9. La superproducción absoluta de capital: Henryk Grossman .

El economista polaco Henryk Grossman elaboró después de la muerte de Lenin la contribución más importante a la Economía Política, apoyándose en los estudios de Marx. Su obra "La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista", aparecida en 1929, constituye una aportación decisiva al materialismo histórico, que los revisionistas se han esforzado por silenciar completamente, hasta el punto de que sus estudios no se mencionan ni siquiera para criticarlos.

No cabe duda que Grossman es un economista "maldito". De entre todo el grupo de polacos que comenzaron a escribir en el período de entreguerras (Moszkowska, Kalecki, Lange, Rosdolsk ) es el único que no sólo no se apoya en Luxemburgo, sino que la critica certeramente y, con ella, todas las teorías subconsumistas. En sus análisis, Grossman arranca de los postulados marxistas sobre el valor, que pone en el centro mismo de su exposición para demostrar la tendencia inexorable del capitalismo hacia el derrumbamiento. Pero Grossman no se limita a repetir lo ya descrito por Marx sino que subraya determinados aspectos descuidados por algunos continuadores, tales como el valor de uso, el consumo improductivo de los capitalistas, etc. Finalmente, Grossman añade importantes contribuciones al análisis económico en las que hasta ese momento nadie había reparado. Fue el primero en analizar el proceso de elaboración y la estructura lógico-dialéctica de "El capital" y aunque sus conclusiones distan de resultar exactas, hay que reconocer el extraordinario mérito de esta tarea en una época en la que aún no habían sido descubiertos los "Grundrisse". No obstante su enorme importancia, los estudios de Grossman carecieron de continuadores y no pudo crear escuela, lo que ha contribuido a que continúe siendo un desconocido, incluso en los ámbitos académicos.

Grossman concibe el capitalismo no como un sistema de producción de valores de uso, un sistema de satisfacción de necesidades, al modo de los subconsumistas, sino de valorización, de creación de valor de cambio y de plusvalía. Para él, como para Marx, la producción está dominada por las necesidades de valorización, de acumulación, no por la demanda de los consumidores. La unidad dialéctica del proceso de producción y el proceso de valorización es la expresión económica de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. El capital desarrolla las fuerzas productivas para crear plusvalía, para incrementar su volumen, para acumular, lo que incrementa la composición orgánica de capital; los medios de producción crecen por encima de quien tiene que valorizarlos, que es la fuerza de trabajo. El capital experimenta entonces el efecto de dos tendencias contradictoras: una a reducir el capital variable y otra a aumentar la plusvalía; esto significa que cada vez hay más (capital constante) que valorizar con menos (capital variable), que cada vez hay una parte más importante de la producción que no se traduce en renta consumible sino que sólo puede funcionar como capital. El propio desarrollo de las fuerzas productivas conduce a que una masa creciente de capital acumulado no se corresponda con una masa mayor, sino menor, de plusvalía. En palabras del propio Marx: "El desenvolvimiento de las fuerzas productivas motivado por el capital mismo en su desarrollo histórico, una vez llegado a cierto punto, anula la autovalorización del capital en vez de ponerla" (133). La crisis fundamental del capitalismo deriva entonces, no del pauperismo de las masas obreras, ni de la insuficiente demanda, ni del consumo reducido, sino de la insuficiente valorización o, lo que es lo mismo, de la sobreacumulación ,de la plétora de capital: la producción se colapsa por grandes bolsas de capital (en forma tanto de dinero como de mercancías) que no se recuperan productivamente. Es un proceso dialéctico en el que las mismas causas que generan la prosperidad, conducen a la depresión, porque el desarrollo de las fuerzas productivas reduce la fuente de la plusvalía, que no es otra que el trabajo productivo y obstaculiza la valorización y acumulación del capital.

Es la expresión concreta y directa de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre una producción socializada y una apropiación privada, entre la producción de valor de cambio y la producción de valor de uso. Las posibilidades de producción son ilimitadas porque están ampliamente socializadas; las posibilidades de valorización están limitadas por la propiedad privada sobre los medios de producción.

En consecuencia, Grossman defiende tenazmente la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia y critica a los subconsumistas y sus tentativas de hacer depender la producción de los niveles de demanda y del consumo. Según Grossman, la producción es la variable independiente y las magnitudes de la circulación dependen de ella (134). El capitalismo se derrumba por sus propias contradicciones internas: "La ley del derrumbe desarrollada de este modo tiene un significado general de principio. Es la ley fundamental que domina y sostiene todo el edificio teórico de Marx (...) La tendencia al derrumbe aquí demostrada posee un carácter de necesidad absoluta, que surge de la esencia del modo de producción capitalista" (135). En oposición a todos los revisionistas, Grossman fue el más ardiente defensor de la teoría del derrumbe que, en su exposición, no tiene ninguna sombra de mecanicismo ni automatismo ni catastrofismo: el derrumbe aparece en medio de contradicciones cíclicas periódicas y no de manera continua:

"La tendencia al derrumbe en tanto que 'tendencia básica' natural del sistema capitalista, se descompone en una serie de ciclos, en apariencia independientes, donde la tendencia al derrumbe sólo se impone periódicamente una y otra vez (..) La teoría marxiana del derrumbe constituye por ello el presupuesto y el fundamento necesario de su teoría de las crisis, porque la crisis, según Marx, sólo representa una tendencia al derrumbe momentáneamente interrumpida y que no ha llegado a su expansión plena, o sea que representa una desviación pasajera de la 'línea tendencial' seguida por el capitalismo.

"Pero a pesar de todas las interrupciones periódicas y atenuaciones de la tendencia al derrumbe, con el progreso de la acumulación capitalista, el mecanismo global marcha necesariamente hacia su fin, pues con el crecimiento absoluto de la acumulación de capital, cada vez se torna gradualmente más difícil la valorización del capital generado (...) Si estas tendencias contrarias llegaran a debilitarse o a paralizarse (...) entonces la tendencia al derrumbe adquiere predominio y se impone en su validez absoluta como ' última crisis'.

"No es necesario que la ley del derrumbe se imponga. Su realización absoluta se podría ver interrumpida por tendencias contrarrestantes. De este modo el derrumbe absoluto se transforma en una crisis transitoria, luego de la cual se reinicia el proceso de acumulación sobre una base distinta" (136).

Según este economista polaco, la clave no está en preguntar si el capitalismo se hundirá alguna vez sino en saber por qué hasta la fecha no se ha hundido (137). Para solventar este interrogante, pasa a analizar detalladamente todas y cada una de las "contratendencias" al derrumbe, tanto las que ya señaló Marx, como otras que él toma en consideración, siempre sobre la base de que esas "contratendencias" son secundarias y no pueden impedir el curso de la tendencia dominante hacia el derrumbe: "La tendencia del desarrollo histórico procede en el sentido de agudizar cada vez más las contradicciones dentro del capitalismo mundial y de acercar la tendencia al derrumbe en medida creciente al límite absoluto del derrumbe del capitalismo (...) La creciente tendencia al derrumbe y el fortalecimiento del imperialismo son sólo dos aspectos del mismo complejo fáctico" (138). Esa agudización de las contradicciones desarrolla la conciencia de clase, el elemento subjetivo imprescindible del proceso: "El derrumbe, a pesar de su inevitable necesidad objetiva, está sujeto en gran medida a la influencia ejercida por las fuerzas vivas de las clases en pugna, otorgando de este modo un cierto margen a la participación activa de las clases" (139). Acusado de mecanicista, de catastrofista, determinista y espontaneísta (140), Grossman escribe: "El capitalismo puede ser abatido sólo a través de la lucha de clase de la clase obrera. Pero lo que yo quería demostrar es que la lucha de clase no es suficiente por sí misma. No es suficiente la voluntad de abatirlo (...) Como marxista dialéctico es obvio que las dos caras del proceso, los elementos objetivos y los subjetivos tienen un influjo recíproco entre sí. No se puede 'esperar' a que se den primero las condiciones 'objetivas' para después, y sólo entonces, dejar actuar a las condiciones 'subjetivas'. Sería una concepción mecánica, insuficiente, con la que no estoy de acuerdo (..) Mi teoría del derrumbe no trata de excluir esta intervención activa, sino que se propone más bien demostrar en qué condiciones puede surgir y surge de hecho una situación revolucionara de este tipo, en forma objetiva" (141).

Otro de los aspectos del pensamiento económico marxista defendido por Grossman es la pauperización del proletariado bajo el capitalismo (142), que también algunos revisionistas habían cuestionado. Crítica que se identifica con el principio establecido por Marx, según el cual el salario se fija por la cantidad necesaria para la reproducción de la fuerza de trabajo, con el mínimo imprescindible para el sustento cotidiano del trabajador. Para Grossman el salario no es constante sino que varía en función de la intensidad del trabajo, de modo que si, por un lado, la creciente productividad tiende a reducir el salario, por la otra, el crecimiento de la intensidad empuja hacia el incremento de los salarios reales. El crecimiento de la intensidad del trabajo aumenta, por tanto, el coste de reproducción de la fuerza de trabajo y con él, los salarios. Ahora bien, a partir de un cierto nivel, la tendencia de la acumulación opera en un sentido contrario, expulsando fuerza de trabajo y reduciendo los salarios: "La tendencia creciente del salario real y la tendencia a la agudización de la miseria, lejos de contradecirse, más bien reflejan diferentes niveles de la acumulación de capital" (143). De ese modo, la tendencia al aumento de los salarios no tiene continuidad a causa de la acumulación, que exige a partir de un cierto momento, una reducción de los salarios y un drástico empeoramiento de la condición obrera, de manera que "la pauperización es el punto conclusivo necesario del desarrollo al cual tiende inevitablemente la acumulación capitalista" (144).

Una de las "contratendencias" a las que Grossman dedica una especial importancia es la población. Siempre partiendo de la ley de valor, Grossman recuerda que la masa de plusvalía es directamente proporcional al número de obreros y que, en consecuencia, una forma de incrementar esa masa es incrementar la población trabajadora. Considera que ni la emigración del campo a la ciudad ni la incorporación de la mujer a la producción, son suficientes para colmar la sed de beneficios del capital. El problema de la población ha cambiado desde la época de Malthus y, por ello, la significación del ejército industrial de reserva es ahora otra: "Lo que diferencia la época actual de la malthusiana es la oposición entre la fase inicial y la fase tardía de la acumulación de capital, la oposición entre el ritmo lento de la acumulación en sus comienzos (de ahí el ejército de reserva como consecuencia de la insuficiente acumulación de capital) y el ritmo acelerado de la acumulación en un nivel más alto del desarrollo capitalista (de ahí el ejército de reserva como consecuencia de la sobreacumulación)" (145). En la época de Malthus la burguesía temblaba por el riesgo de superpoblación; ahora por el de subpoblación. Grossman ve aquí una de las raíces del colonialismo y ofrece una exhaustiva explicación de los lazos entre colonización y población a lo largo de la historia, desde el descubrimiento de América: mientras en las metrópolis, la mano de obra va hacia el ejército de reserva, en las colonias se produce una escasez crónica; así surgen las grandes migraciones hacia las colonias, el mercantilismo fomenta las políticas natalistas y se desata el comercio de esclavos, uno de los negocios más lucrativos de la época "infantil" del capitalismo. El malthusianismo aparece transitoriamente, según afirma Grossman, precisamente en ese tránsito entre un déficit de fuerza de trabajo originado por un estadio precoz de la acumulación capitalista y otro también de déficit pero originado esta vez por la sobreacumulación.

Igualmente originales son las ideas de Grossman acerca del mercado mundial y la exportación de capitales, que analiza como "contratendencias" frente a la caída de la cuota de ganancia. El comercio internacional consiste en un intercambio desigual que origina un drenaje de valor desde las colonias a los centros imperialistas por medio de la disparidad entre los valores de las mercancías y sus precios de producción. Los países imperialistas encuentran de esa forma fuentes adicionales de plusvalía que acumular. Los métodos de producción más avanzados son los que, por su más elevada composición orgánica de capital, permiten esa transferencia encubierta de valor que esquilma a las áreas coloniales, por cuyo dominio comienza a entablarse una pugna feroz. Asegurar el aprovisionamiento de materias primas a buen precio es el segundo de los motivos de esa pugna, porque el precio de las materias primas tiene una importancia creciente en el coste del capital constante y, por tanto, en la configuración de la cuota de ganancia. Los países imperialistas no buscan en las colonias "salidas" a su producción industrial. sino que, muy al contrario, son netamente importadores, especialmente de materias primas. El control del abastecimiento de materias primas es vital para el dominio de la producción y el mercado: "La lucha competitiva de los estados capitalistas comenzó, ante todo, por el dominio de las materias primas, porque aquí las posibilidades de ganancias monopólicas eran mayores. Sin embargo, ésta no es la única razón. El dominio sobre las materias primas conduce al dominio sobre la industria en general" (146).

A diferencia de Luxemburgo, Bujarin y todos los economistas "tercermundistas", Grossman se preocupa también por las relaciones interimperialistas, ya que la competencia entre las grandes potencias va adquiriendo una importancia cada vez mayor. Comerciar con un país atrasado, de baja composición de capital, sólo es rentable mientras subsista ese atraso tecnológico que permite el drenaje encubierto de valor en favor de los países más adelantados. El comercio entre países de similar composición de capital no ofrece esas ventajas, mientras que la exportación de capital sí puede suponer una fuente adicional de plusvalía que frene la crisis de sobreacumulación. Y el imperialismo se caracteriza más por la exportación de capitales que por la de mercancías. Ahora bien, a Grossman las explicaciones ofrecidas del fenómeno de la exportación de capitales no le resultan convincentes. Tanto Hilferding, como Bujarin, como Varga y como los "Manuales" soviéticos, afirmaban que el capital se invertía en el exterior a causa de una cuota de ganancia más elevada en el extranjero, mientras Grossman sostiene que la emigración del capital tiene su origen en la sobreacumulación. La sobreacumulación ocasiona que grandes masas de mercancías (capital mercancías) no se realicen en el mercado y que grandes sumas de dinero (capital dinero) no encuentren inversión lucrativa en el interior. No es que la cuota de ganancia sea superior en el extranjero sino que en el interior no hay ninguna ocupación rentable, que se trata de capital excedente, inactivo. Critica a Varga porque admite la superproducción de mercancías pero no la de capital; y critica a Ricardo porque acepta la superproducción de capital pero no la de mercancías. Siguiendo a Marx, afirma que ambos tipos de superproducción son manifestaciones de un mismo fenómeno: la sobreacumulación de capital, es decir, un exceso de capital para el que no hay posibilidad de valorización, de inversión rentable. La burguesía pasa a transformarse en una clase rentista, parasitaria y estudia el caso de Holanda como país precursor en este campo.

Junto a la exportación de capitales, Grossman sitúa la especulación como complemento de la sobreacumulación: "La exportación de capital hacia el exterior y la especulación en el interior del país son fenómenos paralelos y nacen de una misma raíz (...) La especulación es un medio para sustituir la insuficiente valorización de la actividad productiva con ganancias que emanan de las pérdidas de la cotización de las acciones de las amplias masas de pequeños capitalistas, de la considerada 'mano débil' y es por ello un poderoso medio de concentración del capital dinerario" (147). La plétora de capital lleva a Grossman a criticar a Hilferding su teoría del dominio del capital bancario sobre el industrial (148): eso pudo ser posible en una fase inicial del capitalismo caracterizada por la escasez de capitales en donde los bancos pueden desempeñar plenamente su papel de mediadores; pero, en la época del capital financiero, es el capital industrial el que domina al bancario, debido a los excedentes crónicos de capital-dinero que permanecen inactivos y que permiten una holgada autofinanciación. Igualmente se opone a la tesis de Hilferding de la disminución de la especulación como consecuencia de la regulación monopolista (149) y le critica algo trascendental en Hilferding: el concepto mismo de capital financiero que utiliza, como sinónimo de capital bancario aplicado a la industria, al que opone la definición leninista de fusión del capital industrial con el bancario y unión estrecha con el poder del Estado monopolista. Finalmente, Grossman se enfrenta a la teoría del "superimperialismo" de Kautsky y a la idea de una corporación única de Hilferding (150), capaz de englobar y gestionar un capitalismo "organizado" y sin crisis, mediante una idea muy sencilla: el capitalismo no existe sin valor de cambio y éste, a su vez, exige una multiplicidad de productores independientes que intercambian sus mercancías, de modo que si esos productores independientes fueran engullidos por un gigantesco monopo1io, desaparecería el valor de cambio y el capitalismo, lo que resulta absurdo imaginar siquiera. Una economía capitalista no puede ser regulada y una economía regulada no es capitalista (151).

notas:

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  1. Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política. Grundrisse, Siglo XXI, Madrid, 2ª Ed., 1972, vo1. 2, pg. 282.
  2. La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema capitalista, Siglo XXI, 2ª Ed., 1984, pg. 160.
  3. La ley de la acumulación, cit., pgs. 185 y 186.
  4. La ley de la acumulación, cit. pgs. 95 y ll9.
  5. La ley de la acumulación, cit., pg. 188.
  6. La ley de la acumulación, cit., pgs.192 y 193.
  7. La ley de la acumulación, cit., pg. 388.
  8. Todos estos calificativos están en la obra de Pesenti, refiriéndose a Grossman sin mencionarlo siquiera (pgs. 226 a 229).
  9. Ensayos sobre la teoría de las crisis. Dialéctica y metodología en 'El capital', Pasado y Presente México, 1979, pg. 250.
  10. La ley de la acumulación, cit., pgs. 126 y 374 y sigs.
  11. La ley de la acumulación, cit., pg. 384.
  12. La ley de la acumulación, cit, pg. 386.
  13. La ley de la acumulación, cit., pgs. 246-247.
  14. La ley de la acumulación, cit., pg. 293.
  15. La ley de la acumulación, cit., pg. 346.
  16. E1 capital financiero, cit., pg. 247.
  17. El capital financiero, cit., pgs. 247 y 320 y sigs.
  18. El capital financiero, cit., pg. 258.
  19. La ley de la acumulación, cit., pg. 393.

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