Punto 6.- ¿Supremacía militar o
hegemonía ideológico-política de la burguesía?

Quienes siguen pensando que el poder político-militar está en la punta de los fusiles y no en los misiles, es que no están enterados de nada. Esto es lo que tu has dicho. Según se desprende literalmente de este razonamiento, los integrantes del PCPV están en contra de la lucha armada. Pero no por principios pacifistas ni por pusilanimidad personal, sino porque piensan que contra los misiles del capital no hay nada que hacer. Esto supone renunciar a la idea de un Estado obrero; supone instalarse en la idea de que el Estado nunca dejará de estar en manos de la burguesía, de que seguirá siendo un Estado burgués. Y si el Estado no deja de ser burgués, la propiedad privada capitalista es eterna. Esto es Fukuyama, el fin de la historia, pero vista a través de la teoría de la violencia y el poder que nos legó el señor Dühring. Bajo esta óptica, en todo caso la historia será una alternancia burguesa entre comedia y tragedia (aun cuando no en sentido clásico), pero jamás epopeya.

 Sin embargo, vosotros sois comunistas, lucháis por ese ideal y pensáis que se puede alcanzar mediante métodos democráticos y pacíficos. Esto supone que atribuís a la burguesía un carácter democrático, la virtud de llegar a suicidarse como clase ante la voluntad de las mayorías. O sea, el pueblo vota a los comunistas y la burguesía hace mutis por el foro para siempre. ¿Para siempre? ¿Supone la "democracia representativa" semejante posibilidad por medios pacíficos? Ya vimos que, en tanto es orgánica, es decir, parte política funcional del capital, la "democracia representativa" y su necesaria contraparte: la dictadura, reproducen el capital. Desde que la democracia alemana de los consejos obreros se suicidó en la constituyente de 1918 hasta el Chile de Allende, pasando por la segunda república española, esto es lo que nos ha enseñado la historia. La democracia representativa no puede evitar el curso natural de la lucha de clases; tampoco su <<punto de ebullición>>. Pero desde 1865 se ha demostrado que obstaculiza enormemente la conciencia de clase del proletariado y paraliza su acción revolucionaria en los momentos decisivos. Tu manifiestas ser consciente de que el problema de la violencia es <<más complejo>> de como lo planteas. Pero, al parecer, ni tú ni el PCPV han asumido esta complejidad. Les basta con hacer suya la ideología de andar por casa de la burguesía, fijar posición en unos pocos párrafos y difundir su significado a los cuatro vientos. Tal es la función política de los reformistas y su responsabilidad social ante la historia.

 Si nos mantenemos en el supuesto de la superioridad militar de la burguesía respetuosa sin embargo de los principios democráticos, llegamos a la conclusión de que tiene los misiles sólo para los proclives a la violencia, para disuadir -y si actúan aniquilar- a los que piensan que a la burguesía no se la puede sustituir por medios pacíficos y "democráticos", a los que reniegan de la "democracia representativa" y de la "convivencia en paz dentro del Estado de derecho", a los que nada esperan del sufragio universal y del parlamento, a los que se sienten tentados a violar los DD.HH. en su nueva versión doctrinaria, a los que se burlan de la presunta excelsitud de todas estos instrumentos políticos de dominación social.

 Este razonamiento, que demoniza cualquier respuesta violenta de los de abajo a la corrupción y el fraude político sistemático de la democracia dineraria que los de arriba combinan con la violencia de sus aparatos de Estado, es el que subyace en la ideología "antiterrorista" que la burguesía española ha venido utilizando por todos los medios de difusión a su alcance, para poder justificar su terror de Estado que combinó con la práctica comicial en Euskadi, a fin de doblegar las aspiraciones independentistas de los vascos desde que perdió el referendum de 1978. Es en esencia el mismo razonamiento que los partidos comunistas creados por la IIIª Internacional alentaron en la clase obrera durante años, posibilitando ciclos históricos recurrentes entre golpe de Estado fascistas y democracia representativa. Los resultados políticos de esta ideología se han revelado en toda su eficacia contrarrevolucionaria y su barbarie durante los últimos cuarenta años, particularmente en América Latina.

 Todo esto ha podido ocurrir, una vez más, gracias a la ingenuidad de millones de honestos y abnegados militantes de izquierda, hechos a este tipo de manipulaciones ideológicas por quienes oficiosamente se encargan de difundir esos prejuicios paralizantes, que durante los momentos de relativa calma inducen a la ilusoria identidad política de los contrarios al interior del Estado burgués. Esto impide la formación de un partido revolucionario. Y cuando la patronal no puede conceder lo que la clase obrera necesita, la burguesía se dispone a pasar por encima de su propia legalidad sin ninguna clase de escrúpulos. Es que las libertades civiles del Estado de derecho permiten mantener los vínculos orgánicos elementales que posibilitan y potencian el poder de la movilización reivindicativa de los explotados. Y las demandas salariales efectivas desatan la inflación distorsionando el aparato productivo hasta el extremo de impedir los planes de inversión. Por parte del proletariado, su confianza en las instituciones de Estado mantiene sus luchas dentro de los limites del sistema. De este modo no hay desenlace posible. Semejante situación de equilibrio inestable de fuerzas entre las clases resulta insostenible para la burguesía.

 Antes de que la lucha de clases haga llegar la situación a ese extremo, cuando el Estado democrático de derecho empieza a insinuar su incapacidad para mantener la disciplina manufacturera con arreglo a las nuevas condiciones de explotación impuestas por la crisis, la burguesía decide desechar este instrumento político de control social y empieza a planificar el exclusivo uso de la violencia. Mientras tanto, carente de un partido revolucionario y de toda estrategia de poder, unido exclusivamente por vínculos que le impiden trascender la lucha más elemental, el proletariado es incapaz tanto de prever los planes de la burguesía, como de preparar sus fuerzas y planificar una respuesta adecuada a las circunstancias. En semejantes condiciones, la superioridad de la burguesía es manifiesta en todos los terrenos de la lucha, y la derrota del proletariado está previamente asegurada. El Estado puede elegir incluso el momento más propicio para iniciar su ofensiva. Dado que las luchas elementales de los explotados son necesariamente intermitentes, el golpe se pospone hasta que el movimiento entra en un período de relativa pasividad. Es el momento en que el parlamento da un paso al costado y las FF.AA. irrumpen violenta y sorpresivamente al mando de los Franco, los Pinochet y los Videla de turno, para realizar lo que habían planeado en los respectivos Estados mayores conjuntos, mientras comunistas, socialistas y populistas, se empleaban en las campañas electorales y desde sus escaños en el parlamento, para seguir infundiendo confianza en la vigencia permanente del Estado de derecho y las instituciones "democráticas" del sistema.

 Una vez restablecido el equilibrio catastrófico y cumplido el necesario período de transición que permite recrear la "democracia" a instancias de las ONGs dedicadas a los DD.HH., las propias burguesías genocidas se apropian del ansia revolucionaria de justicia y la llevan a los tribunales del sistema para convertirla en justicia burguesa. Montado el tinglado autocatártico y en nombre de los mismos derechos humanos y democráticos que permitieron desarmar al proletariado para facilitar las diversas carnicerías geoestratégicas, los demócratas burgueses de izquierdas reiniciáis conciente o inconcientemente la tarea de volver a preparar las condiciones óptimas de nuevos genocidios, ornando a la justicia burguesa con una aureola de dignidad que permite reconciliar a las víctimas con sus verdadero victimario: El Estado, convirtiendo a quienes actuaron como meros ejecutores en chivos expiatorios del sistema. Como si los intereses sociales que han inspirado el derecho positivo aplicado a genocidas de países dependientes como Pinochet, no tuvieran nada que ver con el móvil político de los crímenes cometidos. Y entre esos intereses sociales están los de las potencias imperialistas cobeneficiarias que los propiciaron, entre ellas España. ¿Por qué nuestro inefable Garzón elude investigar esas claras complicidades? Y si los crímenes contra la humanidad no prescriben, ¿por qué no ha puesto la lupa sobre los crímenes del franquismo tras la guerra civil? En estas preguntas sin respuesta histórica están pringados hasta las cejas los valores democráticos y humanitarios tan caros a vuestros proclamados principios comunistas.

 Realizada la tarea de verla reproducida en la conciencia colectiva de los explotados por vía de la escenificación judicial, la ideología democrática y de los derechos humanos está lista para ser utilizada en la perpetración de nuevas tropelías sangrientas. Esto es lo que acaba de ocurrir en Yugoslavia ¿Qué otros valores sino éstos que tu y el PCPV preconizáis han permitido escamotear los verdaderos móviles de la reciente intervención militar de la OTAN en ese país.?

 El PCPV piensa que la superioridad político-militar de la burguesía imperialista respecto del proletariado internacional, consiste en la posesión del enorme y sofisticado arsenal bélico que exhiben sus FF.AA. Esto es lo que los burgueses quieren que la gente se crea y vosotros contribuís gratuitamente a ello en nombre de la futura sociedad comunista. ¿Os dais cuenta de que así pugnáis por quitar al proletariado toda voluntad política de hacerse con el poder? La idea de que para vencer en toda guerra hay que estar previamente en posesión de un arsenal de calidad superior, es la extensión al plano de la actividad militar, de la filosofía que el modo de producción capitalista fija férreamente en la conciencia y el comportamiento de la burguesía. De hecho, antes de poner mano de obra en movimiento, todos los patrones sin excepción proceden a comprar los medios de producción; después de eso recién interviene la competencia, una guerra más o menos incruenta que ganan las empresas de más alta composición orgánica del capital y mayor desarrollo tecnológico relativo de sus medios de trabajo. Esta conocida concepción fetichista de la producción es la que preside los principios de la doctrina militar convencional moderna. Dentro de esta filosofía y de las mentes conformadas por ella, no hay sitio para hechos como los protagonizados por el proletariado alemán en 1918, o las masas iraníes en 1978, que sin más armas que sus propias manos, empezaron a combatir y supieron vencer en pocos meses a ejércitos poderosos. Dos de los tantos hechos revolucionarios protagonizados por las clases sublaternas del capitalismo a lo largo de este siglo, que se malograron no precisamente en el campo de batalla sino en el exclusivo escenario de la política.

 El poder militar de la burguesía cuesta dinero <<una cantidad fabulosa de dinero>>. Sin capital disponible no hay poder militar. Esto significa que el poder político militar de la burguesía no emana de la boca de los fusiles, ni de los misiles, como dices tú emulando el erróneo pensamiento de Mao, sino del trabajo excedente de los asalariados bajo la forma de plusvalor capitalizado. Por lo tanto, la superioridad político-militar de la burguesía consiste en su supremacía social como clase basada en la propiedad privada de los medios de producción, y en que el proletariado no hace valer su condición de productor directo de lo que constituye el fundamento del poder burgués. Desde este otro punto de vista, el que liga la superioridad político-militar de los capitalistas no ya al Estado burgués sino a su fundamento material: la economía política, llegamos a la misma conclusión. Al no disponer de capital y estar, por tanto, económica y socialmente privado de ejercer el poderío militar en la época de los misiles, el proletariado no puede ir más allá de la "insumisión" pasiva o pacífica, a la espera de que la burguesía entienda que debe someterse a la voluntad de las mayorías o muera de aburrimiento. Tal es la estrategia de poder "comunista" de vuestro discurso.

 Veamos las cosas un poco más detenidamente. No porque lo digamos los marxistas es menos cierta la evidencia de que sin valor de uso no puede haber valor de cambio. Por más trabajo que cueste producirlas, el valor de cambio de las cosas que carecen de utilidad social, es nulo. Nadie está dispuesto a pagar por algo que no sirve para nada, que no satisface ninguna necesidad social. Las armas pesadas tienen valor de cambio porque sirven para matar gente y destruir riqueza existente. Tal es la necesidad social que satisfacen. La fabricación y venta del armamento pesado en la sociedad moderna corre a cargo de las empresas que constituyen el llamado sector III de la economía capitalista. ¿Quiénes son sus habituales y casi exclusivos compradores?, las respectivas burguesías nacionales constituidas en Estados. ¿Para qué necesitan las armas?, para el enfrentamiento con otras fracciones de la burguesía mundial, así como para disuadir y, si es preciso, aniquilar, a movimientos de masas proletarias de magnitud que se niegan a aceptar las condiciones de explotación a que son sometidas. Si la violencia está en la naturaleza de la burguesía -no por vocación personal de los burgueses, sino por imposición objetiva del sistema de vida que personifican, respecto del cual ellos no son más meras criaturas- queda categóricamente descartada toda posibilidad de implantar el socialismo por vía pacífica. La historia no ha hecho más que confirmar una y otra vez esta lógica consustancialmente violenta del capital.

 Que la URSS haya llegado a estar entre los principales países productores y vendedores de armas en el mundo, en modo alguno invalida este razonamiento. Al contrario. A la burocracia soviética se le puede acusar de muchas cosas que no viene al caso mencionar aquí, pero nunca de haber tenido vocación militarista. Ni en la naturaleza de su sistema económico -que nunca fue socialista pero tampoco capitalista- ni en los fundamentos y la práctica de su política exterior, hay sólidas razones para ello. De hecho, desde la revolución de octubre hasta la caída del muro de Berlín, en cada una de las sucesivas rupturas del equilibrio militar estratégico entre la URSS y el sistema capitalista, la iniciativa política siempre partió de los países de la cadena imperialista. El militarismo defensivo del stalinismo fue una de las consecuencias de su política de statu quo o entendimiento pacífico con el imperialismo; la extensión lógica al exterior, de su política tendente a congelar la lucha de clases al interior del territorio soviético.

 Pero el caso es que, el capital, es decir, los medios de producción y el dinero que representa su valor, no son otra cosa que trabajo social objetivado. Y el capital se reproduce y acumula mediante ese mismo trabajo social encarnado en el proletariado. Incluido el capital de la rama armamentista. Desde esta perspectiva, es del todo falso que el poder político-militar de la burguesía este en su disponibilidad de capital, sino en la predisposición del proletariado a reproducirlo; en su inconciencia de la necesidad histórica cada vez más acuciante que le impulsa a que rompa definitivamente sus vínculos históricos con el capital y pase a erigirse en clase dominante de la sociedad en tránsito al comunismo. El peso creciente de esa necesidad histórica sobre la conciencia del proletariado, está determinado por el curso del proceso de acumulación. El tiempo que el proletariado tarde en hacer conciente esa necesidad, en parte depende de la respectiva incidencia que sobre él ejercen las fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias que actúan en la superestructura ideológica y política de la sociedad, en tanto él no deja de ser masa para constituirse como clase. El carácter fetichista que gentes como vosotros le atribuís al armamento en la lucha por el poder, no cuenta para nada en el terreno militar, estratégico, de la lucha de clases, sino en el de la lucha ideológica. Y sin duda, aun cuando no precisamente de última generación, es ésta un arma de primerísima línea que refuerza el poder de la burguesía sobre el proletariado.

 A la hora de hacer consciente al proletariado de la necesidad histórica de acabar con la cultura del capital, decir que la economía de armamentos ha llegado a constituirse en una amenaza visible que pesa no ya sobre el movimiento obrero sino sobre el conjunto de la humanidad no es suficiente. Aunque no sea directamente visible, el hecho de que la fabricación de armamentos gravite como un peso muerto adicional sobre las deprimidas condiciones de vida de los asalariados en tiempos de crisis no es menos importante. Y por dos razones: porque el gasto en armamentos se sufraga mediante impuestos que en su mayor parte recaen sobre el salario de los trabajadores, y porque los armamentos se destruyen mientras el dinero que los Estados pagan por ellos sigue circulando, lo cual presiona los precios al alza y hace descender todavía más el salario real. Toda esta violencia adicional del capital sobre el trabajo social, se suma al aumento de la penuria relativa de los parados que crecen históricamente y al ya bajo salario y las cada vez más insostenibles condiciones de trabajo de los ocupados, que la amenaza del paro les fuerza a cumplir durante más tiempo y con mayor intensidad por menos sueldo. Con su especificidad, la economía de armamentos se inscribe en el proceso de violencia general y sistemática que la burguesía proyecta y desencadena día a día sobre la clase trabajadora.

 Según avanza el desarrollo de las fuerzas productivas y aumenta el capital en funciones, aunque repartida de modo desigual, esta violencia económica del capital sobre el conjunto de los asalariados se torna mayor y más frecuente. El tiempo entre los sucesivos períodos de crisis y depresión se acortan, mientras la masa de capital sobrante en cada crisis se vuelve mayor y, por tanto, mayores los obstáculos que la burguesía se pone a sí misma para salir de las consecuentes depresiones, con lo que estas se hacen más largas y profundas respecto de los tiempos de expansión que se vuelven relativamente más y más breves. En todo este proceso, la masa de parados no deja de aumentar en términos absolutos y relativos, en tanto que los trabajadores ocupados, en contra de los prejuicios extendidos en círculos intelectuales de la izquierda reformista, pasan a ser una aplastante mayoría de la población activa. Las armas que históricamente conducen con la necesidad de un proceso natural al triunfo del proletariado sobre la burguesía, no están, pues, en los arsenales militares sino en las leyes objetivas del capitalismo. Las armas de que vosotros habláis, esas, llegado el momento, si es preciso se consiguen:

<<Las armas de que se sirvió la burguesía para derribar al feudalismo (la ley del valor) se vuelven ahora contra la propia burguesía. Pero la burguesía no ha forjado solamente las armas que deben darle muerte; ha producido también a los hombres que empuñarán esas armas: los obreros modernos, los Proletarios (K. Marx-F.engels: "Manifiesto del partido comunista" Cap.I Lo entre paréntesis es nuestro)

De modo que quitándole la lamentable alusión al sufragio universal, podemos parafrasear a Engels en su introducción de 1895 a "La lucha de clases en Francia", diciendo que el día en que el proceso de acumulación marque para los trabajadores el "punto de ebullición" decisivo, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer. Y lo que entonces harán y cómo, es algo que no podemos anticipar ahora mismo. En este contexto, si el "tirachinas" es o no un arma eficaz frente a los misiles, ve y pregúntale a los sionistas de Israel como llevan la "intifada". Que tu y tu partido pongáis hoy la cuestión del armamento por delante, dice muy poco en favor de una estrategia de poder efectivamente comunista y sí mucho en pro del adoctrinamiento político en la teoría burguesa de la contrarrevolución preventiva violenta, complemento o contraparte de la contrarrevolución democrática al estilo de la transición postfranquista operada en este país con la inestimable colaboración del P.C.E.

 Sintetizando las diferencias: tú te instalas en el prejuicio fetichista de que la superioridad de la burguesía está en que dispone de capital; nosotros en que la superioridad militar relativa de la burguesía se basa exclusivamente en la falta de unidad política y firme determinación del proletariado internacional para acabar con este sistema de vida. Tu pones énfasis en el poder del dinero y la técnica militar, nosotros en una carencia política provisional del proletariado que las contradicciones del sistema y una labor paciente y tenaz de esclarecimiento ayudarán a superar. Tu ves la correlación histórica de fuerzas desde lo que la burguesía muestra ser en el terreno militar; nosotros en lo que el proceso de acumulación del capital le impondrá al proletariado llegar a ser en el terreno político. Tu proyectas al infinito la fuerza social de la burguesía haciendo palanca en la actual debilidad militar del proletariado; nosotros limitamos esa fuerza al cada vez más estrecho horizonte histórico de la acumulación del capital. Tu contemplas la historia desde la perspectiva que te sugiere el proceso de valorización vigente al día de hoy; nosotros la vemos desde la perspectiva del proceso de trabajo necesariamente superadora del proceso de valorización.

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