UN GRITO DE PROTESTA KURDO SURGE DE LA
CELDA DE UNA PRISIÓN
Esta carta fue arrojada desde una
ventana de la cárcel de Ankara.
The Times
7 de septiembre de 1994
Después de un Golpe de Estado, Turquía tiene la tradición de encarcelar periódicamente a los políticos. A pesar de estos antecedentes, las acciones tomadas contra mí y mis colegas parlamentarios es algo nuevo. Ésta es la primera vez que un gobierno "civil" amenaza con la pena capital a representantes populares legítimamente electos. 
Estas acciones son esencialmente políticas. Aún antes de llegar a la Corte, Tansu Ciller, la Primera Ministra y su corte de ministros, así como los líderes de los partidos políticos, nos juzgaron y condenaron. Durante las elecciones municipales de marzo último, la Sra. Ciller se refirió a nosotros como "traidores en el parlamento", y su portavoz oficial nos describió ante la televisión estatal como "terroristas". En tales circunstancias, el parlamento no merece llevar ese nombre y tampoco es posible creer en la justicia turca. 
Esta justicia me quiere condenar a muerte por mis actividades pacíficas y legales, realizadas en mi calidad de miembro del parlamento en representación de la ciudad de Diyarbakir. Me reprochan turbiamente mis opiniones ante las asambleas plenarias, ante mis votantes y la prensa local e internacional, así como por haber llevado a cabo una huelga de hambre para protestar contra la destrucción de la ciudad kurda de Çirnak, perpretada por el ejército. He apelado a la paz y el diálogo. Mi crimen ha sido usar una frase kurda durante mi protesta de lealtad al parlamento, llamando a la amistad entre kurdos y turcos para coexistir pacíficamente. Aún por los colores de mi indumentaria, se me acusa de "separatista". 
Hablar de la existencia del pueblo kurdo y de la tierra de Kurdistán, demandar pacíficamente el reconocimiento de la cultura y la identidad kurdas en un sistema democrático dentro de sus fronteras reconocidas, me convierte en un miembro del brazo político del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), aún cuando ese partido lleva a cabo una lucha distinta, buscamos una solución pacífica al problema kurdo. 
No sólo yo he opinado sobre los kurdos. Turgut Ozal, nuestro último presidente, habló públicamente de la "existencia de 12 millones de kurdos en Turquía", y dijo que era posible una solución federada al conflicto. Aún el presidente Suleyman Demirel, declaró en noviembre de 1991: "de ahora en adelante Turquía reconoce la realidad de los kurdos". 
El pueblo kurdo no es producto de mi imaginación. Los mismos historiadores nos dicen que los kurdos han habitado esta tierra desde los albores de la historia, que tienen su propia lengua, y una cultura y civilización propias. Mi pueblo ha conducido veintiocho levantamientos entre 1806 y 1937 para conquistar su liberación. Hoy, el presidente Demirel afirma que la actual guerra será la número veintinueve. 
Al final de la Primera Guerra Mundial, cuando fue amenazada la existencia misma de Turquía, los kurdos respondieron generosamente al llamamiento de Mustafá Kemal, prometiéndonos que tendríamos plenos derechos en el nuevo estado. 
Setenta y cinco representantes kurdos han tenido una curul en la Asamblea Nacional como diputados del Kurdistán. 
En 1922 Kemal, llamado después "Ataturk", anunció una ley de 19 artículos para la "Provincia de Kurdistán y su Asamblea". El mismo "Ataturk" impulsó una política de dilación para discutir sus propias propuestas hasta la culminación del Tratado de Lausana, que reconoció al nuevo estado turco en julio de 1923. Los diputados que anteriormente lo habían apoyado fueron enviados al Tribunal de la Independencia -el antecesor de la corte que hoy nos juzga- sentenciándolos al patíbulo. En 1924 una nueva Constitución prohibe la utilización de la palabra "kurdo" y proscribe en Turquía todos los idiomas a excepción del turco. 
Desde entonces, la República Turca ha pretendido negar la existencia de los kurdos en Turquía, diciendo que son "turcos de la montaña". Los nombres de las ancestrales ciudades kurdas fueron cambiados por nombres turcos, y está prohibido ponerles nombres kurdos a los niños de Kurdistán. Algunos intelectuales han sido apaciguados con puestos burocráticos, mientras otros padecen el exilio o la prisión. Esta política se ha ejercido aún antes de la legalización de los partidos políticos en 1950. La elite kurda ha sido gradualmente eliminada. En 1971 el partido de izquierda turco, el Partido del Trabajo, fue proscrito por reconocer "la existencia del pueblo kurdo". 
El Golpe Militar de septiembre de 1980 hundió al país en una feroz represión. Esta tierra, cuyos ancestros han sido amantes de la libertad y la democracia, ha visto sus calles repletas de voces que se oponen a la dictadura. Es una lástima que Turquía haya perdido este espíritu. 
Por ello, no me extraña que hoy los partidos de Turquía acepten un sistema que niega la existencia misma de los kurdos.
LEYLA ZANA.