"Nosotros no decimos a los asalariados, deja de luchar, tu lucha no vale nada. Nosotros le damos las consignas de su lucha.. Porque no se trata de lo que los trabajadores están dispuestos a hacer en un momento dado; se trata de lo que la naturaleza de las cosas bajo el capitalismo les empuja a hacer, lo quieran o no" Marx

Las "vacas locas" y la vesanía genocida del sistema capitalista
Introducción

En mayo de 1990, el entonces ministro de Agricultura del Reino Unido, un tal Gummer, apareció por televisión comiendo una hamburguesa con su hija Cordelia. Lo hizo para convencer a la opinión pública británica de que la enfermedad de las vacas locas no se transmitía a los humanos. En enero de 1996, la posibilidad de la transmisión fue calificada de inconcebible por el secretario de Salud del Reino Unido, Stephen DoreIl. Dos meses después -el 20 de marzo-, el mismo Dorell tuvo que informar al parlamento de la aparición de una variante hasta entonces desconocida de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob y aceptar que su causa podría ser la transmisión al hombre de la enfermedad bovina. Al día siguiente, el sensacionalista Daily Mirror titulaba en su primera página: "¿Podemos seguir creyéndoles?"

Hasta ahora, la forma humana de la enfermedad, o CJD, fue muy poco usual. Sus síntomas son temblores, nerviosismo, olvidos, pérdida de equilibrio, alucinaciones y debilidad. Los enfermos decaen rápidamente hasta llegar a un estado en que no pueden andar, hablar ni cuidarse por sí mismos. En Gran Bretaña, el promedio actual de muertes por esta enfermedad es de una persona por semana. En Europa, las cifras de 1994 están en el orden de 0,53 a 1,04 por millón, siendo Holanda quien registra el valor más elevado.

Históricamente, la CJD ha afectado a los mayores de 55 años. Antes de 1994 no se había registrado ningún caso en personas jóvenes y, desde entonces, hubo sólo cinco en todo el mundo. Algunos contrajeron la enfermedad al ser tratados con extractos infectados de glándulas humanas para provocar el crecimiento o combatir la infertilidad. Hubo 17 que contrajeron la enfermedad por el tratamiento, 15 están muertos y otros 1.900 han sido advertidos que están en situación de riesgo.

Los casos de Enfermedades espongiformes transmisibles (EET) ocurridos en Gran Bretaña durante los últimos años muestran un modelo diferente a la Enfermedad de Crutzfeldt-Jakob, lo que aumentó la preocupación en el país y en toda Europa. A partir de 1994 se informó de cuatro casos de adolescentes afectados por la enfermedad en Gran Bretaña. Además, cuatro agricultores que trabajaban con ganado infectado con EEB murieron de CJD en los últimos tres años. En 1994 se registraron 55 muertes provocadas por la CJD -el doble que en 1985- pero los científicos del gobierno insistieron en que las cifras no se apartaban del índice medio mundial de uno por cada millón, sin tener en cuenta los hábitos alimenticios locales ni la presencia de EEB en el ganado del lugar. Pero a fines de marzo, el comité SEAC citó 10 casos de CJD entre personas menores de 42 años que podrían estar ligados a la ingesta de carne vacuna infectada pero que no podían explicarse por análisis genéticos o historias médicas.

La encefalopatía espongiforme del bovino (EEB), o locura bovina (mad-cow disease, enfermedad de la vaca loca, en el mundo anglosajón), es de origen reciente y fue provocada por la alimentación de animales en base a piensos compuestos por deshechos cárnicos de su misma especie o de la ovina y caprina. El gobierno británico aceptó la recomendación del SEAC de que debe haber una investigación "urgente" y más profunda. Existen mayores temores de que los niños puedan estar más expuestos a contraer esta nueva forma de CJD. Stephen Dealler, microbiólogo del Hospital General de Burnely, en Gran Bretaña, quien ha estado estudiando la Enfermedad Creutzfeldt-Jakob desde 1988, teme que en la próxima década tal vez haya una epidemia entre quienes ahora son niños. Según él una epidemia humana se manifestaría aproximadamente 15 años después que en el ganado vacuno y señala que sólo en 1990 se consumieron un total de 250.000 vacas enfermas de EEB. Advierte que, en el peor de los casos, para el 2010 podría haber 10 millones de personas infectadas. El profesor en jefe de SEAC, John Pattinson, dice que el año próximo puede ser crucial para demostrar la verdadera dimensión de la amenaza.

En 1990 la Comunidad Europea prohibió la venta de carne vacuna y derivados provenientes del Reino Unido a todos los países europeos. Pero en 1996 autorizó la venta de carne de vacunos y sus derivados a países del tercer mundo, convirtiendo así la más que probable futura epidemia limitada al territorio Europeo, en una pandemia o epidemia de amplísima extensión.

Estamos, pues, ante un caso más de la crónica negra ya centenaria en la adulteración de alimentos que está en los genes del capitalismo como sistema de vida. Y esto, lejos de tener solución bajo el llamado "Estado democrático de derecho", se agrava todavía más. Según avanza el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social y el consecuente aumento del capital en funciones respecto de la mengua paulatina en el crecimiento del plusvalor obtenido en cada período de rotación,la competencia entre los distintos sectores de la patronal por rapiñar una parte alicuota mayor del plusvalor global obtenido recrudece, y la carrera por alcanzar los primeros puestos en el descenso de los costos se acelera porque la tasa de ganancia disminuye (nota 1 .- GPM:"Teoría marxista de las crisis capitalistas". Ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia  

En este contexto, cuanto mayor deviene el dominio de la ciencia (en manos del capital) sobre la naturaleza, su incidencia sobre el equilibrio natural torna más compleja y difícil la tarea de prever las probables respuestas del desequilibrio provocado, y sus consecuentes efectos sobre la propia naturaleza de la que los seres humanos formamos parte.

Este ejercicio de dominio sobre la naturaleza, exige, pues, ir con la investigación científica previa, bastante más allá del resultado de los experimentos transformadores que satisfacen la "razón" económica inmediata. En este trabajo a propósito de la demostrada incidencia en la especie humana de la EEB, intentamos contribuir a la idea revolucionaria de que, a estas alturas del progreso humano, el capitalismo se muestra más y más inepto para el imprescindible cometido de conciliar el empleo de la ciencia con la preservación de la naturaleza y de la sociedad en su conjunto, incluídos los agentes del capital en tanto personas, que así quedan deslegitimados como categoría social para seguir dirigiendo los destinos de la Tierra con todo lo que nuestro planeta tiene capacidad de soportar.

El presente trabajo incluye un capítulo donde tratamos de explicar a un nivel de conocimiento muy elemental, la etiología u origen clínico de la EEB. Para ello hemos tenido que incursionar en la biología molecular, exponiendo razonamientos que, aunque de segunda mano, dadas nuestras mayores limitaciones intelectuales en esta parcela del saber respecto de las ciencias sociales, no descartábamos haber cometido algún que otro error teórico o inconsecuencia metodológica de importancia, de modo que, previo a su publicación, decidimos poner esta parte del documento a consideración de algunos allegados, todos ellos profesionales afines a esa disciplina científica y supuestamente críticos radicales del modo de vida capitalista, que se ganan la vida trabajando más o menos directamente en esto de los intercambios químicos entre el cuerpo humano y su entorno ecológico.

Es curioso que a ninguno de ellos se le haya ocurrido aportar alguna observación en el sentido de hacer más comprensible al lector esta parte del documento, como es obvio del todo fácil para ellos. Pero sí han opinado acerca de los obstáculos que ofrece al conocimiento la parte específicamente económica y política del texto, que por no ser materia de su especialidad y, por tanto, de su pleno dominio, han encontrado "denso" y "demasiado extenso". Esta crítica no nos sorprende porque ya otras veces hemos sido objeto de ella y no nos afecta.

Es que, detrás de este criterio que predomina en los medios universitarios y académicos del sistema, está la filosofía pragmática de respetar sin condiciones sólo la dificultad que ofrece el objeto de conocimiento cuyo esfuerzo por acceder a él está férreamente sujeto a la despótica necesidad de ganarse la vida. Para decirlo más claramente, la inmensa mayoría de los profesionales del intelecto sólo valoran el trabajo teórico que tiene una contrapartida mercantil o que se intercambia por dinero. Ya desde los estudios secundarios, aprenden a identificar la verdad con la calificación que reciben de sus profesores, y para alcanzar el título y los conocimientos que proyectan cambiar por un salario, estos profesionales no hacen ningún asco al tensar su intelecto para vencer obstáculos tanto o más dificiles de superar que los que presentan textos como éste que ofrecemos aquí. Y dado que el marxismo no tiene valor económico ninguno, que no se puede cambiar por nada que sirva para medrar dentro de esta sociedad, el menor esfuerzo por aprender a utilizar esa imprescindible herramienta intelectual para el conocimiento científico del mundo en que viven, les parece algo completamente baldió e inútil. Aunque no sean capaces de reconocerlo, así lo sienten y actúan según ese sentimiento práctico de la vida.

Habiendo aprendido a despreciar de tal modo el sentido humano vital del pensamiento libre -el único ejercicio del espíritu que puede casar con la verdad científica- estas gentes autoproclamadas de "izquierdas" que hoy se cuentan por millones, demuestran no estar ni medio convencidas de la necesidad de cambiar sustancialmente nada. Así como dentro de su profesión están hechos a la disciplina de producir los conocimientos que les mandan a cambio de una retribución, fuera de ella proyectan su carácter dependiente demostrándose incapaces de vencer la molicie de su intelecto a la hora de pensar sin el "estímulo" de la necesidad material. Así es como llegan a introyectar la prohibición patronal de ejercer el intelecto por sí mismos, hasta convertirse en complejos intelectuales autorepresivos, poniéndose ellos sólos el límite de usar el poco tiempo libre que dedican a pensar en las cosas de la vida social, no como productores sino como meros consumidores de ideología.

Pero como tampoco pueden evitar sentirse también explotados y oprimidos -como efectivamente lo están- resulta que entre la papilla teórica que en materia social demandan y se les ofrece, escogen y digieren la de más al gusto a su paladar "inconformista", demostrando que este sistema de vida no les satisface, pero al mismo tiempo prefieren ver como manifiestamente mejorable. Así, la dificultad que perciben en discursos como el nuestro, es la medida exacta de su propia incapacidad efectivamente transformadora determinada por las limitaciones políticas de su situación concreta en la sociedad en que viven; esa dificultad es el reflejo ideológico de la contradicción real al interior de sus conciencias, entre la tendencia a que cada asalariado intelectual piense y actúe según lo que de él exige la patronal capitalista, y la vocación científica que pugna por el ejercicio del pensamiento libre de toda coacción externa como guía para la acción política revolucionaria.

Gramsci decía, con plena razón, que en situaciones normales, la intelectualidad es el vínculo que liga la base material o estructura económica de una sociedad dada con la superestructura ideológica y política que se corresponde con los intereses dominantes en ella. Cuando la intelectualidad deja de responder a esos intereses, la sociedad deriva hacia lo que el mismo Gramsci llamaba "crisis orgánica", antesala de la revolución. De este razonamiento concluía que para hacer la revolución hay que contar con una parte significativa de la intelectualidad, otra forma de expresar lo que Lenin significó al afirmar que "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario". Y el caso es que, desde hace ya muchos años -en este momento tal vez como nunca- los trabajadores intelectuales en cuyas conciencias triunfa el ser por sí de la tendencia a pensar con las ideas de su propia condición social, somos una ínfima minoría. That´s the question.

 

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