ATAQUE A SUDAN Y A AFGHANISTAN: Bombas, mentiras y poder

James Petras

Las razones dadas por Estados Unidos para explicar el bombardeo de las
supuestas bases terroristas en Afganistán y
Sudán han sido menos convincentes que las esgrimidas en las recientes
intervenciones militares norteamericanas en
Panamá, Somalia, Irak, Nicaragua, El Salvador y en otros países,
también justificadas con argumentos dudosos.

Las explicaciones del ataque a Sudán son las menos plausibles. El
presidente Clinton y el Congreso han presentado el
bombardeo de una fábrica de medicamentos como un ataque antiterrorista
en represalia por el atentado contra las
embajadas norteamericanas de Kenia y Tanzania. Sin embargo, no existen
pruebas de esta relación.

Samuel Berger, asesor de Seguridad Nacional de Clinton, alega que la
factoría de Jartum producía «compuestos químicos
utilizados en la composición del gas neurotóxico VX». Pero no hay
pruebas que apoyen tales acusaciones. Las autoridades
sudanesas han remitido la lista de los 53 medicamentos que se fabricaban
en la planta farmacéutica bombardeada. Los
periodistas que examinaron los escombros
sólo encontraron frascos y etiquetas de productos farmacéuticos. Ninguno
de ellos pudo confirmar la presencia de gases
tóxicos en las proximidades. Las únicas víctimas han sido los sudaneses
que resultaron heridos en el bombardeo...no hay
informes de personas que hayan sufrido los efectos de gases tóxicos.

La segunda justificación de Clinton para el bombardeo de Sudán fue la
relación del Gobierno sudanés con el supuesto
«autor intelectual» de los atentados en Africa, Osama bin Laden. Las
pruebas aportadas: Bin Laden permaneció en Sudán
hasta 1996. Pero lo que Washington no ha mencionado es que el régimen
sudanés expulsó a Bin Laden hace dos años en
un intento de mejorar sus relaciones con EEUU. Washington afirma que Bin
Laden tenía inversiones en la planta
farmacéutica bombardeada, pero hasta la fecha no tiene documentos que lo
confirmen.

Washington acusa a los sudaneses de alojar bases de entrenamiento de
terroristas fundamentalistas. Lo cierto es que la
CIA patrocinó dichas bases desde finales de los años 70 hasta finales de
los 80 con el objetivo de combatir la intervención
militar soviética en Afganistán. Sin embargo, no está claro qué relación
existe entre los veteranos de Afganistán, el
Gobierno de Sudán y los atentados contra las
embajadas. En este sentido sería igualmente plausible sostener que la
capacidad militar y los conocimientos técnicos
necesarios para llevar a cabo los atentados contra las embajadas han
sido producto de la intensa colaboración que
mantuvo la CIA con Osama bin Laden durante una década.

¿Deberían, por tanto, ordenar al Pentágono que lance sus misiles contra
las oficinas centrales de la CIA en Virginia? Las
razones presentadas por Clinton para bombardear Afganistán son
igualmente insostenibles. Según él, Bin Laden fue el
«autor intelectual» del ataque terrorista contra las embajadas
norteamericanas. Pero el FBI y la CIA habían reconocido en las semanas
previas al bombardeo que sólo habían logrado
identificar a «posibles sospechosos», pero no sabían quiénes eran los
culpables y mucho menos «el autor intelectual» del
ataque contra las embajadas.

A Bin Laden se le acusa de financiar una amplia red de terroristas
musulmanes, pero esta idea contradice
directamente los informes del Departamento de Estado sobre el terrorismo
internacional, donde se describe a los
patrocinadores de estos grupos como líderes enfrentados entre sí e
incapaces de ponerse de acuerdo en lo que concierne a
las tácticas, la estrategia y la pureza de su doctrina. No hay prueba
alguna de que Bin Laden controle dichos grupos
musulmanes y, si reciben apoyo de Bin Laden ello no significa que están
bajo su mando.

El ataque unilateral llevado a cabo por EEUU va en contra de las leyes
internacionales y de la Carta de Derechos de la
ONU, y fue sin duda una acción no provocada. Las instalaciones que
fueron bombardeadas en ambos países no estaban
relacionadas con el ataque contra las embajadas y, por tanto, los
afectados tienen derecho a demandar a EEUU ante un
tribunal internacional. Bin Laden puede demandar a Samuel Berger,
William Cohen, Madeleine Albright y Bill Clinton por
haber presentado acusaciones falsas en su contra.
Sin embargo, nada de esto ocurrirá, ya que, a fin de cuentas, los cargos
falsos y los ataques con misiles son acciones
políticas cuyo objetivo ha sido demostrar que EEUU es una potencia
mundial capaz de actuar militarmente con impunidad.
Los atentados contra las embajadas pusieron de manifiesto la
vulnerabilidad del imperio. El objetivo del bombardeo por parte de EEUU
de dos países musulmanes de escaso poder era
dar una muestra del poder del imperio y de su capacidad de responder con
un ataque militar sin contar con una
justificación lógica. El mensaje de Washington es el siguiente:
más vale no enfrentarse a EEUU... ya se sabe que puede enloquecer.

James Petras profesor de la Universidad de Binghamton (Nueva York).