LAS DOS ETAPAS DE
LOS MOVIMIENTOS DE LIBERACIÓN NACIONAL

En primer lugar es necesario aclarar que, para el marxismo, el vocablo nación no define una categoría histórica general sino histórico específica, esto es, relativa a una época o momento histórico determinado por un sistema social y la clase dominante que preside su desarrollo. Que las naciones modernas se hayan estructurado a partir de ancestrales unidades étnico-lingüísticas, eso no supone que su significación jurídica y política haya sido siempre la misma. De hecho, ni los imperios de la sociedad esclavista ni los reinos de la sociedad feudal fueron naciones en el sentido actual de este término. El concepto moderno de nación apareció vinculado a la propiedad privada capitalista; por lo tanto, la clase que confiere sentido social y político a la todavía vigente idea de la palabra nación, ha sido y es la burguesía. La burguesía autóctona ha sido, pues, la clase llamada a salvaguardar y representar la cultura humana operante sobre el territorio del que fue oriunda, en la medida en que logró erigirse allí como clase dominante en la etapa del capitalismo premonopolista.

Ahora bien, si como es cierto que, para los marxistas, la orientación de toda acción política debe estar presidida por una base económica dada que la hace históricamente necesaria, la condición material que ha hecho históricamente necesario y posible cualquier movimiento nacional burgués en un territorio dado, ha sido y es la preexistencia económica y socialmente significativa de relaciones de producción precapitalistas, de modo tal que el cometido del movimiento nacional consista en eliminar ese obstáculo para constituir a la burguesía incipiente en clase económicamente dominante, transformando la producción mercantil simple y semifeudal en producción capitalista basada en el trabajo asalariado.

Siguiendo en proyección histórica la línea del pensamiento que va de Marx a Lenin, se observa que los movimientos políticos de liberación nacional tuvieron dos momentos que respondieron a otras dos distintas etapas en el proceso de acumulación capitalista a escala mundial. El primer momento, entre 1789 y 1871 correspondió a la lucha por la liberación nacional burguesa contra los restos del modo de producción feudal y de los regímenes políticos autocráticos que, para sí,se dio la nobleza. Esta lucha por la autodeterminación nacional que desembocó en los modernos Estados nacionales fue esencialmente democrático-burguesa.

En el segundo momento, los movimientos de autodeterminación nacional estuvieron motorizados por las burguesías emergentes de los países coloniales y semicoloniales, no ya contra el feudalismo y la autocracia de viejo cuño, sino contra la opresión nacional de los colonialistas extranjeros (en esa etapa sólo capaces e interesados en mantener sus dominios de ultramar como proveedores de materias primas y consumidores de los productos elaborados en la metrópoli), al tiempo que contra sus aliados estratégicos: los terratenientes, los arrendatarios en régimen de explotación semifeudal y la burguesía compradora.

En los dos casos, la lucha por la autodeterminación nacional ha sido de idéntico signo económico-social: eliminar los obstáculos que impiden la extensión de un mercado interno basado en la explotación capitalista del trabajo social, hasta el punto de convertir a la burguesía nacional autóctona en clase dominante, y a los asalariados en número suficiente como para estar en condiciones de luchar por su propia autodeterminación como clase, por la sociedad socialista. Tal es, en esencia, la teoría de Lenin acerca de la autodeterminación en la etapa imperialista del capitalismo.

Esta teoría no ha sido una ocurrencia de Lenin sino que está en la lógica objetiva inevitable de la acumulación del capital a nivel mundial, cuyo cumplimiento es independiente de la voluntad de los agentes sociales comprometidos y de sus luchas, cuyos resultados pueden acelerarlo o retardarlo, pero no cambiar la dirección ni el sentido de su tendencia. Esta es una de las conclusiones fundamentales a que había llegado Marx y que presentó a sus lectores al advertirles sobre el revolucionario método científico empleado en sus investigaciones:

<<En sí y para sí, no se trata aquí del mayor o menor grado alcanzado, en su desarrollo por los antagonismos sociales que resultan de las leyes naturales de la producción capitalista. Se trata de estas leyes mismas, de esas tendencias que operan y se imponen con férrrea necesidad. El país industrialmente más desarrollado no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen de su propio futuro>> (K. Marx: "El Capital" Prólogo a la segunda edición alemana)

La táctica que Lenin y los bolcheviques propusieron en 1916 a las masas asalariadas relativamente minoritarias en los países coloniales y semicoloniales, consistíó precisamente en eso, en aplicar la voluntad política del movimiento proletario a empujar políticamente en el sentido de las leyes que presiden el movimiento de la sociedad burguesa, con la intención de acelerar la tendencia objetiva de obligado cumplimiento en la periferia del sistema, para acercar así el horizonte de la lucha por alumbrar la sociedad socialista acortando y mitigando en lo posible los dolores de su parto.

Y en este, como en todos los asuntos que encaró en su práctica social -teórica y política- Lenin jamás ha perdido de vista el referente material o económico de la realidad a transformar. Respetar las ciegas leyes económicas del capitalismo ayudando a ese "viejo topo" en su tarea revolucionaria fundamental de horadar el suelo sobre el cual se afirma el poder político de la burguesía, tal ha sido y debe ser la actitud por la que los marxistas nos distinguimos del reformismo evolucionista y del voluntarismo utópico.

Acabamos de decir que el auge del movimiento democrático burgués se agotó en el curso de dos momentos bien diferenciados. Fue en el punto IV del "Manifiesto Comunista" donde Marx y Engels se refieren al primero de esos momentos que a ellos les tocó protagonizar y que posteriormente Lenin delimitó entre los años 1789 y 1871. En ese punto IV titulado: Actitud de los comunistas respecto a los diferentes partidos de oposición", Marx y Engels proponían en 1848 que el proletariado europeo y americano se integrara dentro de ese movimiento. Y aunque no mencionan la necesidad primordial de constituirse ellos mismos como partido de clase, prefiguran esta idea recomendando que los comunistas deben luchar por defender "dentro del movimiento actual, el porvenir de ese movimiento", esto es, de momento el triunfo de la burguesía radical sobre el contubernio entre la nobleza y la burguesía conservadora, tanto como para preparar las bases económicas y sociales de la revolución socialista.

Por aquellos tiempos, Marx y Engels proponían a los revolucionarios el estudio y conocimiento riguroso de las leyes económicas que presiden el movimiento social del capitalismo, e implementar la lucha política según el sentido de esas leyes, no para saltar por encima de las fases del desarrollo económico y social sino para acelerar su cumplimiento:

<<Aunque una sociedad haya descubierto la ley natural que preside su propio movimiento –y el objetivo último de esta obra es, en definitiva, sacar a la luz la ley económica que rige el movimiento de la sociedad moderna- no puede saltearse fases naturales de desarrollo ni abolirlas por decreto. Pero puede abreviar y mitigar los dolores del parto.>>

Y el caso era que para acercar el horizonte de la lucha por el socialismo, los asalariados al servicio del capital incipiente tenían que llegar a crecer en tal medida que les permitiera dar el salto cualitativo a la acción política revolucionaria. Pero, para eso, buena parte de la servidumbre campesina de la gleba y del artesanado gremial en las ciudades, habría de pasar a engrosar las filas del proletariado ya existente. Y esa era una tarea de la burguesía a la que el proletariado debía contribuir políticamente como un poder auxiliar o subalterno.

Esto mismo recomendaba Lenin desde 1914 a los proletarios de las colonias y semicolonias en el segundo momento del movimiento democrático burgués determinado por el desarrollo desigual del capitalismo. Como habían hecho Marx y Engels tras la derrota de la revolución proletaria de junio de 1848 -que elevó a la burguesía francesa a condición definitiva de clase dominante- Lenin supo para qué contexto histórico utilizar los vocablos "pueblo" y "patria", tan caros a reformistas y nacionalistas de hoy día.

Al igual que ocurre con la palabra "nación", el sustrato de la noción de "patria" está en la propiedad privada burguesa, sobre todo en la pequeña, ya que tanto el proletariado como la gran burguesía en la etapa imperialista, aun cuando por razones opuestas se contradicen de modo absoluto con ambos conceptos. En "El 18 Brumario de Luis Bonaparte", Marx demuestra magistralmente que el ejército imperial que integraban los campesinos en tiempos de Napoleón, tanto como el unifome que vestían, la patria que defendían y el patriotismo por el que se veían convertidos en héroes, eran valores espirituales que carecerían por completo de sentido sin el sustrato material de la pequeña propiedad parcelaria.

<<Finalmente, el punto culminante de las ideas napoleónicas es la preponderancia del ejército. El ejército era el point d’honneur de los campesinos parcelarios, eran ellos mismos convertidos en héroes, defendiendo su nueva propiedad contra el enemigo de fuera, glorificando su nacionalidad recién conquistada, saqueando y revoluclonando el mundo. El uniforme era su ropa de gala; la guerra, su poesía; la parcela, prolongada y redondeada en la fantasía, la patria, y el patriotismo, la forma ideal del sentido de propiedad.>> (Op. Cit. cap. IX)

Para la burguesía, la patria pierde sentido político en la medida en que el progreso de la acumulación va quitando al desarrollo industrial y, por tanto, cultural, su base nacional. Marx y Engels han sido muy claros en este punto ya desde 1848:

<<Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. (...) En lugar del antiguo aislamiento y la autarquía de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.>> (K.Marx-F.Engels: "Manifiesto Comunista" I Burgueses y proletarios)

De lo dicho aquí se desprende lógicamente que la correlación entre la internacionalidad de los intercambios y la disolución de las estrecheces nacionales y culturales no es automática. Hoy día, hasta las más poderosas empresas trasnacionales necesitan seguir apoyándose en su base política nacional. Su proyección internacional depende tanto de la magnitud de sus capitales como del poder económico concentrado en sus respectivos Estados nacionales. Esto explica que los burgueses de origen vasco que tienen metido su capital en conglomerados como el BBVA, no tengan ya su "sentimiento nacional" en Euskal Herría sino en el Estado Español.

En última instancia, ¿dónde puede estar la "patria" de burgueses como el señor Botin sino en los propios conglomerados internacionales que dirigen? En cuanto al proletariado, el vocablo nacional sólo tiene significado para esta clase universal en tanto necesita apoyarse en la patronal nacional mientras lucha por su emancipación como clase explotadora, sea durante la etapa infantil del capitalismo en los países todavía bajo predominio de las relaciones de producción feudales, o durante la etapa tardía bajo la opresión política de las potencias imperialistas en los países coloniales.

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