Más sobre la crítica al neopopulismo chavista

Introducción

Este nuevo punto de nuestra web recoge cuatro documentos.

El primero, Lucha sin cuartel contra el reformismo burgués, responde a la inconveniencia de saludar a Hugo Chávez tras su victoria electoral que nos planteó un sindicato.

El segundo y el tercero son dos correos electrónicos recibidos por nuestro grupo, uno de Jorge Menoni y otro de Juan Andrés Budinetto. Ambos descalifican la crítica que el GPM hizo del gobierno de Hugo Chávez en el documento “La historia de la familia Chávez, una vez como tragedia y otra vez como farsa”. Una de las razones que esgrimen, consiste en que “no se puede hacer un análisis de la realidad que se desconoce” ( presuntamente por parte del GPM, según Menoni). Siguiendo este “razonamiento” se nos acusa de ser “eurocentristas”.

El cuarto, es la respuesta a estas dos cartas elaborada por un grupo de compañeros, con quienes mantenemos una estrecha relación ideológica de más de dos años. Atendiendo a nuestra sugerencia de que se encargaran de la respuesta, aceptaron contribuir con su punto de vista en contra de esa descalificación fácil, carente de toda argumentación convincente.

El reformismo variopinto es una tendencia político-ideológica burguesa universal dentro de la formación social capitalista mundial. Y el  chavismo es parte de este reformismo que tiene su raíz política en la pequeño burguesía.

Hugo Chávez se ha propuesto hoy humanizar el sistema capitalista en Venezuela. Según sus propias palabras: “Humanizar lo que el mismo Papa llama neoliberalismo salvaje”. Lucha por una sociedad “más” igualitaria, pero que no sea comunista; se acerca más a la humanización del capitalismo tal y como lo sugieren luchando por él los globalifóbicos. Esta es la demagógica opción política que Hugo Chávez pretende imponer al conjunto de la sociedad venezolana.

Los compañeros critican también el concepto de eurocentrismo preguntándo: “¿a qué obedece la descalificación simplona y eurofóbica de eurocentrismo sólo cuando se trata del marxismo?”. Porque los intelectuales reformistas latinoamericanos anti-eurocentristas, (antimarxistas), quienes han venido abrevando ideológicamente en el eurocentrismo de más rancio abolengo, el representado por Kant, por Adma Smith David Ricardo, Rousseau, Montesquieu, y Hegel, entre otros. ¿Qué es lo que aportaron los mayas y los aztecas a la concepción del Estado modernio en Méjico, a su estructura jurídica y jurizprudencia y a su moral basadas en la propiedad privada sobre los medios de producción? Actualmente los intelectuales reformistas ―sean estos latinoamericanos, europeos, africanos, asiáticos etc.― son fácilmente identificables “por su común raíz política pequeño burguesa”.  La andrajosa especie ideológica del “eurocentrismo”, forma parte del acervo terminológico falto de todo soporte científico que la intelectualidad venal difunde a cambio de prebendas del sistema.  Lo que pretenden, es reducir los alcances políticos e ideológicos de los antagonismos de clase, desviando las opciones revolucionarias hacia la consecución de objetivos inmediatos dentro del sistema.

Hoy, el proyecto de “desarrollo autosostenido del capital nacional”, tan caro a los nacionalistas “antiimperialistas” pequeñoburgueses, que acusan a los marxistas de eurocentristas, no tiene sentido,  porque  dada su creciente acumulación e internacionalización de los capitales, el capital global tiende a igualar las distintas tasas de explotación a escala planetaria; 

Esta tendencia exige que el internacionalismo sea, cada vez más, una necesidad opbjetiva inmediata, no sólo una cuestión subjetiva de principios, como fuera soberbiamente sintetizado en la cabecera del “Manifiesto comunista”, así como en las publicaciones de la Iª Internacional: <<Proletarios del mundo, unios>>.

Con este bloque de documentos y a través de los compañeros mejicanos, volvemos a aportar nuestro grano de arena en la tarea de desenmascarar los espejismos que proyectan nuestros enemigos de clase en la conciencia obrera, con el objetivo de seducirles y desviarles de su camino. En el caso concreto que nos ocupa, el espejismo no es otro que la supuesta “revolución bolivariana” de Chávez, que despliega sus cantos de sirena para mantener en el cepo de la explotación asalariada, no sólo a sus propias masas venezolanas, sino a la vanguardia amplia del resto de países económicamente dependientes.

Enero 2005

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Lucha sin cuartel contra el reformismo burgués

Querido compañero:

Al igual que nosotros, tú sabes lo que significa para el destino de la clase obrera que sus luchas se enreden en la telaraña que urden los reformistas burgueses y que, en definitiva, queden sometidos a intereses ajenos a los suyos propios.

Cuando los obreros luchan por un mayor salario o mejores condiciones de vida y de trabajo, lo que están haciendo, aunque no lo sepan, es avanzar en dirección al socialismo, camino que debe ser señalado previamente por la vanguardia revolucionaria. Es tarea de estos, los más esclarecidos teórica y políticamente, impulsar y, a la vez, conducir, ese torrente por el curso correcto para que no se malogre el esfuerzo y el sacrificio que los asalariados despliegan en sus combates, acumulando fuerzas para el cambio de esencia en su conciencia que, tarde o temprano, estaremos obligados a realizar, tanto las masas como su vanguardia.

No se trata de ser como Moisés, que trasladó al pueblo de Israel hasta la tierra prometida ocultando y, por lo tanto, acaparando el conocimiento revelado para tal menester, sino de abrir los ojos a la clase proletaria para que ellos mismos sean capaces de encontrar el camino en su ya larga travesía por el desierto capitalista. Tenemos la obligación de desenmascarar los espejismos que proyectan nuestros enemigos de clase en la conciencia obrera, con el objetivo de seducirles y desviarles de su camino. En el caso concreto que nos ocupa, el espejismo no es otro que la supuesta “revolución bolivariana” de Chávez que despliega sus cantos de sirena para mantener en el cepo de la explotación asalariada no sólo a sus propias masas venezolanas, sino a la vanguardia amplia del resto de países.

Recurrentemente, aparecen proyectos populistas nacional burgueses en países donde el desarrollo típico del capitalismo entra en crisis. Entendiendo como desarrollo típico aquel en donde la clase de los poseedores gobierna con relativa estabilidad sin despreciar el concurso de los desposeídos, pero sin pactar con ellos ningún tipo de alianza explícita, sin confesarlo. Cuando la continuidad del proceso de acumulación, por diversos motivos se torna excesivamente dificultoso para el capital mundial, en los países de desarrollo capitalista dependiente, estas dificultades se ven agravadas y las contradicciones sociales se agudizan. Es en estas condiciones, cuando aparecen dirigentes carismáticos que personalizan un proyecto de desarrollo autosostenido del capital nacional, basado en la alianza expresa entre las clases campesinas u obreras, según sea el caso, y los capitalistas, amparado todo ello en un estado fuerte y soberano, dando pábulo a un antiimperialismo pequeñoburgués que impide o condiciona la libre penetración del capital internacional.

El proyecto de Chávez es una variante ―digamos― perversa del populismo clásico, porque su masa de maniobra no es ya la clase obrera (como fue el caso del peronismo en Argentina o el campesinado en el México de Cárdenas), sino que su patrimonio político de negociación con el imperialismo, son, hoy, las amplias masas de marginados sociales, que sin el proyecto supuestamente integrador de Chávez, en el mediano plazo pondrían en peligro la estabilidad social necesaria para una normal acumulación del capital en ese país. Todo esto a expensas de un deterioro en el nivel de vida y de trabajo de los obreros y la pequeñoburguesía en general.  

¿Por qué no es la clase obrera la masa de maniobra de este proyecto? Porque nos encontramos en una coyuntura internacional con una tasa de ganancia a la baja, en donde la acumulación crece, pero de forma ralentizada, atacando las conquistas y el nivel de vida de la clase obrera. Venezuela no es ajena a esta situación, y el gobierno de Chávez ha tenido que congelar reiteradamente los salarios de los trabajadores del sector más importante del país, el petróleo, y de los funcionarios del Estado. Por lo general, cualquier proyecto populista que quiera hegemonizar a la clase obrera, lo que hace es decretar subidas salariales que  aumenten el nivel de vida efectivamente superior de los proletarios, pero esto sólo es posible con una tasa de ganancia al alza. Por ejemplo: si en un momento determinado, de cada mil 1000$ los capitalistas obtenían 100$ de plusvalor, y los salarios ―o capital variable―, sumaban un coste equivalente a 100$, teníamos un producto de valor (CV+P) de 100+100= 200$ y una tasa de ganancia (P/Cc.+Cv.) =100/900+100= 10%. Si luego la tasa de ganancia se modifica al alza, hasta el punto de obtener 150$ por cada 1000$ invertidos, tendremos un producto de valor 100+150= 250$ y una tasa de ganancia 150/900+100= 15%. Esta última situación ―suponiendo que esos 50$ de capital adicional compensen con creces la masa de capital invertido― permitiría un reparto proporcionalmente distinto del producto de valor de 250$, de tal manera que, después de un proceso de lucha y negociación, los salarios pudieran crecer, un suponer, de 100 a 120$. En ese caso, la plusvalía pasaría de 100 a 130$, quedando la tasa de ganancia en el 12,75% aproximadamente. Estando todas las partes involucradas en el proceso productivo satisfechas, sólo hace falta que un Estado fuerte garantice el nuevo reparto del producto de valor entre las clases implicadas.

Ahora bien, cuando la tasa de ganancia está a la baja, los supuestos del ejemplo anterior, se tornan imposibles, y el proyecto burgués nacional populista no puede integrar consensualmente a la clase trabajadora en su proyecto. Esto es lo que sucede en Venezuela.

Por diferentes causas, entre las que están, fundamentalmente, la inestabilidad en Irak, los problemas de Yukos en Rusia y los conflictos en Nigeria, el precio internacional del petróleo está hoy por encima de su valor de producción, permitiendo coyunturalmente a los grandes productores de esta materia prima obtener unas rentas, llamadas petroleras, que se sirven de los mismos mecanismos que la renta territorial analizada por Marx en el tercer libro de “El Capital”. Por un lado, al estar relativamente limitada la producción de petróleo, una demanda superior a la oferta provoca que los precios se pongan por encima de los costes de producción; y por otro lado, al mantenerse limitada la producción en esas condiciones, el precio del crudo lo determinan las zonas petrolíferas menos rentables, es decir, que si como consecuencia de una demanda sobredimensionada, el barril de petróleo se paga en el mercado internacional a 50$, y Venezuela lo produce a 30$, los 20$ restantes se lo embolsan en un porcentaje determinado entre las empresas capitalistas y el Estado venezolano como rentas petroleras. Los hidrocarburos forman parte indisoluble del capital constante de la práctica totalidad de las mercancías, por lo que unos costos elevados en ese rubro hace aumentar los costos de producción y por lo tanto la tasa general de ganancia disminuye. Según la ley del valor vigente en el sistema capitalista, lo que unos ganan en concepto de rentas petroleras lo dejan de ganar otros de la parte de plusvalía que usufructuan. Si la tendencia secular del capitalismo pasa por ir eliminando la renta territorial, las rentas petroleras resultan ser un obstáculo que salvar en lo inmediato.

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) es el cártel de los mayores productores de petróleo del mundo, que, en determinadas situaciones puntuales de aumento de la demanda (no estacional) ―que se explica por un incremento de la tasa general de ganancia―, tiende a limitar su producción para inducir a un precio más elevado del crudo y sus derivados, que le permita participar de una cuota parte mayor de la masa de plusvalor global derivada de ese aumento en la tasa general de ganancia. En momentos de relanzamiento del capital los países miembros de la OPEP tratan de introducir moderación en la competencia que se hacen unos a otros, Pero cuando la situación del capitalismo mundial entra en un enlentecimiento, la cofradía de Estados capitalistas productores de petróleo estalla, y cada uno de ellos intenta salir del atolladero produciendo más y vendiendo al límite de sus posibilidades.

En la actualidad, Venezuela es la quinta exportadora mundial de petróleo y, según algunos estudios, cuenta con unas reservas para 250 años manteniendo el volumen vigente de extracción. A pesar de que la cifra del monto total de lo que produce varía según quien la proporcione[1], a día de hoy, Venezuela está al máximo de su capacidad extractiva, desmintiendo por la vía de los hechos la campaña verbal de Chávez dentro de la OPEP de poner freno a la producción con el objetivo de conseguir mejores precios:

<<El petróleo debería estar hoy a 126$ por barril>> Hugo Chávez a la agencia EFECOM el 9 de octubre de 2004.

Dentro del marco de relaciones burguesas, Venezuela no puede permitirse el lujo de perder su principal cliente: los EE.UU.; y por otro lado, los USA dependen en gran medida del suministro del petróleo venezolano, ya que el 15% del petróleo consumido en su país procede de la cuenca del Orinoco. Ambos países se necesitan. Hasta la fecha, y nada indica que vaya ha suceder lo contrario, el supuesto antiimperialismo de Chávez no ha introducido cambios en esa relación, es decir, no está dispuesto a perder su mejor cliente, ofreciéndose en la práctica como suministrador confiable y seguro, por mucho que de palabra diga que es su mayor enemigo.

Por supuesto que el proyecto populista en Venezuela está interesado, en lo inmediato, en el precio elevado del crudo, porque es la única vía para poder llevar su propósito adelante, pero el caso es que su incapacidad para determinar el precio de este a nivel mundial, convierte su plan en contingente, dependiente de relaciones externas que no puede controlar. Su proyecto se fundamenta en desbancar a la pequeña burguesía local del usufructo de las rentas petroleras por medio de la intervención en PDVSA [2] , para el reparto de esa renta entre un sector de la burguesía nacional, entrelazada con el capital multinacional por vía de las importaciones, y el resto, el chocolate del loro, para la financiación de los proyectos del estado, llamadas “misiones”, empleando para ello mano de obra barata tales como los militares, los médicos y maestros cubanos o por la vía del trabajo voluntario. Gracias a ese “chocolate del loro” se consiguió que durante el periodo que va desde 1999 al 2002, el porcentaje de venezolanos que subsisten por debajo de 1$ al día, pasara del 23% al 15%, cuestión que Chávez esgrime como uno de sus mayores logros, pero que, aun siendo cierta, nos puede dar una idea de lo timorata que son sus aspiraciones.

Los hidrocarburos forman parte indisoluble del capital constante de la práctica totalidad de las mercancías, por lo que unos gastos elevados en ese rubro aumenta los costos de producción y, por tanto, hace disminuir la tasa de ganancia. Y en un contexto internacional general con una tasa de ganancia a la baja, las leyes del sistema capitalista presionan en el sentido de desvalorizar las materias primas (por insuficiente demanda para la producción) y a bajar las actuales rentas territoriales en general y, petroleras en particular. Esto explica, en gran medida, las tensiones que han teniendo lugar en los últimos tiempos entre los imperialistas y países como Irak, Irán o Libia. A esto hay que sumar que la puesta en funcionamiento de nuevos pozos petroleros y otras fuentes de energía hará bajar la presión que ejerce la demanda sobre la oferta en este campo, tendiendo a mediano plazo a bajar los precios del combustible, desbaratando el futuro del proyecto chavista.

A nivel interno, los imperialistas tienen con Venezuela la necesidad de capitalizar la plusvalía que producen los trabajadores del sector estatal, tendiendo a convertir PDVSA en una empresa privada, para que la totalidad de las rentas petroleras sean capitalizadas productivamente en vez de ser consumidas en proyectos asistenciales, en los sectores marginados de la sociedad. Esa es la mayor contradicción del imperialismo con la “revolución bolivariana” de Chávez, una contradicción de orden eminentemente interburguesa y, en el concierto internacional, menor.

Sí nuestro primigenio objetivo consistió en introducir claridad en el seno del movimiento obrero, que se desarrolla en un mar de enmarañadas relaciones sociales que tienden a la confusión general, no podemos permitirnos contribuir a liar más las cosas. Por acción o por omisión, no debemos vernos involucrados en cartas de salutación al supuesto “líder de la revolución” ni al “pueblo trabajador que con su voto refrenda a dicho líder”, como dice el comunicado, porque ni existe tal revolución ni son los trabajadores el sujeto de dicha “revolución”. El gobierno de Chávez ha cumplido religiosamente con el pago de la deuda externa y al FMI. Gobierna por medio de leyes habilitantes y por decreto ley, congela el salario de los trabajadores, garantiza el respeto de la propiedad privada impidiendo el control de los trabajadores sobre la industria nacionalizada o en manos de los grandes capitalistas; la apertura al capital internacional ha puesto en manos de multinacionales extranjeras sectores claves como el financiero y cada vez más el del refinado de petróleo etc. etc.

Tú sabes, como nosotros, que el desafío de Chávez con el imperialismo es más de palabra que de hechos, más formal que real. Pero, aunque ese enfrentamiento fuera efectivo, real, no podría pasar de ser una nueva reedición de los enfrentamientos entre líderes como Milósevik o Sadam Hussein, que personifican a las clases burguesas nacionales dependientes como Yugoslavia e Irak. ¿Recuerdas las críticas de los pocos que, como nosotros, realizábamos durante estos conflictos contra aquellos que se alineaban bajo el ala de uno de los bandos burgueses en pugna? En resumidas cuentas, veníamos a decir, que la clase obrera de esos países, tiene la suficiente capacidad para asumir su propio futuro sin tener que ligarlo al de sus pequeñas o medianas burguesías nacionales, y que la labor de la vanguardia revolucionaria en esos países y fuera de ellos, consistía en mantener los principios revolucionarios basados en un análisis científico y desprejuiciado, no dejándose llevar por la opinión pública “antiimperialista” pequeñoburguesa, y que, aun a riesgo de quedarnos solos, el deber de los revolucionarios es decir la verdad de la situación y la necesidad consecuente de actuar en determinado sentido de clase, por inaceptable que todo esto sea para los reformistas y demás fuerzas burguesas en general. Que no existe más antiimperialismo consecuente que el anticapitalismo, es una verdad teórica que tenemos que demostrar científicamente en cada ocasión que se nos presente.

El arte de la política para los revolucionarios pasa por la capacidad de saber transmitir las ideas revolucionarias sin hacer dejación de ellas.

Un saludo del GPM.

25 de Octubre de 2004

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Correo electrónico de Jorge Menoni

Jorge Menoni:

Cada vez que  el árbol da fruto a piedra le caen, sigue incrustado en ustedes el pensamiento filosófico del ilustrismo y el pensamiento imperialista, solo por tener un conocimiento del marxismo se sienten con
potestad de dar un análisis de una realidad que desconocen, la revolución francesa solo dio derechos a la clase burguesa y esta se regó por Europa país en el cual vives y de donde sale capital financiero y humano para mantener intacto el la filosofía del ilustrismo y el imperialismo atroz en contra de los pueblos que tu ascendencia ayudo a hundirse comandado por el almirantillo perdido de Cristóbal Colon (creía que estaba en la India) que encabezo la barbarie de tu pueblo contra el nuestro, si tanto se sienten  paladines del marxismo en contra del establishment, porque no comienzan atacar la trilogía compuesta por el máximo representante Político de tu país Maria Aznar, porque no luchas contra el terrorismo comandado por tu presidente en contra de los países del medio Oriente, el fracaso de la izquierda del mundo fue es y será la desunión de sus bases y la opinión ligera de las situaciones. En Venezuela sé esta llevando un proceso inédito, el cual busca a través de su principal ideología el "Bolivarianismo", nuestra segunda independencia, esta vez en contra de la burguesía mundial comandada por los estados Unidos, y a pesar de las criticas en contra de nosotros los sudacas, llevaremos como hasta ahora se ha hecho con éxito un proceso autónomo e independiente, está abierto a debatir con ustedes cualquier pensamiento o ideología, para poderlos ayudar a entender el proceso que vivimos.

Ali Primera cantaba:

José Leonardo fue selva y sudor de Cacao que lucho contra el español que hoy se volvió gringo y hasta al español patio"

20 de Septiembre de 2003

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Correo electrónico de Juan Andrés Budinetto

Juan Andrés Budinetto:

Hola

Mi nombre es Juan Andrés Budinetto y quisiera preguntarles algo.

Sucede que buscando información para un trabajo académico sobre el gobierno del presidente Chávez encontré lo que ustedes han publicado sobre las 49 leyes habilitantes de noviembre y diciembre de 2001.

Ustedes han sido muy críticos con él, la duda que me queda es cómo ven estar encontrándose del mismo lado que el establishment, cómo ven compartir el enemigo con la administración Bush.

Al margen de las críticas que se le puedan hacer al proceso venezolano, me parece interesante entender cómo desde el marxismo se puede tener el mismo enemigo que quienes realmente están poniendo al planeta en peligro.  

Espero respuesta, saluda atentamente,

Juan Andrés Budinetto.

8 de Marzo de 2004

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EL DISCURSO NACIONAL POPULISTA

  1. Introducción
  2. Un poco de memoria histórica
  3. La política y el discurso del nacionalismo populista (Neocardenismo) y demás reformismo variopinto
  4. Nuestra actitud con respecto al nacionalismo populista
  5. Conclusiones

1.- Introducción

Nuestro punto de vista, contenido en el presente documento, se da a partir de que los compañeros del GPM, reciben dos cartas, una de Jorge Menoni y otra de Juan Andrés Budinetto, en su contenido ambas descalifican la crítica que el GPM hizo del gobierno de Hugo Chávez en el documento “La historia de la familia Chávez, una vez como tragedia y otra vez como farsa”, una de las razones que esgrimen consiste en que “no se puede hacer un análisis de la realidad que se desconoce” – por parte del GPM según Menoni- y se muestran abiertos para debatir el proceso “inédito” que viven en Venezuela. Nosotros (un grupo de tres personas) desde México atendiendo a la sugerencia de los compañeros del GPM, con los cuales mantenemos una estrecha relación política e ideológica de más de dos años aceptamos contribuir con nuestro modesto punto de vista en contra de esa descalificación fácil, carente de toda argumentación convincente. Debe quedar claro, que el GPM sabe y puede defenderse sólo de esta y de otras críticas de mayor peso argumental, como ha quedado de manifiesto en la elaboración y argumentación de sus trabajos teóricos.

En todo caso, la sugerencia que nos hicieron y nuestra aceptación, obedece a cuestiones de tiempo de los compañeros para dar respuestas solidamente argumentadas a la vasta correspondencia en donde críticas, dudas y preguntas se les han ido rezagando involuntariamente. La sugerencia se nos hace previa disposición nuestra de echarles la mano en algo que les sirviera de apoyo. Los compañeros han considerado que nuestro modesto punto de vista sobre el proceso venezolano contribuye en algo para ese apoyo y nosotros hemos aceptado.

Para ello, hemos recurrido a la memoria histórica del proletariado mexicano que, en los últimos 70 años, registra casos reiterados de incapacidad teórica y política de sus minorías conscientes en contextos históricos donde la política y el discurso nacional populista forman parte del ejercicio gubernamental (durante el gobierno cardenista 1934-1940) y los posteriores hasta el de José López Portillo 1976-1982, así como en la formación del frente democrático nacional en 1988 con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza, que un año después desembocó en la formación del partido de la revolución democrática (PRD) de orientación nacional populista.

En el documento La historia política de la familia Chávez una vez como tragedia y otra vez como farsa el GPM, ha hecho a través de más de 40 páginas una crítica contundente y puntual del “bolivarismo” de Hugo Chávez, como una variante más de la política y del discurso nacional-populista característico del  reformismo pequeño-burgués.

        México comparte con Venezuela, al igual que con el resto de los países latinoamericanos, espacio geográfico, historia, lengua, religión y, principalmente, el modo de producción capitalista. También ha probado los amargos frutos de ese árbol común: el árbol y los frutos de la política, el discurso nacional populista y las consecuencias políticas e ideológicas que acarrean para el proletariado [3] , sin dejar de lado que ese árbol posee raíces comunes con el resto del reformismo variopinto: “las raíces comunes de la política de clase pequeño burguesa” (GPM).

 

2.- Un poco de memoria histórica

La revolución mexicana estalló en 1910 bajo la proclama de “sufragio efectivo, no reelección[4]”. Durante más de 30 años de dictadura porfirista, el proletariado mexicano crecía numéricamente en industrias tales como: la textil, minera (la más antigua, desde la colonia), petrolera y de los ferrocarriles, además se contaba con un numeroso proletariado rural en forma de peonaje acasillado[5]. La agricultura era, por aquellos años, al igual que en los países del mundo con un grado de desarrollo capitalista parecido al de México, el sector económico más importante. De ahí que no tenga nada de extraño que la base social de la que se nutriera los ejércitos revolucionarios proviniera en mayor medida del peonaje acasillado, incorporándose este a la revolución para demandar “Tierra y Libertad”. Por otro lado, el proletariado urbano, minero y textil se organizó en sindicatos y mutualidades (de ayuda mutua) gracias a la gran influencia de anarquistas llegados de España e Italia desde finales del siglo XIX. Teniendo lugar en 1906 en Cananea (Sonora) y en Río Blanco (Estado de Veracruz), sendas huelgas por mejores condiciones de trabajo y reducción de la jornada laboral. Saldándose estas luchas con varias decenas de muertos por parte del proletariado al ser violentamente reprimidas por las fuerzas del orden burgués. 

Es necesario fijar la atención en que la fracción burguesa antiporfirista, apoyada masivamente por el peonaje acasillado, al año de deshacerse de la dictadura porfirista, se escindió en varias fracciones en una encarnizada lucha por el poder. Tantas fueron las intrigas que a Francisco I Madero, elegido Presidente en noviembre de 1911 después de que Porfirio Díaz se exiliara en Francia en Mayo de ese mismo año, cayó asesinado en febrero de 1913 por una asonada militar planeada en la embajada norteamericana.

La revolución mexicana transcurrió por tres fases a lo largo de un mismo proceso:

1910-1911, unidad de la burguesía  con los campesinos sin tierra para derrocar a la dictadura porfirista.

1911-1913, periodo intermedio, correspondiente al gobierno de Francisco I Madero. Apoyado por una fracción burguesa y terrateniente que preconizaba un “porfirismo” sin don Porfirio Díaz.

1913-1917, reinicio de la lucha armada. Victoria política y militar de la fracción burguesa liberal, que impuso su proyecto de una república burguesa moderna, concretada política y jurídicamente en la constitución de 1917. Esta fracción burguesa consiguió atraerse a las organizaciones de la clase obrera, desarmando políticamente e ideológicamente a los anarquistas mediante promesas de reformas y de leyes que favorecerían a los obreros. Las organizaciones sindicales firmaron un pacto con Venustiano Carranza, líder de esta fracción burguesa en 1915 para formar “los batallones rojos” y sumarse al ejercito constitucionalista, con el fin de acabar con los ejércitos campesinos de Francisco Villa  y Emiliano Zapata. En ese mismo año, el gobierno de Estados Unidos otorgaba su reconocimiento y apoyo a Venustiano Carranza. Un año después, expide la ley agraria del 6 de Enero, con la cual se da inicio al reparto de tierras a grupos campesinos solicitantes en una medida más de carácter propagandista que efectivo, pero que impactó en la moral de los combatientes campesinos de los ejércitos de Villa y Zapata.

Aunado a esto, en el campo de batalla se dieron las victorias estratégicas del ejercito constitucionalista sobre las fuerzas villistas en Celaya (Guanajuato) en 1915 y poco tiempo después sobre las fuerzas zapatistas en Jojutla (Morelos).

Con la promulgación de la constitución burguesa de febrero de 1917 se pone fin a la revolución, formalizándose así el andamiaje político-jurídico que imponía el desarrollo del capitalismo en el país. Aunque, no fue hasta 1934, con el cardenismo en el poder, que cuajara plenamente el proyecto burgués antiporfirista iniciado en 1910.

Efectivamente, transcurrieron 17 años (1917-1934) para que la revolución democrática burguesa que estalló en 1910 en contra de la dictadura porfirista, encarnación de una forma de gobierno burgués autocrático y represivo, pudiera consolidarse política e ideológicamente a través de su institucionalización. Si la gran revolución francesa de 1789 devoró a sus más destacados dirigentes políticos y militares (Dantón, Robespierre, etc.) la mexicana hizo lo propio devorando a Zapata, Villa, Carranza y Obregón.

El mérito político del general de división Lázaro Cárdenas del Río, al igual que el teniente coronel del cuerpo de paracaidistas Hugo Chávez 70 años después, fue haber conformado solidamente un grupo de oficiales de alto rango de probada lealtad institucional. Recompensándoles, a unos con gubernaturas en los Estados, por ejemplo: al General Pedro Rodríguez Triana la de Coahuila, al General Manuel Ávila Camacho la subsecretaría de Guerra y Marina; y a otros, con altos puestos dentro del gobierno federal, como es el caso del General Francisco Mújica con el ministerio de Economía, o al General Gabino Vázquez en Reforma Agraria, Heriberto Jara como inspector general del ejercito etc. etc. al mismo tiempo cooptó a algunos de los elementos más destacados de la intelectualidad de izquierda de la época, Narciso Bassols y Vicente Lombardo Toledano con altos cargos en el Gobierno. Con ese “gabinetazo”, como diría Vicente Fox refiriéndose al suyo en el año 2000, el general Lázaro Cárdenas, en un contexto internacional de grave crisis económica (la de 1929), de ascenso del fascismo en Europa, pero sobre todo, del referente económico político y cultural que significaba el supuesto comunismo en la URSS, puso en marcha una serie de reformas con las cuales se ganó el apoyo político de campesinos, obreros, burócratas, pequeños y medianos comerciantes y empresarios. Según algunos, a falta de encuestas, en aquella época, hasta el 80% de los mexicanos apoyaban y se sentían identificados con el cardenismo.

Sin hacer un panegírico del cardenismo queremos fijar la atención en que el Partido Comunista Mexicano fundado en 1919, se vio desarmado teórica y políticamente de cara al reformismo cardenista, al igual que los anarquistas lo habían sido frente al constitucionalismo carrancista. Incapaces, los comunistas mexicanos, de reproducir la realidad objetiva en la conciencia, para concretarla en una práctica política efectivamente revolucionaria, procedieron como invariablemente actúa todo reformista de izquierda:

1.- Caracterización puntual del fenómeno cardenista (en este caso)

2.- Análisis de coyuntura o interpretación de la realidad

Resultado: Se colgaron al cabús de la locomotora cardenista. Algo parecido a como hoy, los comunistas venezolanos y el resto de la izquierda en ese país se cuelgan en el vagón trasero de la “maquina de vapor” Chavista.

Pero Cárdenas, a diferencia de Chávez, no engañaba a nadie, salvo a los que deseaban engañarse a sí mismos. En sus discursos era explícito y reiterativo cuando afirmaba, con dedicatoria para los empresarios burgueses intranquilos por las reformas que llevaba a cabo:

<<Haremos prevalecer por encima de cualquier cosa el respeto a la ley (burguesa) y al estado de derecho (burgués también) (...) Estoy cierto que los obreros y campesinos de la republica no se están entregando a una labor de agitación política. Sus movimientos son de carácter social (solicitar al gobierno la resolución de problemas secundarios e inmediatos) y se desarrollan dentro de la ley (burguesa)>> “la política de masas del cardenismo” Arnaldo Córdoba, Serie Popular Era, novena edición 1987. Lo entre paréntesis es nuestro.

Declaraciones en el mismo sentido ha hecho Chávez las cuales veremos más adelante.

Con lo poco de memoria histórica visto hasta aquí en México, podemos afirmar que procesos con buena dosis de similitud se han dado, se dan y se darán en todo tiempo y lugar dentro de la formación social capitalista. Así, tenemos que el cardenismo, representante en México de la síntesis plena del proyecto burgués iniciado en 1910 con la revolución mexicana, y cuya instrumentación se llevo a cabo mediante la aplicación de la política y el discurso nacional populista, encontró a sus congéneres político-económicos tanto en el peronismo argentino, como en el nasserismo egipcio etc. Procesos similares que se han dado y, aún hoy,  continúan gestándose por la geografía planetaria, destacándose porque siguen siendo referentes obligados del nacionalismo populista. En México, los partidarios de esta corriente política se autodenominan neocardenistas. En el caso del nasserismo y del bolivarismo, al no estar circunscritos sus proyectos nacionalistas a un solo país, sus predecesores se confieren alcance pan arábigos o panamericanos, haciendo suya la frase, en el caso de Chávez, “Latinoamérica para los latinoamericanos”. Sólo que ese lema se utiliza para movilizar sentimentalmente a sus bases de apoyo o para dar sentido a la construcción de espacios y mercados más amplios controlados por una burguesía nacional antiimperialista. En suma, defendiendo un posicionamiento sumamente reaccionario.

3.- La política y el discurso del nacionalismo populista (Neocardenismo) y demás reformismo variopinto

No podemos pasar por alto el tiempo que media entre el Cardenismo de la década de los treinta del siglo XX y el Chavismo venezolano de principios del siglo XXI, pero a pesar de eso, los 70 años transcurridos abundan más en favor de nuestro punto de vista. ¿Por qué?. Porque el Cardenismo emergió en un contexto en que el proceso de acumulación capitalista requería de sólidas bases materiales que catapultaran su expansión, las mismas que sólo un estado con fuerte presencia en la vida económica podía concretar ¾ grandes obras de infraestructura, industrial, agrícola y de servicios (educación y salud)¾. En ese contexto histórico (y sólo en ese) de desarrollo capitalista “insuficiente” y atascado en una de sus más agudas crisis (la de 1929) puede afirmarse que el cardenismo significó un proceso de carácter progresista, en el sentido de que dio un vigoroso impulso al proceso de acumulación capitalista, al igual que ocurrió en otros países de la periferia capitalista. En cambio, el chavismo se da en el contexto de la unidad dialéctica entre la sobresaturación de capital (rasgo principal del capitalismo en su fase tardía) y su expansión en los espacios productivos aún hoy restringidos (aunque cada vez menos) por la apropiación “necesaria” que de ellos hizo la administración pública, precisamente en los tiempos en que el Estado empresario y de bienestar social era funcional al proceso de acumulación capitalista. De tal manera que, el proyecto chavista, hecho gobierno hoy en Venezuela, sea esencialmente reaccionario, dadas  sus pretensiones de echar atrás las ruedas de la historia al menos 60 años para “recuperar” un capitalismo que requería (en ese tiempo) de una economía mixta estatalmente regulada. Bajo esa misma perspectiva se inscriben los proyectos y programas de gobierno de todas las corrientes del reformismo internacional.

Respecto del “Bolivarismo” de Chávez, podemos decir que éste no es tan siquiera consecuente, porqué ¿a que se reduce en términos generales el sueño Bolivariano original, sino, a la concreción de una patria común latinoamericana?. Al menos ese sueño tenía una lógica coherente con el sentido del desarrollo histórico. Se sustentaba en la aspiración de que las clases sociales hegemónicas independentistas pudieran llevarlo a cabo. Tenía fundamento en la realidad objetiva de la época. Por su parte, Chávez propugna una lógica contraria al devenir histórico y, para ello se apoya en las necesidades inmediatas y el atraso político de las masas desempleadas, empobrecidas y de los trabajadores por cuenta propia (las mismas bases del reformismo internacional), convirtiendo el sueño bolivariano del chavismo en un propósito inviable, y por tanto, absurdo y demagógico.

Por ello, el proceso venezolano llevado adelante por Chávez, el Movimiento Quinta Republica (MVR) y el Polo Patriótico, está lejos de ser un proceso inédito, atípico o exclusivo de Venezuela, tanto por sus orígenes étnicos, como por sus raíces culturales, tradiciones etc. argumentos todos ellos muy socorridos, integrados dentro del concepto democrático burgués de identidad nacional, es decir, la exacerbación del nacionalismo autóctono en contraposición a las leyes universales de la acumulación capitalista, válidas para todos los países del mundo actual, uno de los cuales es Venezuela. Como si los supuestos “valores culturales autóctonos” que hacen a la “identidad nacional” venezolana, tuvieran la virtud mágica de cambiar las leyes económicas universales del capitalismo que determinan la naturaleza antagónica de sus dos clases sociales; como si el proletariado de ese país no tuviera los mismos intereses históricos que el proletariado europeo, americano, canadiense o australiano. Porque el hecho de que el proletariado mundial no se comporte según esos idénticos intereses políticos, sólo en parte se debe a condiciones estructurales nacionales, a las distintas tasas de explotación entre los diversos países, especialmente entre los países de mayor y menor desarrollo relativo. En realidad, esa falta de solidaridad internacional clasista, esa división política injustificable que sigue prevaleciendo entre la mayoría de los asalariados del mundo, no radica tanto en sus distintos niveles de vida nacionales producto del desarrollo internacional desigual, sino en la estupidez política inducida sobre las masas asalariadas, por decenas ―cuando no centenares― de millones de intelectuales a sueldo del capitalismo en el mundo; unos ejerciendo en los aparatos ideológicos de todos los Estados burgueses sin excepción; otros como dirigentes políticos de esos mismos Estados, sea en partidos políticos institucionalizados o en organizaciones “populares” extraparlamentarias de cuño proburgués, aun cuando autoproclamadas de “izquierda marxista”; otros como periodistas en los medios de comunicación, estatales y privados; otros en los aparatos de publicidad de las distintas empresas.

Y esta compra de la voluntad política de los trabajadores intelectuales por la burguesía internacional, no es algo que se explique por el desarrollo internacional desigual. Porque cuanto menor es el desarrollo relativo de un país, más agudas tienden a devenir las contradicciones entre las dos clases antagónicas de su sociedad, y mayores los medios materiales que demandan sus clases dominantes, para mantener a sus respectivos ejércitos de modernos sofistas al servicio de la necesaria estabilidad política interna. Por tanto, los recursos financieros para garantizar esta compra-venta de voluntades políticas, corre absolutamente a cargo de los respectivos presupuestos estatales nacionales, en gran parte sufragados por los propios asalariados, que así pagan sus impuestos para que les mientan, para mantenerles en la mayor incultura política posible, en el desconocimiento más absoluto de su propia realidad “nacional”. La andrajosa especie ideológica del “eurocentrismo”, forma parte del acervo terminológico falto de todo soporte científico que esa intelectualidad venal difunde a cambio de prebendas del sistema.  Al decir esto en absoluto intentamos colocar a los señores Menoni y Budinetto en algún lugar de este contexto, porque desconocemos a título de qué acusan a los materialistas dialécticos de “eurocentristas”.

Pero, ¿a qué obedece esta descalificación simplona y eurofóbica sólo cuando se trata del marxismo? Para explicarlo, tenemos que detenernos un poco en decir que, cuando los intelectuales reformistas al hablar de eurocentrismo refiriéndose a la doctrina marxista la identifican implícita y explícitamente, como una teoría anclada en el Marx decimonónico de factura europea y, con ello, allanan el terreno para seguir machacando en el clavo de la supuesta obsolescencia histórica de sus categorías fundamentales, su método y resultados científicos: la ley del valor, la de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, la teoría del derrumbe del capitalismo y la conclusión de que el sujeto revolucionario por excelencia es el proletariado.

Sin embargo, los intelectuales reformistas latinoamericanos autoproclamados anti-eurocentristas, (antimarxistas, de acuerdo a la connotación que implica el término, y que ya aclaramos), han venido abrevando ideológicamente en el único eurocentrismo bien amado por ellos, el eurocentrismo representado por Kant, Adam Smith, David Ricardo, Rousseau, Montesquieu, y Hegel entre otros. Actualmente podemos afirmar, sin la menor duda, que los intelectuales reformistas ―sean latinoamericanos, europeos, africanos, asiáticos etc.― son fácilmente identificables “por su común raíz política pequeño burguesa (GPM). Sus posicionamientos políticos e ideológicos así lo corroboran; basta tan solo revisar un poco la memoria histórica, para ver con claridad, que sus posicionamientos, producto de su común raíz política pequeño burguesa, son reiterativos independientemente del tiempo y lugar, pero siempre dentro de la formación social capitalista. Cuando el reformismo político europeo estaba en pleno desarrollo encarnado en gentes como Ledrú Rollín, (1848) etc., en América Latina ni en ninguna otra región del ahora llamado tercer mundo estaban dadas las condiciones económico-sociales para ello.  

Para abreviar, fijándonos solamente en los últimos 50 años, estos intelectuales reformistas pequeño burgueses, haciendo acopio de un “marxismo a la carta” (a la medida de sus deseos y propósitos políticos e ideológicos) han venido desarrollando en los partidos de izquierda, en las guerrillas, en los movimientos obrero, popular, campesino, estudiantil, etc. una vigorosa labor contrarrevolucionaria, tanto, que casi todos los que de alguna forma mostrábamos inquietudes políticas propias de “instinto de clase”, tuvimos que pasar durante muchos años, por la experiencia poco esclarecedora que nos brindó nuestra militancia en las diferentes expresiones orgánicas mencionadas.

A mediados de los cincuenta del siglo pasado, siguiendo los planteamientos del stalinismo, heredero de la II Internacional, el Partido Comunista Italiano expuso su propuesta de “vía nacional al socialismo”. Esto, unido al triunfo de las “revoluciones” en Cuba y Argelia y el posterior desmantelamiento del colonialismo en África y el sudeste asiático, propició el auge de los movimientos de liberación nacional de corte político- militar, encarnando así las “vías nacionales al socialismo”. Con posterioridad, en los setenta, la izquierda reformista, en general, contaba principalmente con dos referentes político-organizativos: las estructuras político-militares y las estructuras electorales. Estas últimas, en el tercer mundo y principalmente en Latinoamérica, acogieron entusiasmadas las “originalísimas” tesis del marxismo renovado proclamadas por el eurocomunismo, otra de las corrientes reformistas eurocentristas, de la misma raíz común política de clase pequeño burguesa.

Para los revolucionarios, el internacionalismo es una cuestión de principios y fue soberbiamente sintetizado en la cabecera del “Manifiesto comunista”, así como en las publicaciones de la Iª Internacional <<Proletarios del mundo, unios>>. Este principio tiene su sustentación en que lo que nos une a los asalariados es el hecho común de no ser propietarios más que de nuestra fuerza de trabajo, independientemente de nuestro genero, nacionalidad, raza o credo. Los comunistas sabemos que la revolución tendrá que ser nacional por su forma, pero internacional por su contenido. Nacional porque, aun hoy, perduran los Estados nacionales; porque la formación social no es la misma en todos los países: la composición de las distintas clases y sectores de clases varían entre ellos; todos estos datos de la realidad determinan el carácter de la revolución. Por otro lado, de la correlación política de fuerzas entre las clases: distinto grado de cultura, madurez política, existencia o no de un partido revolucionario, depende la tácta a adoptar: la combinación de las formas de lucha y de los medios de acción a emplear, la política de alianzas, etc. Esto, en cuanto a la forma nacional de la revolución.

Sin embargo, la coordinación a nivel internacional del proletariado se hace imprescindible, porque: 1º todos, sin distinción de patria, idioma, etnia o cultura, estamos objetivamente interesados en acabar con la común explotación del capital, extendida ya a nivel planetario, y 2º porque las leyes objetivas del desarrollo social imponen que, tanto de manera individual como colectiva, para el proletariado la cooperación en la lucha debe sustituir a la competencia, y, en cuestiones de táctica, lo internacional a lo nacional.

Sea como fuere en el momento actual, el internacionalismo proletario está histórica y objetivamente determinado por la ley general de la acumulación capitalista. Dada su creciente acumulación,  por un lado, el capital tiende a igualar las distintas tasas de explotación a escala planetaria; por otro lado, el fenómeno de la transnacionalidad de los capitales y su inevitable entrelazamiento con los capitales nacionales de los países dependientes, dejan sin sentido todo proyecto de “desarrollo autosostenido del capital nacional” tan caro a los nacionalistas antiimperialistas pequeñoburgueses que acusan a los marxistas de eurocentristas. Con la desaparición de las burguesía nacionales, el desarrollo tecnológico en el campo de las comunicaciones y la tendencia a igualar las tasas de explotación en todos los países, el capitalismo hace posible, hoy más que nunca, la organización revolucionaria trasnacional. En semejantes condiciones, los particularismos nacionales, presentes todavía hoy, no pueden ser el aglutinante político de ninguna verdadera revolución con proyección de futuro.       

¿Que tiene que ver todo esto hasta aquí brevemente expuesto con el objeto de nuestro debate? Pensamos que mucho, por que en bastantes lugares: México, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, etc. aunque no coincidente en el tiempo, este reformismo ―tanto el que dejó las armas como el que se ha venido limitando a la política electoral― han perdido toda base económica de sustentación política: la llamada “burguesía nacional progresista”; de ahí que, para poder justificarse institucional y burocráticamente dentro del Estado burgués (pesebre), deban maniobrar tácticamente haciendo contubernio con los sectores burgueses del llamado centro izquierda, contra el “mal mayor” de la llamada “derecha”: México con los ex-priistas del PRD, en Venezuela con los chavistas, en Argentina con el neoperonismo de Kichtner etc, , sin perspectiva ninguna de transformar nada en sentido políticamente trascendente al statu quo actual.

Desnudar de sus “andrajos teóricos” seudo marxistas a estos intelectuales reformistas que hoy pisan la charca cenagosa del nacionalismo populista es una tarea de primer orden. Pero he aquí que, a partir de los años ochenta del siglo pasado, las usinas ideológicas de la burguesía han venido cocinando un tipo de reformismo que esta muy en boga dentro de los “movimientos emergentes”, llámense estos; globalifóbicos, CEBs (comunidades eclesiales de base) ecologistas, neozapatistas, ONGs, etc. etc. Tanto, que los intelectuales reformistas, desde dentro o cercanos a esos “movimientos emergentes”, divagan en torno a sus alcances políticos. Algunos siguiendo, a Foucault (uno de los gurús post-estructuralistas), que en su ensayo “Sujeto y Poder”, en el punto 6 párrafo 2 decía:

<<“Para concluir, el objetivo principal de estas luchas (la de los nuevos movimientos emergentes) no es atacar tal o cual institución de poder, grupo, elite, clase sino, más bien, a una técnica o forma de poder”>> (Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro).

Es obvio ―y así se manifiesta en la política concreta de los nuevos movimientos emergentes―, que haciendo seguidismo de tesis como la anterior, lo que pretenden es reducir los alcances políticos e ideológicos de los antagonismos de clase, desviando las opciones revolucionarias hacia la consecución de objetivos inmediatos dentro del sistema. Otros movimientos, elevan esta política a la condición de “nueva subjetividad revolucionaria” ajustándose al mismo script de los setenta, donde se remontan a Mariategui para decir, tal como lo hace Sergio Rodríguez Lascano, uno de los ideólogos del Neozapatismo en su documento “¿Puede ser verde la teoría? Sí, siempre y cuando la vida no sea gris” (conclusiones: página 7 revista rebeldía año 2002):

<<Vamos a vencer, no porque sea nuestro destino (teoría del derrumbe) o porque así este escrito en nuestras respectivas Biblias (el capital) rebeldes o revolucionarias, sino porque estamos trabajando y luchando para eso. (Y a continuación, siguiendo a Mariategui, añade) El socialismo indo americano no será copia ni calca (del bolchevismo), sino creación heroica (es decir, del voluntarismo).>> lo entre paréntesis es nuestro.

Como puede apreciarse tanto en los que hacen apología de las luchas “transversales” de Foucault (secundarias e inmediatas), como en la concepción de los que piensan y difunden que la revolución se hace en base a tener los huevos bien puestos, existe un evidente rechazo del papel que tiene que cumplir el conocimiento científico y el valor de la teoría marxista como guía para la acción.

Las razones políticas e ideológicas que nos llevaron a tratar de clarificar nuestra posición con respecto a este tipo de reformismo postmoderno, radica en que, tanto la corriente reformista que eventualmente gobierna, como este mismo tipo de reformismo antigubernamental,  insistimos, para que no exista la menor duda, en que ambos movimientos poseen una común raíz política de clase pequeño burguesa. El reformismo variopinto, es pues, una tendencia político-ideológica burguesa universal dentro de la formación social capitalista mundial.

En este orden de ideas, resultan hipócritas en sumo grado las frases grandilocuentes de la izquierda burguesa en México y en el resto de países cuando proclaman: “Después de un proceso de reflexión y crítica de los viejos dogmas, nos hemos dado cuenta del gran valor y la trascendencia universal de la democracia representativa o participativa”. Como puede observarse, no existen prejuicios nacionalistas autóctonos que descalifiquen la democracia, pese a sus orígenes euros céntricos y mediterráneos. Y en ese mismo tenor, todos los elementos que integran ese concepto de democracia burguesa: división de poderes, elecciones periódicas, reelección, alternancia en el poder de los partidos y de los políticos burgueses, el mecanismo del referéndum, etc. etc. tienen orígenes euros céntricos y mediterráneos también. Es decir, que para la izquierda del sistema ese transplante eurocentrista en forma de ordenamiento jurídico y político no existen descalificaciones simplonas y eurofóbicas.

Es en base a estos elementos  como elaboran sus políticas y construyen su discurso los nacional populistas del PRD en México y el MVR en Venezuela, junto con el resto del reformismo variopinto en el mundo entero. Todo ello ante la ausencia de una alternativa efectivamente revolucionaria.

Ben Garza, dirigente del PRD mexicano en California, en respuesta a una crítica del GPM a ese partido y a su corriente política hegemónica: el neocardenismo, señalaba según él: “Vosotros (el GPM) decís que la ideología es importante pero habéis fracasado miserablemente en comprender la política progresista del cardenismo en México. El cardenismo no es un movimiento comunista, pero es un movimiento democrático revolucionario”. Y efectivamente, la izquierda electorera y la autodenominada “izquierda social” en México, en Venezuela y en los demás países latinoamericanos, corren velozmente por el carril del reformismo pequeño- burgués. La aseveración anterior la corrobora el propio Hugo Chávez cuando, de propia voz, en una entrevista al periodista Rafael del Naranco de la cadena “capriles” en noviembre de 1998, a la pregunta de si era comunista, contestó:

<<Para nada. Un grupo de francotiradores nacionales y extranjeros dicen que soy una especie de Hitler con Mussolini. Muy lejos de eso. Todo mi proyecto político es la búsqueda del lado humano del sistema capitalista, y alejándonos de la corriente que el Papa llama “neoliberalismo salvaje”, proponemos un modelo económico humanista, diversificado, orientado a la producción y a la generación de empleo.>>. (GPM, en el documento “La historia política de la familia Chávez” junio de 2002).

A declaración de culpas, relevo de pruebas”. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla, muchos asalariados y entre ellos muchos proletarios y campesinos pobres en México, y damos por hecho que en Venezuela también, no han tenido otra experiencia de participación política que no haya sido como miembros activos de organizaciones frentepopulistas como el PRD y el MVR.

Lo grave del asunto radica en que en nuestros países se ha formado, a través de varias décadas, una fuerte tradición política de carácter reformista que se manifiesta en todas y cada una de las manifestaciones públicas de protesta de las clases subalternas, con una serie de consignas y proclamas tan viejas y desgastadas, como vacías de contenido político clasista, del tipo “Que se vayan todos” esgrimido por los “piqueteros” argentinos, para no abundar más.

Otra faceta que iguala las políticas y el discurso de los nacional populistas de México y Venezuela lo constituye, sin duda, la instrumentación de la política exterior en lo relativo al caso especifico de la revolución cubana y el gobierno de Fidel. Tanto uno como otro muestran su solidaridad con el régimen de la isla acompañado de un antiimperialismo antiyanqui. Este tipo de conducta política en relación a Cuba, y de la cual, a la menor oportunidad, Hugo Chávez hace alardes de ella, es una vieja conducta política oportunista puesta en operación por los nacional populistas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) desde el mismo triunfo de la revolución cubana. Son dos los fines de esta práctica política oportunista, resultando ambos obvios: promocionarse y crearse una imagen romántica interna (en el caso de Hugo Chávez) de revolucionario justiciero del tipo de su bisabuelo, Pedro Pérez Delgado “Maisanta”. Y en el ámbito externo, como fórmula para equilibrar la relación con EE.UU. y ganar prestigio internacional, haciendo acopio, también en el caso de Hugo Chávez, de un antiimperialismo bronco, con miras en muchos casos, de liderar a los países del tercer mundo. En esto Chávez no es nada original, pues ya el ex-presidente mexicano Luis Echeverría (1970-1976) lo llevo adelante, durante y después de su mandato, con resultados adversos.

Dentro de los fines logrados en el ámbito interno por los nacional populistas mexicanos, destaca el hecho de que las diferentes corrientes de izquierda (hoy en affaire con éstos) nunca pudieron desbaratar el tinglado de la política exterior de solidaridad con Cuba y del discurso antiimperialista. Ello le permitió a los nacional-populistas en el poder durante la década de los sesenta y setenta aplastar violentamente, sin menoscabo de su imagen interna y externa, los movimientos guerrilleros, huelguísticos y sociales que juzgaron peligrosos para la estabilidad del sistema capitalista. El mismo que Hugo Chávez hoy se ha propuesto humanizar en Venezuela.

En lo externo se elogiaba la posición mexicana frente a la política exterior de EE.UU. respecto de Cuba, así como de cara a otros temas candentes “el hermano mayor latinoamericano” se mantenía firme en los principios de la “Doctrina Estrada” diseñada y puesta en practica en la política exterior mexicana en la década de los treinta del siglo pasado por el ministro de exteriores Genaro Estrada de la que destacan dos puntos:

1.- libre autodeterminación de los pueblos y

2.- no ingerencia en los asuntos internos  de las naciones.

Por supuesto, el hecho de que hoy los nacional-populistas y la izquierda reformista tengan como enemigo al neoliberalismo, y se enfrenten a él de manera conjunta, ha traído como consecuencia que esta izquierda haya corrido sus posiciones hacia el centro. Pero este fenómeno no es ni remotamente nuevo, en México desde la época del cardenismo (1934-1940) como ya se ha señalado líneas arriba, los comunistas mexicanos, a pesar de haber sido expulsados por el gobierno de Cárdenas de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), central sindical de la que fueron sus principales impulsores, siguieron manteniendo un apoyo irrestricto al cardenismo en la tarea conjunta de enfrentar al enemigo común de la época: El fascismo, de acuerdo a un resolutivo del VII congreso de la Internacional Comunista de 1937. Con la política de “unidad a toda costa” a través de la conformación de los frentes populares.

Tuvo que morir Stalin y celebrarse el XX congreso del PCUS para que los comunistas mexicanos reconocieran públicamente el garrafal y costosísimo error provocado por el seguimiento de esa táctica política impuesta desde fuera y aceptada acríticamente por ellos, para aprestarse a trocar el stalinismo por el eurocomunismo.

Lo anterior viene a colación, porque en la Venezuela de hoy, el partido comunista venezolano (PCV) y otros grupos de izquierda reformista, mantienen una estrecha alianza con el gobierno chavista para enfrentar al nuevo y coyuntural enemigo común: el “neoliberalismo salvaje” según la peculiar forma de Hugo Chávez y de los ideólogos pequeño burgueses de describir los fenómenos aparentes que se manifiestan en la superficie del sistema, pero cuyas causas reales habría que buscarlos por medio del conocimiento exacto de la leyes económicas inmanentes al capitalismo.

¿Qué nos dice todo esto? Nos dice ―y nos consta por experiencia personal y por la breve memoria histórica del proletariado aquí narrada―, que la casi totalidad de los elementos más concientes y resueltos del proletariado, vivimos y luchamos durante décadas desconociendo la teoría revolucionaria elaborada por Marx, Engels y Lenin, tragando durante décadas versiones que resultaron ser tergiversaciones del marxismo y en esas lamentables condiciones nos vamos de este mundo. ¿Podemos echarle la culpa de esto a los enemigos que pasan de ser nuestros amigos dentro del movimiento? La culpa es sólo nuestra, porque el enemigo está para lo que está.

Las consecuencias objetivas y subjetivas hoy pueden fácilmente apreciarse en “la confusión ideológica y la dispersión política que sufre el proletariado internacional” (GPM). En esto han tenido mucho que ver, no sólo las políticas y el discurso nacional populista, sino en igual medida el sabotaje ideológico que el marxismo de cátedra incrustado en la izquierda reformista ha llevado a cabo, incluso desde el momento mismo de la concepción y elaboración de los principios de la teoría revolucionaria, cuando Marx aún vivía.

¿Dónde ha quedado ese marxismo de cátedra y esa izquierda moderna y renovada que postulaba que la lucha por la democracia es la lucha de todos los días por el socialismo “democrático”, que “la expansión del sujeto revolucionario ha superado las concepciones vanguardistas y sectarias” y también, que “la lucha por la democracia representativa “formal” ―de carácter parlamentario― y la efectiva separación (o equilibrio moderado) de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial, puede romper con las relaciones capitalistas de producción”? .Todas estas lindezas son parte de las “valiosísimas aportaciones” a la alternativa revolucionaria que esta izquierda se atribuye. (El lugar al cual “regresaron” ―de hecho nunca lo abandonaron― los marxistas de cátedra, después de sus “valiosísimas aportaciones” en general siguen siendo los cubículos y las aulas universitarias, así como los espacios de los medios de comunicación burgueses para continuar su labor con un perfil, tal vez mas bajo, pero no menos eficaz. Mientras tanto, los políticos de esa izquierda moderna y renovada hoy despachan como presidentes municipales, gobernadores, diputados o senadores, y formulan propuestas de reformas que “benefician” al pueblo. Las mismas que son invariablemente rechazadas,  por una mayoría (PRI-PAN) parlamentaria neoliberal. Esa constituye, no ya su eficaz lucha de todos los días por el socialismo democrático, sino su empeñoso esfuerzo por mantener la “normalidad democrática” y el Estado de derecho. Es decir, por apuntalar el capitalismo. Sólo se reforma aquello que se pretende conservar.

Es la misma demagógica  opción que Hugo Chávez tiene para el conjunto de los asalariados venezolanos. “Humanizar lo que el mismo Papa llama neoliberalismo salvaje”. Según sus propias palabras.

Por otro lado, es de una simpleza absurda catalogar la crítica del GPM hacia el gobierno de Hugo Chávez bajo la misma perspectiva y los objetivos que persigue Bush. La realidad aparente que sólo logran captar Menoni y Bundinetto provoca que coloquen bajo la misma tesitura al GPM junto a Bush, FEDECAMARAS, CTV y Venevisión entre otros. Una cosa es coincidir en el objeto de la crítica; y otra muy distinta son los motivos de dicha crítica y sus objetivos. 

4.- Nuestra actitud con respecto a los nacional populistas

Después de la victoria de Chávez en el referéndum, este ha abierto las puertas para pactar una tregua con la oposición oligárquica y el gobierno norteamericano hasta las elecciones de finales de 2006. Mucho tendrá que ver el tipo de concesiones que el chavismo pueda sumar a las que ya posee la elite empresarial venezolana y las transnacionales norteamericanas. Al hilo de esto, a cuatro días del triunfo de Chávez en el referéndum de agosto de este año, el 19 de septiembre pasado, el periódico español “El País” publicaba que la empresa norteamericana “Chevron Texaco” invertirá unos 6.000 millones de dólares en proyectos de exploración y extracción de petróleo en la cuenca del Orinoco. También “Shell” anuncia una inversión de 200 millones anuales hasta el 2006, así como la Francesa “Total”, en colaboración con la noruega “Statoil”, anuncia una ampliación de 4.000 millones de dólares sobre lo ya invertido hasta la fecha, por su parte, la “Exxon Móvil”, junto a la “Pequiven” –filial de la venezolana estatal PDVSA- anunció que invertirá unos 3.000 millones de dólares en un nuevo complejo petroquímico, etc. Se demuestra, con ello, que, entre el proyecto “bolivariano” de Chávez y el capitalismo imperialista sólo existen contradicciones de matiz, pero no de fundamento social capitalista. En definitiva, que ni Chávez es un “bolivariano” consecuente- recordamos aquí su slogan: “Latinoamérica para los latinoamericano”- ni tiene posibilidades de serlo. Al igual que los nuevos cardenistas, se adorna con un discurso vació de contenido político “nacional”, apelando a pasadas y extemporáneas glorias, para llevar una política real plegada a los designios del imperialismo.

Si bien es cierto, que el referéndum corroboró, que por el momento, la correlación de fuerzas internas le es favorable a Chávez por un amplio margen, no menos cierto es que en el ámbito externo todavía le es  desfavorable, aunque en menor medida, en razón a las nuevas concesiones otorgadas, mencionadas renglones arriba.

La oposición antinacional populista venezolana y sus patrocinadores en el extranjero han agotado, por hoy, las vías legales y pacificas para deponer a Chávez. Por ello es necesario recordar que la historia latinoamericana registra la reiteración de procesos nacional populistas abortados por obra y gracia de las intervenciones norteamericanas confabuladas con las minorías oligárquicas y las elites militares autóctonas. En la historia latinoamericana posterior a la II guerra mundial sobran ejemplos. Desde el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala, año de 1954, hasta la sacada por la vía electoral del sandinismo en 1990, pasando por la destitución del gobierno de Goulart en Brasil, el golpe militar a Salvador  Allende en Chile en 1973, la invasión a Granada 1981, etc.

Es digno de destacar que en todos estos procesos, incluyendo el venezolano, el denominador común en términos político-organizativos, desde una perspectiva efectivamente revolucionaria, ha sido la no existencia de una organización política independiente de carácter clasista del proletariado.

Ante la inexistencia de una opción revolucionaria, el proletariado y el resto de los asalariados han venido sumando invariablemente, haciendo seguidismo, su apoyo a las políticas y al discurso nacional populista de corte reformista y pequeño burgués. El costo social y humano del aborto de estos procesos ha recaído también invariablemente sobre el conjunto de los asalariados.

Nuestra actitud política e ideológica frente al nacionalismo populista de sus líderes y partidarios en el PRD mexicano y en el MVR venezolano, entre otros, debe estar sustentada en la verdad científica lejos del sentido común y del romanticismo justiciero.

Quien conozca un poco la teoría revolucionaria marxista, sabe que en lo fundamental, el nacional populismo coincide completamente con la ortodoxia económica neoliberal, a la que en su discurso, y sólo a través de él, para consumo del conjunto de los asalariados, combate sin tregua.

Para el caso de explicar esta coincidencia fundamental entre nacional populista y liberales burgueses vamos a tomar un ejemplo. La discusión que sobre “el pastel” se da entre ambos, y que para el romanticismo justiciero (nacional populistas) de unos y el sentido común (liberales burgueses) de otros, así como para el ciudadano común, suena lógico y coherente. ¿Qué dicen los primeros al respecto?: “Que es necesario una redistribución más equitativa”; ¿y los segundos?: “Que antes de pensar en redistribución, lo primero es hacer más grande el pastel”. He ahí la coincidencia fundamental de nacional populistas y liberales burgueses, ninguno cuestiona ni mucho menos se propone transformar radicalmente la primera distribución (MP +FT)[6] al proceso de cocinar el pastel (el proceso de producción capitalista), que es donde se determina de antemano el posterior proceso de distribución y de consumo.

Esta verdad científica corroborada infinidad de veces todos los días desde la génesis misma del proceso de producción y distribución capitalista es la que no se atreven a encarar de frente, populistas y liberales.

De ahí que nuestra actitud política e ideológica con respecto, al nacional populismo y al resto del reformismo variopinto deba ser firme e intransigente sin ambigüedades, confrontando sus políticas y su discurso con la teoría revolucionaria y la memoria histórica del proletariado. Y es precisamente en su contra, porque son ellos los que mayor confusión ideológica meten dentro de las filas de las clases subalternas, creando entre éstas, falsas expectativas de transformaciones radicales en beneficio de sus actuales condiciones de vida, proponiendo para ello soluciones que no van más allá del asistencialismo público mediatizador y una “democracia participativa” que se ejerce siempre por fuera de los centros de trabajo, o sea, del proceso de producción. En síntesis, sin atentar en contra de los pilares fundamentales sobre los que se sostiene el sistema de explotación capitalista.

 

5.- Conclusiones

El cardenismo de los treinta perseguía la construcción de una sociedad “más” igualitaria, pero que, a su vez, no debía desembocar en una organización comunista de la economía y la política. Ni capitalismo ni comunismo, tal era la aspiración de Cárdenas, haciendo convivir a todas las clases en un proyecto común que impulsara y dirigiera el Estado. Para nuestro General, la situación de los explotados se resolvía con una adecuada protección política y jurídica.

Las grandes nacionalizaciones y los grandes repartos de tierra consolidaron la base campesina y obrera del gobierno y sentaron las bases para el desarrollo de un estado capitalista moderno

En ese mismo sentido, se puede decir también que las reformas sociales en esa época cumplieron su papel como pacificadoras de las contradicciones de clase, trajeron y tienen como consecuencia que en países capitalistas como México y Venezuela un beneficio a las burguesías y oligarquías de ambos: estabilidad política y económica 3/4 las huelgas, marchas y el descontento social bajan¾. Enormes programas de obras públicas, contratos a empresas, herramientas, materiales, fábricas en su máxima capacidad, importaciones exportaciones.

Hoy, tanto la política económica de Chávez como la que aplica el neocardenista López Obrador, jefe de gobierno del Distrito Federal, no tienen nada de diferente: apoyos clientelares, defensa de la soberanía, defensa del petróleo y energía eléctrica (aunque ya se ve que solo en el discurso) nacionalizados, etc. Los dos, como el Cárdenas de los años treinta, luchan por una sociedad “más” igualitaria, pero que no sea comunista, se acercan más a la humanización del capitalismo tal y como lo sugieren luchando por él los globalifóbicos. De ahí que reciban su apoyo y solidaridad cada vez que se ofrece, como en el caso del referéndum venezolano y la defensa del no desafuero del jefe capitalino.

Ante este canto de sirenas los obreros, campesinos y masas explotadas, no les queda otra que desenmascarar este asitencialismo mediatizador como una forma de ir luchando contra la confusión ideológica y la dispersión política en que nos encontramos, en gran parte, debido a las políticas y al discurso nacional populista.

Moctezuma.           

      México 27 Noviembre 2004

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Notas:

[1] Según el PDVESA, actualmente se producen 3,11 millones de barriles diarios, pero los expertos cifran esa cantidad como exagerada, ajustándola a algo menos de 2,5 millones de barriles diarios. Precisamente, Venezuela está recibiendo fuertes inversiones de capital internacional con el fin de aumentar su capacidad extractiva, ya que la capacidad productiva se encuentra al límite.

[2] Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima, es una empresa estatalizada desde 1976, pero con participación del capital privado, tanto nacional como multinacional. Es un Estado dentro del Estado, su gestión se realiza como el de una empresa privada por una casta de burócratas, llamada meritocracia, ligada a FEDECAMARAS y al capital internacional, con capacidad suficiente como para llevar adelante un “Plan de negocios 2004- 2009” que supone en la práctica su privatización por la vía de la participación del capital internacional, la “danza de las concesiones” por métodos mafiosos, la partición de la empresa en varias filiales y eliminando toda posibilidad del control obrero de dicha empresa.  http://www.soberania.info/Articulos/articulo_595.htm

[3] En alusión  al reproche que Menoni hace a organizaciones como el GPM: “Cada vez que el árbol da fruto, a piedra le caen”.

[4] Se refiere a la no reelección del general Porfirio Díaz, Presidente de México desde 1876

[5] Que vivían en los alrededores de la hacienda del señor, en casas y tierras que pertenecían al hacendado.

[6] MP (Medios de Producción) + FT (Fuerza de Trabajo) son los elementos que el capitalista compra en justa proporción para comenzar el proceso de producción. Ahí  la distribución ya está determinada por la COC (Composición Orgánica del Capital) que varía según el grado de desarrollo de las fuerzas productivas imperantes en cada tiempo y lugar. Luego la distribución ya está determinada previamente por cuestiones objetivas, alejadas de consideraciones morales, de justicia social etc.