Punto 4.- La cuestión del llamado "parlamentarismo revolucionario"
1.-Democracia real y democracia formal o pura

Tal como lo sugiere Lenin en el pasaje de su obra que acabamos de citar, en la etapa de transición hacia la hegemonía política de la burguesía dentro de la moderna sociedad emergente, la democracia jugo un papel revolucionario de importancia en la lucha contra la reacción feudal. ¿Por qué?

Si a ti se te preguntara quién podría ser la mejor personificación histórica de la democracia, seguro que no se te ocurriría pensar en Babeuf -que en 1796 preparaba una insurrección violenta contra el poder corrupto del capitalismo representado en el Directorio- ni en el "terrorista" Robespierre, jefe de la sangrienta dictadura de 1793. Menos aún en los violentos obreros comunistas de París. Sin embargo, para la opinión pública predominante por entonces en Europa, este tipo de agentes sociales eran la más alta expresión de la democracia. Es que la lucha por los derechos democráticos en contra de los derechos dinásticos, no se entendía desligada de su contenido material o económico. En el siglo XVIII, demócratas eran los que luchaban como fuera contra la concentración de la propiedad privada concebida como privilegio político hereditario de unos pocos. El ejercicio político de la democracia estaba indisolublemente unido a la democratización de la propiedad, a su mayor reparto entre los miembros de la sociedad. En noviembre de 1849, el diputado conservador von Bismark identificaba a los demócratas con los insurrectos de junio, partidarios del más extremo reparto de la riqueza. Así se manifestaba ante la Dieta renana:

<<Aspiran a la propiedad de la tierra no sólo los que tienen temporalmente el usufructo, sino también los que no lo tienen. Durante todo el pasado año, las promesas de los demócratas agitaron a la numerosa clase de los jornaleros de las provincias orientales, de Pomerania y de Prusia para formular esas exigencias (...) Es un hecho deplorable que aumente la envidia de los jornaleros contra los campesinos poseedores, al ver que los frutos de la revolución son cosechados únicamente por los que gozan de una posición desahogada, sin ninguna ventaja para ellos. Las exigencias de los jornaleros no se limitan, de hecho a que se les concedan los terrenos, cuyo uso constituye una parte de su salario, ya que ninguno vive sólo de eso. Van más allá: pretenden la completa repartición no sólo de los feudos sino también de las haciendas>> (Arthur Rosenberg: "Democracia y Socialismo" Cap. I)

Robespierre sintetizó el espíritu democrático de su tiempo propugnando el ideal social del pequeño propietario honesto y satisfecho. La democracia como pura forma política basada en el acto comicial periódico y la división de poderes dentro del aparato Estatal desligado de su referente económico-social concreto, en el siglo XVIII carecía por completo de sentido para todos los estamentos sociales. Demócrata por aquellos tiempos no era el que seguía el ritual de las elecciones periódicas y consagraba la institución parlamentaria. Todo eso existía bajo el dominio social de la nobleza. Ún demócrata cabal del siglo XVIII era el que luchaba por emancipar la decisión política expresada en el voto de todo censo de riqueza y privilegio político.

Ahora bien, en razón de no poder disponer más que de su propia humanidad, el proletariado aparecía como la encarnación social insuperable de la democracia social, la mayor atomización posible de la propiedad. Cuando en el "Manifiesto Comunista" dejan escrito que:

<<...el primer paso de la revolución obrera es la elevación del proletariado a clase dominante, la conquista de la democracia>>, anunciando seguidamente que <<el proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital>>, Marx y Engels estaban

conectando de modo esclarecedor con esa opinión pública predominante de su tiempo, alumbrando a los discípulos de Babeuf y de Robespierre el camino de la verdadera revolución democrática. Tal es la diferencia fundamental entre la noción de la democracia, puramente política o formal predominante en nuestros días, y la significación económico-social que tenía en los tiempos del "Manifiesto Comunista".

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