Trotsky y el Leninismo

Capitulo 1

La Primera Revolución Rusa

 

 

San Petersburgo, 22 de enero de 1905. Una multitud silenciosa, encabezada por un pope ortodoxo, se acerca al Palacio de Invierno del zar. Pretenden entregarle un pliego de peticiones y reivindicaciones cuya aplicación haga más llevadera su desdichada existencia. No les atiende su padrecito autócrata, sino una línea de fusileros; no reciben promesas, sino balazos. Mueren más de 1.000 personas y unas 5.000 resultan heridas. Es domingo.

El Domingo sangriento fue la chispa que encendió la Primera Revolución rusa. Su prólogo estuvo repleto de episodios miserables protagonizados por campesinos sometidos y arruinados por pagar el rescate de su servidumbre, abolida a la medida de sus señores en 1861, y obreros con salarios de hambre y jornadas de más de 12 horas diarias –pero que empezaban ya a aprender a manejar el arma de la huelga. A esto se unió la desastrosa guerra con Japón, iniciada en agosto de 1904, que todavía endureció más las condiciones de vida del pueblo ruso, y el deseo, por parte de algunos sectores de la burguesía, de una reforma del régimen autocrático y semifeudal en la dirección de una mayor apertura hacia el desarrollo capitalista.

La revolución iniciada en 1905 fue un movimiento ascendente que comenzó con huelgas económicas crecientes que se fueron transformando o entrelazando con huelgas políticas, que fueron elevando su magnitud hasta alcanzar la huelga general política –con la que aparecieron los Soviets–, en el mes de octubre, y que culminó con la fracasada insurrección armada en Moscú, en diciembre. A esto se sumaron las revueltas campesinas, que se iniciaron a partir del otoño y que continuaron creciendo a lo largo de 1906, cuando la revolución en las ciudades iba ya remitiendo. Desde el verano de este año, con el movimiento en franco repliegue, las fuerzas revolucionarias fueron encauzando su actividad a través de la Duma de Estado que Nicolás II se había visto obligado a convocar entre el canto de sirenas de las promesas constitucionales. Hasta que, en junio de 1907, el Primer Ministro, Stolipin, disolvió la II Duma , cerrando, así, en falso, el ciclo revolucionario.

La revolución de 1905-1907 movilizó a millones de obreros y campesinos y se caracterizó por que fue la clase obrera quien jugó el papel preponderante y hegemónico. El proletariado ruso actuó como vanguardia de un proceso en el que las reivindicaciones pasaron en seguida a adoptar contenidos políticos democráticos. Por el contrario, la burguesía ejerció un rol secundario, fue a remolque de los acontecimientos y, más bien, buscó la conciliación con la autocracia a través del seudoparlamento en forma de Duma de Estado. De hecho, la revolución sirvió para la consagración política de la burguesía liberal, que sólo en 1905 pudo constituir un partido al estilo de los de la burguesía occidental (el Partido Demócrata Constitucionalista, coloquialmente conocido como kadete ).

El posicionamiento de los partidos y de las clases en la Rusia revolucionaria siguió, en líneas generales, el guión fundamental que ya escribieran los marxistas en el Congreso de fundación de su partido, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), en 1898[1], y el análisis realizado en 1906 por el dirigente socialista alemán K. Kautsky en relación con el carácter social de la próxima revolución rusa, en general, y con el papel que en ella jugaría la burguesía liberal, en particular[2].

Desde estos presupuestos teóricos, y desde su confirmación por la experiencia práctica de la revolución, la socialdemocracia rusa pudo concretar sus diferentes concepciones tácticas. Ciertamente, una cosa eran las tareas de la revolución, y otra muy distinta sus fuerzas motrices y qué clase social debía dirigirla. Esta cuestión ahondaría aún más las diferencias políticas de las dos corrientes principales del socialismo ruso –el bolchevismo y el menchevismo– que ya se habían separado en el II Congreso del partido, celebrado en 1903.

Para los mencheviques, la naturaleza democrático-burguesa de las tareas de la revolución rusa indicaban la necesidad de que fuera la burguesía quien se pusiera a la cabeza del proceso, a la vez que el proletariado se reservaba las funciones de oposición extrema, aguardando su turno para ejercer el papel revolucionario que le ha encomendado la historia, mientras el capitalismo va creando las condiciones para la implementación de su lucha de clase en pos del socialismo. Para los bolcheviques, en cambio, de la naturaleza social de la revolución no se debía deducir necesariamente la naturaleza social de su sujeto dirigente. Para Lenin y sus seguidores, la burguesía se encontraba incapacitada para conducir de manera consecuente y hasta el final la revolución burguesa en Rusia: el temor de la débil burguesía a verse sobrepasada por el proletariado y las masas populares en el proceso, la retraían de su teórico papel dirigente. Como decía el jefe de los bolcheviques:

“[Cuando el proletariado ha empezado a] tener conciencia de constituir una clase aparte y a unirse en una organización de clase, independiente, [cuando el proletariado, en tales condiciones], utiliza cada paso de la libertad para reforzar su organización de clase contra la burguesía. De ahí deriva inevitablemente la aspiración de la burguesía a suavizar las aristas de la revolución, a no permitir que sea llevada a su fin, a no dar al proletariado la posibilidad de realizar su lucha de clase con toda libertad (…). Por eso, en el mejor de los casos, en las épocas de mayor ascenso de la revolución, la burguesía constituye (…) un elemento que vacila entre la revolución y la reacción. De manera que la burguesía no puede ser el dirigente de nuestra revolución.”[3]

Además, la revolución rusa presentaba una peculiaridad especial:

“(…) la agudeza del problema agrario, mucho más exacerbado en Rusia de lo que fuera en cualquier otro país en condiciones similares. La llamada reforma campesina de 1861 se llevó a cabo de modo tan inconsecuente y antidemocrático que las bases fundamentales de la dominación de los terratenientes bajo el régimen de servidumbre no fueron conmovidas. Por eso, el problema agrario, o sea, la lucha de los campesinos contra los terratenientes por la tierra, resultó ser una de las piedras de toque de la actual revolución. Esta lucha por la tierra forzosamente impulsa a enormes masas campesinas a la revolución democrática, pues sólo la democracia puede darles la tierra, al darles predominio en el Estado. La condición para la victoria del campesinado es el aniquilamiento total de la propiedad de los terratenientes.

De esta correlación de fuerzas sociales surge la inevitable conclusión de que la burguesía no puede ser el motor principal ni el dirigente de la revolución. Sólo el proletariado está en condiciones de llevarla hasta el fin, es decir, hasta la victoria completa. Pero esta victoria puede lograrse únicamente a condición de que el proletariado consiga llevar tras de sí a gran parte del campesinado. La victoria de la actual revolución es posible en Rusia sólo como dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado.”[4]

Siguiendo estos lineamientos tácticos, la percepción de las clases y de los partidos desde el punto de vista de la línea divisoria entre la revolución y la contrarrevolución variaba grandemente para cada una de las corrientes del socialismo ruso. Para los mencheviques, partidarios de una revolución burguesa clásica , el principal cometido del partido proletario consistía en apoyar al partido kadete , mientras establecían la línea que separaba la revolución de la contrarrevolución entre éste y los octubristas[5]. Por el contrario, para los bolcheviques, el papel dirigente del proletariado y las tareas de la revolución exigían que la socialdemocracia se atrajese a la pequeña burguesía democrática. La línea divisoria, entonces, habría que situarla entre la democracia revolucionaria y los kadetes . Cuando el desarrollo de la revolución, que implicaba una polarización constante de las fuerzas políticas, llevó al liberalismo constitucionalista a formar Gobierno, integrando el denominado gabinete responsable , al precio de su renuncia a cuestionar la propiedad terrateniente y al de su alejamiento de la consigna de Asamblea Constituyente –para ir reconociendo, poco a poco, la legitimidad de la Duma del zar–, el menchevismo se vio arrastrado hacia el campo contrarrevolucionario bajo la consigna de “gobierno apoyado en la Duma ”, y, una vez que ésta fue disuelta, con la idea de que fuese la Duma , y no un Gobierno Provisional Revolucionario –como defendían los bolcheviques–, quien convocase la Asamblea Constituyente ; todo lo cual significaba renunciar a la revolución democrática a cambio de un compromiso reformista con la autocracia. Por su parte, mientras los mencheviques se alejaban de la vía revolucionaria y del marxismo, los bolcheviques vieron cubiertas sus expectativas en el deslindamiento político entre las clases provocado por la marcha de los sucesos revolucionarios, cuando en la I Duma zarista se fue configurando el denominado “Grupo del Trabajo” –los llamados trudoviques –, como expresión de la democracia campesina revolucionaria y de la separación de ésta de la burguesía liberal. A partir de aquí, se abría la posibilidad práctica de realizar en el plano político la alianza de las clases revolucionarias que el plan bolchevique había puesto en la base de la revolución rusa. El golpe de Estado de Stolipin terminó con esta esperanza; pero, para 1907, los bolcheviques habían visto confirmada su línea táctica con el respaldo de los acontecimientos más importantes de la revolución, tanto en su fase ascendente, hasta la insurrección de diciembre, como en su fase de repliegue. La experiencia de 1905-07 no sólo había ratificado la posibilidad de que el proletariado se pudiera poner a la cabeza de la revolución democrático-burguesa en Rusia, sino también permitió corroborar la naturaleza de clase del futuro poder revolucionario según la fórmula bolchevique que Lenin hizo famosa en su libro dedicado a debatir estas cuestiones, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática :

“ El proletariado debe llevar a su término la revolución democrática, atrayéndose las masas campesinas, para aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía. El proletariado debe llevar a cabo la revolución socialista, atrayéndose la masa de elementos semiproletarios de la población, para romper por la fuerza la resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los campesinos y de la pequeña burguesía .”[6]

NOTAS

[1]En el Manifiesto de Minsk , en plena época de colaboración entre marxistas legales y marxistas revolucionarios, el propio P. Struve leyó ante el Congreso de fundación del POSDR el reconocimiento explícito, por parte de una de las corrientes del pensamiento liberal ruso, de la incapacidad de la burguesía para encabezar y consumar la revolución burguesa ( Cfr ., CARR, E. H.: La Revolución Bolchevique (1917-1923). Ed. Alianza. Madrid, 1972; tomo 1, pp. 25 y 29). Trotsky también compartía la común perspectiva revolucionaria del marxismo ruso en estos momentos incipientes: “Rusia avanzaba hacia la revolución burguesa. En las filas de la socialdemocracia (…) nadie dudaba que la revolución que se acercaba era precisamente burguesa ” (TROTSKY, L.: La revolución permanente . Ed. Fontamara. Barcelona, 1979; p. 46).

[2]Cfr ., LENIN, V. I.: Obras completas [en adelante, O.C .]. Moscú, 1983. 5ª edición; tomo 14, pp.183-193.

[3]LENIN: O.C ., t. 15, pp. 350 y 351.

[4]Ibídem.

[5]Así se denominaba coloquialmente a los seguidores de la Unión del 17 de octubre, el partido de los terratenientes y los industriales, ala derecha de los kadetes , que, tras el segundo manifiesto del zar, emitido en octubre de 1905 y en el que prometía “libertades civiles” y una “Duma legislativa”, había considerado suficientes esas concesiones de la autocracia y se había escindido de la vía liberal-constitucionalista representada por sus colegas demoliberales.

[6]LENIN: O.C ., t. 11, p. 95.