98-990: ¿Qué fue del flujo creciente de trabajo excedente en la sociedad de la abundancia?
A este respecto no nos resistimos a incluir aquí las reflexiones a raíz de las movilizaciones de los estudiantes franceses ocurridas a fines de 1990, en contestación a lo que sobre ellas le escribiera por entonces un amigo residente en París a uno de nuestros compañeros. La respuesta a esa carta está fechada el 1 de enero de 1991 y dice así:
<<......Interesante tu relato
de la entrevista entre los líderes estudiantiles y el Ministro Lionel
Jospin. El otro día Felipe González inauguró unos cursos
en la Universidad del Sur, y la periodista encargada de cubrir la información
para "El País" observaba el contraste de generaciones:
"los estudiantes del 68 forraban sus carpetas con la imagen del "Che", los de
hoy las adornan con pegatinas (calcomanías) que representan logotipo
y figuras de marcas comerciales".
Me decís que
te has quedado asombrado ante la pobre oratoria de unos líderes estudiantiles
que "no saben expresarse" y repiten eslóganes elementales sin sólida
argumentación". Es cierto que "habrán de romperse muchos dientes
y cerebelos antes de que se produzca una alfabetización política".
Pero no es menos cierto que para quienes vivimos aquello en Argentina, la
nostalgia ante el contraste exagera la magnitud del retroceso. Y eso es malo,
porque magnifica gratuitamente las posibilidades históricas del enemigo
y desestima las nuestras propias.
Los estudiantes que
hicieron el mayo francés nacieron cuando Sastre publicaba "La Nausea".
Son los hijos del existencialismo, pero no lo mamaron, porque ese pesimismo
solo duró el tiempo que el nuevo relajamiento del capital necesitó
para enterrar en la memoria los horrores de la guerra. Desde la seguridad
del pleno empleo, la sociedad europea de los sesenta buscaba una calidad de
vida basada en el tiempo libre que el capitalismo le negaba. Tal fue la base
material que dio sentido a sus luchas. Eran, además, tiempos políticos
marcados por el ascenso revolucionario del llamado "tercer mundo" y la mística
de paradigmas de emancipación humana encarnados en líderes revolucionarios
como el "Che" y Ho Chi Minh. Por esas fechas, el stalinismo de la era Kruschev
daba a conocer los "Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844",
un ensayo del "Jóven Marx" sobre la enajenación bajo el capitalismo.
Pero la capacidad material de la burguesía para asimilar sus propias
contradicciones también era mayor.
La "generación
Miterrand" en cambio, nace con las sucesivas derrotas del movimiento sindical
y el retroceso de la revolución mundial en medio de una situación
de crisis sin alternativa política, donde el crónico excedente
de capital provoca paro estructural masivo y la cultura del dinero se asocia
con el mundo de la droga. Tal es el contexto en el que la burguesía
logra acentuar la vigencia del individualismo y la competencia. En este espíritu
se educan estos jóvenes de hoy. Pero con una diferencia: el capital
tiene ahora muchas más dificultades para sortear sus crisis de valorización.
La generación
del 68 se rebeló a fuerza de no sentirse a gusto en el trabajo enajenante
que la sociedad capitalista de post guerra le había asignado. Las generaciones
actuales están viviendo a fuerza de no tener trabajo fijo. La generación
del 68 sufría la irracionalidad de los planes de estudio en la universidad
de masas, contrapartida del aumento en los rítmos de explotación
en la fábrica capitalista. Los jóvenes del 90 sufren porque
la mayoría de ellos ni siquiera pueden estudiar, y los que lo hacen
saben que los liceos o institutos son "fábricas donde se expiden títulos
al por mayor"; "guetos donde se aparca a la juventud" en espera de ir a engrosar
con toda seguridad las filas del paro.
Las movilizaciones
del mayo francés anuncian la crisis del capitalismo tardío;
las luchas de los estudiantes de hoy son el resultado de esa crisis. Consignas
como "la imaginación al poder" y "prohibido prohibir", expresaban la
certeza colectiva de que el capitalismo funcionaba defectuosamente, mientras
que ahora, cuando por boca de su jóven dirigente Delphine Batho el
movimiento estudiantil exige "que las cosas que deben funcionar funcionen
ya", prefigura la conciencia de que el capitalismo está dejando de
ser una forma de vida que asegure las condiciones más elementales de
existencia.
De modo que sin la
referencia a las condiciones materiales, toda comparación política
entre diversos momentos de la historia moderna tiene que resultar necesariamente
abstracta, incompleta y, por tanto, engañosa. Esta resistencia a remitirse
a las premisas objetivas, esa costumbre de pretender explicar la política
exclusivamente por las condiciones subjetivas, es un vicio muy frecuente entre
nosotros. Hay que tomar en consideración todos los elementos que intervienen
en la lucha de clases -incluyendo al enemigo- para saber hacia donde tiende
la historia.
Desde luego, no es
bueno que descendientes de minorías árabes en Francia pidan
más diálogo con el poder y con la policía. Pero la presencia
en la universidad de hijos de inmigrantes magrebíes y africanos en
general, supone la acentuación del cambio en la composición
de clase en la enseñanza media y superior. Y este hecho -dadas las
crecientes dificultades de la burguesía para integrar en su aparato
productivo a las huestes de científicos y técnicos que la universidad
de masas produce- potencia la dinámica social explosiva del capitalismo.
Pero lo que es más importante estratégicamente: torna más
posible la ruptura ideológica y política del "bloque histórico"
que conserva el poder del capital.
Hay que observar,
además, que el movimiento empezó por reclamar más seguridad
y terminó ligando el presupuesto para educación con la crisis
del Golfo. Según "El País", la segunda gran consigna de los
manifestantes fue "Des sous pour l'école, pas pour la guerre du petrole".
Pero lo más significativo de tu carta, es la impresión ciertamente
unilateral del fenómeno; incluso desde el punto de vista subjetivo
o político. Porque se te escapa que la masa estudiantil no ha registrado
un accionar homogéneo. Toda la prensa destaca -y naturalmente alaba-
el comportamiento dialogante y pacífico de una mayoría, que
es el sector al que te refieres con perplejidad. Pero hubo una minoría
violenta, los llamados "zulús" o "casseurs" Estos jóvenes, de
una pobreza oratoria seguramente mayor que los líderes que dialogaron
con el Ministro de Educación, se han expresado sin embargo con rotunda
elocuencia en el único lenguaje que la burguesía comprende y
respeta; en el único idioma que le inquieta y hasta llega a aterrorizarle:
el idioma de la violencia.
Sin la referencia
a esta parte del movimiento se malogra toda posibilidad de comprensión
del fenómeno que me comentas. "Estudiantes y `zulúes -dice
el sociólogo Jean-Marcel Bouguereau- son las dos caras de la misma
medalla. Unos y otros expresan la revuelta de los hijos de trabajadores franceses
o inmigrantes pero ya aclimatados en Francia. Unos, los más, quieren
la integración social a través de la enseñanza; otros,
los saqueadores, ya están definitivamente fuera del sistema que odian
y del que no esperan nada. Si los estudiantes rechazan con particular ardor
a los marginados, es porque éstos expresan la proximidad contagiosa
de un universo del que quieren huir".
Aunque con las explicables
limitaciones ideológicas que le impiden ir hasta el final con sus propias
observaciones -como es norma en él- Alain Touraine corrobora lo dicho
por Bouguereau: "No han sido los alumnos de los grandes liceos parisienses,
que de hecho son universidades de primer ciclo de alto nivel escolar y social,
sino los de los nuevos liceos de las afueras, a menudo mestizos y negros,
cuyos padres no han superado la escuela primaria, quienes han dado su fuerza
al movimiento, puesto que estos jóvenes, que se introducen en los grandes
ciclos de escolarización, garantes de un buen empleo, se hallan todavía
demasiado cerca de la caída social. Y esto lo dicen muy claramente
reclamando su seguridad. No se ven aquí amenazados por unas lejanas
bandas de delicuentes, sino por sus vecinos, sus amigos, que han abandonado
la formación profesional, o que han sido excluidos, y por una parte
de ellos mismos, tan pequeña es la barrera que separa en estos suburbios
el ascenso y la caída social".
Pues bien, estas dos
caras del movimiento, el temor de quienes aun esperan algo del sistema a caer
en la marginación de los que ya no esperan nada, es, como dije más
arriba, la prefiguración en la conciencia de unos y otros -condenados
como están a convivir y compartir al fin y al cabo las mismas carencias
e incertidumbres- de que este sistema no garantiza la calidad de vida que
ofrece en sus opulentos escaparates y en sus "jingles" publicitarios. Las
mismas fuerzas materiales que hoy dividen al movimiento, le unifican históricamente.
este universo de marginación y anomia social -que la tendencia inevitable
al aumento histórico en la composición orgánica del capital
y al ejército industrial de reserva no hace más que agrandar-
no estuvo presente en el espíritu del mayo francés. Tal
es la distinción más acusada y de mayor importancia política
entre ambos hechos históricos>>.
Pues bien, a pesar de que la teoría marxista del ejército industrial de reserva es la contraparte social de la tendencia histórica al descenso en la tasa de ganancia, los dos ejes maestros de la "Ley General de la Acumulación Capitalista" que justifica la lucha de clases y prevé la necesidad del socialismo, Baran y Sweezy, en nombre del marxismo, teorizaron para llegar a resultados totalmente opuestos en cinco pasos sucesivos.
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