Origen histórico y fundamento lógico
de la relación entre necesidad y posibilidad

Lo que pasa es que, esta inquietud suya, obliga a meditar y juzgar no sólo sobre un solo concepto: el de necesidad  -intrínseco al de verdad, dado que es axiomático que lo objetivamente necesario sea verdadero- sino sobre dos en relación: el de necesidad y el de posibilidad, que, a su vez remite a la relación entre realidad aparente y realidad esencial. Esto se explica porque no se trata de conceptos relativos a la naturaleza, -donde todo lo que es, ocurre por ciega necesidad, es verdadero y resulta inmediatamente posible- sino de conceptos relativos a la sociedad. Y aquí, está claro que lo no necesario, lo falso, también tiene posibilidad de ser, de adquirir patente de verdad. Esto ha sido así desde el mismo momento en que el advenimiento de la propiedad privada esclavista coincidió con la familia monogámica, las clases sociales y el Estado, dando pábulo a los sofistas, mercenarios del lenguaje dedicados a presentar lo falso como verdadero. En la sociedad capitalista, la sofistería está en los intelectuales y artistas apologetas del sistema, así como en los parlamentos, en la retórica de los políticos institucionalizados y en no pocos que, inconfesadamente, aspiran sin darse cuenta a institucionalizarse desde fuera de las instituciones. Como en tiempos de la Grecia  clásica, el fetichismo de la mercancía determina la posibilidad real de que los vendedores consigan el falso extremo de que las cosas no “valgan” tanto por lo que son, como por lo que los potenciales clientes crean que son. Y a fuerza de hacer que lo verosímil reemplace a lo verdadero, el culto a la “imagen” -principio activo que hace a la industria auxiliar de la publicidad- se apodera de todas las relaciones sociales derivadas de las fundamentales entre patronos y obreros, incluidas las relaciones de poder entre los candidatos de distintos colores políticos en disputa por el voto de los electores, convertidos así en ocasionales clientes que alternan la venta de su voluntad política a cambio de las renovadas ilusiones de unos u otros.

Marx hablaba de esta posibilidad real y existencia de lo falso o no necesario, a propósito de la práctica teórica:

<<En el dominio de la economía política, la investigación científica libre no sólo enfrenta al mismo enemigo que en los demás campos[1]. La naturaleza peculiar de su objeto convoca a la lid contra ella a las más violentas, mezquinas y aborrecibles pasiones del corazón humano: las furias del interés privado.>> (K.Marx: “El Capital” Prólogo a la primera edición alemana.)

El origen de la cultura del trabajo coincidió con la cooperación como relación social de producción basada en la propiedad colectiva de los medios de producción, que configuró la etapa histórica del "comunismo primitivo". En este período, la producción estaba directamente determinada por las necesidades colectivas, y entre el acto sustancial de la creación y lo creado no había ninguna mediación social y, por tanto, ninguna ruptura epistemológica. Para captar la esencia de las cosas, quienes vivieron durante aquella etapa histórica no tuvieron necesidad de pasar por los vericuetos de la metafísica tradicional ni por la dialéctica hegeliana; para aquellas gentes, la contradicción dialéctica entre el ser "puesto" que "parece" y al mismo tiempo se oculta y "brilla" en el "parecer" carecía por completo de sentido, porque la esencia o razón de ser puesta por el trabajo social en cada ser producido, era directa e inmediatamente percibida como una unidad de concepto y sustancia que Hegel atribuye a la Idea. Esto era así, porque los distintos actos de la producción colectiva eran actividades directa y conscientemente decididas por quienes las ejecutaban:

<<Los diversos trabajos en que son generados esos productos -cultivar la tierra, criar ganado, hilar, tejer, confeccionar prendas- en su forma natural son funciones sociales, ya que son funciones de la familia y ésta practica su propia división natural del trabajo (...) Pero aquí el gasto de fuerzas individuales de trabajo, medido por la duración, se pone de manifiesto desde un primer momento como determinación social de los trabajos mismos, puesto que las fuerzas individuales del trabajo sólo actúan, desde su origen, como órganos de la fuerza de trabajo colectivo de la familia.>> (K.Marx: "El Capital" Libro I Cap. I punto 4)

La tarea del pensamiento tendente a superar la determinación de la sensibilidad mediante la determinación abstracta de la esencia "puesta" al interior del "ser inmediatamente determinado" en tránsito hacia la determinación del concepto, se presentó a la conciencia universal como problemática filosófica, cuando el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social pudo crear excedentes de magnitud suficiente para dejar sin sentido social a la economía de subsistencia, dando pábulo a la propiedad privada, a las clases sociales y al Estado. Pero en este momento, el trabajo social, la esencia social de las cosas, pasó a adoptar cada vez más el carácter de trabajo enajenado; mal podía, por tanto, en estas condiciones, expresarse por sí mismo, alcanzar la categoría hegeliana del concepto, como relación de identidad entre el pensamiento y el ser, reflejo de la relación entre el trabajo y su producto.  

 

Y es que la determinación histórica inmediata de la propiedad privada fue la mercancía y el mercado; como consecuencia de la generalización del comercio, la relación de identidad conceptual entre producción y consumo típica de las sociedades primitivas autosuficientes, dejó de ser inmediata y directa para pasar a ser mediada por el mercado o esfera de la circulación, que obliga a comprar lo que no se ha producido antes de ser consumido. El mercado hizo que los distintos trabajos de cultivar, hilar, tejer, etc. dejaran de ser actos directamente decididos en cuanto a quienes los ejecutan, cómo y por cuanto tiempo según las necesidades colectivas. La economía del tiempo de trabajo dejó de ser algo consciente para los productores directos expropiados de las condiciones objetivas de su trabajo.

 

La propiedad privada y su consecuencia inmediata, el mercado, desestructuraron aquella relación social originaria, directa y consciente entre los distintos productores comunitarios. Al pasar a mediar o intermediar la relación social entre los productores y entre producción y consumo, la mercancía determinó que los distintos trabajos dejen de ser directa e inmediatamente sociales en tanto quienes los ejecutan quedan convertidos en agentes de la producción independientes los unos de los otros, solamente relacionados entre sí a través del intercambio de sus productos en el mercado. De este modo: 1) quiénes producen, 2) qué tipo o clase de bienes, 3) durante cuanto tiempo, 4) cómo y 5) qué cantidad, es una realidad que pasa a ser determinada no por los productores directos sino por el mercado, a través del intercambio o la confrontación de sus productos, donde las relaciones sociales entre las personas se cosifican y las cosas se relacionan como personas...

 

¿Por qué pasa esto? Porque “quienes” deciden sobre el curso de la sociedad de clases no son los productores directos; ni siquiera quienes “mandan” sobre el trabajo colectivo, sino las cosas que ellos fabrican u ordenan fabricar. En la sociedad de clases, el mercado determina que sean las cosas las que pasan a relacionarse como personas, y las personas a relacionarse como objetos. No es el sujeto propietario el que lleva su mercancía al mercado, sino que la mercancía es la que le lleva a él. El sujeto –sea amo o esclavo, señor o siervo, capitalista o asalariado- ya no tiene voluntad propia. Ahí son las mercancías las que se relacionan como personas, y las personas como cosas; hay una inversión total del mundo real. Pero es una inversión objetiva, no subjetiva, no es una locura psicológica sino social. La locura mental de índole psicológica, es un subproducto necesario de la enajenación real social generalizada. Hasta tal punto de que la realidad social y hasta física de los propietarios del producto, depende de que su mercancía se realice, esto es se venda, adquiera reconocimiento social en el mercado:

<<En otras palabras: de hecho, los trabajos privados no alcanzan realidad como partes del trabajo social en su conjunto, sino por medio de las relaciones que el intercambio establece entre los productos del trabajo y, a través de los mismos, entre los productores. A éstos, por ende, las relaciones sociales entre sus trabajos privados se les ponen de manifiesto como lo que son, vale decir, no como relaciones directamente sociales trabadas entre las personas mismas, en sus trabajos, sino por el contrario, como relaciones propias de cosas entre las personas y relaciones sociales entre cosas>> (Ibíd. Lo subrayado es nuestro)

 

Si los productos del trabajo no son reales -o, para decirlo en términos hegelianos- no son "realidades efectivas"- desde el momento mismo de su producción, sino que adquieren realidad recién cuando se "exponen" en el mercado, su valor, esencia o razón de ser ("se vende: razón aquí") tampoco puede surgir directamente del carácter cualitativo, concreto y útil del trabajo social ni de la correspondiente materia igualmente cualitativa de su producto. Tal como en el ser inmediato de la lógica idealista, la razón o valor económico de un producto del trabajo, está completamente ausente en la cualidad de su ser útil a la sociedad. Por lo que sirve, por su valor de uso, no se puede inferir lo que vale; es decir, no se puede determinar su esencia social; del mismo modo que, lo que vale, no encierra un solo átomo de utilidad, de valor de uso; por lo que vale un producto del trabajo no se infiere la cualidad de su ser útil inmediato. La inmediatez de la sensibilidad y su esencia social son dos seres distintos, aunque comprendidos en una misma unidad: la mercancía.

 

Desde el punto de vista mercantil, pues, en la materia o cualidad de la mercancía no hay ni pizca de esencia social o valor económico; el valor de uso sólo funge como soporte material de su valor de cambio o "esencia" social. Es el ser inmediato de la etapa premercantil, que la mercancía ha superado pero todavía conserva aun cuando ya como inesencial; por su parte, el valor o "valor de cambio" es lo esencial de la mercancía; es valor en tanto tiempo de trabajo abstracto, que no contiene ni un sólo átomo de materia ni de utilidad social. En este sentido, lo esencial: el valor y lo inesencial: el valor de uso de la mercancía, son dos seres existentes extrínsecos al interior de una misma unidad mercantil. El reflejo en el pensamiento abstracto de esta relación social enajenada, se traduce en este discurso filosófico:

<<...el ser en contraposición con la esencia, es lo inesencial. Frente a la esencia tiene la determinación de lo superado. Sin embargo, por cuanto se comporta, frente a la esencia, sólo como un otro en general, la esencia no es propiamente esencia, sino sólo otra existencia determinada, es decir, lo esencial (...) De este modo la esfera de la existencia se halla puesta como base ("soporte material" del valor: Marx).....>> (G.W.F. Hegel: "Ciencia de la lógica" Libro II Cap. 1. Lo entre paréntesis es nuestro) Cfr: http:www.nodo50.org/gpm/dialectica/08.htm

 

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notas

[1] Se refiere a la opacidad o apariencia que encubre la verdad de los objetos de estudio propios de las ciencias naturales.