La alternativa revolucionaria

 

1) Carácter de la revolución y estrategia de poder

Seguidamente nos abocamos a bosquejar una alternativa de sociedad en base a los progresos de la ciencia social aplicada y a los aportes de la memoria histórica encarnada en el —hasta hoy— más grandioso emprendimiento de transformación social de la humanidad bajo el capitalismo, que fue la Revolución Rusa.  

Hay que empezar por decir que una revolución no implica sólo luchar contra el poder establecido, sino esencialmente luchar por un poder alternativo, por tanto, con una determinada estrategia de poder alternativa. Pero, en nuestro caso, antes de delinear la estrategia de poder del proletariado, es necesario definir el carácter de la revolución. Y esto depende de factores económicos, sociales y políticos objetivados y objetivables, factores materiales, que es necesario estudiar, para transformar políticamente mediante la acción de los explotados a instancias de su vanguardia política. Acción que no tiene por qué tener siempre el carácter de enfrentamiento directo y físico con sus enemigos visibles, algo que a la mayoría de los militantes prácticos tradicionales, muchos de ellos autoproclamados antistalinistas —que ignoran haber sido formados en el espíritu del más puro stalinismo— no les cabe en la cabeza.

Estos factores son los siguientes:

·         la llamada "correlación fundamental de fuerzas sociales" o magnitud social comparada entre las dos clases universales estratégica y tácticamente antagónicas: hoy día, la burguesía (grande y media) por un lado, y el proletariado por otro;

·         la magnitud social correspondiente a los explotadores de trabajo ajeno en pequeña escala,

·         el grado de socialización del trabajo, 

·         el carácter de clase del Estado, y,

·         sus formas de gobierno.

El carácter de la revolución determinado por las condiciones económicas y políticas objetivas, determina, a su vez, la estrategia de poder, sujeta a cambios según evolucionan las condiciones objetivas. Por ejemplo, en la Alemania de 1848, tanto como en Rusia a principios del siglo pasado, la correlación fundamental de fuerzas sociales era totalmente desfavorable al proletariado urbano relativamente minoritario dado el lento desarrollo de una burguesía incipiente. Países ambos de mayoría pequeñoburguesa aplastante, un campesinado pobre sujeto a relaciones semifeudales y la sociedad toda bajo el dominio político de la nobleza en un Estado teocrático y despótico, semejantes condiciones económicas, sociales y políticas objetivas, dieron a la revolución allí un carácter democrático burgués. Por tanto, la estrategia de poder del proletariado, limitada a los objetivos sociales de la burguesía —en conjunto mayoritaria— no podía pasar de la lucha contra los privilegios de los distintos estamentos feudales y  por la conquista de la democracia formal capitalista.

 

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