Lucha sin cuartel contra el reformismo burgués

Querido compañero:

Al igual que nosotros, tú sabes lo que significa para el destino de la clase obrera que sus luchas se enreden en la telaraña que urden los reformistas burgueses y que, en definitiva, queden sometidos a intereses ajenos a los suyos propios.

Cuando los obreros luchan por un mayor salario o mejores condiciones de vida y de trabajo, lo que están haciendo, aunque no lo sepan, es avanzar en dirección al socialismo, camino que debe ser señalado previamente por la vanguardia revolucionaria. Es tarea de estos, los más esclarecidos teórica y políticamente, impulsar y, a la vez, conducir, ese torrente por el curso correcto para que no se malogre el esfuerzo y el sacrificio que los asalariados despliegan en sus combates, acumulando fuerzas para el cambio de esencia en su conciencia que, tarde o temprano, estaremos obligados a realizar, tanto las masas como su vanguardia.

No se trata de ser como Moisés, que trasladó al pueblo de Israel hasta la tierra prometida ocultando y, por lo tanto, acaparando el conocimiento revelado para tal menester, sino de abrir los ojos a la clase proletaria para que ellos mismos sean capaces de encontrar el camino en su ya larga travesía por el desierto capitalista. Tenemos la obligación de desenmascarar los espejismos que proyectan nuestros enemigos de clase en la conciencia obrera, con el objetivo de seducirles y desviarles de su camino. En el caso concreto que nos ocupa, el espejismo no es otro que la supuesta “revolución bolivariana” de Chávez que despliega sus cantos de sirena para mantener en el cepo de la explotación asalariada no sólo a sus propias masas venezolanas, sino a la vanguardia amplia del resto de países.

Recurrentemente, aparecen proyectos populistas nacional burgueses en países donde el desarrollo típico del capitalismo entra en crisis. Entendiendo como desarrollo típico aquel en donde la clase de los poseedores gobierna con relativa estabilidad sin despreciar el concurso de los desposeídos, pero sin pactar con ellos ningún tipo de alianza explícita, sin confesarlo. Cuando la continuidad del proceso de acumulación, por diversos motivos se torna excesivamente dificultoso para el capital mundial, en los países de desarrollo capitalista dependiente, estas dificultades se ven agravadas y las contradicciones sociales se agudizan. Es en estas condiciones, cuando aparecen dirigentes carismáticos que personalizan un proyecto de desarrollo autosostenido del capital nacional, basado en la alianza expresa entre las clases campesinas u obreras, según sea el caso, y los capitalistas, amparado todo ello en un estado fuerte y soberano, dando pábulo a un antiimperialismo pequeñoburgués que impide o condiciona la libre penetración del capital internacional.

El proyecto de Chávez es una variante ―digamos― perversa del populismo clásico, porque su masa de maniobra no es ya la clase obrera (como fue el caso del peronismo en Argentina o el campesinado en el México de Cárdenas), sino que su patrimonio político de negociación con el imperialismo, son, hoy, las amplias masas de marginados sociales, que sin el proyecto supuestamente integrador de Chávez, en el mediano plazo pondrían en peligro la estabilidad social necesaria para una normal acumulación del capital en ese país. Todo esto a expensas de un deterioro en el nivel de vida y de trabajo de los obreros y la pequeñoburguesía en general.  

¿Por qué no es la clase obrera la masa de maniobra de este proyecto? Porque nos encontramos en una coyuntura internacional con una tasa de ganancia a la baja, en donde la acumulación crece, pero de forma ralentizada, atacando las conquistas y el nivel de vida de la clase obrera. Venezuela no es ajena a esta situación, y el gobierno de Chávez ha tenido que congelar reiteradamente los salarios de los trabajadores del sector más importante del país, el petróleo, y de los funcionarios del Estado. Por lo general, cualquier proyecto populista que quiera hegemonizar a la clase obrera, lo que hace es decretar subidas salariales que  aumenten el nivel de vida efectivamente superior de los proletarios, pero esto sólo es posible con una tasa de ganancia al alza. Por ejemplo: si en un momento determinado, de cada mil 1000$ los capitalistas obtenían 100$ de plusvalor, y los salarios ―o capital variable―, sumaban un coste equivalente a 100$, teníamos un producto de valor (CV+P) de 100+100= 200$ y una tasa de ganancia (P/Cc.+Cv.) =100/900+100= 10%. Si luego la tasa de ganancia se modifica al alza, hasta el punto de obtener 150$ por cada 1000$ invertidos, tendremos un producto de valor 100+150= 250$ y una tasa de ganancia 150/900+100= 15%. Esta última situación ―suponiendo que esos 50$ de capital adicional compensen con creces la masa de capital invertido― permitiría un reparto proporcionalmente distinto del producto de valor de 250$, de tal manera que, después de un proceso de lucha y negociación, los salarios pudieran crecer, un suponer, de 100 a 120$. En ese caso, la plusvalía pasaría de 100 a 130$, quedando la tasa de ganancia en el 12,75% aproximadamente. Estando todas las partes involucradas en el proceso productivo satisfechas, sólo hace falta que un Estado fuerte garantice el nuevo reparto del producto de valor entre las clases implicadas.

Ahora bien, cuando la tasa de ganancia está a la baja, los supuestos del ejemplo anterior, se tornan imposibles, y el proyecto burgués nacional populista no puede integrar consensualmente a la clase trabajadora en su proyecto. Esto es lo que sucede en Venezuela.

Por diferentes causas, entre las que están, fundamentalmente, la inestabilidad en Irak, los problemas de Yukos en Rusia y los conflictos en Nigeria, el precio internacional del petróleo está hoy por encima de su valor de producción, permitiendo coyunturalmente a los grandes productores de esta materia prima obtener unas rentas, llamadas petroleras, que se sirven de los mismos mecanismos que la renta territorial analizada por Marx en el tercer libro de “El Capital”. Por un lado, al estar relativamente limitada la producción de petróleo, una demanda superior a la oferta provoca que los precios se pongan por encima de los costes de producción; y por otro lado, al mantenerse limitada la producción en esas condiciones, el precio del crudo lo determinan las zonas petrolíferas menos rentables, es decir, que si como consecuencia de una demanda sobredimensionada, el barril de petróleo se paga en el mercado internacional a 50$, y Venezuela lo produce a 30$, los 20$ restantes se lo embolsan en un porcentaje determinado entre las empresas capitalistas y el Estado venezolano como rentas petroleras. Los hidrocarburos forman parte indisoluble del capital constante de la práctica totalidad de las mercancías, por lo que unos costos elevados en ese rubro hace aumentar los costos de producción y por lo tanto la tasa general de ganancia disminuye. Según la ley del valor vigente en el sistema capitalista, lo que unos ganan en concepto de rentas petroleras lo dejan de ganar otros de la parte de plusvalía que usufructuan. Si la tendencia secular del capitalismo pasa por ir eliminando la renta territorial, las rentas petroleras resultan ser un obstáculo que salvar en lo inmediato.

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) es el cártel de los mayores productores de petróleo del mundo, que, en determinadas situaciones puntuales de aumento de la demanda (no estacional) ―que se explica por un incremento de la tasa general de ganancia―, tiende a limitar su producción para inducir a un precio más elevado del crudo y sus derivados, que le permita participar de una cuota parte mayor de la masa de plusvalor global derivada de ese aumento en la tasa general de ganancia. En momentos de relanzamiento del capital los países miembros de la OPEP tratan de introducir moderación en la competencia que se hacen unos a otros, Pero cuando la situación del capitalismo mundial entra en un enlentecimiento, la cofradía de Estados capitalistas productores de petróleo estalla, y cada uno de ellos intenta salir del atolladero produciendo más y vendiendo al límite de sus posibilidades.

En la actualidad, Venezuela es la quinta exportadora mundial de petróleo y, según algunos estudios, cuenta con unas reservas para 250 años manteniendo el volumen vigente de extracción. A pesar de que la cifra del monto total de lo que produce varía según quien la proporcione [1] , a día de hoy, Venezuela está al máximo de su capacidad extractiva, desmintiendo por la vía de los hechos la campaña verbal de Chávez dentro de la OPEP de poner freno a la producción con el objetivo de conseguir mejores precios:

<<El petróleo debería estar hoy a 126$ por barril>> Hugo Chávez a la agencia EFECOM el 9 de octubre de 2004.

Dentro del marco de relaciones burguesas, Venezuela no puede permitirse el lujo de perder su principal cliente: los EE.UU.; y por otro lado, los USA dependen en gran medida del suministro del petróleo venezolano, ya que el 15% del petróleo consumido en su país procede de la cuenca del Orinoco. Ambos países se necesitan. Hasta la fecha, y nada indica que vaya ha suceder lo contrario, el supuesto antiimperialismo de Chávez no ha introducido cambios en esa relación, es decir, no está dispuesto a perder su mejor cliente, ofreciéndose en la práctica como suministrador confiable y seguro, por mucho que de palabra diga que es su mayor enemigo.

Por supuesto que el proyecto populista en Venezuela está interesado, en lo inmediato, en el precio elevado del crudo, porque es la única vía para poder llevar su propósito adelante, pero el caso es que su incapacidad para determinar el precio de este a nivel mundial, convierte su plan en contingente, dependiente de relaciones externas que no puede controlar. Su proyecto se fundamenta en desbancar a la pequeña burguesía local del usufructo de las rentas petroleras por medio de la intervención en PDVSA [2] , para el reparto de esa renta entre un sector de la burguesía nacional, entrelazada con el capital multinacional por vía de las importaciones, y el resto, el chocolate del loro, para la financiación de los proyectos del estado, llamadas “misiones”, empleando para ello mano de obra barata tales como los militares, los médicos y maestros cubanos o por la vía del trabajo voluntario. Gracias a ese “chocolate del loro” se consiguió que durante el periodo que va desde 1999 al 2002, el porcentaje de venezolanos que subsisten por debajo de 1$ al día, pasara del 23% al 15%, cuestión que Chávez esgrime como uno de sus mayores logros, pero que, aun siendo cierta, nos puede dar una idea de lo timorata que son sus aspiraciones.

Los hidrocarburos forman parte indisoluble del capital constante de la práctica totalidad de las mercancías, por lo que unos gastos elevados en ese rubro aumenta los costos de producción y, por tanto, hace disminuir la tasa de ganancia. Y en un contexto internacional general con una tasa de ganancia a la baja, las leyes del sistema capitalista presionan en el sentido de desvalorizar las materias primas (por insuficiente demanda para la producción) y a bajar las actuales rentas territoriales en general y, petroleras en particular. Esto explica, en gran medida, las tensiones que han teniendo lugar en los últimos tiempos entre los imperialistas y países como Irak, Irán o Libia. A esto hay que sumar que la puesta en funcionamiento de nuevos pozos petroleros y otras fuentes de energía hará bajar la presión que ejerce la demanda sobre la oferta en este campo, tendiendo a mediano plazo a bajar los precios del combustible, desbaratando el futuro del proyecto chavista.

A nivel interno, los imperialistas tienen con Venezuela la necesidad de capitalizar la plusvalía que producen los trabajadores del sector estatal, tendiendo a convertir PDVSA en una empresa privada, para que la totalidad de las rentas petroleras sean capitalizadas productivamente en vez de ser consumidas en proyectos asistenciales, en los sectores marginados de la sociedad. Esa es la mayor contradicción del imperialismo con la “revolución bolivariana” de Chávez, una contradicción de orden eminentemente interburguesa y, en el concierto internacional, menor.

Sí nuestro primigenio objetivo consistió en introducir claridad en el seno del movimiento obrero, que se desarrolla en un mar de enmarañadas relaciones sociales que tienden a la confusión general, no podemos permitirnos contribuir a liar más las cosas. Por acción o por omisión, no debemos vernos involucrados en cartas de salutación al supuesto “líder de la revolución” ni al “pueblo trabajador que con su voto refrenda a dicho líder”, como dice el comunicado, porque ni existe tal revolución ni son los trabajadores el sujeto de dicha “revolución”. El gobierno de Chávez ha cumplido religiosamente con el pago de la deuda externa y al FMI. Gobierna por medio de leyes habilitantes y por decreto ley, congela el salario de los trabajadores, garantiza el respeto de la propiedad privada impidiendo el control de los trabajadores sobre la industria nacionalizada o en manos de los grandes capitalistas; la apertura al capital internacional ha puesto en manos de multinacionales extranjeras sectores claves como el financiero y cada vez más el del refinado de petróleo etc. etc.

Tú sabes, como nosotros, que el desafío de Chávez con el imperialismo es más de palabra que de hechos, más formal que real. Pero, aunque ese enfrentamiento fuera efectivo, real, no podría pasar de ser una nueva reedición de los enfrentamientos entre líderes como Milósevik o Sadam Hussein, que personifican a las clases burguesas nacionales dependientes como Yugoslavia e Irak. ¿Recuerdas las críticas de los pocos que, como nosotros, realizábamos durante estos conflictos contra aquellos que se alineaban bajo el ala de uno de los bandos burgueses en pugna? En resumidas cuentas, veníamos a decir, que la clase obrera de esos países, tiene la suficiente capacidad para asumir su propio futuro sin tener que ligarlo al de sus pequeñas o medianas burguesías nacionales, y que la labor de la vanguardia revolucionaria en esos países y fuera de ellos, consistía en mantener los principios revolucionarios basados en un análisis científico y desprejuiciado, no dejándose llevar por la opinión pública “antiimperialista” pequeñoburguesa, y que, aun a riesgo de quedarnos solos, el deber de los revolucionarios es decir la verdad de la situación y la necesidad consecuente de actuar en determinado sentido de clase, por inaceptable que todo esto sea para los reformistas y demás fuerzas burguesas en general. Que no existe más antiimperialismo consecuente que el anticapitalismo, es una verdad teórica que tenemos que demostrar científicamente en cada ocasión que se nos presente.

El arte de la política para los revolucionarios pasa por la capacidad de saber transmitir las ideas revolucionarias sin hacer dejación de ellas.

Un saludo del GPM.

25 de Octubre de 2004

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Notas:

[1] Según el PDVESA, actualmente se producen 3,11 millones de barriles diarios, pero los expertos cifran esa cantidad como exagerada, ajustándola a algo menos de 2,5 millones de barriles diarios. Precisamente, Venezuela está recibiendo fuertes inversiones de capital internacional con el fin de aumentar su capacidad extractiva, ya que la capacidad productiva se encuentra al límite.

[2] Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima, es una empresa estatalizada desde 1976, pero con participación del capital privado, tanto nacional como multinacional. Es un Estado dentro del Estado, su gestión se realiza como el de una empresa privada por una casta de burócratas, llamada meritocracia, ligada a FEDECAMARAS y al capital internacional, con capacidad suficiente como para llevar adelante un “Plan de negocios 2004- 2009” que supone en la práctica su privatización por la vía de la participación del capital internacional, la “danza de las concesiones” por métodos mafiosos, la partición de la empresa en varias filiales y eliminando toda posibilidad del control obrero de dicha empresa.  http://www.soberania.info/Articulos/articulo_595.htm