo.
El
republicanismo comunista no inventa
nada en su intento por ahogar las reivindicaciones de las masas en el localismo
y la atomización de la organización proletaria. El mensaje practicista y
oportunista de lo municipal en donde todo es posible, como reza la publicidad
de la marca Adidas, es tan solo una forma de salvaguardar el poder central, el
verdadero eje del poder estatal de la burguesía, en donde reside la esencia
clasista del Estado. El municipio reverenciado por estar lejos del Centro, nada tiene que ofrecer a los proletarios, pues en
política estar lejos del centro es estar lejos del Poder haciendo buena la
afirmación de que salvo poder todo es
ilusión.
Ante
el municipio como microorganismo gestor de la dictadura del capital, los
intereses del proletariado y las hondas masas del Estado español tienen bastante
más similitud con los del proletario explotado por aquella marca deportiva en
Yakarta que con la del publicista europeo empeñado en decorar, con el “Impossible is nothing”, la penosa
existencia del proletario consumido y consumidor
de las metrópolis. Ya venga esta publicidad sobre unas botas de fútbol o bajo
las siglas de la candidatura electoral de turno.
Programas bajo mínimos
En el
despliegue electoral que hace toda esta izquierda alternativa, desde la ortodoxia marxista-leninista hasta el neo trotskismo pasando por las distintas
izquierdas nacionales[1], existe
un máximo común denominador: el programa mínimo. De este panorama resultan, a
primera vista, dos líneas programáticas en torno a las cuales se reúne todo el
reformismo en el Estado español: de una parte el comunismo republicano y de otra el nacionalismo de izquierdas en
donde por deméritos propios se ha situado el único movimiento político que en
el Estado español actuaba en coherencia con sus intereses de clase y sus
objetivos democráticos, la izquierda abertzale. Y así, dos movimientos que
parecían antagónicos en su táctica se han mostrado finalmente iguales en su
estrategia de confluencia con las instituciones burguesas en las cuales han
depositado, tanto unos como otros, el devenir de su movimiento. Economicismo y
terrorismo se solidarizan por enésima vez en la historia de la lucha de clases.
Porque ambas formas de lucha parten de una concepción no revolucionaria de la
sociedad en la cual los grupos sociales, las clases, se organizan en movimiento
político para mejorar una situación previa, para presionar a la dictadura
vigente, pero no para destruirla enfrentándola con la dictadura revolucionaria
de las masas obreras. El motor de estas luchas no reside en la conciencia
revolucionaria sino en el espontaneísmo de las masas vistas como sujeto
plebiscitario ante el actuar de su
vanguardia, la cual pilota al movimiento en base a las embestidas del enemigo
olvidándose de sus objetivos y contentándose con la supervivencia del
movimiento dentro del marco de las relaciones sociales burguesas, incluido su máximo baluarte: el Estado.
El
caso del comunismo republicano, contra el cual desde el MAI
desarrollamos la lucha ideológica y política para reconstituir el
marxismo-leninismo, es ya bastante conocido. Tras el final del Ciclo Revolucionario de
Octubre, la mayoría de nuestro movimiento ha renegado de
La
acumulación de fuerzas resultante de este trabajo reformista no puede servir
para construir movimiento revolucionario, para generar Nuevo Poder a través del
cual las masas experimentan su democracia verdadera, su dictadura
revolucionaria. Las masas son acumuladas para
reformar el Estado burgués, para ser presentadas por los revisionistas como su
aval ante la burguesía monopolista y poder reclamar una parte del pastel democrático.
Esto desorienta
a la vanguardia en sus tareas frente a las masas y lleva a la parálisis del
desarrollo del movimiento al falsear la relación dialéctica existente entre
vanguardia y masas. Se apuntala lo viejo y el Partido Comunista, en este caso,
se observa como viejo partido obrero, como el partido-sindicato dedicado a ser
el reflejo institucional de las demandas parciales de los obreros. Así, desde
esta visión organicista del Partido Comunista se vuelven lógicas todas las
aseveraciones en pro de la participación en las elecciones. Ya que el P.C. deja
de ser una relación objetiva entre vanguardia y masas, un conjunto de
relaciones sociales a través de diferentes organismos generados en torno y
desde la conciencia revolucionaria del proletariado para convertirse, según la
concepción anti-dialéctica de los revisionistas, en el simple baremo orgánico del estado del movimiento
espontáneo de las masas detrás del cual la vanguardia
arrastra sus consignas para representarlas ante el Estado burgués.
El
revisionismo con su utilización del parlamentarismo, traslada las ilusiones de
la aristocracia obrera y la pequeña burguesía al proletariado, el cual apenas
participa del circo electoral. Se engaña a los obreros con la idea de que desde
las instituciones burguesas podrán cambiar su vida. Se rebajan los principios
proletarios a consignas electorales biensonantes
que acaban convirtiendo al supuesto programa revolucionario en su contrario, en
receta reformista para una gestión democrática
y transparente de lo que por sí
mismo es dictatorial y opaco para los proletarios: el Estado imperialista. En
definitiva, con la propaganda a favor de la participación electoral, el
revisionismo, el comunismo republicano,
apuntala los prejuicios burgueses de los obreros y se convierte en apéndice
propagandístico del Estado y su maquinaria, al igual que le ocurriera a todo el
sindicalismo comunista con la pasada
huelga general del 29 de Septiembre.
Más
novedoso es el estado en que se presenta
Sin
embargo ahora es la mayoría de
Y
ciertamente este es el desarrollo lógico de todo movimiento
democrático-burgués. Porque a pesar de sus proclamas por el socialismo vasco, provenientes de un periodo
político y cultural en que cualquier
movimiento se adhería a la consigna socialista,
el MLNV es por esencia un movimiento burgués y su finalidad era, y es, confluir
con el conjunto del pueblo vasco en un Estado burgués independiente.
La
cuestión está hoy en que no va a ser en un Estado burgués vasco sobre el que
Y es
que para muchos militantes de base del MLNV la situación debe ser más que
trágica, sobre todo cuando desde
A
través del parlamentarismo el MLNV demuestra, que al igual que el economicismo,
el terrorismo defiende una concepción reaccionaria sobre su relación con las
masas. Lejos de desplegar la lucha armada de las masas, el terrorismo pone su
peso en acciones puntuales de un grupo armado de vanguardia, mientras las masas
esperan inertes o resistentes, pero siempre de forma pasiva en cuanto que carecen de iniciativa, a que su vanguardia convoque una manifestación o el Estado unas elecciones
parlamentarias. Y con esto no queremos decir que sean las masas las que tengan
la iniciativa mientras la vanguardia espera a mover ficha. Ésa es la cara sindical de la misma moneda
espontaneísta. Lo que queremos expresar es precisamente que el terrorismo como
estrategia, igual que el economicismo, incapacita a todo movimiento social para
convertirse en revolucionario porque no tiene en cuenta el conjunto de
organismos que conforman el movimiento revolucionario organizado, en el que
vanguardia y masas se unen de tal modo que sufren una permanente
retroalimentación que les permite desarrollar su relación dialéctica como
contrarios y cimentar más y más su unidad, que se va extendiendo a cada vez
capas más amplias de las masas proletarias en un proceso constante de
transformación, de revolucionarización. Y todo este movimiento se encamina a lo
que ya hemos adelantado antes, a la confrontación
de dictadura, a la lucha entre el poder burgués reaccionario y el poder de
las masas revolucionarias armadas generadas y desplegadas gracias a la
iniciativa de la vanguardia, no en el sentido de arrastrar a su zaga a las masas, sino de elevar ideológica, política y culturalmente a éstas en su proceso
de comprensión del Comunismo, tarea solo realizable a través de
Las
dos formas expuestas, el economicismo y el terrorismo, se desinflan como
estrategia para el proletariado revolucionario porque no logran engarzar
correctamente a vanguardia y masas como sujetos contradictorios que deben
conformarse en una unidad objetiva para la transformación social como Partido
Comunista. Son formas de lucha pequeño-burguesas, que bien manejadas pueden
alcanzar legítimos propósitos como la independencia nacional (aunque parece que
ni siquiera ése va a ser el caso), pero siempre dentro de los márgenes de las relaciones
sociales burguesas, de ahí el empeño por el trabajo parlamentario que muestran
todos en cada cita electoral. Primero porque se manejan en exclusiva con
problemáticas de carácter democrático. Y segundo y más importante, porque delegan
en el espontaneísmo de las masas cualquier desarrollo del movimiento pues la
vanguardia siempre está aislada, unas veces en la punta de lanza del movimiento
(terrorismo), otras en la retaguardia (sindicalismo). Y las masas siempre son
vistas como conjunto amorfo, como rebaño de ovejas que siguen a un pastor por
la llanura electoral o que, descarriadas, son perseguidas por el pastor sindical entre los más o menos
escarpados relieves del resistencialismo.
La
experiencia de la combinación de estos factores en Euskal Herria es una
grandiosa enseñanza para el proletariado revolucionario. Los comunistas republicanos que por su
estrategia de lucha, reformismo y economicismo, no sobrepasan, ni tan siquiera
alcanzan, las fronteras de construcción
política del MLNV tienen aquí el último ejemplo de a dónde conduce este modelo
de movimiento político, que no es a otro sitio que a las instituciones
burguesas y al apuntalamiento del régimen de la explotación asalariada. Pues
son prácticas de lucha que no se corresponden con los objetivos revolucionarios
del proletariado, que pasan por destruir, y no reformar, el aparato estatal en
que se representan los intereses políticos de las clases dominantes. Igualmente
el devenir político del MLNV supone una muestra certera de lo que ocurre cuando
los comunistas se adscriben a movimientos pequeñoburgueses y convierten a las
organizaciones proletarias en apéndices de otras clases sociales.
Diversas
organizaciones comunistas vascas decidieron renegar de la insoslayable tarea de
reconstitución del Partido Comunista para ingresar en el MLNV. Se desviaron de
las tareas que incumben en la actualidad al proletariado revolucionario y bajo
el paraguas nacional se dedicaron a palmear las directrices que la vanguardia nacional vasca emitía. Ahora
los dueños de ese paraguas han preferido recogerlo y resguardarse bajo la
comodidad del Eusko Legebiltzarra. Y
los comunistas vascos, sin ninguna incidencia real dentro del MLNV, se han
quedado más solos que la una
vociferando sobre las bondades de la anterior táctica de
La
representatividad como base política y conceptual del revisionismo
El
culto al parlamentarismo en que se desenvuelve todo el revisionismo tiene su
origen en una concepción eminentemente burguesa de la representatividad. Algo
que ya queda patente en su incomprensión del Partido Comunista como relación
social revolucionaria que transforma y desarrolla dialécticamente a los sujetos
que la conforman.
Para
la burguesía el Estado político es la pantalla a través de la cual se
representa “la verdadera esencia humana”,
sus relaciones socio-económicas y mercantiles. La sociedad civil erigida en
nación, dispone de sí misma a través de un cuerpo particular y diferenciado de
ella misma que es el Estado político. Y así el ser humano es observado de forma
dualista como homo oeconomicus y como
homo politicus, es decir, cómo ser
social –económico— que reproduce sus condiciones de vida y como ser político
que garantiza dicha reproducción a través de la representación o reflejo del
ser económico, del que se haya desligado.
El
Estado burgués es la abstracción política de la sociedad civil que queda como
una transustanciación en que la
economía se aparta de sí misma. Es la expresión de la separación entre el
cuerpo soberano de la sociedad y su
cuerpo gobernante. La unidad de estos
cuerpos es solo de carácter dualista, externo-formal.
La representatividad política aparta al
sujeto de sí mismo para mantenerlo dentro de su cuerpo económico, alienado en
unas condiciones de existencia que le preceden y que sólo pueden ser
representadas, pero nunca superadas, dentro de ese marco político de que se
dota la clase dominante para garantizar su
verdad material, su sistema social productivo basado en la propiedad
privada sobre los medios de producción y la división social del trabajo. Porque
el Estado burgués es la institucionalización política de las relaciones
sociales capitalistas y a través de éste sólo puede garantizarse la
legitimación y el apuntalamiento de las mismas.
En
estas condiciones de representatividad política, el proletariado mantiene su
posición social objetiva de esclavo asalariado, sometido a su conciencia en sí, a su falsa conciencia que lo anima a erigirse
en el representante político de la verdad
económica existente y le impide superarse, elevarse, negarse a sí mismo, para revolucionarizar
las relaciones de producción y forjar unas nuevas. El proletariado se
representa en sí, como sindicato[3],
como organización pre- estatal a
través de la cual se mejora como homo
oeconomicus, es decir, como sujeto producto de las relaciones sociales
burguesas que pretende enfrentar tan sólo para sufrirlas en unas condiciones
más favorables.
Pero
el sindicato, la asociación obrera que tiene por objeto la venta a mayor precio
de la fuerza de trabajo, es bajo el imperialismo mucho más que una organización
pre-estatal (decimos pre- estatal en cuanto a su posición histórica
inicial fuera del aparato estatal burgués o, dicho de otro modo, de la
democracia burguesa) ya que
manteniendo sus objetivos de partida, mejora de las condiciones sociales de la
clase obrera sin subvertir el orden social establecido, el sindicato se ha
convertido en una organización estatal como
gestor de la dictadura del capital y partícipe del sistema imperialista
mundial. Pues inserto en las relaciones de poder de la democracia burguesa, un
amplio sector del proletariado de los Estados imperialistas, la aristocracia
obrera, ejerce dictadura de clase, dictadura reaccionaria, representativa en lo político de las relaciones sociales de
privilegio que disfruta este sector social respecto de la mayoría del
proletariado y demás masas excluidas por la burguesía de su sistema
democrático. Condiciones que obviamente no pretende alterar sino mantener.
Por
ello la identificación del revisionismo con los postulados reaccionarios de la
representatividad va más allá de la utilización o no del parlamentarismo como
marco de lucha proletaria. Si el revisionismo comulga con la representatividad y
el reformismo parlamentario es porque concibe el movimiento político de la
clase obrera como el reflejo de los intereses que se generan y resuelven dentro
del marco de la esclavitud asalariada. Esta visión sindicalista, espontaneísta,
economicista, imposibilita al proletario para alcanzar su conciencia
revolucionaria y lo envuelve una y otra vez en las luchas parciales y
económicas que reproducen al capital. Si bien todo esto encuentra un genial
cauce en el discurso radical acuñado
por el revisionismo respecto de la utilización de las elecciones y el
parlamentarismo, pues se plantea siempre, en menor o mayor grado, que el
proletariado debe gestionar las instituciones reaccionarias como forma de combatir con ellas, en vez de partir de
condiciones nuevas generadas por la vanguardia revolucionaria, es decir, en vez
de enfrentar a estas viejas instituciones con el Nuevo Poder del proletariado
revolucionario.
Esta
línea burguesa de representatividad, tiene difícil justificación para el
revisionismo dado que la concepción leninista del P.C. la dejó en el camino de
la historia de la lucha de clases hace ya muchos años. Porque el P.C.
representa los intereses políticos del proletariado, pero no dentro del marco
capitalista, sino de un modo más elevado, contra el propio marco existente. Y
su vocación es aunar esos intereses políticos con el ser económico en un
proceso revolucionario y de transformación de los mismos hacia la sociedad sin
clases, hacia el Comunismo.
Y como
movimiento revolucionario organizado, el Partido Comunista comanda ese proceso
de unidad dialéctica ejerciendo dictadura revolucionaria. Y los organismos
políticos del proletariado que sirvieron para luchar contra el poder burgués se
han de elevar a organismos del nuevo Estado proletario pues siguen siendo la
representación orgánica de la conciencia para sí del proletariado. Supone esto
un proceso de construcción concéntrica de los instrumentos de
En
este sentido, el Estado proletario es, como el Partido Comunista, la unión
dialéctica de vanguardia y masas en donde se supera la dualidad de la
representatividad burguesa, mediante los Consejos Obreros u órganos del poder
revolucionario en donde persistirá un tipo de mandato que poco tendrá que ver
con el representativo-burgués, lo que realmente es la eliminación de la
representatividad tal y como se entiende en el parlamentarismo y su sustitución
por el mandato revocable e imperativo (Estado de nueva planta o Estado-comuna,
fundado sobre comités de base y con la participación activa y directa de las
masas en todos los asuntos y decisiones políticas). Esta problemática nos lleva
a cómo puede desarrollarse la conversión de las organizaciones proletarias en
las organizaciones del Nuevo Estado. Cuestión que se soluciona a través de
En
su polémica con el revisionismo Lenin hubo de aclarar que los Soviets,
organizaciones de masas a través de las cuales el proletariado, comandado por
los bolcheviques, ejercía su dictadura de clase, debían ser precisamente eso,
órganos de Poder a través de los cuales la vanguardia proletaria asumía la
dirección del Nuevo Estado. Frente a ello, los mencheviques planteaban lo
contrario, un parlamentarismo burgués a través del cual el Partido obrero debía
representar al proletariado mientras
los Soviets debían ser organizaciones ajenas a la gestión del Poder[4]
(los mencheviques, como nuestros arrepublicanados,
habían renegado hacía mucho del concepto marxista de Estado y en vez de
contemplar a éste como un instrumento al servicio de las clases, lo presentaban
ante el proletariado como un órgano de democracia
pura, abstracta, interclasista).
Lo que
en
La consigna electoral
del proletariado revolucionario: ¡Boicot!
El
revisionismo, fiel seguidor de la obra del menchevismo, educa hoy a los obreros
en el circo electoral. Les invita a participar en las elecciones y a encerrar
sus intereses de clase en una urna. Genera la falsa expectativa del cambio
desde el parlamentarismo burgués. Anima a las masas excluidas a reflejar su
condición económica en representación
política. Pero se trata de lo contrario. Se trata de que el obrero rompa con su
condición y comprenda la necesidad de
Las instituciones
representativas de las clases dominantes pueden ser utilizadas en ciertas
condiciones por el proletariado revolucionario. En el proceso de reconstitución
del P.C. el parlamento puede ser usado en la tarea de agrupar a los sectores de
la vanguardia práctica del proletariado entorno a la ideología proletaria.
Puede ser plataforma de propaganda para que un sector de las masas comprenda
los límites del régimen burgués y puede servir para alimentar las
contradicciones de las clases dominantes con la perspectiva de generar una
crisis política general del régimen capitalista. Pero estas son posibilidades
que pueden darse en momentos puntuales y que, en cada momento, deberán ser
tenidas en cuenta por la vanguardia revolucionaria a la hora de hacer labores
de propaganda, pues para nada más sirven los resortes políticos del Estado
capitalista.
Y así en
el boicot o la utilización del parlamento por parte de los comunistas, han de
poner siempre el acento en los límites de éstas instituciones y en su
caducidad, frente a las instituciones proletarias que habrá de forjar, y de la
que serán núcleo de construcción, a través de
Pues
el boicot o la abstención activa que se proclama desde distintos sectores del
movimiento, poco o nada tienen que ver con el boicot revolucionario. Es más
bien un boicot democrático el que se reclama, por ejemplo desde
Por
ello lo que nos demanda en la actualidad el movimiento revolucionario es el
boicot. Un boicot surgido de las necesidades actuales del movimiento
revolucionario que pasan por conquistar la hegemonía ideológica del comunismo en
el movimiento obrero desde su reconstitución como teoría de vanguardia. Un
boicot que ayude a educar a las masas en los principios políticos de
En
definitiva un boicot que nos oriente hacia la verdadera y difícil tarea que
tenemos hoy en frente: La reconstitución
ideológica y política del comunismo.
Movimiento Anti-Imperialista.
Mayo de 2011
[1] Da risa ver como las serias etiquetas de supuestos leninistas,
hoxistas, trotskistas, republicanos y chovinistas varios se confunden a la hora
de confluir en los comicios electorales: PCPE, PCE (M-L), PTE, UP, IZAN, las
CUP… todos los revisionistas y nacionalistas (centrales o periféricos)
coinciden en la necesidad de utilizar el parlamentarismo. Y cómo no, todos
acuden bajo programas mínimos y reformistas, ¡ahora que no tienen nada! Que no
harán el año en que el sorteo de escaños parlamentarios les depare un puesto en
Madrid.
[2] Nos
referimos a los diversos debates internosque a lo largo de la historia de ETA han tenido lugar. Debates cuyo centro
era, entre otras cosas, la lucha entre una línea más tendente al
internacionalismo proletario y la línea chovinista pequeño- burguesa: ETA-berri
y ETA-bai; ETA VI y ETA V; las Células Rojas de Escubi y ETA VI.
[4] “Pero el razonamiento de Kautsky, que he reproducido por entero, es
el quid de todo el problema de los Soviets. El quid
está en saber si los Soviets deben tender a convertirse en organizaciones de
Estado (los bolcheviques lanzaron en abril de 1917 la consigna de "¡Todo
el Poder a los Soviets!" y en
[5] “La democracia burguesa fue
progresiva en comparación con