C) BREVE APUNTE SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL

Estamos ante un retroceso estratégico del proletariado mundial de dimensiones semejantes al que tuvo lugar tras la derrota de la Comuna de París en 1871, que preparó las condiciones para el relanzamiento de largo plazo del capitalismo internacional.

Estimamos que el proceso de consolidación del capitalismo en Europa del Este, tanto como la contrarrevolución burguesa en curso administrada por la burocracia "comunista" en China y la URSS, suponen una derrota estratégica del proletariado a escala mundial.

Sin duda es ésta una tragedia de mayor trascendencia ideológica y política que la caída de la Comuna de París. ¿Por qué?

Pues, porque el ejercicio del poder obrero en aquellas circunstancias se agotó en tres meses y fue muy poco más allá de la lucha en las barricadas contra la Guardia Nacional francesa y el ejército alemán.

Aunque dejó valiosísimas enseñanzas para el futuro, aquella experiencia de ejercicio del poder por parte de los comuneros duró muy poco, de modo que el proletariado internacional no vio todo aquello como un fracaso de la gestión socialista, sino como la derrota militar de un alzamiento.

En cambio, la autodisolución de lo que el mundo conoció como "socialismo real", constituye la más profunda incursión del dominio burgués al interior de la conciencia individual de los asalariados en toda su historia, porque a los ojos del proletariado este hecho aparece hoy como el resultado final sin solución de continuidad de la gloriosa revolución obrera de octubre, con lo cual, la burguesía ve reforzada su idea ante la opinión pública mundial, de que los asalariados no están hechos más que para ser mandados por los patrones capitalistas y que todo nuevo intento no puede desembocar sino en otro fracaso.

Para nosotros este hecho es, pues, de una proyección política contrarrevolucionaria que tal vez no alcance a medirse en decenios, aunque sí en varios lustros.

Efectivamente, la evidencia empírica del dominio social continuado que los patrones capitalistas ejercen normalmente sobre sus asalariados dentro de sus empresas -y fuera de ellas a través de los aparatos ideológicos del Estado representante de sus intereses colectivos de clase dominante -confirma día a día la falsa creencia de que los proletarios no podemos pasar de ser unos mandados.

La única realidad aparente que había venido haciendo contrapeso a esa creencia burguesa en la conciencia del proletariado mundial, era la existencia del llamado "campo socialista".

Desaparecido ese contrapeso bajo la forma de esperanza frustrada, estamos asistiendo al más profundo retroceso de la autoestima política de clase en la conciencia del proletariado mundial, que nosotros coincidimos en atribuir a lo sucedido desde la caída del muro de Berlín.

De lo contrario, aun cuando no se ha tocado fondo, pensamos que el espectacular alcance de la actual ofensiva del capital sobre las condiciones de vida y de trabajo del movimiento obrero internacional, sin duda hubiera sido imposible.

Pero ahora, las condiciones objetivas de la burguesía tampoco son las mismas de entonces.

Hoy día, la masa de capital global en funciones no se mide por cientos de millones de unidades monetarias fuertes -como durante la revolución de octubre- sino por centenas de billones, y las fuerzas sociales productivas durante estos últimos setenta años han experimentado un crecimiento sin precedentes en cualquier otro momento en la historia del capitalismo.

Este crecimiento de la masa de capital y de las fuerzas productivas supone que -a diferencia de lo que se verifica en el organismo de las especies animales- cuanto más envejece el cuerpo social capitalista según avanza el proceso de acumulación, el metabolismo del capital se torna más y más acelerado, al ritmo cada vez más rápido en que se amortiza la masa de capital fijo por el incesante desarrollo científico-técnico aplicado a la producción de plusvalor .

De este modo, los períodos de relanzamiento se tornan más cortos y las depresiones más largas y profundas, por lo que la base material del sistema se convierte paulatinamente en el mejor aliado de la vanguardia revolucionaria, en la medida en que contribuye cada vez más a mantener viva la memoria histórica dando continuidad al espíritu revolucionario dentro de la discontinuidad de la lucha de clases elemental.

La actual depresión del capitalismo es muy grave, la más grave y prolongada de toda su historia.

Como observamos en nuestro trabajo subsiguiente sobre las crisis capitalistas, la enorme masa de capital en funciones arrojada del aparato productor de plusvalor, presiona a la baja de la tasa de ganancia prolongando la larga fase recesiva del capitalismo mundial iniciada a fines de la década de los sesenta.

En este contexto, todo el tiempo que la burguesía tarda en apoderarse de la masa de población explotable existente en Rusia y China -todavía en gran parte sustraída a la producción directa de plusvalor- es tiempo que se vuelve políticamente contra ella, en la medida en que la única posibilidad que le queda, no para salir de su crisis sino para paliar sus efectos, está en redoblar su ataque a las ya deterioradas condiciones de vida y de trabajo del proletariado bajo su actual dominio directo, tanto en el centro como en su periferia.

De modo que todavía no está dicha la última palabra y las luchas decisivas no han quedado detrás sino que las tenemos delante de nosotros.

Decisivas en el sentido de que las presentes circunstancias comportan una alternativa trágica para la humanidad.

Porque si en ese intervalo de tiempo no se produce la conversión relativamente pacífica de estos dos inmensos países a la explotación capitalista pura, la presión del capital sobrante se torna insoportable hasta el punto de pugnar por conseguir el consenso social necesario para poder desencadenar una tercera guerra mundial con arreglo a la conquista de los mercados perdidos; pero la burguesía jamás ha podido emprender una guerra sin el consentimiento tácito o explícito de sus clases subalternas.

Pues bien, ese consenso dependerá del resultado de las luchas que el proletariado de los países capitalistas tienen todavía por delante.

Y no nos referimos aquí a las luchas en defensa de las condiciones de vida y de trabajo sin salirse del sistema capitalista; porque la crisis exige que esas condiciones se deterioren como una cuestión de vida o muerte del capital, imposibilitando por completo una lucha exitosa de este tipo dentro de sus límites.

De modo que a mediano plazo el proletariado de los países capitalistas tiene ante sí dos alternativas: decidirse a luchar por el poder o servir otra vez de carne de cañón en una nueva guerra genocida ajena a sus intereses de clase.

Es aquí donde la consigna de "socialismo o barbarie" adquiere toda la dimensión dramática derivada de la naturaleza de las cosas el actual sistema de vida.

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