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Debate con Rafael Pla, miembro del comité central del PC

Esta es la respuesta de Rafael Pla a nuestro escrito: Soberanía nacional y antiimperialismo revolucionario

Mayo 1999

Queridos camaradas relativamente anónimos:

He leído vuestro análisis, algunas de cuyas partes me resulta difícil ubicar en el tiempo actual (por ejemplo, vuestra insistencia en criticar unos Frentes Populares inexistentes, en un contexto en que la socialdemocracia internacional ha cerrado filas detrás de una OTAN formalmente dirigida por un miembro del llamado PSOE).

La posición sostenida desde el PCPV (y ampliamente compartida en la Plataforma por la Paz y contra la Guerra en los Balcanes de Valencia) es de oposición a la OTAN y a sus bombardeos y apoyo al derecho de los pueblos a la autodeterminación. En ningún momento hemos propugnado un "apoyo incondicional a la RFY", dado que apoyamos a los pueblos, no a los Estados.

Nuestra posición es "de clase" (te sugiero una mirada, al documento que expresa la posición del PCPV al respecto), pero no ponemos como precondición adoptar dicha posición para la unidad de acción de todas las fuerzas susceptibles de movilizarse contra el imperialismo.

Me da la impresión de que vosotros (seáis quienes seáis) estáis más preocupados por separaros no sólo de los "partidos burgueses antimperialistas", que no sé dónde están, por lo menos en España, sino de la mayoría de las organizaciones comunistas. Espero que no sea así, pero si estoy en lo cierto, podemos esperar a continuar el debate a que finalice la guerra imperialista contra los pueblos de Yugoslavia.

Saludos comunistas

mayo 1999

Estimado Rafael Pla:

No. Nuestras observaciones sobre la consigna de "apoyo incondicional a la RFY" no van dirigidas al P.C.E. Sabemos que vosotros estáis en otra cosa. En cuanto a lo de "relativamente anónimos", por muy raro o insólito que te parezca, los integrantes del GPM no pertenecemos como individuos ni como colectivo a ningún partido ni corriente política. Somos ni más ni menos que un pequeñísimo "rejuntado" de sobrevivientes agrupados en torno al estudio sobre "El Capital" de Marx, y a las ideas generales expuestas en nuestra página. Sensibles, además, como es lógico y moralmente consecuente con esas ideas generales, a los acontecimientos históricos más significativos de nuestro tiempo, frente a los cuales opinamos y actuamos en conjunto o individualmente según los acuerdos a que eventualmente lleguemos en cada ocasión entre nosotros y con otros colectivos. Esto es todo.

En cuanto al razonamiento que te impide ubicar nuestra posición "en el tiempo actual", tiene, al parecer, la siguiente figura silogística: El frente popular es la alianza política que la clase obrera formó en el pasado con la socialdemocracia para luchar contra el gran capital. La socialdemocracia se ha pasado al terreno del gran capital. Ergo: hablar hoy de frentes populares constituye un sinsentido.

Afortunadamente, la política no se explica por la lógica de Aristóteles. Para dejar intacta su memoria, hay que decir que a este gigante del pensamiento universal jamás se le ocurrió hacer pasar la inteligibilidad de la política por una simple aplicación de su lógica formal.

El frente popular se define por el bloque histórico de poder formado entre la clase obrera y la pequeñoburguesía o un sector más o menos numeroso de ella, con independencia de las organizaciones, partidos o siglas en que eventualmente se expresa. A poco que se observe desprejuiciadamente lo acontecido en la lucha política de clases desde los tiempos de Lassalle, es inevitable concluir que ha sido éste el más eficaz instrumento contrarrevolucionario que la burguesía ha logrado aplicar con todo éxito al movimiento político de los asalariados.

En nuestra última comunicación que ha motivado tu breve réplica, expusimos los antecedentes históricos de los frentes populares desde que fueron oficializados por la Comintern a partir de 1935. Gestados a principios de los años treinta, estos frentes fueron la síntesis política entre partidos de composición puramente obrera de residual inspiración bolchevique, y distintas organizaciones policlasistas de orientación reformista.

Tras el V y VI congresos de la Internacional Comunista, los frentes populares aparecieron como la "izquierda unida" entre los partidos comunistas seguidores de la línea de Moscú y las organizaciones encuadradas dentro de la socialdemocracia de la IIª Internacional.

Veinte años después, a partir de los años 50, los efectos económicos políticamente integradores de la onda larga expansiva capitalista y el consecuente Estado del bienestar, reforzaron la proclive participación de comunistas de la IIIª Internacional de Stalin y socialistas de la IIª Internacional de Bernstein y Kautsky en el juego de las instituciones burguesas de Estado.

En estas circunstancias, mientras la socialdemocracia se deslizaba hacia el liberalismo burgués y a una implicación mayor con el sistema capitalista, el comunismo oficial acabó por asimilarse a la socialdemocracia tradicional, con lo que el espíritu del frentepopulismo, a fuer de expresarse como una alianza entre partidos obreros y pequeñoburgueses en épocas de crisis, evolucionó hasta cristalizar en los propios partidos comunistas nacidos al influjo de la revolución de octubre.

Y esta realidad acabó expresándose no sólo en políticas de reforma de estructura capitalista, sino en la propia composición de clase al interior de esos partidos, donde al día de hoy se verifica en todos ellos que los pequeños y medianos explotadores de trabajo asalariado de tal modo asimilados a la condición de militantes "comunistas" del partido, van teniendo cada vez más preponderancia social y, por tanto, política, en detrimento de los intereses presentes e históricos de la militancia puramente obrera. A este proceso de degeneración social, ideológica y política de los partidos comunistas a nivel internacional, no escapó ni el P.C.E. ni la Liga de los Comunistas Yugoslavos.

Lo que les hace diferentes es que en el P.C.E. el frente de clases entre una parte del sector marginal de la patronal española y la fracción de la aristocracia obrera políticamente estatalizada por este partido, actúa en función de oposición institucional de izquierda dentro del Estado imperialista español, mientras que la Liga Socialista yugoslava es la expresión política del frente popular en el poder a cargo del Estado dependiente yugoslavo en guerra con el imperialismo.

Y esta diferente realidad vivida por ambos partidos se traduce en dos formas diferentes de sentir y comportarse. Víctima de los bombardeos, la burguesía dependiente que hoy dirige al Estado yugoslavo pasa hoy por odiar a la OTAN, y de momento responde a la guerra con la guerra para evitar -a la postre infructuosamente de no producirse la revolución mundial- que el capital multinacional se apodere de la parte del león correspondiente al trabajo excedente generado por la clase obrera de ese país.

Por lo que se ha visto hasta ahora, la pequeña y mediana burguesía ecopacifista española políticamente representada por el P.C.E. no es precisamente odio lo que siente por la OTAN. El hecho de que a varios de sus líderes se les haya escuchado emplear los mismos argumentos de condena a la "limpieza étnica" presuntamente atribuida al régimen de Milosevik, quiere decir que ese partido acompaña a la coalición internacional en el común interés de que la Europa imperialista termine con el régimen serbio. Pero no como lo está haciendo la OTAN, sino legalmente y sin violencia. Sea como fuere, el caso es que hay algo por lo que este escrupuloso sector de la patronal española suspira y desea con todo su corazón que esto acabe ya con el triunfo de la coalición imperialista. Ese algo consiste en la posibilidad de capitalizar las migajas del botín.

Para saber cómo y cuando comenzó esta guerra, es necesario tener en cuenta los siguientes datos:

Determinados países integrantes de la OTAN, especialmente Alemania y EE.UU., armaron y apoyaron logisticamente al E.L.K. para desestabilizar esa zona de los balcanes (tal como antes apoyaron a las fracciones secesionistas del ejército yugoslavo en Croacia y Bosnia que desató la guerra civil en esas dos ex-repúblicas yugoslavas). El E.L.K. es una milicia de estructura regular compuesta por entre 10 y 15.000 hombres, que pasaron directamente a operar desde 1995 mediante la guerra de movimiento en todo el territorio de Kosovo, incluyendo el uso de armamento semipesado. Hasta ese momento, el régimen yugoslavo no había iniciado ninguna operación de "limpieza étnica".

Una vez conseguido ese objetivo que justificó la "mediación" de la OCSE, las condiciones que el "grupo de contacto" pretendió imponer en Rambouillet suponían la práctica conversión de la República serbia en una especie de protectorado de la OTAN, algo que los imperialistas sabían que ningún pueblo orgulloso de su soberanía nacional como el serbio puede aceptar sino mediante su derrota por medio de las armas.

Antes del 24 de marzo, fecha en que se iniciaron las hostilidades de la OTAN sobre territorio serbio, casi toda la población albanesa residente en esa provincia seguía viviendo en sus respectivos domicilios. La masiva deportación que el imperialismo calificó de "limpieza étnica", fue una clásica operación de técnica contrainsurgente que EE.UU. practicó en Vietnam, conocida por "quitarle el agua al pez de la guerrilla", cuyos primeros efectos significativos empezaron a notarse desde que la OTAN combinó sus bombardeos con una ofensiva generalizada del E.L.K. en todo el territorio de Kosovo.

Todos estos datos fragmentariamente publicados por la prensa de los países imperialistas implicados directamente en el conflicto, están suficientemente contrastados y es de suponer que el P.C.E. los conoce perfectamente. Cierto, las causas objetivas de esta nueva catástrofe bélica no fueron creadas por nadie. Son el más genuino producto del capitalismo en su etapa tardía. También es verdad que hubo causas políticas preexistentes atribuibles a la degeneración ideológica nacionalista del régimen internacionalista yugoslavo surgido de la heroica lucha del proletariado balcánico contra la ocupación nazi durante la segunda guerra mundial. Pero las condiciones políticas prebélicas inmediatas que desataron esta barbarie fueron fabricadas íntegramente por el imperialismo.

No conocemos la actitud adoptada por el PCPV en este asunto. Sabemos que el "Comunicado del P.C.E. ante la agresión de la OTAN a Yugoslavia" omite cuidadosamente referirse a los serbios, síntoma de que hay diferencias. Así lo ha reflejado el periodista Rodolfo Serrano en una nota publicada por "El País" el 10 de abril último, aun cuando no refiriéndose al P.C.E. sino a I.U. Pero es igual. Ese día, Anguita puso en cuestión la imputación de genocidio al régimen serbio predominante en la opinión pública española, declarando que I.U. mandaría una comisión a verificar si las imágenes y las declaraciones de presuntos "testigos" emitidas por diversos medios de prensa respondían a la realidad.

¿Fue enviada esa comisión? ¿Cual ha sido su informe? De esto nada ha trascendido. Lo cierto es que días después, a través de declaraciones por televisión de Anguita y más recientemente del coordinador de Madrid, Ángel Pérez, I.U. dio toda la impresión de sumarse alevosamente a la campaña de intoxicación orquestada por la OTAN y los gobiernos de los países implicados en la agresión contra Serbia. ¿Qué pensar de un partido vacilante y errático respecto de las cuestiones políticas más trascendentales, cautivo de la ubícua filosofía de los DD.HH. e incapaz de combatir con firmeza y solvencia una opinión pública prefabricada por el imperialismo? ¿Qué pensar de un partido cuyos escrúpulos políticos, análisis y resoluciones sobre un conflicto de potenciales efectos catastróficos para la humanidad, están en realidad determinados por expectativas electoralistas, por el afán de ocupar una cuota parte relativamente mayor de escaños y puestos de gobierno en las instituciones de Estado de un país integrante de la OTAN?

Al igual que el resto de los partidos del arco parlamentario, el P.C.E. coincide con la OTAN en la necesidad de convertir a Yugoslavia en una democracia de mercado "moderna", es decir, en un régimen político que permita la libre explotación del trabajo asalariado por parte del capital internacional, sin barreras nacionales ni interferencias político-burocráticas estatales. Pero al mismo tiempo denuncia la ilegalidad de la intervención aliada y la violencia genocida de los bombardeos.

Frente a determinados nacionalismos burgueses estatalistas recalcitrantes, ¿de qué otra manera es posible eliminar los obstáculos políticos que se oponen a la acumulación del capital trasnacional si no es procediendo como en Guatemala, Nicaragua, Argentina, Chile, Irak o Yugoslavia? Formaciones políticas como el P.C.E. -que han optado por cogobernar y defender los asuntos de la burguesía imperialista española, pero que al mismo tiempo viven de una clientela política antiimperialista ligth, con pruritos legalistas y humanitaristas pequeñoburgueses- puestos a contestar preguntas como ésta prefieren mirar para otro lado. No tienen respuesta. De ahí que Anguita y sus principales correligionarios en Madrid, hayan aparecido a la cabeza de manifestaciones "anti-otan" convocadas con evidente desgana, portando en clave de neutro pacifista una pancarta que dice:

POR LA PAZ: NI OTAN NI MILOSEVIK

Como ocurre en la física con dos fuerzas paralelas de igual magnitud que actúan sobre un mismo punto en sentido contrario, los dos criterios políticos opuestos aplicados de momento por tu partido a este conflicto, tienden a dejar que su desenlace dependa de un accionar que no es ni puede ser el del P.C.E. porque su resultante es nula. Como partido de oposición institucional del Estado imperialista español, está claro que en ese partido se enseña muy bien a ejercer, como es preceptivo, la ética de las ideas, dejando la ética de las responsabilidades para quienes gobiernan.

No obstante, todo lo que este conflicto se prolongue, el tiempo corre en contra de los planes imperialistas. Y a media que la lista de muertos de uno y otro bando se alargue, sumado esto a la falta de voluntad política de los aliados para dar solución a las condiciones infrahumanas que padecen cientos de miles de hacinados en los campos de concentración donde se les tiene recluidos, más las levas forzosas que al parecer impunememente practica el E.L.K. entre los deportados, terminen por agotar la paciencia de quienes hacen de carne de cañón en todo ésto, y el efecto demostración se trasmita a la parte humana y políticamente más sensible de la población en los países imperialistas involucrados.

Será ese el momento en que las verdaderas causas de esta guerra salten a la luz pública y la izquierda del sistema representada por formaciones políticas como el P.C.E. se vean obligadas a salir por un instante de su actual neutralismo para ponerse a cabalgar sobre la conciencia crítica del movimiento surgido a pesar suyo. Será entonces cuando traten de tomar las riendas del movimiento. Pero no para potenciar esa energía en sentido revolucionario, sino para encauzarla y contenerla dentro de los límites "democráticamente tolerables" por el sistema, que para eso están donde están y se les mantiene como partidos de Estado. Y conste que no es esta una originalidad nuestra, sino una nueva previsión basada en la experiencia histórica.

Nos preguntas irónicamente dónde están los "partidos burgueses antiimperialistas" en España, como si tu mismo no supieras dónde estás metido, y nos reprochas la contumacia de permanecer separados de "organizaciones comunistas" al estilo del P.C.E. Cierto, con todo el respeto que nos mereces como persona, tenemos que decirte sin acritud que no queremos ni quisiéramos estar en el pellejo político de tu partido. Y te invitamos a que reflexiones sobre este otro punto de vista, el nuestro, que es el de una minoría con la que acordamos en las siguientes consignas:

FUERA LA OTAN DE YUGOSLAVIA

HUELGA GENERAL INDEFINIDA

EN LOS PAÍSES IMPERIALISTAS BELIGERANTES

CONVIRTAMOS EL ESCENARIO DE LAS GUERRAS INTERBURGUESAS

EN GUERRAS REVOLUCIONARIAS CONTRA EL CAPITALISMO.

Seguramente coincidarás aquí con quienes nos están diciendo que trasladamos mecánicamente criterios políticos extemporáneos que los bolcheviques propusieron a los obreros europeos en los prolegómenos de la primera guerra mundial, y nos preguntarás con evidente espíritu pragmático qué les pueden significar hoy semejantes consignas a los trabajadores comprometidos en este conflicto.

La misma pregunta le hizo Kautsky a Lenin cuando apoyó los planes del imperialismo alemán cuyos capitales excedentarios necesitaban "espacio vital", el mismo espacio que desde 1933 reclamaba Hitler al frente del partido nacionalsocialista que desató la Segunda Guerra Mundial, el mismo que hoy motiva esta agresión de la coalición imperialista contra Yugoslavia, que luego será contra Rusia. ¿Cuantos millones de muertos más hace falta que pesen sobre la conciencia histórica de la humanidad para que dejemos de hacer preguntas como ésta?

La única diferencia entre los acólitos de Kautsky y los actuales seguidores de Anguita, es que en 1914, el SPD era el partido institucional más importante de Alemania con un millón de miembros y cuatro millones de electores. Podía haber parado aquella guerra y no lo hizo. ¿Por qué? Pues, porque a fuer de pisar las alfombras de los despachos ministeriales y hacer comedia política por los pasillos del Reichstag, habiendo sido el partido de la clase obrera había pasado a ser el partido del Estado burgués imperialista alemán; tal como lo previó magistralmente Max Weber cuando antes de 1890 criticaba a Bismark por negarse a abrir las puertas de las instituciones de Estado al SPD:

<<Se puede preguntar -decía Weber- quién tiene más que perder en ello: ¿la sociedad burguesa o la socialdemocracia? En cuanto a mi, yo creo que es la socialdemocracia, más concretamente

aquellos de sus adherentes que son los portadores de la ideología revolucionaria>>

Es una ley de la política que cuanta mayor fuerza electoral llegan a tener partidos de izquierda institucionalizados por la burguesía, como el P.C.E., más débiles se vuelven los vínculos ideológicos revolucionarios que le unen a la clase obrera y más fuertes sus compromisos con la fracción nacional del capital que representa el Estado que integran. En este sentido, las claudicaciones de Lassalle y las vacilaciones de Liebknecht o Bebel en 1870 -cuando el SDAP sólo agrupaba a 14.000 obreros-fueron mucho más clamorosas que las de Kautsky en 1914.

En cuanto a los compañeros que en este conflicto han tomado partido por el bando antiimperialista nacional yugoslavo, también ellos coinciden contigo y el P.C.E. en que el pensamiento de los bolcheviques ha sido superado por la historia, pero su pregunta es ésta: ¿Qué pueden significar estas consignas para los trabajadores serbios? A esto nosotros contestamos con otra pregunta:

¿Pensaban así los trabajadores serbios cuando pudieron vencer y vencieron al invasor imperialista alemán durante la segunda guerra mundial? ¿Saben estos compañeros que la lucha contra el fascismo invasor que dirigió el PCY se hizo desde la misma perspectiva internacionalista de unidad multiétnica y multinacional de los distintos pueblos balcánicos propuesta por los bolcheviques y que el GPM propone hoy en sus consignas?

Lenin y los bolcheviques ligaron la liberación de los países dependientes no al antiimperialismo dirigido por burguesías nacionales como la yugoslava, sino a la lucha internacional del proletariado por el socialismo. Y lo hicieron previendo el cumplimiento histórico de la tendencia objetiva irresistible a la mundialización y unidad internacional del capital, cuando todavía no existía atisbo alguno de tales previsiones en la realidad que les tocó vivir. Tal fue la grandeza política y la necesaria vigencia histórica de ese pensamiento. Porque si hay algo que en la sociedad moderna permite elevar el ejercicio de la política a la condición de arte, ese algo está en la capacidad de prever lo que se cuece en la base material del sistema.

Pues bien, aquello que en tiempos de Lenin era sólo una tendencia, es hoy una realidad que sacude la conciencia universal con el estruendo de las bombas de 2.500 kilos que están cayendo sobre territorio serbio. Sin embargo, hay compañeros que siguen insistiendo en atar la lucha de los trabajadores a un antiimperialismo capitalista pequeñoburgués residual que se aferra a la propiedad privada capitalista, pero se niega a aceptar sus lógicas e inevitables consecuencias.

Efectivamente, para los trabajadores que hoy sirven como carne de cañón en el conflicto yugoslavo, consignas de gentes que piensan como los compañeros del GPM no tienen hoy ningún sentido. Y esto es así porque no lo tienen ni para partidos como la Liga Socialista Yugoslava, ni para el P.C.E., ni para los cientos de miles sino millones de honestos militantes que permanecen todavía ganados por la línea del antiimperialismo nacional-burgués oficializada e irradiada por la Comintern en 1935, que el neomarxismo alemán, francés y americano se encargan todavía de mantener y reforzar desde la segunda mitad de este siglo.

Un saludo comunista.

GPM.

18 de mayo de 1998.

20 Mayo 99

De: Rafael Pla-Lopez <Rafael.Pla@uv.es>

escribisteis:

En cuanto a lo de "relativamente anónimos", por muy raro o insólito que te parezca, los integrantes del GPM no pertenecemos como individuos ni como colectivo a ningún partido ni corriente política.

Perdonad. El problema era que no recordaba quien era "VCC00000", que reconoceréis es una firma un poco cabalística. Por eso decía "relativamente", es decir, relativamente a mi incapacidad de identificaros. Una vez aclarado que sois el GPM ya está claro.

En cuanto al razonamiento que te impide ubicar nuestra posición "en el tiempo actual"

Para ser rigurosos, decía "me resulta difícil ubicar en el tiempo actual", refiriéndolo también a mi propia incapacidad de entenderos.

Ya está claro lo que queréis decir. Pero en vuestro texto anterior omitíais esa definición, que está muy lejos de ser universalmente aceptada. Históricamente, los frentes populares han sido una plasmación particular de la alianza de clases a la que hacéis referencia.

La verdad, vuestro razonamiento aquí me parece muy extraño. Dicha alianza de clases es sólo posible cuando un sector de la burguesía (pequeña, pequeña y media, no monopolista, pequeña y "nacional" en la terminología de Mao...) se alía con la clase obrera contra otro sector de la burguesía (oligárquico, monopolista, imperialista...). Llamar a ésto "el más eficaz instrumento contrarrevolucionario" de la burguesía es una ofensa tanto a la lógica "aristotélica" como a la lógica "dialéctica" (os remito a los trabajos de Mao sobre las contradicciones).

La verdad es que como caracterización de clase del P.C.E. me parece muy poco rigurosa. No os voy a decir que en el PCE no haya algún empresario individual, pero suponer que ésto suponga un frente de clase no tiene ningún sentido. Es como si dijérais que la Liga de los Comunistas de Marx y Engels era un frente de clases entre una parte del sector marginal de la patronal alemana, etc., por el hecho de que Engels era individualmente un miembro de la clase burguesa. Pienso que Lenin ya aclaró suficientemente este tema en el "¿Qué hacer?".Tampoco entiendo eso de "la aristocracia obrera políticamente estatalizada". ¿A quién os referís? ¿A los obreros de la Ford, la Seat, etc. que militan en el PCE o en el PSUC viu?

La verdad, creo que no tenéis ni repajolera idea de lo que siente por la OTAN la militancia del PCE. Y eso de que representa a una supuesta "pequeña y mediana burguesía ecopacifista" es angelical.

Puedo deciros que el Partit Comunista del País Valencià no comparte el discurso sobre la "limpieza étnica de Milosevic". Por el contrario, apoya el derecho a la autodeterminación del pueblo kosovar.Por lo demás, coincido bastante con vuestra descripción de los hechos. Y espero que cuando se reúna el Comité Federal del PCE del cual soy miembro tenga ocasión de discutir estos extremos.

Matices importantes sin duda pero que no empañan la limpia posición del PCE y de IU contra la guerra y los bombardeos de la OTAN, lo que no nos obliga a sentir ninguna simpatía por un anticomunista como Milosevic cuya política nacionalista ha servido para abrir a la OTAN la puerta de los Balcanes.

Saludos comunistas de

--

Rafael Pla-Lopez

 

JUNIO 99

Grupo de Propaganda Marxista

 

Estimado Rafael Pla:

En referencia a los frentes populares, en mayo te dijimos:

<<A poco que se observe desprejuiciadamente lo acontecido en la lucha política de clases desde los tiempos de Lassalle, es inevitable concluir que ha sido éste el más eficaz instrumento contrarrevolucionario que la burguesía ha logrado aplicar con todo éxito al movimiento político de los asalariados>>.

El 20 de mayo tu respondíste:

<<La verdad, vuestro razonamiento aquí me parece muy extraño. Dicha alianza de clases es sólo posible cuando un sector de la burguesía (pequeña, pequeña y media, no monopolista, pequeña y "nacional" en la terminología de Mao...) se alía con la clase obrera contra otro sector de la burguesía (oligárquico, monopolista, imperialista...). Llamar a ésto "el más eficaz instrumento contrarrevolucionario" de la burguesía es una ofensa tanto a la lógica "aristotélica" como a la lógica "dialéctica" (os remito a los trabajos de Mao sobre las contradicciones).>>

Antes de ponernos con Mao, con tu permiso vamos a ver qué diferencia hay entre Hegel y Marx acerca de la dialéctica. Tanto como para intentar coincidir acerca de qué estamos hablando.

Según el pensamiento de Hegel, la contradicción entre opuestos se supera dialécticamente conservándose al interior de la relación misma que no hace más que confirmarse ad eternum. Así, ocurre con la religión cristiana, donde la contradicción de idéntica naturaleza divina entre el padre y el hijo, se resuelve y conserva litúrgicamente en el espíritu santo, del mismo modo que la dialéctica al interior de una semilla que hace germinar el vegetal de su especie, se resuelve en el fruto que la reproduce .

En el "Epílogo" a la segunda edición de "El Capital", Marx advierte sobre la distinción entre el método dialéctico del materialismo histórico y el idealista hegeliano. Esta distinción no sólo consite en que el materialismo histórico invierte el sentido de la relación dialéctica entre el ser y su representación, sino el concepto mismo de dialéctica.

Respecto de la dialéctica entre burguesía y proletariado, Marx descubre que no se reduce al simple movimiento contradictorio de las dos clases en tanto categorías sociales opuestas pero de idéntica naturaleza económica y, por tanto, política, al interior de la relación capitalista misma.

En el capítulo V del primer libro de "El Capital", Marx distingue entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización. El proceso de trabajo se define por una relación técnica entre el trabajo social y sus medios de producción con arreglo a la creación de un valor de uso cualquiera. Esta relación es común a todos los períodos históricos del desarrollo de la humanidad e independiente a cualquier tipo de relación social. Pero el caso es que, bajo el capitalismo, el proceso de trabajo es, al mismo tiempo, un proceso de valorización. Esto último se traduce en que a la burguesía no le interesa producir riqueza en general sino valor, y no sólo valor sino plusvalor.

¿Cuál es la diferencia en términos de dialéctica social entre el proceso de trabajo, de caracter técnico socialmente genérico y el proceso burgués socialmente específico de valorización? Desde el punto de vista del proceso laboral, como ha venido sucediendo desde que la humanidad dejó atrás el trabajo de recolección, el asalariado de hecho emplea y consume las máquinas y herramientas que le son asignadas, así como las materias primas sobre las que actúa para la creación de un nuevo producto. Pero desde el punto de vista del proceso de valorización, en cambio, las cosas operan una inversión nada ficticia sino plenamente real de sentido, donde no es ya el obrero quien emplea los medios de producción sino que los medios de producción le emplean a él. No es el trabajador quien se realiza en el trabajo materializado sino que es el trabajo materializado en foma de valor el que se realiza -y no sólo se conserva sino que se acrecienta- mediante la succión de trabajo vivo impago creado en el proceso laboral.

Ahora bien, si la jornada de labor se compone de trabajo excedente y trabajo necesario, la primera parte, el plusvalor, su acumulación supone una ampliación en la escala de la producción, o sea, la inversión de ese capital adicional en un mayor número de más eficientes medios de producción y la contratación de más trabajadores. Por lo tanto, por el lado del plusvalor, el proceso de valorización supone la producción y reproducción de las relaciones de producción capitalistas a escala ampliada. Por otra parte, el trabajo necesario o salario, en tanto surge de las cláusulas del contrato laboral, reproduce la fuerza de trabajo como capital y, por tanto, perpetúa a relación capitalista misma, el dominio de la burguesía sobre el proletariado.

En semejantes condiciones, mientras el trabajo funja como capital variable para la producción de plusvalor en función acumulativa, la contradicción entre burguesía y proletariado no deja de ser una relación de idéntica naturaleza social, una contradicción del tipo hegeliano donde el desarrollo a que induce no trasciende a la identidad del trabajo asalariado con el capital. En esta realidad y en este tipo de contradicción de tipo hegeliano pensaba Lenin cuando decía:

<<La dialéctica es la doctrina de cómo los contrarios pueden ser y cómo suelen ser (cómo devienen) idénticos -en qué condiciones suelen ser idénticos- convirtiéndose el uno en el otro- por qué el entendimiento humano no debe considerar estos contrarios como muertos, petrificados, sino como vivos, condicionales, móviles y que se convierten el uno en el otro>> (V.I. Lenin: "Resúmen de Hegel en 'Ciencia de la Lógica'". Libro I, sección Iª)

Esto quiere decir que la contradicción entre burguesía y proletariado no puede tener una solución superadora del capitalismo al interior del proceso de valorización. Pero el caso es que el proceso de valorización no deja de ser al mismo tiempo un proceso de trabajo; y según progresa la acumulación y el desarrollo de la fuerza productiva en su interior, el aumento históricamente irreversible en la composición orgánica del capital y la consecuente baja tendencial en la tasa de ganancia, provoca crisis cada vez más frecuentes y profundas. Esta realidad tiende históricamente a poner cada vez más en evidencia que el proceso de trabajo y el proceso de valorización no constituyen una relación de idéntica naturaleza social, revelando así que la consustancialidad entre burguesía y proletariado es sólo aparente y relativa al proceso de valorización y que el capitalismo no es un modo de producción eterno sino históricamente provisional y transitorio.

En el curso de este proceso de creciente inadecuación del proceso de trabajo al proceso de valorización que se pone de manifiesto durante las crisis periódicas, las medidas puramente políticas de la burguesía -más o menos compulsivas más o menos consensuales-, van suplantando la inevitable carencia de soluciones económicas a las crecientes demandas sociales. Para nosotros, el frente popular o policlasista ha sido y sigue siendo el principal instrumento de dominación política que la burguesía ha podido utilizar exitosamente desde mediados del siglo pasado para conjurar las crecientes contradicciones entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización; para que la relación entre burguesía y proletariado no deje de ser una relación de idéntica naturaleza social; para que la conciencia de los trabajadores no trascienda la estructura del proceso de valorización; para que el proletariado no asuma políticamente su condición de fuerza productiva fundamental; en fin, para que la dialéctica entre explotadores y explotados no sea vista desde la perspectiva de la relación entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización.

Ahora acerquémonos a Mao. Acerquémonos a la historia del "aspecto particular de la contradicción". El partido comunista chino empezó a perfilar su organización y su programa a partir de su primer Congreso celebrado en 1921. Desde entonces hasta fines de 1927, su dirigente político máximo fue Chen Tu Hsiu. A este hombre le cupo asumir la máxima responsabilidad política durante las fases más decisivas del período revolucionario entre 1924 y 1927.

Como hemos expuesto en otra parte de nuestros análisis sobre el actual conflicto en Yugoslavia, en 1916 los bolcheviques habían elaborado las líneas generales de la revolución en los países coloniales y semicoloniales. En 1920, la Comintern proclamó la alianza de los partidos comunistas de Occidente con los movimientos antiimperialistas del Oriente. Pero no fue más allá de la enunciación general de este principio. En esas resoluciones de la Comintern no aparecen siquiera esbozados los lineamientos a seguir por los partidos comunistas chino o hindu en relación con sus respectivas burguesías "antiimperialistas".

Así fue como desde su primer congreso, el partido comunista chino empezó a sufrir las presiones de la Comintern para que buscara acercarse al Kuomintang, el partido de la burguesía nacional china dirigido por Sun Yat Sen en lucha abierta contra el imperialismo occidental. Esta actitud de la Internacional Comunista se vio estimulada por el propio deseo de recibir ese apoyo que la dirigencia del Kuomintang hizo llegar a Moscú. Agitando las banderas de un socialismo populista, el Kuomintang estaba dispuesto a colaborar con los comunistas chinos, pero con la condición de que se pusieran bajo sus directivas políticas.

Chen Tu Hsiu, de acuerdo con la línea bolchevique, reconocía la necesidad y conveniencia de que los comunistas chinos colaboraran con el Kuomintang, pero dadas las exigencias de la burguesía nacional china, temía que una alianza demasiado estrecha pudiera desdibujar el perfil ideológico y político del partido todavía en proceso de formación como tal. Prefería que el partido se consolidara entre la clase obrera china antes de profundizar en una política de alianzas con el Kuomintang. Fue esta renuencia de Chen Tu Hsiu la que abortó en 1922 un primer intento de adhesión al Kuomintang auspiciada por Maring-Sneevliet, que asistió como delegado de la IIIª Internacional ante el II Congreso del P.C.Ch. Ese mismo año, Maring regresó a China con la directiva inapelable de que el P.C.Ch. se integrara en el Kuomintang aunque sin tener en cuenta las condiciones, es decir, conservando de hecho su independencia política. Esto se tradujo en la decisión de que los militantes del P.C.Ch. adhiriesen individualmente al K.M.T.

En enero de 1924, a través de su emisario A..A. Joffe, el P.C.U.S. firmó un acuerdo con el K.M.T. que limitaba los objetivos del comunismo internacional en China a las aspiraciones de la burguesía nacional históricamente progresivas de unidad política del territorio e independencia nacional, asumiendo la responsabilidad de disciplinar al P.C.Ch. tras esta línea política. A comienzos de 1924, tras la muerte de Lenin, Stalin se hizo cargo del partido consiguiendo que el P.C.Ch. se uniera formalmente al Kuomintang, bajo la promesa de acatar su disciplina evitando criticar abiertamente su política.

En ese momento el nuevo ejército nacionalista contaba ya con oficiales rusos y numerosos oficiales chinos recibían instrucción militar en Moscú. Uno de ellos fue Chiang Kai Shek, quien a su regreso, durante el Congreso del Kuomintang pronunció un encendido discurso que Pierre Broue -citando el libro de Harold R. Isaacs: "The tragedy of chinese revolution", recoge en "El partido bolchevique":

<<Nuestra alianza con la Unión Soviética y con la revolución mundial, es en realidad una alianza con todos los partidos revolucionarios que luchan en común contra los imperialistas para llevar a cabo la revolución mundial. La Cámara de Comercio de Cantón terminó un llamamiento con el grito de "viva la revolución mundial">> (Op.cit.: cap.X)

En un principio, Chen Thu Hsiu y sus camaradas desacataron las directivas de la Comintern, manteniendo de hecho la independencia del partido que se expresó durante la huelga de Cantón, la más importante hasta entonces en la historia de China, en contra de las concesiones a las empresas occidentales. El P.C.Ch. estuvo a la vanguardia de este movimiento antiimperialista.

Durante esta huelga, los trabajadores de Canton protagonizaron una experiencia de poder incipiente; surgió el primer soviet chino que contó con 2.000 piquetes armados y una policía propia; este organismo creó un tribunal de justicia y hasta dispuso la edificación de escuelas. Consecuente con la línea bolchevique formalmente vigente hasta entonces, el Partido Comunista Chino colisiomó al interior del Kuomintang donde prevaleció el espíritu de detener la iniciativa política y el desarrollo del movimiento.

Al influjo de esta experiencia revolucionaria que el Kuomintang pugnaba por abortar, y advirtiendo que la sociedad china entraba en una dinámica de guerra civil, el P.C.Ch. intentó liberarse de las ataduras que le suponía mantenerse dentro del Kuomintang. Para eso hizo gestiones ante Moscú y en octubre de 1925 Chen Tu Hsiu propuso que el P.C.Ch. abandonara el Kuomintang, pero el ejecutivo de la Comintern desaprobó esa propuesta ordenando al P.C.Ch. que evitara la guerra civil. La línea que dictó la Comintern al P.C.Ch. consistió en evitar que el protagonismo de la clase obrera se extendiera al resto del país. Fieles a su alianza con el Kuomintang, asesores militares y diplomáticos soviéticos prestaban por ese entonces servicios en el cuartel general de Chiang Kai Shek, armando y adiestrando a las tropas del Kuomintang.

Bujarin y Stalin, quienes se habían puesto al frente del P.C.U.S. y de la Comintern, falsearon los lineamientos bolcheviques respecto de la política antiimperialista en países semicoloniales como China. En efecto, según la doctrina de Lenin las consignas que debían adoptar los movimientos de liberación en las colonias y semicolonias eran de tipo nacional burgués, democráticas: estas consignas incluían la unidad nacional, el control de la aduana por el Estado, la expulsión de la tropas y barcos imperialistas y la abolición de los privilegios para los extranjeros. Esta doctrina contemplaba la colaboración entre el proletariado y la burguesía oprimida por el imperialismo, pero sólo mientras esa burguesía estuviera dispuesta a acompañar las luchas del proletariado por la efectiva emancipación nacional de las colonias y no impidiera su acción consecuentemente revolucionaria. Lenin jamás planteó una alianza a toda costa y menos aún que el partido proletario se atara de pies y manos diluyéndose en las organizaciones políticas de la burguesía. Al contrario, como profundo conocedor del comportamiento y la naturaleza de la burguesía desde los tiempos de la Revolución francesa, Lenin sostuvo que la mejor garantía de cumplimiento de las tareas antiimperialistas de tipo democrático-burguesas, descansaba en que los partidos comunistas conservaran su total inedependencia politica y organizativa respecto de cualquier sector de la burguesía.

En su discurso durante la reunión del pleno conjunto del Comité Central y de la Comisión Central de Control del P.C.(b) de la URSS, celebrado entre el 29 de julio y el 9 de agosto de 1927, Stalin citó el siguiente pasaje extraído del Tomo XXV de las Obras Completas de Lenin:

<<"La Internacional Comunista debe establecer una alianza temporal con la democracia burguesa de las colonias y países atrasados pero no fundirse con ella, y mantener absolutamente la independencia del movimiento proletario, incluso en su forma más embrionaria" (t. XXV Pp.290) "...nosotros, como comunistas sólo debemos apoyar y sólo apoyaremos, los movimientos burgueses de liberación en las colonias en el caso de que estos movimientos sean verdaderamente revolucionarios, en el caso de que sus representantes no nos impidan educar y organizar en un espíritu revolucionario a los campesinos y a las grandes masas de explotados">> (J. Stalin "Obras Escogidas" T II. Subrrayado nuestro)

Esta cita revela todo el cinismo que Stalin se vio obligado a desplegar para eludir su responsabilidad política ante el fracaso de su política en China. Como se ve, esta línea política bolchevique diseñada por Lenin seguía teóricamente vigente en el P.C.U.S. Stalin la esgrimió entre julio y agosto de 1927 contra la oposición de izquierda, cuando la sangre de los miles de comunistas asesinados en Shangai por las huestes de Chiang Kai Shek todavía estaba caliente. En marzo de 1924, la comintern ordenó al Comité Central del P.C.Ch. que se abstuviera de acompañar a los movimientos agrarios revolucionarios y de criticar al sunyatsenismo. Esto permitió al Kuomintang reprimir con toda comodidad a las masas obreras y campesinas en Canton y Hong Kong. Este extremo antibolchevique contrarrevolucionario del stalinismo se puso de manifiesto a principios de 1926, cuando el Kuomintang fue admitido en la Internacional Comunista en calidad de partido asociado y el Ejecutivo de la Comintern eligió al general Chiang Kai Shek como miembro honorario.

Fue así como la filosofía proburguesa del Frente Popular consiguió penetrar en el movimiento político internacional del proletariado. Una incursión en toda regla del proceso de valorización en la estructura política del proceso de trabajo a nivel mundial. De esta forma, el tandem Bujarin-Stalin se puso a la derecha de los mencheviques, quienes si bien desde antes de 1905 preconizaron que la revolución democrática debía ser dirigida por la burguesía liberal rusa, nunca se les ocurrió plantear que para eso el proletariado tenía que disciplinarse férreamente a las directivas de la burguesía, hasta el punto de fundir su organización en el partido Kadete. Esto es lo que Bujarin y Stalin se empeñaron todo ese tiempo en conseguir del P.C.Ch.

El 20 de marzo de 1924, sólo una semana después de haber sido elegido miembro honorario por el "Estado Mayor de la Revolución Mundial", Chiang Kai Sheck aprovechó ese honor y autoridad para dar su primer golpe de Estado en Cantón contra el P.C.Ch. Ese día detuvo a los dirigentes sindicales de orientación comunista, clausuró los locales de la Unión General y excluyó a todos los militantes del P.C.Ch. que venían desempeñando diversas responsabilidades en el cuartel general del Kuomintang.

Convencidos de que el Kuomintang preparaba la guerra civil contra ellos, los comunistas chinos juzgaron necesario crear un brazo armado del partido. Para ello solicitaron la ayuda soviética. Los representantes soviéticos en Cantón vetaron categóricamente el plan y negaron la ayuda solicitada. Según el historiador Isaac Deutscher en "Trotsky: el profeta desarmado", Chen Tu Hsiu relata que el comité Central chino pidió a los asesores militares soviéticos en Cantón que las municiones procedentes de la URSS para Chiang Kai Shek fueran entregadas a los comunistas, cuando menos 5.000 rifles para poder armar a los campesinos insurrectos en Kwantung. La solicitud fue rechazada.

En diciembre de 1924, once meses después de la muerte de Lenin, Stalin lanzó al mundo la consigna del "socialismo en un solo país", oficializando así la orientación que de hecho se había venido dando a la política exterior de la URSS, ejercida en exclusiva función de defensa del Estado nacional soviético y contra los principios más elementales del internacionalismo. La historia política de China anterior e inmediatamente posterior a este anuncio, así como la teoría maoista sobre la "universalidad y particularidad de la contradicción", se explican por la degeneración del marxismo iniciada por Stalin en nombre del marxismo.

A principios de 1926, las autoridades soviéticas nombraron una "Comisión especial" presidida por Trotsky, encargada de aconsejar al Politburó sobre la línea diplomática en China. Habiendo consultado los archivos de Trotsky donde se refiere a lo actuado por esta comisión, Deutscher dice que el informe que Trotsky presentó el 25 de marzo de 1926 se ciñó estrictamente al terreno diplomático, desentendiéndose por completo de los objetivos del P.C.Ch. Tanto el Partido Comunista como el Kuomintang querían extender la revolución del sur al norte derrocando al gobierno proimperialista de Chan Tso Lin establecido en esa parte del país. Pero los planes de la Comintern no pasaban por ahí sino más bien por el mantenimiento del statu quo con el imperialismo japonés, es decir, por mantener a los dos sectores enfrentados de la burguesía china en sus dominios territoriales respectivos. Y tal parece que todo el tiempo en que presidió esa comisión, Trotsky se prestó a ello:

<<La comisión de Trotsky contaba con que China seguiría dividida; y sus recomendaciones parecían concebidas para prolongar esa división. Por ese entonces Chiang Kai Shek estaba preparando ya su gran expedición militar contra el norte. (...) la comisión de Trotsky no se fijaba el objetivo de fomentar la revolución, sino de asegurar todas las ventajas posibles para el gobierno soviético. De esta suerte, la comisión sugirió que la diplomacia soviética tratara de lograr un modus vivendi y una división de esferas entre el gobierno de Chiang Kai Shek en el sur y el de Chang Tso Lin en el norte>> (Isaac Deutscher: op.cit. Cap.V)

En abril de 1926, el Politburó aprobó el informe de la Comisión de Trotsky. Según el relato de Deutscher, en ese momento Trotsky cambió por completo sus planteamientos. De haberse ceñido a los objetivos diplomáticos de la URSS pasó a reivindicar la política revolucionaria en China:

<<Protestó contra la admisión de la Kuomintang en la Comintern. El sunyatsenismo, dijo, exaltaba la armonía de todas las clases, y por consiguiente era incompatible con el marxismo que se basaba en la lucha de clases. Al elegir a Chiang Kai Shek como miembro honorario, el Ejecutivo de la Comintern había jugado una mala broma>> (ibíd)

Durante la reunión del Politburó donde se discutió el informe de la Comisión, Stalin presentó una enmienda para que los asesores militares soviéticos disuadieran a Chiang Kai Shek de emprender su expedición. La comisión rechazó la enmienda pero aceptó que los asesores militares le "aconsejaran moderación". En julio de 1926, el ejército del Kuomintang inició su marcha hacia el norte. La aparición de este ejército en la China central estimuló al movimiento revolucionario. Las provincias septentrionales y centrales se agitaron en levantamientos contra la administración de Chang Tso Lin y los señores feudales que la apoyaban. Los trabajadores urbanos constituían el elemento más activo del movimiento político contra las clases dominantes chinas aliadas del imperialismo. El Partido Comunista Chino encabezaba y estimulaba estos levantamientos y sus miembros dirigían los sindicatos que habían surgido de la noche a la mañana. Contando con su apoyo, las poblaciones por donde pasaban las tropas del Kuomintang se levantaban contra los terratenientes y usureros para expropiarlos.

Ante esta marea revolucionaria, el Kuomintang no hizo más que intentar ponerle freno. Prohibió las huelgas y las manifestaciones, suprimió los sindicatos y envió expediciones punitivas a someter a los campesinos y a requisar alimentos. Esto agravó la hostilidad manifiesta entre las fuerzas de la burguesía dirigidas por Chiang y los comunistas al interior del Koumintang. En su informe sobre estos acontecimientos, Chen Tu Hsiu pidió una vez más a Moscú permiso para liberar al P.C.Ch de la disciplina política contrarrevolucionaria del Kuomintang. Con esta actitud, el P.C.Ch. ratificaba su intención de mantenerse dentro de los lineamientos de la política oficial del Partido Comunista bolchevique y de la propia Comintern en tiempos de Lenin, consistente en apoyar el frente único entre el los comunistas chinos y el Kuomintang para luchar contra los señores feudales del norte aliados del imperialismo. Pero fiel a esa política sostenía que esa lucha no se podía ganar bajo la dirección burguesa del Kuomintang, porque ninguna burguesía nacional podía ni quería librarse del imperialismo, sino sólo renegociar su dependencia en mejores condiciones.

Tal petición fue rechazada de modo terminante. Por esos días, durante la XIV Conferencia del P.C.U.S. Stalin homologó al partido bolchevique con las huestes burguesas chinas al decir que:

<<Es a nuestro partido a quien ha correspondido el papel histórico de encabezar la primera revolución proletaria del mundo. Estamos persuadidos de que el Kuomintang conseguirá desempeñar idéntico papel en Oriente>> (Isaacs: op.cit.)

Bujarín rechazó la petición de Chen Tu Hsiu como una <<peligrosa herejía ultraizquierdista>>. Como informante del comité Central en la XV Conferencia del Partido efectuada en octubre de 1926, Bujarin ratificó la necesidad de mantener <<un frente nacional revolucionario único>> en China, donde <<la burguesía comercial e industrial desempeña actualmente un papel objetivamente revolucionario>>

Stalin y Bujarin exigían del Partido Comunista Chino que colaborara en mantener el equilibrio entre los intereses del campesinado y los de la burguesía antiimperialista, contraria al movimiento agrarista revolucionario. Se trataba de evitar una reforma agraria profunda e integral que eliminara la renta territorial de los grandes propietarios, verdadero obstáculo al desarrollo y correa de trasmisión del dominio imperialista al interior de los países coloniales a instancias de sus oligarquías terratenientes y compradoras. La exacciones feudales y la renta territorial pagada a los terratenientes por el campesinado y los industriales arrendatarios, disminuye los fondos para la inversión agraria, retrasa el progreso de la composición orgánica del capital y de la productividad del trabajo en el campo, lo cual tiende a mantener relativamente altos los precios de los productos básicos y, por tanto, los salarios industriales, recortando el plusvalor de la burguesía urbana. Clásicos de la economía política como Stuart Mill y Ricardo, nada sospechosos de comunismo, aconsejaban acabar con el diezmo, la renta y los terratenientes, a quienes calificaban de verdaderos parásitos sociales. La burguesía China estaba objetivamente interesada en esta tarea democrático burguesa. Pero temía que, una vez cumplida esta etapa de lucha antioligárquica y antiimperialista, la lógica de la revolución acabara también con ella. La burguesía china se comportó como en tiempos de Marx la burguesía alemana. De hecho, ninguna burguesía dependiente ha estado jamás dispuesta a un ajuste de cuentas con sus propias oligarquías terratenientes y compradoras aliadas de las potencias imperialistas.

Esta ley de la lucha de clases, debidamente respetada por la praxis revolucionaria de Lenin y los bolcheviques, aparece recogida en el papel por la Comintern al momento de acordar y redactar la resolución del VII Pleno de noviembre de 1926:

<<Una peculiaridad original del momento es el carácter transitorio de la situación, en la que el proletariado ha de elegir entre la perspectiva de un bloque con capas considerables de la burguesía y la perspectiva del fortalecimiento de su alianza con el campesinado. Si el proletariado no expone un programa agrario radical, no logrará atraer al campesinado a la lucha revolucionaria y perderá la hegemonía en el movimiento de liberación nacional (...) El gobierno popular de Cantón no podrá mantenerse en el poder durante la revolución, no podrá obtener el triunfo completo sobre el imperialismo extranjero y sobre la reacción interior, mientras la causa de la liberación nacional no sea identificada con la revolución agraria>> (J. Stalin: op.cit.)

Y en discurso que Stalin pronunció durante las sesiones de la Comisión China preparatoria de dicha resolución:

<<...entre los kuomintanistas e incluso entre los comunistas chinos hay quienes no estiman posible el desencadenamiento de la revolución en el campo, temerosos de que la incorporación del campesinado a la revolución rompa el frente único antiimperialista. Esto es un profundísimo extravío, camaradas. El frente antiimperialista en China será tanto más fuerte y poderoso cuanto antes y más a fondo se incorpore el campesinado chino a la revolución>>. (Ibíd)

Pero que convirtió en papel mojado al insistir en ordenar al P.C.Ch que permaneciera sometido a la disciplina política contrarrevolucionaria del K.M.T. El extremo de falta de carácter y sumisión a los dictados de Moscú por parte de Chen Tu Hsiu, se puso de manifiesto al aceptar que dos miembros del P.C.Ch. entraran a formar parte del gobierno del Kuomintang en las carteras de agricultura y trabajo. Así fue como el primero cumplió el cometido de contener la revolución antioligárquica y antifeudal en el campo y el otro firmó e hizo cumplir los decretos antiobreros exigidos por la burguesía industrial china.

Shangai era por entonces la ciudad y centro comercial más importante de China, convertida por las potencias occidentales en una zona extraterritorial bajo su dominio directo a través de buques de guerra fondeados en la bahía del mismo nombre. En marzo de 1927, poco antes de que hicieran entrada en esa ciudad las tropas Chiang, el día 19 los obreros de Shangai se sublevaron derrocando a las autoridades y apoderándose de la ciudad. Una vez más, Chen Tu Hsiu apeló al Politburó de la Comintern para que le permitiera tomar parte activa en los acontecimientos, el mayor levantamiento protagonizado por el proletariado de Asia hasta ese momento. Una vez más, el P.C.Ch. fue disciplinado por Moscú a la línea de lealtad al Kuomintang, ordenándosele que cediera el control de la ciudad al ejército comandado por Chiang. El P.C.Ch. lanzó la consigna de "asamblea de delegados" pero no se comprometió activamente con ella.

Asegurada la colaboración del P.C.Ch., las tropas del Kuomintang se mantuvieron a las puertas de Shangai dejando que la insurrección obrera dirigida por la Unión General de Trabajadores hiciera la faena de expulsar las últimas tropas de Wang. Hecho esto, siguiendo las directivas del P.C.Ch., los obreros triunfantes depusieron las armas y entregaron todo el poder al Kuomintang. El 5 de abril, Stalin pronunció un discurso ante 3.000 militantes en la "Sala de las Columnas", donde se ratificó en la teoria de la identidad particular de los contrarios dentro del frente popular antiimperialista chino:

<<Chiang Kai Shek se somete a la disciplina. El Kuomintang es un bloque, una especie de Parlamento revolucionario (...) Chiang Kai Shek sólo puede lanzar al ejército contra los imperialistas>> (Cfr. Isaac: op. cit.)

En ese momento, el P.C.Ch. advierte a Stalin que el Kuomintang se dispone a desarmar a los insurrectos. La respuesta fue la siguiente: <<Enterrad las armas>>. El 12 de abril, tres semanas después de aquél alzamiento victorioso de los obreros de Shangai, Chiang Kai Shek ordenó una matanza en la que perecieron decenas de miles de comunistas y obreros simpatizantes. El día 21, Stalin declara que:

<<...Los acontecimientos han confirmado plena e integramente la justeza de la línea>> de la Internacional (Cfr. Isaac: op.cit.)

La "justeza de la línea" pasó en realidad por no alterar el equilibrio de poder con las potencias occidentales en esa zona, violando las propias resoluciones votadas en continuidad con la política bolchevique para ajustar la realidad de ese país a los intereses de la fracción stalinista, a su teoría del socialismo en un solo país.

En julio de 1927, la URSS rompió relaciones con Chiang Kai Shek. En ese momento, el P.C.Ch. había perdido toda influencia. Entre el 29 de julio y el 9 de agosto de ese año, se reunió el Pleno conjunto del Comité Central y de la Comisión Central de Control del P.C.U.S. En ese Pleno se debatió el resultado de la política de la Comintern en China. El 1 de agosto, Stalin pronunció un discurso donde, además de los citados aquí, leyó numerosos párrafos de la Resolución del 26 de noviembre de 1926 y otros documentos correspondientes a directivas inmnediatamente postertiores a la matanza de Shangai, con la evidente intención de exculpar a la Comintern de los graves sucesos acaecidos tres meses antes. Pero curiosamente nada dijo de lo actuado por Chen Tu Hsiu y demás dirigentes del P.C.Ch. -a quienes ni siquiera nombró. No explicó por qué causa lo expresado en los párrafos de las resoluciones que leyó en su discurso fueron "incumplidas", ni por qué se permitió el ingreso de Chiang Kai Shek en la Internacional comunista, ni por qué durante los momentos más cruciales de ese período, la acción del P.C.Ch. pasó por el filtro de la disciplina que le impuso la burguesía china en el Kuomintang.

Vayamos ahora, por fin, como tú nos has aconsejado, a la teoría de Mao acerca de la dialéctica. En principio decir que según la traducción que aparece en la versión de la editorial "Lenguas Extranjeras", al hablar de <<identidad>> de los contrarios, tanto Lenin como Mao han incurrido en reiteradas concesiones terminológicas al hegelianismo, lo cual no ayuda a comprender la distinción conceptual entre el materialismo histórico y el idealismo hegeliano acerca de la palabra "dialéctica". Desde su "Introducción a la crítica de la economia política", Marx dejó muy claro que el principio de la identidad de los contrarios convierte a la dialéctica en algo inutilizable para la ciencia social:

<<Nada es más simple para un hegeliano que plantear la producción y el consumo como idénticos. (...) El resultado a que llegamos no es que la producción, la distribución, el cambio y el consumo sean idénticos sino que son los elementos de una totalidad, diferenciaciones en el interior de una unidad>> (K.Marx: op.cit.)

Y Engels coincide con Marx en el "Antidüring", mostrando que el materialismo histórico nada tiene que ver con el galimatías dialéctico donde al final se demuestra "que todo es uno y lo mismo" y donde la negación de la negación <<funge como partera, dando a luz el futuro en el seno del pasado>>. Mao, al igual que Lenin, desde luego nunca se confundieron al respecto, pero lo cierto es que aun sin quererlo contribuyeron a ello.

En su trabajo de 1957 "Sobre el tratamiemnto correcto de las contradicciones en el seno del pueblo", Mao distingue dos tipos de contradicciones sociales: <<contradicciones entre nosotros y el enemigo, y contradicciones en el seno del pueblo>>. Para ilustrar esta distinción a propósito de los hechos históricos que acabamos de exponer, Mao dice lo siguiente:

<<...Durante la guerra de resistencia contra el Japón, el pueblo lo integraban todas las clases, capas y grupos sociales que se oponían a la agresión japonesa, mientras que los imperialistas japoneses, los colaboracionistas chinos y los elementos projaponeses eran todos enemigos del pueblo. (...) Hablando en términos generales, las contradicciones en el seno del pueblo son contradicciones que se dan sobre la base de la identidad fundamental de los intereses de éste. En nuestro país, la contradicción entre la clase obrera y la burguesía nacional pertenece a la categoría de las contradicciones en el seno del pueblo >> (Mao Tse Tung: op.cit. parágrafo I)

En su otro célebre trabajo de 1937 titulado "Sobre la contradicción", siguiendo a Lenin al explicar la relación entre el concepto de la unidad y el de lucha, Mao dice que la permanencia de los contrarios en unidad es un estado de situación relativo y condicional, por tanto, transitorio y temporal, mientras que la lucha de los contrarios es absoluta, como es absoluto el desarrollo, el movimiento.

¿Cómo surge la unidad de los contrarios? Mao contesta: Cuando se presentan <<determinadas condiciones necesarias>>:

<<Al afirmar más arriba que entre los contrarios existe identidad y que, por esta razón, ambos pueden coexistir en un todo único y, además, transformarse el uno en el otro, nos hemos referido a la condicionalidad; esto es, bajo determinadas condiciones, dos cosas contrarias pueden unirse y transformarse la una en la otra (...) La identidad de los contrarios se produce sólo a causa de determinadas condiciones, y por eso decimos que es condicional y relativa. (...) La combinación entre identidad, condicional y relativa, y la lucha, incondicional y absoluta, forma el movimiento de los contrarios en todas las cosas.>>

Ahora bien, si aplicamos estos principios generales de la dialéctica a la relación entre el Kuomintang y el Partido comunista Chino desde 1924 a 1927, hay que hacerse lógicamente la siguiente pregunta: ¿Qué condiciones históricas determinadas hicieron necesaria y posible esta unión entre el proletariado chino y su correspondiente burguesía nacional? Lenin y los bolcheviques responden: El carácter neocolonial y semifeudal de China; la necesidad de liberar a ese país del imperialismo y de las correas de trasmisión de su dominio al interior de China: las reminiscencias feudales, el latifundio de los terratenientes y la burguesía ligada al comercio exterior, tarea en la cual tanto la clase obrera y el campesinado pobre y medio como la burguesía urbana en general estaban objetivamente interesados.

Y aquí se impone otra pregunta: ¿se vieron estos principios de la dialéctica marxista ratificados por la historia de China entre 1924 y 1927? Terminantemente sí, pero no. Con esto queremos decir que la dialéctica materialista se ha confirmado a pesar de quienes pasaban por ser marxistas. Se ha visto confirmada a despecho de la contumaz política reaccionaria de la Comintern, en su empeño de mantener al Partido Comunista Chino maniatado dentro del frente de clases, en su interés por convertir la unidad de los contrarios en una identidad hegeliana de naturaleza capitalista: el Kuomintang. El paradójico "sí pero no" de la respuesta a esta pregunta, está en que la lucha de los obreros y campesinos chinos desbordaron ese experimento político a contrapelo de la historia, pero a costa de una estrepitosa derrota de la revolución en ese país.

Aquí, Mao no sólo abandona el materialismo histórico, sino que de Hegel retrocede a Fichte, porque el material histórico que ha empleado para llenar de contenido la forma dialéctica pura del "aspecto principal de la contradicción", ha salido de su propia subjetividad. Para "el gran timonel" todo se explica por el "traidor" Chiang Kai Shek. Haciéndose cargo de la responsabilidad política que también pesa sobre él, en un gesto de honestidad personal que le honra Trotsky le contestó: "traidor a nuestras ilusiones".

La "traición" de Chiang Kai Shek que destruyó la "identidad" de los contrarios al interior del Kuomintang, se produjo a raíz de la dinámica cuasi espontánea de la lucha obrero campesina que provocó el cambió cualitativo en las <<determinadas condiciones necesarias>>. Pero el resultado de todo este proceso dialéctico tuvo su principio activo en las <<condiciones>> artificialmente creadas por la Comintern al forzar la permanencia del P.C.Ch. dentro del frente policlasista creado por Sun Yat Sen, que privó al movimiento obrero campesino de dirección revolucionaria. Así se explica que cuando las <<condiciones necesarias>> de la lucha de clases elemental provocaron la ruptura de esa <<identidad condicional>> dentro del Kuomintang, ya era demasiado tarde para que saldara en favor de la revolución democrática.

El 1 de agosto de 1927, Stalin dedicó una parte de su discurso a responder a las acusaciones de "haber engendrado los Cavaignac de China", tratando de demostrar que la derrota del movimiento revolucionario de 1927 no se produjo por causa de haber hecho pasar la acción del proletariado por las manos del general burgués moderado llamado Chiang Kai Shek, sino que obedecío a una correlación de fuerzas desfavorable:

<<¿Qué calificativo merecen las personas que olvidan la correlación de las fuerzas de clase durante la revolución e intentan explicarlo todo exclusivamente por la táctica de tal o cual partido? De estas personas sólo cabe decir una cosa: que han roto con el marxismo...>> (J. Stalin: op.cit.)

Cierto: La correlación de fuerzas cuenta a la hora de valorar las posibilidades de triunfo en una confrontación. A esto se refiere Lenin en "Dos Tácticas" publicado por "Vperiod" el 14 (1) de febrero de 1905:

<<Una revolución popular no puede fijarse de antemano, es cierto (...) Pero sí es algo perfectamente realizable el fijar de antemano una insurrección, siempre y cuando que realmente se la haya preparado y que la insurrección popular sea posible, en virtud de las transformaciones ya producidas en cuanto a las relaciones sociales. (quiere decir, que el proletariado sea lo suficientemente numeroso) (...) ¿Cabe fijar de antemano el movimiento obrero? No, no cabe. Sencillamente porque este movimiento es la resultante de mil actos sueltos, provocados por la transformación de las relaciones sociales. Pero sí cabe fijar de antamano una huelga, a pesar (...) de que toda huelga es el resultado de una transformación en las relaciones sociales. ¿Cuándo puede fijarse de antemano una huelga? Cuando la organización y el círculo que la fijan tienen influenbcia sobre las masas y saben valorar certeramente el momento del creciente descontento y de la irritación existente en el seno de las masas obreras. ¿Se han enterado ustedes ahora de qué se trata, camarada Martínov y "camarada" editorialista del Nº 62 de "Iskra"? Pues bien, si lo han entendido, esfuércense en establecer la comparación necesaria entre una insurreción y una revolución popular. "Una revolución popular no puede fijarse de antemano". Pero sí una insurrección, a condición de que quienes la fijan tengan influencia sobre las masas y sepan valorar certeramente el momento.>> (V.I. Lenin: Op.cit. "Obras Completas Tomo VIII Pp. 149)

¿Cómo se puede adjudicar la derrota del movimiento revolucionario Chino en abril de 1927 a la correlación de fuerzas desfavorable, cuando las condiciones de esa derrota habían sido fijadas de antemano por la Comintern en manos de la fracción stalinista dominante? ¿Qué tipo de influencia y capacidad de poner en práctica sus valoraciones puede tener una fuerza política como el P.C.Ch. sometido como estaba a la disciplina de unos aliados que a la postre demostraron ser sus verdaderos enemigos?

En el balance que Mao hizo en octubre de 1928 de este período de la revolución China: "Por qué puede existir el poder rojo en China" , dice que la derrota de 1927 se produjo

<<Debido a que el proletariado no ejerció firmemente su hegemonía en la revolución de 1926-27...>>

Y en su trabajo de agosto de 1937 "Sobre la contradicción", abandonó por un momento el subjetivismo histórico de esa época para criticar de modo oportunista la política de la Comintern echando la culpa de la derrota de 1927 al oportunismo del P.C.Ch:

<<En China, la derrota que la gran burguesía infligió al proletariado en 1927 se produjo por obra del oportunismo que existía entonces en el seno del proletariado chino (dentro del Partido Comunista Chino). Cuando liquidamos ese oportunismo la revolución china volvió a desarrollarse>>

 

 

Entre la Liga socialista de la gente de Milosevik o la Izquierda Unida en que tú militas y el frente de clases que cumplió su misión histórica en abril de 1927, la única diferencia está en que el Kuomintang fue obra de la burguesía china, mientras que en países como Yugoslavia o España, el diseño y fabricación de ese instrumento contrarrevolucionario corrió por cuenta de los partidos comunistas respectivos. A la lógica dialéctica no se la puede ofender, estimado Rafael. De ninguna manera. Tampoco nada en el mundo puede impedir que se cumpla. Lo que sí puede impedirse es la revolución comunista. Muy a pesar de tus mejores intenciones y loables afanes, guste o no guste, ese ha sido y sigue siendo el cometido de los frentes populares.

Otra de las observaciones que nos has hecho dice lo siguiente:

<<La verdad es que como caracterización de clase del P.C.E. me parece muy poco rigurosa. No os voy a decir que en el PCE no haya algún empresario individual, pero suponer que ésto suponga un frente de clase no tiene ningún sentido. Es como si dijérais que la Liga de los Comunistas de Marx y Engels era un frente de clases entre una parte del sector marginal de la patronal alemana, etc., por el hecho de que Engels era individualmente un miembro de la clase burguesa. Pienso que Lenin ya aclaró suficientemente este tema en el "¿Qué hacer?".Tampoco entiendo eso de "la aristocracia obrera políticamente estatalizada". ¿A quién os referís? ¿A los obreros de la Ford, la Seat, etc. que militan en el PCE o en el PSUC?>>

Has invertido los términos. En rigor de verdad, lo que nosotros hemos dicho es que al cambiar el signo ideológico de su política y de su programa, los partidos comunistas de raíz leninista, como El P.C.E., tienden a cambiar su composición de clase. Tanto más cuanto mayor es su implicación y participación en las instituciones de Estado burguesas. Esto es lo que el G.P.M. ha significado inequívocamente al decir que:

<<(...) en el P.C.E. el frente de clases entre una parte del sector marginal de la patronal española y la fracción de la aristocracia obrera políticamente estatalizada por este partido, actúa en función de oposición institucional de izquierda dentro del Estado imperialista español, mientras que la Liga Socialista yugoslava es la expresión política del frente popular en el poder a cargo del Estado dependiente yugoslavo en guerra con el imperialismo.>>

Nosotros no juzgamos a las formaciones políticas sólo por su composición de clase sino ante todo por su práctica y por su programa. De modo que no se trata tanto de la cantidad de pequeños y medianos patronos que un partido que dice ser obrero y comunista pueda llegar a tener en un momento determinado, como de la práctica política y el programa que contemplan semejante posibilidad. Y el caso es que tanto por su práctica como por su programa, el P.C.E. constituye uno de los tantos paradigmas hegelianos de la identidad política de los contrarios. Más aún cuando, dado el carácter institucional de ese partido, la conciliación de clases entre el proletariado y la pequeña y mediana burguesía no sólo aparece sintetizada en el programa y la práctica partidaria del P.C.E., sino que esa dialéctica paralizante se encuentra avalada por los poderes fácticos del Estado burgués imperialista que integra desde la "Transición". Nada que ver con la "Liga de los Comunistas" en tiempos de Marx y Engels.

En el contexto citado, la expresión "aristocracia obrera políticamente estatalizada" se refiere a los militantes generalmente de origen obrero que integran formaciones como el P.C.E., cuya jerarquía dentro del partido suele corresponderse con el montante de la renta, privilegios y notoriedad pública que usufructúan por el desempeño de diversos cargos (concejalías, alcaldías, diputaciones regionales, escaños en el Congreso, etc.) dentro del aparato estatal burgués al que, en realidad, representan de cara a los trabajadores sin partido.

Por último nos resta opinar sobre tu siguiente juicio:

<<La verdad, creo que no tenéis ni repajolera idea de lo que siente por la OTAN la militancia del PCE. Y eso de que representa a una supuesta "pequeña y mediana burguesía ecopacifista" es angelical.>>

La propiedad privada capitalista conduce inevitablemente al monopolio nacional. El monopolio con base en el Estado nacional conduce al imperialismo que es su proyección internacional. Finalmente, con el progreso de la acumulación, el aumento en la masa de capital en funciones y la consecuente ampliación en la escala de la producción, confirma la dialéctica entre cantidad y calidad provocando un cambio cualitativo en la organización del capital que así abandona su base nacional para unificarse económica, políticamente y militarmente a nivel internacional.

La OTAN es el brazo armado del capital imperialista europeo unificado del cual España es uno de sus miembros. En tanto formación política integrada en el Estado Español, el P.C.E. forma parte de todo ese tinglado. Tan es así que de su programa y de su práctica política en modo alguno se infiere su interés político en romper con esta lógica general del capital descrita en el párrafo anterior. Pero intenta retardarla. Hace propios los infundios burgueses que legitiman la explotación del trabajo asalariado, pero denuncia sus excesos en Maastrich, del mismo modo que ha hecho propios los infundios de la coalición imperialista respecto del régimen de Milosevik para justificar la intervención en Yugoslavia, pero esgrime sus escrúpulos legales y morales para canalizar su "odio" hacia la OTAN protestando ante las naturales consecuencias de la guerra. Es la expresión política contradictoria de la típica moral de los pequeños patrones que Marx veía en Proudhon a su máximo exponente:

<<Hacen en realidad lo que hacen todos los buenos burbueses. Todos ellos dicen que la competencia, el monopolio, etc., como ideas abstractas, constituyen los fundamentos únicos de la vida, pero que en la práctica dejan mucho que desear. Todos ellos quieren la competencia, sin las funestas consecuencias que engendra. Todos ellos quieren lo imposible, es decir, las condiciones de la vida burguesa, pero sin las consecuencias necesarias a que conducen. Todos ellos son incapaces de comprender que la forma burguesa de la producción es una forma histórica y transitoria, ni más ni menos que lo era la feudal. (...) En una sociedad avanzada y empujado por la fuerza de su propia situación (en el caso del P.C.E. su condición de partido estatalizado), el pequeño burgués se convierte de una parte en socialista y de otra en economista, es decir, se deja fascinar por el esplendor de la gran burguesía y, al mismo tiempo, siente conmiseración por los sufrimientos del pueblo. Es a un tiempo pueblo y burgués. En lo más íntimo de su conciencia se jacta de ser imparcial, de haber encontrado el equilibrio justo (...) Semejante pequeñoburgués idolatra la contradicción porque la contradicción es la esencia misma de su ser. Él mismo no es otra cosa que la contradicción puesta en acción. No tiene más remedio que justificar por medio de la teoría lo que él mismo es en la práctica; hay que reconocerle al señor Proudhon el méríto de ser el intérprete científico de la pequeña burguesía francesa, y no cabe duda de que éste es un mérito real, ya que la pequeña burguesía está llamada a ser parte integrante de todas las revoluciones sociales que se preparan>> (Carta de Marx a A Annenkov del 28/12/846. Lo entre paréntesis es nuestro)

Sin ánimo de personalizar, este espíritu de la contradicción en que el P.C.E. educa a sus militantes, se expresa en que todo el odio que les infunde la OTAN pasa por el filtro del amor que sienten por su terruño político: el Estado imperialista español. Seguimos en la identidad de los contrarios.

Aunque a ti pueda parecerte angelical decirlo, que el P.C.E. haya encarado la intervención del imperialismo en Yugoslavia desde las bucólicas aspiraciones del movimiento ecopacifista europeo, es algo que está en la más pura evidencia empírica de lo actuado por ese partido. Tú crees tener la prueba de lo contrario. Nos dices que en este conflicto el P.C.P.V. ha adoptado una posición de clase y para eso nos has invitado a leer el manifiesto titulado "L’OTAN, LA PAU I LA LLUITA DE CLASSES" suscripto por la Comissió Política del P.C.P.V. Decís vosotros allí que la OTAN es <<el braç armat de les multinacionals, del Fons Monetari Internacional, del fòrum de Davos, en definitiva dels potentats de la Terra.>>. De acuerdo. Seguís diciendo que la OTAN <<intervé als conflictes com a part belligerant, als serveis d’uns interessos molt concrets, els interessos d’unes determinades classes socials, d’aquells que concentren en les seues mans la riquesa del món mentre condemnen a la resta a la misèria. Doncs la desigualtat flagrant, les injustícies socials, l’explotació i la divisió de classes entre explotadors i explotats continua existint, si de cas de forma més "globalitzada" a nivell mundial>>. Aquí ya no estamos tan de acuerdo, porque estais induciendo a pensar que se trata sólo de los intereses del gran capital europeo y americano, del capital multinacional. Esto suena como decir que el Estado imperialista español es el Estado de los monopolios, o sea, que representa exclusivamente esos intereses, lo cual es falso. El Estado burgués español representa los intereses de TODA la burguesía, incluída la pequeña y mediana. Del desarrollo desigual no sólo se beneficia el capital imperialista sino el pequeño y mediano capital localizado en las metrópolis. No puede decirse lo mismo de los asalariados y esto lo hemos expuesto en nuestra polémica con los "Comunistes de Catalunya"

Continuais afirmando que <<en aquestes condicions la lluita de classes, que existia abans de Marx, continua existint inevitablement en l’actualitat>>. Y, finalmente, que el neoliberalismo supone la <<agudització de la lluita de classes des de la prepotència del gran capital internacional...>> Al decir esto presentais la lucha de clases a nivel internacional como una pelea barriobajera al estilo de las películas americanas ambientadas en el Bronx. No, estimado Rafael. El gran capital no actúa movido por la prepotencia sino por las leyes de la acumulación. Y lo que está pasando en este mundo de hoy día, es que a la burguesía internacional se le impone dar ocupación productiva a los aproximadamente 12 o 14 billones de dólares de capital ocioso o ficticio expulsado del aparato de la producción de plusvalor porque la tasa general de ganancia sigue deprimida y no compensa todo el capital adicional potencialmente disponible a la salida de cada periodo de rotación. Polemizando con Lorenzo Peña ya nos hemos explicado acerca de lo que -a juicio de los marxistas- está en la raíz del conflicto entre la OTAN y el régimen nacional-populista yugoslavo. Lo fundamentos teóricos de esta realidad estan comprendidos en la teoría marxista de las crisis económicas del capitalismo que también aparece divulgada en nuestra página.

La burguesía internacional necesita cada vez con más urgencia entrar a saco en países con regímenes estatalizantes que impiden la libre explotación del trabajo asalariado, como es el caso de Yugoslavia, Irak. Cuba, Libia, Irán, Rusia o China, donde gran parte del plusvalor aparece participado por las burocracias gobernantes y la pequeñoburguesía subsidiada. Lo sucedido en Chile, Argentina, Uruguay, Nicaragua, El Salvador o Guatemala, se explica por esta filosofía inducida por la ley del valor en el mundo entero. Para eso la burguesía imperialista trata de agudizar las contradicciones internas en esos países, interviniendo sólo cuando las circunstancias internas de la lucha de clases lo hacen necesario y propicio. Pero para la consecución de los objetivos que le marca la ley del valor, el capitalismo internacional no tiene por norma invariable apelar a la intervención militar directa ni a través de los ejércitos aliados en la periferia del sistema. Salvo para los sectores ligados a la industria permanente de armamentos que en modo alguno dictan el comportamiento a los Estados, la guerra no está en la voluntad política de los burgueses sino en la naturaleza económica del sistema capitalista.

Que es falsa la idea de atribuir a la burguesía imperialista la tendencia permanente a la utilización de medios bélicos para remover los obstáculos que se oponen a los objetivos que le marca la ley del valor en el mundo, lo demuestran casos de la historia reciente como la ex RDA, Polonia, Hungría, Albania, Rumanía, Checoeslovaquia, Bulgaria y hasta el momento Korea, Cuba, Rusia o China. Cierto es que siempre utiliza la diplomacia secreta y el espionaje. También cuando es preciso apela al apoyo logístico y a los servicios de inteligencia militar en apoyo de sus aliados internos, como en la primera parte de la guerra de Vietnam, o a lo largo de guerras civiles como la de Angola, El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua, o para instigar golpes de Estado de consecuencias más o menos genocidas como en Brasil, Chile, Argentina o Uruguay. Pero esto nada tiene que ver con lo que la gente suele entender por prepotencia. Esta expresión no es una categoría política. No explica nada y lo confunde todo. Su empleo más o menos inconsciente no hace otra cosa que mantener a los explotados y oprimidos en la ignorancia política más paralizante.

Claro que la guerra y la economía de armamentos a ella asociada es una fuente alternativa de acumulación de capital y en los momentos de crisis contribuye a que el sistema pase de la depresión al reanimamiento. La segunda guerra mundial contribuyó decisivamente a preparar la onda larga expansiva del capital que agotó sus posibilidades en 1968. Pero no es menos cierto que las guerras interburguesas salen del mismo huevo de las crisis donde a la par se incuban los procesos revolucionarios. Así fue como tras la primera guerra mundial, la burguesía perdió la base social y material de la acumulación en el inmenso territorio que pasó a ser la URSS, y tras la segunda, el horizonte geográfico europeo de la explotación capitalista retrocedió al Oeste del Elba. Con esto ha quedado demostrado:

  1. que la confrontación de intereses en tiempos de crisis, allí donde la diplomacia imperialista encuentra obstáculos, no puede resolverse más que por la violencia y al margen de cualquier consideración jurídica o humanirtaria, como se acaba de ratificar una vez más.
  2. que así como los capitalistas no dominan ni controlan el mercado, tampoco pueden prever ni la dinámica objetiva que conduce a las grandes confrontaciones bélicas, ni sus propios resultados.

Al parecer no es éste el pensamiento que anima al P.C.P.V. sino el siguiente:

<<Per això, quan el Partit Comunista es pronuncia per la pau, ho fa des de la constatació de l’existència de la lluita de classes, que no depèn de la nostra voluntat. Però la lluita de classes es pot desenvolupar de moltes formes. I nosaltres propugnem que es desenvolupe en un marc de pau i democràcia, amb respecte als drets socials i a les voluntats majoritàries dels pobles, i denunciem que massa a sovint els privilegiats han utilitzat a les forces armades en contra de la voluntat popular, del qual va ser un exemple paradigmàtic el colp de l'assassí Pinochet, amb el suport dels amos de l'OTAN.

I som conscients que quan s'arriba a una situació de guerra els qui s'enfronten físicament en els fronts de batalla i pateixen les conseqüències son diferents sectors populars, per molt que una part d’aquestos s’hagen vist arrossegats a defensar els interessos d'una minoria de privilegiats que resten resguardats en la retaguarda.

Per tot això, la nostra posició per la pau i en contra de la guerra és també una posició de classe, de defensa dels interessos de les classes populars en contra dels privilegiats. Per això, l’exigència de dissolució de l’OTAN, el bloc militant restant, és un requisit de la lluita per la pau mundial, pel respecte a la voluntat dels pobles del món.

 

O sea, que denunciais a la OTAN por esto, por lo otro y por lo de más allá, pero lo único que se os ocurre es clamar por la paz para que todo quede en esencia igual que antes, como así parece que resultará. ¿Por qué? Pues, porque vosotros pensais que hay otra forma de dirimir la lucha de clases, la forma pacífica y por medios democráticos. Como la guerra no tiene nada que ver con estos civilizados principios vuestros, no os interesa pringaros para intentar transformar la barbarie de cualquier guerra interburguesa en otra cosa que no sea la paz. Y si alguien os dice que esta es una paz que en realidad está poniendo a la humanidad en el camino de una nueva guerra todavía más bárbara y catrastrófica que ésta, vosotros preferís seguir las mentiras de vuestro corazón con el sensual optimismo a que induce la práctica consetudinaria de la conciliación de los contrarios dentro del Estado y de tu propio partido. Un optimismo sobredeterminado por la idea de progreso envuelta en la filosofía de los derechos humanos, que las magnificencias de la gran burguesía española han conseguido hacer prevalecer en la opinión de quienes todavía cumplen disciplinadamente sus deberes cívicos en la "fiesta de la democracia".

Otra mentira del corazón ecopacifista consiste en imaginarse la disolución de la OTAN por medios democráticos. Mientras se mantengan intactas las condiciones materiales de existencia que hacen necesario y posible ese brazo armado de la burguesía internacional, no habrá régimen democrático capaz de separar a ese miembro superior de su cuerpo. Dicho en términos de fauna ictícola, el tiburón imperialista conservará todos los dientes mientras pueda moverse a gusto en su elemento: el agua del desarrollo desigual internacional. Y para dejarle sin ese hábitat no hay más cojones que abandonar vuestro ecologismo pacifista proponiéndonos abolir por imposición violenta de las mayorías proletarias la propiedad privada sobre los medios de producción detentada por las minorías capitalistas. Porque la burguesía jamás en ninguna parte ha podido ni querido resignar políticamente lo que la ley del valor le ha exigido desde la base material del sistema.

¿Cómo hacerlo? Empezando por fundir estas razones revolucionarias con el movimiento obrero para convertirlas en fuerza política efectiva. Lo que hicieron Marx y Engels desde 1846 y estuvo haciendo Lenin desde antes de escribir en 1902 su "¿Qué Hacer?" Todo lo demás son "pajoleras ideas" para el cultivo de juegos florales con palabras en el jardín de la burguesía.

Prometiste llevar al último Consejo Federal del P.C.E. el espíritu del manifiesto que acabamos de comentar aquí. Notamos que los escrúpulos jurídicos y humanitarios del P.C.P.V. se han trasladado al centro de la campaña electoral de I.U. y eso merece una felicitación. Pero el resultado de los comicios ha demostrado que la clientela política de izquierdas está hoy más a la derecha de lo que vosotros habeis estimado. Como ocurre con cualquier empresa capitalista donde la demanda le dicta qué, cómo y cuanto tiene que producir, en un partido que se lo juega todo o casi todo a la filosofía comicial, los votos tiran de las ideas propias y no al revés. De modo que en un momento de retroceso ideológico y político como éste, una de dos: o te das cuenta de que el P.C.E. le hace el juego a la burguesía imperialista española y te quitas para siempre el cepo de la democracia de mercado, o decides lastrar cualquier escrúpulo y a vivir que son dos días. Cualquiera de las dos opciones te sugiere abandonar ese partido. Como hizo Berga, que una vez le dijo a Nines Maestro que él estaba en el partido para ganar dinero y ahora milita en el PSOE, donde sin duda ganará más; o bien como hicieron otros, que lo dejaron por razones políticas revolucionarias como las que hasta aquí te hemos expuesto.

Saludos comunistas. GPM.

Respuesta del 29 Jun 99 de Rafael Pla-Lopez <Rafael.Pla@uv.es>

Queridos camaradas:

Por mi podemos continuar el debate por mail y en el web (es decir, podéis poner en vuestra página las sucesivas réplicas y contrarréplicas), aunque no estoy seguro que el contestar a un breve párrafo con una larga disquisición sea la forma más productiva de debatir. Por otra parte, aunque no tengo problema en recuperar documentos de Word, es más cómodo trabajar con textos en el cuerpo del mail (lo que facilita usar, por ejemplo, el recurso de citar).

Paso en todo caso a contestar a vuestro último texto:

1) No tengo nada que objetar a vuestro recordatorio de los primeros capítulos de "El Capital". Tan sólo señalar algún error, como cuando decís "el trabajo necesario o salario". Estos dos conceptos no son equivalentes: el salario es, en rigor, el precio de la fuerza de trabajo; es decir, el salario está en la esfera de la valorización, aunque no es equivalente al valor de tal fuerza de trabajo, dado que, como supongo sabéis, los precios suelen desviarse de los valores. Pero ésto no afecta al fondo de vuestra argumentación, ni tiene tampoco mucho que ver con mi afirmación a la que contestáis con un largo circunloquio.

Naturalmente que en dialéctica marxista hay que hablar de "unidad de los contrarios", evitando el discurso hegeliano de "identidad de los contrarios" (cuyo uso "vulgarizado" tiende frecuentemente a reducirse a un juego de palabras). Pero ello tampoco dilucida la cuestión a debate: "unidad de los contrarios" hay también entre los enemigos más irreconciliables, como partes de un todo en el que se expresa su contradicción, y no sólo entre "aliados" más o menos coyunturales.

2) Centrándome en la teoría maoísta sobre las contradicciones, me parece pertinente su distinción entre la contradicción fundamental y la principal: la contradicción fundamental en el capitalismo (derivada de la estructura económica, objetiva, en la que se sitúan las clases sociales) es siempre la contradicción entre el conjunto de la burguesía y el conjunto del proletariado; por el contrario, la contradicción principal tiene una fuerte dependencia de las condiciones políticas (dependientes en última instancia de las económicas, pero con una autonomía relativa). En ese contexto, la contradicción principal podía ser en China la referida a la lucha antimperialista, como era en su momento en España la referida a la lucha antifranquista. Naturalmente que el proletariado debe conservar en todo momento su independencia política, con sus propias organizaciones, y sin perder de vista los objetivos socialistas y comunistas. Pero ello no es óbice para que pueda fraguar distintas alianzas con determinadas fracciones de clase de la burguesía para la consecución de objetivos parciales. Nada en vuestra larga disquisición contradice este tesis básica común a los planteamientos de Marx, Lenin y Mao.

3) Y la cuestión precisamente está en la capacidad del proletariado para atraer a su lado a determinadas fracciones de clase de la burguesía objetivamente dañadas por una política orientada a favorecer al gran capital (podemos poner como un botón de muestra el apoyo a las "grandes superficies" en detrimento del pequeño comercio), teniendo claro que dichas fracciones de clase "pequeño burguesas" son consustancialmente incapaces de encabezar una lucha consecuente contra el gran capital. En estas condiciones, sería especialmente suicida que el proletariado se pusiera a remolque de las mismas, cuando sólo su propia capacidad de dirección política puede hacer avanzar tal lucha.

Pues bien, si algo caracteriza la situación en España es la incapacidad del proletariado para desarrollar dicha tarea. En vez de romper a la burguesía, es el mismo proletariado el que se rompe, con amplios sectores a remolque, no ya de una pequeña burguesía, sino del gran capital.

Es en estas condiciones que me parecen surrealistas vuestras afirmaciones según las cuáles una fracción de la burguesía se vería representada en el PCE.

4) Ciertamente, vosotros partís de un prejuicio que (al contrario de las largas disquisiciones sobre la historia de China) no os molestáis en fundamentar: que el PCE tiene una posición burguesa, y que IU es, no ya simplemente burgués, sino un instrumento contrarrevolucionario. Porque, la verdad, si vuestro único fundamento es el hecho de que participe en las instituciones, os situáis ya no antes de Lenin, sino incluso antes de Marx. De acuerdo con esas premisas, la pérdida de influencia social de IU que al traducirse en un retroceso electoral le ha llevado a perder posiciones institucionales supongo que podría describirse como una victoria de la clase obrera. La verdad, no encuentro sentido a perder tiempo discutiendo tales planteamientos.

5) En vuestra obsesión de ver fantasmas, interpretáis la tesis del PCPV de que la explotación se da de forma más "globalizada" a nivel mundial como que el Estado Español representa únicamente los intereses de los monopolios. La verdad, no sé qué tiene que ver una cosa con otra. Es claro que el Estado Español representa los intereses globales del conjunto de la burguesía (¡no sólo española!) frente al proletariado, pero al mismo tiempo representa específicamente los intereses específicos de una determinada fracción de la burguesía.

Del mismo modo, cuando hablamos de prepotencia del gran capital internacional os suena a pelea barriobajera. Hombre, siguiendo con vuestro chiste, será en todo caso barrioaltera :-). Pero de lo que se trata es de que no sólo el gran capital se encuentra económicamente impelido a intensificar la explotación, sino que se dan condiciones políticas, en un mundo unipolar, que facilitan la imposición de su voluntad (menospreciar los factores políticos no es marxismo, es economicismo).

6) Efectivamente, el PCPV no propugna la violencia armada como forma de enfrentarse con el capital. Pero, ¿y vosotros? ¿Con qué armas deberíamos enfrentarnos? ¿Con tirachinas? Porque, mirad, seguir pensando que el poder (político-militar) está en la punta de los fusiles, no de los misiles, es no haberse enterado de nada. Las armas de las insurrecciones de principios de siglo serían actualmente tan eficientes como un tirachinas.

Soy consciente de que el problema de la violencia es más complejo de lo que indico en el párrafo anterior, pero deberíais reflexionar también en la ingenuidad que representa, en el mundo actual, tildar de "pacifistas pequeñoburgueses" a quienes no propugnamos la lucha armada. Y no para defender la "conciliación" ni la "democracia de mercado", sino más bien la insumisión frente a la violencia del Estado.

7) Debo deciros, con todo, que tengo una grave sensación de pérdida de tiempo al discutir con vosotros. No me parece que la metodología que utilizáis sea mínimamente productiva. Si os mantenéis en el terreno de las descalificaciones, yo podría retomar la terminología clásica para deciros que no representáis políticamente al proletariado, sino a una fracción de la pequeña burguesía intelectual alejada de la clase obrera. Y que os dedicáis a sentar cátedra de marxismo cuando vuestra formación marxista tiene notorias deficiencias que os lleva a razonamientos aberrantes. Pero no creo que esta dinámica de discusión nos llevara a ningún sitio. De manera que, vosotros diréis.

Saludos comunistas

 

Rafael Pla-Lopez

mailto:Rafael.Pla@uv.es

http://www.uv.es/~pla

 

5 de julio 99

Estimado Rafael:

Procedemos a contestar según tus propias referencias:

Punto 1.

Formas políticas y contenido social de la lucha de clases

Respecto del primer párrafo, ciertamente, la categoría económica de salario define el precio de la fuerza de trabajo en la esfera de la circulación, que difiere de su valor determinado por el tiempo de trabajo necesario para producir lo que el asalariado necesita para vivir. Cuando la oferta de fuerza de trabajo excede a la demanda, su precio se pone por debajo de su valor y viceversa. Lo que nosotros queríamos señalar es que mientras el trabajo de la clase obrera se mantenga dentro del proceso de valorización, a los efectos políticos da igual que su lucha con la patronal se resuelva en el precio o el valor de su fuerza de trabajo. Bajo tales condiciones, el trabajador asalariado no es más que una parte del capital en funciones, la parte variable, y su contradicción con la burguesía es de "idéntica naturaleza social". En síntesis, que en este plano de su contradicción con la patronal, el proletario no deja de ser "burgués".

Es curioso, en tu intento de justificar los frentes populares, tu nos has remitido a la teoría de las contradicciones de Mao Tse Tung. Nosotros aceptamos esa invitación y hemos ido ahí empezando por distinguir entre Marx y Hegel respecto del concepto de dialéctica, para luego demostrar con datos históricos contrastados, que la política stalinista de los frentes populares se inscribió en la lógica contrarrevolucionaria de la identidad de los contrarios. Ahora tu superas la cerrazón y el arbitrio intelectual del santo tribunal de la inquisición en tiempos de Galileo, limitándote a calificar este trabajo nuestro de <<largo circunloquio>> que tiene <<poco que ver>> con lo que en esencia son organizaciones políticas como el P.C.E. o I.U. La palabra circunloquio significa dar vueltas retóricas en torno a un objeto sin descubrir su verdad, hábito lenguaraz típico de los charlatanes embaucadores al estilo de los sofistas desde los tiempos de la Grecia clásica.

Está claro que para ser tales, los circunloquios o juegos de palabras no tienen por qué ser necesariamente largos. Tu dices que para dilucidar la cuestión a debate no hace falta tener en cuenta la dialéctica marxista de la unidad de los contrarios porque en la lucha de clases efectiva y real los contrarios constituyen siempre una unidad. Pero esto supone pensar que las formas políticas se explican por sí mismas. Por el hecho material de encarnar la ausencia de toda propiedad sobre las condiciones objetivas de su trabajo y ser, por tanto, un mero objeto en la producción capitalista, el proletariado no tiene ningún fuero político especial que reclamar dentro de la sociedad burguesa. Por lo tanto, como polo de la contradicción dialéctica entre el proceso de trabajo y el proceso de valorización, es decir, como sujeto político, el proletariado jamás está en relación de identidad con ninguna clase de esta sociedad. En ningún momento. Ni con sus <<enemigos más irreconciliables>> ni con sus <<aliados más o menos coyunturales>>. La unidad contradictoria de los opuestos constituye, pues, el contenido o la sustancia de la lucha de clases, y en ese contenido está la fuerza que tiende con la necesidad de un proceso histórico-natural al cambio revolucionario de la sociedad. De no ser así el inefable Fukuyama tendría razón.

Cierto, la cuestión a debate no está en el contenido de la lucha de clases bajo el capitalismo sino en las formas políticas que en determinado momento adoptan los contrarios en la sociedad. Pero el caso es que si a la hora de adoptar una forma política de lucha se hace abstracción no sólo de las condiciones de la lucha sino de su contenido, de la necesidad del cambio revolucionario, sea porque no se lo comprende o porque no conviene y se lo escamotea deliberadamente, la unidad de los contrarios se resuelve en identidad, es decir, en la continuidad de la autovalorización del capital a instancias del trabajo enajenado, como de hecho ha venido ocurriendo y es práctica recurrente en la historia del movimiento obrero. Este mismo razonamiento aparece en el siguiente pasaje que, por lo visto, se te ha pasado por alto:

<<...¿se vieron estos principios de la dialéctica marxista ratificados por la historia de China entre 1924 y 1927? Terminantemente sí, pero no. Con esto queremos decir que la dialéctica materialista se ha confirmado a pesar de quienes pasaban por ser marxistas. Se ha visto confirmada a despecho de la contumaz política reaccionaria de la Comintern, en su empeño de mantener al Partido Comunista Chino maniatado dentro del frente de clases, en su interés por convertir la unidad de los contrarios en una identidad hegeliana de naturaleza capitalista: el Kuomintang. El paradójico "sí pero no" de la respuesta a esta pregunta, está en que la lucha de los obreros y campesinos chinos desbordaron ese experimento político a contrapelo de la historia, pero a costa de una estrepitosa derrota de la revolución en ese país. >> ("Carta del GPM a Rafael Pla")

El problema que plantea el divorcio entre la elección de las formas políticas y el contenido social de la lucha de clases en la sociedad capitalista, remite al divorcio entre libertad y necesidad, entre práctica política y teoría revolucionaria. En esto te das la mano con nuestros colegas, los "camaradas anónimos" (1)

Este constante divorcio entre libertad y necesidad, entre práctica política y teoría revolucionaria, es lo que Rosa Luxemburgo atribuyó al oportunismo típico de los reformistas dentro del movimiento obrero. ¿Y qué es -se pregunta ella- lo que caracteriza a los oportunistas? Y contesta:

<<Su hostilidad contra la teoría. Y esto es muy natural, pues nuestra teoría, es decir, los principios del socialismo científico, establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto con respecto a los fines como a los medios de lucha a emplear y a la forma de combatir. Por ello, muéstrase en aquellos que no pretenden conseguir más que resultados prácticos (inmediatos dentro del sistema), la tendencia natural a pedir libertad de movimientos, esto es, a separar la "teoría" de la práctica, a independizarse de aquella. Porque esta teoría se vuelve contra ellos en todo momento>> (Rosa Luxemburgo: "Reforma o revolución" Cap. V . El subrayado y lo entre paréntesis es nuestro)

Esta descripción magistral que Rosa Luxemburgo ha hecho del oportunismo, fue completada posteriormente por los comunistas de izquierda alemanes y holandeses, al comprobar por experiencia propia que es imposible instalarse en el oportunismo sin acabar haciendo política contrarrevolucionaria abierta:

<<En resumidas cuentas, no se puede tachar de oportunista a un partido más que si de da por supuesto que en el fondo es aun revolucionario, pero que se deja llevar por el recurso a unos medios fáciles para lograr el objetivo, medios que, de hecho, no permitirán en modo alguno alcanzar dicho objetivo. Este reproche no es válido más que por poco tiempo. O bien el partido vuelve rápidamente a una actividad en consonancia con la meta y los principios (demostrando así que no se trataba más que de una desviación momentánea, no esencial, ligada por ejemplo a la dominación pasajera de jefes efectivamente extraños al movimiento revolucionario). Este caso es muy raro; probablemente no se ha dado nunca y no introduce aquí más que una falsa simetría. O bien se verifica que sus primeras desviaciones están seguidas por otras, que el partido no tiene nada de revolucionario, que su naturaleza, su meta es, el poder para él, para sus jefes, y que de todos modos, lo más importante para él es su propia conservación y en consecuencia la del orden actual.>> (J.Barrot y D. Authier: " La izquierda comunista en Alemania" Cap. II)

El problema no está, pues, en que -dadas determinadas condiciones- ciertas organizaciones políticas de composición obrera establezcan alianzas "más o menos coyunturales" con determinadas fracciones del capital. El problema se plantea cuando -a instancias de sus alianzas convertidas en política de partido- estas organizaciones pasan a constituir una identidad política con el capital en su conjunto. El P.C.E., lleva sosteniendo una política de <<alianza coyuntural>> con el Estado imperialista español desde hace ya más de veinte años. Casi un cuarto de siglo sin sacar los pies del tiesto capitalista. Menuda coyuntura practicando el oportunismo. ¿A ti qué te parece?

Punto 2.

Tipo social de Estado y forma política de gobierno

Has leído lo nuestro con total descuido o muy sesgadamente. En primer lugar, es equívoco decir que la contradicción principal se caracteriza por una <<fuerte dependencia de condiciones políticas (dependientes en última instancia de las condiciones económicas, pero con una autonomía relativa)>>. Las condiciones políticas no se pueden autonomizar ni relativa ni absolutamente de nada. Como la misma palabra lo indica, son lo que son y punto: simples datos de la realidad a transformar en un momento determinado. Esas condiciones políticas consistían en que la China de los años veinte era una semicolonia del imperialismo japonés.

Ahora bien, la teoría revolucionaria indica que esta condición política estaba económicamente determinada. Durante los años veinte de este siglo, el estado en que se encontraba el proceso de acumulación del capital social global en las metrópolis capitalistas, su masa, no era suficiente para acabar de convertir en relaciones capitalistas puras las relaciones de producción precapitalistas -semifeudales, artesanales y rentísticas- por entonces socialmente dominantes en grandes áreas pobladas del mundo, como fue el caso de China. Como consecuencia de ello, los mercados nacionales de esas regiones del mundo eran estrechos, la acumulación del capital industrial incipiente y las burguesías nacionales emergentes, económica y políticamente débiles. En países así, sin un modo de producción dominante, socialmente desestructurados y políticamente divididos, donde ninguna clase propietaria autóctona tenía poder material y político suficiente para representar sus intereses como nación, la pura ley del valor a instancias del desarrollo económico desigual no bastaba para que el capital imperialista pudiera ejercer allí su cometido, sino que era necesario convertirles en colonias o semicolonias haciendo prevalecer la superioridad económica relativa a través de las armas y el poder político directo o indirecto.

Desde el punto de vista de la ciencia social aplicada a la realidad, semejante cuadro de situación en la China de los años veinte tiene tanto que ver con las condiciones económicas, sociales y políticas sobre las que se dirimió la lucha contra el franquismo, como la similitud que hay entre las categorías politicas de semicolonia y de dictadura militar, es decir, nada que ver. En la década de los años veinte, la burguesía china estaba sometida al dominio territorial y político que el imperialismo japonés le había impuesto por las armas, en caloboración con los sectores de clase reminiscentes del feudalismo. A fines de los años sesenta, la burguesía española gozaba como hoy de plena autodeterminación nacional y todavía se dejaba representar por la dictadura militar, forma política de dominio sobre sus clases subalternas que adoptó tras la guerra civil. Por otra parte, el proletariado chino era todavía una clase relativamente minoritaria, mientras que en la España de fines de los años sesenta, el proletariado se había constituido en mayoría absoluta de la población. Por lo tanto, la lucha de los trabajadores chinos en los años veinte de este siglo, tenía todavía tareas democrático burguesas que cumplir antes de aspirar a constituirse en clase dominante; su lucha pasaba, pues, por la liberación nacional a instancias de la revolución agraria. La lucha antifranquista en la España de fines de los años sesenta, en cambio, exigía pasar directamente a aplicar el programa socialista. La contradicción principal se fundía aquí con la contradicción fundamental, lo cual ponía a la orden día- más aun que durante la guerra civil- la consigna política de la dictadura social políticamente democrática del proletariado. Con tu manejo arbitrario de la relación entre los conceptos de "contradicción fundamental" y de "contradicción principal", una vez más reluce en tu razonamiento el método oportunista de separar la práctica de la teoría.

Tu pretendes hacernos tragar el infundio de que la lucha contra la dictadura de Franco era una tarea tan legítimamente democrático burguesa como lo fue la lucha de los chinos contra el imperialismo japonés. Falso. Porque el régimen dictatorial que surgió de la guerra civil, fue producto de la debilidad política de la burguesía nacional española no para emanciparse de ninguna potencia extranjera sino para conservar su poder al interior de su territorio soberano. El franquismo demostró que la burguesía española se había convertido en una clase reaccionaria; aquello no fue una gesta de reafirmación libertaria como la del 2 de mayo de 1808, fue un recurso bélico de última instancia dirigido no hacia fuera sino hacia dentro de sus propios dominios; fue una apelación a las armas, esto es, al "poder económicamente concentrado" de la burguesía constituida como clase dominante, que el Estado burgués de entonces ejerció fundamentalmente contra el proletariado para mantenerle sometido. Y el mérito histórico del P.C.E. en todo este proceso, consistió en limitar las luchas contra el franquismo al objetivo de reemplazar una forma burguesa de gobierno (la dictadura) por otra (la democracia) que garantice la continuidad del mismo tipo de Estado, esto es la misma dictadura social de la burguesía, vigente antes de 1936 y después de 1939, antes y después de 1975, antes y después de 1978. Después de esta prueba de la práctica, ha quedado demostrado que la única independencia política que cabe atribuir al P.C.E. es la que ha sabido mantener respecto de los intereses históricos del proletariado español actuando en su nombre.

Punto 3.

La política revolucionaria del proletariado frente a la pequeñoburguesía

Nosotros estamos de acuerdo con el "Manifiesto Comunista" en aquello de que <<Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos>>. Y en este aspecto, la idea de quienes de verdad luchan consecuentemente contra el gran capital y por el comunismo, es que el trabajador por cuenta propia y el explotador de trabajo ajeno en pequeña escala, son otras tantas excrecencias económicas y sociales de la anarquía e irracionalidad propias de la sociedad capitalista definitivamente caduca; constituyen categorías sociales sin ninguna perspectiva histórica de estabilidad, económicamente improductivas y políticamente reaccionarias; constituyen formas de vida emparentadas con el atraso económico y con el pasado histórico, mientras que el proletariado es una clase objetivamente comprometida con el futuro y el progreso de la humanidad. El propósito de los comunistas no pasa, pues, por apoyar a estos sectores en sus luchas por conservar sus negocios dentro de la sociedad capitalista. Los comunistas quieren formar coalición con ellos, pero no para alargar su penuria relativa históricamente creciente, traumas familiares e incertidumbre personal dentro del capitalismo, sino para acabar definitivamente con semejante situación revolucionando el sistema de vida burgués; no para hacer todavía más traumático y prolongado el nacimiento de la sociedad comunista, sino para aliviar y acortar los dolores del parto en quienes encarnan estas categorías sociales. ¿De qué modo?

  1. expropiando sin compensación al grande y al mediano capital;
  2. prohibiendo la explotación del trabajo asalariado a título privado;
  3. garantizando a quienes se venían desempeñando como pequeños explotadores capitalistas un puesto de trabajo en las empresas expropiadas y/o promover su agrupación por actividad en empresas cooperativas;
  4. Siempre que se respete el nuevo principio de no emplear mano de obra asalariada, permitir a todos aquellos pequeños productores que así lo decidan, continuar con su antigua actividad.

Este es el modo, el único efectivamente comunista, de ganar a sectores de la pequeñoburguesía para la revolución socialista. Y partidos como el P.C.E., ya no es que no tenga voluntad de proceder así porque sus ideas jamás han sido éstas, que también, sino que -dadas las condiciones en que se encuentra- no puede. Ni siquiera insinuarlo. Y por dos razones. La primera, porque violaría el pacto de Estado que fue a firmar en 1976 a Bucarest ante el General Díaz Alegría, quedando en ese caso automáticamente excluido del actual sistema oligárquico de partidos. La segunda, porque dados los prejuicios anticomunistas y la estupidez política que el P.C.E. contribuyó en gran medida a cultivar en este país durante decenios, la democracia de mercado le penalizaría comicialmente dejándole mucho más desaforado que después del 13J.

El GPM no te ha dicho que <<una fracción de la burguesía española se vería representada en el P.C.E.>>, sino que hablamos de <<la pequeña y mediana burguesía ecopacifista española políticamente representada por el P.C.E.>> que no es lo mismo. Una cosa es que la quequeñoburguesía se vea representada en el P.C.E. y otra que el P.C.E. represente sus intereses con ese propósito, que esto es lo que hace. Si, como tu dices -y los actos políticos así lo confirman- el P.C.E. defiende los intereses inmediatos de la pequeña y mediana burguesía comercial frente a las grandes superficies, ¿para que lo hace sino para capitalizar electoralmente a esos sectores, para convertir sus votos en escaños o puestos ejecutivos dentro del aparato estatal burgués? Con todos los respetos, hay pequeños y medianos capitalistas que por las convicciones ideológicas, el talento político y la abnegación militante, ni a lo lejos y de noche se parecen a Engels. Sin embargo, buscan hacer algo por sus propios intereses y de paso vivir en paz con su conciencia "comunista". Como dice Marx: quieren sentirse a la vez "economistas y pueblo". Algo parecido a lo que supuestamente experimentan los dirigentes políticos electos del partido que viven de los presupuestos estatales. Con la prueba política que acabas de aportar, ¿se puede negar que el P.C.E. sea la representación de toda esa gente, de que ese partido sea el espejo donde estos sectores se pueden ver reflejados en su contradicción dentro de la sociedad capitalista?

Propuestas como la que aprobó el IV congreso del P.C. de Madrid en febrero de 1997, propugnando crear <<canales de participación social que impliquen en especial a sindicatos, movimiento vecinal, pequeña y mediana empresa, movimiento ecologista, mujeres, jóvenes>>, delimitan la franja electoral del P.C.E. y el lugar que ocupan dentro del Estado capitalista. Y la táctica de apoyar a las PYMES en su lucha contra los monopolios a condición de que adquieran <<compromisos con el empleo, modernización y participación de los trabajadores>>, demuestra que el celo del P.C.E. por mantener el medio ambiente burgués llega a extremos de una imaginería que supera los mejores oráculos de nuestro inefable "Rapel". Como si los límites económico-sociales de la ley del valor pudieran extenderse como la goma de mascar.

Resoluciones como ésta seguro que abundan en cada una de las organizaciones federadas de tu partido. Libre de polvo y paja, esta resolución plasmada en el programa electoral de I.U. para las últimas elecciones, se resume en el consabido <<apoyo fiscal y financiero a las PYMES y pequeño comercio>>. En cuanto a las alternativas para el campo español, el P.C.E. hace tres cuartos de lo mismo. En vez de profundizar en una táctica conducente a ganar la voluntad política de los pequeños agricultores y ganaderos para la revolución, diciendo la verdad, esto es, teniendo en cuenta la "Ley general de la cumulación capitalista", se les miente en nombre del marxismo haciéndoles creer en la posibilidad ilusoria de que el futuro de sus hijos está garantizado por una actividad que -como el pequeño comercio- va a contrapelo de la inevitable tendencia al predominio económico cada vez mayor de la gran empresa en la esfera de la producción y de la circulación. Nada dice en su programa ni traduce en su política concreta acerca de las consecuencias económicas y sociales del desarrollo de las fuerzas productivas en el campo bajo el capitalismo. Nada sobre la incompatibilidad no ya histórica sino actual entre este desarrollo y el mantenimiento de la propiedad privada de la tierra y de los medios de producción en la actividad agropecuaria y extractiva en general.

Esta contradicción se expresa en que el exceso de producción permanente en la industria agropecuaria amenaza con el derrumbe de los precios y la práctica desaparición de la renta territorial y de la ganancia industrial. La política de subvenciones se explica por una doble necesidad: En primer lugar, recortar la producción y oferta de productos primarios para evitar que la caída de precios haga imposible la actividad en el sector; en segundo lugar, para mantener funcionando una franja de empresas medianas y pequeñas con costes de producción por encima de los precios vigentes. ¿De dónde sale gran parte del dinero de estas subvenciones? De los impuestos que recaen sobre el salario de los trabajadores europeos en general. El hecho de que buena parte de la renta territorial y de la ganancia industrial que perciben los terratenientes e industriales agropecuarios de los países imperialistas deban ser subvencionadas, pone de manifiesto dos cosas: 1) que la ley del valor clama por la implantación del socialismo en el campo al dejar sin utilidad social a gran parte de la tierra, de la fuerza de trabajo y del capital actualmente empleados en el campo, mientras dos tercios de la humanidad padecen de hambre crónica; y 2) que la política de subvenciones lesiona los intereses presentes del proletariado industrial no agrícola, mientras se vuelve progresivamente incompatible con los intereses históricos del conjunto según avanza el desarrollo incontenible de las fuerzas productivas en el campo y la consecuente tendencia no menos irresistible a bajar los precios de los productos de primera necesidad, por exigencia de la ley del valor en la industria urbana.

Es en este contexto donde se revela el papel objetivamente contrarrevolucionario que juegan dirigentes como Julio Anguita y Emilio Romero al frente de manifestaciones de jornaleros en defensa de la pequeña y mediana explotación del trabajo dedicado al olivo, el mismo que juega el eurodiputado Salvador Jové proponiendo una reglamentación comunitaria para la adjudicación de las subvenciones en el agro europeo. Pan para hoy y hambre para mañana. Esta política expresa muy bien el cometido esencial de los intelectuales del P.C.E., cual es el de garantizar la vinculación orgánica permanente entre la base material del sistema burgués y su superestructura ideológica y política, entre la cultura de la ganancia capitalista y la cultura de la democracia representativa de partidos, entre la ley del valor y las instituciones Estado, entre la explotación del trabajo asalariado y el "parlamentarismo revolucionario".

Que hoy el proletariado español vaya a remolque de otros partidos más representativos de la pequeña y mediana burguesía no invalida este razonamiento. En cambio, sí que esa dispersión política tiene mucho que ver con lo que ha venido haciendo el P.C.E. desde bastante antes de la transición. En cada momento histórico, el comportamiento de la vanguardia natural del proletariado se explica no sólo por las condiciones objetivas en que vive y por lo que le inducen a hacer sus enemigos visibles, sino por la educación que ha recibido de las organizaciones politicas en que tradicionalmente se ha venido sintiendo representada. Desde los tiempos de la Segunda República, el P.C.E. ha venido fetichizando la idea de la democracia de mercado en la conciencia del proletariado español. Este fetiche político jugó y sigue jugando el mismo papel contrarrevolucionario que el Código napoleónico y el Imperio en la conciencia del campesino parcelario francés durante la insurreción obrera de junio de 1848 (2):

<<...Por tanto, sólo un (partido) reaccionario, enemigo de la clase obrera, lacayo de la burguesía, puede dedicarse ahora a pintar los encantos de la democracia burguesa y a hablar de la democracia pura, mirando a un pasado ya caduco. La democracia burguesa ha sido progresiva en comparación con la Edad Media, y había que utilizarla. Pero ahora es insuficiente para la clase obrera. Ahora hay que mirar no hacia atrás sino hacia delante, y sustituir la democracia burguesa por la proletaria. Si ha sido posible (y necesario) realizar en el marco del Estado democrático burgués el trabajo preparatorio de la revolución proletaria, la instrucción y formación del ejército proletario, encerrar al proletariado dentro de ese marco, cuando se ha llegado a las "batallas decisivas", es traicionar la causa proletaria, ser un renegado...>> (V.I. Lenin: "La revolución proletaria y el renegado Kautsky" Cap.IV: "Que no se atrevan los soviets a convertirse en organizaciones estatales". El primer paréntesis es nuestro)

Punto 4.

La cuestión del llamado "parlamentarismo revolucionario"

a) Democracia real y democracia formal o pura

Tal como lo sugiere Lenin en el pasaje de su obra que acabamos de citar, en la etapa de transición hacia la hegemonía política de la burguesía dentro de la moderna sociedad emergente, la democracia jugo un papel revolucionario de importancia en la lucha contra la reacción feudal. ¿Por qué?

Si a ti se te preguntara quién podría ser la mejor personificación histórica de la democracia, seguro que no se te ocurriría pensar en Babeuf -que en 1796 preparaba una insurrección violenta contra el poder corrupto del capitalismo representado en el Directorio- ni en el "terrorista" Robespierre, jefe de la sangrienta dictadura de 1793. Menos aún en los violentos obreros comunistas de París. Sin embargo, para la opinión pública predominante por entonces en Europa, este tipo de agentes sociales eran la más alta expresión de la democracia. Es que la lucha por los derechos democráticos en contra de los derechos dinásticos, no se entendía desligada de su contenido material o económico. En el siglo XVIII, demócratas eran los que luchaban como fuera contra la concentración de la propiedad privada concebida como privilegio político hereditario de unos pocos. El ejercicio político de la democracia estaba indisolublemente unido a la democratización de la propiedad, a su mayor reparto entre los miembros de la sociedad. En noviembre de 1849, el diputado conservador von Bismark identificaba a los demócratas con los insurrectos de junio, partidarios del más extremo reparto de la riqueza. Así se manifestaba ante la Dieta renana:

<<Aspiran a la propiedad de la tierra no sólo los que tienen temporalmente el usufructo, sino también los que no lo tienen. Durante todo el pasado año, las promesas de los demócratas agitaron a la numerosa clase de los jornaleros de las provincias orientales, de Pomerania y de Prusia para formular esas exigencias (...) Es un hecho deplorable que aumente la envidia de los jornaleros contra los campesinos poseedores, al ver que los frutos de la revolución son cosechados únicamente por los que gozan de una posición desahogada, sin ninguna ventaja para ellos. Las exigencias de los jornaleros no se limitan, de hecho a que se les concedan los terrenos, cuyo uso constituye una parte de su salario, ya que ninguno vive sólo de eso. Van más allá: pretenden la completa repartición no sólo de los feudos sino también de las haciendas>> (Arthur Rosenberg: "Democracia y Socialismo" Cap. I)

Robespierre sintetizó el espíritu democrático de su tiempo propugnando el ideal social del pequeño propietario honesto y satisfecho. La democracia como pura forma política basada en el acto comicial periódico y la división de poderes dentro del aparato Estatal desligado de su referente económico-social concreto, en el siglo XVIII carecía por completo de sentido para todos los estamentos sociales. Demócrata por aquellos tiempos no era el que seguía el ritual de las elecciones periódicas y consagraba la institución parlamentaria. Todo eso existía bajo el dominio social de la nobleza. Ún demócrata cabal del siglo XVIII era el que luchaba por emancipar la decisión política expresada en el voto de todo censo de riqueza y privilegio político.

Ahora bien, en razón de no poder disponer más que de su propia humanidad, el proletariado aparecía como la encarnación social insuperable de la democracia social, la mayor atomización posible de la propiedad. Cuando en el "Manifiesto Comunista" dejan escrito que:

<<...el primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia>>, anunciando seguidamente que <<el proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital>>, Marx y Engels estaban

conectando de modo esclarecedor con esa opinión pública predominante de su tiempo, alumbrando a los discípulos de Babeuf y de Robespierre el camino de la verdadera revolución democrática. Tal es la diferencia fundamental entre la noción de la democracia, puramente política o formal predominante en nuestros días, y la significación económico-social que tenía en los tiempos del "Manifiesto Comunista".

 

b) Sufragio universal y parlamentarismo en tiempos de Marx y Engels.

Como dijimos en otro lugar de la polémica, dado el todavía incipiente grado de desarrollo de las fuerzas productivas y la pequeña masa de capital acumulado en funciones, el proletariado era todavía una clase relativamente minoritaria. Si quería conquistar el poder debía establecer una alianza con el movimiento democrático de la pequeñoburguesía rural y urbana, no para implantar el socialismo, sino para desarrollar el capitalismo hasta el punto de maduración que permitiera cumplir tal objetivo histórico. Ocho meses antes de publicarse el "Manifiesto", semejante política de alianzas diseñada por la "Liga de los comunistas" , apareció en octubre de 1847 claramente expresada por Engels en la "Gaceta alemana de Bruselas" :

<<Los comunistas, lejos de provocar, en las actuales circunstancias, inútiles encuentros con los demócratas, se comportan como demócratas en todas las cuestiones prácticas del partido. La democracia tiene como consecuencia en todos los países avanzados el poder político del proletariado, y el poder político del proletariado es la primera condición previa de toda iniciativa comunista. Mientras no se haya conquistado la democracia, los comunistas y los demócratas combatirán codo con codo, los intereses de los demócratas serán los de los comunistas. Hasta ese momento, las diferencias de los dos partidos tienen una naturaleza teórica y pueden discutirse perfectamente en forma teórica, sin que la acción común se vea perjudicada de alguna manera. Puede haber acuerdo también en algunas iniciativas que deberán emprenderse sin ninguna demora para la consecución de la democracia en beneficio de las clases oprimidas, tales como la gestión por parte del Estado de la gran industria, de los ferrocarriles, de la educación de los niños por cuenta del Estado, etc.>> (F.Engels Op.Cit.)

La simple y directa lectura de este pasaje da como para que los militantes de I.U. y del P.C.E. puedan sentirse orgullosamente reconocidos en el marxismo porque, como se ve, Engels parece identificarse aquí con los objetivos estratégicos de ambas formaciones políticas con una antelación de 152 años, como si desde entonces no hubiera pasado nada. Pero el caso es que esta propuesta política, dirigida por Engels a los obreros europeos, no estaba concebida como parece a simple vista. Cuando Engels decía esto, estaba pensando en lo ocurrido durante las dos generaciones anteriores con la pequeña propiedad en los dos países punteros del capitalismo. Sabía que al igual que había sucedido en Inglaterra y Francia, el poder político del proletariado estaba ligado a su desarrollo social y éste a la descomposición de la pequeña propiedad rural y urbana por efecto de la ley del valor, a la conversión de buena parte de los millones de campesinos y artesanos de aquella época en asalariados modernos. Según la concepción estratégica de Marx y Engels, la lucha por los derechos políticos democráticos -electorales y parlamentarios- de las clases subalternas, iban unidos a la concreción de este proceso de proletarización, y al subsecuente aprendizaje político de los trabajadores en el camino hacia su necesaria unidad política, condiciones ambas de ineludible cumplimiento para que esta clase social pudiera aspirar seriamente a cambiar de raíz el sistema. Nada que ver con la estrategia reformista de conciliar históricamente al proletariado con la subsistencia de la pequeña y mediana propiedad capitalista.

A diferencia de los partidos reformistas de hoy estilo P.C.E., la democracia burguesa nunca fue para Marx y Engels el vehículo de la revolución. Jamás pensaron en pagar billete para subirse a ella confiando en ser confortablemente conducidos al socialismo con la precisión de un horario de ferrocarril. Concibieron la "democracia" como una eficaz incursión del proletariado en campo enemigo dadas determinadas condiciones, pero no como el hogar de la política revolucionaria.

La crítica a la llamada izquierda parlamentaria desde las páginas de la NGR, culminó con un extenso artículo que Engels dedicó al debate en la nueva Asamblea Nacional con motivo del mensaje de la Corona, donde anticipa la función del "transformismo" gramsciano que la burguesía empezó a operar en Alemania desde los parlamentos todavía no emancipados de la tutela institucional de la nobleza. Lo único que Engels ve de interesante en esos debates, es...

<<la arrogancia pueril de la derecha y el cobarde hundimiento de la izquierda.[...] Estos señores de la izquierda disminuyen sus pretensiones en la medida misma que la derecha aumenta las suyas. En todos sus discursos se percibe ese abatimiento producto de amargas decepciones, esa actitud abrumada del ex-miembro de la misma asamblea que primero dejó empantanarse a la revolución y después, hundiéndose en el pantano por ella misma creado, lanzó un grito doliente: ¡el pueblo no está aun maduro! incluso los miembros más resueltos de la izquierda, en lugar de oponerse resueltamente a toda la asamblea siguen acariciando la esperanza de obtener algún resultado en la Cámara y, gracias a la Cámara, obtener una mayoría para la izquierda. En lugar de adoptar en el parlamento y una actitud extraparlamentaria, la única honrosa en tal Cámara, hacen concesión tras concesión con la esperanza de una solución parlamentaria. En lugar de ignorar en toda la medida posible el punto de vista constitucional, buscan conscientemente la ocasión de coquetear con él por amor a la paz [...] ¿Por qué intentan convencerse de que pueden obtener por vía parlamentaria lo que sólo pueden obtener por vía revolucionaria, por la fuerza de las armas? Sin duda la via parlamentaria ha elevado a esos señores a una altura [...] donde el l'spirit de corps comienza y la energía revolucionaria, si la había, se evapora>> (F. Engels: "El Debate de Berlín sobre el Mensaje" en NGR del 30/3/849. Citado por F. Claudin: "Marx, Engels y la revolución de 1848" cap. II. Subrayado nuestro)

Los marxistas no actúan pensando que el destino del socialismo esta ligado a la democracia de mercado, sino que la evolución de la democracia como gobierno del pueblo y no como gobierno de una oligarquía de partidos, está ligada al movimiento socialista. Si fuera sólo cuestión de juzgar por la experiencia política directa del proletariado europeo, su empeño en la lucha por llegar a ejercitar el derecho electoral desde 1848 no tuvo compensación alguna. El funcionamiento de las instituciones de Estado burguesas como instrumento político fue realmente desastroso para el movimiento revolucionario. Basta recordar que tanto la derrota de junio de 1848 como la comuna de 1871, sucedieron con la aprobación de una asamblea nacida del sufragio universal. Marx y Engels fueron plenamente conscientes de ello. Sin embargo, todavía en 1883 ambos entendieron necesario que los obreros revolucionarios participaran dentro de las instituciones burguesas de Estado. ¿Por qué? Por dos razones. Primera: El proletariado, que por esos tiempos vivía su etapa infantil, carecía todavía de fuerza social y preparación política suficientes para aspirar a hacerse cargo de la historia. Antes de la revolución proletaria debía completarse la revolución democrático-burguesa. Y el aspecto político de esa revolución pasaba por la vigencia de las instituciones parlamentarias y por la universalización social del derecho incondicionado al sufragio. Segunda: en toda esa etapa, el proletariado debía constituirse orgánicamente como clase en sentido político.

Para los creadores del materialismo histórico, tanto la lucha por el sufragio universal como la consecuente participación de los obreros en las luchas parlamentarias, estuvieron determinadas por la necesidad histórica objetiva contradictoria de instaurar la sociedad capitalista y la vigencia de la propiedad privada pura emancipada de todo derecho político dinástico, así como para contribuir a forjar la unidad orgánica del proletariado, la constitución de los partidos obreros. Decimos contradictoria, en razón de que la conquista social del sufragio universal es sin duda objetivamente revolucionaria. No sólo porque permitió consolidar el poder de la burguesía como clase dominante, sino porque -tal como ocurre en la estructura económica con la fuerza de trabajo- el sufragio universal en tanto forma política de expresar la voluntad colectiva mayoritaria para decidir qué hacer, trasciende históricamente los límites del sistema burgués. Pero ya vimos -y al parecer estamos de acuerdo en ello- que mientras permanezca sometida al proceso de valorización, la fuerza de trabajo no hará más que reproducir la relación capitalista. Del mismo modo, mientras permanezca cautivo de la "democracia de mercado", el sufragio universal no puede dejar de ser una forma de existencia política del capital, su forma política de existir por excelencia.

Por lo tanto, nosotros compartimos la idea de que desde los tiempos de Lassalle, la tendencia cada vez más acentuada a la conversión de los partidos de composición obrera en instrumentos políticos del capital, tuvo mucho que ver con la presunta función revolucionaria de la actividad política electoral y parlamentaria, donde la conversión de la voluntad política en mercancía, y del elector en cliente, tiende a desnaturalizar completamente el poder político de clase, limitándolo férreamente a la lucha por su distribución partidaria y hasta personal dentro del aparato burócrático-estatal burgués.

Desde 1863, y a lo largo de veinte años, Marx y Engels desarrollaron una labor incansable de crítica contra esta desviación en el seno del Partido Socialdemócrata Alemán, cuyo resultado fue completamente inútil a los fines de reencauzar a ese partido obrero, el mayor de Europa, por la senda de la revolución. Sin embargo, más allá de atribuirlo a malos dirigentes tipo Lassalle y Liebnekcht, no se conoce que ninguno de los dos geniales creadores del materialismo histórico hayan empleado este método para explicar convincentemente el fenómeno. En una entrevista concedida en diciembre de 1878, hablando de la situación en Norteamérica, Marx insiste una vez más en la necesidad de crear en todas partes partidos obreros independientes, y seguidamente denuncia que <<Los especuladores y las camarillas se han adueñado de los parlamentos, al tiempo que la política se ha convertido en un negocio>>. Pero no parece haber advertido la contradicción que encierra semejante declaración y las posibles consecuencias para el futuro desarrollo del movimiento y las luchas decisivas por venir, ante los peligros de mantener a los estados mayores de la revolución en ese juego politiquero corrupto. Más aun cuando la acción contestataria al sistema desaparece de la calle y la vida partidaria languidece. En semejantes condiciones, ante el relajamiento del control ideológico y político por parte de los asalariados en repliegue, los representantes del partido proletario ante el Estado, acaban por convertirse en representantes del Estado ante una masa convertida en clientela electoral.

El año en que Marx pronunció estas palabras, Bismark procedió a ilegalizar al Partido Socialdemócrata Alemán. Esta medida fue inteligentemente observada por el presitigioso sociólogo burgués Max Weber, a quien citamos en otro lugar de nuestra polémica contigo, en un contexto que estimamos pertinente repetir aquí, más aun a la vista de que has preferido eludirlo:

<<La única diferencia entre los acólitos de Kautsky (cuando votó los créditos de guerra) y los actuales seguidores de Anguita, es que en 1914, el SPD era el partido institucional más importante de Alemania con un millón de miembros y cuatro millones de electores. Podía haber parado aquella guerra y no lo hizo. ¿Por qué? Pues, porque a fuer de pisar las alfombras de los despachos ministeriales y hacer comedia política por los pasillos del Reichstag, habiendo sido el partido de la clase obrera, había pasado a ser el partido del Estado burgués imperialista alemán; tal como lo previó magistralmente Max Weber cuando antes de 1890 criticaba a Bismark por negarse a abrir las puertas de las instituciones de Estado al SPD:

"Se puede preguntar -decía Weber- quién tiene más que perder en ello: ¿la sociedad burguesa o la socialdemocracia? En cuanto a mí, yo creo que es la socialdemocracia, más concretamente aquellos de sus adherentes que son los portadores de la ideología revolucionaria"

Es una ley de la política que cuanta mayor fuerza electoral llegan a tener partidos de izquierda institucionalizados por la burguesía, como el P.C.E., más débiles se vuelven los vínculos ideológicos revolucionarios que le unen a la clase obrera y más fuertes sus compromisos con la fracción nacional del capital que representa el Estado que integran. En este sentido, las claudicaciones de Lassalle y las vacilaciones de Liebknecht o Bebel en 1870 -cuando el SDAP sólo agrupaba a 14.000 obreros- fueron mucho más clamorosas que las de Kautsky en 1914.>> (Del GPM a Rafael Pla López: 19/5/99)

c) Las concesiones de Engels a la práctica electoral y parlamentaria en 1895.

El portador de la ideología revolucionaria que más perdió en todo este asunto fue sin duda ninguna Federico Engels. En 1891, con motivo de publicarse la cuarta edición de su obra: "Del socialismo utópico al socialismo científico" hizo un pequeño agregado para referirse a las sociedades anónimas y los truts, y no dijo nada acerca de la incidencia de estas formas de centralización extrema del capital sobre el Estado burgués y sus instituciones. De haberse puesto a reflexionar sobre el cambio cualitativo que sintetizaría en el capitalismo monopolista de Estado, tal vez Engels hubiera podido prever teóricamente hasta qué punto esta nuevas condiciones históricas del capital afectarían la relación entre táctica electoral y estrategia revolucionaria, y entonces el movimiento político del proletariado hubiera tenido de él un legado distinto. Pero no lo hizo. Y durante sus últimos años de vida Engels siguió defendiendo esta táctica, hasta el punto de hacerla aparecer bajo la forma de testamento político en su introducción de 1895 a la obra de Marx: "Las luchas de clases en Francia":

<<En todas partes se ha imitado el ejemplo alemán de utilización del derecho de voto, de conquista de todos los puestos que nos sean accesibles; en todas partes se deja de lado el desencadenamiento del ataque sin preparación (...)

Los dos millones de electores que envía (la socialdemocracia alemana) al escrutinio, contando con los jóvenes y las mujeres que hay detrás de ellos en calidad de no electores, constituyen la masa más numerosa, la más compacta, el "grupo de choque decisivo" del ejército proletario internacional. Esta masa significa, ya ahora, más de un cuarto de sufragios (...) Su crecimiento se produce de modo tan espontáneo, constante, irresistible, y, al mismo tiempo, tan tranquilo, como un proceso natural. Todas las interevenciones estatales tratando de impedirlo se han demostrado impotentes. Podemos contar, desde hoy, con un millón y cuarto de electores. Si seguimos adelante como hasta ahora, de aquí al final del siglo habremos conquistado la mayor parte de las capas medias de la sociedad, tanto a los pequeñoburgueses como a los pequeños campesinos, y creceremos hasta convertirnos en la potencia decisiva del país, ante la que tendrán que inclinarse todas las demás fuerzas, lo quieran o no. Mantener incesantemente este crecimiento hasta que, por sí mismo, se haga más fuerte que el sistema gubernamental en el poder; no desgastar con combates de vanguardia este "grupo de choque", sino conservarlo intacto hasta el día decisivo; ésta es nuestra principal tarea>> (F.Engels Op.cit.)

Leídas las pruebas de imprenta, la dirección del SPD pidió a Engels que suavizara el tono "demasiado revolucionario". Engels criticó duramente esta posición "vacilante" y su disposición a no ir con la defensa de esta táctica más allá de <<obrar exclusivamente sin salirse de la legalidad>>. Sin embargo, obligado a tener en cuenta la opinión de la dirección, "Engels accedió a omitir en las pruebas de imprenta varios pasajes y cambiar algunas fórmulas. Una vez publicado el texto, pudo comprobarse que había sido escandalosamente mutilado por Víctor Adler y Kautsky, quienes en nombre de la dirección del partido procedieron a desnaturalizar su sentido eliminando de él todo lo que seguía siendo básicamente revolucionario en aquel viejo luchador compañero de Marx. El 1º de abril de 1895, Engels escribía a Kautsky:

<<Veo hoy en el Vorwärts un extracto de mi introducción, reproducido sin que yo supiera y arreglado de tal modo que aparezco como un apacible adorador de la legalidad a todo precio. Por eso deseo aún más que la "Introducción" se publique sin cortes en la Newe Zeit para que esa impresión vergonzosa quede borrada>>.

Pretextando que el partido podía ser objeto de persecución judicial, Bebel y Kautsky se negaron a satisfacer las exigencias de Engels, quien finalmente se resignó a aceptar los hechos consumados, dejando de insistir para que la "Introducción" se publicara tal como fue presentada por segunda vez, antes de ser manipulada. La versión integra de este escrito salió a la luz pública recién en 1918 por iniciativa de la Internacional Comunista. Cuando Bebel y Kautsky trataban de disuadir a Engels, en realidad no actuaban en representación oficial del del partido obrero, sino como representantes oficiosos del Estado alemán ante un militante "portador de la ideología revolucionaria" dentro del partido, que en este caso fue Engels. Aunque sólo en parte, se había cumplido la perspicaz previsión de Weber acerca de quien tendría más que perder con la táctica electoral.

Lo cierto es que, en su sentido global, ese texto no podía ser manipulado para que dejara de ser revolucionario, porque no lo era. Lo que venía a decir, en esencia, es que la táctica electoral y la participación de las organizaciones obreras en las instituciones burguesas de Estado, conecta sin solución de continuidad con la revolución inevitablemente cruenta. ¿Cómo? Previendo que el ascenso electoral irresistible y tranquilo al gobierno por parte del partido proletario, será con toda seguridad impedido mediante la violencia contrarrevolucionaria de los capitalistas en el poder, lo cual justificará la respuesta igualmente violenta de los oprimidos contra la opresión:

<<La subversión socialdemocrática, que por el momento vive de respetar las leyes, sólo podrán contenerla mediante la subversión de los partidos del orden, que no puede prosperar sin violar las leyes. (...) Pero no olviden ustedes que el Imperio alemán, como todos los pequeños Estados y, en general, todos los Estados modernos es un producto contractual: producto, primero, de un contrato de los príncipes entre sí y, segundo, de los príncipes con el pueblo. Y si una de las partes rompe el contrato, todo el contrato se viene a tierra y la otra parte queda también desligada de su compromiso. Bismark nos lo demostró brillantemente en 1866. Por tanto, si ustedes violan la Constitución del Reich, la socialdemocracia queda en libertad y puede hacer y dejar de hacer con respecto a ustedes lo que quiera. Y lo que entonces querrá, no es fácil que se le ocurra contárselo a ustedes hoy.>> (F. Engels Op.cit.)

Ya en 1884, Engels había llegado a la conclusión de que el nexo histórico entre los contenidos de la democracia revolucionaria burguesa y el movimiento socialista se había roto para siempre. Había comprobado que una vez consolidado su poder de clase, el Estado capitalista como depositario y ejecutor de la "voluntad popular", permitió a la burguesía apoderarse de la palabra democracia para vaciarla de todo contenido social y convertirla en "democracia pura", que en esencia se reduce al mero acto cívico de votar que poco tiene que ver con el ejercicio del poder real. Este razonamiento le llevó a concluir que, a partir de entonces, el futuro de la clase obrera estaba exclusivamente en manos del proletariado socialista. Pero siguió pensando que la democrácia burguesa formal o pura, seguía siendo útil al desarrollo del movimiento revolucionario.

Cuatro años después, en "El Origen de la Familia la propiedad privada y el Estado" , Engels completó aquél razonamiento. Dice allí que la república democrática es la forma más elevada del Estado bajo el capitalismo; que en ella, la riqueza, bajo la forma de capital, ejerce su poder indirectamente por arriba, mediante la corrupción directa de los funcionarios estatales para forjar la alianza entre el Estado y la Bolsa; por abajo directamente a través del sufragio universal; que mientras el proletariado no esté maduro para ejercer el poder por si mismo, su mayoría reconoce el orden social de la burguesía como <<el único posible>> y políticamente el proletariado no podrá pasar de ser la <<extrema izquierda>> del sistema; que, no obstante, el ejercicio del sufragio universal le vale para ir madurando, para forjar su unidad política y elegir a sus representantes, <<no los de los capitalistas>>, pero nada más:

El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero esto es bastante. El día en que el sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer>> (Engels: Op.cit. Cap. IX: Civilización o barbarie)

En este párrafo se fotografía al PCE y a su instrumento electoral que es IU. En definitiva, el PCE es la izquierda del sistema, sistema que no quiere abandonar, que no ha abandonado jamás desde que, en 1932, la dirección del partido encabezada por José Bullejos, fue sustituida por un equipo de reformistas dirigidos por José Días, Dolores Ibarruri, Vicente Uribe y Jesus Hernández. Desde entonces, jamás fueron capaces de adoptar la táctica que va implícita en la segunda parte del párrafo, que no es otra que elaborar una alternativa de poder al actual sistema, es decir no tener como objetivo el sufragio universal y la participación en las instituciones del <<Estado actual>>, si no una alternativa superadora del <<Estado actual>>.

Esto mismo pensaba Engels de la socialdemocracia de entonces. En su "Contribución a la crítica del proyecto de programa" puesto a consideración durante el congreso de Erfurt de 1891, advierte y denuncia que el Partido obrero socialdemócrata alemán estaba profundamente penetrado por el oportunismo que le mantenía férreamente atado al Estado burgués. En sus observaciones puede verse claramente dibujada la tendencia contrarrevolucionaria del partido -temeroso de perder la legalidad- a considerar al Estado alemán como su principal referente político. Exactamente el mismo comportamiento del P.C.E. respecto del <<Estado actual>> a instancias de I.U., más de un siglo después.

Ahora bien, cuando dice que el sufragio universal marca el grado de madurez del proletariado y que no puede llegar nunca a más dentro del <<Estado actual>>, Engels pone los límites de la madurez del proletariado no en el sufragio universal, sino en que el derecho al voto permanece cautivo del aparato de Estado burgués en tanto expresión político-orgánica del proceso de valorización.

Pero seguidamente dice que cuando el sufragio universal marque el punto de ebullición de la lucha entre las dos clases universales antagónicas, <<ellos>>, los trabajadores -que no sus dirigentes- <<sabrán qué deben hacer.>>. Si es como Engels lo da claramente a entender, si habiendo llegado << de modo tan espontáneo, constante, irresistible, y, al mismo tiempo, tan tranquilo>> a ese punto de <<ebullición>>, los trabajadores sabrán qué hacer y que lo harán, eso quiere decir que el ejercicio del sufragio universal bajo el capitalismo permite al proletariado alcanzar el grado de madurez suficiente como para pasar sin solución de continuidad a la acción revolucionaria. Entonces da igual que los partidos obreros sean más o menos oportunistas, más o menos contrarrevolucionarios, porque llegado el momento de la <<ebullición>>, cuando la burguesía se vea obligada a violar su propia legalidad, los trabajadores, de modo igualmente espontáneo pero no ya tan pacíficamente, convertirán a esos partidos que durante años hicieron de la conciliación de clases el hogar de su política, en instrumentos eficaces de la revolución socialista.

d) La función de los comicios y la democracia representativa en la revolución alemana de 1918-19

Rosa Luxemburgo compartía esta posición. Para ella, partidos como el SPD, nacidos y conformados por el capital en períodos de retroceso ideológico y político de los explotados, que llegan a reunir a grandes sectores del proletariado y que, naturalmente, no pueden tener en esencia nada de revolucionarios, pueden sin embargo ser reconducidos a la revolución en los momentos de alza en las luchas obreras. Por ello se opuso a la izquierda holandesa que se separó del partido reformista, y a los radicales de izquierda alemanes que hicieron lo propio respecto del SPD, convocando incansablemente a las masas para la reconquista revolucionaria del partido. Según ella, no había que apartarse de las masas aun cuando siguieran al peor de los partidos obreros. Idéntica fue la postura de Engels.

Esta postura se afirma en dos premisas que nada han tenido que ver con la prueba de la práctica histórica. Primera: que la idiosincracia ideológica y política de los partidos políticos obreros se ajusta históricamente al signo de la lucha de clases; segunda: que las masas obreras siempre actúan en sentido revolucionario, o al menos su acción jamás deviene contrarrevolucionaria. En este sentido, Engels se equivocó al asimilar el sufragio universal a un índice que se limita a medir el grado de madurez del proletariado. Las elecciones y el parlamentarismo dentro del Estado burgués, como expresión política del proceso de valorización del capital, son algo más que un patrón de medida. Estas formas políticas no sólo miden sino que deforman lo que miden, interviniendo en la lucha obrera para frenarla y torcer su curso revolucionario.

Los hechos históricos están ahí para quien tenga interés en conocerlos. En 1914, el SPD se reveló en todo el peso de su lógica contrarrevolucionaria. El 4 de agosto de ese año, su fracción parlamentaria, incluida su izquierda, votó los créditos de guerra que condujeron directamente a la primera guerra mundial. El 2 de diciembre, Liebnekcht hijo fue el único diputado socialdemócrata que se negó a votar los nuevos créditos de guerra. Por esa época Rosa Luxemburgo pronuncia su famosa frase: <<Después del 4 de agosto de 1914, la socialdemocracia no es más que un cadáver nauseabundo>>. Pero seguirá utilizando todos los recursos de su retórica y su autoridad para evitar que el partido se rompa por la izquierda, para que los obreros revolucionarios no corten sus lazos con ese "cadáver", pretextando que las masas se encuentran a ese nivel y que no hay que alejarse de ellas.

A raíz de la opción socialimperialista de su voto a los créditos de guerra, el SPD sufrió tres desprendimientos por su izquierda que tuvieron un especial protagonismo en el desenlace de la revolución alemana iniciada en noviembre de 1918. Uno de esos desprendimientos fue el grupo conocido por "Liga Spartacus". Sus miembros conformaron un cuerpo ideológico y político compacto movido por un espíritu auténticamente revolucionario, pero no entiendieron la revolución fuera del SPD; por eso su carta de presentación del 30 de marzo de 1916 concluye diciendo: <<ni partido nuevo ni partido viejo sino reconquista del partido de abajo a arriba por medio de la rebelión de las masas>>. Otro desprendimiento sintetizó en el "Partido Socialista Independiente de Alemania" (USPD), con su propia organización sindical: los "Hombres revolucionarios de confianza" (RO). En su mayoría, este partido estaba constituido por obreros que no querían la revolución pero discrepaban de los métodos burocráticos del SPD. Disponía de una izquierda de composición obrera que actuaba en la calle -los RO- y una derecha que maniobraba en el parlamento. Fue la expresión alemana de lo que Lenin designó con la palabra "centrismo" a nivel internacional. Cuando el USPD se constituyó, en abril de 1917, la Liga Spartacus ingresó como grupo autónomo. Finalmente estaban los "Socialistas internacionalistas de Alemania" (ISD), dirigidos por Pannekoek; coincidían en el mismo ideario revolucionario con la gente de la "Liga Spartacus", pero a diferencia de éstos -que al igual que el USPD fueron expulsados- los grupos oposicionistas que conformaron el ISD rompieron definitivamente con el SPD. Querían una nueva organización efectivamente revolucionaria que evitara la formación de una casta de burócratas corrompidos. El 23 de noviembre de 1918, reunido en Brena, el ISD adoptó la sigla IKD: "Internationale Kommunisten Deutschlands". Tras su conferencia nacional realizada el 24 de diciembre en Berlín, se resolvió una política de fusión con la Liga Spartacus, bajo condición ineludible de que esta organización abandonara el USPD. Así nació el Partido comunista de Alemania (KPD)

El <<punto de ebullición>> señalado por Engels en 1895 se puso manifiesto en Alemania durante los motines de hambre seguidos de saqueos en octubre de 1915 en Chemnitz. En mayo-junio de 1916 tuvieron lugar en numerosas ciudades manifestaciones en solidaridad con Liebnekcht, que fue juzgado por sus gritos sediciosos. En marzo-abril de 1917, en contra de la prohibición de los sindicatos que las consideraban "una traición a nuestros hermanos del frente" se produjo una nueva ola de huelgas. El 16 de abril nació en Leipzig lo que se conoció por el primer consejo alemán, llamado "Comisión", con un programa pacifista, democrático y reformista. Los objetivos del movimiento no superaron ese nivel de definición hasta noviembre de 1918. A los movimientos provinciales le siguieron una gran huelga en Berlín con 250.000 huelguistas que se extendió como una mancha de aceite por Alemania Central entre el 16 y el 23 de abril de 1917. El 19, la fábrica Knorr-Bremse eligió un consejo obrero de tendencia spartaqiuista.

La revolución comenzó en la marina de Kiel, gran puerto del Báltico. Los marinos ya se habían sublevado durante el verano de 1917 siendo por eso sometidos a cárcel y ejecuciones. Los obreros y marinos formaron allí un consejo y el 4 de noviembre tomaron la ciudad. De mayoría SPD, Paz, democracia y reconocimiento de los obreros fue el contenido de su programa. La revolución se apoderó de Hamburgo y Lübek el día 5. En Hamburgo, después de la revuelta de Kiel, estalló una huelga general. La multitud se adueñó de los barcos de guerra, del puerto, del edificio de los sindicatos, de la estación central de ferrocarriles, del regimiento principal (después de un tiroteo y con algunas víctimas), y se armó sin ir más lejos. Extendida rápidamente a todo el país, la revolución sintetizó en la formación de más de 10.000 consejos. Ante el ímpetu de la revolución, todas las estructuras del poder burgués se desplomaron. El Estado y el ejército en primer lugar. Los partidos de la burguesía quedaron de hecho en un segundo plano dejando actuar a los socialistas.

La forma en que el capitalismo logró sobrevivir al movimiento revolucionario en 1918-19 fue completamente nueva. Ante el arrollador impulso de millones de obreros y soldados organizados, todas las instituciones de Estado que tradicionalmente sirvieron al sistema para realizar la tarea contrarrevolucionaria en Alemania se desplomaron. Pero en vez de decidir democrática y directamente qué hacer respecto de cuestiones tales como producción y alimentación, armamento, enlace y coordinación regional, los obreros optaron por delegar el poder haciendo uso del sufragio como habían venido haciendo durante años, votar para dotarse de dirección y representación. Para eso emplearon y perdieron tres valiosos días. El Consejo de Kiel, con mayoría del SPD, eligió presidente a Noske, quien pasaría a la historia como "el perro sangriento" de la revolución alemana; enviado por la dirección del SPD al lugar de los acontecimientos, tomó también en sus manos la dirección de la política local. De este modo, detentando el poder real que habían conseguido en el combate, los obreros revolucionarios se desprendieron de él enseguida. Mediante el sufragio universal el resto de los Consejos eligieron direcciones en su gran mayoría SPD. A partir de este momento, mediante la democracia representativa, la dinámica espontáneamente revolucionaria de la clase obrera fue desmantelada desde dentro mismo de los consejos, que así pudieron ser reconvertidos a la forma política embrionaria de la democracia de mercado con que la reacción encarnada en la socialdemocracia pudo aniquilar al movimiento subversivo independiente relativamente minoritario.

Tras imponer su control dentro de los consejos obreros a instancias del voto mayoritario de los obreros contrarrevolucionarios, el SPD buscó legitimar su gobierno ante el conjunto de la sociedad convocando en diciembre de 1918 a una asamblea constituyente y de los organismos clásicos a nivel local a través del sufragio universal. Al aceptar esta convocatoria, los consejos perdieron definitivamente su apariencia de órganos del poder revolucionario. La "democracia representativa" que permitió ponerlos en manos del SPD, resucitó la democracia burguesa parlamentaria a instancias de la constituyente.

Cumplido este trámite, desde el 10 de noviembre, a través de Ebert, el SPD tomó contacto con los jefes del ejército para cerciorarse de su apoyo. Disipó la razonable desconfianza pronunciando su célebre frase: <<Somos el único partido que puede mantener el orden.>>. Inmediatamente, el SPD declaró terminada la revolución. El discurso oficial del SPD surgido de la constituyente bajo su control fue el siguiente: Al estar el partido de la clase obrera en el poder, la clase obrera ha tomado el poder político. A partir de este momento, la transformación revolucionaria de las relaciones sociales capitalistas es sólo cuestión de tiempo: se trata de un proceso progresivo y pacífico. Hay que desarrollar todavía el capital pues sólo un capital llevado hasta el último estadio de su desarrollo podrá ser socializado. Para ello hay que hacer reinar el orden y aplastar a los "spartaquistas", dicho de otro modo, al "lumpenproletariado reaccionario".

Ignorantes del inminente despliegue de la lógica política contrarrevolucionaria incubada en el SPD por la ley del valor durante años, los dirigentes del movimiento efectivamente comunista, con Rosa Luxemburgo y Carlos Liebnekcht a la cabeza, seguían compartiendo las mismas ilusiones espontaneístas y movimientistas que en esos momentos trataban de extender al resto del proletariado revolucionario. Estas ilusiones aparecieron en un documento titulado "¿Qué quiere Spartacus?" . Rosa dice allí que hasta el 24 de diciembre, la fase "exclusivamente política" de la revolución alemana se había cumplido. En adelante, una vez ocupado el gobierno, la clase obrera debia ser orientada hacia lo esencial, hacia la transformación de las relaciones sociales. Para eso hizo suyo el mismo espíritu que Engels había desplegado en su Introducción a "Las luchas de clases en Francia" :

<<La conquista del poder no debe hacerse de una vez, sino que ha de ser progresiva: nosotros nos introducimos en el Estado burgués hasta ocupar todos sus puestos y defenderlos de todos los ataques exteriores (...) se trata de luchar paso a paso, cuerpo a cuerpo, en cada Lander, en cada ciudad, en cada pueblo, para poner en manos de los consejos de obreros y soldados, todos los instrumentos del poder que habrá que arrancar a la burguesía poquito a poquito. Dentro de este objetivo, debemos, en primer lugar, educar a nuestros camaradas.>> (Op.cit.)

Esto es lo que Rosa Luxemburgo y su fracción se propuso realizar dentro del Estado alemán después del 24 de diciembre; lo mismo que hasta su expulsión había venido haciendo inútilmente durante años dentro del SPD: <<educar a los camaradas>>. Rechazó atacar al Estado (como antes al SPD) porque los obreros ocupaban dentro de él un espacio político considerable y podían hacerle gravitar hacia la política revolucionaria. Hasta su muerte, Rosa siempre pensó que la lucha de clases era exclusivamente flujo y movimiento; nunca comprendió la ley de la política en la sociedad capitalista según la cual, los Estados burgueses, tanto como los partidos políticos de composición obrera una vez que llegan a tenerle por principal referente, jamás pueden ponerse en función revolucionaria.

A esa altura de los acontecimientos, desde el punto de vista burgués estaba claro que aun cuando habían sido políticamente devaluados por el SPD, la forma política de los consejos seguía siendo una fuente permanente de inestabilidad política y caldo de cultivo revolucionario. Evidentemente no son la forma orgánica adecuada a las exigencias de la acumulación del capital. Más aun cuando todo ese periodo estaba siendo atravesado por el efecto demostración de los soviets en la revolución rusa. En efecto, el 10 de noviembre, se reunieron los delegados de los consejos de la región de Berlín, proclamando a Alemania como "República Socialista", al estilo de la segunda república española que todavía hoy preconiza la izquierda del P.C.E. Aun considerándose depositarios de todo el poder, lo delegaron completamente en el consejo de comisarios del pueblo -órgano controlado por el SPD- en quien declararon tener toda la confianza. La consecuencia inmediata de este doble acto de "democracia representativa", fue que el día 13, el consejo de comisarios rechazó la propuesta impulsada por las bases de crear una guardia roja proletaria.

Durante los días 16-20 de diciembre de 1918 se reunió el congreso pan-alemán de los consejos de obreros y soldados que otorgó el poder al Consejo de comisarios del pueblo. Sobre los 485 delegados, 375 formaban parte del gobierno (SPD y USPD de derechas). Rosa Luxemburgo y Liebnekcht no fueron aceptados por ser spartaquistas y los ISD no asistieron, de modo que la única oposición en el congreso estuvo encarnada en los "hombres revolucionarios de confianza (USPD de izquierdas no espartaquistas). El dique de contención "socialista" de la marea revolucionaria funcionaba . Pero no era cuestión de reforzar el dique sino de hacer bajar la marea.

Aprovechando el efecto político de este triunfo "democrático", el SPD creyó llegado el momento de ejercer esa legitimidad hasta las últimas consecuencias, atacando a la volksmarinendivisión formada por 3.000 marinos, que tenía su asiento en Kiel pero se había trasladado a Berlín para defender las conquistas de la revolución en esa región. Según el gobierno, era éste el principal baluarte militar de la revolución. El gobierno provocó a los marinos dejando de pagar su sueldo inmediatamente después del congreso pan-alemán de los consejos. El 24 de diciembre los marinos replican ocupando la cancillería. Ebert entra en contacto con el general Lequis quien reúne a los cuerpos de seguridad y cerca a los marinos que se habían refugiado en el palacio real que les sirvió de acantonamiento. Se entabló la batalla a cañonazos resuelta por una manifestación de radicales que rodearon a las tropas de Lequis obligándolas a retirarse. Sus oficiales se salvaron del linchamiento gracias a la mediación de Ebert. El día 26, junto con otros dos SPD, Noske es cooptado por el gobierno para hacerse cargo de la cuestión militar y reúne los vacilantes restos del ejército de Berlín. Ante la contraofensiva exitosa de los obreros de Berlín, el día 29 el USPD abandonó el gobierno. El día 4 Noske destituyó a Eichhorn, prefecto de policía y miembro del USPD. El 5 una manifestación de 700.000 personas se pronunció en contra de la medida.

A caballo de la contraofensiva exitosa de los obreros y marinos berlineses, e implicado directamente, puesto que Eichorn era uno de los suyos, el USPD decidió aliarse con la izquierda radical del movimiento para erigirse como fuerza contrarrevolucionaria de reemplazo al frente del gobierno. El 5 de enero formó un comité insurreccional al que se unieron los espartaquistas (Liebnekcht y Pieck) contra la minoría (Rosa Luxemburgo) que dirige el KPD. Así, la insurrección del 6 de enero resultó de la conjunción de dos fuerzas: el USPD que sólo aspiraba a reemplazar al SPD al frente del gobierno y la izquierda del KPD que pugnaba por la revolución social. Ese día, las fuerzas insurreccionales ocuparon los puntos estratégicos de la capital y un comité revolucionario declaró la destitución del gobierno. Mientras en el comité se perdió tiempo discutiendo si había que negociar con el enemigo, el USPD lo hizo por su cuenta mientras los partidarios de dar cumplimiento a la declaración llegando hasta la destitución del gobierno, confiaron en la democracia del comité y no se movieron. Así fue como se perdió la ventaja del factor sorpresa y Noske tuvo margen para reorganizar sus efectivos según el despliegue de los insurrectos, pudiendo planificar la distribución de sus tropas encargadas de reconquistar cada barrio de Berlín. La reconquista comenzó el día 7 sin cuartel. Asediados, los ocupantes del "Vowärts" fueron asesinados cuando salieron a pedir el armisticio. El día 15, tras ser detenidos, Karl Liebnekcht y Rosa Luxemburgo fueron asesinados y sus cuerpos arrastrados por las calles de Berlín.

La caída de Berlín no tuvo su causa en erróneos planteos militares tácticos sino en el hecho de que la mayoría del proletariado alemán -encuadrado en el SPD y en el USPD- se sumó a la contrarrevolución. Educados por la socialdemocracia en el cretinismo de la propiedad burguesa y la democracia representativa, al grueso de los millones de obreros alemanes nacidos durante la última década del siglo pasado no les pudo caber en la cabeza que la democracia y el progreso humano fueran posibles sin el mercado capitalista. Mal que os pese a quienes militáis en su izquierda, esto mismo ha venido haciendo el P.C.E. desde 1932. En esencia nada que le distinga del PSOE o del PP.

Cumplida la tarea de normalización, Berlín se constituyó en centro de irradiación política y militar de la contrarrevolución violenta, primero hacia Brema y después hacia Hamburgo, desde donde los insurrectos pretendieron formar una cadena de sublevaciones desde el Báltico y desde la frontera holandesa hasta Alemania Central y hasta Sajonia occidental y oriental (Leipzig y Dresde). A finales de enero, las bandas armadas de la reacción dirigidas por el SPD se dedican a la destrucción de los poderes del consejo alrededor de Mansfeld (Alemania central). El 3 de marzo se proclama allí la ley marcial. La victoria de los cuerpos francos significa en todas partes la represión más feroz. Desde enero de 1919, los muertos de la revolución alemana llegaron a superar a los de las dos revoluciones rusas juntas, la de febrero y la de octubre.

e) Lenin y los bolcheviques frente a la izquierda comunista en Alemania

El año 1919 es testigo de los fracasos del proletariado en Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania, Hungría y USA. El consecuente espíritu de derrota presionó sobre el movimiento revolucionario fortaleciendo la tendencia espontaneista que había permanecido larvada dentro del KPD, encarnada en los espartaquistas provenientes del USPD. Esta gente, que combinaba el fetichismo de las masas en movimiento con el fetichismo de la vanguardia autoproclamada, no veía que para triunfar sobre el proletariado revolucionario en todos esos sitios, la burguesía se había valido del proletariado contrarrevolucionario; un proletariado educado durante años en la "idolatría del Estado" que, según decía Engels en 1891, se había apoderado de la conciencia de muchos obreros. La tradición centrista del espartaquismo enlaza con el reformismo en la creencia de que para hacer la revolución hay que estar con las masas en el sentido de compartir todas sus inclinaciones. Si se vuelven adictas al parlamentarismo burgués hay que hacerse también drogodependientes de esa institución. Desde esta perspectiva, la causa de que en 1918 la alternativa revolucionaria a la socialdemocracia no fuera seguida por las masas, no estaba en la práctica contrarrevolucionaria de las masas dentro de las instituciones políticas de la burguesía, sino en que los "ultraizquierdistas" se negaban a compartir esa práctica.

El primer indicio de que los espartaquistas no estaban dispuestos a seguir sufriendo el síndrome de abstinencia electoral dentro del KPD, se puso de manifiesto en el II Congreso de este partido reunido clandestinamente en Heidelberg entre el 20 y el 24 de octubre de 1919. Allí se pusieron a consideración por parte del dirigente de origen espartaquista, Paul Levi, unas "Tesis directrices sobre los fundamentos de la táctica del comunismo" donde de modo ambiguo puso a consideración la posibilidad de volver al "parlamentarismo revolucionario" y al trabajo en los sindicatos, para terminar diciendo claramente que <<los miembros del KPD que no compartan estos puntos de vista (...) deben ser excluidos del partido>>. Así fue como el congreso se saldó con la expulsión del ala llamada "anarcoizquierdista" que inmediatamente daría origen al "Partido comunista obrero alemán" (KAPD).

Los bolcheviques sabían que la democracia parlamentaria representativa no es la forma adecuada a la práctica revolucionaria. En "La revolución proletaria y el renegado Kautsky", Lenin asoció el oportunismo de los dirigentes socialdemócratas europeos a su táctica electoral consetudinaria como forma política privilegiada tanto para la toma del poder como para la realización del socialismo, denunciándoles por haberse convertido en <<establos de Augias de filisteísmo, de estrechez mental y de apostasía>>. Pero sólo la izquierda revolucionaria europea pudo comprender en todo su alcance el peligro que la democracia parlamentaria supone para el proletariado. Es que los revolucionarios rusos -como en tiempos de la "Liga de los Comunistas"- han luchado en una sociedad donde el régimen establecido era contrario a la democracia parlamentaria capitalista. Por ser meramente consultivo, el parlamento ruso podía eventualmente convertirse en una tribuna revolucionaria, precisamente porque la democracia burguesa plena estaba reprimida. Tan sólo en este caso puede hablarse en sentido estricto de "parlamentarismo revolucionario". En el occidente capitalista, en cambio, aun con restricciones (voto de la mujer), la "democracia" era una institución abrazada por la burguesía y consagrada por su Estado, donde una porción mayoriataria de los asalariados habían venido siendo educados en ella durante los años de expansión del capital por los dirigentes de sus organizaciones políticas. En cuanto a la política reformista, al contrario del menchevismo, cuya lógica contrarrevolucionaria nunca llegó a prevalcer en el movimiento obrero, la socialdemocracia había logrado incluso ser gobierno con el apoyo directo o indirecto de la burguesía:

<<Lenin, en realidad, nunca comprendió por qué el "reformismo" que no significaba nada en Rusia, era un persistente y victorioso rival de la doctrina de la revolución en Europa occidental; por qué la acción ilegal, que era aceptada como algo evidente por los trabajadores rusos, suscitaba tan fuertes prejuicios en Occidente>> E. H. Carr: "La revolución bolchevique". II cap. 25)

Para hacer la revolución en Rusia con un movimiento obrero semianalfabeto, sin educación política previa y bajo condiciones de clandestinidad impuestas por un régimen que reprimía ferozmente cualquier manifestación política de oposición, se imponía una dirección revolucionaria fuertemente centralizada, y la lucha por las libertades demoráticas era objetivamente revolucionaria. En Europa, sobre todo en Alemania, la situación era distinta. Allí el problema no pasaba por imprimir conciencia revolucionaria desde la ilegalidad en la tabula rasa de unas masas políticamente inconscientes, sino de revolucionar la conciencia de una clase obrera instruida, con experiencia de lucha bajo condiciones de relativa libertad de acción, pero políticamente educada en el democratismo burgués.

El obligado centralismo organizativo adoptado por los bolcheviques, reprodujo la división del trabajo en el seno de la empresa capitalista, donde las direcciones se comportan dentro del partido como el patrón en la fábrica, y las bases quedan asimiladas a la condición de fuerza de trabajo carente de todo plan de producción e iniciativa política. En este sentido, el leninismo prefiguró al stalinismo que, naturalmente, no pudo sino estimular en la sociedad postcapitalista la tendencia regresiva hacia el capitalismo, convirtiendo a los soviets en una especie de parlamentarismo burgués sui generis de partido único. El "socialismo" de la URSS, producto de las específicas condiciones de la lucha de clases antes de la toma del poder y del consecuente centralismo organizativo del partido revolucionario, no ha podido pasar de una caricatura de socialismo; desplegó una lógica económica, social y política que, lejos de conseguir que remitiera, extendió históricamente los límites de la ley del valor al interior de la sociedad soviética, porque sólo la democracia directa -en el sentido de no puramente representativa y burocrática- puede ser la alternativa históricamente superadora del capitalismo en tanto modo de producción y asignación de recursos en riqueza y fuerza social productiva, algo que nada tiene que ver ni con el parlamentarismo burgués ni con el centralismo burocrático de partido. Pero dadas las condiciones históricas con que tuvieron que vérselas los bolcheviques en Rusia, sin centralismo burocrático no hubiera habido experimento revolucionario. Y el hecho de que haya sido posible significó un avance de inconmensurable proyección histórica.

Con un proletariado intelectualmente avanzado como el de Alemania en aquella época -más aun el de hoy a nivel planetario- realmente capaz de desarrollar el espíritu de iniciativa, de abandonar su carácter de masa para constituirse en clase consciente de sus intereses históricos, la política de "jefes" resulta por completo contraproducente a los fines de una estrategia de poder efectivamente comunista, porque limita el sentido de la responsabilidad personal y paraliza la inteligencia política colectiva aplicada a la actividad revolucionaria, ingredientes sin los cuales superar el espíritu objetivo de la empresa capitalista y de la democracia de mercado se torna tarea del todo imposible. Para el KAPD, el partido no debe ser una organización autoritaria donde el concepto de dictadura del proletariado acaba en la práctica reduciéndose al despotismo de una camarilla de jefes. Con esta concepción que compartimos, el proyecto comunista sólo puede cristalizar en partido revolucionario de cuadros con influencia de masas en periodos muy puntuales de ascenso revolucionario de las luchas obreras, quedando necesariamente reducido a pequeños grupos dispersos en épocas de retroceso. Tal era el espíritu que animó a la izquierda revolucionaria europea en tiempos de Lenin. A este respecto, nos parece que las palabras de Otto Rühle sintetizan de modo insuperable las diferencias en la Alemania de 1920:

<<Rusia no es Alemania, la política rusa no es la política alemana, la revolución rusa no es la revolución alemana. Es por esto por lo que la táctica de la revolución rusa no puede ser la de la revolución alemana. Lenin puede demostrar cien veces que la táctica de los bolcheviques se ha ilustrado brillantemente en la revolución rusa. Esto no hará de ello, ni de lejos, la táctica adecuada de la revolución alemana. Nosotros debemos alzarnos de forma decidida contra toda tentativa que trate de imponernos esta táctica>> (Otto Rühle: "Kaz" Nº 64 26 de junio de 1920. Citado de "La Izquierda comunista en Alemania" Cap. XVI)

Frente a estos argumentos, Lenin respondía con los mismos criterios subjetivistas utilizados en su momento por Marx y Engels, atribuyendo las graves desviaciones oportunistas de los partidos obreros institucionalizados, a la mala conciencia o incapacidad política de los sujetos dirigentes y no a las condiciones de existencia parlamentaristas en que los partidos socialistas -incluidas sus fracciones de izquierda- habían venido siendo educados durante años de normalidad burguesa en la lucha de clases:

<<La crítica -la más violenta, implacable e intransigente- no debe dirigirse contra el parlamentarismo o la acción parlamentaria, sino contra los jefes que no saben (y tanto más contra los que no quieren) utilizar las elecciones parlamentarias y la tribuna del Parlamento a la manera revolucionaria, a la manera comunista.>> (V.I. Lenin: "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo" VII)

Este criterio antimarxista de personalizar las causas de los fenómenos sociales, en esencia es el mismo que la opinión pública y la justicia burguesas utilizan para explicar la corrupción generalizada al interior de las instituciones capitalistas de Estado y de los partidos políticos que interactúan dentro de él. Ciertamente, Lenin fue un militante del antiparlamentarismo burgués en sentido histórico o estratégico. A diferencia de los reformistas estilo P.C.E., que consagran a esta institución burguesa como el non plus ultra de la democracia, Lenin pensaba que es incompatible con el tipo de Estado (dictadura del proletariado) y la forma de gobierno (soviets), necesaria para superar la sociedad capitalista tras la toma del poder. Pero que el parlamento esté superado históricamente -razonaba Lenin- no quiere decir que lo esté políticamente. Para Lenin, el parlamento de la democracia de mercado no sólo tenía vigencia y utilidad política para la burguesía, sino también para el proletariado, independientemente de la correlación de fuerzas sociales y siempre que la legalidad burguesa lo permita. Pero no para instalarse cómodamente en él, sino para intentar destruirlo. Para Lenin esto era posible. Así lo dice expresamente polemizando con Sylvia Pankhust a propósito de las opiniones en contra de un militante comunista escocés:

<<El autor ha comprendido de manera admirable que el instrumento que necesita el proletariado para alcanzar sus objetivos (el socialismo) no es el parlamento, sino sólo los Soviets Obreros. Y como es natural, quienes no hayan comprendido esto todavía son los perores reaccionarios. (...) Pero hay una cuestión que el autor no plantea ni piensa siquiera que sea necesario plantear: la de si se puede llevar a los soviets a la victoria sobre el parlamento sin hacer que los políticos "soviéticos" (antes de ser tales, lo cual explica las comillas) entren en éste último, sin descomponer el parlamentarismo desde dentro, sin preparar desde el Parlamento mismo el éxito de los Soviets en el cumplimiento de su tarea de acabar con el parlamento>> (V.I. Lenin Op.cit. IX. Lo entre paréntesis nuestro)

Lenin no se hizo la pregunta al revés. No se preguntó si la implicación permanente de los comunistas en el juego de la democracia de mercado y la práctica consetudinaria del "compromiso" electoral-parlamentario con los oportunistas, no podía llegar a desnaturalizar sus organizaciones. ¿No es esto lo que ha venido ocurriendo invariablemente y sin excepción en todo el mundo desde bastante tiempo antes de que Lenin presentara esta fórmula? Es más, la historia ha demostrado que la táctica electoral de los partidos obreros es lo que posibilita la dialéctica de la identidad de los contrarios entre democracia y dictadura fascista como dos formas políticas alternativas del dominio burgués en la fase superior del capitalismo. En este contexto, la táctica parlamentaria tal y como Lenin la dejó planteada en "El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo", se ha revelado históricamente como una táctica que en modo alguno puede enlazar con la estrategia revolucionaria. Porque el fascismo anida en la democracia y el huevo lo ponen las luchas obreras por reivindicaciones que la burguesía no puede conceder. Pero es incubado por partidos obreros revolucionarios ideológica y políticamente corrompidos tras años de táctica electoral y de políticas de compromiso con el oportunismo reformista.

<<Es muchísimo más difícil -y muchísimo más meritorio- saber ser revolucionario cuando todavía no se dan las condiciones necesarias para la lucha directa, franca, auténticamente de masas, auténticamente revolucionaria; saber defender los intereses de la revolución (por medio de la propaganda, la agitación y la organización) en instituciones no revolucionarias y a menudo sencillamente reaccionarias, en una situación no revolucionaria, entre unas masas incapaces de comprender en el acto la necesidad de un método revolucionario de acción.>> (V.I. Lenin: Op. Cit. X)

En épocas como ésta, la representación del espíritu revolucionario dentro del parlamento burgués no puede sino ser ultraminoritaria por no decir inexistente. Y la historia ha demostrado, hasta la saciedad, que en semejantes circunstancias los abnegados militantes anónimos que han bregado por defender los intereses de la revolución, no han podido evitar que esa mezcla entre centralización burocrática partidaria, democracia representativa parlamentaria y política de compromisos, llevaran a esos partidos por derroteros que nada tenían que ver con aquella meritoria labor a la que se refiere Lenin en el pasaje que acabamos de citar. Porque bajo tales condiciones, lo que la pequeña base social de partidos revolucionarios necesariamente minoritarios puede llegar a gravitar sobre la conciencia de los representantes del partido revolucionario ante el parlamento, es absolutamente insignificante frente al poder económico y social contrarrevolucionario concentrado de los capitalistas. Más aun cuando estos representantes políticos del proletariado no son de origen obrero.

<<...Un grupo social -dice Gramsci- es dominante respecto de los grupos adversarios que tiende a "liquidar" o a someter incluso con la fuerza armada, y es dirigente respecto de los grupos afines o aliados..." (A.G: "El Resurgimiento". El subrayado es nuestro).

Ahora bien, para dirigir sin necesidad dominar, la burguesía necesita ampliar su consenso y su autoridad entre las clases subalternas. ¿Cómo lo hace?, absorbiendo y neutralizando las disidencias políticas mediante la cooptación de los intelectuales subversivos:

<<...Si estudiamos toda la historia italiana a partir de l8l5, veremos que un pequeño grupo dirigente (burgués), logró encerrar metódicamente en su círculo (de poder) a todo elemento político puesto de manifiesto por los movimientos de masa de origen subversivo...>>(A.G. "Cuadernos de la Cárcel". Lo entre paréntesis es nuestro).

Es lo que Gramsci llamó "Transformismo", consistente en decapitar a las clases subalternas consiguiendo que sus intelectuales más destacados se pasen al bando de la burguesía:

<<...Se puede decir que toda la vida italiana desde l848 está caracterizada por el "transformismo", o sea, por la elaboración de una clase dirigente cada vez más amplia (...) con la absorción gradual pero continua y obtenida con métodos de desigual eficacia, de los elementos activos salidos de los grupos aliados y hasta de los grupos adversarios que parecían enemigos irreconciliables...>> (A. Gramsci: "El Resurgimiento"

Y al formular su segunda ley de la política, Gramsci dice que la posibilidad de que una clase pueda consumar sus aspiraciones políticas está en que evite el transformismo y transfugismo de sus propios intelectuales. Y observa que la dificultad del movimiento obrero consiste en que, durante buena parte de su historia, la elaboración de la FILOSOFÍA, tanto como la dirección de su puesta en práctica, no fue obra del proletariado mismo sino el resultado de un transformismo de sentido inverso, porque, de hecho, sus intelectuales y dirigentes, especialmente los grandes intelectuales y dirigentes, procedieron de la clase enemiga. En este sentido, para concluir que el parlamento es el instrumento político más eficaz que la burguesía ha venido utilizando para tales fines, no es necesario remontarse a la Italia de 1848 ni a la Alemania de los tiempos de Lassalle.

En un artículo publicado el 28 de diciembre de 1923 en "Correspondance Internacionale", Gramsci describe el comportamiento de los partidos de la burguesía ante el ascenso del fascismo al gobierno de Italia tras la "marcha sobre Roma", y la influencia decisiva de estos hechos sobre el propio Partido Comunista Italiano a través del comportamiento de uno de sus mas destacados dirigentes en el curso del mes de noviembre de 1922:

<<La mayoría parlamentaria, que había sido favorable a la política de los giolittianos contra el fascismo, e incluso, en rigor, a la formación de un gobierno de izquierda, abierta y decididamente antifascista, cayó súbitamente de rodillas bajo el torniquete de Mussolini: le concedió los plenos poderes que ya él había tomado. (...) Obviamente, esta situación en el parlamento italiano ha tenido repercusiones de diversa naturaleza en la pequeña fracción revolucionaria de la cámara. Las medidas adoptadas por el comité Ejecutivo del Partido comunista contra el compañero Bombacci son muy significativas a este propósito. Bombacci consideró necesario emplear con el gobierno fascista en ocasión de la discusión sobre las relaciones comerciales entre Italia y Rusia, un lenguaje banalmente cortés digno de un politicastro de pequeño calibre. (...) El compañero Bombacci, en vez de llevar a la discusión la voz orgullosa y digna del proletariado internacional victorioso en Rusia, donde conserva firmemente el poder en sus manos, dejando sobrevivir, por propia conveniencia, algunas formas de economía privada que no representan más que una ínfima parte de la economía nacional, se rebajó hasta la adulación de la revolución fascista y de la manía de grandeza de Mussolini, con lugares comunes de una banalidad desconsoladora. Es oportuno recordar ahora que, ya desde los comienzos de la participación en la vida parlamentaria de la fracción fascista, los obreros vieron con dolor y asombro que Bombacci no sabía tener con estos individuos, cuyas manos están manchadas con sangre proletaria, otras relaciones que las marcadas por una deplorable cordialidad. La amistosa cortesía de Bombacci con respecto a sus "colegas" fascistas ha sido ampliamente explotada por los periódicos oportunistas en sus polémicas contra nuestro partido. En una reciente reunión fascista, el secretario general del fascio, Giunta, hablando de la "curiosa costumbre de Bombacci", llegó al punto de proponer, medio en serio y medio en broma, que se concediera a Bombacci el carnet de afiliación al partido de Mussolini. El Partido Comunista Italiano debía poner término a este espectáculo indecoroso provocado por la debilidad e imparcialidad de un compañero enviado a la cámara por el heroico proletariado de Trieste para que hiciera parlamentarismno revolucionario>> ( A. Gramsci: Op.cit.)

Casos reiterados de "transformismo" como éste, desde entonces hasta hoy, han servido no precisamente para <<descomponer el parlamento desde dentro>> sino para corromper ideológica y políticamente a todos los partidos comunistas inspirados en la revolución rusa que nacieron al amparo de IIIª Internacional, hasta quedar convertidos en una pieza política más del sistema capitalista, tal como desde los tiempos de Marx y Engels hasta 1914 ocurriera con la socialdemocracia clásica.

Consumada la derrota estratégica del proletariado europeo -que el ascenso del fascismo no haría más que poner de manifiesto- el comportamiento de Bombacci era un claro índice de que, a poco de nacer, el P.C.I. tenía dentro el virus del reformismo, tendencia que, en las condiciones de retroceso de las luchas, la práctica parlamentarista no hizo más que acelerar. Según se vio más arriba, Gramsci era consciente de que el P.C.I. vio la luz cuando la ola revolucionaria en Europa estaba momentáneamente agotada. Por tanto, su actitud de proceder a marginar a la izquierda abstencionista liderada por Bordiga, para pasar a representar al interior del Partido la política hegemónica del "parlamentarismo revolucionario" preconizada por la IIIª Internacional, le hace corresponsable ante la historia de las derivaciones contrarrevolucionarias que a la postre cristalizaron en el movimiento político del proletariado mundial. En cuanto a los bordiguistas, les cabe la crítica de haberse autoimpuesto el silencio y la inacción, permaneciendo sometidos demasiado tiempo a la disciplina de la táctica electoral, en un partido irrecuperable para la revolución, como así quedaría demostrado en la práctica. Más aún tras el apresamiento de la mayoría del ejecutivo, cuando en 1923 quedó en manos de una dirección centrista. Expulsada del P.C.I. por el stalinismo en 1930, esta fracción pasó a constituirse como Partido Comunista Internacionalista (P.C.I.), logrando mantener la continuidad organizativa de los principios marxistas revolucionarios hasta hoy, lo cual constituye un gran mérito político. En el "Balance final" de las "Tesis Características" (Parte IV-12) que hicieron en 1952 sobre el período 1920-26, los bordiguistas dijeron lo siguiente:

<<En el segundo congreso de la I.C. habíamos subrayado que la insistencia en la práctica parlamentaria durante el delicado período de formación de los partidos comunistas -sobre todo en los países de capitalismo extramaduro- amenazaba con retrasar o debilitar el necesario proceso de selección de las sanas fuerzas comunistas y proletarias del engangrenado democratismo y reformismo de la derecha y del centro. (...) Que desde entonces, de la construcción de 1920 en base al "parlamentarismo revolucionario" nada de revolucionario ha quedado en pié en los partidos que aun se llaman comunistas, no es necesario malgastar tiempo en demostrarlo: en el parlamento ellos están y siguen estando -ni lo esconden- no para destruirlo sino para mantenerlo en pie en el caso de que estuviera por venirse abajo. El "cretinismo parlamentario" se ha tomado la revancha: nuestra admonición de 1920 sobre la tenacidad de este morbo en los países que desde hace cien años o más han realizado la revolución democrático burguesa, podía entonces aparecer dictada por "puras consideraciones teóricas"; hoy es carne y sangre de la historia.>> (Op.cit.)

La oposición abstencionsta del P.C.I. previó correctamente cuando advirtió a la Internacional hacia dónde iba el movimiento revolucionario europeo con la táctica del "parlamentarismo revolucionario". Pero previó muy mal sus posibilidades de transformar desde dentro a un partido sobre cuya militancia pesaba más la autoridad de Lenin y lo que representaba la IIIª Internacional, que la razón histórica que asistió a los bordiguistas en ese momento, con lo que todo el valor teórico de sus previsiones se inutilizó totalmente por falta de uso, al no haber optado por actuar con plena libertad sobre el movimiento.

f) La táctica parlamentaria en Europa y la situación internacional de la URSS.

Pero, al margen de que los bolcheviques no valoraron en todo las específicas condiciones históricas de la lucha de clases en países con democracia de mercado consolidada, la táctica electoral aconsejada por la IC en la coyuntura europea del año 1920 estuvo condicionada por otra realidad colateral que no se puede descuidar. Tras el triunfo de los bolcheviques, lo que al principio fue una guerra civil en territorio ruso entre los generales contrarrevolucionarios y el Ejército Rojo, tomó la forma de una guerra entre el nuevo régimen soviético revolucionario y las potencias del mundo capitalista. Y en esta guerra no sólo se imponía la acción armada contra los enemigos internos y la guerra defensiva contra la agresión bélica y el bloqueo comercial-naval de las potencias imperialistas, sino la "guerra política" ofensiva bajo la forma de propaganda y agitación revolucionaria al interior de las potencias agresoras por mediación del movimiento obrero políticamente organizado en esos países. Tal fue la táctica votada en el VIII Congreso del Partido Bolchevique que Lenin resumió el 18 de marzo de 1919 en su discurso de apertura:

<<Se encuentra aun frente a nosotros una ingente fuerza militar real bien pertrechada: todas las potencias más poderosas del mundo. (...) Por el contrario, a pesar de que ahora estamos aislados de forma artificiosa de todo el mundo, no pasa un solo día sin que los periódicos informen del ascenso del movimiento revolucionario en todos los países. (...) Y en eso reside la garantía de que al implantar el Poder soviético, hemos hallado la forma internacional, universal, de la dictadura del proletariado. Y estamos firmemente convencidos de que el proletariado del mundo entero ha emprendido el camino de esa lucha, el camino de esas formas del poder proletario -del poder de los obreros y de los trabajadores- y de que no hay en el mundo fuerza capaz de contener la marcha de la revolución comunista mundial hacia la República Soviética mundial.>> (V.I. Lenin: op cit.)

Las potencias imperialistas, por su parte, temiendo que la revolución rusa se extendiera al resto de Europa y con la esperanza de que las fuerzas contrarrevolucionarias en ese país consiguieran derrocar al gobierno soviético, mantuvieron el cerco durante todo el verano de 1919.

Pero al final del otoño, cuando se vio que los generales "blancos" Kolchak, Denikin y Yudenich habían agotado sus recursos sin resultado alguno, las consecuencias económicas de los gastos de guerra y del bloqueo comercial a uno de los mayores países del mundo pasaron a gravitar en el ánimo de la burguesía europea, al tiempo que las sucesivas derrotas del proletariado europeo y americano alejaban el fantasma del comunismo en Occidente.

En un momento en que la guerra civil iba por el camino de un final victorioso para las fuerzas soviéticas, Lenin y los bolcheviques no perdían de vista la necesidad de la revolución europea como la mejor garantía de existencia de la propia revolución rusa. Pero la situación obligaba tanto a proteger el Estado soviético como a promover la revolución mundial. Y a la vista de que las derrotas recientes no se podían superar de un día para otro, se trataba de reemprender el proceso de acumulación política del movimiento obrero de Occidente en el nuevo marco pacífico de reapertura de las relaciones económicas y diplomáticas a nivel internacional. Desde el punto de vista internacional, los bolcheviques pugnaron por potenciar políticamente la fuerza social del proletariado internacional para ejercer presión sobre sus respectivos gobiernos a fin de que reanudaran las relaciones económicas y diplomáticas con Rusia, necesitada de los intercambios necesarios para la reconstrucción del país devastado por la guerra mundial y la subsiguiente contienda civil, con 10 millones de muertos y 20 millones de mutilados.

Para Lenin y los bolcheviques, la tarea revolucionaria consistió, pues, en reagrupar, a los asalariados europeos en un hábitat político favorable a una nueva acumulación de fuerzas, una institución donde sembrar la agitación política, algo desde donde fortalecer al movimiento y presionar a fin de disuadir al enemigo de clase de nuevas aventuras contrarrevolucionarias, así como para obtener la mayor ventaja posible de las obligadas negociaciones diplomáticas en curso. Si de momento no podía ser en la sociedad civil, en la calle, <<¿en qué otro lugar que no fuera el parlamento y los sindicatos?>>, se preguntó Lenin ante los asistentes al segundo Congreso de la Internacional Comunista reunido el 20 de julio de 1920. La proposición de organizar a una gran masa de obreros, si es posible a la mayoría, comunistas y no comunistas, por medio de todo tipo de actividades (en los sindicatos, en el parlamento, en los ayuntamientos, en las cooperativas, etc.), es un punto de vista no revolucionario que se somete a un movimiento en retroceso. Que el carácter "comunista" de semejante práctica estaría garantizada por el sólo hecho de que son los "comunistas" quienes la dirigen, es una petición de principio al estilo de Kautsky, para justificar todo en nombre de una doctrina -en este caso las 21 condiciones- que en los hechos se quedó en papel mojado. En efecto, al legitimar la acción en el parlamento y en los sindicatos (condiciones 9ª y 11ª), lejos de garantizar el carácter comunista de los partidos obreros afiliados a la III Internacional, las 21 condiciones han servido para apartar de ellos a los verdaderos comunistas, permitiendo que su lugar fuera ocupado por <<filisteos>> afines al kautskismo provenientes de la izquierda socialdemócrata, tan denostados por Lenin siete meses antes.

Este cambio de frente de la política bolchevique saltó a la luz pública a principios de 1920. En los primeros días de febrero, el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia publicó una "Invocación al pueblo polaco" donde, entre otras cosas, dijo:

<<Por el momento, los comunistas de Rusia no están luchando más que para defender su propio territorio, su trabajo pacífico y constructivo; no están luchando ni pueden luchar para implantar el comunismo por la fuerza en otros países...>> (Cfr. E.H. Carr: Op.Cit. Tomo III Cap.24)

A lo largo de todo ese mes, Lenin, Trotsky, Joffe, y Litvínov concedieron entrevistas a la prensa extranjera para hablar de las oportunidades de paz y de las relaciones comerciales entre la Rusia soviética y el mundo capitalista. En el transcurso de una de ellas concedida al corresponsal del periódico norteamericano "The World" , prefigurando lo que un año más tarde se conocería como "Nueva Política Económica", Lenin declaró lo siguiente:

<<Todo el mundo sabe que estamos dispuestos a concluir la paz en condiciones cuya justicia no pueden refutar ni los capitalistas más imperialistas. Hemos declarado reiteradamente nuestro anhelo de paz, nuestra necesidad de paz y nuestra disposición de otorgar al capital extranjero concesiones y garantías de lo más generosas. Pero no permitiremos que nos estrangulen en haras de la paz. (...) Sin Rusia, Europa no podrá levantarse. Y cuando Europa está extenuada, la situación de Norteamérica se vuelve crítica. ¿De qué le sirve a Norteamérica su riqueza si no puede comprar con ella lo que necesita?(...) Norteamérica no puede comerciar ventajosamente con Europa, es decir, sobre una base que tenga valor real para ella, hasta que Europa sea capaz de darle las mercancías que Norteamérica quiere recibir a cambio de lo que necesita vender. Y Europa no podrá darle esas mercancías mientras no se levante económicamente >> (Op. Cit. En "Obras Completas" T.40. Lo subrayado es nuestro)

Días más tarde, en unas declaraciones emitidas por Radio Moscú el 3 de marzo, Radek abordó el mismo tema explicitando el significado de las palabras de Lenin subrayadas por nosotros:

<<Si nuestros colegas capitalistas se abstienen de actividades antirrevolucionarias en Rusia, el gobierno soviético se abstendrá de llevar a cabo actividades revolucionarias en países capitalistas; pero seremos nosotros los que determinemos si están o no provocando agitación antirrevolucionaria. Hubo un tiempo en que un Estado feudal podía existir al lado de estados capitalistas. En aquella época la Inglaterra liberal no luchaba continuamente contra la Rusia de los siervos de la gleba. Pensamos que ahora los países capitalistas pueden coexistir con un Estado proletario. Consideramos que los intereses de ambos lados se centran en obtener la paz y en el establecimiento de un intercambio de bienes y, por lo tanto, estamos dispuestos a concluir la paz con todo país que hasta el momento ha luchado contra nosotros, pero que en el futuro esté dispuesto a darnos locomotoras y maquinaria a cambio de nuestras materias primas y nuestros cereales>> (A.L.P. Dennis: "The Foreing Policies of Soviet Russia". Citado por E.H. Carr en Op.cit. T.3 cap.24)

En abril de 1920, Lenin escribió "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo", a modo de preparación del segundo Congreso de la Comintern. En este congreso reunido en julio de 1920, se aprobó la línea de permitir que las fracciones de izquierda la de la socialdemocracia pasaran a formar parte de la I.C. Esta política, sintetizada en las 21 condiciones de admisión a IIIª Internacional, suponía deshacerse de la izquierda comunista preexistente al exterior de la URSS. Lenin pudo no haber comprendido del todo las diferentes condiciones políticas de existencia entre el proletariado ruso y el europeo, pero sabía muy bien -y las razones de su ruptura de 1912 con los mencheviques lo confirma- que mixturas políticas como la que cristalizó en el VKPD no podía dirigir exitosamente una revolución, lo cual refuerza la idea de que la inminencia de una nueva ola revolucionaria en Europa no podía estar en las previsiones de Lenin, y que la política del "parlamentarismo revolucionario" estuvo fuertemente condicionada por la preocupación de los bolcheviques en orden a estabilizar los restablecidos intercambios comerciales con Occidente, para sacar a la revolución rusa de la situación de marasmo en que se encontraba tras la guerra civil, y a recomponer el movimiento político del proletariado europeo, a nuestro modo de ver sin perspectiva revolucionaria, como se iría a demostrar con el ascenso del fascismo.

En aparente contradicción con las lógicas previsiones que suponía esta política, allí donde la izquierda de la socialdemocracia se manifestaba renuente a expulsar a los socialtraidores para pasar a formar los partidos comunistas adheridos a la IIIª Internacional, los bolcheviques les alentaban ha hacerlo hablando de inminentes estallidos revolucionarios en determinados países europeos. Así lo hicieron en Italia. En un artículo publicado en "Ordine Nuovo" del 25 de setiembre de 1921, Gramsci describió la composición de clase del Partido Socialista Italiano entre el armisticio y las ocupaciones de fábricas en el transcurso de 1920. Según sus observaciones, el Partido socialista estaba compuesto por tres clases: el proletariado, la pequeñoburguesía y los campesinos pobres. De estas tres clases, el proletariado era la clase menos representativa:

<<Como el partido socialista estaba constituido en su mayoría por elementos pequeñoburgueses y campesinos, no podía dejar de ser oscilante, titubeante, sin un programa claro y preciso, sin orientación, especialmente sin una conciencia internacional...>> (A. Gramsci: "Sobre el fascismo". Selección de textos Ed.ERA/79 Pp.97-98)

En el Congreso celebrado en Bolonia entre entre el 5 y el 8 de octubre de 1919, la mayoría del Partido socialista italiano votó a favor de su ingreso en la Internacional Comunista. Pero en el anexo de "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo", Lenin dijo que:

<<Si el partido socialista italiano desea ingresar en la IIIª Internacional, debe estigmatizar y expulsar de sus filas a los señores Turatti y compañía>>

En el Manifiesto del II Congreso de la Comintern (julio de 1920) ya se decía que:

<<La política del ala derecha dirigida por Turati consiste en desviar hacia la senda de las reformas parlamentarias al poderoso movimiento revolucionario iniciado por el proletariado. Este sabotaje interno constituye actualmente el mayor de los peligros.>>

Menos manipulable y arribista que los dirigentes socialistas franceses de izquierda, Frossard y Cachin, en su calidad de delegado ante el segundo Congreso de la Comintern Serrati declaró que esa rígida actitud respecto de Turati constituía una amenaza para el movimiento obrero italiano. Durante la estancia en Rusia de la comisión italiana, primero en San Petersburgo y luego en Moscú, a través de Angélica Balabanova -que mantenía estrechas relaciones con el movimiento socialista italiano- Sinoviev intentó infuctuosamente convencer a Serrati de la necesidad de expulsar a Turati. En sus "Memorias" Balabanova dejó dicho que:

<<Serrati tuvo una actitud heroica. Defendió su punto de vista, cuando fue necesario, también contra Lenin, y advirtió a los cabecillas de la campaña de la escisión y a los secuaces del juego peligroso que estaban realizando>> (A. Balabanov: "Erinnerungen und Elbernisse" . Citada por H. Saña en "La Internacional Comunista" T.I Cap. II)

En un artículo publicado en la "Pravda" del 4 de noviembre de 1920, Lenin daba por seguro un inminente estallido revolucionario en Italia, utilizando toda su autoridad para amenazar veladamente a Serrati con expulsarle de las filas de la Internacional si persistía en su actitud de no romper con Turati:

<<Serrati no ha comprendido el período de transición que atraviesa ahora Italia, país en que, según la opinión general, se avecinan luchas decisivas entre el proletariado y la burguesía por la conquista del poder estatal. En un momento semejante, la expulsión de los mencheviques, de los reformistas y de los seguidores de Turati no es sólo absolutamente necesaria, sino que puede aparecer como aconsejable incluso la expulsión de excelentes camaradas comunistas inclinados a vacilar>>

En 1920, Italia, al igual que Francia, había estado atravesada por violentos disturbios motivados por reivindicaciones sociales. Lenin calculó que las ocupaciones de fábricas durante el verano de ese año eran el preludio de una inminente revolución social, pero terminaron con una retirada de los trabajadores. Tras describir más sintéticamente que aquí el proceso de las tomas de fábricas -que culminó con el nacimiento del P.C.I. el 21 de enero de 1921-Gramsci se refiere a las razones por las cuales el P.S. no podía ser el instrumento idóneo del proletariado para convertir las luchas reivindicativas en una lucha por el poder durante las ocupaciones de las fábricas, señalando el distinto comportamiento de la fracción comunista respecto de la mayoría pequeñoburguesa del partido, y las consecuencias que ello trajo aparejadas desde el punto de vista del propio destino del P.S. italiano:

<<Sólo la minoría del partido, formada por la parte más avanzada y culta del proletariado industrial, no cambió su punto de vista comunista e internacionalista, no se desmoralizó por los acontecimientos cotidianos, no se dejó engañar por las apariencias de fortaleza y de energía del Estado burgués. Así nació el partido comunista, primera organización autónoma e independiente del proletariado industrial (...) El partido comunista no se convirtió de inmediato en el partido de las grandes masas. Esto prueba una sola cosa: las condiciones de gran desmoralización y de gran abatimiento en que habían caído las masas a continuación del fracaso político de la ocupación de las fábricas. La fe se había apagado en gran número de dirigentes. Lo que antes había sido exaltado, era entonces ridiculizado. Los sentimientos más delicados e íntimos de la conciencia proletaria eran torpemente pisoteados por esta oficialidad subalterna dirigente, que se había vuelto escéptica, corrompida en el arrepentimiento y el remordimiento de su pasado de demagogia maximalista. La masa popular que inmediatamente después del armisticio se alineó en torno al partido socialista, se desmembró, se licuó, se dispersó. La pequeñoburguesía que había simpatizado con el socialismo, simpatizó con el fascismo; los campesinos, ya sin apoyo en el partido socialista, sintieron mayor simpatía por el partido popular>>.

¿Podía esta situación haberse evitado si nueve meses antes Serrati hubiera cedido a las presiones de la I.C. potenciadas por el enorme peso político de Lenin en ese momento? ¿se podía esperar la revolución de esa "oficialidad subalterna" ideológica y políticamente corrompida dentro del P.S.? La política que la I.C. aplicó infructuosamente el el Partido socialista italiano, fue un calco de la que al mismo tiempo y con todo éxito siguió con Frossard y Cachin respecto de Longuet en el partido socialista francés. En cuando a su composición de clase, la de ambos partidos era poco más o menos la misma. No tenemos en este momento datos sobre la evolución del partido socialista francés en los años subsiguientes a este episodio. Sí algunos sobre los principios políticos de Frossard y de Cachin. Sobre el primero baste decir que acabó formando parte del gobierno de Petain durante la ocupación nazi de Francia. En cuanto al segundo, tras una larga carrera burocrática dentro del Partido socialista, en 1912 pasó a sustituir a Lafargue como redactor de "L'humanité", hasta que en 1915 aceptó representar al gobierno francés ante Mussolini, entregándole personalmente 100.000 francos para la fundación del periódico fascista "Il popolo d'Italia".

En Gran Bretaña, las ideas socialistas estaban representadas por varias organizaciones, de las cuales las más importantes eran: el British Socialist Party (BSP), el Socialist Labour Party (SLP), la Worker's Socialist Federation (WSF) y la South Wales Socialist Society (SWSS cosa fue distinta, porque la cohesión política del Partido Laborista impedía romperlo por la izquierda. Entre los socialistas y obreros revolucionarios británicos predominaba la tendencia al antiparlamentarismo y a mantenerse fuera del Partido Laborista. El SLP, por ejemplo, tenía prohibido a sus miembros ocupar cargos en el Partido Laborista. La WSP dirigida por Silvia Pankhurst estaba el extremo izquierdo de todas estas organizaciones en cuanto al antiparlamentarismo y hostilidad respecto del Partido Laborista.

El 13 de mayo de 1919, el BSP, el SLP, la WSF y la SWSS se reunieron en Londres para deliberar sobre la necesidad de fundar un P.C. único. Los dos primeros preconizaban la participación en el parlamento. se creó un Comité de unificación que se reunió dos veces sin poder acordar. Finalmente, el 1 de agosto de 1920 se celebró el Congreso de Unificación. Allí se acordó por una mayoría de 4650 votos contra 475 la participación en la lucha parlamentaria y el ingreso en el Partido Laborista por 100 votos contra 85. De ahí surgió un partido pequeño con una implantación muy débil. En las elecciones parlamentarias de 1922 obtuvo 2 diputados frente al Partido Laborista consiguió 142 escaños.

Apenas constituido, el PCGB sufrió su primera crisis interna. En setiembre de 1921 Sylvia Pankhurst publicó en el órgano partidario de la WSF un artículo de Alejandra Kollantai sobre las vicisitudes de la oposición dentro del Partido Bolchevique. La I.C. ordenó inmediatamente a la dirección del PCGP que pusiera fin a la campaña de Pankhurst desde las páginas de su periódico: el Worker's Dreadnought . La ejecutiva del PCGB exigió a Silvia Pankhurst la entrega de su periódico al partido y como ésta se negó fue inmediatamente expulsada. Una vez fuera del partido, S. Pankhurst acusó al Partido Bolchevique y al gobierno ruso de querer instrumentar a la IC con fines propios.

En Alemania, tras la exclusión de los "ultraizquierdistas" iniciada en el segundo Congreso del KPD (octubre de 1919) y acabada en el tercero (febrero de 1920), esta organización quedó convertida en una cáscara vacía. En Berlín, de los 8.000 miembros sólo 500 se pronunciaron a favor de la Central; en Essen, de 2000 votaron favorablemente 43, etc. Según sus observaciones en Renania-Wesfalia, Brandler se resignó a decir: <<en absoluto no tenemos ya partido>>. Por el contrario, el USPD no hacia más que hincharse a costa de electores y simpatizantes desengañados por el SPD a la vista de su comportamiento durante el "Putch de Kap". En 1920 contaba con 750.000 adherentes. En octubre de ese año, el congreso de Halle del USPD decidió adherir a la I.C. por 234 votos de sus delegados contra 158. (su ala moderada se unió en setiembre de 1922 al SPD). El 5 de diciembre tuvo lugar el congreso de unificación con los restos del KPD, surgiendo así el nuevo partido que se llamó "Partido comunista unificado de Alemania" (VKPD) con al menos 400.000 miembros. El 28 de enero de 1921, esta nueva fuerza se lanzó a una gran campaña en el más puro estilo del "frente único obrero", enviando una "carta abierta" a todas las organizaciones obreras, desde los sindicatos más reaccionarios al KAPD y su sección sindical, la "Unión General Obrera de Alemania" (AAUD). La carta, redactada por Radek y Levi, invitó a una campaña para elevar los salarios, disolver las organizaciones burguesas de defensa, crear órganos obreros de autodefensa, y...exigir que Alemania restablezca relaciones diplomáticas con Rusia, que por ese entonces era el propósito más perentorio de los bolcheviques.

g) Política de la IIIª Internacional en Alemania y lucha de clases en la URSS: De la táctica parlamentaria a la conspiración revolucionaria.

Para comprender la función que los bolcheviques cumplieron con la IIIª Internacional desde su fundación hasta principios de 1921, es necesario volver al interior del territorio soviético y poner un momento la lupa sobre la lucha de clases en la Rusia soviética desde el final de la guerra civil. A raíz de la continuación de las requisas de cereal a los campesinos para el abastecimiento de las ciudades, se había venido incubando en la sociedad soviética una crisis social de magnitud. Mientras duró la guerra civil, los campesinos apoyaron la los revolucionarios para librarse de la opresión zarista y de la explotación de los terratenientes y usureros. Pero una vez desaparecida esa amenaza, se volvieron contra la política comunista de los bolcheviques. Todo el tiempo que la Comintern empleó para implementar la política del PCURS en el movimiento obrero del Occidente capitalista, los campesinos rusos se dedicaron a resistir la política del gobierno central, organizando destacamentos de guerrillas, ocupando ciudades y enfrentándose a los regimientos del Ejército Rojo. Entre las rebeliones más importantes cabe citar la de S. Antonov, un antiguo social-revolucionario y oficial del Ejército que, al frente de sus bandas de campesinos armados se hizo fuerte en algunas zonas de la región de Tambov. Como resultado de esta insurrección, Lenin se vio obligado a recibir a una delegación de campesinos y a ordenar el cese de las requisas forzosas. Esta creciente oposición al gobierno alcanzó su máximo grado de explosividad social a principios de 1921. El 20 de febrero estalló una huelga general en Petrogrado que continuó con la sublevación de la flota del Báltico anclada en Kronstadt, brutalmente reprimida. En Rusia imperaba la indignación general y una atroz penuria material en las ciudades a consecuencia de la rebelión campesina.

En medio de semejante marasmo, Lenin dio instrucciones a Rakosi -dirigente húngaro cooptado para funciones dentro de la Comintern- para que persuadiera al VKPD de la necesidad de provocar un levantamiento armado en Alemania para evitar que los imperialistas pudieran verse tentados de reiniciar su política de hostigamiento a la revolución rusa. De esta directiva no parece que haya quedado testimonio escrito, pero se infiere de una carta que dirigió Paul Levi a Lenin el 27 de marzo de 1921 donde le dice lo siguiente:

<<El contenido de las conversaciones mantenidas por el camarada Rakosy conmigo y con Clara Zetkin, de las que ella me informó inmediatamente, fue el siguiente: Rusia se halla en una situación extremadamente dificil. Es absolutamente necesario que Rusia sea aliviada por medio de movimientos (revolucionarios) en el hemisferio occidental, y por este motivo, el Partido Comunista alemán debe entrar en acción inmediatamente. El VKPD cuenta actualmente con 500.000 afiliados, y con esta cifra pueden movilizarse 1.500.000 proletarios, cantidad que bastaría para derribar al gobierno>> (Paul Levi: Zwischnen Spartakus und Socialdemokratie" Pp. 37-38. Frankfort-Viena, 1969. Citado por H.Saña Op.cit. Cap.2 punto IV)

Esta insurrección, concebida y ejecutada al mejor estilo blanquista, pasó a la historia del movimiento obrero como "la acción de marzo". Como se verá, en el fracaso de esta "revolución por arriba" ha tenido parte de responsablidad la izquierda comunista agrupada en el KAPD. Aquí hay que decir que, al calor de los acontecimientos en Rusia, había nacido la "oposición obrera". La crisis al interior del partido bolchevique se saldó con el triunfo de los leninistas en el X Congreso que coincidió con el aplastamiento de los movimientos contestatarios en marzo de 1921. Con anterioridad, durante el período en que el desenlace de la situación parecía incierto, dentro de la IC hizo su aparición la tendencia leninista formada por Bela Kun, Gurlasky y Pogany, que la derecha del VKPD apodó "Turkestany".

En ese momento, la situación internacional de Alemania era muy inestable. Las tropas francesas de ocupación se habían apoderado de Duseldorf con el pretexto de que el gobierno alemán se negaba a satisfacer determinadas reparaciones de guerra acordadas en Versalles. El gobierno nacional se encontraba al mismo tiempo en conflicto con el gobierno de Baviera a causa del desarme de los "cuerpos francos". En la Alta silesia se habían producido además choques callejeros entre alemanes y polacos con motivo del inminente plebiscito popular. Esta situación era obviamente favorable a una revolución. Pero en lo esencial las condiciones desaconsejaban toda acción en este sentido. La mayor parte de los trabajadores no estaban por la labor. Numéricamente, las fuerzas comunistas no bastaban ya para desencadenar con éxito un levantamiento. La proporción de los comunistas en los sindicatos era de uno a quince.

Reunida la comisión central del VKPD el 17 de marzo, la mayoría llegó a la conclusión de que había llegado el momento de realizar el levantamiento. El 18 de marzo, la "Rothe Fahne" órgano central del KPD llamó a la huelga general revolucionaria y al armamento del proletariado, proclamando que "Todo trabajador debe burlarse de la ley y procurarse un arma allí donde la encuentre". Desde 1918 numerosos contingentes obreros siguieron estando en disposición de hacerlo con armas que mantenían ocultas. La acción se limitó a las regiones de Halle y Mansfeld, últimos bastiones revolucionarios tras el aplastamiento de la insurrección en el Rhur. La acción se difundió desde la minas de cobre de Mansfeld y las ultramodernas fábricas químicas de Leuma.

Una vez iniciados los combates, el KAPD se sumó a ellos con todo entusiasmo. Sin embargo, a pesar de ser un bastión de la izquierda, entre los obreros de Leuma prevaleció el criterio de no ir más allá de la huelga, estimando que la situación en la región no permitía intentar con posibilidades de éxito ninguna insurreción. Este punto de vista fue compartido por los militantes del KAPD en la zona, quienes, aislados no se sabe por qué razón de su dirección berlinesa, ignoraban que el partido había decidido participar de la aventura. Tampoco se entiende cómo el KAPD no se dio cuenta de que el VKPD actuaba en función de los intereses de Moscú a través de la I.C.

El día 22, los responsables políticos de la insurrección se trasladaron a Halle y trataron de convencer a los comandos de la región de llevar a cabo atentados con dinamita, secuestros ficticios de conocidos jefes comunistas y otras medidas tendentes a aumentar el nivel de combatividad de las masas, pero experimentaron un rotundo fracaso. El 23, Hamburgo fue escenario de un gran mitin de obreros en paro y posterior manifestación que acabó en un enfrentamiento entre huelguistas y no huelguistas. Fue esta la única ciudad en que los obreros intentaron sublevarse. Salvo aquí y en las mencionadas regiones de Halle y Mansfeld, el resto del país permaneció en calma. Un rotundo fracaso.

Pasados los hechos, Bela Kun, la cara visible de este "Putsch", fue violentamente censurado por la dirección bolchevique y su folleto: "La teoría de la ofensiva", retirado de la circulación por orden de Lenin. Por su parte, Paul Levi escribió un informe responsabilizando de la acción a los delegados de la Comintern y a la dirección del Partido comunista alemán, atribuyendo al Comité Ejecutivo de la Internacional la costumbre de delegar oficiosamente la toma de decisiones en individuos poco fiables, para luego poder eludir oficialmente responsabilidades a la hora de los fracasos. En su informe, Levi se preguntó cómo llegó a producirse esta acción, y contestó:

<<El primer impulso para esta acción no surgió del partido alemán...No sabemos quien es responsable de ello. No era la primera vez que los delegados del Comité ejecutivo (de la Internacional comunista) rebasaban sus atribuciones y que posteriormente quedaba de manifiesto que carecían de plenos poderes para esto o para aquello. No estamos, pues, en condiciones de hacer responsable al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, aun cuando no debe ser ocultado que en los círculos de la Ejecutiva existía cierto descontento sobre la "inactividad" del partido. Se produjo, pues, una fuerte presión sobre la Central para entrar en acción ahora, enseguida y a toda costa (...) Las cosas adquieren un cariz funesto cuando son enviados representantes que no ofrecen garantías ni siquiera en el plano humano. (...) El método de delegar en individuos irresponsables que, más tarde, según se considere necesario, son desmentidos o desautorizados, es ciertamente muy cómodo; pero aunque esté santificado por una gran tradición, es funesto para la IIIª Internacional>> (P. Levi: op.cit. Pp. 63)

Tres días después de aparecido este informe, Levi fue expulsado del KPD y días más tarde del Comité Ejecutivo de la Comintern, que le calificó de "renegado" y "detractor". En julio de ese mismo año, conversando con Clara Zetkin acerca de la inminente apertura del tercer congreso de la Internacional, Lenin hizo algunas alusiones irónicas a Bela Kun y acabó dando a entender el infundio de que la acción de marzo no ha tenido nada que ver con la política que llevó al triunfo de la revolución rusa:

<<Esté usted tranquila; en el Congreso, los árboles de la "teoría ofensiva" no llegarán al cielo. (...) ¿Creéis que hemos hecho la revolución sin haber sacado enseñanzas de ella? Y nosotros queremos que vosotros también aprendáis ¿Es esto en realidad una teoría? Ni pensarlo, es una ilusión, es romanticismo; sí, nada más que romanticismo. De ahí que fuese practicada en el "país de los pensadores y poetas", con ayuda de mi querido Bela Kun, que pertenece también a una nación poéticamente dotada y se cree obligado a estar siempre a la izquierda de la izquierda. (...) En todo caso, de la revolución rusa se puede aprender más que de la "acción de marzo" alemana.>> (Clara Zetkin: "Erinnerungen an Lenin" Pp. 32. Citado por H.Saña Op.cit. cap. II)

En "El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo" Lenin escribió:

<<La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y más seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes para con su clase y para con las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente un error, poner al desnudo sus causas, analizar la situación que lo ha engendrado y discutir atentamente los medios de corregirlo; eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de su deber; eso es educar e instruir a la clase y, después, a las masas.>> (V.I. Lenin: op.cit. VII)

De esto acusó Lenin en abril de 1920 a los comunistas de izquierda holandeses y alemanes. Pero no se aplicó el cuento a sí mismo ni al resto del comité ejecutivo de la Internacional. En realidad, la "acción de marzo" ha sido un genuino producto de la táctica revolucionaria empleada en Rusia que los bolcheviques trasladaron mecánicamente al Occidente capitalista, algo que Lenin nunca reconoció. Tampoco reconoció que las condiciones políticas que inspiraron en Bela Kun la "Teoría de la ofensiva" nada tuvieron que ver con la lucha de clases en Alemania, y que el vergonzoso comportamiento del KPD y del VKPD durante la "acción de marzo", estuvo en gran medida predeterminado por la táctica de la Comintern basada en "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo", cuyo valor teórico en tanto guía para la acción revolucionaria en las sociedades capitalistas modernas se ha venido demostrando por completo contraproducente. En tal sentido es que nos ha parecido necesario y oportuno contribuir desde aquí a difundir un texto de Hermann Gorter (3) , no casualmente ignorado por la mayoría de jóvenes -y no tan jóvenes- militantes honesta y desprejuiciadamente interesados en las cuestiones teóricas e históricas del movimiento obrero internacional.

De todas formas, es necesario volver a insistir en que la utilización del parlamento que Lenin justificó en 1920 no tiene nada que ver con lo que hacen organizaciones asimiladas a la socialdemocracia clásica, como es el caso del P.C.E. al convertir instituciones del Estado burgués -como el parlamento- en el hogar de su política, algo que Lenin recusó categóricamente en su polémica con Kautsky, a quien desde 1914 mantuvo en el mayor de sus desprecios. Si hemos decidido aludir al concepto de "parlamentarismo revolucionario" en el contexto histórico de los dos primeros congresos de la IC, fijando posición contra Lenin y a favor de la izquierda comunista europea de entonces, es para dejar claro que adscribimos al materialismo histórico y por eso procuramos ejercitar desprejuiciadamente la memoria para someternos a la prueba de la práctica, con lo cual se puede caer en errores de interpretación histórica, pero no a instalarse cómodamente en el equívoco a que conduce el pensamiento dogmático. Tampoco tenemos ni queremos tener nada que ver con las ideas y la práctica del socialismo premarxista del anarcosindicalismo, y en lo que llevamos dicho hasta aquí demostramos que no hay razón alguna como para que se nos acuse de adscribir a cualquier concepción política anterior a Marx.

Para acabar de contestar a este punto de tus observaciones, decir que la caída electoral de IU por su derecha el 13 de junio último, en modo alguno puede entenderse como un triunfo de la clase obrera sino al contrario. Tampoco favorece las expectativas de la militancia que utiliza al partido para hacer carrera dentro del Estado. Ahora, desde el punto de vista de la finalidad por la que el P.C.E. pasó a ocupar el lugar previsto en las estructuras del Estado bajo la forma política de la monarquía parlamentaria, este retroceso electoral expresa la necesidad de que esa formación evite escorarse demasiado a la derecha, cuidando no perder el perfil político y la franja electoral que los poderes fácticos le asignaron para superar el postfranquismo y consolidar la "democracia". Desde este punto de vista, el más decisivo en sentido histórico para la salud del sistema burgués en España, lo preocupante no es que el P.C.E. pierda eventualmente influencia por su derecha, sino que la llegue a perder por su izquierda. Tal es su función histórica como partido obrero estatalizado. Si somos honestos y tenemos respeto por la verdad, ni tu ni nosotros deberíamos abrigar motivos para pensar que esta polémica suponga perder el tiempo.

Punto 5

Trasfondo ideológico y político de la expresión "Estado de los monopolios"

Aun cuando su dirección política recaiga sobre el gran capital, en tanto no desaparezca su base nacional -y esto vale sobre todo para la pequeña y mediana burguesía- la especificidad del Estado capitalista soberano en cualquier latitud, consiste en representar los intereses de la burguesía nacional en su conjunto. En este sentido, bien que cada vez más limitado en sus funciones, mientras exista como tal, a los fines de la radicación de capitales productivos originados al exterior del territorio bajo su jurisdicción, el Estado nacional no perderá su carácter de Estado anfitrión y el capital extranjero deberá a todos los efectos someterse a las leyes vigentes en el territorio soberano donde se asienta. Al presentarla como despojada de todo fuero político, el "Estado de los monopolios" es una expresión concebida para que la pequeñoburguesía aparezca rebajada a la misma condición social del proletariado. Aceptada esta realidad "ad hoc", el frente popular está servido. Con tal de no enfrentarse con el fantasma del comunismo, los reformistas necesitan reducir la lucha de clases a la dialéctica entre dos formas de propiedad privada sobre los medios de producción: la monopólica y la no monopólica. Por eso hablan del "Estado de los monopolios". Como si no pudiera existir un tipo de Estado representativo de la clase obrera; como si la clase obrera no existiera; como si en todo este asunto no tuviera otro rol que el de oficiar de masa de maniobra.

La naturaleza del capital sin distinción de subsectores, consiste en apropiarse de la mayor cantidad posible de trabajo necesario para convertirla en excedente a los fines de la acumulación, del crecimiento de su masa. En el marco de la actual crisis económica, la guerra de Yugoslavia ha tenido por fundamento la necesidad perentoria del sistema, en orden a dar empleo productivo a la enorme masa de capital excedentario que le impide salir de la onda larga de crecimiento lento desde principios de la década de los 70. Esta necesidad ha actuado bajo la forma de un enfrentamiento interburgués, entre la representación político-militar de los monopolios y la correspondiente al capital nacional dependiente yugoslavo, hasta hace unos meses resistente a esa necesidad del sistema. Si decimos que la categoría de la "prepotencia" no ayuda a comprender la dialéctica social que subyace bajo fenómenos como la guerra de Yugoslavia, es porque refuerza la forma que impide ver lo que en ella o a través suyo se manifiesta. Para los reformistas, como para Kant, lo que hay debajo del "noumeno" es cosa de Dios, o sea, del capital. Eso hay que dejarlo como está. En todo caso, no ir más allá de limitar en lo posible los efectos que sobre el ciudadano medio provocan las formas inevitables que adopta la lógica de la acumulación. De ahí el sentido político que confieren a la palabra "prepotencia". ¿Qué más hace falta para explicar el comportamiento del capital imperialista respecto de los pequeños y medianos explotadores de trabajo asalariado? De tanto deambular con el intelecto y el corazón por la superficie de la realidad, más allá de la propiedad burguesa en general los reformistas no alcanzan a ver más que caos.

Punto 6

¿Supremacía militar o hegemonía ideológico-política de la burguesía?

Quienes siguen pensando que el poder político-militar está en la punta de los fusiles y no en los misiles, es que no están enterados de nada. Esto es lo que tu has dicho. Según se desprende literalmente de este razonamiento, los integrantes del PCPV están en contra de la lucha armada. Pero no por principios pacifistas ni por pusilanimidad personal, sino porque piensan que contra los misiles del capital no hay nada que hacer. Esto supone renunciar a la idea de un Estado obrero; supone instalarse en la idea de que el Estado nunca dejará de estar en manos de la burguesía, de que seguirá siendo un Estado burgués. Y si el Estado no deja de ser burgués, la propiedad privada capitalista es eterna. Esto es Fukuyama, el fin de la historia, pero vista a través de la teoría de la violencia y el poder que nos legó el señor Dühring. Bajo esta óptica, en todo caso la historia será una alternancia burguesa entre comedia y tragedia (aun cuando no en sentido clásico), pero jamás epopeya.

Sin embargo, vosotros sois comunistas, lucháis por ese ideal y pensáis que se puede alcanzar mediante métodos democráticos y pacíficos. Esto supone que atribuís a la burguesía un carácter democrático, la virtud de llegar a suicidarse como clase ante la voluntad de las mayorías. O sea, el pueblo vota a los comunistas y la burguesía hace mutis por el foro para siempre. ¿Para siempre? ¿Supone la "democracia representativa" semejante posibilidad por medios pacíficos? Ya vimos que, en tanto es orgánica, es decir, parte política funcional del capital, la "democracia representativa" y su necesaria contraparte: la dictadura, reproducen el capital. Desde que la democracia alemana de los consejos obreros se suicidó en la constituyente de 1918 hasta el Chile de Allende, pasando por la segunda república española, esto es lo que nos ha enseñado la historia. La democracia representativa no puede evitar el curso natural de la lucha de clases; tampoco su <<punto de ebullición>>. Pero desde 1865 se ha demostrado que obstaculiza enormemente la conciencia de clase del proletariado y paraliza su acción revolucionaria en los momentos decisivos. Tu manifiestas ser consciente de que el problema de la violencia es <<más complejo>> de como lo planteas. Pero, al parecer, ni tú ni el PCPV han asumido esta complejidad. Les basta con hacer suya la ideología de andar por casa de la burguesía, fijar posición en unos pocos párrafos y difundir su significado a los cuatro vientos. Tal es la función política de los reformistas y su responsabilidad social ante la historia.

Si nos mantenemos en el supuesto de la superioridad militar de la burguesía respetuosa sin embargo de los principios democráticos, llegamos a la conclusión de que tiene los misiles sólo para los proclives a la violencia, para disuadir -y si actúan aniquilar- a los que piensan que a la burguesía no se la puede sustituir por medios pacíficos y "democráticos", a los que reniegan de la "democracia representativa" y de la "convivencia en paz dentro del Estado de derecho", a los que nada esperan del sufragio universal y del parlamento, a los que se sienten tentados a violar los DD.HH. en su nueva versión doctrinaria, a los que se burlan de la presunta excelsitud de todas estos instrumentos políticos de dominación social.

Este razonamiento, que demoniza cualquier respuesta violenta de los de abajo a la corrupción y el fraude político sistemático de la democracia dineraria que los de arriba combinan con la violencia de sus aparatos de Estado, es el que subyace en la ideología "antiterrorista" que la burguesía española ha venido utilizando por todos los medios de difusión a su alcance, para poder justificar su terror de Estado que combinó con la práctica comicial en Euskadi, a fin de doblegar las aspiraciones independentistas de los vascos desde que perdió el referendum de 1978. Es en esencia el mismo razonamiento que los partidos comunistas creados por la IIIª Internacional alentaron en la clase obrera durante años, posibilitando ciclos históricos recurrentes entre golpe de Estado fascistas y democracia representativa. Los resultados políticos de esta ideología se han revelado en toda su eficacia contrarrevolucionaria y su barbarie durante los últimos cuarenta años, particularmente en América Latina.

Todo esto ha podido ocurrir, una vez más, gracias a la ingenuidad de millones de honestos y abnegados militantes de izquierda, hechos a este tipo de manipulaciones ideológicas por quienes oficiosamente se encargan de difundir esos prejuicios paralizantes, que durante los momentos de relativa calma inducen a la ilusoria identidad política de los contrarios al interior del Estado burgués. Esto impide la formación de un partido revolucionario. Y cuando la patronal no puede conceder lo que la clase obrera necesita, la burguesía se dispone a pasar por encima de su propia legalidad sin ninguna clase de escrúpulos. Es que las libertades civiles del Estado de derecho permiten mantener los vínculos orgánicos elementales que posibilitan y potencian el poder de la movilización reivindicativa de los explotados. Y las demandas salariales efectivas desatan la inflación distorsionando el aparato productivo hasta el extremo de impedir los planes de inversión. Por parte del proletariado, su confianza en las instituciones de Estado mantiene sus luchas dentro de los limites del sistema. De este modo no hay desenlace posible. Semejante situación de equilibrio inestable de fuerzas entre las clases resulta insostenible para la burguesía.

Antes de que la lucha de clases haga llegar la situación a ese extremo, cuando el Estado democrático de derecho empieza a insinuar su incapacidad para mantener la disciplina manufacturera con arreglo a las nuevas condiciones de explotación impuestas por la crisis, la burguesía decide desechar este instrumento político de control social y empieza a planificar el exclusivo uso de la violencia. Mientras tanto, carente de un partido revolucionario y de toda estrategia de poder, unido exclusivamente por vínculos que le impiden trascender la lucha más elemental, el proletariado es incapaz tanto de prever los planes de la burguesía, como de preparar sus fuerzas y planificar una respuesta adecuada a las circunstancias. En semejantes condiciones, la superioridad de la burguesía es manifiesta en todos los terrenos de la lucha, y la derrota del proletariado está previamente asegurada. El Estado puede elegir incluso el momento más propicio para iniciar su ofensiva. Dado que las luchas elementales de los explotados son necesariamente intermitentes, el golpe se pospone hasta que el movimiento entra en un período de relativa pasividad. Es el momento en que el parlamento da un paso al costado y las FF.AA. irrumpen violenta y sorpresivamente al mando de los Franco, los Pinochet y los Videla de turno, para realizar lo que habían planeado en los respectivos Estados mayores conjuntos, mientras comunistas, socialistas y populistas, se empleaban en las campañas electorales y desde sus escaños en el parlamento, para seguir infundiendo confianza en la vigencia permanente del Estado de derecho y las instituciones "democráticas" del sistema.

Una vez restablecido el equilibrio catastrófico y cumplido el necesario período de transición que permite recrear la "democracia" a instancias de las ONGs dedicadas a los DD.HH., las propias burguesías genocidas se apropian del ansia revolucionaria de justicia y la llevan a los tribunales del sistema para convertirla en justicia burguesa. Montado el tinglado autocatártico y en nombre de los mismos derechos humanos y democráticos que permitieron desarmar al proletariado para facilitar las diversas carnicerías geoestratégicas, los demócratas burgueses de izquierdas reiniciáis conciente o inconcientemente la tarea de volver a preparar las condiciones óptimas de nuevos genocidios, ornando a la justicia burguesa con una aureola de dignidad que permite reconciliar a las víctimas con sus verdadero victimario: El Estado, convirtiendo a quienes actuaron como meros ejecutores en chivos expiatorios del sistema. Como si los intereses sociales que han inspirado el derecho positivo aplicado a genocidas de países dependientes como Pinochet, no tuvieran nada que ver con el móvil político de los crímenes cometidos. Y entre esos intereses sociales están los de las potencias imperialistas cobeneficiarias que los propiciaron, entre ellas España. ¿Por qué nuestro inefable Garzón elude investigar esas claras complicidades? Y si los crímenes contra la humanidad no prescriben, ¿por qué no ha puesto la lupa sobre los crímenes del franquismo tras la guerra civil? En estas preguntas sin respuesta histórica están pringados hasta las cejas los valores democráticos y humanitarios tan caros a vuestros proclamados principios comunistas.

Realizada la tarea de verla reproducida en la conciencia colectiva de los explotados por vía de la escenificación judicial, la ideología democrática y de los derechos humanos está lista para ser utilizada en la perpetración de nuevas tropelías sangrientas. Esto es lo que acaba de ocurrir en Yugoslavia. ¿Qué otros valores sino éstos que tu y el PCPV preconizáis han permitido escamotear los verdaderos móviles de la reciente intervención militar de la OTAN en ese país.?

El PCPV piensa que la superioridad político-militar de la burguesía imperialista respecto del proletariado internacional, consiste en la posesión del enorme y sofisticado arsenal bélico que exhiben sus FF.AA. Esto es lo que los burgueses quieren que la gente se crea y vosotros contribuís gratuitamente a ello en nombre de la futura sociedad comunista. ¿Os dais cuenta de que así pugnáis por quitar al proletariado toda voluntad política de hacerse con el poder? La idea de que para vencer en toda guerra hay que estar previamente en posesión de un arsenal de calidad superior, es la extensión al plano de la actividad militar, de la filosofía que el modo de producción capitalista fija férreamente en la conciencia y el comportamiento de la burguesía. De hecho, antes de poner mano de obra en movimiento, todos los patrones sin excepción proceden a comprar los medios de producción; después de eso recién interviene la competencia, una guerra más o menos incruenta que ganan las empresas de más alta composición orgánica del capital y mayor desarrollo tecnológico relativo de sus medios de trabajo. Esta conocida concepción fetichista de la producción es la que preside los principios de la doctrina militar convencional moderna. Dentro de esta filosofía y de las mentes conformadas por ella, no hay sitio para hechos como los protagonizados por el proletariado alemán en 1918, o las masas iraníes en 1978, que sin más armas que sus propias manos, empezaron a combatir y supieron vencer en pocos meses a ejércitos poderosos. Dos de los tantos hechos revolucionarios protagonizados por las clases sublaternas del capitalismo a lo largo de este siglo, que se malograron no precisamente en el campo de batalla sino en el exclusivo escenario de la política.

El poder militar de la burguesía cuesta dinero <<una cantidad fabulosa de dinero>>. Sin capital disponible no hay poder militar. Esto significa que el poder político militar de la burguesía no emana de la boca de los fusiles, ni de los misiles, como dices tú emulando el erróneo pensamiento de Mao, sino del trabajo excedente de los asalariados bajo la forma de plusvalor capitalizado. Por lo tanto, la superioridad político-militar de la burguesía consiste en su supremacía social como clase basada en la propiedad privada de los medios de producción, y en que el proletariado no hace valer su condición de productor directo de lo que constituye el fundamento del poder burgués. Desde este otro punto de vista, el que liga la superioridad político-militar de los capitalistas no ya al Estado burgués sino a su fundamento material: la economía política, llegamos a la misma conclusión. Al no disponer de capital y estar, por tanto, económica y socialmente privado de ejercer el poderío militar en la época de los misiles, el proletariado no puede ir más allá de la "insumisión" pasiva o pacífica, a la espera de que la burguesía entienda que debe someterse a la voluntad de las mayorías o muera de aburrimiento. Tal es la estrategia de poder "comunista" de vuestro discurso.

Veamos las cosas un poco más detenidamente. No porque lo digamos los marxistas es menos cierta la evidencia de que sin valor de uso no puede haber valor de cambio. Por más trabajo que cueste producirlas, el valor de cambio de las cosas que carecen de utilidad social, es nulo. Nadie está dispuesto a pagar por algo que no sirve para nada, que no satisface ninguna necesidad social. Las armas pesadas tienen valor de cambio porque sirven para matar gente y destruir riqueza existente. Tal es la necesidad social que satisfacen. La fabricación y venta del armamento pesado en la sociedad moderna corre a cargo de las empresas que constituyen el llamado sector III de la economía capitalista. ¿Quiénes son sus habituales y casi exclusivos compradores?, las respectivas burguesías nacionales constituidas en Estados. ¿Para qué necesitan las armas?, para el enfrentamiento con otras fracciones de la burguesía mundial, así como para disuadir y, si es preciso, aniquilar, a movimientos de masas proletarias de magnitud que se niegan a aceptar las condiciones de explotación a que son sometidas. Si la violencia está en la naturaleza de la burguesía -no por vocación personal de los burgueses, sino por imposición objetiva del sistema de vida que personifican, respecto del cual ellos no son más meras criaturas- queda categóricamente descartada toda posibilidad de implantar el socialismo por vía pacífica. La historia no ha hecho más que confirmar una y otra vez esta lógica consustancialmente violenta del capital.

Que la URSS haya llegado a estar entre los principales países productores y vendedores de armas en el mundo, en modo alguno invalida este razonamiento. Al contrario. A la burocracia soviética se le puede acusar de muchas cosas que no viene al caso mencionar aquí, pero nunca de haber tenido vocación militarista. Ni en la naturaleza de su sistema económico -que nunca fue socialista pero tampoco capitalista- ni en los fundamentos y la práctica de su política exterior, hay sólidas razones para ello. De hecho, desde la revolución de octubre hasta la caída del muro de Berlín, en cada una de las sucesivas rupturas del equilibrio militar estratégico entre la URSS y el sistema capitalista, la iniciativa política siempre partió de los países de la cadena imperialista. El militarismo defensivo del stalinismo fue una de las consecuencias de su política de statu quo o entendimiento pacífico con el imperialismo; la extensión lógica al exterior, de su política tendente a congelar la lucha de clases al interior del territorio soviético.

Pero el caso es que, el capital, es decir, los medios de producción y el dinero que representa su valor, no son otra cosa que trabajo social objetivado. Y el capital se reproduce y acumula mediante ese mismo trabajo social encarnado en el proletariado. Incluido el capital de la rama armamentista. Desde esta perspectiva, es del todo falso que el poder político-militar de la burguesía este en su disponibilidad de capital, sino en la predisposición del proletariado a reproducirlo; en su inconciencia de la necesidad histórica cada vez más acuciante que le impulsa a que rompa definitivamente sus vínculos históricos con el capital y pase a erigirse en clase dominante de la sociedad en tránsito al comunismo. El peso creciente de esa necesidad histórica sobre la conciencia del proletariado, está determinado por el curso del proceso de acumulación. El tiempo que el proletariado tarde en hacer conciente esa necesidad, en parte depende de la respectiva incidencia que sobre él ejercen las fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias que actúan en la superestructura ideológica y política de la sociedad, en tanto él no deja de ser masa para constituirse como clase. El carácter fetichista que gentes como vosotros le atribuís al armamento en la lucha por el poder, no cuenta para nada en el terreno militar, estratégico, de la lucha de clases, sino en el de la lucha ideológica. Y sin duda, aun cuando no precisamente de última generación, es ésta un arma de primerísima línea que refuerza el poder de la burguesía sobre el proletariado.

A la hora de hacer consciente al proletariado de la necesidad histórica de acabar con la cultura del capital, decir que la economía de armamentos ha llegado a constituirse en una amenaza visible que pesa no ya sobre el movimiento obrero sino sobre el conjunto de la humanidad no es suficiente. Aunque no sea directamente visible, el hecho de que la fabricación de armamentos gravite como un peso muerto adicional sobre las deprimidas condiciones de vida de los asalariados en tiempos de crisis no es menos importante. Y por dos razones: porque el gasto en armamentos se sufraga mediante impuestos que en su mayor parte recaen sobre el salario de los trabajadores, y porque los armamentos se destruyen mientras el dinero que los Estados pagan por ellos sigue circulando, lo cual presiona los precios al alza y hace descender todavía más el salario real. Toda esta violencia adicional del capital sobre el trabajo social, se suma al aumento de la penuria relativa de los parados que crecen históricamente y al ya bajo salario y las cada vez más insostenibles condiciones de trabajo de los ocupados, que la amenaza del paro les fuerza a cumplir durante más tiempo y con mayor intensidad por menos sueldo. Con su especificidad, la economía de armamentos se inscribe en el proceso de violencia general y sistemática que la burguesía proyecta y desencadena día a día sobre la clase trabajadora.

Según avanza el desarrollo de las fuerzas productivas y aumenta el capital en funciones, aunque repartida de modo desigual, esta violencia económica del capital sobre el conjunto de los asalariados se torna mayor y más frecuente. El tiempo entre los sucesivos períodos de crisis y depresión se acortan, mientras la masa de capital sobrante en cada crisis se vuelve mayor y, por tanto, mayores los obstáculos que la burguesía se pone a sí misma para salir de las consecuentes depresiones, con lo que estas se hacen más largas y profundas respecto de los tiempos de expansión que se vuelven relativamente más y más breves. En todo este proceso, la masa de parados no deja de aumentar en términos absolutos y relativos, en tanto que los trabajadores ocupados, en contra de los prejuicios extendidos en círculos intelectuales de la izquierda reformista, pasan a ser una aplastante mayoría de la población activa. Las armas que históricamente conducen con la necesidad de un proceso natural al triunfo del proletariado sobre la burguesía, no están, pues, en los arsenales militares sino en las leyes objetivas del capitalismo. Las armas de que vosotros habláis, esas, llegado el momento, si es preciso se consiguen:

<<Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo (la ley del valor) se vuelven ahora contra la propia burguesía. Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también a los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los Proletarios>> (K. Marx-F.engels: "Manifiesto del partido comunista" Cap.I Lo entre paréntesis es nuestro)

De modo que quitándole la lamentable alusión al sufragio universal, podemos parafrasear a Engels en su introducción de 1895 a "La lucha de clases en Francia", diciendo que el día en que el proceso de acumulación marque para los trabajadores el "punto de ebullición" decisivo, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer. Y lo que entonces harán y cómo, es algo que no podemos anticipar ahora mismo. En este contexto, si el "tirachinas" es o no un arma eficaz frente a los misiles, ve y pregúntale a los sionistas de Israel como llevan la "intifada". Que tu y tu partido pongáis hoy la cuestión del armamento por delante, dice muy poco en favor de una estrategia de poder efectivamente comunista y sí mucho en pro del adoctrinamiento político en la teoría burguesa de la contrarrevolución preventiva violenta, complemento o contraparte de la contrarrevolución democrática al estilo de la transición postfranquista operada en este país con la inestimable colaboración del P.C.E.

Sintetizando las diferencias: tu te instalas en el prejuicio fetichista de que la superioridad de la burguesía está en que dispone de capital; nosotros en que la superioridad militar relativa de la burguesía se basa exclusivamente en la falta de unidad política y firme determinación del proletariado internacional para acabar con este sistema de vida. Tu pones énfasis en el poder del dinero y la técnica militar, nosotros en una carencia política provisional del proletariado que las contradicciones del sistema y una labor paciente y tenaz de esclarecimiento ayudarán a superar. Tu ves la correlación histórica de fuerzas desde lo que la burguesía muestra ser en el terreno militar; nosotros en lo que el proceso de acumulación del capital le impondrá al proletariado llegar a ser en el terreno político. Tu proyectas al infinito la fuerza social de la burguesía haciendo palanca en la actual debilidad militar del proletariado; nosotros limitamos esa fuerza al cada vez más estrecho horizonte histórico de la acumulación del capital. Tu contemplas la historia desde la perspectiva que te sugiere el proceso de valorización vigente al día de hoy; nosotros la vemos desde la perspectiva del proceso de trabajo necesariamente superadora del proceso de valorización.

 

 

Punto 7

Tu dices tener la sensación de estar perdiendo el tiempo en polemizar con el GPM. Nosotros no sentimos lo mismo. Al contrario, tus observaciones constituyen un estímulo al esfuerzo por clarificar nuestras propias posiciones y aportar al necesario desarrollo y difusión de la teoría revolucionaria dentro de nuestras limitadas posibilidades, conscientes de que, dado el enorme acervo teórico y la rica tradición política del movimiento obrero, esta tarea sólo puede ser obra de la reflexión y el trabajo colectivo de miles de grupos y organizaciones, unidas en principio -como no puede ser de otra manera- sólo por el mismo propósito de contribuir a la recomposición ideológica y política del movimiento obrero mundial.

Si compartes con nosotros ese cometido, no vemos cómo puedes pensar que nuestra metodología sea improductiva. Los temas que estamos debatiendo no se pueden saldar productivamente con una economía del lenguaje que se limite a pontificar sobre lo que cada cual da por cierto.

Si tratamos de mantener al Grupo de Propaganda Marxista en algún sitio, esa querencia es la de los argumentos políticos fundamentados, que exponemos no para dictar cátedra de marxismo, sino para ver a través de otras opiniones, hasta qué punto las nuestras carecen de valor científico. Y si en lo que decimos tu ves inmerecidas descalificaciones personales o partidarias, no es el caso de quejarse, porque si estamos equivocados la carnaza que ofrecemos no es poca. No somos tan necios como para ignorar que la representación del GPM sólo es la de los cuatro náufragos que lo componen. Y si piensas -como has dicho- que nuestra formación marxista adolece de <<notorias deficiencias>> y de <<razonamientos aberrantes>>, tu deber es demostrarlo, como el nuestro ha sido y es preocuparnos por responder con los recursos teóricos de que somos capaces, a TODOS y cada uno de los juicios acerca de lo que nos parece cierto. No como hacían los sofistas escolásticos, que de lo dicho por sus interlocutores silenciaban todo menos aquello de cuya discusión creían poder sacar partido. Para nosotros, al contrario de aquella vieja y despreciable escuela, lo importante es saber y conocer, no derribar en combate retórico al oponente.

Saludos comunistas: GPM. 12/08/99

Notas

(1)Autonomía relativa de la política y libertad como idea absoluta

Con la intervención de la OTAN en Yugoslavia se ha repetido la misma lógica. ¿Cuál es esa lógica? Apoderarse de la mayor cantidad posible de trabajo necesario para convertirlo en excedente a los fines de la acumulación.

Pero las condiciones históricas son hoy bien distintas respecto de 1848. No estamos ahora en la etapa infantil sino tardía del capitalismo, caracterizada por:

  1. El enorme desarrollo de las fuerzas productivas que coincide con un excedente crónico de capital, cuya contraparte social es el paro estructural masivo y la persistencia de la sociedad en la onda larga depresiva;
  2. La transnacionalidad y unidad política del capital.
  3. Tal como lo previeron Marx y Engels en el "Manifiesto Comunista", el proletariado de hoy día ha pasado a constituirse en mayoría absoluta de la sociedad a nivel planetario.

De la lógica invariable del capital y de las condiciones históricas objetivas sobre las que actúa, se desprenden las necesidades de cada clase universal. Desde el punto de vista de la burguesía en su conjunto, esta clase necesita hoy convertir las decenas de billones de dólares que circulan por el mundo bajo la forma de capital ocioso, en capital productivo, en capital que produce directamente plusvalor. Esta necesidad le induce a pugnar por apoderarse de millones de asalariados técnica e intelectualmente preparados, activos e inteligentes, que el capitalismo de Estado subsistente en países "postcomunistas" y/o dependientes, con proyectos anacrónicos de desarrollo autosostenido del capital nacional, impiden transformar en fuente de aprovisionamiento directo de plusvalor. Esta necesidad material del capital transnacional políticamente unificado, determina el empleo de nuevas formas políticas de intervención, donde la hasta hace unos años intangible vigencia de la soberanía nacional nacida de la Revolución Francesa, es violada sin contemplaciones allí donde como en Yugoslavia, encuentra resistencia a las necesidades de valorización del capital a escala internacional.

¿Qué demuestra este comportamiento? Lo que Marx y Engels describieron ya hace más de 150 años:

<<Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la destrucción obligada de una masa de fuerzas productivas; de otra, por la conquista de nuevos mercados y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo lo hace, pues? Preparando crisis más extensas y más violentas.>> (K. Marx-F.Engels: Manifiesto comunista" Cap. I)

Desde el punto de vista del proletariado, las condiciones objetivas (y subjetivas de la burguesía) determinadas por la ley del valor, están planteando la necesidad de la revolución proletaria a gritos, los gritos del paro estructural masivo, de la participación cada vez menor del proletariado en el producto de su trabajo, del ahondamiento de las desigualdades sociales a nivel planetario y de la amenaza de otra guerra mundial de consecuencias catastróficas inauditas. De ahí que la crisis de la humanidad sea la crisis ideológica del movimiento político del proletariado. En tal sentido, proyectos políticos de acumulación del capital como el sostenido por el régimen encabezado por Milosevik, no tienen nada que ver ni con las necesidades del proletariado ni con las necesidades del capital social global.

Interpretar que la expresión "última instancia" prescribe y autoriza a postergar la consideración científica del factor económico, conduce a plantear la táctica y la formulación de las consignas de lucha con independencia de sus condiciones objetivas, a deducirlas directamente de la lucha misma. Algo así como tomarse la "libertad" de construir una casa empezando por el tejado. Cuando se entiende y asume la libertad política de un modo tan absoluto, la necesidad se encarga de poner las cosas en su sitio. La libertad política consiste en el conocimiento de la necesidad material, del orden de cosas a transformar, tarea sólo posible a través de la ciencia:

<<Por consiguiente, la tarea directa de la ciencia, según Marx, consiste en dar una verdadera consigna de la lucha, es decir, saber presentar objetivamente dicha lucha como producto de determinado sistema de relaciones de producción, saber comprender la necesidad de esa lucha, su contenido, el curso y las condiciones de su desarrollo. No se puede dar "una consigna de lucha" sin estudiar en todos sus detalles cada una de sus formas, sin seguir cada uno de sus pasos, en su tránsito de una forma a otra, para saber determinar la situación en cada momento concreto, sin perder de vista el carácter general de la lucha, su objetivo general: la destrucción completa y definitiva de toda explotación y de toda opresión.>> (V.I. Lenin: "Quiénes son los amigos del Pueblo y cómo luchas contra los socialdemócratas" . Apéndice III. En "Obras Completas" Tomo I).

Lenin polemiza en este trabajo con los populistas de su tiempo, demostrando que el único fundamento de su política consistía en un inventario de las calamidades que atribuían a la inmoral e injusta conducta del zarismo:

<<El régimen de servidumbre es presentado, no como una forma determinada de organización económica, que engendró una explotación determinada, determinadas clases antagónicas, determinadas instituciones políticas, jurídicas, etc., sino simplemente como abusos de los terratenientes y como una injusticia respecto de los campesinos. La reforma campesina es presentada, no como el choque de determinadas formas y clases económicas, sino como una medida de las autoridades, "que eligieron" por error "un camino equivocado", a pesar de sus inmejorables intenciones. La Rusia de los tiempos posteriores a la reforma es presentada como una desviación (política) del verdadero camino, acompañada por calamidades para el trabajador, y no como determinado sistema de relaciones antagónicas de producción que tiene determinado desarrollo. (determinado en el sentido de que es independiente de la voluntad política de nadie, en tanto no se revolucione semejante orden de cosas, en tanto no se cambie la organización social del trabajo)>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

En el conflicto yugoslavo acabáis de repetir exactamente la conducta y el criterio de los populistas a principios de siglo. No hay más que leer vuestros manifiestos, informes y comunicados, para comprobar que la posición política que habéis adoptado, tan voluble como el curso de los acontecimientos, ha estado decisivamente influida por consideraciones superestructurales de tipo moral, humanitarias, jurídicas y políticas. Para vosotros, al parecer, en nada ha tenido que ver el hecho de que Yugoslavia no sea un colonia ni una semicolonia; que en ese país no haya tareas democrático-burguesas que cumplir y que, por tanto, la lucha contra el imperialismo allí sólo sea de posible solución efectiva mediante el programa socialista. Tampoco habéis reparado en el cambio cualitativo que la masa de capital acumulado a nivel planetario ha operado en la organización política del capital imperialista. Nos referimos a la internacionalidad y unidad política del capital imperialista en bloques transnacionales, realidad con que la burguesía abandona el concepto de autodeterminación y soberanía nacional, que hasta la intervención de la OTAN en Yugoslavia parecía todavía configurar todo el orden de relaciones internacionales. No vinculasteis para nada este cambio en la organización política del capital a la necesidad organizativa del proletariado para cumplir con eficacia su cometido de clase bajo estas nuevas condiciones objetivas. ¿Cómo ibais a hacerlo si os habéis tragado el infundio burgués de que el proletariado mundial está en franco proceso de regresión social?

Aun cuando el "viejo topo" ha venido haciendo lo suyo hace ya más de 50 años sobre la sociedad balcánica que triunfó sobre la ocupación nazi, para las actuales generaciones el telón de todo este drama histórico en los Balcanes pareció levantarse cuando en junio de 1991 Alemania reconoció la independencia de Croacia y Eslovenia. En realidad, no fue éste el primer acto político ni tampoco el último en la serie histórica que dibujó con trazos de sangre la contrarrevolución en Yugoslavia. Éste, el de Kosovo, con seguridad sí lo ha sido. Y aquí estamos de acuerdo con vosotros en que esta guerra marca un antes y un después, porque más bajo no se puede caer.

Las bombas de la OTAN han acabado por destrozar el anacrónico proyecto político burgués nacionalista dependiente serbio que impedía la libre penetración del capital imperialista en territorio Yugoslavo. Pero esta historia acabó así, porque

  1. el proletariado balcánico se sacudió el yugo nazi bajo la dirección del Partido Comunista Yugoslavo y ese éxito escamoteó en su conciencia que desde fines de los años veinte ese partido había abandonado el socialismo;
  2. aquella generación de trabajadores revolucionarios se durmieron sobre los laureles de su propia victoria, renunciando a la responsabilidad histórica de hacerse cargo de las grandes cuestiones políticas, dando así pábulo al sustitucionismo burocrático de las bases por las direcciones;
  3. semejante dinámica contrarrevolucionaria en encarnó en figuras como Tito y Milosevik, a través de cuya autonomía política relativa se pudo cortar todo vinculo político y memoria histórica entre el espíritu internacionalista que culminó en 1945 y el cretinismo nacionalista que acabó ahora por provocar la absurda matanza entre serbios y albaneses. La clave del éxito imperialista en esa parte del mundo no estuvo, pues, en el poderío económico y militar del capital internacional coligado, sino en la estupidez política del proletariado balcánico. Aunque parezca inmisericorde y arrogante, así hay que decirlo porque es verdad y la verdad siempre es revolucionaria.

El criterio idealista de la lucha de clases, científicamente impugnado con categórica autoridad por los creadores del materialismo histórico, es el que una vez más ha prevalecido entre los militantes prácticos del movimiento; en esta ocasión, a la hora de fijar posiciones ante la intervención de la OTAN en Yugoslavia, en general tan variadas y volubles como la "forma tosca" en que a cada cual se le dio espontáneamente por combinar en su cabeza el uso discrecional de la propaganda de guerra con principios abstractos acerca de la autodeterminación, la paz, la democracia, la justicia internacional y los DD.HH, así como con interpretaciones igualmente abstractas y diversas acerca de ciertos intereses particulares encontrados de las distintas potencias imperialistas intervinientes en el conflicto. La generalización de este criterio hace pensar que este episodio de la lucha de clases a nivel internacional, se explica por ese variado complejo de combinaciones superestructurales subalternas, y no por la objetiva tendencia del capital social global hoy más vigente que nunca, a apoderarse de la mano de obra explotable en países como Yugoslavia, para dar ocupación productiva a la ingente masa de capital ocioso que todavía mantiene peligrosamente al sistema en la onda larga de crecimiento lento iniciada a fines de la década de los sesenta. Para eso no hacía falta más que saber leer entre líneas los discursos y declaraciones de los dirigentes políticos y gobernantes más o menos implicados en este conflicto.

Por ejemplo: En su calidad de "representante especial de la Unión Europea para la RFY" Felipe González presentó en marzo pasado ante ese organismo multinacional un documento que tituló: "Ideas para una estrategia europea con vistas a la democratización de la República Federal de Yugoslavia y la estabilidad de la región". Desbrozando la forma eufemística típica de los políticos profesionales de la burguesía, de este documento se desprende con toda claridad la estrategia del capital imperialista para los Balcanes. Según Felipe González se trata de fomentar:

<<...la apertura y la transformación de las economías de los países de la región para facilitar su inserción en la economía internacional>> ("El País" 8/4/99 P.8)

Durante el breve discurso pronunciado la noche del 24 de marzo para anunciar el inicio de los bombardeos, Javier Solana sintetizó de forma igualmente eufemística el "pensamiento único" de las burguesías "nacionales" integrantes de la OTAN, acusando al régimen de Milosevik de "impedir la integración de Yugoslavia en Europa", o sea, de evitar la libre explotación del trabajo asalariado en ese país, donde, según datos proporcionados por Lorenzo Peña, sólo el 2% del PBI se produce y gestiona mediante la propiedad privada capitalista pura. El 27 de abril, el Secretario de Estado de asuntos Exteriores rumano sumaba a su país en este propósito de la burguesía internacional diciendo que:

<<No hay solución a la crisis de los Balcanes mientras siga en el poder Milosevik. Esta zona de Europa tiene que lograr una homogeneidad en la democracia y en la economía de mercado para prosperar, abrirse e integrarse en E. Y esto excluye la existencia de dictaduras, sistemas de partido único y sociedades cerradas. Estaremos muy contentos de poder cooperar cuanto antes con un nuevo equipo de gobierno en Serbia y Yugoslavia que esté decidido a poner fin a esta política demencial y quiere llevar a su pueblo hacia Europa>> ("El País": 28/4/99 Pp.10)

El 13 de mayo último, mientras vosotros llamabais a formar brigadas internacionales para combatir bajo la dirección política de gentes como Bogoljub Karik y Milan Mitrovik, los integrantes del GPM publicamos un documento que les hemos remitido donde previendo lo que ha pasado decíamos lo siguiente:

<<Por tanto, quienes en esta guerra se manifiestan por la defensa incondicional de Yugoslavia, no son más que víctimas irreflexivas del sentimentalismo pequeñoburgués que induce a defender al débil frente al fuerte, anteponiendo la defensa de un antiimperialismo burgués pacato necesariamente perdedor, a la construcción de una eficaz estrategia de poder obrero contra el capitalismo internacional. Y el primer paso de esa estrategia debe consistir en una política conducente a la unidad internacional del proletariado, que ya tiene su posibilidad real de concreción en la unidad internacional del capital. Esto no tiene nada que ver con la defensa del nacionalismo colonialista que esgrime el actual régimen yugoslavo. Tampoco con el neutralismo pacifista. Sí con la conversión de esta guerra interburguesa en guerra revolucionaria contra el capitalismo.

Que esta consigna sea, de momento, imposible, hay que atribuírselo a la política internacional de la URSS tras la muerte de Lenin, que basó la construcción mundial del socialismo en poner al proletariado de los países dependientes al servicio de la pequeñoburguesía autóctona en lucha por utilizar la soberanía nacional para evitar o negociar la penetración del imperialismo en el territorio bajo su condominio, que es lo que está haciendo el régimen yugoslavo.>>

El 7 de junio seguían cayendo bombas sobre Serbia, vosotros habíais pasado a movilizaros por la paz y el régimen de Milosevik guardaba silencio ante la propuesta del G8 que acabó por aceptar poco después. Ese día, el periodista Juan Carlos Gumucio, enviado especial de "El País" en Belgrado, revelaba unas declaraciones de Bogoljub Karik, "poderoso y multimillonario ministro de Desarrollo Económico de Serbia":

<<Tranquilamente, desayunando en la terraza de su oficina, desde donde controla grandes sectores de la economía serbia, se manifiesta leal a Milosevik. Lo llama el "pilar central" del futuro yugoslavo. Pero Karik, que niega tener ambiciones políticas, debe saber secretamente que tiene un papel fundamental que jugar en el nuevo escenario político de Yugoslavia. Karik es considerado el motor real de las privatizaciones, del movimiento hacia un modelo económico ansioso de ser aceptado como parte de Europa. En la pared de su despacho existe una fotografía de Hillary Clinton, sonriente, junto a este hombre de 45 años, bigote amplio y hospitalario. Bogoljub Karik es una figura en la cual comienzan a fijarse algunos sectores que le atribuyen madera de líder. El problema es que no tiene partido político. Su jefe de estrategia, un economista llamado Milan Mitrovik, ha salido con una idea audaz: que los países de la Alianza Atlántica, los mismos países que han destruido con bombas la infraestructura económica de Yugoslavia, se embarquen ahora en una empresa de reconstrucción conjunta. Planteaba, por ejemplo, que se encarguen de hacer nuevos puentes y proponía que cada pasaje sobre los espectaculares ríos de este país llevaran nombres de ciudades de EE.UU y de Europa. En suma, una reconciliación poética. Mitrovik se echó a reír cuando se le preguntó si algún día habrá un puente -el mejor símbolo de unificación, contacto entre orillas distantes y alianza entre los que quieren proximidad, no bombas- que lleve el nombre de Rambouillet.>> ("El País" : 7/6/99 Pp. 4)

Nos falta opinar sobre los dos últimos párrafos de vuestras observaciones a la política propuesta por el GPM con relación al conflicto yugoslavo. Decís allí vosotros lo siguiente:

<<No sabemos exactamente a partir de qué momento empezáis a conocer nuestros materiales. Sería interesante, a efectos de este debate saberlo para facilitaros algunos esenciales que os puedan faltar y que os podrían aclarar cómo tenemos en cuenta el materialismo dialéctico e histórico y luchamos continuamente contra el resurgir del idealismo en toda la política y filosofía de la izquierda y dentro del movimiento comunista. Por hoy creemos que hay materia para reflexionar y os rogamos que desde el ángulo de esta crítica que os hacemos hagáis una nueva lectura de vuestros propios materiales. Creemos sobre todo que el error más grave en el que estáis cayendo, y ese ya es práctico, es vuestra posición ante la guerra continua de agresiones, destrucciones y conquistas militares y económicas que esta llevando el imperialismo contra la humanidad y que determina la contradicción principal en estos momentos, sin que por ello los comunistas debamos olvidar, ni por un instante nuestro análisis de clase sobre la naturaleza del imperialismo y los objetivos de la revolución social mundial.

Pero toda revolución tiene que encontrar su punto de partida que no es, ni hay que confundirlo, con el punto de llegada. Y creemos que es aquí donde erráis. Conocéis suficientemente la teoría de Marx y de Lenin, y la práctica de este último, como también la de Marx, como para saber que no nos estamos sacando nada de la manga nuestra y tampoco empleamos citas sacadas del contexto histórico, sino orientaciones fundamentales del pensamiento y la práctica del marxismo-leninismo. Algunos llevamos ya mas de 35 años luchando contra el revisionismo sin admitir ningún centro del comunismo al estilo vaticano. Alguna experiencia teórica y práctica hemos adquirido>>.

De vuestra organización sólo conocemos lo que a través del correo electrónico nos habéis remitido sobre el conflicto yugoslavo, y no es necesario que aludáis a vuestra moral de compromiso con los ideales del comunismo porque no tenemos ninguna razón ni motivo para dudar de ello. Pero lamentamos sinceramente deciros que de vuestros argumentos y posiciones no nos parece que vayáis por ese camino, y a través de ésta y anteriores comunicaciones creemos haber aportado suficientes elementos de juicio en tal sentido.

Se ve que tenemos dos maneras distintas de razonar: Para nosotros, <<la guerra continua de agresiones, destrucciones y conquistas militares y económicas...>>, en modo alguno <<determina la contradicción principal>>, sino que es la forma extrema que tiene el capital imperialista de resolverla transitoriamente en épocas de crisis. Comprendemos vuestra sana indignación contra la barbarie y la mentira, pero volvemos a insistir con Lenin: desde el punto de vista de la eficacia política comunista en la etapa imperialista de la unidad internacional del capital, la contradicción principal está determinada no por la dialéctica particular entre las burguesías nacionales dependientes y el capital imperialista coligado -como insistís vosotros en sostener- sino por la dialéctica universal entre burguesía y proletariado. El resultado de este conflicto de clases en Yugoslavia acaba de aportar una vez más la prueba de la práctica del modo más rotundo. Por tanto, sin la unidad política comunista del proletariado a escala internacional, no hay posibilidad alguna de triunfo contra el imperialismo. Para eso trabajamos nosotros.

¿Qué esta consigna era de imposible realización? Lo sabemos. Pero, ¿qué sentido tiene hacer seguidismo de lo que el proletariado está dispuesto a hacer declinando lo que la historia exige en una determinada etapa de la lucha de clases? Esta fue la pregunta que Lenin le hacía a los partidarios de la nueva "Iskra" tras la derrota de la revolución de 1905. Después de citar el texto de un manifiesto escrito por un grupo de obreros de San Petersburgo tras el domingo sangriento, llamando al proletariado ruso a derrocar el zarismo y a implantar el gobierno de los obreros, Lenin dijo lo siguiente:

<<El llamamiento a la insurrección lanzado por este puñado de obreros de vanguardia que tomaron la iniciativa, quedó sin respuesta. Pero a nosotros no nos sorprenderían ni abatirían varios llamamientos infructuosos a la insurrección o varias "fijaciones" fracasadas de ésta. Dejemos que la nueva Iskra charle, con este motivo, de la necesidad de "una profunda transformación de las relaciones sociales" y condene con frases grandielocuentes "el utopismo" de los obreros que lanzaron el grito de ¡Hay que drerrocar al gobierno zarista e instituir nuestro propio gobierno! ¡Viva la revolución! ¡Viva la Asamblea Constituyente de los representantes del pueblo! (...) Lo importante para nosotros es registrar y subrayar esta notable e intrépida iniciativa de la solución del problema que tenemos directamente ante nosotros.

El llamamiento de los obreros petersburgueses no se ha realizado ni podía realizarse con la rapidez con que ellos deseaban. Más de una vez volverá a escucharse este llamamiento, y es posible que vuelva a pasar desapercibido, no una, sino repetidas veces. Pero el hecho de que los mismos obreros se tracen este objetivo encierra una importancia inmensa. Nada ni nadie arrebatará ya al proletariado la conquista del movimiento obrero que supone él haber cobrado la conciencia de la urgencia práctica de esta tarea y de proponérsela como la tarea inmediata y la más apremiante, en todo el movimiento popular>> (V.I. Lenin: "Dos Tácticas" en Obras Completas Tomo 8. El subrayado es nuestro)

En 1917, el proletariado Ruso tomó el poder siguiendo las consignas levantadas por este grupo de proletarios petersburgueses doce años antes. Fijémonos que al vincular el espíritu de "iniciativa" con la "solución del problema", Lenin da a entender aquí que las consignas políticas deben responder inequívocamente a lo que el proletariado necesita realizar según lo exigen las condiciones objetivas o materiales, no a lo que subjetivamente quiere, le gusta o está dispuesto a hacer en un momento determinado. Y las condiciones objetivas sólo se pueden hacer políticamente inteligibles teóricamente, mediante la aplicación de la teoría revolucionaria. Volvemos aquí a la disección que los reformistas han practicado con la máxima de Disraeli, a la diferencia que media entre reforma y revolución, entre la política entendida como "arte de lo posible" y como "arte de hacer posible lo necesario". Este seguidismo reformista de hoy es tanto o más grave y contrario a los fines del comunismo que en la Rusia de 1905 y todavía más que cuando Stalin impuso esa disciplina a los partidos comunistas de occidente. Porque ni siquiera existe hoy un partido revolucionario. Hay que construirlo. Y ya nos diréis vosotros qué táctica de construcción de una alternativa de unidad orgánica independiente del proletariado es esa de meter a los trabajadores sin partido bajo el ala política furiosamente anticomunista de burguesías nacionales enfrentadas por el imperialismo, como es el caso de la Serbia y la Albanesa. El resultado no puede ser otro que el odio, la división y el enfrentamiento sangriento al interior de la clase obrera de ambos países por causas que nada tienen que ver con sus intereses. Odio y división de clase que esta guerra -tal como vosotros habéis alentado que se lleve adelante y así ha sido- no ha hecho más que ahondar, como se está viendo.

Por todo lo dicho hasta aquí, os reiteramos que no podemos acordar con lo pensado y actuado por vosotros. Conste que estamos para aprender y que ese talante nos ha vacunado contra ciertas cosas. De modo que os agradecemos el consejo en la seguridad de que no volveremos a caer víctimas de <<ningún centro del comunismo al estilo vaticano>>. De ninguno. Menos aun del impuesto en Alemania por el revisionismo de Bernstein, cuya esencia fue desplegada por Stalin tras la muerte de Lenin para llevar a término su teoría del socialismo en su sólo país, a través de la táctica contrarrevolucionaria de los frentes policlasistas a la que vosotros por lo visto seguís abrazados. Insistimos con Marx: en política, la libertad no consiste en hacer lo que a cada cual le sale hacer de las narices. "La libertad es el conocimiento de la necesidad" o, lo que es lo mismo según Lenin: "sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario".

Hace ya casi un mes les hemos remitido un correo para que nos dijerais si acordabais en que incluyéramos en nuestra página los textos donde polemizáis con los argumentos y posiciones del GPM acerca del conflicto yugoslavo. En vista de que todavía no habéis contestado, interpretamos que no estáis interesados en ello, por lo que hemos decidido publicar de cualquier manera ese material, eliminando toda referencia a vosotros, tanto personal como orgánica.

Saludos comunistas. GPM.

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(2) <<Volvamos al análisis de Marx en "El 18 Brumario..." . Desde la puesta en práctica del código napoléonico que liberó al trabajo agrícola del yugo feudal, hasta la insurrección de junio de 1848 habían pasado dos generaciones. En todo ese tiempo, el despliegue de la lógica del capital había llevado la ruina al moderno campesino parcelario:

<<Después de que la primera revolución había convertido a los campesinos semisiervos en propietarios libres de su tierra, Napoleón consolidó y reglamentó las condiciones bajo las cuales podrían explotar sin que nadie les molestase el suelo de Francia que se les acababa de asignar, satisfaciendo su afán juvenil de propiedad. Pero lo que hoy lleva a la ruina al campesino francés, es su misma parcela, la división del suelo, la forma de propiedad consolidada en Francia por Napoleón. (...) Han bastado dos generaciones para engendrar este resultado inevitable: empeoramiento progresivo de la agricultura y endeudamiento progresivo del agricultor>> (K. Marx: Op.cit. Cap. VII)

Marx describe las mayoritarias condiciones miserables de vida en el campo: dieciséis millones de campesinos (incluyendo las mujeres y los niños) vivían en cuevas, una gran parte de las cuales con sólo una abertura, otra parte dos y las "privilegiadas" tres:

<<Por tanto, el interés de los campesinos no se halla ya, como bajo Napoleón, en consonancia sino en contraposición con los intereses de la burguesía, con el capital. Por eso los campesinos encuentran su aliado y jefe natural en el proletariado urbano, que tiene por misión derrocar el orden burgués>> (Ibíd.)

Sin embargo, en la insurrección de junio el campesinado francés dio la espalda al proletariado. ¿Por qué? Por la autonomía relativa de la superestructura ideológica; en este caso, jurídica y política. Los campesinos pobres habían visto todas las posibilidades de su emancipación social no en sus propias luchas sino en su producto: el Código napoleónico y el Imperio. Procedieron según quienes profesan la religión, que se hacen a la creencia de un Dios creador para luego afirmar que Dios les creó a ellos. Las condiciones materiales que a instancias de las luchas sociales determinaron la emancipación política del campesinado habían desaparecido, pero las formas jurídica y política en que esa emancipación se expresó seguían vigentes. Por tanto, vigente también la creencia de que el Código de Napoleón y el Imperio darían solución a sus males.

Por lo visto, esa ilusoria aspiración a ser beneficiarios de la justicia eterna pudo más en los campesinos parcelarios de 1848 que la terrible experiencia directa de las miserables condiciones reales de vida a las que habían sido arrojados por la lógica del capital prevista en el propio Código de Napoleón. Esas condiciones de existencia le impulsaban a plegarse a la revolución proletaria. Pero su conciencia, la que ganó con sus luchas contra el yugo feudal pero enajenó en el concepto de justicia eterna representada por el Código de Napoleón y el Estado burgués naciente, pudo más, y eso determinó el triunfo de la república burguesa:

<<A su lado estaban la aristocracia financiera, la burguesía industrial, la clase media, los pequeñoburgueses, el ejército, el infraproletariado (lumpenproletariat) organizado como Guardia Móvil, los intelectuales, los curas y la población rural. Al lado del proletariado de París no estaba más que él sólo. Más de 3.000 insurrectos fueron pasados a cuchillo después de la victoria y 15.000 deportados sin juicio. Con esta derrota, el proletariado pasa al fondo de la escena revolucionaria>> (K. Marx: Op.cit. Cap.I)

¿Qué tenía que haber hecho el proletariado francés de entonces: renunciar al intento de vencer la resistencia ideológica del campesinado a completar su revolución agraria integrando sus aspiraciones en la lógica de la revolución socialista? Esta pregunta es ociosa porque fue contestada por la historia, y nosotros, con Marx, nos congratulamos de contar con ese grandioso patrimonio político en la memoria histórica del movimiento obrero revolucionario. Nada que ver con el estrecho y andrajoso patrimonio nacionalista burgués por el que acaban de inmolarse los asalariados serbios y albanokosovares, enfrentados de modo tan sangriento como absurdo en este conflicto.>> (del GPM a "Camaradas anónimos" junio de 1999)

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(3) LAS LECCIONES DE LAS <<JORNADAS DE MARZO>> (1921)

Última carta de Gorter a Lenin

Escrito por Hermann Gorter.

Publicado en francés en L'ouvrier Communiste, órgano mensual de los Grupos Obreros Comunistas, París, nº 9/10, mayo 1930.

Querido camarada Lenin,

Cuando, en noviembre de 1920, nos despedimos, sus últimas palabras, a propósito de nuestras ideas tan divergentes sobre la táctica revolucionaria en Europa occidental, fueron que ni su parecer ni el mío habían sido suficientemente sometidos a prueba: que pronto la experíencia demostraría quién de los dos tenía razón.

Cosa en la que, estábamos completamente de acuerdo.

Ahora la realidad se ha manifestado y poseemos más de una experiencia. Sin duda me permitirá usted mostrarle, desde mi punto de vista, las lecciones que hemos de sacar.

Usted recuerda que en el Congreso de Moscú, usted mismo, y el Comité Ejecutivo de la IIIª Internacional se habían declarado a favor del Parlamentarismo, por la infiltración dentro de los sindicatos obreros y por la participación en los consejos industriales legales en Alemania, único país de Europa en el que tuvo lugar la revolución.

El Partido Obrero-Comunista de Alemania (KAPD) y los marxistas holandeses respondieron que vuestra táctica conduciría a un extremo debilitamiento de la revolución, al caos dentro del proletariado, al desconcierto entre los comunistas, y por consiguiente a las más desastrosas derrotas. En cambio, el antiparlamentarismo, la organización por fábrica, las uniones obreras, y sus comités de acción revolucionarios, conducirían, en Alemania y en Europa occidental, a intensificar la revolución y a unificar, finalmente, al proletariado.

Usted pretendía -y con usted el Comité Ejecutivo y la IIIª Internacional- reunir a las masas bajo vuestra dirección política y sindical sin saber si las masas eran verdaderamente comunistas. Es lo que ustedes han hecho en Tours, Florencia, Halle.Vuestro objetivo era el dar a esas masas otros jefes.

Nosotros queríamos destruir viejas organizaciones y construir otras de nuevo cuño, de abajo arriba, animadas por una nueva mentalidad.No queríamos agrupar más que a verdaderos comunistas.

Ustedes querían importar, en Europa occidental, la táctica de Rusia, en donde el capitalismo era débil y donde tenían como colaboradores a los campesinos.

Nosotros nos dábamos cuenta de que, en Europa occidental, el proletariado está sólo en contra de un gigantesco capitalismo, que tiene a su disposición el crédito y las materias primas. Que nos era necesaria, pues, nuestra propia táctica, diferente a la vuestra.

Ustedes querían la dictadura del partido, es decir, la de algunos jefes.

Nosotros queríamos una dictadura de clase.

Ustedes llevaban a cabo una política de jefes. Y nosotros una política de clase.

En el fondo vuestra táctica sigue siendo la de la IIIª Internacional. No han cambiado sino la fachada exterior, los nombres, las consignas. Esencialmente, siguen perteneciendo (en el campo europeo, sino en el ruso) a la vieja escuela de antes de la revolución.

Las jornadas de marzo del proletariado alemán en 1921 han demostado quién de nosotros tenía razón, usted, camarada Lenin, con el Comité Ejecutivo y la IIIª Internacional, o por el contrario el KAPD con los marxistas holandeses que le han apoyado. Las jornadas de marzo han dado la respuesta y han demostrado que los izquierdistas tenían razón.

Había en Alemania dos partidos, cada uno con su propia táctica, participando ambos en el movimiento. El Partido Comunista de Alemania seguía vuestra táctica, el Partido Obrero Comunista de Alemania seguía la suya, que es también la nuestra, Y ¿cuáles fueron los resultados? ¿cómo se han comportado en la acción? (Pues, ¿acaso no es siempre necesario especialmente en el caso que nos ocupa, que la táctica, los principios, la teoría encuentran su justificación en la acción?).

El Partido Comunista, por medio de una acción parlamentaria que solamente expresaba la decepción de las masas ante un capitalismo, fraudulento despilfarro, había desviado al proletariado de la acción revolucionaria. El había logrado reunir centenas de miles de no comunistas, convirtiéndose en un partido de masas. Con su táctica de infiltración se había constituido en sostén de los sindicatos, y con la participación en los consejos industriales legales había traicionado a los revolucionarios y debilitado la revolución. El Partido Comunista, en todo esto, no había hecho otra cosa sino seguir, camarada Lenin su consejo, vuestra táctica, la del Comité Ejecutivo y de la IIIªInternacional. Y cuando como consecuencia de todo esto, se hundió cada vez en la inactividad (por ejemplo durante la ofensiva contra Varsovia), o en traición en presencia de la acción (putsch de Kapp), cuando a fuerza de simulacros de acción y de una publicidad a bombo y platillos, llegó al reformismo, escurriendo constantemente el bulto siempre que podía ante la lucha a la que los capitalistas querían forzar a los obreros (ejemplo: la huelga de los electricistas en Hamburgo, en las fábricas Ambi y Lema, etc), en fin, cuando la revolución alemana, hallándose en la pendiente ,del retroceso y del debilitamiento, los mejores elementos del KPD comenzaron a reclamar, cada vez con mayor ardor, el ser conducidos a la acción -entonces, de golpe, el Partido Comunista de Alemania se decidió a una gran intentona con vistas a la conquista del poder político.

He aquí en que consistió: antes de la provocación de Hörsing y de la Sipo, el KPD decidió gradualmente una acción superficial, de arriba abajo, sin el espontáneo impulso de las grandes masas;dicho de otro modo, adoptó la táctica del putsch.

El Comité Ejecutivo y su representantes en Alemania ya habían

insistido durante mucho tiempo por adelantado, en que el Partido Comunista, comprometiéndose a fondo, demostrara que era de verdad un partido revolucionario. ¡Como si lo esencial de una táctica revolucionaria consistiera únicamente en comprometerse a fondo!... Al contrario, cuando en vez de fortalecer la fuerza revolucionaria del proletariado, un partido socava esta misma fuerza a causa del apoyo dado al parlamento y a los sindicatos, y que después de tales ¡preparativos! se decide de repente la acción lanzándose a la cabeza de este mismo proletariado al que acaba de debilitar, en todo este procedimiento no puede ponerse en tela de juicio que se trata de un putsch, es decir de una acción decretada desde arriba, que no ha tenido su origen en las mismas masas,y que por consiguiente está destinada al fracaso. Esta tentativa de putsch no es modo alguno revolucionaria; es oportunista con el mismo título que el parlamentarismo o la táctica de infiltración de células de partidarios entre los grupos adversos.

Esta táctica putschista es el reverso inevitable del parlamentarismo y de la infiltración, del reclutamiento de elementos no comunistas, de la sustitución de la táctica de masa o de clase por la táctica de jefe. Una tal política, débil, podrida interiormente, tiene que conducir fatalmente a los putschs.

¿Cómo podría el KPD -corrompido por el parlamentarismo, internamente debilitado por el peso muerto de los no comunistas, con desavenencias entre, al menos 6 tendencias, puesto al servicio de una táctica de jefe, contrario a una táctica de masa- haber dirigido una acción revolucionaria?

¿Dónde habría encontrado el KPD la fuerza que le era necesaria, frente a un enemigo tan formidable como la reacción alemana armada hasta los dientes? ¿frente a un capitalismo financiero y comercial, que consigue hacer un bloque de todas las clases en contra del comunismo?

Cuando llegó la provocación de Hörsing, por parte del gobierno cuando una general y tenaz resistencia se hizo necesaria, y cuando las mismas masas comenzaron a sublevarse en Alemania central, el KPD, debido a su interna debilidad, no era capaz de ningún tipo de combate efectivo. Aquello fue la ruina. Por lo menos la mitad de sus miembros permaneció inerte -en otras partes lucharon entre ellos mismos. La reacción ganó sin esfuerzo.

Cuando hubo comenzado la derrota, Levi, vuestro antiguo protegido y abanderado -el hombre que junto con Radek, usted y el Comité Ejecutivo, es el mayor responsable de la introducción en Alemania y en Europa occidental de esta debilitante táctica, de esta táctica del putsch- este Levi atacó por la espalda a los miembros combatientes del KPD, a aquellos que, a pesar de su equivocada táctica, se habían mostrado como el elemento más revolucionario. Mientras que a miles de entre ellos se les citaba ante los tribunales, él los denunció, a ellos y a sus jefes. El, con su táctica, no es solamente corresponsable del putsch, sino también de los terribles castigos de la represión. Y es con él precisamente con quien se coaligan Dáumig, Geyer, Clara Zetkín, y junto con ellos -hecho muy significativo- toda la fracción parlamentaria del partido.

El Partido Comunista Alemán recibió así un duro golpe. Y con él fueron heridos el proletariado de Europa occidental, la revolución rusa y la revolución mundial. El KPD, único partido comunista de masa en Europa occidental, probablemente quedará reducido a la nada. Probablemente este será su final en cuanto partido revolucionario.

Este partido, camarada, ha sido construido según vuestros principios, en un país en que las condiciones económicas encaminan a la revolución. Y en el primer golpe que él asesta, se viene abajo. Mientras sus más valientes militantes mueren, se les fusila, llenan las cárceles, ellos mismos son traicionados por sus propios jefes. He aquí el ejemplo que han dado el KPD y vuestra táctica.

Veamos ahora el otro ejemplo y la otra táctica, la del KAPD.

El KAPD, que no quiere saber nada del parlamentarismo, ni tampoco de los antiguos sindicatos, sino que quiere organizaciones de fábrica, nunca tendrá necesidad de la táctica del putsch, que es siempre una consecuencia de su falta de solidez interna. Ahora bien, el KAPD no tendrá que padecer esta falta de solidez interna, porque no admite como miembros más que a comunistas, porque, para él, lo que cuenta es la calidad; porque no tiene una política de jefe, sino una política de clase; porque no quiere una dictadura de partido, sino una dictadura de clase. He ahí la razón por la que, en él, no puede plantearse la cuestión del putsch. En el caso que nos ocupa, el KAPD no ha seguido la táctica putschista. Su táctica se fundamenta en el hecho de que un partido o la Dirección de un partido no pueden tomar la decisión de una revolución o de una gran acción insurreccional, sino que es la situación, es decir la voluntad de combate en las masas, las que deben decidir. La táctica del KAPD quiere fortificar el proletariado desarrollando su conciencia y ampliar su fuerza revolucionaría constituyendo organizaciones eficaces de combate. Ahora bien, esto no puede realizarse sino en el combate mismo, sin eludir jamás la lucha impuesta por el enemigo o surgida espontáneamente de las masas.

Es así como siempre ha actuado el KAPD, al contrario de como lo han hecho los partidos socialdemócrata, independiente y comunista de Alemania. Esto ha sido así tanto durante el putsch de Kapp, la huelga de los electricistas, la ofensiva rusa en Polonia, las numerosas huelgas en Alemania, como durante las jornadas de marzo. Con esta táctica verdaderamente revolucionaria no pueden darse acciones arbitrariamente emprendidas.

En las Jornadas de marzo, el KAPD no ha iniciado la lucha sino después del ataque del gobierno.

Y ahora, ¿quiere usted comparar al KAPD con el KPD durante y después de la acción? El partido Obrero Comunista se mostró tan firme en su reserva y en su táctica que, en la acción no hubo desacuerdo alguno, y que incluso después de la derrota, reinó la más completa unidad en la asamblea de los delegados. A pesar de la derrota su fuerza se vio incrementada así como también la de la Unión Obrera (AAU).

Ese es el balance de vuestra táctica, la de la IIIªInternacional, y el de la táctica del KAPD.

Camarada Lenin, no es por pedantería por lo que quiero considerar todavía más a fondo estos problemas. Es por que de ellos depende la táctica de la revolución en Europa occidental, de la revolución mundial. Consideremos, pues, más de cerca los detalles de táctica -de la vuestra y de la de los izquierdistas.

Queríais el parlamentarismo. Queríais desempeñar un papel en el teatro, detrás de cuyos bastidores se oculta el Nuevo Estado Alemán de Stinnes y del Orgesch, teatro que carece de verdadero poder. Con sus métodos, los obreros han sido alejados de los verdaderos problemas de la revolución, se han congregado (con las elecciones) masas con las que no se podía contar, parte de esas masas debía forzosamente faltar en el momento decisivo. Con esos métodos, la corrupción interna era inevitable.

Nosotros éramos antiparlamentarios. Nosotros no queríamos la lucha ficticia sino la verdadera lucha. Por ello el KAPD permaneció unánime e inconmovible.

Queríais los consejos industriales legales. Los habéis preconizado a los obreros, habéis impuesto a los obreros que los reconozcan como órganos de la revolución. ¿Qué papel han desempeñado durante las Jornadas de marzo?... Han abandonado la acción revolucionaria y la han traicionado.

Nosotros queríamos comités de acción revolucionarios. Y mientras que los consejos industriales permanecían inactivos y traicionaban durante las Jornadas de marzo, los comités revolucionarios de acción surgieron espontáneamente de las masas y empujaron el movimiento hacia adelante.

Queríais actuar sobre los sindicatos por medio de núcleos comunis-tas. ¿Qué es lo que realizaron ellos? ¿Han empujado hacia adelante a los sindicatos? No se ha notado que hayan hecho algo. Ellos no han realizado nada. Incluso muchas veces se pusieron de parte de la burocracia sindical.

Nosotros queríamos la organización por fábrica y la reunión de estas organizaciones dentro de la Unión General Obrera (AAU), porque la lucha revolucionaria no puede ser dirigida sino en el campo industrial y sobre la base industrial. Y ¿qué nos han demostrado las Jornadas de marzo? Se ha luchado en las industrias y por industria. Son las organizaciones de fábrica las que ha luchado. Son ellas y no los sindicatos por oficio, las que han formado los puntos de apoyo de la revolución. Las Jornadas de marzo han suministrado pues, la prueba de que, para la revolución, la organización por fábrica es indispensable.

El KPD, a pesar del heroísmo de un importante número de combatientes, ha paralizado la revolución con su táctica (que es la vuestra) con su parlamentarismo, su infiltración en otras organizaciones y sus consejos industriales legales.

El KAPD, la Unión Obrera y las organizaciones de fábrica han aparecido a los ojos del mundo entero, como los jefes de la revolución alemana es decir, de la revolución en Europa occidental y en el mundo entero.

Queríais la organización, obtenéis el caos.

Queríais la unidad, obtenéis la escisión.

Queríais unos jefes, obtenéis unos traidores.

Queríais unas masas, obtenéis unas sectas.

(Pues es necesario que aún añada esta observación: usted, camarada Lenin, usted Zinoviev y Radek y tantos otros dentro de la IIIª Internacional, ustedes dijeron que la táctica del KAPD no serviría más que para producir sectas).

¡Veamos lo que sucede!

Vuestro KPD comprende, según él, 500.000 miembros. Pero él mismo añade (en su congreso), y cada uno bien lo sabe, que la mayoría no es comunista. Supongamos sin embargo que la mitad lo sea. En este caso, por medio de vuestra táctica y la de la IIIª Internacional, sobre los 9 millones de sindicados en Alemania, han agrupado ustedes a 250.000 comunistas.

Pero, ¿cuántos comunistas hay dentro de la Unión Obrera (AAU), que ha sido establecida según los principios del KAPD? En números redondos: 250.000. Evaluada en cifras, nuestra táctica ha resultado, Pues tanto como la vuestra.

Pero no es sólo respecto al número, en lo que nuestra táctica ha revelado su superioridad. Existe esta diferencia: en primer lugar el KPD y los núcleos han sido creados con los innumerables millones de marcos gastados en periódicos, organización y propaganda -el KAPD y la AAU no han costado ni un pfennig. En segundo lugar, el KPD y sus núcleos se os han desmoronado en vuestras manos, mientras que el KAPD y la AAU son sólidos y están en pleno desarrollo. El KPD y sus núcleos están carcomidos por traiciones internas. El KAPD y la AAU crecen en las solidez y la unidad.

La realidad nos ha proporcionado los siguientes elementos de

experiencia:como claramente lo han demostrado las Jornadas de marzo del proletariado alemán, como la Internacional entera, esperémoslo, lo reconocerá, vuestra táctica, la del Comité Ejecutivo y del Comintern, conduce al desmoronamiento y a la derrota, mientras que la del ala izquierda es generadora de unidad y de fuerza.

El III Congreso de la Internacional deberá, pues, modificar su táctica.

Camarada Lenin, nosotros reconocemos lo adecuado de vuestra táctica en Rusia, y personalmente querría deciros que el juicio de la historia, por lo que veo, considerando vuestra conducta revolucionaria en su conjunto, dirá que ha sido grande y la mejor posible. A mi entender, es usted, después de Marx y Engels, nuestro más eminente guía. Eso no quita, en cambio, que usted se equivoque respecto a la táctica a emplear en Europa occidental.

Y ahora, nos dirijimos al proletariado alemán diciendo: «si de verdad estáis convencidos, racional y efectivamente, de que es el ala izquierda quien tiene razón, si estáis dispuestos a luchar siguiendo su método, entonces abandonad el KPD y todos los viejos partidos parlamentarios; abandonad los sindicatos, y sumaos a la Unión General Obrera y al Partido Obrero Comunista».

Y hacemos una llamada a todo el proletariado de Europa occidental y de todo el mundo para que adopte nuestra táctica.

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