Primer mensaje de Ben Garza
De: bengarza@att.net
Fecha: jueves, 07 de junio de 2001 4:35
Asunto: Re: RV: La decadencia del capitalismo
Companeros de la GMP...gracias por su escritos...favor de mirar el website:
http://www.prdcalifornia.org
alli estaran lo que nos manden en unos dias mas..algo bueno para el pueblo mexicano-chicano-latino
en los Estados Unidos...un abrazo y saludo cordial..ben garza
Nuestra crítica al PRD
"Los
comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos"
(K.Marx-F.Engels: Manifiesto Comunista Cap. IV)
Estimado Bengarza:
Hemos visto que habéis incluido en la página del PRD of California algunos
de nuestros documentos de propaganda marxista. Dichos textos aparecen bajo el
apartado que vosotros dedicáis a la "educación política". Vamos a callar aquí
acerca de lo que se puede suponer o conjeturar acerca de las razones o motivos
políticos de tu organización para tomar semejante iniciativa. Sólo decir que
somos férreos seguidores de la idea del Manifiesto Comunista que preside esta
carta, en el sentido de que la confusión teórica del "totum revolutum" no es
la mejor metodología para los fines que anunciáis en vuestro apartado. La intención
de este trabajo, pues, va en el sentido de contribuir a la claridad y delimitación
precisa de los matices entre vuestra posición política y la nuestra.
Si tú eres marxista, sabrás que Marx es comunista, porque está más vivo que
nunca. Y si ése es tu ideal, cabe suponer que estarás de acuerdo en que "la
historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases", y que la historia
del capitalismo es la historia de la lucha entre burguesía y proletariado, esto
es, entre quienes viven del trabajo ajeno, explotando mano de obra asalariada,
y quienes viven exclusivamente de su propio trabajo.
Si estás de acuerdo con esto, ¿qué haces contribuyendo a que buena parte de
la clase obrera mejicana permanezca metida en el PRD? Tu nos podrás contestar
con mayor o menor enfado, que luchas del modo más eficaz contra el imperialismo
para iniciar el camino hacia el comunismo, la emancipación social de los trabajadores.
¿Es cierto esto? Vamos a verlo.
Si nos hemos empezado por poner de acuerdo en que la historia de la humanidad
es la historia de la lucha de clases, suponemos que también acordarás con nosotros
en que el modo de vida capitalista se basa o sustenta en la explotación del
trabajo asalariado y que, sin esta condición básica, estructural, de la sociedad
en que vivimos no quedaría piedra sobre piedra. Y el caso es que la estrategia
o finalidad de los pequeños patronos que se hacen representar por organizaciones
políticas como el PRD, consiste en preservar su condición de capitalistas, esto
es, en mantener vigente el sistema de vida basado en la explotación de trabajo
ajeno, bien que a pequeña y mediana escala.
Por consiguiente, sin abandonar la lógica marxista que venimos empleando hasta
aquí, no podrás lógicamente menos que acordar en que tus ocasionales aliados
burgueses nacionales de partido, son estratégicamente idénticos a los "odiados"
imperialistas. Dicho de otra forma, por el hecho de compartir la misma esencia
social, vienen a ser esencialmente la misma cosa política y, por tanto, comparten
la misma estrategia de poder. Para ser más precisos e ilustrativos aún, como
ocurre en una manada de lobos, entre la burguesía marginal y la monopólica hay
una jerarquía de poder según la magnitud del capital en disposición de unos
y otros, pero la especie zoológica a la que pertenecen es idéntica. Y ya se
sabe que la dialéctica entre dos contrarios esencialmente idénticos no puede
sintetizar en otra cosa de distinta esencia. Así como el ritual cristiano de
la distinción entre el Padre y el Hijo reproduce en la conciencia de los creyentes
el mito cristiano de la eterna divinidad representado en la figura del Espíritu
Santo, asimismo, el ritual de la competencia u oposición dialéctica entre las
distintas fracciones de la burguesía reproduce el mito de la eterna relación
social capitalista representado en el dinero fiduciario.
En este sentido, tal como en la liturgia cristiana la misma divinidad aparece
representada en dos personas distintas, con tus colegas burgueses del PRD ocurre
otro tanto: que se distinguen del capital multinacional por la menor magnitud
del valor que acumulan, sin dejar de ser en esencia la misma cosa social. ¿En
qué se diferencian políticamente? En que por pertenecer a un sector de clase
capitalista intermedio entre el gran capital y el proletariado, desde ambos
extremos de la dialéctica social pende sobre ellos la permanente amenaza de
ser expropiados. De ahí que su comportamiento político fluctúe según su natural
tendencia al equilibrio de fuerzas entre los dos polos universales de la contradicción
social capitalista.
En este punto podrás objetar tú que nosotros negamos la teoría dialéctica del
enemigo principal y la necesidad de aunar fuerzas contra él. En la actual etapa
del capitalismo tardío negamos esta filosofía política por considerarla esencialmente
contrarrevolucionaria y pasamos a explicar por qué. El capital multinacional
basa el ejercicio de su predominio sobre los capitales nacionales dependientes
en dos condiciones históricamente determinadas por la naturaleza del proceso
de acumulación, a saber, el intercambio internacional desigual y el exceso de
capital acumulado en las metrópolis. Subrayamos el vocablo "ejercicio", porque
el poder que decide el resultado de las relaciones interburguesas se funda en
las diferentes magnitudes de valor en manos de una y otra fracción de la burguesía,
en tanto que la acción de ejecutar ese poder se basa en ciertas formas políticas
y/o reglas del juego económico que rigen esas relaciones y determinan en cada
momento histórico la dialéctica interburguesa del poder real.
Ahora bien, el intercambio desigual se explica
por el hecho de que la burguesía relativamente más poderosa de los países más
desarrollados que comercian con las burguesías más débiles de los países de
la periferia capitalista dependiente, cambian menos trabajo excedente (plusvalor)
por más; obtienen una superganancia porque su mayor desarrollo relativo les
permite vender sus productos en los países dependientes, a precios en el mercado
internacional (precio de producción) por encima de sus valores -que ya
contienen la ganancia media- en sus propios países. Esto es así, en razón de
que, si los países dependientes menos desarrollados tuvieran que producir ellos
mismos los productos que importan, les saldrían más caros. Las dos fracciones
de la burguesía internacional salen, pues, ganando, pero en virtud del desarrollo
desigual, a instancias del intercambio la burguesía de los países dependientes
cede a la de los países metropolitanos parte del plusvalor extraído a sus propios
asalariados. Tal es la esencia del intercambio internacional desigual.
El desarrollo internacional desigual fijó históricamente la división del trabajo
entre países capitalistas desarrollados productores de mercancías con un alto
componente de valor añadido, por un lado, y países productores de materias primas
(colonias, semicolonias y países capitalistas dependientes) de la periferia
capitalista, por otro. La división internacional del trabajo en tales condiciones
históricas del capitalismo mundial, supuso un freno al proceso de acumulación
capitalista autóctono de los países dependientes.
El nacionalismo burgués tuvo su origen en esta condición histórica predominante
durante la etapa del capitalismo colonial. También durante los primeros años
del imperialismo clásico. El intercambio internacional desigual rigió tanto
en la etapa del capitalismo colonial como durante el imperialismo clásico. Pero
la forma de este intercambio desigual no fue la misma en los países colonizados
de la periferia capitalista que en los Estados económicamente dependientes que
habían alcanzado su independencia política. Al ejercer el dominio político directo
sobre sus colonias, la burguesía de las potencias coloniales gozaban de una
posición de monopolio comercial respecto de sus súbditos burgueses colonizados.
Los términos del intercambio con ellos estaban políticamente fijados por el
Estado colonialista, al márgen por completo de los determinados económicamente
por la competencia en el mercado internacional. La función histórica del intercambio
internacional desigual ha consistido, pues, en trabar el desarrollo de las fuerzas
productivas y de la acumulación autóctona de capital en la periferia capitalista,
aunque naturalmente más en las colonias que en los países políticamente soberanos
económicamente dependientes. Por lo tanto, estas trabas que el capitalismo colonial
e imperialista clásico ha venido imponiendo al desarrollo de las relaciones
capitalistas plenas en el mundo, ralentizaron el crecimiento de los asalariados
urbanos en los países más atrasados. Y esta lentitud extendió en el tiempo la
tendencia histórica a que esta parte del proletariado mundial pudiera alcanzar
la medida suficiente, esto es, la fuerza del número, que les pusiera en condiciones
sociales de poder luchar políticamente con posibilidades reales de éxito por
su emancipación como clase. Sólo mientras estas condiciones tardaran en cumplirse,
los asalariados de los países políticamente colonizados o económicamente dependientes
debían resignar su programa político, su organización y su lucha por objetivos
propios como clase, autolimitándose a apoyar la lucha de sus respectivos patrones
burgueses por la liberación nacional. Estas condiciones estuvieron dadas en
Méjico desde la guerra de la independencia hasta las luchas de los liberales
encabezadas sucesivamente por Benito Juárez, Zapata, Villa y Madero.
Esto quiere decir que la vigencia política de la teoría burguesa del "enemigo
principal" que justifica la táctica de los frentes policlasistas, no es históricamente
incondicional sino que está vinculada, a la dialéctica histórica material entre
cantidad y calidad. Según los análisis económicos de Marx y Engels aplicados
a la sociedad de su tiempo -completados por Lenin y Trotsky- esta teoría alcanza
el límite de su vigencia, cuando en los países coloniales o dependientes las
relaciones capitalistas se extienden socialmente en un grado tal, que la masa
de capital en funciones y el consecuente crecimiento de los asalariados, alcanza
la medida en que les pone ante la posibilidad real de dar el salto cualitativo
en su forma de organizarse y de luchar, a partir de ese punto nodal no ya como
clase "en sí" -según su contrario estratégico- sino como "clase autoconciente,
independientemente de la burguesía, para alcanzar su emancipación como clase.
Los "marxistas" que todavía siguen jugando la carta del antiimperialismo pequeñoburgués
pacato y ramplón como presunta vía al socialismo, sea por ignorancia o por intereses
creados se pasan este corolario político del materialismo histórico por la entrepierna.
Esta dialéctica entre cantidad y cualidad también opera sobre la propia burguesía.
En efecto, en la etapa temprana o infantil de este organismo vivo que es el
sistema capitalista, el metabolismo de cada unidad de trabajo asalariado digerido
por las distintas burguesías nacionales era lento y, por tanto, el capital acumulado
crecía menos que la población obrera explotable. En esa etapa, a raíz del crecimiento
lento del capital acumulado, ninguna fracción de la burguesía disponía de capital
suficiente para sufragar grandes emprendimientos necesarios, tales como obras
de infraestructura urbana y rural, carreteras, canalizaciones, diques, ferrocarriles,
etc., cuyos relativamente largos períodos de rotación -tiempo que media entre
que se invierte y recogen los beneficios- tornaban, además, muy poco atractivo
el negocio. Dada su mayor debilidad relativa, las burguesías nacionales de la
periferia capitalista subdesarrollada no sólo necesitaron obras de infraestructura
que, obviamente, tampoco podían financiar ni mantener, sino también industrias
extractivas y de base, como el petróleo y la siderurgia, además de servicios
como la salud pública y la educación. El Estado empresario de estos países,
contribuyó, sin duda, a que las burguesías industriales dependientes pudieran
liderar en sus respectivos países la tarea de completar la formación del mercado
interno con predominio del intercambio entre capitalistas y obreros.
Para ello tuvieron que luchar contra los sectores patronales improductivos
autóctonos tradicionalmente aliados a las potencias colonialistas: los terratenientes
interesados en rentabilizar el valor de la producción exportadora de materias
primas, y la burguesía comercial que intermediaba en el cambio de esos productos
por los importados de mayor valor agregado. A la sombra del Estado empresario
y a medida que se iba completando la formación del mercado interno capitalista,
emergió en los países dependientes una burguesía nacional relativamente acaudalada,
que acumuló capital explotando trabajo ajeno en las industrias de transformación
de materias primas agrarias e industriales, configurando el proceso de acumulación
por eso llamado "sustitución de importaciones".
Esta transformación transcurrió paralelamente a otra que se vino gestando en
los países de la cadena imperialista desde principios del siglo pasado y prosiguió
en la década de los años treinta hasta hacerse cada vez más irresistible desde
la segunda postguerra mundial. Nos referimos al aumento del capital acumulado
hasta alcanzar la medida de la sobresaturación. Este proceso, sólo interrumpido
por las dos guerras mundiales y la gran crisis de los años treinta, motorizó
la tendencia secular a que masas crecientes de plusvalor excedente ocioso producido
en las metrópolis imperialistas, presione sobre la periferia del sistema en
busca de empleo productivo: extracción y capitalización de plusvalor. Esta tendencia
transformó la estructura productiva sobre la cual se asentó el proceso de acumulación
del capital nacional en países como Méjico, Argentina, Chile, Argelia, Brasil,
Egipto o la India. Del mismo modo que en estos países, de tener un carácter
rural en los años treinta, Méjico pasó a ser un país eminentemente urbano e
industrial. Entre 1940 y 1970 cuadruplicó su población e invirtió los términos
de la relación poblacional entre campo y ciudad. El 65% del total, que era rural
en 1940, pasó a ser urbana en 1970. Actualmente, la ciudad de Méjico crece a
un ritmo de medio millón de personas y 30 kilómetros cuadrados por año,
donde la mayor parte de ellos son asalariados.
La ley general de la acumulación capitalista anunciada por Marx hace 140 años,
también se va cumpliendo en Méjico, aunque más lentamente que en otros países,
restringida o condicionada por la idiosincrasia sociológica del campesino mejicano,
su arraigo a la tierra inducido por la singular organización comunal del ejido
en el centro y sur del país, que todavía se resiste a las fuerzas deletéreas
del capitalismo en el campo. De hecho, aunque la población indígena ha disminuido
como porciento o proporción de la población nacional, se ha incrementado en
términos absolutos. De 1970 a 1980 la población indígena mayor de cinco años
de edad se incrementó en 2.069.623 personas lo que equivale a una tasa de crecimiento
anual de 5.2%. Para 1990 el incremento fue tan sólo de 101.309 personas o 0.2%
anual.
Según las últimas cifras del Censo de Población, entre 1970 y 1990 las actividades
agropecuarias en Méjico pasaron del 39 a 23% de los ocupados. En ese mismo lapso,
la proporción del empleo en labores que no corresponden al sector primario (industria,
comercio y servicios) aumentó de 61 a 77%. Como ocurre en las economías más
desarrolladas, el empleo tendió a concentrarse en las actividades de comercio
y servicios. Adicionalmente, tuvo lugar un importante aumento en la proporción
representada por el trabajo asalariado dentro del empleo social, sobre todo
en actividades no agropecuarias. De los 41.500.000 mejicanos que forman la PEA
tributaria de la hacienda pública, 32.370.000 (78.6%) son asalariados y 4.000.000
(9,63%) se ganan la vida como trabajadores por cuenta propia bajo el régimen
de producción mercantil simple, de lo cual se deduce que los explotadores de
mano de obra asalariada -entre grandes, medianos y pequeños- apenas si exceden
los cinco millones de personas (12,36%). Según la estrategia revolucionaria
resultante de aplicar el materialismo histórico a la realidad social mejicana,
están dadas sobradamente en ese país desde hace ya mucho, todas las condiciones
objetivas necesarias para que los asalariados procedan a luchar políticamente
por su emancipación social sin consignatarios de ninguna naturaleza.
Desde la segunda mitad de los años cincuenta, magnitudes crecientes de capital
excedentario en las metrópolis imperialistas fueron afincándose en distintos
países anfitriones dependientes, y el fenómeno de la oligopolización de la industria
hizo pie en estas partes del mundo. Esta nueva situación puso de manifiesto
la incapacidad de las burguesías nacionales dependientes para llevar adelante
sus declamados proyectos de desarrollo autosostenido de sus capitales, como
ocurrió con la industria de la automoción y otros grandes rubros fabriles tan
importantes para llevar adelante el proceso de acumulación del capital. Desde
este momento, al interior de los países dependientes se fue operando una creciente
diferenciación de la burguesía nacional. La más poderosa pasó a entrelazar sus
intereses con el capital extranjero, al tiempo que el proletariado se erigía
en la clase mayoritaria de la sociedad. Así, de haber servido en un primer momento
al conjunto de la burguesía nacional como muro de contención a la penetración
del capital extranjero, el Estado empresario de los países dependientes pasó
a desempeñarse como baluarte político de la ineficiente burguesía mediana y
pequeña contra la amenaza del gran capital y del sistema en su conjunto contra
el proletariado.
En este nuevo contexto, durante las fases de expansión, cuando el aumento en
la escala de la producción de los grandes capitales amenaza con llevarse por
delante a muchos pequeños y medianos patronos, dada su relativa debilidad económica
estos capitalistas marginales buscan el apoyo político de los asalariados, prometiendo
a cambio hacer realidad sus reivindicaciones. ¿Qué persiguen con esto? Reducir
la amplitud o escala de la producción en el espacio económico que ocupan, esto
es, la eficiencia económica, el desarrollo de la fuerza productiva del trabvajo
social. ¿Para qué? Para poder renegociar en las mejores condiciones -las de
su atraso relativo con costes individuales y precios de mercado más altos- su
participación en las ganancias que rapiñan a sus propios empleados. Una vez
conformado el "bloque histórico de poder" con el proletariado, la pequeñoburguesía
busca ser gobierno en alianza con él. Cuando lo alcanza, su bloque histórico
de poder policlasista sintetiza en el "Estado nacional empresario". Utilizando
la reconocida legalidad institucional soberana de este instrumento político,
el "bloque histórico de poder" policlasista en el gobierno, pugna por operar
una efectiva redistribución del producto social a favor de sus componentes sociales.
¿Cómo lo hace? A través de medidas de política económica como los aranceles
aduaneros, los impuestos, el manejo de la tasa de interés, los encajes bancarios,
las devaluaciones, etc. y, en última instancia, las FF.AA. al servicio de la
"patria", como acaba de ocurrir en Yugoslavia. Tales son los baluartes políticos
alternativos de este sector de clase capitalista subalterno eventualmente a
cargo del gobierno apoyado por los asalariados. Y mientras este bloque social
de poder funcione, el sistema capitalista se aletarga o enlentece, pero tiene
garantizada su continuidad sin sobresaltos.
Así, a cambio de conservar su "status" de clase dominante subalterna dentro
del sistema, el "bloque histórico" de poder regentado por los pequeños y medianos
patronos capitalistas contribuye a evitar que las luchas de los explotados lleguen
a desbordar el equilibrio del sistema por la izquierda. Para eso se han inventado
los frentes populares o policlasistas, como es el caso del PRD. ¿Para qué?,
pues, para que el proletariado permanezca metido allí, en ese cepo ideológico
y político, supeditado a los intereses políticos programáticos de la burguesía
no monopólica y, a través suyo, a los intereses estratégicos de la burguesía
en su conjunto. Mientras una masa significativa de asalariados mejicanos militen
en engendros políticos con el PRD o le tengan por referente, la clase obrera
mejicana en su conjunto no podrá unificarse programáticamente como clase autoconciente
. No sólo permanecerá dividida o dispersa, sino que tampoco podrá diseñar sin
concesiones limitadoras innecesarias su propia estrategia revolucionaria, viéndose
así privada de ejercer toda la fuerza política de su poder social superior irresistible
mediante su acción orgánica independiente. La lucha del proletariado es flujo
y movimiento, pero es una ley de la política que el resultado de estas luchas
esté predeterminado con independencia de la correlación efectiva de fuerzas
respecto de su enemigo de clase, según actúe desde organizaciones revolucionarias
o contrarrevolucionarias. Esto es algo que los burgueses han aprendido muy bien
y muchos "marxistas" bienintencionados ignoran por completo, creyendo ilusoriamente
que un frente de clases pueda derivar en algún momento hacia posiciones revolucionarias.
Ya lo hemos dicho en otro lugar: Los burgueses de aquí o de allá no pueden evitar
los recurrentes enfrentamientos políticos decisivos determinados por condiciones
objetivas que ellos no controlan. Pero sí tienen la posibilidad de conseguir
que esas grandes confrontaciones periódicas salden estratégicamente en conservar
su dominio de clase. Una de esas posibilidades consiste en la neutralización
política de los asalariados a instancias de los frentes policlasistas. La otra
posibilidad, su recurso de última instancia, es, como se ha visto ya, el fascismo.
Ahora bien, como acabamos de decir, una vez completado el proceso de reconstrucción
postbélica en Europa y Japón, a caballo de la onda larga expansiva de la economía
mundial, muy pronto irrumpió por primera vez en la historia de la burguesía
como clase dominante, el fenómeno conocido por capital multinacional. A partir
de entonces, el Estado empresario -que sirvió a las burguesías nacionales para
liderar el proceso de acumulación en países coloniales y semicoloniales una
vez independizados, como Argelia y Egipto, así como en repúblicas políticamente
soberanas pero económicamente dependientes, como Argentina, Chile, Brasil o
Méjico- ya tenía los días contados. Los que el capital sobrante de las metrópolis
-y de los propios burgueses nacionales de su periferia- tardaran en cumplir
la tendencia irresistible a la libre circulación internacional de los capitales
para los fines de la explotación directa de mano de obra disponible, ahora eufemísticamente
conocida por "globalización". Así es como el fenómeno de las privatizaciones
está resolviendo históricamente la lógica dialéctica de la identidad burguesa
de los contrarios, dejando sin base económica de sustentación política a los
distintos nacionalismos residuales desde la época del capitalismo colonial.
En Méjico fueron 37 grandes burgueses nacionales en posesión de fortunas por
un valor aproximado al 25% del PBI, los primeros en apropiarse de casi 1.000
empresas privatizadas por el gobierno de turno a partir de 1992. Estos acaudalados
burgueses mejicanos, que antaño hicieron su fortuna al amparo del Estado nacional
empresario, comprando ahora sus empresas acabaron negándolo. ¿Son traidores
a la causa nacional? No, son burgueses. En todo caso traidores a las ilusiones
de quienes siguen defendiendo la propiedad capitalista nacional pero se niegan
inútilmente a aceptar sus inevitables consecuencias. La síntesis o negación
de la negación de todo este proceso, se está verificando en estos momentos con
el entrelazamiento o fusión entre estas fracciones mejicanas del capital social
global y determinadas otras oriundas de las metrópolis imperialistas.
Pero las privatizaciones de las empresas estatales en los países dependientes
tuvieron su causa inmediata en el enorme endeudamiento exterior de sus economías.
¿Cuál ha sido la causa eficiente de este endeudamiento? El desarrollo internacional
desigual del capitalismo. Para explicar los últimos efectos de este desarrollo
internacional desigual en Méjico, hay que remontarse a los años anteriores a
la recesión generalizada de 1974, durante los cuales, la burguesía nacional
mejicana dirigida por el PRI bajo el mandato de Luis Echeverría, decidió superar
la crisis social y política que emergió trágicamente en 1968 con la matanza
de Tlatelolco, decretando la elevación de los salarios, la ampliación de la
seguridad social y otras reformas sociales, las mismas que ahora promete el
PRD. Sin el correspondiente incremento de productividad, cualquier aumento salarial
en una economía capitalista se traduce automática e inevitablemente en aumento
proporcional de precios y déficit presupuestario, lo cual impulsa al alza de
la tasa de interés y deteriora todavía más los términos del intercambio con
el exterior. Estos efectos no tardaron en trasladarse a la deuda pública externa
del país que, de poco más de 3.000 millones de U$S en 1974, paso a más de 20.000
millones en 1975 y a 25.000 millones en 1976.
En el período 1976/77, el régimen nacionalista pagó el precio de su debilidad
ante su hipotético "enemigo principal", poniendo la soberanía económica del
Estado mejicano en manos del F.M.I., que le autorizó a devaluar excepcionalmente
su moneda a cambio de aplicar inmediatamente una política de "austeridad", o
sea, todo lo contrario a lo que había venido haciendo hasta ese momento bajo
el mandato de Echeverría. La política de austeridad impuesta por el FMI, consistió
en implantar un tipo de cambio fijo que impidiera el recurso tradicional a las
devaluaciones periódicas, de modo que la única variable de ajuste con el exterior
fuera la flexibilidad de los salarios reales a la baja, para compensar con creces
la menor productividad del trabajo en los rubros mejicanos de exportación, facilitando
así el saneamiento de la deuda externa por vía de un aumento económicamente
"genuino" de las exportaciones. Apelando a la disponibilidad de nuevos y abundantes
yacimientos descubiertos en 1974, la burguesía "nacionalista" mejicana bajo
el gobierno de López Portillo se jugó la recuperación de la economía del país
a la exportación de petróleo. De 1973 en que debió importar 5.300 barriles diarios,
Méjico pasó en 1977 a exportar 206.000 barriles diarios y en 1978 a 1.400.000
barriles diarios. Pero un ligero descenso en los precios internacionales del
crudo a raíz de la crisis del sistema durante 1981 y 1982, bastó para desmoronar
toda la política desarrollista de López Portillo inspirada en las recomendaciones
del FMI. En 1982, la deuda externa del país se situó en los 60.000 millones
de dólares.
En aquél momento, el servicio de la deuda contraída por los grandes países
latinoamericanos alcanzó proporciones alarmantes. De haber querido pagar en
1982 el principal de su deuda externa y los correspondientes intereses vencidos
ese año, Argentina hubiera necesitado casi el doble de las divisas que el país
ingresó aquél mismo año en concepto de exportaciones. Méjico, Brasil y Chile
necesitaban todavía más divisas para pagar el servicio de su deuda respectiva.
Según cifras recogidas por The Economist en su edición del 11/12/82, su "ratio"
o relación de estos países entre el importe de su deuda y el ingreso en concepto
de exportaciones excedía el 100%. Un informe del BID (Banco Interamericano de
desarrollo) estimó ese año que la deuda total de los veinte países de América
Latina representaba el 202% de los ingresos por exportaciones ("Economic and
social progress in Latin America: The external sector" Pp.81).
La deuda tiene un carácter político. Conculca la soberanía del país que la
contrae. Un Estado deudor deja de pertenecerse a sí mismo en todo lo que sus
acreedores privados internacionales adquieren poder financiero sobre él. Pero,
además, la supeditación del interés público al interés privado. La mayor cantidad
de dinero para préstamos internacionales sale de los bancos privados, que representan
intereses privados y anónimos. Un país, en cambio, se supone que representa
al pueblo soberano que comparte una misma nacionalidad y cultura. El derecho
público en general se asienta en el principio de que el bien común y los intereses
generales tienen prioridad sobre los bienes individuales y los intereses particulares.
La paradoja del capitalismo está en que la deuda legitimada y legalizada por
el derecho internacional invierte la prelación entre estos opuestos. La deuda
determina que el Estado deudor debe abdicar su soberanía e hipotecar el bien
común de sus ciudadanos en favor de sus acreedores privados. Esto es lo que
pasa con los planes de estabilidad que los países deudores deben aceptar si
es que quieren solventar su deuda exigible en el corto plazo mediante créditos
"stand by" concedidos bajo esa condición por el FMI. Y aunque el FMI aparenta
ser una institución pública multinacional, en realidad es el poder económico
concentrado del dinero privado representado por los banqueros de 145 países.
Con el agravante de que el FMI no es una institución democrática que se basa
en que un ciudadano vale un voto, sino que es un oligopolio financiero donde
un dólar vale un voto. Esto hace que la banca de las cinco naciones más ricas
del planeta determinen la política de esa organización financiera, y las otras
141 naciones restantes no puedan siquiera jugar el papel de oposición.
La última crisis crediticia del sistema capitalista estalló ante la opinión
pública mundial el viernes 20 agosto de 1982, cuando Méjico anunció la imposibilidad
de seguir cumpliendo como hasta ese momento con sus deudores internacionales.
Se declaró en suspensión de pagos del principal de su deuda, pero siguió pagando
los intereses, con lo cual, dado que los mecanismos básicos de la dependencia
del país quedaron intactos, el rescate de sus obligaciones crediticias empezó
a avanzar de forma inexorable hacia el recurso de las privatizaciones, verdadera
bancarrota histórica del Estado empresario del bienestar. Y esta realidad no
fue producto de una conspiración malévola de determinados agentes imperialistas
-como prefieren creer los intelectuales de la pequeñoburguesía- sino que fue
el "viejo topo", las ciegas leyes de la economía capitalista, esa especie de
"astucia de la razón" objetiva del sistema de vida burgués descrita por Marx
en "El Capital", ahora bajo la forma de capital excedente ocioso en busca de
fuentes directas de producción y acumulación. Así, personajes políticos transitorios
en apariencia rivales, como López Portillo y Quactemoc Cárdenas y el actual
Domingo Fox, actuando desde organizaciones como el PRI, el PRD o el PAN, son
los que, a inmstancias de la alternancia "democrática" se encargan de que esas
leyes objetivas acaben cumpliéndose.
Según lo que aparece expresado en su programa político y declaración de principios,
el partido en que tu militas promete mantener la propiedad pública del sector
petrolero y eléctrico; revertir la tendencia a favorecer la educación privada
en detrimento de la educación pública; mantener y acompañar apoyando la difusión
del trabajo por cuenta propia en régimen de producción mercantil simple; restituir
el papel rector del Estado en todo esto, así como la vigencia del principio
de soberanía nacional frente al nuevo contexto internacional globalizante; promover
la solidaridad internacional entendida como "clave de los esfuerzos por conformar
una sociedad democrática global"; oponerse al empeoramiento de la distribución
del producto social, a una mayor centralización del capital y a una fuerte concurrencia
del capital extranjero; mantener el actual régimen de tenencia de la tierra
en manos de ejidatarios, comuneros y nacionaleros. Estos objetivos programáticos
son la expresión política del atraso económico y apuntan a la involución social
y proyección política del proletariado desde el punto de vista de la estrategia
socialista que los autoproclamados marxistas al interior del PRD dicen perseguir.
En efecto, en nuestro trabajo sobre las crisis del sistema capitalista explicamos
la noción de desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social bajo el capitalismo,
que Marx define como la capacidad de cada asalariado (Cv) para poner en movimiento
mayor cantidad de valor de capital invertido en máquinas, materias primas y
auxiliares (Cc). Esta noción lleva implícito el concepto "composición orgánica
del capital, entendida como cociente o relación crecientemente positiva entre
(Cc) y (Cv). De acuerdo con la ley general de la acumulación capitalista, esto
significa que, según aumenta la fuerza productiva del trabajo social inducida
por la competencia interburguesa, el proletariado aumenta históricamente en
términos absolutos, aunque disminuye respecto al capital sucesivamente invertido
en medios de producción.
Ahora bien, el aumento histórico de la composición orgánica del capital en
funciones determinado por el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo
social, determina también la masa de capital mínima compatible con la acumulación.
Dicho más claramente, el mínimo de valor invertido para poder participar en
el común negocio burgués de explotar mano de obra asalariada, se hace cada vez
mayor según aumenta la composición orgánica del capital medio determinada por
la tasa general de ganancia media. Dada una composición orgánica = 50Cc : 50Cv
, si suponemos que el salario por obrero empleado asciende a 1 peso mejicano,
en ese caso serían necesarios 2.000 pesos para explotar a 1.000 obreros. Pero
si la composición orgánica sube a 90Cc : 10Cv , entonces para ocupar a esos
mismos 1.000 obreros sería necesario invertir 10.000 pesos.
Pero si el inevitable progreso de la fuerza social productiva bajo el capitalismo
se expresa en el incesante aumento de la composición orgánica del capital (Cc/Cv)
y del mínimo compatible con la explotación de trabajo asalariado en condiciones
de rentabilidad, también ese progreso de la fuerza productiva determina un crecimiento
cada vez menor del plusvalor -ya que sale de un incremento cada vez más menguado
de (Cv) en relación con un capital cada vez más inflado- lo cual presiona al
descenso secular de la tasa de ganancia y, con ello al agravamiento de las dificultades
sociales y políticas que el capital se pone a sí mismo. De este razonamiento
que resume la ley general de la acumulación capitalista se desprende la conclusión
política de que la premisa de la revolución comunista es el desarrollo de las
fuerzas productivas. Por lo tanto, toda acción política que obstaculice este
desarrollo, demuestra ser básica y esencialmente contrarrevolucionaria, antisocialista.
Si aplicamos ahora este razonamiento a los pequeños patronos capitalistas,
tenemos que empezar por decir que su composición orgánica no se rige estrictamente
por la que determina la tasa de ganancia media. El capital fijo de la mayoría
de ellos está constituido por medios de trabajo obsoletos de segunda mano y,
por tanto, de unos rendimientos a escala pequeños, de modo que, para solventar
los costes de reproducción de su negocio y -según la respectiva cantidad de
sus empleados-para mantener un nivel de vida equivalente a dos, tres o cuatro
salarios medios interprofesionales, están obligados a compensar su tecnológica
deficitaria aplicando los métodos más regresivos del capitalismo, esto es, pagar
sueldos mínimos a cambio de más largas (régimen de horas extras) e intensas
jornadas de labor. Esta es la fuente principal de sus rentas, más los subsidios
estatales que reciben por dar empleo a parados en épocas de crisis, sin olvidar
el fraude fiscal que practican bajo la vista gorda de las haciendas públicas.
Tal es la idiosincrasia de la pequeñoburguesía. Preservar los privilegios sociales
de este sector burgués andrajoso que trabaja pero medra a expensas del trabajo
ajeno en las condiciones más penosas, no aporta en nada al desarrollo de las
fuerzas productivas sino al contrario. Sin embargo, en esto consiste el "progreso
social" que pregonan organizaciones como el PRD y el papel que protagonizan
sus militantes, muchos de ellos a sueldo con cargo a los presupuestos del Estado.
Todo esto no tiene nada que ver con el socialismo, con los intereses presentes
ni históricos del proletariado. Menos aún con su vanguardia política natural,
los asalariados conscientes.
Sólo se puede acusar de oportunista a un partido que en el fondo es aun revolucionario.
Pero este reproche vale por muy poco tiempo. O bien ese partido vuelve rápidamente
a una práctica política plenamente acorde con los principios que confirman su
carácter revolucionario -demostrando así que no se trató más que de una desviación
momentánea, no esencial, ligada, por ejemplo, a la dominación eventual de popes
políticos efectivamente ajenos al movimiento revolucionario- o bien se verifica
que sus primeras desviaciones son seguidas por otras, que el partido no tiene
nada de revolucionario y que su naturaleza, su meta, es el poder para él y sus
jefes dentro del orden establecido. Este es el caso del PRD, un partido que
practica el oportunismo, pero no como una desviación ocasional sino consetudinaria
y consustancial a su carácter burgués y, por tanto, contrarrevolucionario.
Militar en organizaciones burguesas reformistas estatalizadas como el PRD con
el propósito de ganarlas desde dentro para la revolución socialista, es como
pedirle peras al olmo. De hecho, ni antes ni después de que Rosa Luxemburgo
y sus compañeros de la fracción "spartaco" lo intentaran infructuosamente con
el SPD -malogrando así la revolución alemana de 1918/19- la historia mundial
del movimiento obrero políticamente organizado jamás registró un solo ejemplo
de transformismo revolucionario que avale semejante pretensión ilusoria. Que
estas formaciones políticas sigan reclutando exitosamente a militantes políticos
radicalizados de extracción proletaria, sólo cabe atribuirlo a una mezcla de
intereses creados e incultura política de clase.
A propósito de incultura política de clase, el prestigioso economista y sociólogo
burgués alemán, Max Weber (1864-1920), siempre censuró la decisión de Otto Von
Bismark -nunca revocada por él mientras estuvo a cargo del gobierno alemán desde
1871 a 1890- de proscribir al Partido Obrero Socialdemocrata Alemán (SPD), evitando
así que la clase obrera de ese país se integrara en el Estado y perdiera su
independencia política. Cuando el emperador Guilermo II destituyó al "Canciller
de Hierro" y legalizó al SPD, Weber saludó la medida pronunciando estas palabras:
<<se puede uno preguntar quien tiene más que perder en ello: ¿la sociedad
burguesa o la socialdemocracia? cuanto a mi, yo creo es socialdemocracia. concretamente
aquellos de sus adherentes son portadores ideología revolucionaria.
Más concretamente aquellos de sus adherentes que son portadores
Weber se lamentaba de que la burguesía mantuviera las fuerzas
revolucionarias en el movimiento obrero por negarse a conceder plena libertad
de acción al SPD dentro del Estado, a través del sufragio universal:
<<Se verá entonces -decía
él- como no es la socialdemocracia la que conquista al Estado sino
que el Estado alemán conquista a la socialdemocracia>> (Ibíd)
Después de que, en noviembre de 1918, los obreros alemanes se hicieron con
el poder desde los Consejos e ingénuamente lo delegaron de inmediato en la Constituyente
de mayoría socialdemócrata, este partido dio por finalizada la movilización
revolucionaria y, ya en función de gobierno, entregó nuevamente el poder a la
burguesía, no sin antes esgrimir la fuerza armada del Estado para aniquilar
a miles de seguidores de la minoría spartaquista, una matanza que acabó cuando
los "Cuerpos Francos" arrastraron el cadaver de Rosa Luxemburgo por las calles
de Berlín para escarmiento de los obreros comunistas que aun quedaban vivos
dentro y fuera del SPD.
Mientras en varios escritos de la época Lenin dejaba testimonio del revés
estratégico desde la perspectiva de lucha por la revolución mundial que, para
él y los bolcheviques significó el desenlace de aquellos acontecimientos en
Alemania, Weber rendía homenaje a las cualidades de orden y disciplina que el
pueblo alemán, encuadrado en el SPD, había demostrado al mundo.
Desde entonces, los reformistas procedieron con los obreros radicalizados,
como el Estado alemán procedió con el movimiento proletario en ese país desde
1890: darles a los trabajadores radicalizados del movimiento un espacio teórico
de actuación al interior de partidos policlasistas sin requisitos ideológicos
de reclutamiento, como es el caso del PRD y el espacio que ocupa la
sección de "educación política" dentro de la www.prd.california.com. Se trata
de neutralizar el potencial revolucionario de estos valiosos militantes del
movimiento, sometiéndoles "democráticamente", una y otra vez, a la disciplina
política contrarrevolucionaria impuesta por las bases mayoritarias pequeñoburguesas
y proletarias sin cultura política de clase dentro de esas organizaciones, avalada
por un ejército de cuadros medios con sueldos a cargo del Estado burgués a instancias
del aparato partidario, quienes, por intereses creados, se limitan a mediar
entre el atraso político de las bases y sus direcciones burocráticas corrompidas.
Se trata así de que, a fuerza de impedir que estos potenciales elementos revolucionarios
actúen en la sociedad según sus ideas, acaben conformándose a las que el partido
les obliga a llevar a la práctica, ratificando así el principio según el cual,
quien no actúa como piensa acaba pensando como actúa.
No sabemos quien eres tú en realidad ni por qué motivos militas en el
PRD, pero queremos ser totalmente sinceros contigo. Si eres un cuadro político
rentado por la organización, descartamos que nuestro esfuerzo para exponer lo
dicho hasta aquí pueda ser de provecho para la revolución a través tuyo. Si,
al contrario, te has puesto a hacer política movido por inquietudes puramente
ideológicas y en esta postura te mantienes aún -por milagro- esperamos haber
contribuido a que comprendas el total despropósito que supone intentar contribuir
efectivamente a la lucha contra el imperialismo y el capitalismo desde donde
tú estás metido ahora mismo.
· A LA CONTRARREVOLUCIÓN
DE LOS FENTES POPULARES NI AGUA.
· VIVA LA INTERNACIONAL COMUNISTA.
·VIVA LA LUCHA POR LA DICITADURA SOCIAL DEL PROLETARIADO MUNDIAL.
Un saludo: GPM
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e-mail: gpm@nodo50.org