La actitud de los revolucionarios ante la crisis del capitalismo y el conflicto yugoslavo

introducciòn

Los dirigentes políticos a cargo de los aparatos de Estado en los países de la cadena imperialista, junto a los burócratas responsables de los grandes partidos parlamentarios europeos y de una organización curiosamente convertida en defensora de los "derechos humanos", como la OTAN, coinciden todos ellos en verse justificados y debidamente legitimados para llevar adelante la acción militar unilateral en curso sobre Yugoslavia, esto es, sin que medie una autorización expresa por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Según sus coincidentes palabras, esa justificación y legitimidad la han encontrado en dos "razones"

1) salir en defensa de los derechos humanos que están siendo "salvajemente violados en el corazón de Europa por acciones de "limpieza étnica" y

2) garantizar la seguridad internacional amenazada por el régimen yugoslavo. Armados con estas dos razones, los imperialistas de la OTAN se están dedicando a machacar a Yugoslavia para detener la "catástrofe humanitaria" que ese nuevo "demonio" llamado Milosevik, el "Sadam de los Balcanes", está provocando sobre el "indefenso" pueblo de Kosovo.

Según los artículos 3 y 5 del tratado de Washington, la OTAN fue creada para actuar como una organización militar para la defensa. Y según el artículo 6, su área de acción debe limitarse al territorio de sus países miembros. Fuera de este área, está expresamente prescrito en ese mismo artículo, que sus acciones deben regirse según la Carta de las Naciones Unidas que consagra el principio de no injerencia y respeto a la soberanía de terceros Estados. Además, según el artículo 24 y capítulo VII, la garantía de la seguridad internacional no es competencia de otra instancia que no sea el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Habiendo intervenido en Yugoslavia, la OTAN se está comportando, una vez ,más como una organización militar ofensiva sobre los bienes y la población de un territorio soberano que en modo alguno ha agredido a ningún país miembro de esa organización . Además, está actuando sin el consentimiento expreso del Consejo de Seguridad. Una flagrante violación de la legalidad internacional en toda regla. Una legalidad consagrada e instituida por ellos mismos.

Los términos "limpieza étnica" y "catástrofe humanitaria" evocan respectivamente multitud de antecedentes históricos en los años de existencia de la OTAN, además de otros tantos casos que están ocurriendo hoy mismo mientras esa organización mira para otro lado. De ellos, nosotros nos vamos a referir aquí sumariamente a dos, los más notorios y de mayor actualidad, como es el caso de palestinos y kurdos.

el caso palestino

introducción

Las primeras migraciones judías a la Palestina integrada en el Imperio Otomano se produjeron a partir de 1880, cuando la ola de antisemitismo que recorrió Europa central y oriental vino a reactivar lo que se ha dado en llamar el "sionismo místico" y a promover el nacimiento del "sionismo político". Aquel hace referencia a la aspiración ideal por parte de las comunidades judías, dispersas y a menudo perseguidas a lo largo del mundo y de la historia, al retorno" a la Tierra prometida, de la que la mayoría de sus antepasados habían sido expulsados definitivamente hace 2000 años. El sionismo político alude al movimiento que pretendió poner los medios, y de hecho los puso, para conseguir la implantación de un Estado judío en el territorio de la Palestina histórica. Entre 1897, fecha del Primer Congreso Sionista Mundial, y 1947, fecha de la propuesta de partición de Palestina realizada por Naciones Unidas, el sionismo desarrollaría, primero en el exterior y luego también en Palestina, una cada vez más compleja y poderosa red de instituciones organizativas, financieras, comerciales, agrícolas y, finalmente, militares y paramilitares, destinadas a promover la emigración, la colonización del territorio y, en última instancia, la constitución del Estado de Israel. No obstante, no cabe duda de que los flujos migratorios a Palestina no habrían sido los mismos sin el apoyo internacional que encontró la actividad sionista y sin el mantenimiento de las actitudes antijudías en Europa, ferozmente culminadas por el nazismo.

 

Así, si en 1880 había en Palestina unos 25.000 judíos junto a 600.000 árabes (es decir, menos de un 4% del total de la población), entre 1882 y 1914 los primeros movimientos migratorios llevaron a ella tan sólo varias decenas de millares de judíos (sin que con ello alcanzarán el 10% del total de la población). El fin de la Primera Guerra Mundial trajo, sin embargo, el asentamiento del control británico -que en 1922 se institucionalizará como Mandato- sobre Palestina, y a la traición de la promesa de independencia hecha por las potencias vencedoras a los árabes vino a unirse la de la Declaración Balfour (1917), que prometió a los sionistas la formación de un "hogar judío" en Palestina. Este hecho animó los movimientos migratorios judíos, si bien estos fueron fluctuantes, e incluso parcialmente negativos, hasta 1932. Fue la llegada de Hitler al poder, en 1933, el factor que aceleró brutalmente el ritmo de la inmigración. Mientras que en 1932 la población judía de Palestina era de 174.000 personas (de un total de 1.035.000), entre 1933 y 1940 llegaron a Palestina 217.000 judíos más.

El estallido del conflicto

Ya a lo largo de los años 20 la inquietud de los palestinos ante el volumen de la inmigración judía, y ante la determinación y vigor con que ésta se establecía en el país, comprando tierras y organizando estructuras socioeconómicas generosamente financiadas por las instituciones sionistas, había ido creciendo y produciendo esporádicos actos de violencia. Pero será en los años 30, especialmente por medio de la revuelta armada árabe de 1936-1939 contra los británicos, y de la prohibición a la población árabe en 1939 de vender tierras a los judíos, cuando planten cara abiertamente al proyecto sionista. La actitud árabe obligó a los británicos a adoptar una política menos favorable a dicho proyecto, y a buscar fórmulas de compromiso entre las dos partes, como la propuesta de división del territorio de 1937 y la redacción de un denominado Libro Blanco, ese mismo año, destinado a controlar y suspender la inmigración. La primera fue rechazada por los palestinos y la segunda por los judíos.

 

En los años 40 la situación se haría progresivamente insostenible para los británicos a causa del clima de violencia que se desataría en general, y en particular contra ellos de parte de organizaciones terroristas judías como el Irgún y Stern, entre cuyos líderes se encontraban, respectivamente, Begin y Shamir, y Rabin, todos ellos futuros presidentes de gobierno de Israel. Las acciones de estos grupos fueron verbalmente rechazadas, pero a menudo consentidas y estimuladas por el oficioso ejército sionista, la Hagana.

La creación de Israel

En febrero de 1947 Gran Bretaña declaró su intención de abandonar Palestina, y el 29 de noviembre de ese año NNUU propuso un nuevo plan de división de Palestina que fue rechazado por los palestinos. El 14 de mayo de 1948 las fuerzas británicas abandonaron el país, y ese mismo día el gobierno sionista provisional declaró la creación del Estado de Israel. Inmediatamente, los países árabes vecinos le declararon la guerra. A principios de 1949 habían sido totalmente derrotados, pero mucho antes, en los primeros meses de guerra, había nacido la cuestión de los refugiados palestinos.

 

En 1947 la población judía de Palestina era de 600.000 personas, y la árabe -entre la que se contaban menos de un 10% de cristianos, drusos y personas de otros credos, siendo el resto musulmanes- de 1.400.000 personas. Si el plan de partición del territorio propuesto por la NNUU en 1947 asignaba a los judíos el control del 55% del territorio, la guerra de 1948 les dio el dominio sobre un porcentaje sensiblemente superior, el 78%, y añadió al Estado de Israel todo el norte de Palestina, Jerusalén Este y el área situada entre ella y el mar, y el sur de la franja de Gaza. Tan sólo ésta y Cisjordania quedarían en manos árabes; la primera bajo la administración de Egipto, la segunda bajo la de Jordania.

 

A consecuencia de la guerra, entre 700.000 y 800.000 palestinos (el 50% del total de los habitantes de los territorios que pasarían a constituir Israel) abandonaron sus hogares, desplazándose a varias decenas de kilómetros con la esperanza de volver lo más pronto posible. Este retorno nunca se produciría porque Israel siempre se opondrá a él, a pesar de la resolución 194 de NNUU, de 11 de diciembre de 1948, y otras posteriores instándole a aceptarlo.

 

Una organización de la ONU especialmente creada a tal efecto, la UNRWA, se hará cargo de ellos a partir de 1949-50). Esta organización censará en esta época 726.000 refugiados así distribuidos: 190.000 en Gaza, 280.000 en Cisjordania, 70.000 en Jordania, 110.000 en El Líbano y 76.000 en Siria.

Para completar el cuadro de la primera dispersión de la población árabe palestina hay que señalar que 150.000 palestinos permanecieron dentro de las fronteras de Israel, y que su suerte se distinguiría netamente de las del resto de las comunidades palestinas, ya bastante diferentes entre sí.

 

La versión oficial israelí a lo largo de casi 40 años sobre el éxodo de la población palestina, tan sólo contradicha por excepcionales voces discordantes, defendía que la inmensa mayoría de los palestinos desplazados lo hicieron voluntariamente o respondiendo a la incitación de sus líderes; la versión de los historiadores árabes era que lo hicieron empujados por las tropas pararregulares judías y, especialmente, a causa del terror infundido por las acciones de los grupos paramilitares terroristas judíos, y que todo ello formaba parte del plan premeditado de expulsión de los árabes de Palestina que había incluido siempre el proyecto sionista.

 

El trabajo de los historiadores revisionistas israelíes, apoyado en la apertura de los archivos oficiales y privados israelíes relativos a la época, ha dejado fuera de dudas la responsabilidad de las acciones de los grupos armados judíos en el éxodo de la mayoría de los refugiados palestinos, así como la intencionalidad política y la "premeditación -como mínimo- inmediata" por parte del máximo dirigente judío, Ben Gurión, que guió dichas acciones a partir de un temprano momento de la guerra.

Por encima de los matices de cada uno de los "nuevos historiadores" a esta aseveración general, y de las divergencias entre ellos, su labor supone un mazazo, de trascendentes implicaciones, a uno de los mitos fundacionales del Estado israelí

 

En la mayor parte del país existe una relación directa, a lo largo de los meses, entre el ataque judío y la partida árabe. No hay un solo ejemplo de población abandonada por otra razón que no fuera un ataque judío". Ha sido la política de represalias de la Hagana [tropas regulares judías] a finales de los 30 y el terrorismo del Irgún en los 30 y los 40 había infundido ese miedo que condujo al éxodo. Cuando la guerra empezó, pensaron que sus pueblos serían destruidos, la gente masacrada y las mujeres violadas. Y, de hecho, los judíos les dieron una amplia gama de ejemplos sobre los que construir ese miedo. Cada atrocidad generó -como una piedra en un estanque- pequeñas oleadas [de desplazamientos] a las localidades vecinas. Según el historiador Morris, "Las atrocidades judías fueron mucho más generalizadas de lo que decían los antiguos libros (sionistas) de historia". En un intento de contabilizar las causas de la partida de cada una de los 369 pueblos y ciudades árabes de Israel (en sus fronteras de 1949), en 45 casos declara ignorarlas, en 228 establece que partieron en el curso de asaltos judíos (y, de ellos, en 41 forzados por las tropas), en 90 habrían huido aterrados ante la caída de una población vecina.

 

La colonización judía de Palestina fue, pues, producto de una limpieza étnica en base al terror y el aniquilamiento por parte del ejército regular israelí y bandas paramilitares organizadas a ese efecto, no sólo con el consentimiento sino con el apoyo activo de las mismas potencias imperialistas que hoy están sembrando el terror y la muerte en numerosas ciudades yugoslavas. El principio ideológico que presidió la acción política aparece sintetizada en la coincidencia de pensamiento de los dos líderes máximos enfrentados en la segunda guerra mundial. Hitler y Churchill:

Según reporta el historiador Magoya, en 1944 Hitler se dirigió a sus tropas en el frente del Este y les dijo:

<<A lo largo de la historia los débiles, que claramente no han contribuido en nada, se han visto dominados, eliminados y a veces exterminados por las naciones fuertes. El concepto de humanidad, la idea de que el débil debe ser siempre apoyado y ayudado incluso con la amenaza de la continuidad del fuerte, es desconocida en la naturaleza... Tales nociones de humanidad solamente se pueden albergar en la mente deformada de una persona que ha perdido el juicio.>>

 

En 1937 el intangible y venerado Winston Churchill se dirigió a la Commisión Peel para apoyar al asentamiento sionista comparando a los árabes de Palestina con un perro en un comedero:

<<No creo que un perro en un comedero tenga al fin todo el derecho sobre el comedero, aunque haya estado atado a él mucho tiempo... (...) no admito que se haya cometido ningún error con respecto a esa gente por el hecho de que una raza superior, una raza más evolucionada o en último caso más amplia de horizontes, haya llegado y se haya instalado en Palestina>>

 

Desde los tiempos de la dominación británica en la India, la idea de superioridad de una raza sobre otra sirvió a los burgueses durante el capitalismo temprano para justificar las mayores tropelías llevadas a cabo en sus colonias ante las exigencias de la ley del valor. La etapa tardía hasta mediados de este siglo, también está presidida por el mismo darwinismo social que siempre caracterizo al capitalismo, sólo que tras la terrible experiencia del nacionalsocialismo, la opinión pública mundial parece haber superado los prejuicios raciales como justificación de conquista y/o agresión de un país o alianza de países sobre otros, de modo que a la sinceridad de los dirigentes políticos de hace 50 años, le ha debido suceder la hipocresía y el cinismo rebuscado que exhiben los de ahora. Una prueba elocuente de las contradicciones cada vez más insalvables del sistema -en este caso a nivel de la superestructura ideológica y política- entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

 

Desde su creación en 1948, la historia del Estado de Israel ha venido estando esencialmente unida a la violación sistemática de numerosas resoluciones de la Asamblea del Consejo de seguridad de las Naciones Unidas. En la mayor parte de estas resoluciones la ONU deplora, advierte, censura, exige y condena acciones de Israel, uno de sus Estados miembros. El número de resoluciones asciende a varias docenas, aunque los asuntos de que se ocupan son siempre los mismos, que a continuación se verán. Esta prodigalidad y repetición permite a primera vista destacar dos notas de estas resoluciones. 1) que Israel hace caso omiso de ellas; 2) que las resoluciones se suceden sin que por ello se aprecie un avance en el cumplimiento de los fines de la Carta de Naciones Unidas.

La expansión territorial de Israel
y los asentamientos

Resolución 242 del CS, de 22 de noviembre de 1967: esta brevísima resolución comienza "expresando su constante preocupación por la grave situación de Oriente Medio" y "enfatizando la inadmisibilidad de la adquisición de territorio mediante la guerra, y la necesidad de trabajar por una paz justa y duradera en la que cada Estado de la zona pueda vivir con seguridad". A renglón seguido pide "la retirada de las fuerzas armadas de Israel de los territorios ocupados en el conflicto reciente" y "la consecución de una solución justa al problema de los refugiados".

 

Resolución 33/71 de la Asamblea General, de 14 de diciembre de 1978, prohibiendo la cooperación militar con Israel: en ella se expresa "grave preocupación por el continuo y rápido crecimiento militar de Israel", y "alarma por el empleo por parte de Israel de bombas de fragmentación contra campos de refugiados y objetivos civiles en el sur de Líbano". A continuación "reconoce que la continua escalada del armamento israelí constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales y subraya el persistente desafío de Israel a las resoluciones de la Asamblea General y su política de expansión, ocupación y negación de los derechos inalienables del pueblo palestino". También repite anteriores "condenas de la intensificación de la cooperación militar entre Israel y África del Sur". Concluye solicitando a "todos los Estados, bajo el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, que se abstengan de suministrar armas, munición, equipos y vehículos militares, o repuestos, a Israel, sin ninguna excepción".

 

Resolución 446 del CS, de 22 de marzo de 1979, sobre los asentamientos: "Determina que la política y las actuaciones de Israel de establecimiento de asentamientos en los territorios palestinos y árabes ocupados desde 1969, no tienen validez legal y constituyen un serio obstáculo para la consecución de una paz justa, global y duradera en Oriente Medio".

Los derechos humanos y la seguridad de Israel

Resolución 2443 de la Asamblea General, de 19 de diciembre de 1968, para establecer un comité de investigación sobre las actuaciones israelíes. Esta resolución "se guía por los fines y principios de la Carta de las Naciones Unidas y por la Declaración Universal de los Derechos Humanos". En ella se recuerda a Israel que "desista de destruir las casas de la población civil Árabe en las áreas ocupadas", y "expresa su grave preocupación por la violación de los derechos humanos en los territorios árabes ocupados".

 

Resolución 3379 de la Asamblea General, de 10 de noviembre de 1975, que califica al sionismo como una forma de racismo. Se recuerda que la Asamblea General condenó la alianza entre el racismo de África del Sur y el sionismo (14 de diciembre de 1973), y "determina que el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial". Eta resolución ha sido revocada recientemente.

 

Resolución 471 del CS, de 5 de junio de 1980: "Horrorizado por el intento de asesinato de los alcaldes de Nablus, Ramala y Al Bire, gravemente preocupado porque se autoriza a los colonos judíos en los territorios árabes ocupados llevar armas, lo que les permite perpetrar crímenes contra la población civil árabe, condena el intento de asesinato" y "manifiesta honda preocupación porque Israel, potencia ocupante, no ha facilitado la protección adecuada a la población civil en los territorios ocupados".

 

Resolución ES-7/9 de la Asamblea General, de 24 de septiembre de 1982, que condena la masacre de civiles palestinos en Beirut: "Recuerda las resoluciones del CS 508 (1982) de 5 de junio de 1982, 509 (1982) de 6 de junio de 1982, 513 (1982) de 4 de julio de 1982, 520 (1982) de 17 de septiembre de 1982 y 521 (1982) de 19 de septiembre de 1982", "reafirma en particular su resolución 194 (III) de 11 de diciembre de 1948" y "condena la masacre criminal de palestinos y otros civiles en Beirut el 17 de septiembre de 1982".

 

Resolución 904 del CS, de 18 de marzo de 1994, respecto de la masacre de Hebrón: "Condena fuertemente la masacre de Hebrón y sus secuelas, lo que costó la vida a más de cincuenta civiles palestinos e hirió a varios centenares más; pide a Israel, la potencia ocupante, (…) la confiscación de las armas, con el fin de impedir las acciones violentas ilegales por parte de los colonos israelíes".

 

(Las citas entrecomilladas corresponden a los textos oficiales de las resoluciones aprobadas por los distintos órganos de la ONU.)

 

Pues, bien, todas estas resoluciones han sido sistemáticamente incumplidas por el Estado de Israel. ¿Por qué unas resoluciones siguen a otras y casi siempre con el mismo contenido, sin que se produzca un cambio en las acciones de Israel? Porque su principal aliado, EEUU, veta oportunamente en el Consejo de Seguridad las que son desfavorables a esos intereses coligados. Pero con la intervención en Yugoslavia, el capitalismo ha dado un salto cualitativo, porque su gendarme internacional que hoy arrastra al resto de países de la cadena imperialista, no sólo utiliza la legalidad de las naciones unidas vetando en el Consejo de Seguridad las resoluciones que le obligan a actuar en contra de sus intereses, sino que pasa con es el caso de la actual intervención en Yugoslavia- por encima de esa misma legalidad cuando no encuentra en ella legitimidad alguna para proceder según sus propósitos. De modo que desde el mismo momento en que el representante del PSOE a cargo de la Secretaría General de la OTAN dio la orden de intervenir militarmente en Yugoslavia, el derecho internacional inspirado en la filosofía del contrato social de Rousseau quedó automáticamente convertido en papel mojado, haciendo realidad la máxima de Hobbes según la cual, bajo el capitalismo "homo hominis lupus" (el hombre no es más que un lobo para otros hombres.)

El caso kurdo
introducción

Descendientes de los antiguos medos, los kurdos han carecido de un estado propiamente dicho si exceptuamos el que dio lugar al Imperio Medo en el año 612 antes de Cristo. Constituido en principados de estructura tribal similares a las organizaciones feudales de la Edad Media europea, el pueblo kurdo fue fragmentado por primera vez durante el auge del dominio otomano, o que dio lugar a que surgiesen en el Kurdistán dos esferas de influencia: la persa y la otomana.

El fin de la Primera Guerra Mundial y el desarrollo de los tratados internacionales que dieron origen a la configuración moderna de las naciones-estado marcaron la más importante y definitiva división institucional del pueblo kurdo al servicio de intereses ajenos. Tras el Tratado de Sèvres, que inicialmente reconocía su derecho a la autonomía siguiendo el Programa de Catorce Puntos del presidente estadounidense Woodrow Wilson (1918), el posterior Tratado de Laussane (1923) acabaría por colocar a los kurdos en la misma situación en que se encuentran ahora, un Kurdistán dividido en diferentes soberanías nacionales: Turquía, Irak, Irán, Siria y la antigua URSS. Dos años después, las riquezas petroleras del Kurdistán, especialmente la de las regiones de Mosul y Kirkuk, provocaron la ampliación kurda del estado de Irak, bajo el mandato de Inglaterra, así como la creación. de la Irak Petroleum Company. Esta compañía fue la encargada de exportar el petróleo iraquí y en ella participaron, además de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos.

Tras las dos guerras mundiales, a raíz de los acuerdos de Sykes-Picott y Yalta, realizados por las potencias victoriosas, se trazaron, en primer lugar, las actuales fronteras (Turquía, Siria, Irak, Irán y Armenia) que dividen los 550.000 kilómetros cuadrados del Kurdistán. En segundo lugar, el nuevo mapa del Kurdistán permitió la formación de cuatro potencias regionales apoyadas económica, política y militarmente de forma incondicional por Estados Unidos (Turquía e Irán, del Sha) y la extinta URSS (Siria e Irak) a las que, en aras de preservar su seguridad y su carácter de Estados-gendarme se les dio carta blanca en política interior.

Frente a la lucha nacional de los kurdos por sus derechos culturales y políticos, la política represiva de estos países se vio favorecida entonces por los intereses occidentales y de la URSS en el contexto de la Guerra Fría. Posteriormente, la entrada en el "nuevo orden internacional" supuso para los kurdos el predominio de los intereses europeos y estadounidenses ligados a esta zona de grandes riquezas naturales e importancia geoestratégica.

La zona conocida como Kurdistán está situada en una serie de macizos montañosos al sur del Cáucaso, entre los montes Tauros, Zagros, el monte Ararat y los valles de Mesopotamia, con una extensión territorial aproximadamente igual a la del Estado Español. Los kurdos no son de origen árabe, aunque sí fueron islamizados, y hoy en día la mayoría son musulmanes. Como su lengua, este pueblo es indoeuropeo, y su idioma pertenece a la rama iraní. La minoría kurda que vive en Turquía es de unos 15 millones de habitantes, lo que supone un 20% de la población turca. Además, del territorio kurdo de Turquía se extrae la totalidad del petróleo nacional. En Irak, es de origen kurdo la cuarta parte de la población, es decir, unos cinco millones de personas que viven en una extensión de unos 76.000 km. cuadrados. Del Kurdistán iraquí se extrae el 74% del petróleo de Irak.

En Irán, los kurdos suman ocho millones de personas (17% de la población), y el petróleo que se extrae es el 20% de la producción nacional. De la zona kurda de Siria (unos 19.000 km2) se extrae la totalidad del petróleo nacional. En Siria viven un millón de kurdos. En la antigua URSS, sobre todo en Armenia y Azerbaiyán, los kurdos son medio millón. A todos ellos se añaden los kurdos que, bajo las políticas represivas y de exterminio de los diferentes regímenes, han emigrado hacia Europa (principalmente Alemania) y hacia otras repúblicas de la antigua Unión Soviética, y que son actualmente cerca de un millón. El mundo kurdo, por tanto, está representado por más de 30 millones de personas, de los que al menos 20 millones viven todavía en la zona conocida como Kurdistán. Eso lo convierte en la tercera nación más importante en número de Asia Occidental, después de los árabes y los turcos.

Países implicados

Turquía

En este país el problema kurdo afecta a unos 12 millones de personas, distribuidas por 23 provincias del sudeste, casi la tercera parte del territorio turco. En ciudades tan importantes como Estambul, Adana, Mersin y Antalya hay populosas barriadas habitadas por kurdos.

El Ejército es uno de los principales órganos de poder político en Turquía. Esto quiere decir que en ese país no se pueden tomar decisiones de importancia que no cuenten con el aval de las FF.AA. Se puede decir, sin exagerar, que Turquía es una dictadura militar encubierta . El ejército turco esta cohesionado por la ideología kemalista o nacionalismo turco. El inspirador del "kemalismo" fue Mustafá Kemal Ataturk, que en 1923 fundó la actual República turca como un Estado unitario. Cuando han surgido desviaciones de esta doctrina, el Ejército turco ha intervenido para reconducir la evolución política del país. Hoy, todavía está en condiciones de hacerlo; sin su participación y consentimiento no se puede dar un paso en la resolución del problema kurdo.

El Ejército turco interviene en los asuntos internos a través del Consejo Nacional de Seguridad, institución teóricamente consultiva, aunque en la práctica con gran poder decisorio en los temas trascendentales. El Ejército está profundamente imbricado en la OTAN, y en virtud de este pacto militar, mantiene una fuerte dependencia de las Fuerzas Armadas alemanas y, sobre todo, de las estadounidenses. De ahí que Alemania y EEUU sean potencias con capacidad de influencia sobre los militares turcos.

Los partidos políticos turcos y la gran mayoría de los medios de comunicación apoyan incondicionalmente al Ejército en su lucha "contra los terroristas", concepto con el que suelen referirse al problema del pueblo kurdo.

Irak

El drama kurdo de Irak afecta a casi cinco millones de personas la cuarta parte del total y a las provincias norteñas de Sinyar, Mosul, Dahok, Arbil, Kirkuk, Suleimania y Kanaquín. El régimen de Sadam Husein está respaldado por clanes y tribus entre los que resulta difícil establecer diferencias ideológicas. La represión que ejercen las fuerzas del orden en Irak impiden la existencia de facciones o tendencias. El régimen de Sadam defiende la interpretación más ultranacionalista de la ideología del Baaz (Partido del Renacimiento Arabe Socialista). Pese a tener su origen en esta organización panarabista, el Gobierno de Bagdad, las omnipresentes Fuerzas Armadas y policiales y el propio partido Baaz no son más que la prolongación del poder absoluto de Sadam Husein. El régimen iraquí reconoce la existencia de un problema kurdo y puede admitir, incluso, un sistema autonómico siempre que quede supeditado al Gobierno central.

 

El Congreso Nacional Iraquí es un conglomerado que reúne a toda la oposición a Sadam Husein. En su seno hay desde disidentes baazistas hasta integristas shiíes, pasando por comunistas, naseristas, nacionalistas árabes, liberales y los propios partidos kurdos, además de un número indeterminado de personalidades que en su momento apoyaron a Sadam Husein y que ahora intentan derribarlo para construir un sistema democrático. El Congreso Nacional Iraquí tiene su base en las regiones del norte de Irak, bajo control de las fuerzas kurdas y protegidas por la ONU.

Irán:

El Gobierno iraní tiene que hacer frente al problema kurdo en las provincias de Azerbaiyán occidental, Kurdistán, Sanandaj, Kermanchah e Ilam, donde viven, unos nueve millones de kurdos.

Aunque existen algunos matices en su seno, el régimen jomeinista se asienta sobre una estructura monolítica basada en la autoridad divina, cuyo representante en la Tierra es el sucesor de Jomeini, ahora el líder espiritual Jamenei. Su opinión es sagrada y fundamental a la hora de tomar cualquier decisión religiosa, cultural, económica o política.

 

La República Islámica de Irán reconoce la existencia de un hecho diferencial kurdo, permite, incluso, el uso del idioma pero se niega a reconocer cualquier tipo de administración propia, como podría ser una simple autonomía regional. La tesis de Teherán es que, como mantiene el Refah turco, en Irán solamente hay una comunidad, la de los creyentes, los seguidores del profeta Mahoma, y cualquier autonomía divide a esta comunidad islámica.

Siria:

El régimen baazista de Hafez Al Asad tiene, como el iraquí, sus orígenes en el Partido del Renacimiento Arabe Socialista (Baaz), aunque finalmente fue la tendencia más izquierdista la que alcanzó el Gobierno de Damasco. Hafez Al Asad es su líder indiscutible. El régimen de Hafez Al Asad basa su permanencia en el poder en un complejo equilibrio entre las diferentes etnias y comunidades religiosas que componen Siria, entre las que destacan los alauíes, suníes, kurdos y cristianos. El régimen sirio recibe el apoyo de algunos partidos afines que son tolerados, como el comunista, dirigido hasta su fallecimiento por el prestigioso político kurdo Jaled Begdache. La ruptura de este equilibrio podría suponer la inestabilidad de todo el sistema, por lo que la comunidad kurda unos dos millones de personas (13% del total) , al igual como las otras minorías, es respetada, aunque no se le reconocen sus derechos políticos.

El nacionalismo kurdo

La nación kurda, caracterizada por una cultura y una forma propia de organización social, ha tenido que enfrentarse a estados centralizadores y regímenes basados en un nacionalismo étnico -turco, árabe o persa- con poca o ninguna tolerancia hacia expresiones de autonomía nacional dentro de sus fronteras. Los kurdos, además de su origen y cultura, comparten importantes características, entre ellas las fronteras de sus estados, por lo que adquieren importancia estratégica y son a la vez muy vulnerables a la manipulación de sus respectivos gobiernos y de las potencias internacionales. Además, los gobiernos centrales han mantenido a estas regiones, con grandes riquezas naturales, en una situación de dependencia del interior y en extrema pobreza.

Las dinámicas de represión han sido especialmente brutales en algunas regiones, y han contado con el beneplácito implícito de la sociedad internacional. Como ejemplo, en 1988 la ciudad de Halabja, situada en territorio iraquí, fue bombardeada con armas químicas, y en un solo. día murieron más de 5.000 personas. El, gobierno de Sadam Husein es además responsable de la desaparición de más de 3.000 pueblos y cerca de 20 ciudades en la zona del Kurdistán. La zona perteneciente a Turquía es un lugar plenamente militarizado, donde rige la ley marcial. Desde que el Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK) iniciara la lucha armada en 1984 se calcula que han muerto más de 20.000 personas.

Tomado militarmente por cerca de 200.000 soldados turcos, en el Kurdistán turco se vive un auténtico clima de terror agravado por las continuas violaciones de los derechos humanos que llevan a cabo las partes en conflicto: si las autoridades turcas intentan desintegrar la unidad kurda con la creación de los "guardianes de aldeas" -kurdos armados contra la guerrilla-, el PKK tampoco repara en torturar y matar a profesores turcos que enseñan en la zona. Por causa de la política turca de limpieza étnica, cientos de miles de kurdos han huido del Kurdistán turco hacia ciudades del interior o al extranjero.

Además de ser víctimas de la represión, los kurdos de estos países sufren también un continuo proceso de asimilación por parte de los gobiernos centrales, que intentan crear cinturones árabes o turcos a lo largo de sus fronteras estatales mediante políticas de expulsión y repoblación. Ismail Besikçi, intelectual kurdo actualmente encarcelado por el gobierno turco, resumía en tres palabras la política llevada a cabo por Irak, Turquía e Irán: "Divide, vencerás y exterminarás" Todavía está reciente el recuerdo del Newroz (Día Nacional Kurdo) de 1992 en Turquía, cuya sangrienta represión, realizada con tanques comprados a Alemania, provocó la muerte de más de cien personas. El ministro alemán de Defensa, Stoltenberg, dimitió a consecuencia de estos hechos y se paralizó la venta de armas a Turquía por parte de Alemania, hoy reanudada. Sin embargo, la declaración del secretario estadounidense de Defensa Richard Cheney fue entonces: "EEUU apoya los esfuerzos del gobierno de Turquía para reducir los efectos de este conflicto sobre la población civil". Actualmente EEUU provee el 85% de las importaciones de armas en Turquía.

Presión regional

Los gobiernos de Siria, Turquía, Irak e Irán están cada vez más unidos en su política de persecución y represión contra los kurdos. De hecho, cada seis meses se reúnen representantes gubernamentales de estos países para coordinar su política represiva. En noviembre de 1993, el gobierno de Turquía firmó con el de Siria, tradicional lugar de refugio y apoyo de los kurdos turcos desde 1984, un protocolo de seguridad en relación con el PKK. En la ambivalente postura siria, país que continúa alojando al líder guerrillero del PKK, Abdullah Oçalán, ha influido también la distribución de las aguas del Eufrates, río que atraviesa el Kurdistán. Siria quiere desempeñar un papel en el proceso de paz de Oriente Próximo y utiliza el caso kurdo para acercarse al líder de esta paz, EEUU. Ni a EEUU ni a Europa les interesa la inestabilidad política de Turquía, tradicional aliada de la OTAN y desde enero de 1996 integrante de la Unión Aduanera con la UE.

Las relaciones entre Turquía e Irak, los dos países en los que el nacionalismo kurdo ha arraigado con mayor fuerza, también han mejorado en los últimos años. A principios de 1994, estos países intentaron presionar a la ONU y a diferentes gobiernos para conseguir la reapertura de los dos oleoductos iraquíes que atraviesan Turquía, y el levantamiento del embargo que sufre Irak desde la Guerra del Golfo. En agosto de ese mismo año, Turquía anunció oficial y unilateralmente la apertura de la frontera de Habur, a través de la cual se sospecha que intenta importar petróleo. De esta manera, Ankara iniciaba una serie de acciones que señalaban a Bagdad como el "dueño" legal del norte de Irak (gobernado "de facto" por el Frente del Kurdistán Iraquí, una coalición de partidos kurdos), e intentaba así impedir que surgiera un estado independiente en esa zona y, más aún, que este estado pudiera ayudar a sus propios kurdos. Según Rouleau, antiguo embajador francés en Túnez y Ankara, no hay duda de que negociaciones como ésa están siendo alentadas por los aliados occidentales, puesto que se trata de una política muy propicia para evitar la balcanización de los países de Oriente Próximo.

También Turquía ha iniciado un acercamiento con el gobierno de Irán, debido a la amenaza común del nacionalismo kurdo. En 1993 ambos países firmaron un protocolo que estipula que ningún país permitirá una organización terrorista en su territorio. En mayo y junio de 1994 hubo frecuentes encuentros diplomáticos para obstaculizar la movilidad de los miembros del PKK entre sus respectivas fronteras y permitir el bombardeo turco de carreteras iraníes usadas por los kurdos. La alternancia en los ataques de tropas iraníes (1993) y de tropas turcas (1992, 1993 y 1995) en el norte de Irak contra los kurdos reflejan que la política de represión sobre los kurdos está empezando a ser cada vez más coordinada.

La ofensiva turca en el norte de Irak iniciada en marzo de 1995 fue la mayor acción militar de Ankara desde la invasión de Chipre en 1974. Coincidió con la celebración del Newroz en el Kurdistán iraquí y su objetivo, según las autoridades turcas, era acabar con las bases del PKK. Para ello, más de 35.000 soldados turcos apoyados por carros de combate y helicópteros se desplazaron a la región. La comunidad internacional, que no toleró la invasión iraquí de Kuwait en 1990, restó importancia a esta intrusión ilegal del ejército turco. La intención de Turquía. era no sólo desestabilizar el movimiento kurdo iraquí, sino también presionar alrededor de las villas de Mosul y Kirkuk, pertenecientes a Irak, pero que Turquía considera de su propiedad.

Presión internacional

Las potencias occidentales no sólo han sido culpables por omisión de la actual situación que está viviendo el pueblo kurdo, sino que también han tomado parte activa. En un principio, la Guerra del Golfo supuso para los kurdos iraquíes la posibilidad de aprovechar la simpatía internacional que había despertado su situación: las imágenes de los kurdos, bombardeados con armas químicas, que huían de Sadam Husein hacia Irán y Turquía, y se quedaban atrapados en la frontera, dieron la vuelta al mundo en 1991 y provocaron la resolución 688 del Consejo de Seguridad de la ONU en 1992. Así se creó una zona de seguridad y exclusión aérea al norte del paralelo 36. Desde ese momento el norte de Irak se convirtió en el único intento actual de autonomía kurda: en 1992 se celebraron elecciones (consideradas anticonstitucionales e ilegales por el gobierno de Sadam Husein) y durante dos años se vivió un gobierno kurdo "de facto" en la región, aunque actualmente la contienda civil ha dejado sin efecto a la Asamblea electa.

Sin embargo, bastaron unos pocos meses para que todo cayera en el olvido, ya que una vez alejado el miedo a Sadam Husein, lo cierto es que a ningún país le interesaba la desintegración de Irak, y el gobierno kurdo comenzó a languidecer desde el momento mismo en que se fundó. El embargo internacional impuesto por la ONU al gobierno de Bagdad ha favorecido a varios países, sobre todo a EEUU. Este embargo, ratificado a finales de 1995 por la ONU, supone para EEUU, entre otras cosas, la garantía de que no bajarán de manera brusca los precios del petróleo en el mercado internacional. Esa alteración beneficiaría a sus rivales económicos, Alemania y Japón, y perjudicaría a otros países exportadores de petróleo como son Kuwait y Arabia Saudí, que todavía están pagando al gobierno estadounidense por su intervención en la guerra.

También es EEUU la principal potencia exportadora de armas hacia Turquía, pero no es la única. Turquía importó armamento estadounidense, alemán, español y francés entre 1990 y 1994 por un valor superior a 7.000 millones de dólares. Gran parte de este material se utiliza para reprimir la revuelta kurda en el este del país. Conocedores del problema kurdo, los organismos internacionales se niegan a reconocer la cuestión kurda como un problema político, y prefieren enfocarlo bajo el prisma del terrorismo para organizaciones como la OTAN y del humanitarismo para organizaciones como Amnistía Internacional. El argumento del terrorismo es el que ha provocado que Alemania declarara ilegal el PKK en 1993 y que en diciembre de 1995 se cerrasen dos asociaciones culturales y de información kurdas en Francfort.

Por tanto, la ayuda que los kurdos pueden esperar ya no va a provenir de alianzas coyunturales. Hasta ahora, ningún país de la región, país occidental ni organismo internacional ha reconocido al gobierno kurdo de Irak. El miedo a que se provoque un caos mayor que el actual en la zona, la alteración del equilibrio de poderes, la tendencia a sacralizar las fronteras posteriores a la Primera Guerra Mundial, el riesgo de una balcanización del conflicto y los intereses estratégicos y petrolíferos han tenido mucho que ver con todo eso. Por ejemplo Turquía, un país aliado de la OTAN y clave para detener el avance del fundamentalismo islámico, es el principal opositor a la creación de un estado kurdo en el norte de Irak. Ahora, la principal baza de los líderes kurdos, tanto iraquíes como del resto del Kurdistán, estriba en conseguir el apoyo internacional y el reconocimiento de la existencia de un problema político que trasciende los límites de la simple cuestión humanitaria.

A pesar de las violaciones de principios del derecho internacional, Europa aprobó la integración de este país en la Unión Aduanera, a pesar de que en junio de 1995 fue el propio Parlamento Europeo el que puso como condición indispensable para la firma del acuerdo la liberación de los diputados kurdos encarcelados y el reconocimiento de los derechos del pueblo kurdo. Dos resoluciones que conminan a Turquía a un mayor respeto de los derechos humanos han acompañado a esta votación contradictoria del Parlamento Europeo, y en ellas se menciona por primera vez al PKK como interlocutor para lograr una solución política de la cuestión kurda.

Para el Parlamento Kurdo en el Exilio, no basta sólo con que Turquía derogue un artículo de la ley, sino que sería necesario modificar la Constitución turca para que reconociera al pueblo kurdo y la promesa turca de no agredir el Kurdistán iraquí. Los exiliados kurdos quieren que Turquía se transforme en un "estado federal democrático sobre las bases de un federalismo bizonal y multicomunitario que permita a todas las comunidades que lo deseen preservar su cultura". A raíz de las limpiezas étnicas protagonizadas sobre todo por Turkía e Irak sobre la comunidad kurda, más de 20.000 personas han muerto en el Kurdistán turco desde 1984, y otras 10.000 se encuentran detenidas. Según Amnistía Internacional, en la guerra que se desarrolla entre el PKK y el Estado turco en el sudeste, se produce un homicidio político diario, y se han cerrado 450 periódicos.

Esta persecución ha provocado, además una de la mayores diásporas que se conocen en la historia moderna: un millón de kurdos en Europa Occidental, medio millón de ciudadanos de la antigua URSS así como las comunidades kurdas de Norteamérica y Australia"."Indirecta o moralmente representa también las aspiraciones a la paz dentro de la libertad y la justicia del pueblo kurdo

Propuestas de negociación

Hasta hoy todos los intentos de regular el conflicto kurdo de forma pacífica se han saldado con un estrepitoso fracaso, debido a que los diferentes regímenes se niegan a admitir cualquier forma de autogobierno para este pueblo. Además, la posibilidad de un cambio del actual mapa político de la zona, que pudiese poner en peligro el actual equilibro en la región, suscita un fuerte recelo internacional. Como muestra, recordaremos el incumplimiento de las promesas realizadas por la comunidad internacional en el Tratado de Sèvres (1921); el compromiso que adquirió en 1922 Mustafá Kemal Ataturk con los dirigentes kurdos, antes de crear la República de Turquía; el abandono de la República de Mahabad en manos del Ejército iraní, en 1947; la aplicación de los Acuerdos de Autonomía, que hizo el Gobierno de Bagdad en 1971; la "traición" de Henry Kissinger y del sha de Persia, Reza Phalevi a los kurdos iraquíes, en 1975; la "guerra santa" declarada por Jomeini contra los kurdos en 1980 cuando se estaba negociando un sistema autonómico en Irán; el asesinato del secretario general del PDKI Abdulrahman Ghasemlu por un comando iraní cuando en 1988 negociaba en Viena un acuerdo de paz; el incumplimiento de la promesa de derribar a Sadam Husein tras la Guerra del Golfo Pérsico y de ayudar a la reconstrucción del Kurdistán iraquí, y el encarcelamiento de los diputados del Partido de la Democracia (DEP) que intentaron negociar con el PKK en Turquía una solución pacífica al conflicto.

Después del Tratado de Sèvres, no ha habido ni una sola iniciativa internacional para encontrar una solución global a la "cuestión kurda". Solamente son destacables algunas resoluciones de la ONU, de la Unión Europea y del Parlamento Europeo, en las que se solicita a los distintos países que respeten los derechos humanos en la zona e instruyan los mecanismos necesarios para proteger a la población civil ante el peligro del genocidio.

Si se tiene en cuenta que el saldo de la represión servia en Kosovo -anterior a los recientes bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia- no pasaban de 2.000 víctimas mortales, la limpieza étnica de kurdos por parte de Turkía e Irak es de una magnitud incomparablemente mayor. Sin embargo, como así lo demuestran los hechos históricos rigurosamente contrastados desde 1984 hasta hoy, la OTAN no sólo se mantuvo impasible sino que alentó y sigué apoyando semejante catástrofe humanitaria sobre la población kurda, protagonizada incluso por un Estado miembro de esa organización militar internacional, como es el siniestro Estado turco.

Las verdaderas causas de
la actual guerra en yugoslavia

Desde fines de la década de los sesenta, el sistema capitalista prepara las condiciones propicias para una tercera guerra mundial de consecuencias humanas mucho más catastróficas que las dos anteriores. Semejantes condiciones vienen históricamente dadas por una fuerza material independiente de la voluntad de los capitalistas. Esta fuerza material consiste en la enorme presión social que ejerce la multibillonaria masa de capital sobrante en busca de población adicional explotable existente fuera del sistema capitalista puro. Tal es la tesis con la que el GPM se presentó en las páginas de Internet en noviembre del pasado año, expuesta en nuestro trabajo sobre la "Teoría Marxista de las crisis capitalistas", que sigue apareciendo en esta misma pagina web.

Entendemos por "sistema capitalista puro" a la libre explotación del trabajo asalariado disponible o extracción directa de plusvalor por parte de propietarios privados de medios de producción, esto es, sin interferencias políticas o estatales de ninguna índole. Tal es la tendencia irresistible que tiende a imponerse cada vez con más fuerza. Tendencia objetiva irreversible de no mediar una acción revolucionaria del proletariado mundial que rompa con la organización del trabajo y de la vida social y cultural basada en el modo de producción capitalista, en la propiedad privada de los medios de producción.

Una de las parcelas del trabajo social todavía no incorporado como fuente directa de apropiación y disponibilidad discrecional de plusvalor por parte de los propietarios privados, está constituida por los trabajadores de las empresas del Estado, especialmente en aquellos países con burguesías nacionales débiles, dominados por regímenes políticos pequeñoburgueses del tipo nacional-populistas, con proyectos de acumulación de capital basados en un capitalismo de Estado burgués o de "desarrollo autosostenido del capital nacional", donde los Estados -constituidos también en empresas públicas- han venido actuando a modo de barrera de contención del capital multinacional privado, en salvaguarda de la pequeña y mediana explotación del trabajo asalariado. Son los residuos del bloque histórico de poder formado entre la clase obrera (en especial su aristocracia en gran parte localizada en las empresas del Estado) y la pequeña y mediana burguesía nacional "no monopólica". A excepción de Cuba -cuya excepcionalidad confirma la regla- a esto se redujo el antiimperialismo que floreció en los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial.

Países como Egipto, Agelia, Congo, Angola, Indonesia, Brasil, Venezuela, Méjico, Chile, Argentina, Nicaragua, Guatemala, República Dominicana y Granada, estuvieron más o menos tiempo comprometidos con este tipo de proyectos apoyados por el ya disuelto y mal llamado "bloque socialista".

También Yugoslavia al igual que Siria, Irak y Libia, los eslabones más débiles de la cadena reformista del capitalismo en este momento, donde buena parte del proletariado trabaja y malvive para mantener a pequeños empresarios ineficientes y a un ejército de burócratas estatales a cargo de regímenes políticos despóticos o cuasi "democráticos".

El caso de Yugoslavia no es más que una variante del capitalismo de Estado nacional burgués que ha sido el sostén del "antiimperialismo" descrito más arriba. En esencia, esa variante consiste sumariamente en una muy limitada autogestión (poco que ver ya con la de los primeros tiempos) por parte de los trabajadores de las empresas en que trabajan, todas ellas propiedad del Estado nacional, donde cada una compite con las demás según los dictados de la ley del valor (tanto a nivel nacional como a nivel internacional), y los trabajadores, repartidos en cada una de ellas, además de un salario diferencial determinado por las distintas categorías laborales, y después de pagar un impuesto sobre los llamados "fondos fijos", pueden disponer -según las exigencias del mercado- qué parte de las ganancias netas generadas por su trabajo destinan al fondo de acumulación y qué otra parte dedican al consumo personal.

El Partido Comunista Yugoslavo PCI (Liga de los Comunistas a partir de 1952) ha dirigido el país desde la guerra, con un amplio consenso popular. Logró su legitimidad histórica en virtud de su papel dirigente en la revolución de 1941-45 y en la lucha de liberación nacional contra la ocupación extranjera nazi-fascista.

Ciertamente, el Estado burgués en Yugoslavia fue destruido "técnicamente hablando", no por una insurrección de masas dirigida por el PC sino por el invasor fascista. Sin embargo, la resistencia dirigida por los comunistas no habría podido ser victoriosa sin crear simultáneamente un poder de Estado alternativo. Dicho de otra manera, lo que hizo posible la revolución no fue la descomposición temporal de la burguesía local bajo los golpes de la guerra, sino la intensa oposición de las masas a cualquier restauración del orden burgués.

Aunque condenado a la clandestinidad desde 1921, el Partido Comunista Yugoslavo emergió en 1941 como el único partido panyugoslavo. Entró en la guerra con un programa que daba a la clase obrera una misión que transcendía "las cuestiones propias de la clase". Salió de ella como el partido hegemónico, referencia central para una amplia mayoría de la población yugoslava. La guerra de clases fue simultáneamente una guerra de liberación nacional, no sólo para Yugoslavia, sino también para las nacionalidades que la componen, y su fusión en el Estado yugoslavo fue un giro decisivo para el papel del Partido Comunista Yugoslavo en el período que siguió a la guerra. A la postre, las tendencias objetivas hacia la "nacionalización" del partido de la clase obrera, no harían más que reforzarse en ausencia de una Internacional revolucionaria, tendencias que - como hemos de explicar más adelante- irían a agudizarse en el contexto de la crisis iniciada en 1979.

Tras la ruptura con la planificación central y la colectivización de las tierras según el modelo stalinista (1945-50), la L.C.Y. introdujo el modelo de autogestión en todos los sectores del trabajo social (incluidos los servicios y la cultura). No obstante, el Estado siguió centralizando fuertemente las inversiones a través del llamado "Fondo Central de Inversiones" que controlaba el 70% de las inversiones realizadas, lo cual dejaba escaso margen de gestión a las empresas. Los Consejos Obreros y Comités de Gestión fueron órganos meramente ejecutivos limitados a gestionar los fondos atribuidos centralmente a cada empresa tras la deducción de los impuestos y tasas, además de proceder al reparto de la renta según los resultados obtenidos en el mercado, y de elegir y revocar a las direcciones de las empresas. En cuanto al sector agrícola ganadero, el 80% de las tierras de cultivo volvieron a ser de propiedad privada. En lo esencial, los precios y el comercio exterior siguieron estando bajo control.

En 1965 se llevó a cabo una Reforma Económica que consistió en una mayor descentralización para favorecer la mayor productividad del trabajo. Se procedió a suprimir el Fondo Central de Inversiones cuyos fondos pasaron a ser administrados directamente por los bancos y las empresas, cuya distribución empezó a depender de la rentabilidad. Como consecuencia lógica de ello, hubo una liberalización considerable de los precios. También se instituyó un Fondo de Ayuda a las regiones subdesarrolladas que todavía se mantiene, aunque se destina un porcentaje irrisorio del producto social. Estos fondos son distribuidos por los bancos en forma de préstamos a interés, cuando antes se distribuían sin ninguna contraprestación. De este modo, los bancos se convirtieron rápidamente en los principales depositarios de los fondos de inversión, concediendo créditos a cambio de fuertes tipos de interés, lo que les permitió acumular, durante el período 1965-71, grandes sumas incontroladas.

Durante el período 1971-80, el sistema bancario se descentralizó y las empresas pasaron a ser las únicas autorizadas para crear bancos comerciales sobre la base de sus propias aportaciones. El plan central determina las grandes opciones de inversión como resultado de un proceso de aproximaciones sucesivas a los planes de las empresas, comunas y repúblicas. Aun respetando estas grandes opciones prioritarias, las unidades de trabajo fueron libres de gestionar sus ingresos para cubrir sus inversiones, el consumo colectivo y los ingresos del personal.

La lógica de esta reforma llevaba la carga de un verdadero programa de restauración del capitalismo: la forma descentralizada de determinar las rentas, hizo que en la práctica las rentas más elevadas se encuentren en los sectores que gozaban de una posición privilegiada gracias a su peso en el mercado. De este modo, tal como en el capitalismo, la competencia operó una transferencia de valor desde las empresas de menor composición orgánica del capital a las de una composición mayor, y de las regiones relativamente pobres a las de mayor desarrollo relativo. Sobre esta base material, la solidaridad social se tornó imposible y el control obrero derivó inevitablemente en un control burocrático.

Los vínculos políticos multiétnicos y multinacionales de la federación yugoslava empezaron a hacer agua a partir -por primera vez en 20 años- de la penuria de bienes como el café y el detergente, en medio de la crisis iniciada en 1979. En 1985, la dirección del la L.C.Y. reconoció que el país atravesaba por una crisis económica. La deuda externa alcanzó por entonces los 20.000 millones de dólares, la inflación subía al 250% en 1988, el crecimiento industrial se estancó (cayendo a veces por debajo de cero). En 1987, Kosovo, Macedonia y Montenegro, regiones situadas en la parte más meridional del país, se declaraban en quiebra. En semejantes circunstancias, el consenso instituido en la L.C.Y. y el delicado sistema de equilibrios étnicos y nacionales se hundieron.

El paro hizo su aparición en una amplia escala y las condiciones de vida cayeron al nivel de los años 60. La respuesta de los trabajadores apelando a la huelga general, terminó por fracturar su alianza con el partido. Un poderoso sentimiento de malestar invadió a la intelectualidad, favoreciendo en ella a las corrientes derechistas y nacionalistas. Esta propensión general de la sociedad a atrincherarse en los particularismos nacionales y locales gravitó también sobre la L.C.Y. Dado su carácter federativo, la crisis reforzó la tendencia omnipresente en ese partido, a que la burocracia de cada república y provincia se atrinchere detrás de los intereses locales y nacionales que representa.

Pero ha sido en Serbia donde el retorno a la afirmación en los sentimientos nacionales tomó la forma más virulenta. En este contexto nacionalista del etéreo, el ejército yugoslavo encontró un estímulo para atribuirse el papel de guardián de la integridad del Estado yugoslavo. Con el acceso en 1987 de Slodovan Milosevik al poder indiscutido en la Liga de los Comunistas de Serbia, la preponderancia de la política de clase fue oficialmente abandonada en favor de la consolidación nacional bajo supremacía serbia.

Kosovo es un territorio histórico serbio. Conocido como el Campo de los Mirlos, es entrañable para los serbios y célebre en la historia, por haber sido el campo de batalla donde miles de antepasados suyos dejaron la vida luchando por esas tierras. Allí, Lázaro, el último zar de Serbia, se defendió heroicamente luchando en 1389 contra el sultán Amuratés I y sucumbió. Durante las guerras balcánicas de 1912-13, los serbios obtuvieron en Kosovo varias victorias sobre los turcos. Fue allí donde, en 1915, después de una heroica resistencia contra los alemanes y los búlgaros, a fines de noviembre de ese año, los serbios, cercados, decidieron la retirada hacia el Adriático a través del territorio de Albania.

La Constitución federal de 1974 había reforzado considerablemente la autonomía de Kosovo y de Voivodina, las dos provincias situadas en la república de Serbia, haciéndolas partes constituyentes de la federación Yugoslava. A raíz de esta reforma constitucional, Kosovo sufrió una rápida albanización que culminó con la instauración de cuotas nacionales, que reducían los empleos disponibles para los eslavos en la función pública, donde habían sido hasta entonces privilegiados. Además, gracias a su elevada tasa de nacimientos, la preponderancia étnica de los albaneses aumentaba, transformando las condiciones lingüísticas, educativas y culturales, de esta nueva era democrática, haciendo retroceder la frontera étnica hacia el norte. Este proceso de albanización acabó su clara proyección hacia la independencia en 1981. Tras las manifestaciones de los albanokosovares reclamando el estatuto de república para la provincia, el estado Federal envió las tropas y 12 personas fueron muertas. Tales son los antecedentes históricos inmediatos de este conflicto.

Como siempre, los capitalistas -qué remedio- escriben la historia con arreglo a epifenómenos que encubren sus verdaderas fuerzas motrices. Así lo difunden y así lo hacen creer a sus clases subalternas, educadas de tal modo en la ilusión de que la humanidad se comporta según motivaciones políticas, religiosas o étnicas. De este modo

<<Lo que estas determinadas personas se "figuran", se "imaginan" acerca de su practica real, se convierte en la única potencia determinante y activa que domina y determina la práctica de estos hombres>> (K.Marx-F.Engels: (La Ideología alemana" Cap. II punto 8)

 

En realidad, la "fuerza determinada" que explica todo este movimiento bélico de las potencias imperialistas sobre Yugoslavia o Irak -por ahora- es que los propietarios de grandes masas de capital productivamente ocioso, no pueden seguir tolerando la supervivencia de proyectos de acumulación andrajosos como el de Yugoslavia, mientras ellos se ven obligados a practicar el canibalismo patrimonial invirtiendo en bolsa y demás mercados especulativos. Necesitan, pues, apoderarse del aparato productivo en países como Yugoslavia, para empezar a metabolizar el trabajo de millones de proletarios serbios en Yugoslavia y albanokosovares que aun escapan a la producción directa de plusvalor para los fines de la acumulación.

Dividirles por "razones" ideológicas accesorias de carácter instrumental para poder unificarles en lo que realmente importa: la común tarea de exprimir su fuerza de trabajo para engordar el capital multinacional. Para eso, apoyándose en el resucitado y oportuno proyecto de la gran Albania capitalista, y haciendo palanca sobre las diferencias nacionales, étnicas y religiosas en territorio histórico yugoslavo, los capitalistas ingleses y americanos, italianos, españoles y franceses, alemanes, turcos, griegos y holandeses; anglosajones, latinos, arios y otomanos; protestantes, católicos, ortodoxos e islamistas, todos ellos apiñados en la OTAN, olvidando sus diferencias nacionales y raciales, empezaron pugnando por agudizar esas mismas diferencias entre trabajadores de un mismo territorio en litigio, para trasladarlas al terreno político y seguidamente al militar, armando a uno de ellos, los albanokosovares, para inducirles a una matanza con los del "otro bando" por "razones" que, en realidad, son absolutamente contrarias a los intereses de clase de ambos y nada tienen que ver con las motivaciones de quienes les han conducido a semejante matadero.

Nunca la ideología de los "derechos humanos" había aparecido tan claramente comprometida con una guerra imperialista violatoria del derecho internacional público y de una irracionalidad genocida de posible alcance mundial como ésta que la OTAN está llevando adelante contra el pueblo yugoslavo y gran parte de la población albanesa en Kosovo. A esta población -que el teleperiodismo venal muestra en macabras escenas de muerte o vagando por las tierras heladas de la región en disputa para justificar la intervención armada de la OTAN- les trae al pairo el país al que en justicia pertenezca el sitio donde se habían establecido para vivir en paz, hasta que los imperialistas europeos y americanos lo hicieron imposible provocando todo este desaguisado que no se sabe dónde conducirá. De hecho, todos ellos aceptaron la ciudadanía yugoslava y sería delirante pensar que emigraron a esa región por otra causa que no fuera el deseo de mejorar sus lamentables condiciones de vida en Albania. Los nacionalistas serbios les dijeron: pueden ustedes trabajar en este país como ciudadanos yugoslavos y nadie les ha de molestar en lo más mínimo por ello, pero no vengan a pretender quedarse con estos territorios porque se les acaba la tranquilidad.

Azuzando los prejuicios nacionales y raciales de las minorías albanokosovares, la burguesía internacional ha roto la tranquilidad en esa parte del mundo, tal como durante la guerra fría se dedicó a romper sistemáticamente la política de statu quo o coexistencia pacífica de la burocracia soviética. Es que la incorporación de Yugoslavia a la C.E.E. supondría que la burguesía de los países que la integran contarían con un espacio económico expandido en la medida de ese territorio, de sus recursos naturales, de sus medios de trabajo y de su población asalariada disponible. Y el caso es que cuanto mayores son los espacios económicos y más poblados estén , tanto mayor puede ser la unidad empresarial y tanto más intensa también la especialización dentro de los establecimientos, lo cual significa igualmente disminución de los costos de producción y, consecuentemente, aumento del plusvalor por unidad de capital empleado o invertido. Esto contrarresta la tendencia histórica decreciente de la tasa de ganancia acercando así el posible reinicio de una nueva fase económica expansiva. Esto es lo que el señor Solana, hablando en plata, estaba significando al anunciar la orden de ataque, cuando culpó a Milosevik "del aislamiento en que mantiene al pueblo yugoslavo".

Claro está que si la burocracia dirigente del Estado Yugoslavo se sometiera pacíficamente a estas razones inconfesadas que determinan el comportamiento de la burguesía internacional -ahora respecto de Yugoslavia- a mediano plazo no hay duda de que no sólo aumentaría el plusvalor de los burgueses en general, sino que, por efecto del desarrollo en la productividad general del trabajo, los menores costes de producción beneficiarían también a los trabajadores de ese país, que así podrían vivir un poco mejor que hasta ahora. Tal como está ocurriendo, en general, con el pueblo español respecto de hace diez años. Esto demuestra que proyectos pequeñoburgueses basados en el autodesarrollo del capital nacional como el que hoy siguen defendiendo los burócratas del Estado yugoslavo están condenados a desaparecer.

Pero el caso es que la sociedad yugoslava no cede, como tampoco parecen darse indicios de un cambio pacífico radical de sistema ni en la URSS ni en China. Y tal como hemos afirmado en nuestra exposición sobre la "Teoría marxista de la crisis económicas del capitalismo", en tanto la cuantiosa masa de capital excedente siga presionando para apoderarse de los recursos materiales y humanos de esas grandes regiones,

<<…está claro que todo lo que este desenlace se prolongue, contribuye a que la misma duración y gravedad de la depresión del capitalismo empuje cada vez más hacia una resolución bélica de tales dificultades>>

 La agresión en curso a Yugoslavia confirma una vez más esta tendencia de la burguesía a resolver sus grandes crisis económicas mediante el genocidio bélico. Tal es el colmo alcanzado por la irracionalidad esencial de este sistema de vida presidido por las potencias imperialistas en su etapa postrera. En cuanto al régimen que los dirigentes yugoslavos ofrecen a la parte del proletariado europeo que gobiernan, según nuestra línea de razonamiento no sólo es de la misma naturaleza irracional en tanto obedece a la lógica de la ley del valor, sino que desde el punto de vista del desarrollo de esa lógica, constituye un anacronismo pequeñoburgués. Y aunque en realidad se trata de eso, Milosevik y sus partidarios ni lo mencionan. Hacen pasar todo el conflicto por una reivindicación territorial fundada en los valores históricos de la nacionalidad, del sagrado paradigma de los próceres y de la raza eslava, valores en los que han venido educando sistemáticamente a los trabajadores serbios. Es decir: se aferran a una misma irracionalidad mediante los mismos argumentos mostruosos sobre los que cabalgó la barbarie desatada por la burguesía imperialista alemana en 1939. Cierto que no para conquistar un "espacio vital" sino para defenderlo. Pero esto no les hace ser de distinta naturaleza, porque imperialismo y nacionalismo no son más que dos formas de manifestación de una misma sustancia: la propiedad privada capitalista.

Hablamos de argumentos mostruosos siguiendo el razonamiento ya expuesto de que:

<<La barbarie de las ideas precede a la barbarie de los hechos. Y esta barbarie de las ideas tiene su punto de arranque en la propensión burguesa a hacer verosímil el falseamiento sistemático de la realidad social. Por eso debe desencadenarse una fuerte ofensiva teórica para defender al marxismo, al socialismo, a la ciencia, a la razón, de los embistes de la estupidez política dotada de formidables medios de difusión.>> ("Teoría de las crisis económicas capitalistas": La crisis y el porvenir de la humanidad)

 Pero el caso es que los trabajadores serbios y albanokosovares se encuentran enfeudados a sus respectivas direcciones burocráticas proburguesas enfrentadas, y una vez desatado el conflicto, ya nada puede hacerse de momento. Porque como ha ocurrido siempre en tales circunstancias, la misma monstruosidad mística que les dividió y puso en disposición de matarse mutuamente, es lo único que les mantiene en la lucha, fortalece la solidaridad en las trincheras y el odio al enemigo en uno y otro bando.

Sin embargo, el reconocimiento de esta realidad en Yugoslavia no justifica la actitud de permanecer impasibles. Porque como también hemos dicho y la evidencia histórica así lo confirma,

<<…las grandes guerras siempre parten de la voluntad política e iniciativa de la dirigencia burguesa localizada en los países de la cadena imperialista>> (Ibíd)

 Pero para que esta voluntad e iniciativa se concreten, los imperialistas tienen que contar no sólo con el consentimiento sino con la misma decisión de quienes son inducidos a la guerra en sus países. Y el caso es que según pasan los días y se suceden los bombardeos, el rechazo a esta nueva guerra tiende a extenderse por las calles de las principales capitales de países pertenecientes a la OTAN. Y de acuerdo con lo razonado hasta aquí, si como para nosotros es cierto que ya no estamos en la década de los cuarenta y que proyectos como el de la actual Yugoslavia tienen todavía menos proyección histórica que el ya agonizante modo de vida que nos ofrece el capital multinacional, pensamos que es políticamente inconducente contribuir a que el proletariado mundial siga dividido marchando otra vez al matadero detrás de opciones que nos son las suyas propias. Insistimos, no estamos ya en los breves y efímeros tiempos en que las burguesías nacionales de los países dependientes fueron alternativa de vida momentánea frente al imperialismo. Tampoco el proletariado cuenta en estos momentos de retroceso y confusión ideológica siquiera con un embrión desarrollado de partido revolucionario a nivel internacional. Hay que construirlo. Y una opción verdadera y efectivamente revolucionaria por primera vez desde la degeneración de la IIIª Internacional, no se puede empezar a construir insistiendo en la pura táctica de fastidiar al "enemigo principal" olvidándose por enésima vez de los intereses históricos del proletariado para no espantar a la pequeñoburguesía; metiendo a la clase obrera bajo el ala política del "enemigo secundario"; volviendo a depositar falsas esperanzas de progresión revolucionaria en una opción tan irracional y monstruosa como la que se pretende combatir; sumando fuerzas a un "antiimperialismo" cuya resultante histórica en términos políticos no puede ser sino nula.

 ¡Fuera la OTAN de Yugoslavia!

¡Convirtamos cualquier guerra interburguesa

en guerra revolucionaria contra el capitalismo!

La táctica de la imprevisión y el desconcierto

El trabajo que precede a este sobre la actual guerra en Yugoslavia fue presentado al G.P.M. el pasado 26 de marzo, y aprobado el martes 30, pero dificultades de orden técnico-informático han retrasado su entrada en la Web hasta el día de la fecha. En este intervalo de tiempo, el conflicto forzó a que la humanidad descendiera un peldaño mas en dirección al infierno de una tercera guerra mundial.

Hasta el 26 de marzo, el ejército yugoslavo había venido limitándose a operar exclusivamente contra las guerrillas fascistas del E.L.K. Ese día la OTAN recrudeció sus ataques aéreos sobre territorio yugoslavo. El gobierno de este país respondió entonces rompiendo relaciones diplomáticas con los países más implicados en la agresión imperialista, expulsó a los periodistas occidentales destacados en el escenario de los hechos, y procedió el día 27 a iniciar la limpieza de Kosovo de población albanesa.

 

Esto quiere decir que tres días de que la OTAN viniera descargando sus bombas y misiles sobre Belgrado y Pristina, los serbios siguieron todavía manteniendo de hecho el compromiso y la posibilidad pacifica de otorgar una amplia autonomía para los albaneses de Kosovo, según figura en el borrador de los acuerdos de Rambouillet; acuerdos que finalmente no llegaron a firmar, por oponerse a la cláusula propuesta por la otra parte, que autorizaba la presencia en su territorio soberano de fuerzas de la OTAN como supuesto garante del acuerdo. La prueba de que el Estado yugoslavo mantuvo sus compromisos hasta ese momento, esta en que el éxodo masivo de población civil albanesa comenzó a notarse recién a partir del día 28.

 

Ahora bien, según lo declarado en Bruselas el 31 de marzo por el portavoz de la Alianza Atlántica, Jaime Shea, el objetivo de la operación de limpieza no se reduce a la sola migración forzada de personas, sino al despojo de identidad política y patrimonio de los deportados. Para eso, las autoridades serbias destacadas en las fronteras del país, se habrían encargado de requisar carnets de identidad y demás documentación acreditativa de propiedad individual de los expulsados sobre diversos bienes que debieron abandonar en territorio yugoslavo: "Están eliminando partidas de nacimiento, actas de matrimonio y títulos de propiedad. Eso equivale a robar el sentido del pasado para reescribir la historia". De ser ciertas estas noticias, la forma inesperada en que el régimen yugoslavo esta ejecutando el éxodo, torna muy poco probable una vuelta atrás en los términos del conflicto, que tiende así a plantearse en el puro idioma de las barbaries bélicas generalizadas.

 

El inicio de las hostilidades militares lo desencadenó la OTAN ante el total rechazo yugoslavo a la presencia extranjera en su territorio durante los tres años que el borrador de los acuerdos dejó previsto que se tardaría en llevar a la práctica el estatuto de autonomía de los albaneses en territorio yugoslavo. Los imperialistas de la OTAN fundaron esta irrenunciable exigencia en la necesidad de evitar lo ocurrido en Kosovo diez años antes, cuando el Estado serbio intervino para intentar detener un proceso impulsado por fuerzas centrifugas de carácter democrático nacional, las mismas que hoy encarna E.T.A. en el Estado español, por citar solo un ejemplo de los que hay varios en la actual configuración de varios Estados integrantes de la OTAN. Francia y España coordinan actualmente la acción policial contra el accionar armado del MLNV en ambos territorios. ¿Que harían estos dos Estados imperialistas y la OTAN, si E.T.A. tuviera apoyo logístico y capacidad militar suficientes como para pasar de la acción irregular a la milicia y del terrorismo urbano a la guerra de movimientos en todo el país vasco, como es el caso del E.L.K. en Kosovo? El expacifista Solana y demás burócratas políticos y militares que dirigen la OTAN, saben que para justificar su intervención en Yugoslavia han debido falsear los hechos históricos y huyen como de la peste ante preguntas como esta.

 

Ellos apoyan a las guerrillas del E.L.K. tal como apoyaron a las fracciones bosnias y croatas de los ejércitos regulares preexistentes en esas dos ex repúblicas integradas en la Federación yugoslava. Pero se trata de dos casos completamente diferentes por tres razones. Primera: Croacia y Bosnia no son territorios históricos serbios, Kosovo sí. Segunda Croacia y Bosnia gozaban de estatus de repúblicas con administración, parlamento y FF.AA. propias. Kosovo está bajo jurisdicción de la república serbia de modo directo, donde los albaneses no gozan de ningún fuero jurídico ni político especial. Tercera: el ejército destacado en ese territorio responde en bloque a los intereses de Belgrado. De ahí que el E.L.K. sea una limitada formación militar irregular sin armamento pesado, que no ha podido pasar de la guerra de movimiento. Conclusión: en tanto el conflicto se desarrolla dentro de un Estado soberano y no alcanza a convertirse en guerra civil, no se justifica ninguna fuerza de interposición internacional, menos aún de una organización militar como la OTAN.

 

Dada la diferente situación política y militar de Croacia y Bosnia respecto de Kosovo, para implementar la misma estrategia de convertir a la población y recursos materiales de esas regiones, en fuente directa de apropiación de plusvalor para los fines de la acumulación, la coalición imperialista se vio precisada a utilizar dos tácticas distintas. Para iniciar su estrategia de desintegración del Estado yugoslavo, las potencias imperialistas empezaron por reconocer la independencia de Croacia, cosa que no habrían podido hacer en el caso de Kosovo sin violar groseramente la legalidad internacional.

 

Esto explica que la ayuda logística y militar que han venido prestando al E.L.K. haya sido hasta el momento muy modesta, lo cual indica que la táctica diseñada por la OTAN para Kosovo hasta el día 28 de marzo, pasaba por utilizar los hostigamientos del E.L.K. para el único fin de forzar al régimen yugoslavo a negociar una "amplia autonomía en Kosovo". Dentro de esa negociación se incluyó como condición irrenunciable, la presencia (léase invasión pacífica) de la OTAN en territorio kosovar, so pretexto de garantizar que el proceso de autonomía (léase independencia y segregación de Kosovo del territorio yugoslavo) se cumpla.

 

Ante la razonable, inteligente y firme determinación de negarse a permitir la presencia de tropas extranjeras en su territorio soberano, y la no menos firme unidad resistente del pueblo serbio a despecho de los bombardeos, los burócratas políticos y militares yugoslavos han acabado por desmontar los planes tácticos de la OTAN, habida cuenta, además, de que sus ataques no sirvieron para evitar la limpieza étnica de los kosovares sino que parecen haberla incentivado. Es evidente, pues, que la "fuerza determinada" en modo alguno ha sido políticamente determinante, y esta nueva realidad no prevista es lo que ha provocado la actual desorientación en el bloque imperialista. Esta perplejidad de los imperialistas ha sembrando, además, la inquietud y pérdida de credibilidad entre sus clases subalternas, que advierten la posibilidad cierta de que la situación en los balcanes se descontrole y de modo súbito puedan ser trágicamente arrojados al infierno de una tercera guerra mundial.

 

En Francia, Chirac parece acordar con la ministra "verde" Dominique Voynet y el demócrata liberal Alain Madelín, en la idea de invadir Yugoslavia, pero choca con una oposición fuertemente critica dentro del ejecutivo, en el contexto de manifestaciones masivas contra la guerra organizadas por el Partido Comunista y el Movimiento de los Ciudadanos liderado por el ministro del Interior Jean Pierre Chevénement. Ante el curso imprevisible de los acontecimientos, políticos como el presidente de la Asamblea Nacional, Laurent Fabius, que días atrás expresaron públicamente su inquietud ante la ofensiva de la OTAN, se tragaron de momento el sapo de sus incertidumbres y reservas, presionados como se vieron por los llamados a la unidad de que fueron objeto por parte del presidente Chirac y del primer ministro Jospin.

 

Dentro de la coalición que gobierna el Estado alemán han surgido también fuertes discrepancias internas que se han trasladado al ejecutivo desde los partidos que la integran. El pasado 31 de marzo, el diputado Hans Christian Ströbele y otros políticos verdes presentaron en Bonn un llamamiento para que la OTAN "acabe inmediatamente la guerra de agresión contra Yugoslavia". El comunicado se dirige directamente al ministro de exteriores -el socialdemócrata Joschka Fischer- para que el gobierno alemán deje de apoyar "la política aventurera de la OTAN" e invita a la población a realizar acciones de protesta.

 

En EE.UU., mientras el Pentágono pide a los militares impacientes que mantengan la calma reconociendo que se puede hacer bien poco para proteger a los kosovares, el vicealmirante Scott Fry, integrante de la Junta del alto estado Mayor, confiesa que el verdadero objetivo de la intervención armada en Yugoslavia no es evitar la catástrofe humanitaria que se esta produciendo, como se le hizo creer a la opinión publica mundial para que apruebe la intervención, sino "erosionar el poderío militar de las fuerzas serbias".

 

A pesar de que los principales líderes políticos norteamericanos y europeos se esfuerzan por trasmitir una imagen de seguridad y control de la situación; a pesar de sus reiterados anuncios de que no está previsto el envió de tropas a suelo yugoslavo, lo cierto es que las agencias de prensa están difundiendo aparentemente de oficio, que los servicios secretos no parecen ver otra alternativa posible. En realidad estas presuntas "filtraciones" al periodismo venal no hacen más que dar mayor verosimilitud a que los imperialistas ya se han decidido por esa nueva táctica.

 

Finalmente, una vez frustrada su pretendida invasión legal y pacífica del territorio kosovar, los estrategas de la OTAN han pasado a incluir en su nueva táctica el apoyo logístico y militar a la guerrilla del E.L.K., para la cual tienen suficiente carne de cañón en los numerosos contingentes de población albanesa expulsada. Según reporta el periodista Jose Comas desde París, Washington el ejecutivo norteamericano parece decidido a prestar a la milicia del Ejército de Liberación de Kosovo (E.L.K) todo el abrigo necesario. "Vamos a estrechar los lazos con esa organización", manifestó el portavoz adjunto del Departamento de Estado en declaraciones efectuadas en EE.UU., país en el que residen unos 400.000 albaneses. Invitados por la secretaria de Estado, Hashim Tashi y otros integrantes de la guerrilla albanokosovar partirán mañana hacia Washington, mientras otra delegación del E.L.K. visitará el cuartel general de la OTAN" ("El País": 19/03/99 Pp.3). No hay duda que este giro de la política de la OTAN respecto del E.L.K. contempla a esta formación militar como el futuro ejercito de la proyectada República "independiente" de Kosovo. Hoy, día siete de abril, ha trascendido de fuentes periodísticas occidentales que el E.L.K. está utilizando el poder disuasorio de sus armas para proceder en las fronteras a la leva forzosa de jóvenes varones, cuyas familias deben soportar una carga más de sufrimiento en toda esta barbarie desatada por la fuerzas ciegas del capitalismo.

 

Queremos insistir una vez más: no esta una guerra cuyas causas obedezcan a diferencias étnicas ni a reivindicaciones territoriales basadas en místicas de afirmación chovinista. Tampoco responden a la simple voluntad política de determinados individuos o grupos de individuos. Estos son solo presupuestos o datos de una realidad histórica preexistente que no necesariamente supone la guerra.

 

Las grandes confrontaciones bélicas de la era contemporánea son parte de los mecanismos de resolución de las grandes crisis del capitalismo. Aunque parezca lo contrario, no son los productores capitalistas quienes llevan sus mercancías al mercado sino que son sus mercancías quienes les llevan a ellos. Y una vez en el mercado, no son esos mismos empresarios burgueses quienes deciden sobre el futuro de sus negocios, sino que son sus mercancías las que lo hacen por ellos a través de la competencia.

Ahora bien, bajo condiciones normales, es decir, expansivas, con tasa de ganancia al alza, la competencia en el mercado actúa de tal modo que todos ganan, solo que unos más que otros según la diversa composición orgánica de los distintos conglomerados capitalistas nacionales en funciones. En tales circunstancias, las distintas fracciones nacionales o multinacionales del capital social global se comportan internacionalmente como una cofradía, donde la competencia estrecha los lazos de solidaridad social inter pares.

 

Pero cuando se desata la crisis según los principios activos y mecanismos expuestos por Marx en "El Capital", el pastel a repartir se achica y la competencia recrudece, de tal modo que ya no se trata de dividir ganancias sino perdidas:

<<Pero la cantidad que de ellas ha de corresponderle a cada cual, en que medida ha de participar en ellas, se torna entonces en cuestión de poder y de astucia, y la competencia se convierte a partir de ahí en una lucha entre hermanos enemigos>> (El Capital" Libro III cap. 15)

 

Es en estos momentos cuando los antagonismos entre las distintas fracciones nacionales o multinacionales de la propia clase capitalista recrudecen y la competencia tiende cada vez con más fuerza a expresarse inevitablemente por medios bélicos.

 

Ahora bien, dado que el sistema de vida capitalista consiste esencialmente en transformar todo el trabajo necesario posible en excedente para los fines de la acumulación, cuanto mayor sea la cantidad de asalariados que escapen a la producción directa de plusvalor, esto es, sin interferencias políticas, tal como es el caso de la actual Yugoslavia, mayores son las dificultades de la burguesía para garantizar la colocación de su creciente capital disponible para inversión productiva.

 

Ahora bien, según avanza el desarrollo de las fuerzas productivas, el metabolismo del capital se acelera; consecuentemente la masa de capital acumulado aumenta en mayor proporción que el plusvalor obtenido en cada periodo de rotación debo al incesante aumento en la composición orgánica del capital, hasta el punto en que el descenso de la tasa de ganancia torna imposible la colocación de un creciente capital expulsado del aparato productivo del sistema. De este modo, el proceso avanza de crisis en crisis con un capital sobrante cada vez mayor, que así presiona para apoderarse sin interferencias políticas, de masas obreras todavía bajo regímenes donde gran parte del trabajo social es empleado en las grandes empresas estatales. Y uno de los eslabones más débiles de esta cadena "antiimperialista" son regímenes como el de Yugoslavia.

 

Para nosotros, pues, la actual guerra desatada por la OTAN en territorio yugoslavo responde a esta necesidad material esencial del sistema capitalista en su etapa tardía. En tal sentido, pensamos que atribuir sus causas a consideraciones superestructurales puras no contribuyen al desarrollo de una práctica efectivamente revolucionaria sino al contrario, abonan el terreno del enemigo de clase en su tarea de ocultar las verdaderas fuerzas motrices de sus comportamientos políticos. Este es el caso de muchos colectivos y organizaciones que honestamente luchan por acercar el horizonte de un futuro sin explotadores ni explotados, pero que orientan su accionar insistiendo en pretender explicar los hechos políticos haciendo abstracción completa de su base material. Esta metodología, que rompe radicalmente con el materialismo histórico, nubla la conciencia de quienes más o menos directa o indirectamente, durante más o menos tiempo, hemos sido -y muchos todavía hoy- de algún modo siguen siendo utilizados como carnaza, tanto en la paz como en la guerra. Quienes no siendo patrones piensan con la cabeza de la patronal insistiendo en la creencia de que la historia se explica por ideas o hechos en sí mismos, sean de carácter político, filosófico, étnico o religioso, no hacen más que preparar futuras situaciones como ésta, donde trabajadores de distintas nacionalidades y etnias se implican tan estúpida como sanguinariamente en una matanza mutua que nada tiene que ver con sus comunes intereses de clase.

la autodeterminación

Consultando los antecedentes históricos acerca de las vicisitudes del concepto de autodeterminación que está en el centro de la agresión de la OTAN sobre Serbia, hemos podido comprobar que tanto la realidad económica (unidad internacional del capital) como las categorías jurídico-políticas interactuantes en esta guerra (colonia, neocolonia y dependencia), estaban ya presentes en los análisis de Lenin y los bolcheviques antes de la primera guerra mundial. Este saludable ejercicio de memoria histórica indica que lo lamentable y trágico de nuestro tiempo no es tanto la sangre que se está derramando en los balcanes, sino el hecho de que teniendo más vigencia que nunca, esos análisis y conclusiones de Lenin y del movimiento político bolchevique hayan permanecido y permanezcan todavía hoy en la ignorancia o el olvido, cuando no en el más deliberado desprecio dentro del movimiento antiimperialista. Este es nuestro pensamiento.

En cuanto a lo que se desprende del discurso que predomina en la mayoría de los pronunciamientos, empezar por decir que estamos de acuerdo en que:

  1. Esta guerra no ha sido provocada por el régimen imperante en Yugoslavia, sino por la coalición imperialista y,
  2. Que esta agresión persigue el propósito de imponer la disciplina del gran capital a nivel mundial.

Dicho esto, sentimos no poder acordar con la idea sostenida por muchos de apoyo incondicional a la RFY. La indignación ante la cobarde prepotencia criminal y los burdos pretextos con que la coalición imperialista ha venido encubriendo ante la opinión pública mundial los verdaderos propósitos que les han impulsado a desatar esta barbarie sobre un país pequeño como Yugoslavia, es sin duda legítima y la compartimos. Pero como se está viendo, los sentimientos sirven para todo, y entre la responsabilidad que compete a quienes opinamos públicamente sobre esta cuestión, está el hacer prevalacer la razón revolucionaria por encima de cualquier tonalidad afectiva, no sólo para desentrañar las verdaderas causas de esta guerra, sino para comprometerse desde una perspectiva ideológica y política efectivamente antiimperialista.

En tal sentido, aun cuando el texto de los acuerdos de Rambouillet prescribían la completa e inaceptable ocupación militar de Serbia y Montenegro por tiempo indefinido -una clara provocación de la parte imperialista para poder iniciar las hostilidades- la RFY es un país soberano y así seguirá siendo, porque la OTAN en modo alguno quiere ni puede querer convertir permanentemente a ese país en algo parecido a una colonia o protectorado.

El viejo régimen colonial tuvo sentido mientras prevaleció la división económica y política del capital internacional. Consistió en la utilización del dominio político y militar directo sobre determinadas regiones de ultramar por parte de una u otra de las principales fracciones burguesas metropolitanas enfrentadas, para garantizar la explotación en exclusiva del trabajo social en países emergentes así convertidos en colonias.

La actual tendencia irreversible ya verificada a la internacionalización económica y a la unidad política del capital, ha devenido absolutamente incompatible con esas antiguas formas coloniales de dominio político imperial externo sobre las débiles burguesías periféricas emergentes. Pero esta actual tendencia tampoco tolera ya la utilización política del liderazgo social que determinadas burguesías nacionales residuales dependientes -como es el caso de la serbia- ejercen al interior de sus países para convertirles en compartimentos estancos, en límites o barreras políticas a la penetración del gran capital multinacional.

En su carácter de brazo armado del imperialismo al servicio de la tendencia histórica del capital a su unidad internacional, la OTAN niega incondicionalmente el concepto de colonia y de momento acepta el de soberanía nacional sólo de modo condicional, pasando por encima del derecho a la no injerencia toda vez que determinados países dependientes -como es el caso de Yugoslavia- o estructuras postcapitalistas remanentes, tipo URSS o China, sigan oponiendo resistencia al cumplimiento de las leyes que determinan la fuerza y el sentido de esa tendencia. Una fuerza material que, de no mediar la revolución mundial proletaria, ha de cumplirse hasta sus últimas consecuencias como que dos más dos son cuatro.

A estas alturas de la historia del capitalismo, pues, la defensa de la soberanía nacional de países donde todavía quedan flecos de fracciones burguesas menores con ilusorias aspiraciones al autodesarrollo sostenido de su capital nacional, no tiene nada que ver con las actuales necesidades económicas del sistema capitalista en su conjunto determinadas por la enorme masa del su capital social en funciones y la escala de la producción.

Pero el caso es que el aumento en esa masa de capital acumulado se corresponde con la expansión del trabajo asalariado y con el desarrollo de la fuerza social productiva de ese trabajo. Por lo tanto, la consigna de "Solidaridad con la RFY" tampoco se compadece con las necesidades históricas del proletariado. Estas necesidades, determinadas por el progreso gigantesco de su fuerza social productiva -que desde luego no tiene su mayor exponente en proyectos de vida como el que defiende el régimen yugoslavo- y con la propia internacionalización del capital, exigen a los trabajadores unirse para responder a la gran burguesía, no en el terreno de la dialéctica entre países sino entre clases, no tanto ya en el terreno de lo nacional como a nivel internacional, no en nombre del atraso relativo sino del progreso, y no con la mirada puesta en el pasado sino en el futuro de la humanidad.

Para nosotros, pues, tratar de comprometer al proletariado mundial en una guerra como ésta sólo para que en países como Yugoslavia pueda prolongarse agónicamente la explotación "independiente" del trabajo asalariado a pequeña y mediana escala, lejos de contribuir a la desaparición del imperialismo deja intactas sus condiciones de existencia que están en el desarrollo económico desigual a nivel internacional. Pero lo más grave es que el despropósito de esa lucha no da ni puede dar al movimiento obrero ninguna perspectiva de continuidad, ya sea estratégica para sacudirse la explotación capitalista, ni tampoco táctica que se corresponda con las exigencias que la realidad actual del sistema le está demandando.

Soberanía nacional

y antiimperialismo revolucionario

Desde que hemos hecho público nuestro análisis y conclusiones sobre el acutal conflicto bélico en Yugoslavia, por activa o por pasiva hemos recibido muchas más opiniones críticas y posicionamientos divergentes que coincidentes.

Esto no nos sorprende ni desanima sino al contrario. El movimiento obrero internacional está pasando por una etapa de crisis ideológica y retroceso político generalizado. La causa está en una serie de derrotas políticas estratégicas, especialmente durante las décadas de los setenta y ochenta en numerosos países; la de mayor alcance, sin duda, ha sido la dramática disolución de la URSS, aunque también la tendencia a duras penas contenida hacia la involución capitalista pura en países como China, Vietnam y Cuba. Nosotros estamos entre quienes atribuyen estas derrotas al fracaso de la concepción estratégica y táctica impuestas al proletariado mundial por la dirección del PCUS tras la muerte de Lenin. A juzgar por lo que se está viendo a propósito del actual conflicto bélico en Yugoslavia, una gran mayoría de asalariados a la vez militantes prácticos del movimiento, siguen insistiendo en aquella línea política en la falsa creencia de que representa las más puras tradiciones del marxismo-leninismo. Entre esa mayoría, son mayoría los anticomunistas de corazón que sin embargo simpatizan y hasta se sienten identificados con lo que hasta hoy pasa por ser marxismo-leninismo; sencillamente porque ven que coincide con su antiimperialismo puramente nacional, pequeñoburgués; a ninguno de estos dos sectores que conforman esa "izquierda unida" les interesa ventilar si entre el bolchevismo y su posición hay o no una ruptura.

Para nosotros sí la hay, por eso estimamos que lo importante para superar esta situación no está hoy precisamente en las coincidencias teóricas y políticas al uso, sino en las divergencias. Hay que poner énfasis no en mantener la identidad del movimiento político del proletariado como está, en torno a criterios teóricos que le condujeron a sucesivas derrotas en los últimos setenta años, sino en las diferencias respecto a esos criterios. Y nosotros estamos empeñados en eso, tratando de recuperar la vigencia del materialismo histórico desde los tiempos de Marx en lógica continuidad con Lenin y los bolcheviques.

Para actuar correctamente sobre cualquier parcela de la realidad hay que prever. Pero antes de prever hay que saber ver, interpretar o representarse correctamente la realidad que se pretende transformar. Y para ver bien no hay que ponerse gafas equivocadas. Con esto queremos decir que "el análisis concreto de cada situación concreta" supone una previa toma de posición en base a consideraciones teóricas generales que responden a específicos intereses desde los cuales se quiere construir una racionalidad social y humana históricamente superadora. Por lo tanto, antes de ponerse a la tarea de elaborar "una política concreta para cada realidad concreta" hay que responder a esta pregunta: ¿cual es el referente teórico previo, la óptica o perspectiva general desde la cual observamos cada situación concreta? Para los marxistas, la perspectiva revolucionaria, esa óptica desde la cual es posible observar la obra transformadora terminada todavía sin empezar, es la filosofía del proletariado, el materialismo histórico. Esto es lo que desde mucho antes de 1902 -cuando publicó su "¿Qué Hacer?"-Lenin ya había comprendido y asumido al decir allí que "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario". Las actuales discrepancias en el seno del movimiento proletario hunden, pues, sus raíces, en este terreno, en el de la doctrina, en el de la distinta óptica desde la cual observamos la realidad. Tal es nuestro convencimiento y hemos de intentar demostrarlo seguidamente.

Nuestra posición sobre el actual conflicto bélico en Yugoslavia no se deriva de la dialéctica entre Estados formalmente considerados, sino de la dialéctica entre clases sociales. Nosotros no observamos y valoramos esta realidad desde la optica de la soberanía nacional del Estado burgués yugoslavo, sino desde la perspectiva de la soberanía de clase del pueblo trabajador serbio y albanokosovar. Quienes hoy se pronuncian por la defensa incondicional del Estado capitalista yugoslavo, se fundan en el principio democrático burgués de la igualdad formal o jurídico-política entre Estados, que desde fines del siglo XVIII ha venido legitimando la división del capital mundial en parcelas nacionales. Un principio que la actual tendencia irresistible a la unidad internacional del capital está destruyendo con centenares de misiles tomahawk y bombas de 2500 kilos sobre territorio burgués "soberano" de Yugoslavia, mientras la OTAN anuncia su flamante doctrina de alcance universal basada en el "derecho a la injerencia humanitaria" del capital imperialista en cualquier parte del planeta. A nuestro modo de ver, semejante posición constituye toda una paradoja y un despropósito, no solamente desde el punto de vista proletario, sino desde la propia perspectiva histórica de la burguesía en la actual etapa tardía del capitalismo.

En el actual contexto del conflicto yugoslavo, la paradojica respuesta compartida mayoritariamente dentro del movimiento proletario dirigido por la pequeñoburguesía, pone una vez más al rojo vivo la cuestión tantas veces escamoteada acerca de si en la IIIª Internacional hubo o no hubo una ruptura ideológica y política tras la muerte de Lenin y el aniquilamiento de la oposición de izquierdas dentro de la URSS. Para contestar a este interrogante, es necesario empezar por delimitar las posiciones que Lenin y los bolcheviques hicieron prevalacer con la única fuerza de las ideas revolucionarias dentro de la IIIª Internacional.

Un año antes de la primera guerra mundial, para analizar el problema de las nacionalidades y de la autodeterminación, Lenin planteó la necesidad de distinguir entre dos etapas del desarrollo capitalista. La primera corresponde al hundimiento del feudalismo y al despertar de los Estados nacionales en lucha revolucionaria contra las reminiscencias de la nobleza decadente. En esa época, la doctrina burguesa de la autodeterminación nacional y de la soberanía popular que dentro de la izquierda tradicional se sigue aplicando hoy al conflicto yugoslavo, cumplió un papel revolucionario. La segunda se define por la tendencia a la internacionalización del capital que niega las fronteras nacionales vigentes en la primera etapa.

Tres años después de polemizar en torno a la resolución de Poronin, Lenin presentó al mundo las tesis de abril de 1916, anunciando allí que el capitalismo estaba en pleno tránsito de la primera a la segunda etapa. Esta segunda etapa corresponde al capitalismo tardío, y se caracteriza

  1. por el alto grado de desarrollo y antagonismo entre las dos clases;
  2. por la tendencia del enorme capital acumulado a su unidad internacional y
  3. por la consecuente destrucción de las barreras nacionales que limitan la necesidad objetiva de expandir los espacios económicos de producción de plusvalor y libre circulación de la riqueza

Ahora bien, durante la primera etapa, el capitalismo de ultramar basó sus dominios en la forma política de lo que se llamó régimen colonial, como el que Gran Bretaña, Holanda Portugal y España implantaron en la India, Asia suroriental y América Latina. Se entiende por colonia a un país bajo dominio militar y político directo de otro. Aunque todavía existen algunos vestigios insignificantes, esta forma de dominio en el terreno internacional ha ido desapareciendo según lo fue exigiendo el crecimiento de los mercados internos y de las burguesías nacionales emergentes en los países de tal modo sometidos. Los últimos vestigios socialmente significativos de esta forma de dominio, se prolongaron hasta los años setenta de nuestro siglo. Angola ha sido él último. Bajo dominio directo de los portugueses desde principios del siglo XVI, esta región africana pasó a ser reconocida en 1919 como colonia portuguesa por el tratado de Versalles. En 1957 se convirtió en una provincia portuguesa de ultramar, estatus que la burguesía lusitana pudo conservar hasta la triunfante revolución anticolonial dirigida por el MPLA en 1975.

La semicolonia es una categoría de dominio transicional entre la colonia y el Estado nacional económicamente dependiente aunque políticamente soberano. La semicolonia goza de una independencia política formalmente limitada, porque existe jurisdicción extranjera sobre los actos del gobierno, impuesta por la presencia militar de la potencia dominante (o de varias potencias). Los ejemplos mencionados por Lenin son China, Persia y Turkia. Más recientemente el antiguo Vietnam del Sur durante el gobierno títere de Nguyen Van Thieu impuesto en 1975 por EE.UU. en guerra con Vietnam del norte. Entre nosotros puede comprenderse en esta categoría al país vasco.

En China, este país estuvo cerrado al comercio con el exterior hasta bien entrado el siglo pasado. A partir de 1830, Inglaterra tuvo interés en abrir el mercado chino a la importación y exportación, desencadenando a fines de esa década la Guerra del Opio, que culminó con la derrota del país asiático. Como consecuencia, Gran Bretaña impuso a China el tratado de Nankín de 1842, por el cual la obligaba a liberar sus puertos, a fijar un tope a los derechos aduaneros de exportación y a permitir que los extranjeros tuvieran áreas residenciales y comerciales fuera del alcance de la justicia local. Posteriormente China sufre otra derrota militar, esta vez a manos de Japón, en 1895, y es obligada a conceder nuevos derechos de navegación fluvial, privilegios comerciales, y a permitir la fundación de más factorías extranjeras. Varias potencias: Francia, Gran Bretaña, Alemania, Rusia y Japón, se consolidan entonces en "zonas francas", con tropas, barcos y administración propias.

Persia y Turkía también estuvieron ocupadas parcialmente por tropas de varias potencias. Persia ya había sido dividida en 1907 entre Gran Bretaña y Rusia en Áreas de influencia. Mas tarde, en 1919, Gran Bretaña le impuso oficiales británicos para reorganizar el ejército, ingenieros para la construcción de un ferrocarril respaldado por crédito británico y la obligación de aceptar sus "consejos". En cuanto a Turkía, Gran Bretaña dominaba su Estado, aunque éste, a su vez, oprimía a otros países. En 1920, las tropas británicas llegaron a ocupar Constantinopla.

En vista de estas situaciones, Lenin sostuvo que en las colonias y semicolonias estaba planteada la necesidad de revoluciones democrático-burguesas para crear Estados nacionales independientes y nacionalmente homogéneos. En tales circunstancias, el proletariado de las colonias y semicolonias debía luchar por la autodeterminación nacional sin que esto supusiera llevar adelante su programa socialista. El concepto de autodeterminación política va unido, pues, a este tipo de situaciones y limitado exclusivamente a ellas, a la lucha por la liberación nacional del colonialismo, incluidas sus formas transicionales. Por eso las consignas que adoptaban los movimientos de liberación eran del tipo nacional burgués y democrático burguesas. Así, las reivindicaciones del Kuomintang en China incluían la unidad nacional, el control de la aduana por el Estado chino, la expulsión de las tropas y barcos imperialistas y la abolición de los privilegios para los extranjeros. En Persia y en Turkía, las consignas de los movimientos nacionales eran la expulsión de los extranjeros.

Por último, existe otra gran categoría: la de países atrasados y oprimidos por el imperialismo, como Yugoslavia, por ejemplo, para los cuales Lenin utilizó la palabra "dependientes". Estos países pueden llegar a sufrir la "anexión económica" al imperialismo, pero tienen independencia política y ésta constituye su "diferencia específica" con respecto a las colonias o semicolonias. El ejemplo que presenta Lenin de país dependiente es Argentina, a la cual Inglaterra había dominado económicamente pero "sin violar su independencia política". Por supuesto que Argentina padecía todo tipo de condicionamientos políticos, que se derivaban de su sujeción económica a Gran Bretaña. No obstante, estaba ubicada en una relación distinta con respecto a los países semicoloniales, porque tenía autodeterminación política.

Cabría preguntarse aquí, si, no obstante, su situación, países como Argentina no se asemejaban a las semicolonias por el hecho de que estaba allí planteada su liberación desde el punto de vista económico. Lenin contestaba que sí, pero este objetivo: liberarse de la dependencia económica respecto del imperialismo y de las múltiples presiones económicas, políticas y diplomáticas que se derivan de ella, ya no constituía un objetivo democrático burgués sino socialista. ¿Por qué? Pues, porque, la dependencia económica es producto de la ley del valor que vincula indisolublemente las distintas economías nacionales, lo cual provoca y fija el desarrollo desigual entre ellas según la diferente composición orgánica del capital en los distintos países. Y es obvio que ninguna fracción nacional de la burguesía internacional está dispuesta a romper sus vínculos con unas leyes económicas y formas de organización internacional del capital que constituyen su razón de ser como clase nacional económicamente dominante. Por lo tanto, para pasar de la igualdad política a la igualdad real entre Estados, o sea, para eliminar el atraso relativo de los países formal o políticamente libres pero económicamente dependientes, el proletariado tiene que atacar al capital internacionalmente estructurado. Tal fue el pensamiento de Lenin durante la transición entre las dos etapas del desarrollo capitalista.

 

Las presentes circunstancias se caracterizan no por la simple tendencia a la unidad internacional del capital sino por su concreción real. En esta etapa, está visto ya que el concepto burgués de soberanía nacional ya no le sirve ni a la burguesía. Por lo tanto, el objetivo de eliminar al capital internacional tiene que ser encuadrado desde la perspectiva de un programa y una estrategia también mundial del proletariado en lucha por el socialismo, no desde la defensa de un sector escuálido y anacrónico de la burguesía mundial como es el caso de la burguesía yugoslava. Esto significa luchar efectiva y realmente contra la OTAN, lo demás es puro entretenimiento de las conciencias en el sentimentalismo victimista pequeñoburgués que no conduce a ninguna parte.

Cierto, Lenin no desdeñaba la importancia de la lucha contra los restos del colonialismo en la etapa tardía del capitalismo. Por ejemplo, en abril de 1919, el emir Amanullah que había tomado el poder en Afganistán, denunció un tratado semicolonial que Gran Bretaña le había impuesto a los anteriores gobernantes de ese país, y emprendió acciones para enfrentar militarmente al imperialismo que buscaba volver a la antigua condición. Lenin caracterizó entonces a Afganistán como "el único Estado musulmán independiente en el mundo" que podría encabezar la lucha de los pueblos musulmanes por la libertad e independencia. Pero Lenin dijo esto cuando la tendencia a la internacionalización del capital y al entrelazamiento con las burguesías nacionales en casi todos los países dependientes todavía no era un hecho, como lo fue a partir de la segunda postguerra. Lenin hablaba claramente de una lucha burguesa de liberación en la etapa de transición hacia la internacionalización del capital, cuando el pasaje de las semicolonias a la condición de Estados independientes era un tránsito previo, progresivo, necesario y obligado, hacia lo que hoy es ya una realidad. Bajo estas nuevas circunstancias, la resistencia que ofrece a la OTAN el régimen dominado por la Liga socialista yugoslava constituye un anacronismo en toda regla, tanto desde el punto de vista burgués como desde el punto de vista de la necesaria unidad política del proletariado a nivel mundial.

Por tanto, quienes en esta guerra se manifiestan por la defensa incondicional de Yugosloavia, no son más que víctimas irreflexivas del sentimentalismo pequeñoburgués que induce a defender al débil frente al fuerte, anteponiendo la defensa de un antiimperialismo burgués pacato necesariamente perdedor, a la construcción de una eficaz estrategia de poder obrero contra el capitalismo internacional. Y el primer paso de esa estrategia debe consistir en una política conducente a la unidad internacional del proletariado, que ya tiene su posibilidad real de concreción en la unidad internacional del capital. Esto no tiene nada que ver con la defensa del nacionalismo colonialista que esgrime el actual régimen yugoslavo. Tampoco con el neutralismo pacifista. Sí con la conversión de esta guerra interburguesa en guerra revolucionaria contra el capitalismo.

Que esta consigna sea, de momento, imposible, hay que atribuírselo a la política internacional de la URSS tras la muerte de Lenin, que basó la construcción mundial del socialismo en poner al proletariado de los países dependientes al servicio de la pequeñoburguesía autóctona en lucha por utilizar la soberanía nacional para evitar o negociar la penetración del imperialismo en el territorio bajo su condominio, que es lo que está haciendo el régimen yugoslavo.

Veamos ahora cual ha sido el origen histórico y las derivaciones de esta estrategia. Tras haber desarrollado políticas oportunistas y ultraizquierdistas en la revolución China, la dirección de la IIIª Internacional concretó sus elaboraciones más generales sobre los países atrasados en total ruptura contrarrevolucionaria con las posiciones de Lenin y los bolcheviques. Esto ocurrió a partir del sexto congreso realizado en 1928. El informe de la IC falseó groseramente la realidad de Latinoiamérica, sosteniendo que todos los países dependientes de la región eran semicolonias del imperialismo. En ese Congreso se dio gran relevancia a las llamadas "oligarquías", cuyos intereses se consideraron contrarios al desarrollo capitalista de los países coloniales y dependientes. Ninguno de los autores clásicos marxistas, desde Lenin a Rosa Luxemburgo, sostuvieron nada parecido a esto. Con semejante idea se hizo prevalecer la tesis del "desarrollo bloqueado" y la necesidad de que el proletariado luche por un desarrollo autónomo del capital nacional.

En el siguiente congreso de la I.C., en 1935, se completó lo que conformaría la fisonomía política definitiva de los partidos comunistas en el mundo durante décadas. Según la línea votada en este congreso, todos los países atrasados entraban en la categoría de colonias o semicolonias. Por lo tanto, en todos ellos, antes que la liberación social del proletariado y la implantación del socialismo, estaba planteada la tarea de liberar a la burguesía de su dependencia económica respecto del imperialismo. Se falseó el pensamiento de Lenin reduciendo los países dependientes a la condición de semicolonias, para maniatar al proletariado en el cepo de los frentes populares.

Este grosera identidad entre países económicamente dependientes y políticamente colonizados, permitió a la Comintern catalogar a las burguesías nacionales dependientes de progresistas e industrialistas interesadas en la lucha antiimperialista. La conclusión política de este grosero reduccionismo operado por la IC acerca de la relación del imperialismo con su periferia, determinó una línea para los partidos comunistas que consistió en meter al proletariado dentro del "frente único antiimperialista" para la "acción conjunta con la burguesía nacional contra el imperialismo".

Tras las decisiones del VI Congreso de la IC, casi todos los partidos de izquierdas caracterizaron a los países dependientes como semicolonias o colonias, dejando completamente al margen la consideración acerca de si habían o no alcanzado su soberanía política. Esta línea no sólo fue sostenida por los partidos, sino que se trasladó a los círculos académicos e intelectuales "antiimperialistas". Desde el progresismo académico, Halperín Dhongui considera al conjunto de los países dependientes como sujetos a una relación de tipo neocolonial desde el siglo XIX. En su "Teoría del Desarrollo capitalista", Sweezy adjudica la categoría de colonia a todos los países de la periferia capitalista. Y Petras, uno de los "marxistas" más leídos en la actualidad, sostiene que los países dependientes están siendo recolonizados por EE.UU.

En esta caracterización subyace el presunto carácter progresista de las burguesías nacionales en los países dependientes. En efecto, si el imperialismo tiende a mantener a los Estados de la periferia capitalista como colonias, y si es verdad que de no mediar esa acción depredatoria, las burguesías nacionales podrían superar el atraso relativo de sus países, entonces el proletariado tiene allí una función revolucionaria que cumplir sin necesidad de tomar el poder, sino aliándose con su burguesía nacional respectiva. Esto justificaría plenamente el comportamiento que está teniendo el proletariado serbio en este conflicto. Pero en la medida en que el régimen yugoslavo se está comportando a su vez como un país colonialista respecto de los albanokosovares, habría que aceptar entonces como normal y progresiva la realidad de la división y el enfrentamiento bélico entre el proletariado de países distintos, lo cual nada tiene que ver con la unidad incondicional del proletariado como clase en la actual etapa histórica del capitalismo.

La teoría del frente popular impulsada por la Comintern, se articula con el concepto de "soberanía nacional" que la burguesía ha venido sustentando desde la Revolución Francesa. Este concepto que muchos compañeros todavía esgrimen para fijar posición en el actual conflicto yugoslavo, es el que ha adoptado y quiere hacer eterno la pequeñoburguesía; el que ha dado forma al fatídico antiimperialismo preconizado por la política exterior de la ex URSS desde 1930. Este antiimperialismo adecuado a los intereses del pequeño y mediano explotador de mano de obra, se inscribe en la estrategia de la burocracia soviética heredera de la revolución de octubre, consistente en evitar la lucha por el socialismo; en impedir que la energía revolucionaria del proletariado fuera de las fronteras de la URSS pudiera ir más allá de los límites de la pequeña y mediana propiedad privada sobre los medios de producción; en poner a la clase obrera el cepo de la pequeña y mediana burguesía nacional amenazada de espolio por el gran capital.

¿Por qué la burocracia stalinista no quería la revolución mundial? Porque eso amenazaba su propio proyecto de alianza con la pequeñoburguesía agraria de los koljoses sal interior de la URSS; un bloque histórico de poder que pudo sobrevivir a expensas del trabajo excedente producido por la clase obrera soviética durante más de cincuenta años. Para eso se inventó la "revolución por etapas", complemento de la "revolución en un sólo país", una filosofía política que pretendió hacer pasar la estrategia socialista por la táctica de la "revolución democrático-popular" mediante los frentes policlasistas creados "ad hoc" por la "Comintern" e impulsados disciplinadamente durante décadas por la inmensa mayoría de los Partidos Comunistas del mundo entero seguidores de la línea de Moscú. Para eso se debió falsificar grosertamente la realidad internacional del capitalismo, rompiendo radicalmente con el pensamiento revolucionario de Lenin y los bolcheviques

Estos proyectos nacional populistas consistieron en estabilizar políticamente la explotación del trabajo asalariado por parte de la pequeña y mediana burguesía nacional débil e ineficiente. Para ello, ese bloque de poder social utilizó los resortes jurídicos, políticos y económicos del "Estado nacional y popular", no para eliminar el desarrollo desigual a nivel internacional, sino para renegociar la dependencia de las "burguesías nacionales" con el imperialismo, para sobrevivir tratando de limitar o controlar la penetración del gran capital imperialista en los países económicamente dependientes.

Esta política se ha venido ensayando sin solución de continuidad durante décadas enteras, desde la guerra civil española, hasta la Unidad Popular en el Chile de Salvador Allende, pasando por idénticos engendros en Italia, Francia y Grecia, que detuvieron el ascenso revolucionario en Europa inmediatamente después de la segunda guerra mundial, como parte de los acuerdos de Stalin con las potencias capitalistas triunfantes.

El origen histórico de esta estrategia se remonta a los resultados de la lucha contra el Kulak o gran burgués agrario en la URSS, que indujo a la colectivización forzosa y a la consecuente sedimentación del bloque histórico de poder entre la parasitaria burocracia política a cargo del aparato estatal de la URSS y la ineficiente pequeñoburguesía agraria de los Koljoses, todo ello a expensas de la explotación económica y la marginación política del proletariado soviético. El apoyo de la "Comintern" a los frentes populares en el occidente capitalista, fue la extensión al exterior de la URSS de la misma lógica política que cristalizó en territorio soviético desde 1928, como que la política exterior de los Estados modernos no es otra cosa que la proyección geopolítica de los intereses dominantes al interior de sus fronteras territoriales. Esta versión de la realidad histórica de la URSS -que a muchos naturalmente les parecerá una falsificación monstruosa- está avalada por abundante información estadística de fuentes oficiales soviéticas, obviamente ausente en la literatura de partido con que la fracción política de la burocracia dominanante en la URSS tras la muerte de Lenin ha venido educando a los militantes comunistas en todo el mundo.

Entre las opiniones críticas que hemos recibido, no podía faltar la de atribuirnos el calificativo de "trotkistas". El caso es que Trotsky, no obstante haber sido el más consecuente e implacable crítico de los frentes populares, aceptó los cambios introducidos en el sexto Congreso de la IC respecto a la caracterización de los países dependientes como semicolonias. Esto puede observarse en "El programa de transición". En varios pasajes de esta obra se refiere expresamente a países latinoamericanos como Méjico catalogándolos de semicolonias del imperialismo; en su análisis, la independencia política o formal pierde casi toda relevancia.

En los escritos de Trotsky sobre este asunto, es notoria una contradicción teórica no resuelta. Por un lado, consideraba que por ser económicamente débiles, las burguesías de los países dependientes eran políticamente incapaces de acaudillar al proletariado para saldar progresivamente su lucha conjunta contra el imperialismo dentro de los límites del sistema. Según Trotsky la incapacidad política de la burguesías dependientes se expresaba en el temor a ser desbordadas por la necesaria movilización del proletariado para la presunta consecución de sus fines.

Pero, contradictoriamente, Trotsky dejó planteada la posibilidad de que esos mismos países consiguieran emanciparse del imperialismo mediante el desarrollo autosostenido del capital autóctono. Así, mientras que en 1928 admitía que la unidad nacional y el control aduanero de China solo era posible mediante la dictadura del proletariado, en 1930 llegó a considerar que la nacionalización de los ferrocarriles y el petróleo por parte del gobierno mejicano de Cárdenas, confería a este país la posibilidad cierta de trascender su condición de semicolonia.

Por lo tanto, Trotsky no es el mejor referente de apoyo a la línea marxista-leninista de nuestra posición, porque si las burguesías dependientes tuvieran capacidad de superar su atraso económico relativo mediante la expansión de su propio capital dentro del sistema, sería justo que el proletariado hiciera frente único común con ellas contra cualquier agresión imperialista. En ese caso, nuestras consignas no serían las mismas que sostenemos respecto de Yugoslavia.

Conste que nosotros no dejamos en un segundo plano la lucha contra la tendencia del imperialismo a la dominación mediante la violencia. En nuestro trabajo sobre las crisis económicas del capitalismo decimos que las grandes confrontaciones bélicas, con sus bárbaras secuelas en términos de destrucción maqterial, sufrimiento humano y genocidio, siempre se producen por iniciativa de alguno o varios países de la cadena imperialista.

Explicamos que las guerras son la inevitable prolongación de la competencia capitalista por medios bélicos. Insistimos en que la causas de esta guerra están en la formidable masa de capital excedentario que presiona para apoderarse de millones de trabajadores que todavía escapan a su utilización como fuente directa de apropiación de plusvalor para los fines de la acumulación. El hecho de que sólo el 2% del PBI yugoslavo esté gestionado por empresas privadas puras es la causa de que este país esté precisamente en el punto de mira del imperialismo.

Para nosotros, la lucha contra el imperialismo y contra los objetivos de las guerras que organizan es una tarea prioritaria del proletariado mundial. Pero también entendemos que esta lucha debe pasar por una táctica determinada por la situación actual de la lucha de clases a nivel mundial, con arreglo a una estrategia que se desprende de la naturaleza del capital. ¿en qué consiste esa táctica? En la reconstrucción del movimiento político del proletariado sobre bases ideológicas revolucionarias.

En tal sentido, para nosotros sólo cabe apoyar las luchas por la autodeterminación nacional, en caso de países bajo el dominio político y ocupación militar extranjera continuadas como es el caso de los albaneses de Kosovo respecto de la República serbia, Quebek respecto de Canadá, los vascos de Euskadi respecto del Estado español, los corsos respecto de Francia, los irlandes del Ulster respecto de Gran Bretaña, los Kurdos respecto de Irak, Irán y Turquía, los palestinos respecto de Israel o los tibetanos respecto de China. Ciertamente, Yugoslavia es un país soberano. Pero no es menos cierto que su autodeterminación está siendo brutamente amenazada por el imperialismo. Por lo tanto, este derecho merece ser igualmente defendido, por eso nosotros decimos:

 

¡FUERA LA OTAN DE YUGOSLAVIA!

Una consigna que antes que nadie debiera ser asumida por el proletariado de los países integrantes de la OTAN, declarando la huelga general revolucionaria en contra de la agresión imperialista en ese país hasta lograr detenerla. Pero es que, en realidad, la OTAN no quiere convertir a Yugoslavia en una colonia. No lo necesita. Lo que busca el imperialismo allí es eliminar los obstáculos políticos que impiden convertir al proletariado serbio en fuente de acumulación directa del capital multinacional en ese país. Y para esto no hay necesidad de degradar ese país a la condición de colonia o semicolonia. Basta con derrocar el régimen que sostiene un proyecto político totalmente anacrónico de acumulación basado en el autodesarrollo sostenido del capital nacional. Y aquí es necesario insistir una vez más: el concepto de autodeterminación nacional o igualdad formal entre Estados es un concepto político democrático burgués que tiene un carácter distinto de la igualdad real o económica. La autodeterminación de cualquier país no es incompatible con la penetración del capital extranjero en su economía nacional. De lo contrario, países imperialistas como Japón y Alemania tendrían que ser considerados como colonias del imperialismo norteamericano y viceversa. En tanto deja subsistir la ley del valor y el consecuente desarrollo desigual entre países, el concepto de autodeterminación política está en la lógica de la internacionalización del capital y de las guerras, inclúidas las guerras de agresión de los países grandes sobre los pequeños.

Si de verdad se quiere eliminar de una vez por todas al imperialismo, la injusta distribución de la riqueza en el mundo y las guerras, hay que comprender que esto no se puede hacer defendiendo la igualdad formal o política entre Estados sino luchando por implantar la igualdad real o económica a nivel internacional. Pero para conseguir esta igualdad económica entre países hay que eliminar el desarrollo desigual y la ley del valor a nivel nacional e internacional. Y esto solo es posible con la implantación del socialismo como sistema mundial de vida y organización de la producción alternativo al capitalismo, así como la eliminación de las fronteras nacionales que de tal modo dejan de tener sentido.

Ahora bien, ¿es lo mismo Kosovo, Kuwait o el Tibet que Euskal Herría, Quebek, el Ulster, Córcega, el Kurdistán, Palestina o Timor oriental? No. ¿Por qué? Pues, porque detrás de los albanokosovares, de los kuwaitíes y de los tibetanos está el imperialismo, como estuvo detrás de los camboyanos en contra de Vietnam en 1971, o de los afganos a través de Pakistán en contra de la URSS en 1979. Los imperialistas, como en todo lo demás, hacen uso del concepto de autodeterminación según lo exigen sus intereses de clase. Pero los nacionalistas pequeñoburgueses también, como lo prueba el comportamiento del actual régimen yugoslavo en Kosovo. Es que así lo exige el concepto de propiedad y su lógico derivado: la competencia, que durante las crisis continúa necesariamente por medios bélicos. He aquí la causa última de la guerra en Yugoslavia y de todas las guerras en la sociedad moderna. ¿Quién paga todo esto? De momento, sólo económicamente el proletariado de los países de la cadena imperialista. Humanamente, el proletariado albanokosovar y serbio enfrentados en este conflicto, tan inutilmente sangriento como absurdo desde el punto de vista de sus intereses de clase. Entonces, insistimos:

¡FUERA LA OTAN DE YUGOSLAVIA!

¡CONVIRTAMOS CUALQUIER GUERRA INTERBURGUESA

EN GUERRA REVOLUCIONARIA

CONTRA EL CAPITALISMO!

Pero en torno a esta cuestión queda todavía un asunto de suma importancia por dilucidar. En nuestro trabajo titulado "La crisis del capitalismo y el actual conflicto yugoslavo" hablamos de

<<los residuos del bloque histórico de poder formado entre la clase obrera (en especial su aristocracia en gran parte localizada en las empresas del Estado) y la pequeña y mediana burguesía nacional "no monopólica". A excepción de Cuba -cuya excepcionalidad confirma la regla- a esto se redujo el antiimperialismo que floreció en los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial>>.

La palabra "residuos" alude obviamente aquí al cada vez más evidente anacronismo histórico del frente popular como instrumento que garantice la autodeterminación de los países colonizados. Veamos por qué. Desde el punto de vista de la ajustada caracterización de Lenin para su época, Euskal Herria es una neocolonia del imperialismo español. En este caso, siempre siguiendo el razonamiento de Lenin, la autodeterminación de Euskadi exigiría que el proletariado vasco apoyara los legítimos derechos de su burguesía a independizarse de España.

Y aquí se impone una pregunta que debiera estar haciéndose el MNLV y sus compañeros de viaje: En un momento en que ha cristalizado ya la tendencia del gran capital hacia su unidad política en Europa ¿quiere de verdad y puede querer la gran burguesía localizada en en país vasco su independencia como sector de clase en Europa?;¿podemos honestamente pensar que a un sector monopólico de la burguesía financiera vasca como el BBV puede interesarle ir con el programa "democrático burgués" del MNLV a una guerra como la de Yugoslavia? Porque el Estado imperialista español no va a conceder graciosamente ese "derecho". En este contexto, si descartamos el lógico desinterés de la gran burguesía vasca por este tipo de proyectos, y aun en el supuesto de que el MNLV llegue a tomar el poder, ¿puede la pequeñoburguesía de esta región de España garantizar la independencia nacional de Euskadi mediante el desarrollo autosostenido de su escuálido capital autóctono en esta etapa del capitalismo? Pero lo que es más importante y decisivo: ¿estaría dispuesta la pequeñoburguesía vasca a acompañar al proletariado de ese país en la lucha contra el el Estado imperialista español hasta el final? La experiencia histórica en otras partes del mundo desde 1848 y en la propia guerra civil española, demuestra terminantemente que no. Por tanto, la independencia de Euskal Herría en modo alguno está ligada ni a los limitados recursos económicos ni a la voluntad política de la pequeñoburguesía en ese país.

Del mismo modo, la autodeterminación nacional del pueblo serbio no tiene nada que ver con el proyecto pequeñoburgués ilusorio de la "Gran Serbia", ni las aspiraciones del pueblo albanokosovar con el proyecto de la "Gran Albania" en manos del imperialismo. Por lo tanto, pensamos que el proletariado de regiones del mundo en situación similar, no debería jugarse la vida inútilmente por semejante tipo de ilusiones. En conclusión, la independencia política de los pueblos sometidos y explotados, menos que nunca puede pasar hoy por el Frente Popular tal como se ha venido aplicando desde los tiempos de la Comintern, sino que está directamente vinculada al establecimiento de la dictadura social políticamente democrática del proletariado. Siguiendo este razonamiento que estimamos "analíticamente" correcto, no tenemos más remedio que ratificarnos en las consignas ya propuestas:

¡FUERA LA OTAN DE YUGOSLAVIA!

¡CONVIRTAMOS CUALQUIER GUERRA INTERBURGUESA

EN GUERRA REVOLUCIONARIA

CONTRA EL CAPITALISMO!

Agradecemos a los compañeros argentinos de "Debate Marxista" y a "Tribuna Obrera de Paraguay" por la valiosa información histórica que nos han proporcionado.

8 de abril de 1999.

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