La teoría del valor y el  método en la ciencia social

1º sobre la plusvalía o plusvalor.

a)     El valor

b)     El plusvalor

c)     Tasa de plusvalor

d)     El plusvalor relativo

2º la diferencia entre valor y precio

a)     El plusvalor relativo

b)     Precio y dinero

c)     Precios de mercado

d)     Precios de producción

3º la cuestión de los obreros que invierten sus ahorros en acciones de bolsa.

Los ahorros del proletariado y la supuesta “clase media”

Anexo: Breve exposición sobre la teoría salarial de Marx

<<Las fuerzas activas en la sociedad obran exactamente igual que las fuerzas de la naturaleza –ciega, violenta, destructivamente-, mientras no las descubrimos ni contamos con ellas. Pero cuando las hemos descubierto, cuando hemos comprendido su actividad, su tendencia, sus efectos,  depende ya sólo de nosotros el someterlas progresivamente a nuestra voluntad y alcanzar por su medio nuestros fines. Esto vale muy especialmente para las gigantescas fuerzas productivas. Mientras nos neguemos tenazmente a comprender su naturaleza y su carácter –y el modo de producci´´on capitalista y sus defensores se niegan enérgicamente a esa comprensión-, esas fuerzas tendrán sus efectos a pesar de nosotros, contra nosotros, y nos dominarán tal como detalladamente hemos expuesto. Pero una vez comprendidas en su naturaleza, pueden dejar de ser las demoníacas dueñas que son y convertirse, en manos de unos productores libres asociados, en eficaces servidoras>> (F. Engels: “Antidhüring” Sección 3-II)

Estimado Ángel:

Aunque tarde, esperamos que lo expuesto a continuación te sirva de ayuda en el debate con el interlocutor de la lista de correos. Los temas que nos propones tratar son tres:

1º sobre la plusvalía o plusvalor.

2º la diferencia entre valor y precio.

3º la cuestión de los obreros que invierten sus ahorros en acciones de bolsa.

 

1º SOBRE LA PLUSVALÍA O PLUSVALOR

 

a) El valor:

Hay que empezar por decir que en los dos primeros libros de “El Capital”, Marx analiza el movimiento económico de la sociedad burguesa ajustándose a dos supuestos: que las mercancías se intercambian por sus respectivos valores y que el mercado se encuentra en condiciones de permanente equilibrio entre oferta y demanda. Estos dos supuestos son irreales, porque las mercancías no se intercambian por sus valores sino por los precios de mercado, que fluctúan permanentemente según los desequilibrios entre la oferta y la demanda: cuando la oferta excede a la demanda los precios descienden por debajo de su valor de mercado (valor de la oferta) y viceversa cuando ocurre lo contrario. Esto es lo evidente y para la “ciencia” económica burguesa no hay más explicación de lo evidente que la evidencia misma. Y la evidencia dice que la divergencia entre los precios y los valores de mercado se explica por la inadecuación de la oferta a la demanda y sólo cuando la oferta de un producto coincide con la demanda, el producto se realiza o vende a un precio que coincide con su valor de mercado. 

Pero el caso es que en una sociedad no regulada ex ante, es decir, conscientemente, donde la propiedad privada sobre los medios de producción determina que los distintos productores actúen independientemente los unos respecto de los otros, las cantidades de productos producidos y ofertados es aleatoria, de modo que valores de mercado o de oferta puede haber muchos con los que la demanda solvente o efectiva pueda eventualmente llegar a coincidir. ¿Qué es lo que determina la cantidad de dinero en que se expresan los precios de los distintos productos cuando la oferta y la demanda coinciden? Esta es una pregunta para la que el mercado y los economistas burgueses no tienen argumentos. Es que cuando las fuerzas de la oferta y la demanda coinciden, neutralizan sus efectos, el mercado se paraliza y queda mudo, perplejo y sin respuesta ante el hecho de que el precio de mercado que en cada caso colma la demanda solvente de una mercancía X se exprese en una determinada masa de dinero y no en otra cualquiera. 

<<Si dos fuerzas actúan de igual manera en sentido opuesto, se anulan mutuamente, no tienen acción exterior, y los fenómenos que ocurren bajo tales circunstancias deben explicarse de otro modo que mediante la intervención de esas dos fuerzas. Cuando la oferta y la demanda se anulan mutuamente, dejan de explicar nada, no actúan  sobre el valor de mercado, y con más razón nos dejan a oscuras en cuanto a por qué el valor de mercado se expresa precisamente en esta suma de dinero y no en otra.>> (Op. Cit. Libro III Cap. X)

Toda metodología científica respeta rigurosamente una premisa de la que sólo puede uno desentenderse por ingenuidad o intereses creados, y consiste en que lo evidente de la realidad es una interioridad, sustancia o ley de comportamiento, que se manifiesta en las cosas según determinadas condiciones externas. La realidad es, pues, una unidad de sustancia y accidente, donde la voluble acidentalidad de su existencia se explica por la inmutabilidad de su sustancia. Ergo, para la comprensión científica de la evidencia o de la existente realidad de las cosas (en la economía política la fluctuación de los precios según la relación entre oferta y demanda), es necesario, previamente, conocer el comportamiento de su realidad sustancial (que en el caso de la economía política es el trabajo creador del valor real de las mercancías) libre de las condiciones perturbadoras (accidentes) en que esa sustancia social se manifiesta según las circunstancias (oferta y demanda).

Este modo de investigar que se sustrae intencionalmente a la evidencia empírica es irreal pero sin embargo universalmente aceptado como el único método verdaderamente científico. Normalmente, la gravedad actúa en condiciones atmosféricas. Sin embargo, desde Galileo hasta hoy, en la física se procede a analizar la caída de los cuerpos en la irrealidad del vacío. Del mismo modo, en la economía política el trabajo social actúa condicionado por la oferta y la demanda, a instancias del mercado. Para analizar su comportamiento y descubrir las leyes que presiden su movimiento en la sociedad burguesa, es necesario, pues, empezar por suponer una situación similar al vacío para el estudio de la gravedad. En las ciencias naturales, como en la física, la química o la biología, las condiciones para el estudio del objeto libre de interferencias se crean experimentalmente. En las ciencias sociales lo que sustituye a las bombas de vacío, al microscopio o a los reactivos químicos, es el ejercicio intelectual de la abstracción. Esta capacidad humana para el ejercicio de la abstracción permite separar lo sensible o dado a los sentidos de lo inteligible, del mismo modo que a través del microscopio es posible aislar una bacteria para estudiarla tal como es, separada del medio o condiciones en que se desarrolla:

<<Cuando analizamos las formas económicas (...) no podemos servirnos del microscopio ni de reactivos químicos. La facultad de abstraer debe hacer las veces de uno y de los otros>> (K. Marx: Op. Cit. Prólogo a la primera edición)

En la economía política, semejante situación de vacío o aislamiento que permite observar el valor económico en toda su pureza, es el equilibrio del mercado, donde la atmósfera de la oferta y la demanda dejan de actuar y las mercancías se intercambian a sus valores de mercado. Este es el método -tan poco estudiado y comprendido- que Marx empleó para descubrir la intimidad de la sociedad burguesa, cuyos apologetas a sueldo se han venido empeñando en ocultar:

<<Las leyes internas reales de la producción capitalista, obviamente no pueden explicarse a partir de la interacción de la oferta y la demanda (...) ya que esas leyes sólo aparecen concretadas en su forma pura en cuanto la oferta y la demanda cesan de actuar, es decir, cuando coinciden. De hecho, la oferta y la demanda jamás coinciden, o si lo hacen en alguna ocasión esa coincidencia es casual, por lo que hay que suponerla como científicamente = 0, o considerarla como no ocurrida (...) ¿por qué? Para considerar los fenómenos en la forma que corresponde a sus leyes, a su concepto, es decir, para considerarlos independientemente de la apariencia provocada por el movimiento de la oferta y la demanda.>> (Op. Cit. Libro III cap. X)

      La consecuencia inmediata de considerar inexistentes las fuerzas del mercado respecto del comportamiento del trabajo social  en los intercambios, es la ausencia de precios de mercado, lo cual supone dar por válido que las mercancías se intercambian permanentemente por sus valores individuales.

Este supuesto excluye incluso el hecho verificable de la picaresca. Ya en el “Manifiesto comunista” Marx y Engels dicen que el capitalismo es “la sociedad del engaño y el pillaje mutuo”. Pero como acabamos de explicar, a los fines de la determinación científica de las categorías de valor, realidades como ésta se pueden considerar inexistentes. ¿Por qué? Pues, porque aquí, lo que interesa para determinar o descubrir de dónde sale el valor y la plusvalía, el ámbito de estudio no es el capitalista individual, sino la clase de los capitalistas productivos en su conjunto. Si partimos de la premisa real de que no se puede sacar más valor del realmente producido globalmente, queda claro que, en realidad, todo lo que unos capitalistas pueden llegar a ganar utilizando el engaño o la estafa, otros lo tienen necesariamente que perder, única manera de que la masa de ganancia del capital social global, coincida con la plusvalía total producida. Si observamos cualquier sociedad en su conjunto veremos que el resultado de la suma de valor correspondiente a los intercambios producidos, da un balance igual a 0, es decir que si a la suma de las ventas se le resta la suma de las compras da un resultado igual a 0. Con lo que queda descartado el argumento falaz de que la ganancia proviene de comprar barato y/o vender más caro:

<<Puede ocurrir que el poseedor de mercancías A sea tan astuto, que engañe a sus colegas B o C y que éstos, pese a toda su buena voluntad, no sean capaces de tomarse la revancha. A vende a B vino por valor 40 libras esterlinas y recibe a cambio trigo por valor de 50 libras. Mediante esta operación A habrá convertido sus 40 libras en 50, sacando más dinero del que invirtió y transformando su mercancía en capital. Observemos la cosa más de cerca. Antes de realizarse esta operación, teníamos en manos de A vino por valor de 40 libras esterlinas y en manos de B trigo por valor de 50 libras, o sea, un valor total de 90 libras esterlinas. El valor circulante no ha aumentado ni un átomo: lo único que ha variado es su distribución entre A y B. Lo que de un lado aparece como plusvalía, es del otro lado minusvalía; lo que de una parte representa un más, representa de la otra un menos. Si A hubiese robado las 10 libras a B, sin guardar las formas del intercambio, el resultado sería el mismo. Es evidente que la suma de los valores circulantes no aumenta, ni puede aumentar por muchos cambios que se operen en su distribución, del mismo modo que la masa de los metales preciosos existentes en un país no aumenta por el hecho de que un judío venda un céntimo del tiempo de la reina Ana por una guinea. La clase capitalista de un país no puede engañarse a sí misma en bloque. >>  (Op. Cit. Libro I Cap.IV )

Los economistas vulgares desde los tiempos de Marx, que -como los sofistas en tiempos de Sócrates- siguen poniendo su intelecto al servicio de las clases dominantes, se aferran al prejuicio de que la ganancia del capital no surge de la producción sino de la circulación de las mercancías, del intercambio, esto es, de la diferencia entre el precio de mercado o de venta y el valor de mercado o valor real de la mercancía vendida.

Una vez resumidamente expuestos los argumentos críticos a los criterios de la ideología económica expuesta por los defensores del capitalismo, el pensamiento positivo de Marx respecto del valor y del plusvalor es el siguiente: Cada trabajo concreto produce un valor de uso específico, destinado a satisfacer una necesidad social también específica. El conjunto de los trabajos concretos da por resultado el universo de los valores de uso que constituyen la riqueza de la sociedad. Este trabajo colectivo o social que resume en sí al universo de trabajos concretos haciendo abstracción de todos ellos, es trabajo general, o indiferenciado,  gasto de energía humana indistinta del cuerpo humano de cada trabajador. De ahí que Marx le denomine “trabajo abstracto”. 

Ahora bien, para que dos valores de uso se conviertan en mercancías, esto es, para que se puedan intercambiar, deben ser cualitativamente distintos, ya que carece por completo de sentido económico intercambiar mercancías que satisfacen la misma necesidad. Por lo tanto, sus trabajos concretos también deben ser distintos. Pero, al mismo tiempo, esas mercancías deben tener algo en común que permita compararlas y equipararlas, de lo contrario el intercambio es imposible. ¿Qué es este algo común a todas las mercancías? Que todas son producto del trabajo humano indistinto o abstracto, esto es, considerado con independencia de la forma concreta de cada trabajo y de la materia prima que en cada caso transforma para la producción de cada valor de uso convertido en mercancía. Tal es el criterio aceptado por Marx siguiendo a los clásicos de la economía política:

<<Ahora bien, si ponemos a un lado el valor de uso del cuerpo de las mercancías, únicamente les restará una propiedad: la de ser productos del trabajo. No obstante también el producto del trabajo se nos ha transformado entre las manos. Si hacemos abstracción de su valor de uso, abstraemos también los componentes y formas corpóreas que hacen de él un valor de uso. Ese producto ya no es una mesa o casa o hilo o cualquier cosa útil. Todas sus propiedades sensibles se han esfumado. Ya tampoco es producto del trabajo del ebanista o del albañil o del hilandero o de cualquier otro trabajo productivo determinado. Con el carácter útil de los productos del trabajo se desvanece el carácter útil de los trabajos representados en ellos y, por ende, se desvanecen también las diversas formas concretas de esos trabajos; estos dejan de distinguirse, reduciéndose a trabajo humano indiferente, a trabajo abstractamente humano>> (K. Marx: Op. Cit. Libro I Cap.I Punto 1)

¿Cuál es el patrón de medida de los trabajos contenidos en las distintas mercancías? El tiempo medido en convencionales unidades de medida como el seegundo, el minuto o la hora. Si esto es así, cabría pensar que cuanto más torpe o perezoso fuera el productor, más valiosa sería su mercancía. Pero el caso es que el trabajo que genera los valores mercantiles no es trabajo individual. Desde el momento en que son llevados al mercado y se confrontan unos con otros, los trabajos individuales se convierten en trabajos sociales. Allí, en el mercado, se produce una especie de selección natural de los productores según el grado de destreza e intensidad media del trabajo social abstracto aplicado a sus productos, esto es, según el progreso de la productividad media:

<<Tras la adopción en Inglaterra del telar de vapor, por ejemplo, bastó más o menos la mitad de trabajo que antes para convertir en tela determinada cantidad hilo. Para efectuar esa conversión, el tejedor manual inglés necesitaba emplear ahora exactamente el mismo tiempo de trabajo que antes, pero el producto de su hora de trabajo individual representaba únicamente media hora de trabajo social, y su valor disminuyó, por consiguiente, a la mitad del que antes tenía>> (Ibíd)

A partir del momento en que la mejora técnica se introduce y expone sus resultados en el mercado, los trabajos individuales realizados con las técnicas de producción anteriores constituyen un despilfarro de trabajo social y esto lo sanciona el mercado marginando a los productores ineficaces. De esta forma, a través de la competencia, en el mercado opera la tendencia objetiva a actualizar una media o promedio de trabajo social, que Marx denomina “trabajo socialmente necesario” para la producción de cada mercancía.

<<Lo que determina la magnitud de valor de un objeto no es más que la cantidad de trabajo socialmente necesario, o sea el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción>> (Ibíd)

Obviamente, en la sociedad capitalista los trabajos se valoran según el mayor o menor grado de complejidad respecto del trabajo más simple que todo asalariado posee por término medio sin necesidad de un desarrollo especial. El carácter de este trabajo medio simple varía según los diversos países y épocas culturales, pero es un dato de la realidad para una sociedad determinada. Así, en la España anterior e inmediatamente posterior a la guerra civil, donde un 64% de la población era analfabeta, el trabajo medio simple estaba fijado por ese nivel cultural y la carencia de todo oficio, mientras que hoy día exige como mínimo estudios preuniversitarios y una formación profesional específica.

 

Luego está el interrogante acerca de cómo se determina la diferencia entre trabajo simple y compuesto. Aquí hay que introducir un nuevo concepto: los costes de formación o aprendizaje de la fuerza de trabajo. 

<< ¿Cómo se resuelve esta importante cuestión del trabajo compuesto? En la sociedad de productores privados, los particulares o las familias cargan con los costes de formación del trabajador calificado; por eso corresponde a los particulares el precio, más alto, de la fuerza de trabajo calificada: el esclavo hábil se vende más caro, y el obrero hábil cobra salario más alto. En la sociedad organizada de un modo socialista, es la sociedad la que carga con esos costes, y por eso le pertenecen también los costes, los valores mayores producidos por el trabajo compuesto. El trabajador mismo no tiene derecho a reclamar más que los otros>> (F. Engels: “Anti-Dühring” Cap. VI)

 

Estas palabras merecen una explicación. En primer lugar, tal como sucede con el trabajo medio simple, los costes de formación del trabajo simple y complejo o cualificado varían según las etapas históricas determinadas por el desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo social. En la etapa infantil de la sociedad burguesa, el capital en funciones era todavía insuficiente para apoderarse de toda la masa de población explotable. La composición técnica y orgánica del capital era baja, esto es, el trabajo social se realizaba en condiciones de muy baja productividad, con una ínfima cantidad relativa de máquinas y herramientas respecto del trabajo vivo empleado. Sin embargo, para esa época la producción capitalista había trascendido ya los inalterados mercados comunitarios autosuficientes del modo de producción feudal. Allí, para satisfacer el consumo reducido a los estrechos límites de la población en las aldeas, bastaba con la organización artesanal del trabajo colectivo, según la cual un mismo individuo podía tomarse todo el tiempo del mundo ejecutando sucesivamente cada una de las operaciones correspondientes a su oficio para la fabricación de una misma mercancía. En esta etapa, el concepto de educación al exterior de los monasterios excluía el aprendizaje para los distintos oficios, que recaía exclusivamente en las corporaciones de artesanos, únicas escuelas de formación profesional que sintetizaban en la relación social entre el maestro artesano y sus aprendices. La educación medieval corrió a cargo de las ordenes religiosas y estaba limitada principalmente a escuelas y universidades para formar a los eclesiásticos y a unos pocos funcionarios gubernamentales. Incluso la nueva enseñanza humanista estaba proyectada en un principio para una pequeña elite erudita.

 

Con la ampliación de los mercados, la burguesía –constituida como tercer al interior de la sociedad feudal decadente- se vio ante la necesidad de producir más por unidad de tiempo, por lo que debió revolucionar la organización del trabajo para transformar al artesano en obrero moderno. Esta revolución se operó mediante un proceso que comenzó con la manufactura y culminó en la gran industria maquinizada.

 

En un principio, la manufactura capitalista mantuvo la diferencia que la sociedad anterior había establecido entre el trabajo complejo del maestro artesano y el trabajo más simple del aprendiz. La manufactura consistió en reunir en un mismo ámbito bajo el mando de un mismo capitalista, a un colectivo variable de artesanos según las crecientes exigencias del mercado, donde cada operario ejecutaba tareas propias de su oficio, sea para realizar parte del producido o el producido entero, según lo estipulara su cualidad:

<<Un coche, por ejemplo, era el producto global de los trabajos efectuados por gran número de artesanos independientes: carreros guarnicioneros, tapiceros, cerrajeros, latoneros, torneros, pasamaneros, vidrieros, pintores, barnizadores, doradores, etc. La manufactura de coches reúne a todos estos artesanos diversos en un taller, donde pasan a trabajar (como asalariados) simultánea y organizadamente. (...) Pero la manufactura se origina también siguiendo un camino inverso. Muchos artesanos que producen lo mismo o algo similar, por ejemplo papel o tipos de imprenta, o agujas, son utilizados simultáneamente  por el mismo capitalista en el mismo taller. Estamos ante la cooperación en su forma más simple. Cada uno de esos artesanos (con la ayuda tal vez de uno o dos oficiales) hace la mercancía íntegra y, por tanto, ejecuta sucesivamente las diversas operaciones requeridas para su producción>> (K. Marx: Op. cit. Libro I cap. XII)

 

Bajo cualquiera de estas dos formas de cooperación, el nuevo sistema del trabajo asalariado dejaba intangible la figura multifuncional del artesano tradicional. Pero con la ampliación de los mercados, se hizo necesario producir más por unidad de tiempo empleado, condición para la que este tipo de organización del trabajo devino en una traba que había que  superar. Se hizo necesario revolucionar el carácter multifuncional del artesano tradicional. En aras de la “productividad marginal” se impuso la especialización dentro de cada oficio. Rinde más el artesano empleado en ejecutar habitualmente una sola de las multiples operaciones de su oficio para la fabricación de un producto, que si se le mantiene ejecutándolas sucesivamente una tras otra. Si fabricar una silla de madera fue obra de un solo carpintero, ahora se trataba de emplear tantos como operaciones parciales eran precisas para obtener de cada mercancía un mayor número de unidades en un mismo lapso de tiempo, esto es, se acrecienta la fuerza productiva del trabajo:

<<Es necesario, por ejemplo, suministrar en un plazo dado una cantidad mayor de mercancías terminadas. En consecuencia, se divide el trabajo (de cada ofico). En vez de hacer que el mismo artesano  ejecute las diversas operaciones en una secuencia temporal, las mismas se disocian, se aislan, se las yuxtapone en el espacio; se asigna cada una de ellas a distintos artesanos y todas juntas son efectuadas simultáneamente por los cooperadores. (...) La mercancía, antes producto individualde un artesano indpendiente que hacía cosas muy diversas, se convierte ahora en el producto social de una asociación de artesanos, cada uno de los cuales ejecuta constantemente sólo una operación, siempre la misma. (...)  un obrero dedicado de por vida a ejecutar la misma operación simple convierte su cuerpo entero en órgano automático y unilateral de dicha operación y que por eso emplea en ella menos tiempo que el artesano que efectúa alternativamente toda una serie de operaciones. (...) En comparación con la artesanía independiente, pues, se produce más en menos tiempo, esto es, se acrecienta la fuerza productiva del trabajo>> (Ibíd Lo entre paréntesis es nuestro)   

 

Reducido el trabajo a la ejecución de reiterados y monótonos movimientos de las extremidades, el ingenio constructor y la habilidad técnica integral del artesano independiente, pero sobre todo su dominio sobre los tiempos de trabajo, fueron reemplazados por la nula iniciativa personal, por la inteligencia mutilada y a la mínima habilidad técnica posible del asalariado, para que el dominio sobre los tiempos de producción quedara bajo el mando del patrón capitalista. La manufactura capitalista convirtió así el trabajo complejo del artesanado medieval en trabajo medio simple ejecutado por el obrero moderno:

Los conocimientos, la inteligencia y la voluntad que desarrollan el campesino o el artesano independientes, aunque más no sea en pequeña escala (...) ahora son necesarios únicamente para el taller en su conjunto. (...) La reflexión y la imaginación están sujetas a error, pero el hábito de mover la mano o el pie no dependen de la una ni de la otra. Se podría decir, así, que en lo tocante a las manufacturas, su perfección consiste en poder desembarazarse del espíritu, de tal manera que se puede [...] considerar al taller como una máquina cuyas partes son hombres. Es un hecho que a mediados del siglo XVIII, algunas manufacturas, para ejecutar ciertas operaciones que pese a su sencillez constituían secretos industriales, preferían emplear obreros medio idiotas.

“El espíritu de la mayor parte de los hombres, dice Adam Smith, “se desenvuelve necesariamente a partir de sus ocupaciones diarias. Un hombre que pasa su vida entera ejecutando unas pocas operaciones simples...no tiene oportunidad de ejercitar su entendimiento...En general se vuelve tan estúpido e ignorante como es posible que llegue a serlo un ser humano”. Luego de haber descrito el embrutecimiento del obrero parcial, continúa Smith: “La uniformidad de su vida estacionaria corrompe de un modo natural el empuje de su inteligencia...Destruye incluso la energía de su cuerpo y lo incapacita para emplear su fuerza con vigor y perseverancia en cualquier otro terreno que no sea la actividad detallista para la que se lo ha adiestrado.>> (K. Marx: Op. cit. Libro I Cap. XII punto 5).  

 

Si para llevar adelante el proceso de acumulación se requerían por entonces los niveles más bajos de instrucción e inteligencia por parte de los operarios, es comprensible que el trabajo complejo quedara casi por completo fuera de los componentes que determinan el valor de la fuerza de trabajo, dado que sus costes de formación pesaban muy poco en la masa global del capital variable. Disminuir al máximo los costes salariales y transferir el dominio sobre los tiempos de trabajo del obrero al patrón, tal es el doble propósito del capital en tiempos de Marx. Por tanto, es natural también que los costes de formación del trabajo complejo recayeran sobre la renta familiar de las minorías jerárquicas y empresariales, aunque bien es cierto que el fondo de consumo de las clases dominantes ha salido siempre de la plusvalía creada por los asalariados, esto es, de los menores costes de la fuerza de trabajo.  

 

Pero el desarrollo de las fuerzas productivas y el consecuente aumento del capital en funciones, elevó el listón de conocimientos requeridos por el trabajo medio simple, al tiempo que con la expansión del crédito bajo la forma de las sociedades por acciones, el número de empresas en que la propiedad del capital quedó separada de la gestión técnica y administrativa se fue haciendo cada vez mayor. El tradicional “capitán de industria” tendió a convertirse en mero rentista cuya función se reduce a especular en la bolsa de valores, y el trabajo complejo de alta dirección y gestión intermedia pasó paulatinamente a ser asumido por personal asalariado, que así conformó la llamada “aristocracia obrera”.

 

La oferta de este trabajo asalariado complejo o cualificado no ha podido surgir ni ha surgido unilateralmente del proletariado, sino que ha sido políticamente inducida por la burguesía en su conjunto. Esto explica los cambios cualitativos operados desde los tiempos de Marx y Engels en la estructura ministerial de los Estados capitalistas, así como la magnitud y composición de sus presupuestos generales. Al lado de la escuela privada creció la escuela pública. En Europa, los sistemas nacionales de educación elemental con cargo a los presupuestos estatales no se llegaron a establecer hasta el siglo XIX, y los de enseñanza secundaria y universitaria a partir del siglo XX. De este modo, buena parte de la formación o aprendizaje para el trabajo medio simple y complejo, pasó a ser costeado directamente por una minoría relativa de familias obreras comprometidas en ello; la otra parte, por el conjunto de la patronal y de los asalariados a instancias de la recaudación impositiva destinada a sufragar los presupuestos para instrucción pública, sobre todo a nivel de la enseñanza media y universitaria.

 

Dadas estas condiciones económicas e institucionales, para determinar el valor de las mercancías individuales, la práctica social burguesa reduce proporcionalmente el trabajo complejo a trabajo medio simple. En principio, esta reducción se opera mediante la asignación de un valor monetario (por ejemplo: 1 peseta) a determinada unidad de tiempo (por  ejemplo: 1 segundo) de cada producción particular, donde la asignación monetaria que pondera el tiempo trabajado varía según la proporción de trabajo complejo que contiene el producto terminado Finalmente, es el mercado el que determina en valor monetario, el tiempo promedio que así resulta socialmente necesario emplear en la producción de cada mercancía unitaria:

<<Se considera que el trabajo más complejo es igual sólo a trabajo simple potenciado o más bien multiplicado, de suerte que una pequeña cantidad de trabajo complejo equivale a una cantidad mayor de trabajo simple. La experiencia muestra que constantemente se opera esa reducción. (...) Las diversas proporciones en que los distintos tipos de trabajo son reducidos a trabajo simple como a su unidad de medida, se establecen a través de un proceso social que se desenvuelve a espalda de los productores, y que por eso a estos les parece resultado de la tradición.>>  (K. Marx: Op.cit. Cap. I punto2)

Engels dice que el mecanismo mercantil mediante el cual se opera la reducción de trabajo complejo a trabajo medio simple, se comprueba empíricamente pero no se puede explicar, porque ese proceso no ocurre con la regularidad que exige hacer realmente posible una explicación satisfactoria.  

b) El plusvalor:

Antes de nada, hay que decir que la plusvalía no es un concepto que inventara Marx, sino que él lo retomó de los clásicos de la economía política, como Willian Petty -que fue su descubridor- Adam Smith y David Ricardo; lo que sí corresponde al mérito de Marx, es haber completado la investigación científica de este concepto, empezando por demostrar en polémica con los economistas vulgares, que dicha plusvalía la producen los asalariados durante el proceso de trabajo. 

La plusvalía no es sino la diferencia entre el valor de uso y el valor de cambio de la fuerza de trabajo, entre el total de horas trabajadas durante la jornada de labor y el tiempo de esa misma jornada durante el cual el asalariado reproduce el valor de su salario, que es lo que el obrero necesita para vivir en condiciones óptimas y poder seguir trabajando para el patrón.

Siguiendo a Marx acabamos de referirnos al proceso por el cual la práctica social burguesa calcula en cada empresa el valor unitario de su producto, ponderando monetariamente el tiempo de trabajo vivo empleado según el grado proporcional de complejidad, y de cuya confrontación en el mercado resulta el tiempo de trabajo socialmente necesario en cada especialidad de la producción capitalista. Según el estudio de campo que realizamos en la industria de la transformación del metal, el valor de la hora de trabajo oscila entre las 3.000 y las 4.500 Pts. Según la última estadística de julio último, ofrecida por el Estado español, el salario medio interprofesional es de 216.000 Pts. mensuales. Descontando los ocho días no laborables, cada mes se trabaja un total de 22 días, de lo cual -a ocho horas por jornada- resulta un total de 176 horas mensuales. Si ahora dividimos el salario medio por las horas trabajadas, tenemos que por cada hora de trabajo, los asalariados españoles del metal reciben término medio 1.227 Pesetas. Esto quiere decir que el plusvalor en esa rama de la industria oscila entre 1.773 y 3.273 Pts. Finalmente, si relacionamos el plusvalor con el salario, de esa relación resulta lo que Marx denomina tasa de plusvalor o grado de explotación, que, en nuestro ejemplo fluctúa entre el 144 y el 267%. De modo que, por cada 100 Pts. que debe pagar diariamente a cada trabajador en concepto de salario, la patronal de este sector se embolsa entre 144 y 267 Pts.

Marx analiza en el libro 1º del capital cómo a través del intercambio de mercancías surge el dinero. En la fórmula M-D-M en donde una mercancía M se intercambia por otra M y el dinero D hace la función de medio de cambio entre ellas que son equivalentes pero cualitativamente distintas (distintos valores de uso), ya que no tendría sentido intercambiar dos cosas que sirven para lo mismo. En esto consiste el intercambio mercantil simple  (IMS) que es común a todos los periodos en donde han existido mercancías, incluido el sistema capitalista de producción.

 Sin embargo, el capitalismo se diferencia de las sociedades mercantiles precedentes, entre otras cosas porque en este modo de producción de la vida social, sin abandonar su función de medio de cambio, el dinero se transforma en capital, cuyo ciclo reproductivo se puede resumir en la fórmula D-M-D’. Sí comparamos esta fórmula con la del IMS, observaremos cómo el dinero que el capitalista invierte al principio del ciclo revierte a él acrecentado, mientras que en el IMS el dinero gastado que se introduce en la circulación para comprar una mercancía ajena, representa la misma magnitud de valor de la mercancía vendida para obtenerlo, y el dinero no retorna sino que se aleja de quienes lo utilizan en sus transacciones.

En la fórmula general del capital D-M-D’, la circulación se resuelve en un enriquecimiento dinerario del capitalista porque retira de la circulación más valor en dinero del que introdujo en ella, mientras que en la fórmula del  intercambio mercantil M-D-M no hay más que un simple cambio de mercancías equivalentes. La finalidad del intercambio mercantil simple consiste en la satisfacción de las necesidades sociales, mientras que el intercambio capitalista consiste esencialmente en incrementar la masa de dinero invertida, por lo que ningún capitalista está dispuesto a comprometerse en ningún proceso de trabajo sí no es para obtener una ganancia. Aquí no se produce para satisfacer una necesidad sino para obtener un beneficio pecuniario, luego, el proceso de trabajo está subordinado al de valorización:

<<Cambiar 100 libras esterlinas por algodón, para luego cambiar este mismo algodón por 100 libras esterlinas; es decir, cambiar, dando un rodeo, dinero por dinero, una cantidad de dinero por otra igual, sería, evidentemente, una operación absurda e inútil. Las sumas de dinero sólo se distinguen por su magnitud. Por tanto, el proceso D-M-D no debe su contenido a ninguna diferencia cualitativa entre sus dos polos, pues ambos son dinero, sino a una diferencia simplemente cuantitativa. A la postre se sustrae a la circulación más dinero del que en un principio se arrojó a ella. El algodón comprado por 100 libras esterlinas se vende, por ejemplo, por 100+10, o sea por 110 libras esterlinas. La fórmula completa de este proceso es por tanto: D-M-D’, donde D’=D+ΔD, o lo que es lo mismo, igual a la suma de dinero primeramente desembolsada más un incremento. Este incremento o excedente que queda después de cubrir el valor primitivo es lo que yo llamo plusvalía>> (K. Marx: Op.cit. Cap. IV  Punto 1)

Bien, pues, una vez que se tiene claro el concepto de plusvalía, conviene aclarar de donde sale la diferencia entre lo que el capitalista invierte en la compra de los factores de la producción y lo que revierte a él como resultado de la venta de su mercancía ya producida y puesta en el mercado.

El modo de producción capitalista tiene como particularidad histórica, entre otras características, el hecho de que la fuerza de trabajo (FT) es una mercancía, que es vendida “libremente” por su poseedor- el obrero- y comprada por el capitalista que la necesita para consumirla productivamente. Dicha fuerza de trabajo es la capacidad de trabajar que tiene cualquier ser humano normal. Ahora bien, como cualquier mercancía, el valor de  la FT está determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla o, más exactamente, para reproducirla. Y ese tiempo de trabajo es el equivalente en trabajo social, de todo lo que el trabajador necesita para vivir con su prole, cuya forma de valor es el salario. Finalmente, las necesidades de los asalariados no están fijadas de una vez para siempre sino que varían según el desarrollo de las fuerzas productivas dentro del sistema, del nivel medio de cultura existente en determinada sociedad y del grado de fijeza en la conciencia de los explotados:

<<Para su conservación el individuo vivo requiere cierta cantidad de medios de subsistencia. Por tanto el tiempo de trabajo necesario para la producción de la fuerza de trabajo se resuelve en el tiempo de trabajo necesario para la producción de dichos medios de subsistencia, o, dicho de otra manera, el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de vida necesarios para asegurar la subsistencia de su poseedor. (....) Por lo demás, hasta el volumen de las llamadas necesidades imprescindibles, así como el modo de satisfacerlas, son de suyo un producto histórico que depende por tanto, en gran parte, del nivel de cultura de un país y, sobre todo, entre otras cosas, de las condiciones bajo las cuales se ha formado la clase de los trabajadores libres, y, por tanto, de sus hábitos y aspiraciones vitales>> (Ibíd )

Hemos visto más arriba que para convertir determinada cantidad de dinero en capital, es necesario que se valorice, que al final del proceso de circulación se incremente, es decir, que de una masa de valor D se obtenga D’ =D+ΔD. (donde la letra griega Δ significa incremento) Pero, ¿cómo se concibe esta diferencia manteniendo el supuesto de que en el proceso de circulación de la riqueza sólo se intercambian equivalentes? En otras palabras, si el capitalista paga por la fuerza de trabajo del asalariado ni un céntimo menos de lo que esa fuerza de trabajo vale según el supuesto metodológico de Marx, ¿de dónde sale, pues el plusvalor?

Es que, así como la hemos presentado, lo que la fórmula general del capital  D-M-D’ expresa, no es todo lo que implica. Aquí, el proceso de circulación presupone el proceso de producción, y el plusvalor se crea en este momento del proceso de valorización, no en el momento del intercambio. De otro modo, la parte de M que representa la inversión en medios de producción y mano de obra carecería por completo de sentido económico. Si ahora expresamos todo lo que esta fórmula implica, se podrá ver cómo el capitalista poseedor de un determinado valor inicial en forma de dinero D, intercambia ese valor por su equivalente en los factores físicos necesarios para la producción, que es el factor subjetivo  FT, es decir, el equivalente a la fuerza de trabajo vendida por los trabajadores, por un lado, y por otro los factores objetivos, MP o medios de producción, que son los medios de trabajo (maquinas, edificios, mobiliario), las materias primas a transformar (madera, hierro, etc.) y las materias auxiliares (combustible, lubricantes, etc.). La formula desplegada resultante es la siguiente:

Cuadro de texto: MP
D – M .......P.......M’ – D’
                              
                                         FT
 

 

 


Aquí, FT es la expresión física de la fuerza productiva. Pero ya vimos que tiene un valor. A esa expresión de valor de la FT Marx le llama capital variable (Cv). Con los medios de producción ocurre lo propio. Al valor de estos factores de la producción Marx les denomina capital constante (Cc). Cuando el capitalista se dispone a usar de los factores de la producción (Cv + Cc), es evidente que lo hace para poner en marcha el proceso productivo (P). El resultado de este proceso productivo es una determinada mercancía, que llamaremos (M’) cuyo valor es superior a lo invertido en los factores de la producción M, porque ahí, en M’ = M+ΔM está ya contenido el plusvalor, esto es, la diferencia entre el valor de uso y el valor de cambio de la fuerza de trabajo FT. Finalmente, esta M’ es llevada al mercado y vendida o intercambiada por dinero D’ = D+ΔD.

¿Por qué distingue Marx al capital constante (Cc) del capital variable (Cv)? Porque cada uno de estas dos partes del capital invertido tiene un comportamiento distinto en el proceso de producción. El capital constante Cc esta compuesto por medios de trabajo (campos, edificios, maquinas, herramientas, mobiliario), por materias primas (componente material a transformar) y materias auxiliares (combustibles, lubricantes, consumibles de limpieza, embalajes, etc.). Las materias primas y auxiliares transfieren íntegramente su valor al producto resultante; sí 1 kilo de lana necesario para hacer un jersey tiene un valor de 100 pts, este kilo de lana añade al jersey un valor de 100 Pts., ni una más, ni una menos. En lo que respecta a las maquinas, edificios, estructuras etc, éstas transfieren su valor al producto terminado no de una vez, sino de forma parcial y proporcional, según la pérdida de valor correspondiente a su desgaste por el uso o consumo productivo. Es lo que técnicamente se conoce por “amortización”. Esto quiere decir que el valor de los medios de trabajo y de las materias primas permanece constante antes y después de intervenir en el proceso productivo. El valor que pierden por el uso, reaparece en cada producto terminado. No le añaden ni un átomo de valor:

<<Por ende, los medios de producción no pueden jamás añadir al producto más valor que el que ellos mismos poseen independientemente del proceso de trabajo al que sirven... Su valor depende, no del proceso de trabajo que alimenta como medio de producción, sino del proceso de trabajo del que brota(n) como producto.>> Op. cit. Cap VI. Lo entre paréntesis es nuestro)

 Otra cosa acontece con la fuerza de trabajo, que es una mercancía singular, dado que es la única cuyo uso crea valor. Al trabajar, el asalariado ejecuta las siguientes operaciones:

1)     Consume su fuerza de trabajo a la vez que recrea su valor, el equivalente de su salario, de lo que necesita para vivir y seguir trabajando en condiciones óptimas;

2)     conserva el valor de los medios de producción que utiliza productivamente transfiriéndolos al producto, y,

3)     crea plusvalor para el patrón, que es la finalidad del capital.

A diferencia del capital invertido en  los medios de trabajo y en las materias primas, cuyo valor se mantiene constante a lo largo del proceso productivo, la fuerza productiva en acción, esto es, el trabajo, convierte la parte del capital invertida en salarios en una magnitud variable en la medida del plusvalor producido durante la jornada de labor, cuya variación depende del grado de explotación o tasa de plusvalor, que pasaremos a definir seguidamente. De ahí que al salario Marx le llame  “capital variable” Cv     

<<El conservar valor añadiendo valor es, pues, un don natural de la fuerza de trabajo puesta en acción, de la fuerza de trabajo viva; un don natural que al obrero no le cuesta nada y al capitalista le rinde mucho, pues supone para él la conservación del valor de su capital. (...)

La parte del capital que se invierte en fuerza de trabajo cambia de valor en el proceso de producción. Además de reproducir su propia equivalencia, crea un remanente, la plusvalía, que puede también variar, siendo más grande o más pequeño. Esta parte del capital se convierte constantemente de magnitud constante en variable. Por eso le doy el nombre de parte variable del capital, o más concisamente, capital variable. Las mismas partes integrantes del capital que desde el punto de vista del proceso de trabajo distinguíamos como factores objetivos y subjetivos, medios de producción y fuerza de trabajo, son las que desde el punto de vista del proceso de valorización se distinguen en capital constante y capital variable.>> (Ibíd.)  

El impuesto al valor añadido (IVA) no es mas que un gravamen al producto resultante del uso de la mercancía fuerza de trabajo (FT), único factor de la producción que añade valor al producto que contribuye a crear. Este impuesto recae sobre el consumidor final (encima que es explotado como productor, el asalariado es esquilmado como consumidor).

Con esto queda demostrado que la ganancia del capitalista es el resultado de la circulación del dinero como capital que no surge de las leyes de la oferta y la demanda sino de la producción regida por la ley del valor, esto es, según el intercambio de equivalentes. De ese modo, la mercancía fuerza de trabajo y la mercancía producida por el trabajo se venden por su valor; el capitalista y el trabajador reciben por su mercancía todo su valor, sin aumentos ni disminuciones de precios. No obstante ello, al final del proceso el capitalista se encuentra con una masa de valor mayor que la invertida por él:

<<La transformación del dinero en capital ha de desarrollarse sobre la base de las leyes inmanentes al intercambio de mercancías, de tal modo que el intercambio de equivalentes sirva como punto de partida. Nuestro poseedor de dinero, que existe tan sólo como oruga de capitalista, tiene que comprar las mercancías a su valor, venderlas a su valor y, sin embargo, obtener al término del proceso (de circulación) más valor que el que arrojó en el mismo...>> (Op. cit. Libro I Cap. IV punto 2. Lo entre paréntesis es nuestro)

De esta forma, la competencia, el juego de la oferta y la demanda, queda eliminado del análisis, de modo que la transformación del dinero en capital se desarrolla bajo la hipótesis de la identidad entre precios y valores; dicho en términos de Marx, bajo condiciones en que las mercancías se venden por su valor. Ya vimos que esto en realidad no es así, porque la competencia convierte los valores en precios que fluctúan alrededor suyo como los electrones alrededor del núcleo atómico de la materia, de modo que pueden expresarse algebraicamente mediante la fórmula:

Pr = v x d/o

(Donde Pr indica el precio, v el valor, d la demanda y o la oferta)

Supongamos que el valor de las corbatas de seda natural sea, por ejemplo, de 4.000 Pts., 5 veces mayor que el de las de seda artificial que sólo es de 800. Si d = o (como ha supuesto Marx), entonces d/o = 1. Ergo, Pr = v. Pero si salimos de este supuesto y en un momento determinado la oferta de las corbatas de seda natural aumenta al doble de lo normal, bajará su precio a la mitad porque 4.000 × ½ = 2.000. Al contrario, si en el mismo período la oferta de esas corbatas disminuyera a la mitad  porque un desastre natural en China dejó a la industria sin parte de su materia prima básica, el precio aumentaría al doble: 4.000 × 2/1 = 8.000.

¿Qué valor científico puede tener el resultado de analizar una misma realidad en distintas condiciones externas? Sería algo así como comparar el peso de dos cuerpos después de pesar a uno en el agua y al otro en el aire. Así aporrean  a la economía política los ideólogos de la burguesía. El principio fundamental de toda investigación científica consiste en que el comportamiento de los objetos investigados se observe en las mismas condiciones.

En economía política este principio prescribe que el análisis de los precios debe efectuarse bajo el supuesto de que las fuerzas de la oferta y la demanda de todas las mercancías tengan una medida igual, es decir, d = o, de modo que pueda prescindirse de ellas. Sólo respetando escrupulosamente este principio de la investigación científica podemos responder con plena certeza al interrogante de por qué el precio (valor) de las corbatas de seda natural están en relación de 4000 a 800 respecto de las de seda artificial o, lo que es lo mismo, por qué cuando la oferta y la demanda coinciden se necesitan exactamente 4.800 Pts. y no otra cantidad de dinero para realizar el precio de ambos artículos. Ante esta pregunta, el interés de clase que defienden deja a los economistas burgueses en un balbuceo inconsistente que marca el contraste entre la decadencia de su andrajoso pensamiento conservador y la pujanza del método científico revolucionario.

c) Tasa de plusvalor:

Como ya hemos dicho más arriba, la FT tiene un valor de cambio, que es el salario, pero tiene a su vez un valor de uso que se puede extender y/o intensificar produciendo un valor nuevo que supera a lo pagado por el capitalista en el salario:

<<Si comparamos el proceso de formación de valor (que corresponde a la producción mercantil simple de la etapa precapitalista) y el proceso de valorización (típico o específico del capitalismo) no es más que el mismo proceso de formación de valor prolongado a partir de un determinado punto. Si éste sólo llega hasta el punto en que el valor de la fuerza de trabajo pagada por el capitalista deja el puesto a un equivalente, estamos ante un proceso de simple creación de valor. Pero, si el proceso rebasa ese punto, se tratara de un proceso de valorización.>> (Op.cit. CapV)

Esto se puede representar geométricamente así:

Jornada de trabajo   I:   a¬¬¬¬¬¬b¬c,

Jornada de trabajo  II:   a¬¬¬¬¬¬b¬¬¬c,

Jornada de trabajo III:   a¬¬¬¬¬¬b¬¬¬¬¬¬c,

 

El segmento a-b representa la parte de la jornada de labor que el obrero necesita, por ejemplo, para reproducir el equivalente del valor de su fuerza de trabajo, por eso Marx lo llama: trabajo necesario; y la parte del segmento que va desde b a c, representa la longitud del trabajo excedente medido en tiempo aunque medido en términos de valor equivale a la plusvalía. En el ejemplo tenemos tres jornadas distintas y una relación en cada una de ellas entre el tiempo de trabajo necesario y el tiempo de trabajo excedente. En la jornada I igual a 7 horas, la  proporción que guarda b-c sobre a-b es igual a 1/6, en la jornada II igual a 9 horas la proporción será de 3/6, en la jornada III de 12 horas será de 6/6. La relación porcentual entre estas dos magnitudes de valor es lo que Marx denomina tasa de plusvalor o grado de explotación de la fuerza de trabajo FT, que será en el caso I igual al 16,33 por 100, en el caso II del 50 por 100, y en el caso III, del 100 por 100. La tasa de plusvalía por sí misma no indica jamás la duración de la jornada, pero:

<<La tasa de plusvalor, por consiguiente, es la expresión exacta del grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital o del obrero por el capitalista.>> (Op. Cit.Cap.VII) 

A la extensión de la jornada laboral con el objetivo de aumentar el trabajo excedente, Marx le denominó plusvalía absoluta; dado que aumenta la parte de la jornada que excede al tiempo en que el asalariado reproduce el valor de su fuerza de trabajo, lo que aumenta es ese tiempo excedente respecto de sí mismo, de ahí que se trate de un incremento absoluto.

 Acabamos de decir que, siendo una relación entre plusvalor y salario -o entre trabajo excedente y trabajo necesario- la tasa de plusvalor no determina por sí la extensión de la jornada de labor. Una misma tasa de explotación:

 

Donde ε representa el trabajo excedente o plusvalor y η al trabajo necesario o salario, puede verificarse durante jornadas de extensión diversa. Por ejemplo la relacion Π = 4/4 = 5/5 = 6/6, expresa la misma tasa de plusvalor = 100%, pero en el primer caso la jornada de labor es de ocho horas, en el segundo de 10 y en el tercero de 12:

<<La jornada de labor no es, por tanto, una magnitud constante sino variable. Una de sus partes, ciertamente,  se halla determinada por el tiempo de trabajo requerido para la reproducción constante del obrero mismo, pero su magnitud global varía con la extensión o duración del plustrabajo. Por consiguiente, la jornada laboral es determinable, pero en sí y para sí indeterminada>> (K. Marx: Op. Cit. Cap. VIII Punto 1)

Ahora bien este tipo de explotación del trabajo a que se veían forzados los capitalistas en la etapa inmadura o infantil del capitalismo, tiene ciertos límites biológicos y morales imposibles de sobrepasar. El límite biológico viene dado por la necesidad de un razonable tiempo dedicado al descanso y a la alimentación; el límite moral esta determinado por la necesidad humana de relacionarse socialmente fuera del ámbito laboral, así como de recrearse mediante actividades de tipo lúdico, deportivas, espirituales, etc. Cuyo número depende del grado de desarrollo de la sociedad:

<<Durante el día natural de 24 horas una persona sólo puede gastar una determinada cantidad de fuerza vital. Así, de manera análoga, un caballo sólo puede trabajar, promedialmente, 8 horas diaras. Durante una parte del día la fuerza debe reposar, dormir, mientras que durante la otra parte del día, el ser humano tiene que satisfacer otras necesidades físicas, alimentarse, asearse, vestirse, etc.. aparte de ese límite puramente físico, la prolongación de la jornada laboral tropieza con barreras morales. Las personas necesitan tiempo para la satisfacción de necesidades espirituales y sociales, cuya amplitud y número dependen del nivel alcanzado en general por la civilización. La variación de la jornada de labor oscila, pues, dentro de límites físicos y sociales. Unos y otros son, sin embargo, de naturaleza muy elástica y permiten la libertad de movimientos. Encontramos así, jornadas de 8, 10, 12, 14, 16, 18 horas, o sea de las extensiones más disímiles.>> (Ibíd.) 

<<el valor de la fuerza de trabajo incluye el valor de las mercancías indispensables para la reproducción del obrero o para la perpetuación de la clase trabajadora. Por tanto, si esta prolongación antinatural de la jornada de trabajo a que forzosamente aspira el capital en su afán desmedido de incrementarse, acorta la vida individual de cada obrero y, por consiguiente, la de su fuerza de trabajo, se hará necesario reponer más prontamente las fuerzas desgastadas, lo que, a su vez, supondrá una partida mayor de costo de desgaste en la producción de la fuerza de trabajo, del mismo modo que la parte de valor que ha de reproducirse diariamente en una maquina es mayor cuanto más rápido sea su desgaste. Parece, pues, como si fuese el propio interés del capital el que aconsejase a éste la conveniencia de implantar una jornada normal de trabajo.>> (Op. cit. Cap VIII)

El principio activo del capitalista es la explotación de mano de obra ajena para la obtención de plusvalía que sirva a los fines de la acumulación, por consiguiente cuanta más plusvalía obtenga, más verá cumplido su objetivo:

<<Como capitalista, él no es más que el capital personificado. Su alma es el alma del capital. Y el capital no tiene más que un instinto vital: el instinto de acrecentarse, de crear plusvalía, de absorber con su parte constante, los medios de producción, la mayor masa posible de trabajo excedente. El capital es trabajo muerto que no sabe alimentarse, como los vampiros, más que chupando trabajo vivo, y que vive más cuanto más trabajo vivo chupa. El tiempo durante el cual trabaja el obrero es el tiempo durante el que el capitalista consume  la fuerza de trabajo que compró. (...) Pugnando por alargar todo lo posible la jornada de trabajo, llegando incluso, si puede, a convertir una jornada de trabajo en dos, el capitalista afirma sus derechos de comprador. De otra parte, el carácter específico de la mercancía vendida entraña un límite opuesto a su consumo por el comprador, y, al luchar por reducir a una determinada magnitud normal la jornada de trabajo, el obrero reivindica sus derechos de vendedor. Nos encontramos, pues, ante una antinomia, ante dos derechos encontrados, sancionados y acuñados ambos por la ley que rige el cambio de mercancías. Entre derechos iguales y contrarios, decide la fuerza. Por eso, en la historia de la producción capitalista, la reglamentación de la jornada de trabajo se nos revela como una lucha que se libra en torno a los límites de la jornada; lucha ventilada entre el capitalista universal, o sea, la clase capitalista, de un lado, y de otro el obrero universal, o sea, la clase obrera >> (Ibíd) 

Con estos argumentos irrebatibles, ciento treinta años antes de que los  teóricos de moda hayan querido ver el fin de la historia en la caída de la URSS, Marx demostró que la lucha de clases no tiene su fundamento en los hechos políticos sino en la naturaleza de la sociedad, en su base material. Por lo tanto, para acabar con la historia como historia de la lucha de clases, es necesario eliminar la causa material o económico-social de su existencia. Y en eso estamos los “marxistas ortodoxos” plena y firmemente justificados por el materialismo histórico, la única teoría social que merece el calificativo de ciencia.

d) El plusvalor relativo:

La fuerza productiva del trabajo es, de forma simple, la relación existente entre los medios de producción (MP) y la fuerza de trabajo (FT), de modo que la fuerza productiva aumenta cuanto mayor es la cantidad de medios de producción empleados en la fabricación  de un mismo producto o, lo que es lo mismo, cuando determinada FT es capaz de poner en movimiento mayor cantidad de MP. Con el desarrollo de las fuerzas productivas o, para entendernos mejor, con la aplicación generalizada de más y mejores medios y técnicas de producción, lo que se consigue es producir más en menos tiempo, con lo que se obtienen más mercancías en el mismo tiempo, consiguiendo así producir la misma mercancía que antes en menos tiempo, descendiendo en la misma proporción su valor. De aquí se infiere que el desarrollo de la fuerza productiva aplicado a las mercancías que forman parte de lo que se conoce como canasta básica, es decir, lo que el obrero necesita para vivir y reproducir su fuerza de trabajo, el valor del salario disminuye. Volviendo al ejemplo 1, si nuestro asalariado sigue trabajando las mismas horas por jornada pero el tiempo de trabajo necesario para producir lo que él y su familia necesitan para vivir diariamente baja de 6 a 5 horas manteniéndose la misma jornada, el salario disminuye de dos horas de trabajo a una hora, es decir, a la mitad, mientras que la plusvalía aumentará de 1 a 2 horas por jornada, es decir, al doble que antes. El mismo razonamiento se puede aplicar en los otros dos ejemplos.

<<La plusvalía obtenida mediante la prolongación de la jornada de trabajo es la que yo llamo plusvalía absoluta; por el contrario, a la que se logra reduciendo el tiempo de trabajo necesario, con el consiguiente cambio en cuanto a la proporción de magnitudes entre ambas partes de la jornada, la designo con el nombre de plusvalía relativa.>>   (Op. cit. Libro I Cap X )

<<El valor de las mercancías está en razón inversa a la fuerza productiva del trabajo. Y otro tanto acontece con el valor de la fuerza de trabajo, ya que éste se haya determinado por los valores de las mercancías. En cambio, la plusvalía relativa está en razón directa a la fuerza productiva del trabajo, aumentando cuando ésta aumenta, y disminuyendo cuando ella disminuye.>> (Ibíd)

<<En general, el método de producción de plusvalía relativa consiste en hacer que el obrero, intensificando la fuerza productiva del trabajo, pueda producir más con el mismo desgaste de trabajo y en el mismo tiempo. >> (Op. cit. Libro I Cap. XIII) 

En el Libro primero de El Capital” (sección tercera) Marx hace un exhaustivo análisis de la plusvalía. En la  sección cuarta se dedica a explicar la plusvalía relativa y su desarrollo histórico a través de la cooperación, el maquinismo y la gran industria, dejando para la sección quinta el estudio de la combinación de ambas formas de explotación del trabajo asalariado.

2º VALOR Y PRECIO:

a)     Precio y dinero

Como ya hemos explicado anteriormente el valor de una mercancía es una forma social que expresa el tiempo medio socialmente necesario para producirla. Sin embargo esto se suele confundir con el precio de esa mercancía que es la expresión en dinero de dicho valor.

<<El precio es el nombre en dinero del trabajo materializado en la mercancía. Por tanto, decir que existe una equivalencia entre la mercancía y la cantidad de dinero cuyo nombre es su precio, representa una perogrullada puesto que la expresión relativa de valor de toda mercancía expresa siempre como sabemos, la equivalencia entre dos mercancías. >>  (Op. cit. Libro I Cap. III )

Si observamos una determinada mercancía que tuviera una magnitud de valor fija en el tiempo, veremos cómo su precio, o expresión en dinero de esa magnitud de valor que adopta dicha mercancía, fluctúa por arriba o por debajo de dicho valor, perteneciendo al mundo de la casualidad cuando coinciden valor y precio. ¿Por qué ocurre esto?

En tiempos de Marx, los metales preciosos como el oro y la plata fungían o actuaban como dinero y, al mismo tiempo, naturalmente eran mercancías como las demás. Cuando una mercancía ejerce el papel de equivalente general, todas las demás relativizan sus valores en ella. En ese caso, los precios varían según la relación de valor entre la mercancía dinero y las demás.

. Por ej. Si 1 Tm. de hierro se produce en dos horas de trabajo y vale 1 gramo de oro, eso significa que el tiempo de trabajo para la producción de ese mismo peso en oro es de dos horas. Si por las razones que fueran, la misma cantidad de oro pasa a producirse en la mitad de tiempo, es decir, en 1 hora, el precio de la misma Tm. de hierro será ahora de 2 gramos de oro. O sea que la expresión de valor del hierro en dinero ha aumentado al doble, porque el valor del oro se ha reducido a la mitad. Pero esto en modo alguno altera la relación de valor entre el hierro y las demás mercancías, en la medida en que el cambio de valor del oro les afecta por igual a todas ellas.

<<Los valores de las mercancías se convierten,... en cantidades imaginarias de oro de diferente magnitud; es decir, en magnitudes de nombre igual, en magnitudes de oro. Estas cantidades distintas de oro se comparan y miden entre sí, y esto hace que se plantee la necesidad técnica de reducirlas todas ellas a una cantidad fija de oro como a su unidad de medida. Esta unidad de medida, dividiéndose luego en partes alícuotas, se desarrolla hasta convertirse en patrón. Antes de ser dinero, el oro, la plata y el cobre tienen ya su patrón de medida en su peso metálico.....

....Considerado como medida de valores o patrón de precios, el dinero desempeña dos funciones radicalmente distintas. El dinero es medida de valores como encarnación social del trabajo humano; patrón de precios, como un peso fijo y determinado de metal. Como medida de valores, sirve para convertir en precios, en cantidades imaginarias de  oro, los valores de las más diversas mercancías; como patrón de precios, lo que hace es medir esas cantidades de oro....Sin embargo, el oro sólo puede funcionar como medida de valores por ser también él un producto del trabajo y por tanto, al menos potencialmente, un valor variable.....

....Los cambios de valor experimentados por el oro no perturban tampoco su función de medida de valores. Estos cambios afectan por igual a todas las mercancías y, por tanto, caeteris paribus, dejan intangibles sus mutuos valores relativos, aunque todos se expresen ahora en precio oro superior o inferior al de antes. >> (Op. cit. Libro I Cap. III)

Ahora bien, si lo que cambia es el tiempo de trabajo necesario para producir el hierro, lo que se altera es el precio del hierro. Por último, puede ocurrir que se altere simultáneamente el tiempo de trabajo del oro y de algunas o todas las demás mercancías, ya sea en el mismo sentido y la misma medida, en el mismo sentido y distinta proporción, o en sentido contrario e igual o distinta medida. Estas circunstancias agotan todas las posibilidades de variación de los precios de las mercancías respecto de la mercancía-dinero:

<<Permaneciendo constante el valor del oro, los precios de las mercancías sólo pueden subir con carácter general si suben sus valores; si los valores de las mercancías permanecen constantes, tiene que bajar el del dinero para que aquello ocurra. Y viceversa. Los precios de las mercancías sólo pueden bajar con carácter general, suponiendo que permanezca constante el valor del dinero, si bajan sus valores, permaneciendo constantes los valores de las mercancías cuando baje el valor del oro. Mas de aquí no se sigue, ni mucho menos, que el alza del valor del oro determine un descenso proporcional de los precios de las mercancías, o, al revés, el descenso del valor del oro un alza proporcional de estos precios. Esta norma sólo rige respecto a mercancías cuyo valor no oscila. Aquellas mercancías, por ejemplo, cuyo valor sube uniformemente y al mismo tiempo que el valor del dinero conservan los mismos precios. Si su valor aumenta con más lentitud o más rapidez que el del dinero, el descenso o el alza de sus precios dependerán de la diferencia entre sus oscilaciones de valor y las del dinero. Y así sucesivamente>> (Op. cit. Libro I Cap. III)

En el caso del dinero fiduciario o dinero-papel que representa valor pero no es en sí mismo valor ni tiene respaldo en oro –como es el caso del papel moneda- la cantidad de dinero puesto en circulación en un país determinado representa idealmente a la suma de los valores de todas las mercancías, por lo que es fácil deducir que si la cantidad de dinero puesta en circulación aumenta, suponiendo que el valor de las mercancías representadas permanezca constante, más o menos inmediatamente el precio de las mercancías aumenta en la misma proporción hasta alcanzar el valor representado en el dinero circulante; lo que se conoce por inflación no es sino la expresión de este fenómeno. 

b)    Precios de mercado

Ya hemos hablado al principio de la variación de los precios de mercado respecto de los valores de mercado. Estos precios también se expresan en términos de dinero, pero la causa de su variación no es la cantidad de circulante sino las fuerzas de la oferta y la demanda. Volvamos a reflexionar sobre el mercado. ¿Qué es el mercado? Es el universo de los intercambios. ¿Cuál es el presupuesto o la condición de existencia del mercado? La división social del trabajo, donde un productor se dedica a hacer una cosa, otro otra y así. Entonces, ¿es como la división del trabajo al interior de una fábrica? No. ¿Por qué? En primer lugar, porque los operarios no son dueños de lo que hacen en virtud de que tampoco lo son de los medios de producción con que lo hacen; en segundo lugar, porque el producto de cada operario al interior de una misma factoría es sólo parte de una misma mercancía; su producto parcial; sin el concurso de los demás compañeros esa parte del producto carece por completo de sentido económico; en tercer lugar, porque lo que cada operario hace respecto de lo que hacen los demás compañeros no supone contraprestación o intercambio alguno. Esta no es propiamente una división social sino técnica del trabajo. El carácter social de la división del trabajo viene dado por dos condiciones; la primera, que los distintos empresarios-productores son ellos mismos propietarios de sus medios de producción y, por tanto, de su producto; la segunda, que no producen partes de una misma mercancía sino mercancías distintas, valores de uso diversos que satisfacen otras tantas necesidades específicas, lo cual hace posible el intercambio.   

Ahora bien, si cada unidad de producción está separada de las demás por la categoría social de la propiedad privada, las decisiones de inversión resultan independientes las unas de las otras; de este modo, la cantidad que de cada cosa globalmente se ofrece en el mercado, raramente coincide con la demanda solvente. Así resulta lo que se conoce por “anarquía de la producción capitalista”. Si la oferta excede a la demanda el precio se pone por encima de su valor, y si la demanda supera a la oferta, el precio desciende por debajo del valor. Comparando el precio al valor comercial y equiparando éste  al valor, tenemos que:

<<Aunque todo artículo concreto o toda cantidad determinada de una clase de mercancía sólo puede contener el trabajo social necesario para su producción y aunque enfocado en este sentido, el valor comercial de esta clase total de mercancías sólo representa trabajo necesario, es indudable que cuando la mercancía concreta de que se trata se produce en cantidad que rebasa el límite de las necesidades sociales, se derrocha una parte del tiempo de trabajo social y la masa de mercancías en el mercado representa, en estos casos, una cantidad mucho menor de trabajo social que la que realmente encierra. Estas mercancías tienen que venderse, por tanto, por menos de su valor comercial, e incluso aquí quedará invendible una parte de ellas. Por el contrario, cuando el volumen del trabajo social invertido en la producción de una determinada clase de mercancía sea demasiado pequeño en relación con el volumen de la necesidad social concreta que este producto ha de satisfacer, el resultado es el inverso. >> (Op. cit. Libro III Cap. X)

c)           Precios de producción:

Nunca se insistirá demasiado en que la dificultad de la tarea científica radica en el hecho de que los fenómenos no coinciden directamente con la esencia de las cosas, y que, por tanto, el descubrimiento de la esencia constituye el primer paso para la comprensión de la realidad tal y como se ofrece directamente a los sentidos. Y lo que caracteriza la práctica teórica del marxismo respecto de los economistas vulgares al servicio de la burguesía, es precisamente su propensión a conocer el nexo interno de la realidad económica en tanto unidad de esencia y apariencia.

  Pero así como el pensamiento que se limita a reflejar la apariencia de las cosas resulta incoherente y vacío, contradictorio e inoperante desde el punto de vista de la búsqueda de la verdad, lo mismo sucedería si una vez penetrada la apariencia y descubierta mediante la abstracción la esencia oculta de las cosas, el pensamiento renunciara a volver desde la abstracción por el camino de regreso a través de los “eslabones” intermedios o “términos de enlace” que conducen de la esencia abstracta a la concreta apariencia, que así deja de ser incoherente y vacía para pasar a ser un todo pleno de sentido:

<<Parece justo comenzar por lo real y lo concreto, por las suposiciones verdaderas (por lo que aparece como verdadero según la percepción de los sentidos). Así, pues, en la economía, por la población que es la base y el sujeto del acto social que es la producción en su conjunto. Sin embargo, si se observa más de cerca, uno se da cuenta que esto es falso. La población (en la sociedad capitalista) es una entelequia si dejo a un lado las clases de que se compone.  Estas clases son, a su vez, una palabra sin sentido si ignoró los elementos sobre los cuales reposan, por ejemplo, el trabajo asalariado, el capital, etc. Estos últimos suponen el cambio, la división del trabajo, los precios, etc. El capital, por ejemplo, no es nada sin trabajo asalariado, sin valor, dinero, precios, etc. Si comenzara, pues, por la población, tendría un representación caótica del conjunto. Pero si procediera a través de un análisis cada vez más preciso, lograría conceptos cada vez más simples: de lo concreto representado (fijado directamente en el pensamiento por la inmediatez de los sentidos) llegaría a abstracciones cada vez más sutiles (como el pasaje de la categoría de valor de cambio al valor) hasta alcanzar las determinaciones más simples (como el concepto de trabajo simple, indiferenciado o abstracto). Llegado a este punto, habría que volver a hacer el viaje a la inversa, hasta dar de nuevo con la población. Pero ya no tendría ante los ojos una masa caótica, sino un todo rico en determinaciones y relaciones complejas>> (K. Marx: “Introducción general a la crítica de la economía política” Punto 3. Lo entre paréntesis es nuestro)

En un primer momento, por medio de numerosas hipótesis simplificadoras de la realidad,  -como que la oferta y la demanda coinciden y las mercancías se intercambian por sus equivalentes- Marx puso su atención sobre las categorías de valor y plusvalor como un todo, haciendo abstracción de los eventos ocurridos en la esfera de la circulación que presenta esas categorías globales desglosadas en fenómenos o formas concretas parciales tales como la ganancia industrial, la ganancia comercial, el interés bancario o la renta territorial:

<<En el primer libro se investigaron los fenómenos que presenta el proceso de producción capitalista, considerado para sí como proceso de producción directo, y en él se prescindió aun de todas las influencias secundarias de circunstancias que le son ajenas. Pero este proceso directo de producción no agota la trayectoria vital del capital. En el mundo real lo complementa el proceso de circulación, y éste constituyó el objeto de las investigaciones del libro segundo. Allí se reveló, especialmente en la sesión tercera, al examinar el proceso de circulación como mediación del proceso de reproducción social (capitalista), que el proceso capitalista de producción, considerado en su conjunto es una unidad de los procesos de producción y circulación. De ahí que en este tercer libro no pueda ser nuestro objetivo el formular reflexiones generales acerca de esa unidad. Antes bien, se trata de hallar y describir las formas concretas que surgen del proceso de movimiento del capital considerado en su conjunto. En su movimiento real (en tanto unidad de esencia y apariencia), los capitales se enfrentan en formas concretas (ganancia industrial, tasa de interés, ganancia comercial, renta territorial) tales que para ellas la figura del capital en el proceso directo de producción así como su figura en el proceso de circulación, solo aparecen como fases particulares. Las configuraciones del capital, tales como las desarrollamos en este libro, se aproximan por lo tanto paulatinamente a la forma con la cual se manifiestan en la superficie de la sociedad, en la acción recíproca de los diversos capitales entre sí, en la competencia, y en la conciencia habitual de los propios agentes de la producción.>> (K. Marx: El Capital” Libro III Sección primera Cap. I. Lo entre paréntesis es nuestro)

         Una de esas aproximaciones a la realidad tangible como resultado de la interacción entre los procesos de producción y de circulación, son los precios de producción. Para el discernimiento de este concepto tenemos ya todos los elementos de juicio menos uno: la composición orgánica del capital.

Al explicar la noción de plusvalor relativo, decíamos más arriba que la fuerza productiva del trabajo (FPT) es la relación existente entre los medios de producción (MP) y la fuerza de trabajo (FT):

FPT = MP/FT

Según esta relación, la fuerza productiva (FPT) aumenta, cuanto mayor es la cantidad de medios de producción empleados en la fabricación de un producto o, lo que es lo mismo, cuando determinada (FT) es capaz de poner en movimiento mayor cantidad de (MP). Es ésta una relación puramente técnica, vista desde la óptica de todo proceso de trabajo. Pero ya vimos que cualquier proceso de trabajo que suponga una relación salarial es, al mismo tiempo, un proceso de valorización. En este caso, los factores técnicos de la producción (MP) y (FT)  adoptan la forma capitalista y tienen un determinado valor que hemos designado por (Cc) y  (Cv) respectivamente, a cuya relación Cc/Cv Marx le ha denominado composición orgánica del capital (COC)

Así, el valor de toda mercancía M producida de manera capitalista se expresa mediante la siguiente fórmula:

 

M = Cc + Cv + Pv

 
 

 


Si de este valor contenido en la forma de la mercancía M descontamos el plusvalor  Pv, queda Cc + Cv, esto es, el valor del capital invertido en los factores de la producción. Por ejemplo, supongamos que para la producción de la mercancía M (una corbata de seda natural), el capitalista invierte 100 Pts. por desgaste del medio de trabajo empleado; 900 en materias primas y auxiliares y 1.500 en salario. Si la tasa de plusvalor es del 160%, entonces el valor del producto será:

M = 1.000cc + 1.500cv + 2.400pv = 4.000 Pts.

Luego de deducir el plusvalor de 2.400 Pts. queda un valor mercantil de 2.500 Pts., que es el equivalente al capital invertido. Es el precio de costo de la corbata. Pero lo que le cuesta la mercancía al capitalista y su coste social son dos magnitudes de valor completamente distintas. Se distinguen en que la parte del coste social correspondiente al plusvalor no le cuesta nada al capitalista. La ganancia capitalista sale precisamente de la diferencia entre el coste social y el coste individual de la mercancía, de modo tal que, al final del proceso de producción, dispone para vender de algo por lo cual no ha pagado nada. Este excedente de valor se halla respecto del capital global invertido en una relación que se expresa mediante la  fracción que Marx llama tasa de ganancia:

G = Pv / Cc + Cv  

 
 


En el ejemplo de la corbata, la tasa de ganancia G = 2.400/2.500 = 96%, producto de una composición orgánica del capital Cc / Cv = 1000/1500 = 66%, donde el 40% del capital se ha invertido en salarios y el 60% en medios de trabajo y materias primas.

Consideremos ahora cinco ramas de la producción de composición orgánica diferente en cada una de ellas:

    

capitales

Tasa de plusvalor

plusvalor

Valor del producto

Tasa de ganancia

I)

80C+20V

100%

20

120

20%

II)

70C+30V

100%

30

130

30%

III)

60C+40V

100%

40

140

40%

IV)

85C+15V

100%

15

115

15%

V)

95C+5V

100%

5

105

5%

Veamos lo relevante de este cuadro expuesto por Marx en el capítulo IX del tercer libro. En primer lugar, las diferentes tasas de ganancia en cada rama individual de la producción están en función de la desigual masa de capital variable empleado. La suma global de los capitales invertidos es = 500. La suma global del plusvalor es = 100. El valor global de las mercancías producidas = 610. Además, como puede inferirse, el costo de producción en todas los cinco sectores de la producción es = 100, donde el valor del capital fijo se traslada íntegramente al valor de cada producto.

Marx considera las 500 como un capital único, así como, por ejemplo, en una fábrica algodonera existe una proporción diferente entre el capital variable y el constante en sus diversas secciones –en la sala de cardado, en la preparación del hilado, en la de hilado y en la de tejido- teniendo que calcularse la proporción media para toda la fábrica. Trasladando este criterio a las cinco ramas del capital global en nuestro ejemplo, la composición orgánica media del capital global será de 500 = 390cc + 110cv, es decir 78cc% de capital constante y 22cv% de capital variable.

Considerando a cada uno de los cinco capitales de 100 como 1/5 del capital global, la composición orgánica en las cinco ramas de la producción sería la media, es decir: 78cc + 22cv. Por lo tanto, a cada uno de los cinco capitales le corresponde un plusvalor de 22. Finalmente, el producto de cada quinta parte del capital global invertido debería venderse a 122. El cuadro quedaría modificado de la manera siguiente:

 

capitales

plusvalor

valor

Precio de producción

Tasa de ganancia

Desviación

I)

80

20

20

120

122

22%

+2

II)

70

30

30

130

122

22%

-8

III)

60

40

40

140

122

22%

-18

IV)

85

15

15

115

122

22%

+7

V)

95

5

5

105

122

22%

+17

Pero según hemos visto más arriba, la parte del Cc constituida por los medios de trabajo (máquinas, herramientas, etc) transfieren su valor al producto terminado no de una vez, sino de forma parcial y proporcional, según la pérdida de valor correspondiente a su desgaste por el uso o consumo productivo. Por lo tanto, su valor no entra íntegramente en el costo de cada proceso de producción. Esto quiere decir que el supuesto implícito en el cuadro anterior no responde a la realidad. Para aproximarse a ella habría que calcular el valor producido por cada capital según la distinta composición del capital constante entre su parte fija (máquinas, herramientas, edificios) y su parte circulante (materias primas y auxiliares) así como el distinto proceso de desgaste de sus componentes fijos, teniendo en cuenta que se desgastan con mayor o menor rapidez según su naturaleza y el carácter del proceso de trabajo al que se les somete. Por ejemplo, si como consecuencia de esto, en vez de 80 el Cc del primer sector transfiriera al valor del producto sólo 50, el valor de sus mercancías pasaría a ser 90 y el precio de costo = 70. Si de los 70 invertidos en Cc el segundo capital transfiriera 51, el valor de sus mercancías pasaría a ser de 111. Y del mismo modo si el Cc de los sectores III), IV) y IV) transfirieran 51, 40 y 10 respectivamente, el valor de sus mercancías se transformaría en 131, 70 y 20, con lo que el cuadro pasaría a ser el siguiente:

 

capitales

plusvalor

Capital consumido

Precio de costo

valor

Tasa de ganancia

Precio de producción

Desviación del precio con relación al valor

I)

80

20

20

50

70

90

22%

92

+2

II)

70

30

30

51

81

111

22%

103

-8

III)

60

40

40

51

91

131

22%

1113

-18

IV)

85

15

15

40

55

70

22%

77

+7

V

95

5

5

10

15

20

22%

37

+17

 

Sumándole al precio de costo de cada sector el importe correspondiente a la tasa de ganancia media = 22 (calculada no sobre el capital consumido, sino sobre el capital invertido = 100 en cada uno de los cinco sectores) , las mercancías respectivas se venderán a 2 + 7 + 17 = 26 por encima de su valor, y a 8 + 18 = 26 por debajo del mismo, de modo que las desviaciones del precio se anulan mutuamente mediante una distribución uniforme del plusvalor agregando a cada precio de costo la ganancia media de 22 por cada 100 de capital invertido. Los precios así obtenidos son los que Marx ha denominado precios de producción

Como puede observarse comparando este resultado con el del cuadro I, para la determinación de la tasa media de ganancia esta aproximación a la realidad resulta irrelevante, ya que, en todos los casos, el excedente de valor del producto por encima de su precio de costo que determina el precio de las mercancías es = 22 porque para establecer el promedio de la ganancia global se calcula el plusvalor obtenido en cada sector respecto de un capital de 100, que es la masa de capital con que cada sector participa en el común tinglado de medrar a costa del trabajo ajeno. 

A raíz de la diferente C.O.C. de los capitales invertidos en cada una de las cinco ramas de la producción, esos capitales de igual magnitud (100) ponen en movimiento distintas cantidades de trabajo y producen cantidades muy diferentes de plustrabajo. Por lo tanto, las tasas de ganancia y los valores de las mercancías en cada una de las ramas de la producción son originariamente muy diferentes.

Obviamente, la formación de la tasa de ganancia media no se produce por simples operaciones aritméticas, sino que opera a través del mercado y a espaldas de los productores. Volviendo al cuadro I, vemos allí que cuanto más alta es la composición orgánica del capital, esto es, cuanto más tecnificada es una industria, menor es la ganancia individual producida y menor el valor del producto.

A partir de esta situación en que cada rama de la producción presenta tasas de ganancia diferentes, se impone la tendencia natural a que los capitales emigren hacia los sectores productivos que realizan las mayores ganancias. Esta migración de los capitales modifica la relación entre oferta y demanda de los distintos productos. En nuestro ejemplo, un exceso de oferta presiona a la baja de los precios en los sectores I), II) y III), a la vez que tiende a elevar el de los sectores IV) y V).

Este movimiento de los capitales de una esfera de la producción a otra prosigue hasta que el mercado fija determinados precios de producción en cada una de ellas, que corresponden a una tasa de ganancia común según la cual, a una misma masa de capital invertido le corresponde una misma masa de ganancia:

<<Si las mercancías se venden a sus valores, se originan, tal como se ha expuesto, tasas de ganancia muy diversas en las diversas esferas de la producción, según la diversa composición orgánica de las diversas cantidades de capital invertidas en ellas. Pero el capital se retira de una esfera de baja tasa de ganancia y se lanza a otra que arroja mayores ganancias. En virtud de esta constante emigración e inmigración, en una palabra, mediante su distribución entre las diversas esferas, según que en una disminuya la tasa de ganancia y que en otra aumente, el capital origina una relación entre la oferta y la demanda de naturaleza tal que (como ocurre en la física con el experimento de los vasos comunicantes) la ganancia media se torna la misma en las diversas esferas de la producción, y en consecuencia los valores se transforman en precios de producción (precio de costo + ganancia media). El capital logra esta nivelación en mayor o menor grado cuanto más elevado sea el desarrollo capitalista en una sociedad nacional dada, vale decir, cuanto más adecuadas al modo capitalista de producción sean las condiciones del país en cuestión.>> (K. Marx: Op. cit Libro III cap. X)

Más tarde, si los precios de las mercancías en cualquier rama se ponen por encima o por debajo de los precios de producción, la nivelación se produce por aumento o disminución de la producción, es decir, de la oferta de las mercancías respectivas puestas en el mercado por los capitales industriales a instancias de la inmigración o emigración de capitales entre las ramas donde se operan los desequilibrios.

En síntesis, el movimiento del capital productivo determina los precios de producción que permiten repartir los beneficios entre los capitalistas industriales según el monto del capital invertido por cada uno de ellos, resultado que depende de tres factores:

1)     la masa de plusvalor producida por el capital global

2)     la tasa general o media de ganancia, es decir, la relación entre esa masa total de plusvalor y el capital global en funciones

3)     la competencia entre los capitales particulares por la búsqueda del máximo beneficio.

            De este modo, lo que realizan u obtienen los distintos empresarios capitalistas no es el plusvalor producido en sus empresas sino el que corresponde a sus precios de producción determinados por el mercado como resultado de la competencia intercapitalista.

--¿Cuál es el precio del trabajo sobre la base del cual vosotros ofertáis vuestros productos?

--A peseta el segundo.

--¿En que razón económica-empresarial fundáis vosotros la fijación de ese precio?

--Nosotros no tenemos ninguna razón para esto. La tiene el mercado.

Tal fue el contenido del diálogo entre el GPM y un empresario de la industria del metal durante el trabajo de campo al que antes aludimos.

La tasa de ganancia media fija los precios de producción y la composición orgánica media, esto es, el tiempo de trabajo socialmente necesario concepto que, de tal modo, aparece en su determinación plena de significación económica. En efecto, el grado de desarrollo específico de la fuerza social productiva del trabajo es diferente en cada esfera particular de la producción, siendo más alto o más bajo en la misma proporción en que sea mayor la cantidad de medios de producción o “trabajo muerto” (máquinas, materias primas, etc) puesta en movimiento por determinada cantidad de trabajo vivo, es decir, por determinado número de asalariados con una jornada laboral dada. Por lo tanto, a los capitales que contienen una mayor proporción relativa de capital constante, es decir, menos capital variable que el capital social medio (menor empleo relativo de asalariados por unidad de capital fijo utilizado), Marx le denomina capital de composición alta. En nuestro ejemplo, los capitales de los sectores I), IV) y V). A la inversa, los capitales que emplean mayor cantidad de asalariados por unidad de capital fijo, son catalogados como capitales de composición baja. Por último, los capitales de composición orgánica media son aquellos cuya masa de plusvalor producida coincide con la realizada según la cuota de ganancia media, a unos precios de producción que no difieren de sus valores. Esta situación se ilustra según el siguiente cuadro sinóptico:

Capital a)

90cc + 10cv + 10pv  = 110

(precio de producción = 120)

Capital b)

80cc + 20cv  + 20pv  = 120

(precio de producción = 120)

Capital c)

70cc + 30cv  + 30pv  = 130

(precio de producción = 120)

Aquí, el capital b) representa la composición orgánica media, según la cual, el valor de las mercancías producidas por este capital coincide con el precio de producción fijado por el mercado, y la tasa de ganancia individual con la media válida para el resto de los capitales. Según esta lógica, el plusvalor total producido = 60 se reparte entre los tres capitales según la masa de capital con que cada uno de ellos participa en la explotación del trabajo asalariado. En este caso, como los tres capitales participan por igual, el plusvalor se divide por tres = 20. Por lo tanto, el capital c) que ha producido 30pv cede 10pv al capital a) de mayor composición orgánica, mientras que el capital b) -cuya composición orgánica coincide con la media- produce y realiza la misma masa de plusvalor según la tasa de ganancia media.

Para comprender mejor este asunto, supongamos ahora que estos tres capitales pertenecen a la misma esfera de la producción, que en conjunto fabrican 10.000 unidades de la misma índole y aproximadamente de la misma calidad. Para que estas mercancías se vendan al precio de producción determinado por la tasa de ganancia media, es decir, de acuerdo con el trabajo socialmente necesario contenido en ellas, las 10.000 unidades producidas y ofertadas se deben corresponder con las necesidades sociales solventes, esto es, con la cantidad demandada por quienes pueden pagar. En ese caso, el capital a) de una composición orgánica superior a la media, obtiene una ganancia extraordinaria de 10, mientras que el capital c) con la composición orgánica más baja, no puede realizar todo el plusvalor contenido en sus mercancías, de modo que a) realiza una ganancia extraordinaria de 10 a expensas de c) que habiendo producido valores por 130 tiene que vender esa producción a 120:

<<Cuando la oferta de las mercancías al valor medio, es decir, al valor medio de la masa ubicada entre ambos extremos (capital b), satisface la demanda habitual, las mercancías cuyo valor individual se halla por debajo del valor de mercado (capital a) realizan un plusvalor extraordinario o plus-ganancia, mientras que aquellas cuyo valor individual se halla por encima del valor de mercado (capital c) no pueden realizar una parte del plusvalor contenido en ellas>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)      

Ahora bien, si la masa de productos fabricados excediese las necesidades solventes a la tasa de ganancia media que permite realizar los precios de producción o valores de mercado, se habrá dilapidado una parte del trabajo social, entonces las mercancías pasarán a representar una cantidad de trabajo menor que el efectivamente contenido en ellas, porque los precios de mercado determinados por la oferta y la demanda se pondrán por debajo de los valores de mercado o precios de producción; a la inversa ocurriría si la oferta no fuera suficiente para satisfacer la demanda efectiva porque el volumen del trabajo social contenido en determinada mercancía resultará demasiado pequeño para el volumen de la particular necesidad social solvente que debe satisfacer ese producto. Si el exceso de oferta determina que se venda por debajo de los valores de mercado, esto permite ampliar el volumen de las necesidades solventes en la medida en que se incorporan nuevos demandantes cuyos niveles de ingreso les mantenían marginados del mercado. Por el contrario, si la oferta no es suficiente y se vende por encima del valor de mercado, se contraen las necesidades sociales de esa mercancía y se realizan masas menores de ellas.   

Esto quiere decir que la oferta y la demanda regulan los precios de mercado o, mejor dicho, las desviaciones de los precios de mercado respecto de los valores de mercado. Pero los valores de mercado regulan la oferta y la demanda en tanto constituyen el centro de gravedad en torno al cual las fluctuaciones de la oferta y la demanda hacen oscilar los precios de mercado. Las desviaciones de los precios de producción respecto de los valores, tal como se presentan en la realidad, no son oscilaciones transitorias como es el caso de los precios de mercado. Es la transformación de los valores en precios de producción la que determina y explica las desviaciones estables o permanentes respecto a los precios de mercado. La tendencia objetiva gravita no en dirección a la realización de los precios de mercado según la oferta y la demanda de las mercancías, sino de los precios de producción según la tasa de ganancia media. Ahora bien, sin el referente teórico último del valor, del tiempo de trabajo social efectivamente empleado en la producción del universo de las mercancías antes de su ingreso en el mercado, todo el mecanismo “celeste” de la circulación del capital sería un caos.

La dificultad –y la resistencia del intelecto sometido por las clases dominantes- a la hora de hacer inteligible el fenómeno de la formación de los precios de mercado, consiste en el arraigado prejuicio de pensar la realidad económica de la sociedad moderna como si el capital no tuviera nada que ver en ello, como si se tratara de un simple movimiento de mercancías, como si desde los tiempos de la producción mercantil simple no hubiera cambiado nada. En la sociedad capitalista, donde no sólo se producen valores de uso sino valores y no sólo valores sino sobre todo plusvalor, es la interacción de los capitales y el movimiento de la ganancia lo que determina el movimiento de las mercancías y no al revés:

<<Toda la dificultad se produce por el hecho de que las mercancías no simplemente se intercambian como mercancías sino como producto de capitales que exigen una participación en la masa global del plusvalor, una participación proporcional a la magnitud de los capitales, o igual en el caso de tratarse de capitales de igual magnitud. Y el precio global de las mercancías producidas por un capital dado en un lapso dado debe satisfacer esta exigencia. Pero el precio global de estas mercancías es sólo la suma de los precios de las diversas mercancías que constituyen el producto del capital>> (Ibíd)

  Marx dice que la tasa general de ganancia es la fuerza impulsora de la producción capitalista y constituye la ley reguladora de la sociedad capitalista. Por la misma razón, para Marx, la ley fundamental de la competencia capitalista no es la ley que regula la oferta y la demanda entre mercancías (los precios de mercado) sino la ley que rige la competencia entre capitalistas (la tasa de ganancia media), que regula la distribución del plusvalor entre ellos según la masa de capital con la que cada uno participa en el común negocio de explotar trabajo asalariado.

 Lo razonado hasta aquí, desde la creación de los valores hasta su transformación en precios de mercado a instancias de los precios de producción, sólo comprende al capital productivo que participa en la producción del valor y del plusvalor, pero excluye al capital improductivo, comercial, bancario y rentístico, que participan del reparto del plusvalor pero no lo producen. De modo que la transformación de los valores en precios de producción y la nivelación de las distintas tasas de ganancia particulares en una tasa de ganancia industrial media, es insuficiente para explicar la ganancia de las otras fracciones del capital. Para explicar el comportamiento del capital improductivo es necesario avanzar hacia un grado más de aproximación a la realidad del capitalismo. Sólo de este modo se alcanza la “forma definitiva” de la tasa general de ganancia media, después que los precios de producción se han transformado en precios comerciales, tasa de interés y renta territorial, a través de los cuales la ganancia media del capital productivo se estrecha o restringe para permitir la acumulación del capital improductivo, de modo que cuanto mayor sea su masa en funciones, menor será la tasa de ganancia media del capital productivo. Nosotros vamos a detener nuestra exposición del tema en este punto, en la seguridad de que con los elementos de juicio aportados hasta aquí, ya podrás agotar este asunto transitando tú mismo, sin muletas, por los capítulos correspondientes al tercer Libro.

Los ahorros del proletariado y la supuesta “clase media”

 Una de cada tres familias españolas ya ahorra en fondos de inversión” (El Mundo 27/1/99)

“Esplendor en la hierba” es el título de una novela escrita por Tennese Williams que la industria cinematográfica de Hollywood llevó a las pantallas de todo el mundo en la década de los cincuenta. Allí, este escritor norteamericano describió el mismo frenesí por el que gran número de familias obreras acomodadas de su país -que confiaron sus ahorros al mercado bursátil en el punto más alto de la fase expansiva del ciclo- se fueron a la ruina tras el Krack de la bolsa newyorkina que inició la llamada “gran depresión” mundial a fines de los años veinte.

Este mismo fenómeno llamado ahora “capitalismo popular”, se ha vuelto a poner de moda entre los asalariados británicos y americanos desde que fuera promovido durante la década de los ochenta por los gobiernos “conservadores" de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Mientras no acaba de cumplir su cometido, esta fiebre especulativa que la congénita tendencia a la centralización de los capitales provoca en el cuerpo de la sociedad burguesa, alienta el prejuicio de que un asalariado al servicio del capital que invierte en bolsa, pierde su condición de tal y pasa automáticamente a ser “clase media”, categoría social tan ambigua como equívoca utilizada por los revisionistas del marxismo desde que Bernstein la introdujera a principios del siglo pasado en polémica con Rosa Luxemburgo. 

Como hemos visto que ocurre con los precios respecto del valor, la adscripción de cualquier individuo a una clase social no está en función de lo que en cada momento de su vida piensa de sí mismo, ni de sus ocasionales aspiraciones y consecuentes pautas económicas, sociológicas o políticas de comportamiento dentro del sistema social en que vive, sino por el lugar habitual que ocupa en el aparato productivo de esa sociedad, que es el que fija o determina unos específicos intereses sociales y tiende históricamente a que su práctica social global –incluyendo la política- sea coherente con esos intereses de clase. Es del todo razonable, pues, la propensión de la intelectualidad burguesa a especular con las estadísticas del ahorro familiar, para neutralizar o desviar ideológicamente esa tendencia histórica del proletariado mundial. La especie social definida como “clase media” es el producto de esas especulaciones ideológicas interesadas, tal como la teoría geocéntrica impuesta por la Iglesia católica en tiempos de Galileo:

<<En el dominio de la economía política, la investigación científica libre no solamente enfrenta al mismo enemigo que en todos los demás campos. (se refiere a los fenómenos de la naturaleza –como la aparente traslación del sol- que oculta su verdadera realidad) La naturaleza peculiar de su objeto (el de las ciencias sociales, que lleva implícitos determinados intereses sociales) convoca a la lid contra ella (contra la investigación científica libre) a las más violentas, mezquinas y aborrecibles pasiones del corazón humano: las furias del interés privado. La Alta Iglesia de Inglaterra, por ejemplo, antes perdonará el ataque a treinta y ocho de sus treinta y nueve artículos de fe que a un treinta y nueve avo de sus ingresos. Hoy en día el propio ateísmo es culpa levis  [pecado venial] si se lo compara con la crítica a las relaciones de propiedad tradicionales.>> (K. Marx: Op. cit. Libro I Prólogo a la primera edición. Lo entre paréntesis es nuestro)  

Marx definió al proletariado como la clase de los asalariados con cuyo trabajo produce o contribuye a producir y a acumular plusvalor para la burguesía: 

<<Desde el punto de vista económico, sólo puede llamarse “proletario” al obrero asalariado que produce y valoriza “capital”, viéndose lanzado al arroyo tan pronto como ya no le sirve de nada a Monsieur Capital>> (Op. cit. Libro I Cap. XXIII)  

Según esta definición, proletario es el obrero libre; libre en un doble sentido, pues de una parte ha de disponer libremente de lo que le pertenece, su fuerza de trabajo; y por otra parte, ha de estar “liberado” de la propiedad sobre los medios de producción que utiliza. Es decir que los medios de producción son propiedad del otro polo de la relación subjetiva: el capitalista.Pero, además de esto, el proletario, con su trabajo, debe valorizar o contribuir a valorizar capital, es decir, que aparte de reproducir el valor de su propia fuerza de trabajo debe aportar a la acumulación del capital social global de la sociedad.

¿Deja de ser proletario el asalariado al servicio del capital que dispone de ahorros y se le ocurre especular en bolsa? El hecho de disponer de este fondo, no importa dónde ocasionalmente se lo valorice, no es contradictorio con el carácter social de quien se gana la vida trabajando regularmente por un salario al servicio del capital.

Como ya hemos afirmado siguiendo a Marx, el volumen de las necesidades de la canasta básica es una determinación histórica, variable. Un coche, el pequeño fondo de seguridad “por si vienen mal dadas” o una vivienda en propiedad, son necesidades que hace 100 años no formaban parte de los costes de reproducción de la fuerza de trabajo, pero hoy día constituyen exigencias cada vez más perentorias del salario relativo. Y el caso es que estas necesidades no se pueden solventar con el sólo importe de un salario mensual. Son opciones de compra de un sector cada vez más numerosos de los asalariados, para las que se hace preciso el ahorro, de modo que el hecho cierto de que un significativo número de explotados dispongan de fondos líquidos, aunque por eso se les haga creer lo contrario no supone que pierdan su condición de proletarios y pasen a formar parte de la burguesía.

Capitalista es sólo aquel que basa su existencia social en la explotación de trabajo asalariado. Dentro de esta categoría Marx distingue entre dos sectores: el pequeño patrón y el burgués propiamente dicho. La diferencia entre estos dos sectores consiste en que la masa de plusvalor que regularmente capitaliza o acumula el pequeño propietario capitalista, no alcanza para que él mismo se emancipe de la producción directa. Para diferenciarla del “capitalista propiamente dicho” Marx define la categoría del pequeño explotador de trabajo asalariado como un “híbrido de capitalista”. Haciendo un “totum revolutum” entre el “salario de bolsillo” de la aristocracia obrera y el plusvalor del pequeño patrón, los teóricos burgueses se han inventado el concepto de “clase media” para reforzar ideológicamente a una clase dominante cada vez más minoritaria y, por tanto, esencialmente antidemocrática.

Según acabamos de comprobar que aconseja el método científico, vayamos también en este caso desde el síntoma a la etiología, desde el fenómeno a su razón de ser o esencia. Para descubrir la causa de esta manifestacion del capitalismo avanzado, hay que empezar, pues, por el síntoma mediante la simple observación inmediata. ¿Qué es la bolsa a primera vista? Es un epifenómeno de las sociedades por acciones, y éstas de la expansión del crédito en la sociedad capitalista avanzada.

¿Qué es lo que queda del conocimiento preliminar de esta realidad si quitamos de ella todo el polvo y la paja? Que la semilla de la bolsa es el crédito dinerario, donde opera la dialéctica entre dos categorías sociales determinadas por la oferta y la demanda de dinero: el prestamista y el prestatario.

Ahora bien, si el crédito supone que el dinero está sujeto a la interacción de la oferta y la demanda estamos en presencia de una mercancía más. Y ya sabemos que toda mercancía es una unidad contradictoria de valor de uso y valor de cambio. Sabemos también que toda compraventa supone que el ofertante de la mercancía reclama su valor, mientras que el demandante la requiere para usarla. ¿en qué consiste el “valor” o precio del dinero prestable? En la tasa de interés. ¿qué se propone hacer el demandante de dinero? Usarlo productivamente. ¿En qué consiste el uso productivo del dinero en la sociedad capitalista? En el proceso de valorización, en la transformación de esa masa de dinero en más dinero, o sea en capital real a instancias de la producción de plusvalor.

La contestación de esta última pregunta nos conduce inmediatamente a otra: ¿de dónde sale el interés del dinero prestado? De la ganancia del capital real, del resultado del capital productivo, del producido del capital industrial, de la masa de  plusvalor. Habíamos visto que la formación de la ganancia media era la síntesis o resultado del proceso de producción y de circulación del capital productivo, donde los valores se transformaban en precios de producción. Ahora, el mercado del dinero y las categorías del prestamista y el prestatario, convierten la ganancia media del capital productivo en ganancia bruta del capital global (antes de impuestos), con lo que alcanzamos un grado más de aproximación en el viaje de retorno desde la esencia del sistema económico burgués a su existencia real, desde el trabajo abstracto como determinación del valor de la mercancía, al movimiento del capital en su conjunto, desde la categoría económica más simple, a la reproducción de la base material del sistema en su compleja totalidad.

En la dialéctica del mercado de dinero, el ofertante de fondos líquidos o prestamista, y el demandante o prestatario, se enfrentan realmente no sólo como personas jurídicamente distintas, sino como personas que desempeñan papeles económicos totalmente diferentes en el proceso de reproducción de la vida social bajo el capitalismo. Uno solamente presta el dinero, mientras que el otro lo emplea de forma productiva, lo usa para convertirlo en capital a instancias de la producción de plusvalor. Para el capitalista productivo que opera con dinero prestado, la ganancia bruta se descompone en dos partes: el interés que debe pagarle al prestamista y el excedente por encima del interés que constituye su propia participación en la ganancia. Dicho con más precisión, el producto específico real del capital es el plusvalor. Pero para el capitalista productivo que opera con capital prestado, su ganancia no resulta de restar el precio de costo industrial al precio de producción de sus mercancías, sino de deducir de este resultado la tasa de interés o precio de costo adicional por el uso del dinero tomado a préstamo. 

De esto se infiere que, aun cuando el interés del dinero es una categoría históricamente anterior a la aparición del capital, la ganancia industrial capitalista es el presupuesto lógico del interés. Para que el interés del prestamista se realice, es necesario que su dinero se convierta en capital real a instancias del capitalista productivo:

<<El capital que devenga interés sólo se consolida como tal en la medida en que el dinero prestado realmente se transforma en capital y se produce un excedente (el plusvalor) del cual el interés constituye una parte.>> K. Marx: Op. cit. Libro III Cap. XXIII. Lo entre paréntesis es nuestro)

Si ponemos ahora nuevamente la atención sobre la fórmula general del capital, podemos ver allí que la forma mercantil M de una determinada masa de valor cambia dos veces de lugar. En un primer momento, la fuerza de trabajo FT y los medios de producción MP (medios de trabajo, materias primas y auxiliares) convertidos por distintos  actos de compra-venta en capital variable y constante respectivamente, de manos de sus vendedores (los asalariados en el caso de la fuerza de trabajo y los diversos capitalistas productivos en el caso de los medios de producción) pasan por intermedio de diversos capitalistas comerciales a  poder de otros capitalistas productivos que los compran. Estas operaciones comerciales quedan reflejadas en la primera parte de la fórmula D-M. En un segundo momento, el valor encarnado originalmente en M sale de la circulación y, por efecto del proceso de producción.....P.....toma cuerpo en otra mercancía M’ que, según la lógica del capital, está previsto que pase a manos de los eventuales compradores que la requieran, operación que viene reflejada en el segundo momento de la circulación: M’-D’ comprendido en la fórmula. Este segundo momento de la circulación del capital supone otras tantas operaciones de compra-venta por las cuales el valor dinerario invertido por los distintos capitalistas productivos refluye a ellos incrementado.

A lo que vamos es que en toda esta multitud de transacciones, el dinero actúa alternativamente como medio de cambio o como medio de pago. Como medio de circulación o de cambio en los pagos al contado, es decir, cuando los actos de venta y de realización del precio de las mercancías son simultáneos. Cuando por diversas circunstancias entre estos dos actos del intercambio mercantil transcurre cierto tiempo, el dinero actúa como medio de pago:

<<Basta indicar aquí las más simples de esas circunstancias. Un tipo de mercancías requiere más tiempo para su producción, otro tipo menos. La producción de algunas mercancías está ligada a diversas estaciones del año. Una mercancía es producida en el emplazamiento mismo de su mercado, otra tiene que realizar un largo viaje hasta dar con el suyo. De ahí que un poseedor de mercancías pueda asumir el papel de vendedor antes que otro el de comprador. (K. Marx: Op.cit Libro I Cap. III punto 3 b)

Estas circunstancias dan pábulo a las figuras del deudor y del acreedor típicas del dinero en función crediticia. El crédito surge, pues, de la función del dinero como medio de pago. Según estas condiciones, el propietario A de una mercancía vende a otro B que la compra como presunto representante de un dinero todavía inexistente, bajo promesa escrita de pagar a los 90 días de la fecha de emisión del documento llamado “letra de cambio”. Si por  cualquier causa A necesitara el dinero antes del vencimiento de la letra que mantiene en su poder, puede, a su vez, vender esta promesa a un tercero C a cambio de una mercancía cuyo pago queda también diferido por el tiempo que resta hasta el vencimiento de la letra, y así sucesivamente hasta que el último poseedor del documento procede a exigir su cobro a B una vez agotado el plazo estipulado. De este modo, un mismo medio de pago posibilita la ejecución de numerosas transacciones comerciales.       

Según avanza el desarrollo de las fuerzas productivas y aumenta la masa del capital en funciones, los mercados se expanden y los intercambios a crédito generalizan la función del dinero como medio de pago a instancias de la letra de cambio:

<<Con el desarrollo del comercio y del modo capitalista de producción, que sólo produce con miras a la circulación, se amplía, generaliza y perfecciona esta base natural del sistema crediticio. En general, el dinero sólo funciona aquí como medio de pago, es decir, que la mercancía se vende no a cambio de dinero, sino de la promesa escrita de pagar en una fecha determinada. Podemos agrupar aquí, en homenaje a la brevedad, todas estas promesas de pago bajo la categoría general de letras de cambio. A su vez, estas letras circulan como medios de pago hasta sus días de vencimiento y pago y constituyen el dinero comercial propiamente dicho, de los billetes de banco, etc. Estos no se basan en la circulación dineraria –trátese de la de dinero metálico o de billetes bancarios del Estado- sino en la circulación de las letras de cambio.>> (K.Marx Op. cit. Libro III  Cap. XXV)

Ya vimos que según el dinero actúe como medio de circulación o como medio de pago, se imponen los actos de compraventa al contado o a plazo, a través del dinero contante o mediante instrumentos de pago como la letra de cambio. Sea como fuere, en la medida en que a cada compra le corresponde una venta, según progresa la acumulación las transacciones dinerarias aumentan con los intercambios y cada capitalista debe pagar dinero constantemente a cada vez más personas, al mismo tiempo que constantemente recibe dinero de otras tantas. Estas operaciones meramente técnicas de cobros y pagos constituyen un trabajo y en la medida en que el dinero funciona cada vez más como medio de pago, se hacen necesarios cálculos de balance entre cobros y pagos. Este trabajo, que no crea valor, supone un costo de circulación. Se lo abrevia haciendo que un sector específico de agentes o capitalistas dinerarios -los banqueros- lo ejecuten a favor de la clase capitalista en su conjunto. Tal es la función de las cuentas corrientes bancarias. En el caso de las letras de cambio, los bancos se ofrecen a adelantar su cobro antes del vencimiento para posibilitar su uso anticipado, al precio que fija la tasa de interés vigente. En el descuento de estos valores comerciales se centra el grueso del negocio bancario.

  En cuanto a las sociedades por acciones, es ésta una forma de crédito distinta de los valores comerciales. Mientras estos últimos dan mayor fluidez a la circulación y favorecen la continuidad entre las sucesivas rotaciones del capital, el crédito accionario engrosa directamente el capital para inversión, no para el giro normal de los negocios sino para la expansión de su base.

¿Qué supone e implica para una empresa determinada la iniciativa de lanzar al mercado bursátil una “oferta pública de acciones”? Supone regularmente la intención de ampliar la escala de la producción para valorizar una masa mayor de plusvalor, e implica el hecho y el derecho a “actuar” disponiendo discrecionalmente de dinero ajeno sin responder de ello en absoluto ante nadie. ¿Qué supone e implica para los compradores de esos títulos? Supone convertirles en prestamistas con la teórica posibilidad de participar en la apropiación del  trabajo ajeno puesto en movimiento por la empresa ofertante, e implica la acción alternativa de mantener ese valor para usufructuar los probables dividendos, o venderlo en bolsa a la cotización del momento, en cualquier caso arriesgando perder parte o la totalidad de lo invertido. Tal es la mecánica del mercado bursátil.

Ahora bien, el precio o cotización de las acciones se basa en los dividendos a la tasa media de interés vigente. Por ejemplo, si el rendimiento anual o participación proporcional de una acción en el plusvalor producido por una empresa es de 250 pesetas y el tipo de interés medio del 5%, el precio o cotización de esa acción es de 5.000 pesetas, porque un capital de 5.000 al 5% rinde 250. De este modo, la ganancia empresarial no aparece como producto del trabajo impago sino como el resultado de una masa de capital invertido. Es que en la forma del capital-dinero que devenga interés D - D+D desaparece todo rastro del proceso productor de plusvalor, convirtiendo cualquier rédito dinerario determinado, sea cual fuere su origen, en el interés de un capital, como si toda masa de valor en dinero tuviera la mágica virtud de crecer automáticamente por sí misma. Según este razonamiento que inspira la practica social en la bolsa de valores, en tanto es un rédito, también el salario puede ser considerado como el producto de un capital, la fuerza de trabajo, a la tasa de interés vigente:

<<Por ejemplo, si el salario de un año es = £ 50, y el tipo de interés es del 5% se consideraba la fuerza de trabajo anual como igual a un capital de £ 1.000. Lo desatinado de la concepción capitalista llega aquí a su pináculo cuando, en lugar de explicar la valorización del capital a partir de la explotación de la fuerza de trabajo, explica, a la inversa, la productividad de la fuerza de trabajo a partir de la circunstancia de que la propia fuerza de trabajo es esa cosa mística, el capital que devenga interés>> (K. Marx: Op. cit. Libro III Cap. XXIX)    

El absurdo de esta concepción salta a la vista por el hecho de que para crear ese interés, el asalariado debe trabajar, no sólo para reponer “su capital”, el valor de su fuerza de trabajo, sino para crear una masa de plusvalor que es de donde se nutre el prestamista de dinero, el interés de su capital.

Ahora bien, si el valor de las acciones es igual a la capitalización de los dividendos según la tasa de interés vigente, suponiendo que el rendimiento de las empresas se mantiene constante, es decir, que el capital real no varía, los valores bursátiles aumentan o disminuyen en proporción inversa al aumento o disminución de la tasa de interés. De este modo, si el tipo de interés aumenta del 5 al 10%, el mismo título que siguiera asegurando un dividendo de 250 ya no valdría 5.000 Pts. sino 2.500. Bajaría a la mitad porque esa es la proporción en que ha variado la tasa de interés: ahora, 2.500 es el capital que al 10% de interés rinde 250. Esto significa que el precio de las acciones varía con independencia del valor real o patrimonio social del capital empresarial que representa. A esto se le llama volatilidad, que es mayor cuanto menor el tipo de interés.

La tarea de completar el aporte de los elementos de juicio para comprender en su totalidad la función de los instrumentos de crédito analizados aquí, hace necesario tener en cuenta el fenómeno de las crisis, sobre cuyas causas nos hemos extendido en otra parte de nuestra página web ( http://www.nodo50.org/gpm/1crisis1.htm ), por lo que no hemos de volver aquí sobre el asunto. Es fácil deducir, sin embargo, que si la tasa de ganancia no compensa al capital adicional (plusvalor) previsto para ampliar la producción, éste no se invierte y la expansión de los negocios se ralentiza. En tales condiciones, la demanda de medios de producción desciende y esto afecta en primer lugar al comercio mayorista. Si un almacenista de maquinaria deja de vender no puede descontar las letras correspondientes a esa venta esperada, al mismo tiempo que debe hacer frente al pago de las ya vencidas que emitió en su momento a cambio de las mercancías que compró y ahora no puede liquidar. Sólo podrá hacer frente a los primeros vencimientos del inmovilizado que mantiene si dispone de un fondo líquido de reserva, pero una vez agotado éste deberá acudir a su banco para pedir un préstamo, o girar en descubierto.

<<En tiempos de crisis la demanda de capital de préstamo, y por ende la tasa de interés alcanza su máximo; la tasa de ganancia, y con ella la demanda de capital industrial, en la práctica ha desaparecido. En esos tiempos cada cual pide prestado para pagar, para cubrir compromisos ya contraidos.>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III cap. XXXII)

Inmediatamente después del krach esta situación se generaliza a todo el comercio mayorista, especialmente al sector productor de bienes de producción. El crédito de confianza basado en las letras de cambio se retrae bruscamente porque el flujo y reflujo del capital en circulación se halla interrumpido en la forma mercantil M’ y la fase M’-D’ no se realiza en toda su masa de valor.

Si, tal como hemos visto, la acumulación del capital dinerario a instancias de la tasa de interés se produce a caballo del proceso real de producción de plusvalor, porque el interés del dinero es una deducción de la ganancia correspondiente al capital industrial y comercial, es lógico y razonable que si estas dos partes del capital global ralentizan su crecimiento, el primero sufre las mismas consecuencias. Al aumento de la demanda de capital de préstamos se le suma la retracción de la oferta, lo cual presiona todavía más al alza del tipo de interés. Pero el crédito se restringe todavía más por falta de confianza en el mercado ante la inseguridad generalizada en los pagos. Tras el “crash” bursátil de 1987 que inició la fase de crecimiento lento en la economía mundial, la morosidad en el conjunto del sistema financiero español alcanzó en 1990 los 840.800 millones de pesetas. Además de los créditos clasificados como morosos, en junio de ese mismo año la banca privada española llegó a acumular casi 1,5 billones de pesetas en “deudas a la vista” con sus clientes por diferentes conceptos, como descubiertos en cuentas corrientes y excedidos en cuentas de crédito, que en esa fecha totalizaban 522.000 millones de pesetas. Esta inseguridad en el cobro de los créditos fue compensada por los bancos mediante avales y garantías reales cada vez más exigentes para conceder créditos, e instrumentos de pago como los cheques y las letras de cambio comenzaron a ser desplazados por el pago al contado.

Al desplomarse la ganancia empresarial, los dividendos caen también en picado y con una tasa de interés en alza el valor de las acciones también repta por los suelos. En 1992, los beneficios de las grandes empresas españolas que cotizan en bolsa cayeron un 23%: de 700.000 millones de Pesetas antes de impuestos en 1991, pasaron a 550.000 millones en 1992. En el ramo dinámico de la construcción, estos beneficios se resintieron todavía más, agobiadas las empresas del sector por los gastos financieros ante el alza desorbitada de la tasa de interés. Según reportó “El País” en su edición del 8 de marzo de 1993, estos gastos incidieron un 50,7% en Agromán, 33,6% en Cubiertas, 31,8% en Fomento de Construcciones y 16% en Dragados. En esos momentos, el grueso del capital-dinero estaba en poder de la gran banca, la recesión había disparado el déficit fiscal en todas partes, y en todas partes la menguada aristocracia obrera que pudo sustraerse al paro, había buscado refugio para sus menguados ahorros en  las cuentas a plazo fijo o en letras de tesorería. Pero seguían cumpliendo sus obligaciones diarias con la patronal para cobrar su salario a fin de mes. Exactamente igual que ahora.

<<En tiempos de estrechez, la demanda de capital de préstamo es una demanda de medios de pago, y absolutamente nada más; de ninguna manera es una demanda de dinero en cuanto medio de compra. (se refiere a que no es una demanda de dinero para inversión. Y esto lo aclara seguidamente) El tipo de interés puede elevarse muchísimo, sin que importe si el capital real –capital productivo y capital mercantil- se halla disponible en exceso o si hay escasez del mismo. La demanda de medios de pago (por pedido de crédito a los bancos) es mera demanda de convertibilidad en dinero (para hacer frente a los compromisos de pago pendientes) en la medida en que los comerciantes y productores puedan ofrecer buenas garantías.>> (K. Marx: Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

 Toda esta situación dispara la tasa de interés que, en muchas ocasiones se ha puesto por encima de la tasa de ganancia, amenazando con desbaratar todo el aparato productivo de la sociedad. En tales circunstancias, el precio de las acciones desciende en proporción al aumento de la tasa de interés. A esta presión objetiva a la baja de las cotizaciones bursátiles se suma la decisión de muchos capitalistas propietarios de títulos que se desprenden de ellos para hacer frente a los pasivos exigibles generados por sus empresas (pagos por deudas contraídas), así como los pequeños rentistas (asalariados, pensionistas, autónomos, etc.) que se apresuran a malvender sus papeles, hasta que la presión de la oferta acaba por provocar el derrumbe de las cotizaciones:

<<De lo dicho se desprende que en épocas de crisis y en general, en las paralizaciones de los negocios el capital-mercancías pierde en gran parte su cualidad de capital-dinero potencial. Y lo mismo ocurre con el capital ficticio, con los títulos y valores rentables, en la medida en que circulan en Bolsa como capitales-dinero. Su precio baja a medida que sube el tipo de interés. Baja asimismo por la escasez general de crédito, que obliga a sus poseedores a lanzarlos en masa al mercado para conseguir dinero. Y, finalmente, tratándose de acciones, baja unas veces al disminuir las rentas que dan derecho a percibir y otras veces como consecuencia del carácter especulativo de las empresas que con harta frecuencia representan. Este capital-dinero ficticio disminuye enormemente en épocas de crisis, y con él el poder de sus poseedores de obtener dinero en el mercado a cuenta de él. Sin embargo, la disminución de la cotización en dinero de estos títulos y valores en los boletines de cotización no tiene nada que ver con el capital real que representan y sí mucho, en cambio, con la solvencia de sus poseedores>> (Op. cit. Libro III Cap. XXX)

En este momento hacen su aparición los pocos grandes capitales especulativos que adquieren esos títulos desvalorizados a la espera de venderlos cuando el mercado se recupere. De este modo, la bolsa se revela como uno de los mecanismos más eficaces al servicio de la centralización de los capitales en perjuicio del ocasional pequeño ahorrista especulador.

<<En tiempos de estrechez en el mercado dinerario, estos títulos y obligaciones bajarán doblemente de precio; en primer lugar porque aumenta el tipo de interés, y en segundo término porque se los lanza masivamente al mercado para realizarlos en dinero. (...) Una vez pasada la tempestad, estos títulos vuelven a ascender a su nivel anterior, en tanto no representen empresas fracasadas o fraudulentas. Su depreciación durante la crisis obra como un poderoso medio para centralizar el patrimonio dinerario.>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XXIX)

<<Hemos visto como en las fases desfavorables del ciclo industrial el tipo de interés puede ascender a niveles tan elevados que, en algunos ramos aislados de los negocios, de situación particularmente desventajosa, por momentos devora por completo las ganancias. (...) Este es el momento en el cual los capitalistas dinerarios compran masivamente estos títulos desvalorizados, los cuales en las fases ulteriores pronto recobran su nivel normal y ascienden por encima de él. Entonces se desprenden de ellos, apropiándose de este modo de una parte del capital dinerario del público.>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XXXI)

En efecto, pasado el momento de la crisis donde la tasa de interés alcanza  su máximo, porque la brusca interrupción de los flujos y reflujos de mercancías provoca una demanda de dinero en función de medio de pago, durante la recesión la sobreoferta de medios de producción (máquinas, y materias primas) hace descender sus precios por debajo de sus valores reales, la competencia intercapitalista se agudiza y las empresas más fuertes absorben a las más débiles. Por otra parte, la desinversión de capital adicional provoca el paro y los costes salariales bajan, mientras que los intercambios y las mutuas obligaciones se ajustan paulatinamente al descenso de la producción y cesa tanto la demanda de dinero para el pago de deudas pendientes, como el crédito para inversión. La tasa de interés desciende y la cotización de los títulos aumenta hasta alcanzar los niveles anteriores a su depreciación.

 Con los elementos de juicio aportados en este trabajo, se puede comprender mejor el texto donde exponemos las causas del Crash mundial de 1987. http://www.nodo50.org/gpm/1crisis94.htm. A propósito de la función de la bolsa como instrumento al servicio de la centralización de los capitales dinerarios en el período entre la sobreproducción de capital real y la crisis financiera que anuncia la recesión, decíamos allí lo siguiente:

<<Estos movimientos objetivos del capital (dinero) son aprovechados por los Estados burgueses de acuerdo con los grandes conglomerados económicos implicados, para expropiar a las clases subalternas de sus ahorros. Durante los meses previos al “crash” de 1987 –tal como acaba de ocurrir en España desde principios de 1998- ante el silencio cómplice de los partidos políticos y de las dirigencias sindicales, las grandes empresas capitalistas británicas hicieron profusas campañas de prensa y televisión exaltando las bondades del llamado “capitalismo popular” para canalizar el ahorro de buena parte de las capas medias. La política de privatización de empresas del sector público ha sido un intento político deliberado, antisindical y anti-obrero para hacer entrar a buen número de trabajadores en el mismo circuito. Quince días antes del “Crash”, la señora Tatcher hablaba de “la verdadera revolución inglesa” afirmando que “por primera vez hay más obreros accionistas que sindicalistas”. Quince días después, muchos pequeños accionistas ingleses desearían sin duda no serlo.>> (GPM: Op. cit.)

Cuando la economía capitalista inicia otro ciclo corto en su fase de reanimamiento, la tasa general de ganancia se recupera y hay un exceso de capital de préstamo porque se da una situación en la que el tráfico de mercancías vuelve a ser fluido y el pago de los compromisos contraídos se cumple con la regularidad exigida por sus vencimientos, lo cual significa que el crédito comercial se independiza del crédito bancario propiamente dicho para la función del dinero en cuanto medio de pago. Marx dice que en esta fase del ciclo, es el capital industrial y comercial el que dicta sus condiciones al capital bancario. De todo esto resulta que la tasa de interés baja al mínimo.

Durante esta fase recrudece el proceso de centralización de los capitales, donde los que han sobrevivido a la depresión se apoderan a precios de saldo de los que han salido con dificultades. Esta centralización de la propiedad, a caballo del bajo coste de la fuerza colectiva del trabajo social -que el paro residual todavía permite comprar por debajo de su valor- prepara las condiciones del próximo auge, porque eleva la capacidad productiva de las estructuras empresariales resultantes de las fusiones, sin elevar en la misma medida su valor patrimonial, por lo que tiende a elevar la tasa general de ganancia: Pl. aumenta en mayor proporción que Cc + Cv.

La actual fase de tímida o vacilante recuperación coyuntural del capitalismo en los países de la cadena imperialista responde a este mecanismo clásico de la economía capitalista, cuyos efectos se ven ahora reforzados por el proceso de privatización en curso de los patrimonios estatales, incluido el de la ex URSS y demás Estados de Europa del Este donde predominó el llamado socialismo real. El auge de las bolsas se explica, pues, en gran parte, por la necesidad de masas billonarias de capital-dinero para financiar dichas privatizaciones con capital de riesgo ajeno, y en esto la gran burguesía española no se quedó a la zaga, contribuyendo a inflar la burbuja financiera de cuyo pinchazo en julio de 1998 sacaron pingües ganancias a expensas de la llamada “clase media”:        

     <<Según la memoria de la Bolsa de Madrid, el ahorro familiar en valores bursátiles durante 1997 aumentó en casi cuatro billones y medio de pesetas, curiosamente, un valor equivalente al desembolso del capital privado para comprar las 25 empresas del Estado español que el gobierno del PP vendió a lo largo de estos dos últimos años. Muchos de estos pequeños ahorristas, los que se incorporaron a última hora -contribuyendo a redondear buena parte de los cuatro billones de pesetas- al carrusel del capitalismo popular montado por el Estado español y las grandes empresas beneficiarias de la liquidación del patrimonio público, recordarán el 17 de julio pasado como una fatídica fecha:

“El gobierno, que en los dos últimos años había vendido 25 empresas del Estado por un valor superior a los cuatro billones de pesetas, enlazaba una oferta pública (de acciones) con otra, aprovechando una coyuntura de ensueño y buscando ampliar esa capa social en Bolsa para sustentar la tesis del capitalismo popular tantas veces anunciado. Los datos económicos de inversión y consumo, las previsiones de beneficios en las empresas, la mejora del empleo, junto con la iniciativa bancaria, han logrado que la demanda de acciones haya superado a la oferta en todas las operaciones.>> “El País”: 30/08/98 Pág. 43. Lo entre paréntesis es nuestro)

 Tal  era la euforia que se respiró hasta el 17 de julio de 1998. En los diez días subsiguientes, el patrimonio de las 35 mayores empresas radicadas en el Estado español se cotizaba en 10 billones de pesetas menos.>> (GPM: “El Crash bursátil de 1987”  Ed/enero de 1999)

En su conjunto, estos especuladores aficionados fueron víctimas de algo muy parecido al timo de la estampita, ya que a instancias de la formidable campaña publicitaria montada por sus timadores (la gran burguesía y el Estado), decidieron cambiar billones de pesetas por promesas de enriquecimiento rápido que pronto se vieron convertidas en ruina. A caballo de la “coyuntura de ensueño” montada por el gobierno del PP, se inició la carrera entre los pequeños ahorristas por ser los primeros en acaparar la mayor cantidad de participaciones. En esta carrera no fueron pocos los que habiendo empeñado la totalidad de sus ahorros en la compra de acciones, las dejaron como garantía de créditos bancarios para la compra de nuevos títulos. El aumento de la demanda indujo a una oferta pública tras otra, cuya magnitud de “valor” excedió con mucho el patrimonio real de las empresas representadas por esos títulos.

Cuando finalmente se pinchó la burbuja de todo aquel capital ficticio, la “coyuntura de ensueño” se torno en pesadilla para quienes no sólo perdieron sus ahorros invertidos, sino que quedaron endeudados hasta las cejas. Para contrarrestar ideológicamente los desastrosos efectos sociales de la operación, los mismos que montaron la euforia atribuyeron las pérdidas a las empresas cotizadas a la baja. Nada más falso. De hecho, los propietarios de estas empresas cuya cotización acabó por derrumbarse no perdieron un duro, porque el valor real del patrimonio empresarial siguió siendo el mismo independientemente de la voluble y volátil cotización de las acciones antes y después del desastroso 17 de julio. Lo único que aconteció fue que el grueso de los 10 billones de pesetas “perdidos” habían cambiado de dueños. Y no por obra del azar sino en virtud de movimientos de oferta y demanda, a menudo inducidos por grupos de personas –entre ellas los propios dueños de las empresas cotizadas- con capacidad financiera e información privilegiada suficientes para manipular las condiciones del mercado y poder rapiñar así el ahorro de los incautos, combinando la euforia y el pánico a instancias de cambios en los precios de mercancías tan ficticias como es el caso de las acciones de bolsa.

Es que, según lo expuesto más arriba a propósito de la formación de la cuota de ganancia media, lo que está en juego en el mercado del capital real o capital productivo, es el plusvalor global creado en las empresas participantes, donde todos sus dueños ganan, aunque unos más que otros. En el mercado bursátil, en cambio, de la oferta y la demanda de acciones de bolsa no resulta el reparto de ningún plusvalor creado –que es nulo- sino que allí cada participante pone en juego su patrimonio dinerario invertido en esos títulos, de modo que, a diferencia del mercado real de capitales, en el mercado bursátil de capital ficticio lo que unos ganan otros lo pierden. Y aquí, los seguros perdedores deslumbrados por las engañosas magnificencias de la gran burguesía son los pequeños ahorristas, cuyo angustioso despertar del sueño embrutecedor inducido por el opio bursátil de las clases dominantes no merece compasión alguna.  

Pasa con tu interlocutor respecto de la economía política lo que Marx decía que pasaba con el intelectual pequeño burgués Proudhon. Él comprende que los seres humanos producen paños, tela, tejidos de seda y automóviles. Pero lo que no parece haber comprendido es que:

1)     esos mismos seres humanos, según el desarrollo histórico de sus facultades, no sólo producen riqueza material, sino que también producen determinadas relaciones sociales de producción (como el trabajo esclavo, el servil o el asalariado) que divide a la sociedad en clases y caracteriza el modo de producción y la organización social en la que esos seres humanos viven. 

2)     No ha comprendido que, además de producir la riqueza material, las relaciones sociales y las clases, los seres humanos  también producen ideas, categorías o conceptos sociales, que prevalecen en cada sociedad organizada según los intereses de las clases dominantes.  

3)     Y lo que menos aun parece haber comprendido, es que las clases y las ideas, categorías o conceptos que prevalecen en cada sociedad organizada sobre su modo de producción específico, son tan poco eternas como las relaciones sociales que reflejan; y que así como el arado mecánico y la energía hidráulica acabaron por arrojar las relaciones de producción esclavistas y serviles al basurero de la historia junto con las específicas concepciones del mundo que predominaron en esas dos etapas del desarrollo de la humanidad, del mismo modo, la irresistible tendencia a la generalización del automatismo y la aplicación del progreso científico a la producción material en general, tiende a dejar cada vez más sin sentido social a las relaciones de producción capitalistas y, con ellas, a la burguesía como clase dominante junto con sus valores económicos, filosóficos y morales. 

Estimado Ángel. Nada nos hubiera dejado más satisfechos de haber podido hacerte llegar lo expuesto aquí con la celeridad de quienes no adolecen de nuestras propias limitaciones intelectuales y trabas existenciales, incluida la pereza. Pero lo cierto es que siendo pocos, no sólo carecemos casi por completo de luz propia, sino que nos cuesta bastante proyectar como es debido toda la brillantez científica esclarecedora del materialismo histórico. Hacemos lo que podemos con la diligencia y dedicación que nos permiten las circunstancias y el ser tal como somos en este momento, tratando sin demasiado estímulo de que nuestros esfuerzos no caigan en saco roto. Vivimos tiempos difíciles de los que sólo se puede sobrevivir políticamente con visión de futuro para la humanidad, arraigados en firmes principios científico-sociales. Esto es lo que nosotros procuramos con modestia y tenacidad.  

Esperando tu respuesta se despide de ti el Grupo de Propaganda Marxista.

 

 

 

ANEXO

Breve exposición sobre la teoría salarial de Marx

Haciendo suya la teoría ricardiana de los "rendimientos decrecientes en la agricultura", Malthus creyó ver una progresión de aumento histórico mayor en la población que en los medios de subsistencia. De este supuesto déficit en los recursos naturales, Malthus dedujo su teoría de la sobrepoblación y de ahí, la propensión a la baja de los salarios hasta el equivalente al "mínimo fisiológico". Esta teoría de la depauperación absoluta formulada en 1803, fue tomada por Lassalle cincuenta años después, para dar a conocer su "ley de bronce de los salarios".

 

Por su parte, son varios los pasajes de su obra en los que, desde el "Manifiesto Comunista", Marx alude inequívocamente a que la "ley general de la acumulación capitalista", tiende históricamente a reducir el nivel de vida de los trabajadores a un mínimo. A la vista de los progresos evidenciados en el salario real de la clase obrera europea -sobre todo alemana- a fines de ese mismo siglo, diversos críticos han creído ver descreditada por los hechos la teoría salarial de Marx y, con ella, todas sus predicciones sobre el futuro de la sociedad capitalista.

 

Como hemos de ver a continuación, ello se debió a una lectura desatenta o tendenciosa de "El Capital". En primer lugar, la teoría marxista de la población no parte de las premisas de  Malthus. Para Marx, la sobrepoblación no tiene una causa natural, sino eminentemente social; está en la lógica misma del proceso de acumulación del capital; es un producto genuinamente suyo. En segundo lugar, Marx no dice en ningún sitio que, bajo el capitalismo, el salario tienda históricamente al mínimo fisiológico -que él denomina mínimo físico-, sino que, simplemente tiende a un mínimo. Es cierto que en el capítulo cincuenta del libro III, Marx habla del mínimo físico, "regulado por una ley natural", pero sólo para señalar que el valor real de la fuerza de trabajo "diverge de ese mínimo físico; es diferente según el clima y el nivel de desarrollo social; no solo depende de las necesidades físicas, sino también de las necesidades sociales históricamente desarrolladas, que se convierten en segunda naturaleza"(el subrayado es nuestro). (26)

 

            El coste salarial varía, también, según sea el grado de cualificación del trabajo. En el libro I sección IV, donde  trata sobre el plusvalor absoluto, Marx se refiere a la diferencia entre trabajo simple y trabajo complejo. Allí dice textualmente: "El trabajo al que se considera calificado, más complejo con respecto al trabajo social medio, es la exteriorización de una fuerza de trabajo compleja, trabajo de un peso específico superior. El trabajo al que se considera más complejo con respecto al trabajo social medio, es la exteriorización de una fuerza de trabajo EN LA QUE ENTRAN COSTOS DE FORMACIÓN MÁS ALTOS, CUYA PRODUCCIÓN INSUME MÁS TIEMPO DE TRABAJO Y QUE TIENE POR TANTO UN VALOR MÁS ELEVADO QUE EL DE LA FUERZA DE TRABAJO SIMPLE" (27)

  

Por tanto, para Marx, el valor de la fuerza de trabajo no es constante sino que varía según el rendimiento del trabajo. Henryk Grossmann resume acertadamente los factores que entran en la formación histórica del valor de la fuerza de trabajo. Estos factores son:

a)     el incremento de la fuerza productiva del trabajo gracias al cual tanto la fuerza de trabajo como el valor disminuyen de precio;

b)     los mayores o menores costos del aprendizaje, que conducen al encarecimiento del trabajo calificado con respecto al trabajo no calificado;

c)     la introducción de máquinas, cuyo efecto es manifiestamente contrario al anterior, pues desvaloriza el trabajo calificado;

d)     entre los restantes factores que intervienen en la determinación de los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, se agrega el de la intensidad del trabajo;

e)      finalmente, incluye también la acumulación de capital. (28)

 

La hipótesis de costes constantes de reproducción de la fuerza de trabajo, supone un rendimiento del trabajo también constante y una constante provisión de medios de vida. Esta situación de estancamiento de la producción es absolutamente incompatible con la necesidad de valorización del capital. El progreso en la productividad del trabajo es condición de existencia del modo de producción capitalista. Luego, bajo el capitalismo, los salarios registran costes variables. De ahí que, a efectos del cálculo del valor, de la tasa de explotación y de la cuota de ganancia media, Marx designe al salario con el nombre de "capital variable".

 

En el capítulo XV del libro III que trata de las contradicciones de la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, Marx señala precisamente el déficit de Ricardo al concebir la tasa de plusvalor sobre el supuesto de que la jornada de labor "es, en intensidad y extensión, una magnitud constante". (29) Marx dice expresamente que el fenómeno típicamente capitalista de la intensificación del trabajo adquiere "importancia decisiva". En un doble aspecto: porque impugna la "ley de bronce del salario", y porque demuestra el carácter revolucionario fundamental de la clase obrera.

 

La intensificación del trabajo supone "un mayor gasto de trabajo en el mismo tiempo, una tensión acrecentada de la fuerza de trabajo, un taponamiento más denso de los poros que se producen en el tiempo de trabajo". Esto quiere decir que "La hora, más intensiva de la jornada laboral de diez horas contiene ahora tanto o más trabajo, esto es fuerza de trabajo gastada, que la hora, más porosa, de la jornada laboral de 12 horas. (subrayado del autor) (30)

 

De aquí se infiere que, en cierto estadio de la acumulación capitalista, las condiciones objetivas de la valorización del capital exigen que el salario real tenga que aumentar necesariamente. La lucha obrera por el salario, ese factor "histórico-moral" que Mandel deja flotando en el aire,(31) en realidad se asienta en la base material del sistema; la fuerza moral que asiste a los trabajadores en sus luchas, reside en los contenidos y resultados de la ley del valor. Los "excesos" o "usurpaciones" del capital contra los que Marx exhorta a la clase obrera a luchar, deben entenderse como excesos de la ley del valor respecto de las propias condiciones de valorización del capital, una contradicción insoluble del capitalismo que justifica plenamente la lucha revolucionaria del proletariado.

 

Y esto es así no sólo en cuanto a los fundamentos sino también en cuanto al tiempo. En efecto, de hecho, toda acción de los trabajadores, obedece a movimientos previos determinados por la ley del valor en un momento dado del progreso de la acumulación. "la lucha por la subida de salarios -dice Marx en "Salario, Precio y Ganancia"- sigue siempre a cambios anteriores y es el resultado de los cambios previos operados en el volumen de producción, las fuerzas productivas del trabajo, el valor de éste, el valor del dinero, la extensión e intensidad del trabajo arrancado, las fluctuaciones de los precios del mercado, que dependen de las fluctuaciones de la oferta y la demanda y se producen con arreglo a las diversas fases del ciclo industrial; en una palabra: es la reacción de los obreros contra la acción anterior del capital.(subrayado del autor) (32)

 

En síntesis, y para decirlo con palabras de Henryk Grossmann, "La teoría marxiana del salario no solo no entra en contradicción con la experiencia empírica, sino que, por el contrario, está en condiciones de explicar este dato empírico desde la lógica del sistema teórico en su conjunto, es decir, a partir de la propia ley del valor, sin necesidad de recurrir a ninguno de los elementos de la competencia" (33)(subrayado nuestro)

 

 

El no haber tenido en cuenta esto, explica que Roman Rosdolsky haya caído en el subjetivismo de atribuir a la lucha obrera una función determinante en la evolución de los salarios reales. Lo que no se explica tan fácilmente, es que Rosdolsky no haya advertido que su recurrente apelación errónea al factor "histórico-moral", se contradice en el mismo contexto con su acertada referencia a la ley del valor en torno al comentado pasaje de "Salario Precio y Ganancia", así como con su aguda crítica a Böhm-Bawerk sobre la reducción marxiana de trabajo complejo a trabajo simple y con el reconocimiento posterior de que en Marx hay, efectivamente, una teoría del derrumbe.

 

Semejante laguna teórica sorprende en quien ha demostrado tener un amplio y profundo conocimiento de la literatura en torno a este tema. Sobre todo, después de la fulgurante bengala con la que Grossmann iluminó este flanco inexpugnable del materialismo histórico. ¿Su doble omisión debe atribuirse a un lapsus teórico? Sea por lo que fuere, Rosdolsky se refleja aquí muy mal en el materialismo histórico. El Marx contradictorio que presenta, no es otra cosa que la transfiguración de su propio pensamiento enfrentado consigo mismo. Su error está en haber introducido la lucha de clases como factor determinante del valor salarial, una pieza que no encaja en el mecanismo de la lógica de investigación económica que preside tanto los "Grundrisse" como "El Capital". (34)

 

            Al abordar el problema de la intensificación de la fuerza laboral, entramos en el capítulo del salario relativo. Al investigar la categoría fuerza de trabajo en su doble carácter, Marx descubre que "Ni el salario nominal, es decir, la suma de dinero a cambio de la cual el obrero se vende al capitalista, ni el salario real, es decir, la suma de mercancías que puede comprar a cambio de ese dinero, agotan las relaciones contenidas en el salario. Ante todo, el salario aún está determinado por su  relación con la ganancia, con el beneficio del capitalista; es un salario relativo. El salario real expresa el precio del trabajo en relación con el precio de las restantes mercancías (que es lo que determina su nivel de vida), mientras que el salario relativo  expresa la participación del trabajo -en el nuevo valor creado por él- en relación con la participación que en él cabe al trabajo acumulado, al capital. (35)

 

 Marx observa que el progre­so secular en la acumulación capitalista va acompañado de un aumento también a largo plazo en la composición orgánica del capital social global, esto es, el crecimiento más rápido del capital destinado a maquinaria y materias primas, respecto de la parte destinada al pago de salarios. Observa también que un menor empleo relativo de trabajo vivo, supone una productividad mayor, con lo cual, dada la jornada de labor simultánea (36), los trabajadores reproducen en un tiempo cada vez menor la parte de capital adelantada en salario, aumentando así el tiempo que dedican a trabajar para los capitalistas. Queda claro, pues, que la lucha obrera jamás podrá evitar la tendencia histórica hacia el descenso relativo del salario. Esto debe ser necesariamente así, porque, de lo contrario, la reproducción ampliada se torna materialmente imposible.

 

Según Roman Rosdolsky "..Pertenece a Rosa Luxemburgo el mérito de haber situado en una perspectiva política correcta la dinámica del salario relativo. Leemos en su "Introducción a la Economía Polí­tica":

<<La producción capitalista no puede avanzar un solo paso adelante sin reducir la participación de los obreros en el producto social. Con cada innovación en la técnica, con cada mejora en las máquinas, con cada aplicación nueva del vapor y la elec­tricidad en la producción y en el transporte, se reduce la parti­cipación de los obreros en el producto y aumenta la de los capi­talistas>>. (Se trata de) <<un poder completamente invisible, una acción simplemente mecánica de la competencia y de la producción de mercancías dejándole (al obrero) una (porción) cada vez menor (....) El papel personal del explotador es todavía visible tra­tándose del salario, es decir, de las subsistencias reales. Una reducción del salario, que determine una disminución del nivel de vida de los obreros, constituye un atentado visible de los capi­talistas contra los obreros y recibe de estos, por lo general, allí donde se hace sentir la acción del sindicato , la respuesta de la lucha inmediata (...) Pero muy distinta es la situación cuando se trata del descenso, invisible, del salario relativo provocado por el mero progreso técnico, los inventos, la intro­ducción de máquinas, el mejoramiento de los medios de transporte, etcétera.>> (37)

     <<Pero los efectos de todos estos avances sobre el salario relativo de los obreros son el resultado mecánico de la producción mercantil y del carácter de mercancía de la fuerza de trabajo (...) Es por ello que la lucha contra la caída del salario relativo, entraña la lucha contra el carácter de mercancía de la fuerza de trabajo, es decir, contra la producción capitalista en su conjunto. La lucha contra la caída del salario relativo, no es ya una lucha que se desenvuelve en el terreno de la economía mercantil, sino un asalto revolucionario, subversivo, contra la existencia de esta economía, es el movimiento socialista del proletariado.>> (el subrayado es nuestro) (38)

 

     Ahora bien, según lo razonado hasta aquí, se podría pensar que las luchas por el salario relativo serían producto del factor histórico-moral, es decir, de una voluntad política asentada en consideraciones de pura justicia distributiva. Tal es lo que parece inferirse de lo expuesto por Rosa Luxemburgo. Las investigaciones de Marx permiten negar esta falacia de sentido común, al demostrar que estas luchas en este terreno están objetivamente determinadas.

 

En los "Manuscritos de 1861/63, Marx llega a la conclusión de que en un punto determinado de la acumulación ‑y a este punto se llega con el "Fordismo" y el Taylorismo"‑ se establece una relación inversa entre la intensidad y la extensión de la jornada de labor. Y esto ‑dice Marx‑ "no es un asunto especulativo. Cuando el hecho se manifiesta hay un medio muy experimental de demostrar esta relación: cuando, por ejemplo, aparece como físicamente imposible para el obrero proporcionar durante doce horas la misma masa de trabajo que efectúa ahora durante diez o diez horas y media. Aquí, la reducción necesaria de la jornada normal o total de trabajo resulta de una mayor condensación del trabajo, que inclu­ye una mayor intensidad, una mayor tensión nerviosa, pero al mismo tiempo un mayor esfuerzo físico. Con el aumento de los dos factores ‑velocidad y amplitud (masa) de las máquinas‑ se llega necesariamente a una encrucijada, en la que la intensidad y la extensión del trabajo ya no pueden crecer simultáneamente, en el que el aumento de una excluye necesariamente el de la otra..." (39)

 

Comprobaciones empíricas contemporáneas permiten confirmar este aserto. Mediante un estudio riguroso de las estadísticas comparadas de mortalidad en los EE.UU., Eyers y Sterling, han demostrado que "...después de la adolescencia, la mortalidad está más relacionada con la orga­nización capitalista que con la organización médica....Una conclusión general, es que un gran componente de la patología física y muerte del adulto, no deben ser considerados actos de Dios ni de nuestros genes, sino una medida de la tragedia causada por nuestra organización económica y social..." Estos autores consideran al "stress" como el eslabón entre las "noxas" (daños) sociales y el deterioro biológico (catabolismo). Eyers y Sterling definen el "stress" como "...los cambios que ocurren en un sujeto llamado a responder a una situación externa, para enfrentar la cual el no tiene capacidad o está dudoso de tenerla...Ello produce un estado de alerta psicológica y física que se inicia en la conciencia, en el cerebro y pone en tensión el cuerpo.." (40) 

 

Las estadísticas de mortalidad reconocen al "stress" en el suicidio, el homicidio y los accidentes, así como en enfermedades crónicas como el infarto, la cirrosis, el  cáncer de pulmón y la hipertensión. (41)  Según un informe de CC.OO., los acciden­tes laborales en España aumentaron un 46% en l988, o sea, 326.308 accidentes más que el año anterior. A pesar de la gravedad de los datos, la situación de la salud laboral en España puede ser todavía más trágica: al menos un 30% de los trabajadores de este país, escapan a  las estadísticas oficiales sobre siniestralidad, ya que se trata de trabajos marginales o a tiempo parcial. Según CC.OO., "...los que tienen contrato temporal, se accidentan dos veces más que el personal fijo..." (42).

 

En otras palabras, la tendencia del capital a aumentar la plusvalía relativa, es decir, el desarrollo de las fuerzas productivas "objetivas" expresado en las máquinas, los sistemas mecánicos, los sistemas semiautomatizados, la automatización en gran escala, los robots, tiene efectos contradictorios sobre el trabajo. Reduce la cualificación, suprime empleos, presiona a la baja sobre los salarios por el aumento del ejército de reserva. Pero simultáneamente, la extensión de la mecanización tiende a aumentar la intensidad del esfuerzo en el trabajo (a la vez físico y psíquico, o al menos uno de los dos), y ejerce, pues, una presión objetiva hacia la reducción de la jornada de trabajo.    

 

Las formas  de lucha con que el proletariado ha venido desbaratando la "organización científica del trabajo", responden a todas estas "noxas" sociales. Entre estas formas está el absentismo, el sabotaje tipificado como "faltas de cuidado", "defectos", "porcentajes crecientes de desperdicios"; actitudes que Benjamín Coriat ve como "una resistencia a entrar en la fábrica" y que pueden ser actos voluntarios o resultantes de una fatiga excesiva. (43)

 

En suma, la Ley de la Caída Tendencial del Salario Relativo es el contexto en el que Marx encuadra todas las luchas de la clase obrera moderna por la reducción de la jornada de trabajo. Luchas en el seno del capital, a menudo sordas y aparentemente intrascendentes, pero históricamente revolucionarias. Refiriéndose a ellas en el pasaje de "Salario Precio y Ganancia", Marx dice que "Si en sus conflictos diarios con el capital (los trabajadores) cediesen cobardemente, se descalificarían para emprender movimientos de mayor envergadura".(44)

          

En esta línea de razonamiento, parece quedar recusado el presunto carácter integrador absoluto del capitalismo. Pero, además, en este contexto se revela plenamente  a la conciencia esa clase revolucionaria objetiva que muchos consideran imposible descubrir teóri­camente. En efecto, si la tendencia siempre operante a reducir el tiempo de trabajo necesario por debajo del promedio social es condición de existencia de la acumulación en el capitalismo tardío, debemos concluir que la lucha por el salario relativo ‑que sólo compete a la clase trabajadora como tal‑ supone, lógicamente, la revelación del proletariado como clase revolucionaria fundamental.

 

  

Notas

(26) K.Marx: "El Capital" Libro III Cap. L)

 

(27) K. Marx: Op. cit. Libro I Cap. V la puesta en mayúsculas es nuestra

 

(28) Henryk Grossmann: "La Ley de la Acumulación y El Derrumbe del Sistema Capitalista" Consideraciones finales

 

(29) Karl Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV

 

(30) Karl Masx: Op. Cit. Libro III Cap. XXIV

 

(31) Ernest Mandel: "El Capitalismo Tardío" Cap. V

 

(32) K. Marx: "Salario, Precio y Ganancia" Cap. XIII

 

(33) Henryk Grossmann Op. cit. Consideraciones finales.

 

(34) Cfr. Roman Rosdolsky: “Génesis y estructura de El Capital de Marx” Cap. V y VI

 

(35)" (K. Marx: "Trabajo Asalariado y Capital" en "Obras Escogidas" Ed. Fundamentos/75 Pp. 88

 

(36) Para la investigación de la naturaleza del plusvalor, resulta irrelevante el número de obreros empleados por el capital. La inclusión aquí de la locución jornada laboral simultánea es para indicar el hecho de que el capital es, desde un primer momento, una fuerza colectiva basada en la supresión del aislamiento del obrero, en la concentración de muchos obreros por parte de un capitalista; todos cuantos le permita la tasa de acumulación.

 

(37) Roman Rosdolsky: Op. cit.  Apéndice   III.

 

(38) ibid.

 

(39) (K. Marx: “Manuscritos” de l86l/63‑MEGA II,3,6 Pp.l906) Citado por E. Mandel en "Marx y El Porvenir del Trabajo Humano" Revista "Inprecor" Nº 50 oct/86 Pp.7 Este mismo concepto aparece en "El Capital" formulado del siguiente modo: Es de todo punto evidente que con el progreso de la maquinaria y al acumularse la experiencia de una clase especial de obreros mecánicos, aumenta de manera natural la velocidad y con ella la intensidad del trabajo. Así, por ejemplo, en Inglaterra durante medio siglo la prolongación de  la jornada laboral corre pareja con la intensidad del trabajo fabril. Con todo se comprende fácilmente que en el caso de un trabajo que no se desenvuelve en medio de paroxismos pasajeros sino de una uniformidad regular, reiterada día tras día, ha de alcanzarse un punto nodal en el que la extensión de la jornada laboral y la intensidad del trabajo se excluyan recíprocamente, de tal modo que la prolongación de la jornada solo sea compatible con un menor grado de intensidad en el trabajo y, a la inversa, un grado mayor de intensidad solo pueda conciliarse con la reducción de la jornada laboral".(subrayado del autor) Ver K. Marx: "El Capital" Ed. cit. T-2 Pp. 498/99

 

 

(40) "Stress‑ Related, Mortality and Social Organization" En "Salud Panamerica­na" Vol.8‑l.

 

(41) Ver: "Gaceta Sindical" CC.OO. Nº 57 set/89).

 

(42) Ibid.

 

(43) Benjamín Coriat "El Taller y El Cronómetro" Cap. 8-II

 

(44) K. Marx: "Salario, Precio y Ganancia" Cap. XI