el caso palestino

introducción

Las primeras migraciones judías a la Palestina integrada en el Imperio Otomano se produjeron a partir de 1880, cuando la ola de antisemitismo que recorrió Europa central y oriental vino a reactivar lo que se ha dado en llamar el "sionismo místico" y a promover el nacimiento del "sionismo político". Aquel hace referencia a la aspiración ideal por parte de las comunidades judías, dispersas y a menudo perseguidas a lo largo del mundo y de la historia, al retorno" a la Tierra prometida, de la que la mayoría de sus antepasados habían sido expulsados definitivamente hace 2000 años. El sionismo político alude al movimiento que pretendió poner los medios, y de hecho los puso, para conseguir la implantación de un Estado judío en el territorio de la Palestina histórica. Entre 1897, fecha del Primer Congreso Sionista Mundial, y 1947, fecha de la propuesta de partición de Palestina realizada por Naciones Unidas, el sionismo desarrollaría, primero en el exterior y luego también en Palestina, una cada vez más compleja y poderosa red de instituciones organizativas, financieras, comerciales, agrícolas y, finalmente, militares y paramilitares, destinadas a promover la emigración, la colonización del territorio y, en última instancia, la constitución del Estado de Israel. No obstante, no cabe duda de que los flujos migratorios a Palestina no habrían sido los mismos sin el apoyo internacional que encontró la actividad sionista y sin el mantenimiento de las actitudes antijudías en Europa, ferozmente culminadas por el nazismo.

 

Así, si en 1880 había en Palestina unos 25.000 judíos junto a 600.000 árabes (es decir, menos de un 4% del total de la población), entre 1882 y 1914 los primeros movimientos migratorios llevaron a ella tan sólo varias decenas de millares de judíos (sin que con ello alcanzarán el 10% del total de la población). El fin de la Primera Guerra Mundial trajo, sin embargo, el asentamiento del control británico -que en 1922 se institucionalizará como Mandato- sobre Palestina, y a la traición de la promesa de independencia hecha por las potencias vencedoras a los árabes vino a unirse la de la Declaración Balfour (1917), que prometió a los sionistas la formación de un "hogar judío" en Palestina. Este hecho animó los movimientos migratorios judíos, si bien estos fueron fluctuantes, e incluso parcialmente negativos, hasta 1932. Fue la llegada de Hitler al poder, en 1933, el factor que aceleró brutalmente el ritmo de la inmigración. Mientras que en 1932 la población judía de Palestina era de 174.000 personas (de un total de 1.035.000), entre 1933 y 1940 llegaron a Palestina 217.000 judíos más.

El estallido del conflicto

Ya a lo largo de los años 20 la inquietud de los palestinos ante el volumen de la inmigración judía, y ante la determinación y vigor con que ésta se establecía en el país, comprando tierras y organizando estructuras socioeconómicas generosamente financiadas por las instituciones sionistas, había ido creciendo y produciendo esporádicos actos de violencia. Pero será en los años 30, especialmente por medio de la revuelta armada árabe de 1936-1939 contra los británicos, y de la prohibición a la población árabe en 1939 de vender tierras a los judíos, cuando planten cara abiertamente al proyecto sionista. La actitud árabe obligó a los británicos a adoptar una política menos favorable a dicho proyecto, y a buscar fórmulas de compromiso entre las dos partes, como la propuesta de división del territorio de 1937 y la redacción de un denominado Libro Blanco, ese mismo año, destinado a controlar y suspender la inmigración. La primera fue rechazada por los palestinos y la segunda por los judíos.

 

En los años 40 la situación se haría progresivamente insostenible para los británicos a causa del clima de violencia que se desataría en general, y en particular contra ellos de parte de organizaciones terroristas judías como el Irgún y Stern, entre cuyos líderes se encontraban, respectivamente, Begin y Shamir, y Rabin, todos ellos futuros presidentes de gobierno de Israel. Las acciones de estos grupos fueron verbalmente rechazadas, pero a menudo consentidas y estimuladas por el oficioso ejército sionista, la Hagana.

La creación de Israel

En febrero de 1947 Gran Bretaña declaró su intención de abandonar Palestina, y el 29 de noviembre de ese año NNUU propuso un nuevo plan de división de Palestina que fue rechazado por los palestinos. El 14 de mayo de 1948 las fuerzas británicas abandonaron el país, y ese mismo día el gobierno sionista provisional declaró la creación del Estado de Israel. Inmediatamente, los países árabes vecinos le declararon la guerra. A principios de 1949 habían sido totalmente derrotados, pero mucho antes, en los primeros meses de guerra, había nacido la cuestión de los refugiados palestinos.

 

En 1947 la población judía de Palestina era de 600.000 personas, y la árabe -entre la que se contaban menos de un 10% de cristianos, drusos y personas de otros credos, siendo el resto musulmanes- de 1.400.000 personas. Si el plan de partición del territorio propuesto por la NNUU en 1947 asignaba a los judíos el control del 55% del territorio, la guerra de 1948 les dio el dominio sobre un porcentaje sensiblemente superior, el 78%, y añadió al Estado de Israel todo el norte de Palestina, Jerusalén Este y el área situada entre ella y el mar, y el sur de la franja de Gaza. Tan sólo ésta y Cisjordania quedarían en manos árabes; la primera bajo la administración de Egipto, la segunda bajo la de Jordania.

 

A consecuencia de la guerra, entre 700.000 y 800.000 palestinos (el 50% del total de los habitantes de los territorios que pasarían a constituir Israel) abandonaron sus hogares, desplazándose a varias decenas de kilómetros con la esperanza de volver lo más pronto posible. Este retorno nunca se produciría porque Israel siempre se opondrá a él, a pesar de la resolución 194 de NNUU, de 11 de diciembre de 1948, y otras posteriores instándole a aceptarlo.

 

Una organización de la ONU especialmente creada a tal efecto, la UNRWA, se hará cargo de ellos a partir de 1949-50). Esta organización censará en esta época 726.000 refugiados así distribuidos: 190.000 en Gaza, 280.000 en Cisjordania, 70.000 en Jordania, 110.000 en El Líbano y 76.000 en Siria.

Para completar el cuadro de la primera dispersión de la población árabe palestina hay que señalar que 150.000 palestinos permanecieron dentro de las fronteras de Israel, y que su suerte se distinguiría netamente de las del resto de las comunidades palestinas, ya bastante diferentes entre sí.

 

La versión oficial israelí a lo largo de casi 40 años sobre el éxodo de la población palestina, tan sólo contradicha por excepcionales voces discordantes, defendía que la inmensa mayoría de los palestinos desplazados lo hicieron voluntariamente o respondiendo a la incitación de sus líderes; la versión de los historiadores árabes era que lo hicieron empujados por las tropas pararregulares judías y, especialmente, a causa del terror infundido por las acciones de los grupos paramilitares terroristas judíos, y que todo ello formaba parte del plan premeditado de expulsión de los árabes de Palestina que había incluido siempre el proyecto sionista.

 

El trabajo de los historiadores revisionistas israelíes, apoyado en la apertura de los archivos oficiales y privados israelíes relativos a la época, ha dejado fuera de dudas la responsabilidad de las acciones de los grupos armados judíos en el éxodo de la mayoría de los refugiados palestinos, así como la intencionalidad política y la "premeditación -como mínimo- inmediata" por parte del máximo dirigente judío, Ben Gurión, que guió dichas acciones a partir de un temprano momento de la guerra.

Por encima de los matices de cada uno de los "nuevos historiadores" a esta aseveración general, y de las divergencias entre ellos, su labor supone un mazazo, de trascendentes implicaciones, a uno de los mitos fundacionales del Estado israelí

 

En la mayor parte del país existe una relación directa, a lo largo de los meses, entre el ataque judío y la partida árabe. No hay un solo ejemplo de población abandonada por otra razón que no fuera un ataque judío". Ha sido la política de represalias de la Hagana [tropas regulares judías] a finales de los 30 y el terrorismo del Irgún en los 30 y los 40 había infundido ese miedo que condujo al éxodo. Cuando la guerra empezó, pensaron que sus pueblos serían destruidos, la gente masacrada y las mujeres violadas. Y, de hecho, los judíos les dieron una amplia gama de ejemplos sobre los que construir ese miedo. Cada atrocidad generó -como una piedra en un estanque- pequeñas oleadas [de desplazamientos] a las localidades vecinas. Según el historiador Morris, "Las atrocidades judías fueron mucho más generalizadas de lo que decían los antiguos libros (sionistas) de historia". En un intento de contabilizar las causas de la partida de cada una de los 369 pueblos y ciudades árabes de Israel (en sus fronteras de 1949), en 45 casos declara ignorarlas, en 228 establece que partieron en el curso de asaltos judíos (y, de ellos, en 41 forzados por las tropas), en 90 habrían huido aterrados ante la caída de una población vecina.

 

La colonización judía de Palestina fue, pues, producto de una limpieza étnica en base al terror y el aniquilamiento por parte del ejército regular israelí y bandas paramilitares organizadas a ese efecto, no sólo con el consentimiento sino con el apoyo activo de las mismas potencias imperialistas que hoy están sembrando el terror y la muerte en numerosas ciudades yugoslavas. El principio ideológico que presidió la acción política aparece sintetizada en la coincidencia de pensamiento de los dos líderes máximos enfrentados en la segunda guerra mundial. Hitler y Churchill:

Según reporta el historiador Magoya, en 1944 Hitler se dirigió a sus tropas en el frente del Este y les dijo:

<<A lo largo de la historia los débiles, que claramente no han contribuido en nada, se han visto dominados, eliminados y a veces exterminados por las naciones fuertes. El concepto de humanidad, la idea de que el débil debe ser siempre apoyado y ayudado incluso con la amenaza de la continuidad del fuerte, es desconocida en la naturaleza... Tales nociones de humanidad solamente se pueden albergar en la mente deformada de una persona que ha perdido el juicio.>>

 

En 1937 el intangible y venerado Winston Churchill se dirigió a la Commisión Peel para apoyar al asentamiento sionista comparando a los árabes de Palestina con un perro en un comedero:

<<No creo que un perro en un comedero tenga al fin todo el derecho sobre el comedero, aunque haya estado atado a él mucho tiempo... (...) no admito que se haya cometido ningún error con respecto a esa gente por el hecho de que una raza superior, una raza más evolucionada o en último caso más amplia de horizontes, haya llegado y se haya instalado en Palestina>>.

 

 

Desde los tiempos de la dominación británica en la India, la idea de superioridad de una raza sobre otra sirvió a los burgueses durante el capitalismo temprano para justificar las mayores tropelías llevadas a cabo en sus colonias ante las exigencias de la ley del valor. La etapa tardía hasta mediados de este siglo, también está presidida por el mismo darwinismo social que siempre caracterizo al capitalismo, sólo que tras la terrible experiencia del nacionalsocialismo, la opinión pública mundial parece haber superado los prejuicios raciales como justificación de conquista y/o agresión de un país o alianza de países sobre otros, de modo que a la sinceridad de los dirigentes políticos de hace 50 años, le ha debido suceder la hipocresía y el cinismo rebuscado que exhiben los de ahora. Una prueba elocuente de las contradicciones cada vez más insalvables del sistema -en este caso a nivel de la superestructura ideológica y política- entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

 

Desde su creación en 1948, la historia del Estado de Israel ha venido estando esencialmente unida a la violación sistemática de numerosas resoluciones de la Asamblea del Consejo de seguridad de las Naciones Unidas. En la mayor parte de estas resoluciones la ONU deplora, advierte, censura, exige y condena acciones de Israel, uno de sus Estados miembros. El número de resoluciones asciende a varias docenas, aunque los asuntos de que se ocupan son siempre los mismos, que a continuación se verán. Esta prodigalidad y repetición permite a primera vista destacar dos notas de estas resoluciones. 1) que Israel hace caso omiso de ellas; 2) que las resoluciones se suceden sin que por ello se aprecie un avance en el cumplimiento de los fines de la Carta de Naciones Unidas.

La expansión territorial de Israel
y los asentamientos

Resolución 242 del CS, de 22 de noviembre de 1967: esta brevísima resolución comienza "expresando su constante preocupación por la grave situación de Oriente Medio" y "enfatizando la inadmisibilidad de la adquisición de territorio mediante la guerra, y la necesidad de trabajar por una paz justa y duradera en la que cada Estado de la zona pueda vivir con seguridad". A renglón seguido pide "la retirada de las fuerzas armadas de Israel de los territorios ocupados en el conflicto reciente" y "la consecución de una solución justa al problema de los refugiados".

 

Resolución 33/71 de la Asamblea General, de 14 de diciembre de 1978, prohibiendo la cooperación militar con Israel: en ella se expresa "grave preocupación por el continuo y rápido crecimiento militar de Israel", y "alarma por el empleo por parte de Israel de bombas de fragmentación contra campos de refugiados y objetivos civiles en el sur de Líbano". A continuación "reconoce que la continua escalada del armamento israelí constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales y subraya el persistente desafío de Israel a las resoluciones de la Asamblea General y su política de expansión, ocupación y negación de los derechos inalienables del pueblo palestino". También repite anteriores "condenas de la intensificación de la cooperación militar entre Israel y África del Sur". Concluye solicitando a "todos los Estados, bajo el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, que se abstengan de suministrar armas, munición, equipos y vehículos militares, o repuestos, a Israel, sin ninguna excepción".

 

Resolución 446 del CS, de 22 de marzo de 1979, sobre los asentamientos: "Determina que la política y las actuaciones de Israel de establecimiento de asentamientos en los territorios palestinos y árabes ocupados desde 1969, no tienen validez legal y constituyen un serio obstáculo para la consecución de una paz justa, global y duradera en Oriente Medio".

Los derechos humanos y la seguridad de Israel

Resolución 2443 de la Asamblea General, de 19 de diciembre de 1968, para establecer un comité de investigación sobre las actuaciones israelíes. Esta resolución "se guía por los fines y principios de la Carta de las Naciones Unidas y por la Declaración Universal de los Derechos Humanos". En ella se recuerda a Israel que "desista de destruir las casas de la población civil Árabe en las áreas ocupadas", y "expresa su grave preocupación por la violación de los derechos humanos en los territorios árabes ocupados".

 

Resolución 3379 de la Asamblea General, de 10 de noviembre de 1975, que califica al sionismo como una forma de racismo. Se recuerda que la Asamblea General condenó la alianza entre el racismo de África del Sur y el sionismo (14 de diciembre de 1973), y "determina que el sionismo es una forma de racismo y discriminación racial". Eta resolución ha sido revocada recientemente.

 

Resolución 471 del CS, de 5 de junio de 1980: "Horrorizado por el intento de asesinato de los alcaldes de Nablus, Ramala y Al Bire, gravemente preocupado porque se autoriza a los colonos judíos en los territorios árabes ocupados llevar armas, lo que les permite perpetrar crímenes contra la población civil árabe, condena el intento de asesinato" y "manifiesta honda preocupación porque Israel, potencia ocupante, no ha facilitado la protección adecuada a la población civil en los territorios ocupados".

 

Resolución ES-7/9 de la Asamblea General, de 24 de septiembre de 1982, que condena la masacre de civiles palestinos en Beirut: "Recuerda las resoluciones del CS 508 (1982) de 5 de junio de 1982, 509 (1982) de 6 de junio de 1982, 513 (1982) de 4 de julio de 1982, 520 (1982) de 17 de septiembre de 1982 y 521 (1982) de 19 de septiembre de 1982", "reafirma en particular su resolución 194 (III) de 11 de diciembre de 1948" y "condena la masacre criminal de palestinos y otros civiles en Beirut el 17 de septiembre de 1982".

 

Resolución 904 del CS, de 18 de marzo de 1994, respecto de la masacre de Hebrón: "Condena fuertemente la masacre de Hebrón y sus secuelas, lo que costó la vida a más de cincuenta civiles palestinos e hirió a varios centenares más; pide a Israel, la potencia ocupante, (…) la confiscación de las armas, con el fin de impedir las acciones violentas ilegales por parte de los colonos israelíes".

 

(Las citas entrecomilladas corresponden a los textos oficiales de las resoluciones aprobadas por los distintos órganos de la ONU.)

 

Pues, bien, todas estas resoluciones han sido sistemáticamente incumplidas por el Estado de Israel. ¿Por qué unas resoluciones siguen a otras y casi siempre con el mismo contenido, sin que se produzca un cambio en las acciones de Israel? Porque su principal aliado, EEUU, veta oportunamente en el Consejo de Seguridad las que son desfavorables a esos intereses coligados. Pero con la intervención en Yugoslavia, el capitalismo ha dado un salto cualitativo, porque su gendarme internacional que hoy arrastra al resto de países de la cadena imperialista, no sólo utiliza la legalidad de las naciones unidas vetando en el Consejo de Seguridad las resoluciones que le obligan a actuar en contra de sus intereses, sino que pasa con es el caso de la actual intervención en Yugoslavia- por encima de esa misma legalidad cuando no encuentra en ella legitimidad alguna para proceder según sus propósitos. De modo que desde el mismo momento en que el representante del PSOE a cargo de la Secretaría General de la OTAN dio la orden de intervenir militarmente en Yugoslavia, el derecho internacional inspirado en la filosofía del contrato social de Rousseau quedó automáticamente convertido en papel mojado, haciendo realidad la máxima de Hobbes según la cual, bajo el capitalismo "homo hominis lupus" (el hombre no es más que un lobo para otros hombres.)


8 de abril de 1999

La actitud de los revolucionarios ante la crisis del capitalismo y el conflicto yugoslavo
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  1. Introducción
  2. El caso palestino (todo el punto 23 kb)
    1. introducción
    2. el estallido del conflicto
    3. la creación de Israel
    4. la expansión territorial de Israel y los asentamientos
    5. los derechos humanos y la seguridad de Israel
  3. El caso kurdo (todo el punto 29 kb)
    1. introducción
    2. países implicados
    3. el nacionalismo kurdo
    4. presión regional
    5. presión internacional
    6. propuestas de negociación
  4. Las verdaderas causas de la guerra en Yugoslavia
  5. La táctica de la imprevisión y el desconcierto
  6. La autodeterminación
  7. Soberanía nacional y antiimperialismo revolucionario
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