INTRODUCCIÓN

Antes de iniciados los juicios contra militares argentinos y chilenos por parte del juez Garzón, nadie se hubiera podido imaginar que odiados altos mandos de de esos dos pudieran perder su impunidad de modo tan espectacular como nos lo han montado los medios de comunicacion. Y todo por obra del poder justidicial de un pais imperialista.

Mantener vivo el odio hacia el gran capital extranjero en la conciencia colectiva de América Latina costó mucho esfuerzo, mucha sangre y muchas vidas, entre ellas la de los españoles desaparecidos que hoy constituyen el pretexto de la justicia española. En octubre de 1997, cuando Garzón ordenó la prisión del comandante argentino Scilingo, los ojos del mundo pudieron ver la eufórica satisfacción del movimiento argentino por los derechos humanos ante la Audiencia Nacional, dando muestras de meloso agradecimiento al aparato de justicia del Estado español.

Un año después se reprodujo la misma escenografía telemática respecto del caso Pinochet. Cierto es que el principio de soberanía limitada o de intervención por razones humanitarias emergió a la opinión pública mundial desde la ONU y por boca de Pérez de Cuellar, su anterior secretario general; pero no es menos cierto que la proyección política internacional de la filosofía de los derechos humanos por parte del imperialismo, nunca llegó a calar tanto en la conciencia colectiva de las clases subalternas, como desde 1996, año en que el Juez Garzón firmó el auto de procesamiento a los militares argentinos implicados en la desaparición de los españoles asesinados entre 1976 y 1983. Para ese entonces, la ONG Aministía Internaciopnal ya había cambiado su delimitado concepto de violación de los DD.HH., extendiendo el campo de la responsabilidad penal de los Estados a los individuos.

Que la profusa publicidad en torno a la iniciativa del Juez Garzón contribuyó en los ultimos tres años a legitimar la criminal intervención de la OTAN en Yugoslavia, es algo que sólo pueden ignorar o negarse a reconocer, quienes habiendo cambiado la idea de justicia revolucionaria por la de justicia burguesa imperialista, llegaron incluso a facilitar que los fascistas chilenos -y por extensión los de la periferia capitalista en general- se apropien de la memoria histórica de los desaparecidos sintetizada en el compromiso de lucha contra el intervencionismo imperialista. Por propia naturaleza social la burguesía es el non plus ultra en el arte de la metamorfosis.

No pocos de quienes hoy colaboran activamente con esta operación política montada por el Estado español, estuvieron de algún modo comprometidos con aquél espíritu antiimperialista que se apoderó de gran parte de la juventud de América Latina desde la década de los sesenta. Por aquellos ideales revolucionarios combatieron y murieron los españoles desaparecidos en Argentina y Chile. Paradójicamente, la memoria histórica de aquellas luchas está hoy en manos del Estado imperialista español, porque los entusiastas colaboradores oficiosos de Garzón la han enajenado a cambio de lo que ya se está viendo que no son más que baratijas jurídicas;han negociado miserablemente la sangre derramada renegando de la idea de justicia que en algún momento defendieron junto a los desaparecidos, para abrazarse a la de quienes estuvieron entresus enemigos, los principales cómplices y beneficiarios de toda aquella barbarie.

<<España empezó a fijarse en Argentina prácticamente a partir de 1976. Es el inicio de lo que los empresarios españoles bautizaron con el nombre de "el milagro argentino". En la mayor parte de los casos, el aterrizaje de las empresas españolas en Argentina se hizo de la mano del Estado. En este sentido, el viaje oficial del Rey Juan Carlos abrió la espita de muchos negocios>> (revista argentina "Mercado": Segunda quincena de febrero de 1982)

Durante ese mismo viaje y con idéntica intención diplomática, el Rey Juan Carlos visitó Chile. A decir verdad, la espita de los jugosos negocios que hoy están a la vista en esos dos países no fue abierta por el monarca borbón sino las dictaduras de Videla y Pinochet. Así, una vez conjurada la amenaza subversiva, las empresas españolas del INI, como Standard Eléctrica, Telefónica, Initec, Made, Endesa, etc.,etc., pasaron a ocuparse de cumplir la primera etapa en su objetivo de capitalizar al máximo el apetecible mercado de la libre explotación del trabajo asalariado en América Latina. Como casi todo el mundo sabe, España es hoy el principal inversor europeo en la región. Ya en 1997 radicó allí más capitales que a la Unión Europea. Ese año, el valor de mercado de las inversiones de Telefónica Internacional en la zona había llegado a superar los 5.000 millones de dólares y el de los principales bancos rebasaban los 4.000 millones. El Santander y el BBV hostentaban el tercer y cuarto puesto en el ranquin de América Latina por volumen de activos.

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