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El horror de las residencias de Madrid

Lunes 18 de marzo de 2024 NODO50

Murieron de una manera horrible. Ahogadas. Asfixiadas. Deshidratadas. Por falta de atención médica». Sus familias y los ciudadanos de Madrid se merecen y exigen la verdad de lo ocurrido…

Madrid superó a toda España y a toda Europa en la mortalidad en la pandemia COVID-19 debido a la inmisericorde decisión administrativa de la Comunidad, presidida por Isabel Díaz Ayuso, de no trasladar a los enfermos de las residencias a los hospitales y dejarles abandonados en su agonía. La Comisión Ciudadana por la Verdad ha presentado su demoledor informe.

El informe calcula que 4.000 de los 7.291 fallecidos se podrían haber salvado

Devastador. Leer el informe de la Comisión Ciudadana por la Verdad en las Residencias de Madrid es desolador. Las palabras secas, austeras y los datos feroces que se leen en él vuelven a dibujar el espanto que se vivió en las residencias de Madrid entre el 1 de marzo y el 30 de abril de 2020, las peores fechas de la pandemia de la COVID-19. Al menos, uno de cada cinco residente murió. Y de qué forma. Solos, ahogados, encerrados y sin recibir ayuda ni traslados a hospitales ni medicación para paliar sus sufrimientos. 7.291 muertos. 4.000 de ellos podrían haber sobrevivido.

Los familiares esperaban impacientes en las escaleras del Ateneo de Madrid mientras la Comisión presentaba el informe a la prensa. Había llegado el momento de poner negro sobre blanco y dar a conocer el horror de lo ocurrido. Y en números, como ese 21,5% de todas las personas que vivían en las residencias que perdieron la vida, de las 1.300 camas del hospital de IFEMA que sólo 23 fueron ocupadas por residentes con síntomas leves y ninguno en los 14 hoteles medicalizados y ni uno solo en las camas de los hospitales privados, la multiplicación por seis los fallecidos en comparación con años anteriores, el récord de mortalidad de la Comunidad de Madrid en toda Europa y que sólo el 1,7% de los decesos en residencias fueron investigados por la Fiscalía de Madrid. Tras estos números está el famoso Protocolo de la Vergüenza, esa orden de no trasladar a los enfermos a los hospitales, excepto lo que tenían un seguro privado.

Presentación Informe Residencias Madrid

El magistrado emérito Martín Pallín, presidente de la Comisión, junto a los demás miembros María Victoria Zunzunegui, epidemióloga, la politóloga Cristina Monge, el redactor del informe Fernando Flores, el abogado Eduardo Ranz, la escritora Anna Freixas y el médico Fernando Lamata elaboraron el informe con datos oficiales, informes públicos y sociedad civil, entrevistas al personal de las residencias y supervivientes e investigaciones periodísticas y académicas donde quedan claras las causas y responsabilidades de la tragedia. Y la total falta de interés de las autoridades para escuchar a las familias y la vergonzante ausencia de justicia ante decisiones administrativas que costaron 7.291 vidas. Como recuerda una de las personas que dieron su testimonio: «Se murieron de una forma horrible, horrible. Lo peor y lo voy a recordar hasta el día que me muera de cómo murieron esas personas. A mí me gustaría que la gente supiera cómo se murieron por no recibir atención médica. Murieron de una manera horrible. Ahogadas. Asfixiadas. Deshidratadas. Por falta de atención médica». Sus familias y los ciudadanos de Madrid se merecen y exigen la verdad de lo ocurrido.

Leer-descargar (PDF) informe de la Comisión Ciudadana
por la Verdad en las Residencias de Madrid, clic aquí

* Betzie Jaramillo Becker es periodista y guionista chilena. Ha trabajado en televisión, radio y prensa escrita en Chile y España. En 2005 obtuvo el Premio SERNAM “Periodismo y Mujer”. Forma parte del Colectivo LoQueSomos.

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De la Sección : {Noticias Destacadas}

En honor a las trabajadoras rusas, la alemana Clara Zetkin y la polaca Rosa Luxemburg tomaron el 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

El origen del 8M: intereses estadounidenses que banalizan el feminismo

Texto: Maria Gorosarri

Viernes 8 de marzo de 2024 NODO50

Los últimos años han sido especialmente numerosas las manifestaciones convocadas el 8 de Marzo en diferentes países. Es más, el movimiento feminista ha retomado la huelga de mujeres, que históricamente ha conseguido incluso el derecho al voto universal en algunos países, como herramienta social para articular la denuncia por la violencia contra las mujeres, eligiendo el 8M por su potencial simbólico.

La idea de un pasado reivindicativo, sin embargo, no puede ser el argumento para defender nuestros derechos en la actualidad. No es necesario conocer el pasado para tener razón. El problema surge cuando nos identificamos con un precedente inexistente, incorporado al relato histórico según intereses ajenos al movimiento feminista.

El 8 de Marzo se institucionalizó a escala mundial como Día Internacional de la Mujer en 1977, después de que la Organización de Naciones Unidas (ONU) celebrara en 1975 el Año Internacional de la Mujer. Aun así, no especificó el origen del 8 de Marzo. Hoy, en su página web, solo señala que “tras la Segunda Guerra Mundial” el 8M se celebró “en muchos países” antes de ser reconocido por la ONU como Día Internacional de la Mujer. Es decir, evita mencionar que se trataba únicamente de los países del bloque comunista.

Desde que la ONU declaró en 1977 el 8 de Marzo como el Día Internacional de las Mujeres, han aparecido hasta tres referencias estadounidenses que, apuntan, dieron origen al 8M como reivindicación feminista. En primer lugar, se alude a una huelga en el sector textil de Nueva York en 1857, pero ya en 1985 quedó descartada, en plena Guerra Fría, al considerarla un bulo anticomunista que buscaba fundar un acontecimiento anterior a las huelgas de trabajadoras en la Revolución Rusa de 1917. De hecho, no hay dato comprobable alguno sobre dicha huelga. Además, el 8 de marzo de 1857 fue domingo.

En segundo lugar, hay otros dos hechos que aparecen situados el 8 de marzo de 1907: una huelga “masiva” y una reunión de las Mujeres Socialistas Americanas. Pero tampoco la huelga o la reunión aparecen documentadas.

Por último, el incendio en la recurrida fábrica de camisas Triangle Shirtwaist en Nueva York, donde murieron 123 trabajadoras y 23 trabajadores, y que dicen que emitió humo morado, ocurrió el 25 de marzo de 1911. La comunidad judía ha denunciado que este hecho se haya utilizado desde 1985 para destacar a las trabajadoras muertas en vez de recordar que el incendio se utilizó para exigir medidas de protección en el trabajo.

Ninguna de las tres referencias habituales sobre el 8 de Marzo resulta cierta. Son fruto de la supremacía militar y, por lo tanto, cultural, estadounidense. El 8 de Marzo no rememora ningún acontecimiento sucedido en Estados Unidos. Únicamente la elección de un día fue una característica estadounidense. Así, la primera celebración documentada del Día de la Mujer fue el 3 de mayo de 1908, en Chicago (Estados Unidos), organizada por el Partido Socialista, donde reivindicaron la igualdad económica y política. A partir de entonces, se comenzó a celebrar el Día Nacional [estadounidense] de la Mujer el último domingo de febrero. De esa manera, el primer país donde el movimiento socialista instauró un día al año ligado a los derechos de las mujeres fue Estados Unidos.

Ya un año antes de ese primer Día de la Mujer estadounidense de 1908, sin embargo, la socialista alemana Clara Zetkin (1857-1933) lideró la fundación de la 1ª Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, dentro de la Conferencia de la II Internacional Socialista celebrada en Stuttgart (Alemania), en 1907, donde se reclamaba el derecho al voto. Dos años después, en la 2ª Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague (Dinamarca) en 1910, se decidió adoptar la fórmula norteamericana de la celebración de un día, en este caso, internacional, aunque no se le puso fecha.

Mientras en Estados Unidos el Día Nacional de la Mujer se siguió celebrando el último domingo de febrero, en Europa el primer Día Internacional de la Mujer se conmemoró el 19 de marzo de 1911: el día siguiente al homenaje del 40º aniversario de la Comuna de París (que tuvo lugar del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871). Fueron cuatro los países que acogieron ese primer día internacional: Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, donde ¡un millón de trabajadoras! reivindicó el derecho al voto universal, que las mujeres pudieran ocupar cargos públicos, así como el derecho a la formación profesional y a la no discriminación laboral. El año siguiente también participaron Francia, Países Bajos y Suecia.

Rusia se unió a la celebración del Día Internacional de la Mujer en 1913, el último domingo de febrero. En la celebración de 1917, las trabajadoras y campesinas rusas organizaron una huelga en San Petersburgo que terminaría con la abdicación del zar y el reconocimiento del sufragio universal… ¡solo cuatro días después! La Revolución Soviética había comenzado.

Por ello, en honor a las trabajadoras rusas, la alemana Clara Zetkin y la polaca Rosa Luxemburg (1971-1919) tomaron el 8 de Marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, haciendo coincidir el 23 de febrero del calendario juliano –empleado en la Rusia zarista– con el 8 de marzo de nuestro calendario (dato comprobado por la autora). Así, la Rusia postzarista fue el primer país occidental en reconocer el derecho a voto a las mujeres. Después, en 1922, Lenin declaró el 8M fiesta oficial en la Unión Soviética, aunque laborable.

En 1936, cuatro meses y medio antes del golpe de Estado fascista en el Estado español, Dolores Ibarruri, Pasionaria, y Dolors Bargalló organizaron el primer 8M en Madrid y en Barcelona, respectivamente, donde denunciaron la amenaza del fascismo. Los años siguientes, ya en guerra, el 8M solo se celebró en Barcelona. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Día Internacional de la Mujer quedó fijado el 8 de Marzo en los países del bloque soviético y como fiesta organizada por el Partido Comunista, en el resto de países.

Huelgas de mujeres

La huelga de las trabajadoras y campesinas rusas no fue la primera reivindicación de mujeres. Al contrario, las organizaciones de mujeres han participado, y algunas veces, generado, los momentos clave de la historia europea. Durante la Revolución Francesa, fue la Marcha sobre Versalles (5 de octubre de 1789), que reunió a 4.000 trabajadoras y campesinas, la que consiguió derrocar al rey de Francia. Casi 100 años después, en 1869, 8.000 hilanderas de Lyon organizaron una huelga para reducir la jornada laboral a diez horas. Lo mismo sucedió durante el Gobierno popular de la Comuna de París (1871): las mujeres se organizaron en órganos revolucionarios como el Comité de Vigilancia de las Ciudadanas o la Unión de Mujeres para la Defensa de París, desde donde defendieron la Comuna con armas, cuestión que les fue negada en la Revolución Francesa.

Las huelgas de mujeres han seguido marcando el ritmo de la historia, ampliando las reivindicaciones laborales a nuestra vida cotidiana. El 24 de octubre de 1975, en Islandia, tuvo lugar la jornada conocida como Women’s Day Off (El día libre de las mujeres). El 90 por ciento de las islandesas secundaron la huelga de trabajo, cuidados a menores y tareas domésticas. Se planteó la cuestión de si la duración de la huelga (24 horas) suponía un freno a sus demandas sociales, ya que al día siguiente retornarían a la normalidad anterior.

Recientemente, en 2016, dos movimientos feministas han retomado la huelga como forma de protesta feminista. Por un lado, en Polonia, las mujeres se declararon en huelga de trabajo, estudios y tareas domésticas, para oponerse a la prohibición del aborto, y se manifestaron vestidas de negro, en la jornada del Lunes Negro (3 de octubre de 2016). Por otro lado, el movimiento Ni una menos, surgido en Argentina tras el asesinato de una joven de 14 años por su novio, canalizó las diversas manifestaciones multitudinarias en una huelga general el 19 de octubre de 2016. Además, el movimiento se extendió por varios países de América del Sur.

De esa manera, el 8 de marzo de 2017 surgió la primera convocatoria internacional para un paro mundial de mujeres, en trabajos productivos y reproductivos, en unos 57 países, “como respuesta a la actual violencia social, legal, sexual, política, moral y verbal experimentada por las mujeres”. En el Estado español, en 2017, se hicieron algunos parones simbólicos, mientras que en 2018 y 2019 varios sindicatos convocaron huelga. Esos tres años hubo manifestaciones especialmente numerosas.

Al recuperar las reivindicaciones feministas la huelga como forma de protesta, se ha ampliado el concepto de trabajo a las tareas reproductivas. Las manifestaciones para denunciar las violencias contra las mujeres tienen lugar en el ámbito económico de nuestras sociedades, señalando al modelo social como la raíz del sexismo que nos asesina. Asumir una genealogía irreal, además de contribuir a intereses ajenos al movimiento feminista, banaliza el feminismo.

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Convocatorias 8 de marzo 2024. Día Internacional de las Mujeres

Miércoles 6 de marzo de 2024 NODO50

El 8 de marzo siempre ha sido y es un espacio de rebeldía, indignación, provocación y propuesta.
Un espacio de alegría compartida, de complicidad, identidad inclusiva y fuerza feminista.

"Siendo conscientes de que no estamos todas las que somos pero sí somos todas las que estamos" , y comprometidas por derechos de todas las personas.

¡Amigas! Nos unimos a la #AcciónFeministaGlobal
Palestina es causa feminista y nos alzamos en solidaridad con nuestras hermanas palestinas.

Recogemos concentraciones, manifestaciones, acciones etc. #8M2024 #SeAcabó
Ante los genocidios, el racismo, las violencias patriarcales, la pobreza y la precariedad...
... ¡¡NOS SUBLEVAMOS!!

A Coruña, 20h Obelisco
As Pontes, 20:30h saída do Concello
Compostela, 20h Praza 8 de marzo
Ferrol, 20h Praza Amada García
Lalín 20h KM0
Lugo, 20h Diante da Xunta
Marin 20h prza 8 de marzo
O Porriño, 20h rotonda do Canteiro
Ourense, 11h CHOU,12:30h paseo con Concordia, 20h manifestación Subdelegación
Pontevedra, 20h Praza de Ourense
Ribadavia ,20h praza de Concello
Ribadeo, 20h rotonda do instituto.
Val Miñor, 13:30h no cruce da Ramallosa
Convoca: Movemento Feminista Galego
más info :http://feminismo.info/feminismo/blog/8m-feminismo-organizado-para-varrer-o-patriarcado/

8 marzo A las 12:00 Plza. San Francisco, Manifestación estudiantil
A las 19:00 Manifestación en Paraninfo
Convoca: Movimiento Feminista de Zaragoza https://www.facebook.com/8mzgz

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La formación de la clase obrera italiana

Por Paolo Tedesco, traducción: Florencia Oroz

Sábado 2 de marzo de 2024 NODO50

Tras participar en el levantamiento de la izquierda radical italiana, Franco Ramella se dedicó a escribir sobre la historia temprana del capitalismo y la resistencia de la clase obrera en Italia. Su brillante obra tiene fuertes ecos del famoso trabajo de E. P. Thompson.

El advenimiento del capitalismo está inextricablemente ligado al comienzo del colonialismo, la expropiación y la esclavitud. Los pueblos de Asia, África y América pagaron el precio más alto en el ascenso económico del mundo occidental. Pero la explotación de las clases trabajadoras europeas también fue una parte crucial del proceso de industrialización.

A los ojos de la sociedad europea, el capitalismo sigue percibiéndose mayoritariamente como una fuerza liberadora, que sentó las bases de un estilo de vida contemporáneo privilegiado. Sin embargo, incluso en las partes del mundo que más se beneficiaron del sistema, los aspectos negativos del capitalismo eran evidentes. Quizá, si miramos un poco más cerca de casa, estas verdades incómodas sean más difíciles de ignorar.

El trabajo del historiador italiano Franco Ramella ha supuesto una importante contribución a esta labor de denuncia. Su libro Terra e telai: sistemi di parentela e manifattura nel Biellese dell’Ottocento[Tierra y telares: sistemas de parentesco y manufactura en la Biella del siglo XIX] da un vuelco total a la visión tradicional del campo italiano en el siglo XIX. Su enfoque microhistórico sobre las manufacturas textiles revela cómo el capitalismo industrial impuso un régimen de explotación mucho más duro e instauró nuevas formas de precariedad, llevando la miseria a las vidas tanto de los campesinos como de los trabajadores de las fábricas.

La obra de Ramella tiene fuertes ecos de los libros y ensayos de E. P. Thompson sobre la historia temprana del capitalismo en Gran Bretaña. Y, al igual que Thompson, Ramella tendió un puente entre los mundos de la erudición académica y el activismo político en su carrera intelectual. Terra e telai, que apareció por primera vez en la década de 1980, se ha vuelto a publicar recientemente, lo que nos brinda la oportunidad de echar un nuevo vistazo a un importante historiador que merece ser más conocido fuera de su país natal.

El artículo que sigue es una reseña de Terra e telai: sistemi di parentela e manifattura nel Biellese dell’Ottocento, de Franco Ramella (Donzelli, 2022).

La formación de un historiador

El trabajo de Ramella como académico está profundamente entrelazado con sus experiencias vitales y sus afiliaciones políticas. Nació en Biella, una ciudad industrial del norte de Italia, en 1939. Durante la década de 1960, como muchos jóvenes de su generación, se implicó en política, primero en el Partido Socialista Italiano (PSI), y a partir de 1964 en el Partido Socialista Italiano de Unidad Proletaria, que rompió con el PSI tras su entrada en una coalición de gobierno con la Democracia Cristiana.

Durante estos años, Ramella colaboró estrechamente con la revista Quaderni Rossi, que apareció entre 1961 y 1966, contando entre sus fundadores a Raniero Panzieri, Danilo Montaldi, Romano Alquati y Mario Tronti. Estos hombres pueden considerarse, con razón, los pilares de la fase inicial del operaísmo, una influyente corriente de la izquierda radical italiana.

El círculo de los Quaderni Rossi sostenía que la fábrica, la sociedad y el Estado estaban estrechamente conectados. La industria era fundamentalmente una herramienta política desplegada para controlar el trabajo y normalizar la sociedad. En este nuevo escenario, los conflictos de clase ya no giraban en torno a la oposición entre los trabajadores asalariados y el capital. Dado que el control del capitalismo sobre la sociedad se había hecho más estricto, la lucha del proletariado se había ampliado para abarcar otras cuestiones, como la cultura, la imaginación, el lenguaje, las formas de vida y la reproducción.

En un artículo publicado en 1964 en Quaderni Rossi, Ramella y su coterráneo Clemente Ciocchetti arrojaron algo de luz sobre estos nuevos tipos de contención en la industria textil de Biella. Ambos autores recogieron testimonios orales y escritos de los trabajadores mediante el método de la investigación colaborativa (conricerca).

Sus esfuerzos pretendían mostrar cómo la automatización del proceso productivo y la subordinación de los trabajadores a la cadena de montaje afectaban al entorno laboral. En este contexto modificado había surgido un nuevo micropaisaje de resistencia. Los trabajadores ejercieron su voluntad de transformación política y social mediante nuevos instrumentos de lucha: se negaron a trabajar y recurrieron al sabotaje y a otros medios de resistencia individual y colectiva a la disciplina fabril.

El desarrollo capitalista tuvo que contrarrestar eficazmente estas formas proactivas de resistencia. Puesto que los trabajadores ya no actuaban como víctimas pasivas, el capital no podía confiar simplemente en su propia lógica subyugadora. Tuvo que avanzar inventando nuevas formas de explotación. Para frenar la fuerza del trabajo vivo, las fábricas implantaron regímenes de trabajo diferentes y más duros.

Marxismo y microhistoria

A principios de los años 70, el programa de los operaístas se había vuelto impracticable. Cuando el Partido Socialista de Unidad Proletaria se disolvió y el operaísmo entró en crisis, Ramella abandonó la política y se trasladó de Biella a Turín. En una entrevista de 2014 con Serena La Malfa, el historiador explicó que abandonó el activismo político porque se dio cuenta de que el capitalismo había ganado.

Sin embargo, la aceptación de la derrota pronto se convirtió en un impulso que alimentó un nuevo comienzo. En 1974, bajo la supervisión de Giovanni Levi, se licenció en la Universidad de Turín. En palabras de Ramella, el encuentro y posterior colaboración con Levi fue «un punto de inflexión para su biografía intelectual». Desde principios de la década de 1970, Ramella se ha situado en la intersección entre dos tradiciones historiográficas: el marxismo y la microhistoria.

Ramella se acercó a la historiografía marxista a través del trabajo de E. P. Thompson sobre la sociedad inglesa del siglo XVIII. De Thompson, Ramella derivó la idea de que el advenimiento del capitalismo fue el resultado de una sucesión de enfrentamientos entre dos fuerzas principales: por un lado, una economía de mercado innovadora basada en el nexo entre el dinero en efectivo y el conflicto de clases, que giraba principalmente en torno a la cuestión de los salarios; por otro, la economía moral consuetudinaria de las clases plebeyas, cuyo tejido de costumbres y usos económicos tradicionales chocaba con los principios del «libre mercado» y, por tanto, actuaba en su contra.

La microhistoria, especialmente tal y como se desarrolló en las obras de Levi y Edoardo Grendi, fue el segundo enfoque historiográfico que configuró la trayectoria intelectual de Ramella. Al igual que Thompson, estos dos eruditos dirigieron sus investigaciones lejos de lo que denominaron el «centro del poder» y de los grandes personajes que escribieron la historia de la humanidad. Su nuevo objetivo era explorar el mundo ignorado de los márgenes y los «muchos».

Desde este punto de vista, ser uno de los muchos también significaba estar entre los desfavorecidos y los explotados. Pero eso no significa que las identidades de las personas «menores», su existencia como individuos vivos y que respiran, deban perderse en el flujo de la historia mundial. Sus vidas no pueden ni deben reducirse a su papel social, como rostros sin nombre en una multitud homogeneizada y bien organizada de trabajadores.

Los microhistoriadores no consideran el desarrollo histórico como un proceso unificado y lineal, que pueda contarse en una gran narración del mundo en la que solo se recuerden unos pocos nombres, mientras la mayoría son borrados por las olas del tiempo. La historia es más bien un flujo polifacético que consta de muchos centros individuales. Estos centros son personas, y las personas no viven la Historia en un sentido conjetural, sino historias. O mejor aún, sus historias: al fin y al cabo, ellas son lo que importa.

En Terra e telai, publicado por primera vez en 1984, Ramella recombinó elementos de estas dos tradiciones historiográficas, construyendo así su propia perspectiva original. En su opinión, la formación de la clase obrera distaba mucho de ser un proceso directo, lineal e ineludible que convirtiera a una clase monolítica de campesinos en una clase monolítica de trabajadores industriales.

Al contrario, la historia de Ramella se compone de muchas historias diferentes, en las que los protagonistas son hombres, mujeres, familias y hogares. En este marco, los campesinos y los obreros de las fábricas son vistos como personas, no como categorías sociales o meros engranajes de la gran máquina histórica. Aparecen como personas y grupos que trazaron activamente los caminos de sus propias vidas, tanto si su existencia se consideraba digna de ser recordada como si no.

Un lugar tranquilo

La historia de Terra e telai comenzó en el lugar más insólito: el tranquilo valle de Mosso, en las bajas colinas que rodean Biella. Como muchos pueblos europeos en el periodo comprendido entre finales del siglo XVII y la revolución industrial, las pequeñas comunidades rurales de Mosso se caracterizaban por sus bajos ingresos agrícolas y la existencia de una gran reserva de mano de obra barata.

En consecuencia, los agricultores tenían un fuerte incentivo para dedicarse a la manufactura con el fin de complementar sus ingresos. Hombres, mujeres y niños dividían su tiempo entre la agricultura y la industria. Dentro de las paredes de sus propias casas rurales, estas personas trabajaban para producir manufacturas que luego se venderían en el mercado.

En este empeño, los trabajadores podían ser autónomos o depender de algunos pequeños empresarios de la ciudad. En cualquier caso, su casa era su taller y su hogar una célula de producción única e independiente. La mayoría de estas manufacturas eran productos textiles. Los campesinos se dedicaban a estos oficios solo en épocas de escasez, no de forma constante, sino intermitente y dependiendo de la estación.

Estas artesanías caseras estaban destinadas tanto al consumo local como a los mercados nacionales e internacionales. Sin el estímulo de los grandes mercados competitivos, las manufacturas rurales vegetaron tranquilamente en el campo, abasteciendo las necesidades domésticas y locales, pero en general permanecieron intactas ante las presiones del capitalismo comercial. El vínculo entre los campesinos productores y el resto del mundo lo proporcionaban los mercaderes que visitaban las ciudades-mercado de las regiones de la industria artesanal para comprar productos manufacturados.

Las ciudades aún no eran los centros principales de la producción industrial. Eran más bien lugares donde los trabajadores protoindustriales se deshacían de sus bienes, adquirían materias primas y compraban mercancías que no podían producir o cultivar ellos mismos, como alimentos y otros productos agrícolas.

En la campiña de Biella, las exigencias del mercado llegaron a ser tan fuertes que la fabricación superó la oferta de mano de obra disponible. Al hacerlo, impulsó a esta forma germinal de organización industrial a modificar sus técnicas de producción. Así, la industria rural se transformó gradualmente en industria fabril.

De la granja a la fábrica

Lo que ocurrió durante el siglo XIX fue, pues, una transición incómoda y desigual del antiguo mundo de la industria doméstica —discontinuo, multifocal y horizontal— al mundo integrado, centralizado y jerárquico del capitalismo industrial.

En el mundo de la industria rural, los campesinos-fabricantes consiguieron mantener en cierta medida los ritmos de trabajo de las granjas, pequeños talleres o gremios artesanales de los que procedían. También fueron capaces de preservar un grado adecuado de diferenciación entre ellos, tanto en sexo como en edad, asegurando así la suficiente división del trabajo para garantizar el correcto funcionamiento de la industria rural doméstica tradicional.

Sin embargo, a medida que la manufactura industrial se fue imponiendo, alteró la naturaleza y la función de los hogares campesinos de varias maneras. Los salarios monetarios sustituyeron gradualmente a los ingresos familiares tradicionales, mientras que los tejedores dependían cada vez menos de las rentas de la tierra y del apoyo de otros miembros del hogar.

En este nuevo entorno, tanto los hombres como las mujeres eran más propensos a casarse más tarde, hacia el final de la veintena. Sin embargo, la edad a la que tuvieron sus primeras relaciones sexuales no aumentó en consecuencia. Como consecuencia, creció el número de niños nacidos fuera del matrimonio, mientras que los casos de abandono infantil se hicieron cada vez más frecuentes.

La producción se trasladó fuera de la casa familiar. Se reunió a una cantidad cada vez mayor de trabajadores en nuevos establecimientos dedicados a ello: las fábricas modernas. El impacto en la productividad fue enorme: al someterse progresivamente al ritmo de la producción, el trabajo humano se hizo más rápido, alterando tanto la naturaleza del proceso de fabricación tradicional como la del propio trabajo.

La vida de los nuevos trabajadores fabriles había cambiado drásticamente, ya que se veían empujados periódicamente a la precariedad por la naturaleza inestable de los productos industriales y su presencia en el mercado. Cada vez que el comercio se desplomaba y la producción fabril se detenía, los campesinos-fabricantes eran despedidos por sus patronos. En ausencia de industria, los campesinos y sus familias volvían a su ocupación agrícola tradicional, de la que obtenían los ingresos básicos para su supervivencia.

Transformación cultural

Por desgracia, esta alternancia entre industria y agricultura no funcionó del todo bien. La industria manufacturera coincidía con los periodos de mayor intensidad de mano de obra del año agrícola, cuando los campesinos estaban ocupados con la cosecha. Por tanto, los trabajadores eran sobreexplotados tanto en la industria como en la agricultura durante el verano, mientras permanecían ociosos (y privados de ingresos) durante el resto del año.

También cambió la naturaleza de los conflictos sociales. En el mundo de la industria rural, las clases trabajadoras se enardecían más rápidamente por el aumento de los precios, algo que Thompson llamó bread-nexus, es decir, la correlación entre el precio del pan y los disturbios. Por el contrario, el conflicto económico de clase en la Italia del siglo XIX, como en el resto del mundo industrial, encontró su expresión característica en la cuestión de los salarios.

A medida que los trabajadores asalariados crecían en número, se hacían cada vez más dependientes de sus salarios y de sus empleadores, al tiempo que perdían su autonomía como trabajadores rurales. Sven Beckert nos ha recordado recientemente que el control omnímodo de los trabajadores —característica central del capitalismo— experimentó su primer gran éxito en la fábrica textil.

La transición de la manufactura campesina al trabajo industrial acabó con lo que los estudiosos han llamado la «cultura plebeya» de la economía familiar protoindustrial. Todas las costumbres de este modo superado de organización del trabajo se extinguieron, junto con su mentalidad asociada y sus derechos. Eso incluía el derecho a trabajar según un horario autodeterminado y a participar en «rituales tradicionales del tiempo libre», así como el sentido de pertenencia a una comunidad local de aldea y la posibilidad de disfrutar de pautas de consumo establecidas desde hacía mucho tiempo.

Un nuevo régimen laboral

La vida de los trabajadores de las fábricas se había vuelto significativamente diferente de la experiencia manufacturera de los artesanos rurales. Las fábricas impusieron su propio régimen laboral, y los nuevos y frenéticos ritmos de trabajo empujaron a muchos obreros a levantarse contra sus amos.

Resistencia fue la palabra que unificó al movimiento proletario. Sin embargo, su naturaleza compuesta y la diversidad de sus objetivos (y enemigos) dieron lugar a una multitud de lenguajes, actitudes y gestos. Todos y cada uno de ellos estaban diseñados para alcanzar un objetivo específico.

En su obra, Ramella subraya la importancia de esta jerga consuetudinaria de protesta. A medida que el capitalismo desarrollaba formas de opresión más estrictas, la resistencia adoptó sus propias herramientas para contrarrestarlas.

Los fabricantes intentaron explotar las relaciones establecidas desde hacía tiempo entre los hogares campesinos para impedir la concentración de trabajadores en las fábricas. Sin embargo, tanto el hogar campesino como la fábrica moderna se basaban en un sistema de gobierno rígido y jerárquico: dentro de ambas estructuras, los trabajadores establecieron fuertes lazos de solidaridad. Esto les convirtió en aliados en la misma batalla y su camaradería les permitió obtener un control parcial sobre los ritmos de producción.

En términos prácticos, los trabajadores establecieron tácitamente un nivel estándar de producción: los que conseguían aumentar su producción individual de tejidos por encima de ese nivel solían encontrarse aislados y obstaculizados por los demás. Los obreros más productivos se convirtieron en blanco de los medianos, que se negaban a colaborar con ellos. A veces, incluso dañaban sus telares para poner fin a un comportamiento individual que se consideraba perjudicial para el interés colectivo del grupo.

Las huelgas también eran un momento crucial: en ellas, todos los trabajadores debían mostrar su solidaridad con la causa común. Como forma de resistencia, las huelgas se dirigían principalmente contra el propietario de la fábrica y sus intentos de imponer una disciplina laboral más rigurosa. Sin embargo, las huelgas y protestas también podían afectar a otros objetivos: por ejemplo, los trabajadores que no participaban en la huelga podían sufrir graves consecuencias.

Los huelguistas solían etiquetar a quienes se negaban a unirse a su acción con el insultante nombre de «beduinos». Al ser marcados de este modo, se les cortaba todo tipo de relación social con sus compañeros de trabajo y con los miembros de toda la comunidad, con su compleja red de solidaridad y apoyo mutuo. Esto incluía la pérdida de acceso al agua, al crédito y a cualquier otro recurso o forma de ayuda para los «beduinos». Tal aislamiento acabó obligándoles a abandonar tanto la fábrica como el pueblo.

Los propietarios intentaban a menudo sustituir a los huelguistas con trabajadores externos reclutados en zonas de desempleo estructural o periódico, como Lombardía o Toscana. Por supuesto, a los trabajadores locales les convenía expulsarlos. Desde la fábrica hasta la taberna, los trabajadores locales rodearon agresivamente a los forasteros, presionándoles para que les entregaran una parte de su salario como reembolso por lo que, en su opinión, se consideraba un simple robo.

Si estos se resistían, les daban puñetazos o les apedreaban. Cada vez que los propietarios intentaban sustituir a la mano de obra residente en huelga, los recién llegados decidían abandonar la fábrica poco después de su llegada, y las maniobras intimidatorias de los trabajadores locales y sus familias desempeñaban un papel importante en esta elección.

Centros de solidaridad

Dado que el proceso de especialización laboral rompió los lazos entre los trabajadores y la comunidad campesina tradicional, los obreros tuvieron que encontrar nuevos lugares en los que reunirse y establecer lazos de solidaridad sobre una base diferente. En este nuevo entorno, la taberna (osteria o bettola) se convirtió en el lugar de reunión más importante de la comunidad obrera industrial. En las tabernas, los obreros textiles discutían los problemas que planteaba su nueva condición social y nacían nuevos tipos de solidaridad.

La taberna fue también el lugar que acogió las primeras reuniones de la nueva sociedad de Croce Mosso. Formalmente, Croce Mosso era una sociedad de ayuda mutua: en esencia, su objetivo era recaudar fondos para ayudar a los trabajadores en sus momentos de dificultad (enfermedad, desempleo, etc.). En realidad, sin embargo, era mucho más que eso. Reunidos, los miembros de esta asociación decidían la orientación política y las directrices generales del movimiento obrero. Era, a todos los efectos, un instrumento de resistencia.

Por el contrario, los representantes del Estado y los propietarios de las fábricas veían las tabernas como focos de libertinaje y corrupción moral. En su opinión, los trabajadores solo querían salarios más altos para poder gastar sus ingresos adicionales emborrachándose. Más o menos como los políticos y empresarios italianos contemporáneos, que afirman que la gente prefiere holgazanear en casa a trabajar por un salario miserable, los propietarios de las fábricas textiles de finales del siglo XIX justificaban su ansia de beneficios vilipendiando la taberna y todas las estrategias contra la explotación que se concebían entre sus paredes.

La verdad era muy distinta, por supuesto. Los trabajadores ahorraban parte de sus salarios para complementar sus escasos ingresos agrarios, pero también invertían otra parte de su salario para financiar sus estrategias de resistencia a la explotación industrial. Un funcionario del Estado que investigaba las huelgas de la década de 1870 informó de que los trabajadores utilizaban el poco dinero que recibían de su patrón para apoyar el movimiento huelguístico. Su motivación era bastante directa: «No puede haber ahorro si no es para luchar contra il padrone».

Como reacción a la resistencia de los obreros, los propietarios de las fábricas adoptaron el telar mecánico y sustituyeron su mano de obra masculina por trabajadoras mujeres. Estas últimas eran mucho más baratas y —al menos en teoría— más fáciles de mantener bajo control. A diferencia de las estrategias anteriores, que aún preservaban algún tipo de continuidad entre el funcionamiento del hogar y el sistema fabril, esta nueva política trastornó el hogar tradicional. Provocó el abandono escolar de los niños a una edad temprana, matrimonios tardíos, el declive demográfico y, finalmente, la emigración de los trabajadores varones desempleados para hacer fortuna en otros lugares.

Patrones de emigración

En Terra e telai, Ramella demuestra la estrecha correlación entre los cambios en el régimen laboral, las alteraciones en la estructura demográfica y los ciclos migratorios. Así pues, no es de extrañar que en los años siguientes a la publicación de su obra maestra, se interesara cada vez más por la vida y los sentimientos de las personas que abandonaron Italia durante el surgimiento del capitalismo industrial.

En este campo concreto, Ramella editó junto con Samuel L. Baily una colección de cartas escritas por los miembros de la familia Sola: One Family, Two Worlds: An Italian Family’s Correspondence across the Atlantic, 1901–1922 (1988). La correspondencia de la familia Sola es un rico y detallado conjunto de documentos que nos ofrece una visión única del proceso subjetivo de la migración. El libro bien podría considerarse un complemento de Terra e telai, ya que describe las vicisitudes de las personas que abandonaron su hogar por otro país (en lugar de las que dejaron el campo por las fábricas de las zonas urbanas).

En sus estudios posteriores, Ramella investigó las trayectorias de las migraciones internas e internacionales, investigando las redes de asistencia que facilitaban la integración de los recién llegados en su ciudad o país de adopción, así como las múltiples formas en que los emigrantes remodelaban su sociedad de acogida. Durante el primer año de la pandemia de COVID-19, Ramella también escudriñó incansablemente la conexión causal entre la movilidad humana y la difusión del virus. Esto hizo que su propia muerte por el virus, el 25 de noviembre de 2020, fuera aún más trágica.

Recuperar a Ramella

¿Por qué se ha reeditado Terra e telai casi cuatro décadas después de su publicación original? En el periodo transcurrido desde 1984, los historiadores han mejorado enormemente nuestra comprensión del capitalismo, o más bien de los capitalismos en sentido plural. Han propuesto definiciones novedosas de lo que es el capitalismo, con diferentes cronologías y trayectorias multilineales que conducen a la formación de la economía global moderna.

También han reorientado la atención académica hacia temas como el colonialismo, la raza y la violencia, y han demostrado hasta qué punto la afirmación violenta del capitalismo dependía de la intersección de distintos mecanismos de opresión como la raza, el género y la etnia.

En el prefacio de la edición de 2022, Maurizio Gribaudi ofrece una convincente justificación para la recuperación de la obra de Ramella. A pesar del paso del tiempo, Terra e telai sigue destacando por su capacidad para describir con precisión cómo el capitalismo industrial cambió la vida social de la gente corriente que vivía en el valle del Biellese durante el siglo XIX.

Los relatos de Ramella sobre la comunidad agrícola de Mosso demuestran que no hay razón para que no puedan coexistir y complementarse un enfoque de la investigación histórica que se ocupe de amplias transformaciones sociales y otro centrado en la vida y la existencia de la gente corriente. La tarea del historiador consiste en explorar las conexiones entre estos dos niveles de experiencia histórica. La obra de Franco Ramella es un testimonio de la eficacia de este enfoque.

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Rompiendo el silencio: ¡Pablo González Libertad!

Viernes 1ro de marzo de 2024 NODO50

Ayer se cumplieron dos años de prisión provisional para el periodista Pablo González. Pablo fue detenido el 28 de febrero de 2022 en Polonia, mientras informaba sobre las consecuencias de la guerra en Ucrania, acusado vagamente y sin pruebas hasta la fecha por la Agencia Polaca de Seguridad Interior de usar su profesión para encubrir actividades para la inteligencia militar rusa (GRU). Pablo González lleva en su haber más de diez años informando sobre noticias relacionadas con los países de las antiguas repúblicas de la Unión Soviética y colaborando con numerosos y variados medios de comunicación.

Justicia para Pablo

Pablo nació en Moscú en 1982, bajo el nombre de Pavel Alekseevich Rubtsov, es nieto de un “niño de la guerra”. A los 9 años se mudó a España con su madre, y fue registrado con los apellidos de su madre como Pablo González Yagüe. Tras pasar un año en Bilbo, se trasladó a Barcelona, donde pasó su adolescencia. Estudió Filología Eslava en Catalunya y luego regresó al Euskadi, donde conoció a su esposa con la que tiene tres hijos. Continuó sus estudios en la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) y en 2021 inició su doctorado en la Facultad de Ciencias Políticas, centrando su tesis en el ascenso de la extrema derecha, especialmente en Georgia.

Con el inicio de su encarcelamiento también se inició la vulneración de todos sus derechos como ciudadano, permaneciendo en régimen de semiaislamiento y sin poder ni si quiera hablar por teléfono con su familia, dos visitas en dos años es lo que han permitido las autoridades polacas. El pasado 15 de febrero, la fiscalía polaca volvía a prorrogar la prisión provisional por tres meses más, es la novena ampliación, sin haber presentado una sola prueba y sin fecha de juicio a la vista. Tal como recordaban ayer las federaciones Internacional y Europea de Periodistas (FIP-FEP), que subrayan en la nota difundida a los medios que Pablo González “es el único periodista encarcelado en un Estado miembro de la Unión Europea, sin que nunca se hayan hecho públicas pruebas en su contra y sin que haya un juicio a la vista”.

– Ver, descargar Dossier Pablo González –

Este miércoles 28 de febrero, se realizaron varios actos por toda la geografía del estado. Pero además, ayer los mass media rompían ¡por fin! el triste silencio que de manera general se ha mantenido hacia este ataque al derecho a la información, prensa escrita, digital, televisiones, radios se hacían eco del caso

También destacar el cambio en el discurso ministerial, por parte de José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores, quien ha pasado de hablar de espías e incluso cuestionar la presunción de inocencia, a manifestar ayer en respuesta parlamentaria su preocupación por el caso, su implicación diplomática y el interés en un juicio cuanto antes.

Dos años sin Pablo. Dos años de indefensión

Un día intenso, y no era para menos. Bajo el lema “Dos años sin Pablo. Dos años de indefensión”, el lunes 26 ya se adelantaban en rueda de prensa los diversos actos solidarios para este 28 de febrero.

Rueda de prensa. Dos años sin Pablo

En Madrid a primeras horas de la mañana se volvía a presentar en el registro del Ministerio de Asuntos Exteriores, una carta dirigida al ministro José Manuel Albares, en la que por novena vez se le plantean varias preguntas sobre la situación de Pablo en Polonia y se le insta a implicarse verdaderamente, como le corresponde, con este caso. Hasta ahora no ha habido ninguna respuesta por parte del ministerio a las ocho misivas anteriores a esta.

Sobre las once de la mañana, un diverso grupo de diputad@s, de todos los grupos menos PP y Vox, se fotografió en las escalinatas del Parlamento junto a activistas del grupo de apoyo Free Pablo, una imagen mediática que recorrería todos los medios de información. Sin movernos del lugar, una representación del grupo de apoyo Free Pablo acompañó en el interior del Congreso a las diputadas de Podemos, que registraron una Proposición No de ley (PNL) reclamando la implicación del gobierno.

A mediodía, el campus de la UPV-EHU de Leioa, Bizkaia, acogió una mesa redonda titulada “Dos años de vulneración de derechos fundamentales en la UE” en el salón de actos de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación. El acto contó con la participación de Oihana Goiriena (esposa de Pablo), Gabirel Ezkurdia (miembro de Geopolitikaz) y Asier Blasek (profesor de la EHU y director de tesis de Pablo), una mesa en la que se abordó el tema desde tres perspectivas: quién es Pablo a nivel personal, cuál es su situación actual y cuáles son las verdaderas razones de que se encuentre preso.

Hacia las tres de la tarde, en las sedes de Euskal Telebista en Bilbo y Miramón se concentraban las trabajadoras de la EiTB, tal como vienen haciendo todos los 28 de mes, para pedir la libertad de Pablo, Pavel askatu!.
Horas antes los compañeros de la revista Argia hacían los mismo a las puertas de la redacción para denunciar la situación de Pablo González. Lo mismo que realizaron, el día anterior, los trabajadores del diario Berria.

A las 19 horas, arrancaban tres concentraciones por Pablo, en Gernika una multitudinaria manifestación partía de la Fuente del Mercurio para exigir su liberación, el acto se cerró con la lectura de unas palabras de Pablo González por parte de su esposa, Oihana Goierena.

A la misma hora en la Plaça del Rei, Barcelona, se celebró una concentración bajo el lema “Fer periodisme no és delicte”, durante la cual se leyó un comunicado de apoyo y se cerró con una nota musical.

Una tercera concentración también arrancaba en Madrid a las 19 horas, frente al Ministerio de Asuntos Exteriores. Cerca de medio millar de personas manifestaban su indignación por el abandono diplomático hacia Pablo durante estos dos años entre gritos de ¡Pablo Libertad! El acto se cerraba con un comunicado:
“Exigimos que se respete la presunción de inocencia de Pablo González, y que el Ministerio presione para que sea juzgado inmediatamente, con todas las garantías legales, o bien trasladado a España a la espera de juicio.
Exigimos que se respeten sus Derechos Humanos en prisión.
Y exigimos que el Ministerio de Asuntos Exteriores, mediante la diplomacia, actúe en defensa de un ciudadano español, como lo hace en otras ocasiones. No solo que diga que lo está haciendo, sino que lo haga de verdad y que se ponga en contacto con la familia de Pablo para mantenerla informada”.
En la nota leída también se agradecía “a todas las personas que han acudido a esta y otras concentraciones, a la gente que ayuda a difundir por las redes la reclamación de justicia para Pablo. Gracias a todas estas personas, el movimiento ha crecido y nuestra reclamación se escucha hoy en todo el país”…

Concentración ante el Ministerio de Exteriores

Ayer se rompió un poco el silencio, y con estos pequeños pasos empezamos a tener más cerca de casa a Pablo. Queda mucho, pero se abren caminos gracias a la solidaridad de centenares de personas que día a día hacen que el caso de Pablo no caiga en el olvido, gracias a la lucha de los grupos de apoyo en el entorno de la iniciativa Free Pablo.

Seguimos!!!!

#FerPeriodismeNoÉsDelicte #2añosSinPablo #JusticiaParaPablo
#FreePabloGonzález #PavelAskatu #LibertadDeComunicación

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