Carta abierta a Hebe de Bonafini
Señora Hebe de Bonafini:
Los
que no vivimos en Argentina, hemos visto por los telediarios el clamoroso
regocijo que descendió como un bálsamo sobre el hemiciclo desde los amplios y
populosos balcones del "Congreso de la Nación", en su momento
construidos expresamente para los espectadores de la "democracia"
argentina. El mismo clamor que, hace ahora veinte años, atronó las calles del
país cuando el primer presidente de la "nueva etapa democrática" tras
la caída de la última dictadura, anunció el juicio a los integrantes de las
tres juntas militares, a quienes se consideró "responsables" máximos
del genocidio perpetrado por la FF.AA. entre 1976 y 1981.
Nos dirigimos a Ud. en su
carácter de indiscutible máximo exponente del movimiento de "Las Madres de
Plaza de Mayo". Pero no como madre de "desaparecidos", sino como
el agente político de mayor incidencia sobre lo que ha venido ocurriendo
durante el proceso de lucha emparentado con la filosofía política de los DD.HH.
y que sintetizó en las consignas: "ni olvido ni perdón" y
"castigo a los culpables".
Ud. ha ratificado, una vez más,
la verdad del papel que algunos individuos han cumplido y siguen cumpliendo en
la historia, como parte de ciertos movimientos políticos; individuos y
movimientos producto, a su vez, de la forma que, en determinado momento,
adquiere aquí y allá el contenido de la lucha de clases en la sociedad
moderna. ¿Y cual es la forma política dominante que el contenido de la lucha de
clases ha adquirido en la historia Argentina gestando a ese individuo llamado
Hebe de Bonafini? La forma del populismo, del nacionalismo revolucionario, del
antiimperialismo pequeñoburgués. La forma política que quiere la propiedad
capitalista pero no sus necesarias consecuencias: el monopolio, el
imperialismo, la tortura y la muerte. La forma política burguesa que quiere que
una parte relativamente minoritaria de la sociedad, siga viviendo del trabajo
de la otra parte, "ma non tropo". Ciertamente, no todos los
"desaparecidos" murieron por esta causa capitalista pacata. A unos
pocos los mataron por comunistas, que lucharon para eliminar la explotación de
unos seres humanos por otros.
Son muchísimas las veces que a
las Madres se les ha escuchado decir que a ellas las parieron sus hijos. Su
memoria histórica, se entiende. Y por el relevante papel que ha cumplido en
esta -a nuestro modo de ver- triste historia, es seguro que a quien más se le
ha escuchado decir esto es a Ud., señora Hebe de Bonafini. Pero tan cierto es
que las Madres de Plaza de Mayo han sido hijas de sus hijos asesinados, como
que, a menudo, los hijos no resultan ser lo que los padres hubieran querido que
sean. Y este ha resultado ser el caso
de esas hijas de sus hijos, de las Madres de Plaza de Mayo. De todas ellas,
pero muy especialmente de Ud., señora.
Porque el caso de los "desaparecidos"
ha pasado a ser un as político en la manga del Estado capitalista argentino
para ganarle la partida a los explotados en situaciones económicas difíciles,
una partida más sin mayores costes para el control "democrático" del
fermento revolucionario que sigue latiendo en las entrañas de este sistema de
vida, aunque el nuevo presidente Kirchner acaricie los sueños del movimiento
nacional y popular amagando incluso con revisar los contratos de las empresas
privatizadas por el gobierno del ex presidente Carlos Menem. Porque tanto el
aparato judicial como los partidos políticos del arco parlamentario argentino,
están ya más irreversiblemente globalizados que las salchichas de la Mc.
Donalds.
Las privatizaciones estuvieron fuertemente
condicionadas por la impagable deuda externa de 45.800 millones de dólares que
dejó la última junta militar. Impagable, a no ser mediante la venta al capital
privado de las empresas del Estado. En esto consistió la movida del capital
multinacional ocioso en todo el mundo subdesarrollado durante la década de los
70 y 80, para convertirse en capital productivo en la década de los 90,
apoderándose a precio de saldo de las empresas estatales en esos países. Elevar
la deuda hasta el punto de que no pueda ser pagada ni siquiera por todo el
plusvalor extraído anualmente a los asalariados de esos países. Y esa
liquidación del llamado "patrimonio nacional" argentino según el
"Plan Brady" -de "capitalización de la deuda"-, se
caracterizó, en principio, por beneficiar al mismo sector capitalista nacional
que consolidó su poder económico durante la dictadura, socio de la banca
extranjera y de compañías transnacionales, esto es, del capital financiero
internacional.
¿Cómo es posible destruir para siempre
este entramado entre el gran capital nacional, el gran capital financiero
internacional y el aparato militar del poder ejecutivo argentino, dejando
intangible la propiedad privada sobre los medios de producción? Para siempre
quiere decir que no quede ninguna posibilidad de que se vuelva a reproducir;
para que, entonces sí pueda gritarse con toda certidumbre "Nunca más"
¿Sabía Ud. que este entrelazamiento tuvo su origen en pequeñísimos capitales
privados durante el primer gobierno peronista, capitales muy humildes, esos por
los que lucharon sus hijos y Ud. prefiere, con los que se completó la formación
del mercado capitalista interno en ese país? ¿Sabe cual fue el origen de la
multinacional Bunge y Born, por ejemplo?
Le hacemos estas preguntas
porque no consideramos que sea Ud. ninguna desinformada ni una niña de teta en
política. Aunque puede que de esto último no haya tenido noticia hasta el
momento en que lea esta carta -si es que acaba leyéndola, si es que se la dan a
leer- Ud. puede comprender perfectamente lo que le estamos diciendo. Sabemos
que ante esto que decimos habrá muchos que ardan de indignación en el prejuicio
de que las Madres siguen siendo aquellos mismos sujetos políticos elementales e
ingenuos, sólo movidos por el ciego amor materno y la rabia ante la búsqueda
infructuosa de sus hijos. Para remover un poco ese atavismo mental pegado al
compasivo sentimentalismo que condiciona la opinión pública de
"izquierda" sobre las Madres, conservamos una publicación del ya
desaparecido "Tysae" ("Trabajadores y sindicalistas argentinos
en el exilio") fechado en octubre de 1982. Allí se citan las declaraciones
de la señora Antokoletz durante una reunión informal en una iglesia del barrio
madrileño de Legazpi, cuyos asistentes
le escucharon decir estas palabras:
<<Antes de que fuera secuestrado mi
hijo, yo era una mujer del montón, una ama de casa más. Yo no sabia muchas
cosas. No me interesaban. La cuestión económica, la situación política de mi
país me eran totalmente ajenas, indiferentes. Pero desde que desapareció mi
hijo, el amor que sentía por él, el afán por buscarlo hasta encontrarlo, por
rogar, por pedir, por exigir que me lo entregaran; el encuentro y el ansia
compartida con otras madres que sentían igual anhelo que el mío, me han puesto
en un mundo nuevo, me han hecho saber y valorar muchas cosas que no sabía y que
antes no me interesaba saber. Ahora me voy dando cuenta que todas esas cosas de
las que mucha gente todavía no se preocupa, son importantísimas, porque de
ellas depende el destino de un país entero; la felicidad o la desgracia de
muchísimas familias>>.
Después de
relatar algunas anécdotas con congresistas y funcionarios de gobiernos
europeos, con representantes de las Naciones Unidas y altas autoridades de la
Iglesia, incluido el Papa, preguntada sobre la situación del país y sus
perspectivas, la señora dijo casi textualmente lo siguiente:
<<El problema más importante del país
no es el de los desaparecidos. El problema más importante es el problema
económico. Y yo no creo que tenga solución viendo la manera como ha sido
encarado y como se viene encarando. Yo no creo que los partidos que prometen
hacer algo lleguen a hacerlo. Ahora se está hablando mucho de las elecciones;
junto a otras Madres tuve oportunidad de entrevistarme con muchos políticos de
distintos partidos; he oído lo que dicen y he visto lo que hacen. Y si ahora me
preguntan a quién voy a votar, yo les digo que no sé a quién voy a
votar.>> (Op.cit)
Tras esta ejemplar prefiguración
clarividente del entramado capitalista internacional al que nos acabamos de
referir, y dada la posterior metamorfosis "globalizadora" operada
desde entonces por los principales partidos institucionales originariamente
representativos de la llamada "burguesía nacional progresista", está
claro que Ud. y el resto de las Madres no son "mujeres del montón",
sino que saben lo que pasa en la sociedad y el lugar político que ocupan en
ella.
Fueron mujeres del
"montón" sólo hasta muy poco después de que empezaran la búsqueda,
cuando la reiterada frustración de ese afán fue desdibujando en vuestra
conciencia la figura del "desaparecido", hasta poneros con infinita
crueldad frente al sentimiento de la muerte como el destino cada vez mas cierto
que habían tenido vuestros hijos. Y en ese momento, el único y más próximo
horizonte de lucha que os presentó la creciente indignación ante las reiteradas
evasivas de la dictadura, fue la ideología de la justicia capitalista
transnacionalizada que el movimiento sintetizó en esas dos consignas. Y desde
entonces, a esa ideología permanecéis aferradas como a un clavo ardiendo.
El problema es que ese
"nuevo mundo" ante el cual os pusieron vuestros hijos, os ha llevado
a saber mucho más de lo que llegaron a saber ellos mismos. Y en ese saber,
habéis llegado a sobrepasar con asco aquél horizonte de la justicia burguesa
que habíais venido persiguiendo y en la que nos enseñaron a creer desde
pequeños. Esa experiencia y ese saber es la causa de que la euforia que hoy
experimentan los hombres y mujeres del movimiento que todavía no pueden ni
quieren salir del "montón", no levantan suficiente polvareda como
para ocultar a vuestra conciencia lo que ha venido siendo esa justicia en esta
historia: ni más ni menos que los chirimbolos de un ilusionista mientras dura
su función de burlar con ellos a la
gente, para volverlos a guardar hasta la próxima función, una rutina con fines
propios nada ilusionantes. Por eso, aunque os hayáis dejado llevar por la
algarabía general, todo eso se ahoga en el pozo de sabiduría y escepticismo que
la vida que habéis llevado cavó en vuestras almas. Pero no podéis dejar de
luchar contra vuestras entrañas, tanto como seguís luchando infructuosamente
por la justicia social en este sistema de vida. Por eso necesitáis que os
arropen las ilusiones del "montón", tanto como las promesas de los
políticos. Todos necesitamos de una justificación para seguir haciendo lo que
hacemos. El problema es si esa "justificación" está justificada por
la razón histórica.
En tal sentido ¿es necesario
decir quienes son los ilusionistas y cuales los chirimbolos en esta historia de
feria en que los tres poderes del sistema vuelven a jugar en Argentina con el
pueblo, negociando por segunda vez con la sangre derramada de los 30.000
desaparecidos? ¿Qué no es una negociación? ¿Que es, si no, lo que están
volviendo a cambiar ustedes que no sean nuevas ilusiones -añadidas a las
"democráticas" de los comicios- por tiempo político indefinido y sin
problemas para el sistema?
Usted sabe que esto es verdad,
señora; ha tenido tiempo de aprender que, en este sistema capitalista de vida,
la justicia es un instrumento del poder político dominante; pero el clavo
ardiendo de la justicia burguesa al que permanece aferrada desde cuando estaba
ilusionada con ella porque no sabía lo que sabe ahora, le exige saber otras
"verdades", señora Hebe de Bonafini. Y a esa exigencia se atiene Ud.
todavía, esperamos que no por mucho tiempo más, porque la historia no espera, y
a los que no son como la verdad
histórica quiere, cuando se den las condiciones para ello les pasa por arriba.
Lo mismo cabe para su entorno de intelectuales que se siguen masturbando con el
"proyecto nacional y popular". Y al resto de las Madres. Y a los del
"montón" a instancias suyas, que para eso están ciertos individuos en
la historia. Y al ilusionista por excelencia en España, el que hace
"virguerías" con los chirimbolos de la justicia, al servicio de los
intereses del capital multinacional español en Argentina, que para eso le paga.
Para que aleje el peligro que suponen potencialmente esos argentinos del
"montón", para dejar una buena imagen de los intereses que él
defiende. Nos referimos al ubicuo, mediático e inefable Juez Baltazar Garzón.
Todas ustedes saben que este
nuevo tinglado es una nueva farsa, una comedia montada para que los del "montón"
la vivan como epopeya otra vez, porque ese gran corazón montonero les pide una
mentira más para "calmar su angustioso llamado". Después vendrá la
desazón adecuadamente dosificada a instancias de los vericuetos y vaivenes del derecho
burgués en que los ilusionistas con sus chrimbolos acaban haciendo mutis por el
foro hasta la próxima. Porque es el llamado a una justicia que nunca se podrá
cumplir bajo el capitalismo, señora Hebe de Bonafini. Porque el entramado
capitalista multinacional que liquidó las bases materiales o económicas del
Estado Justicialista, también incluye que no se encarcele a los
"responsables" como quieren ustedes. En todo caso, que se les saque a
la escena política del país y al escarnio de los del "montón" las
veces que haga falta, como los chirimbolos del ilusionista, pero que no cumplan
condena, que no se los "guarde" para siempre, porque si no, se acaba
el espectáculo. Esa fue la condición y así se ha venido cumpliendo. Como en el
caso Pinochet. Es la estrategia del sentimiento agridulce, el sabor que induce
a no dejar de consumir el mismo producto. En este caso la justicia burguesa.
Y en Argentina, como en Chile,
esa condición de los militares tiene un argumento político y moral burgués de
un peso inamovible. El peso -y los pesos- que de no ser por ellos, los
"milicos", las "joyas del abuelo Perón" no hubieran pasado
a manos del capital multinacional, y los asalariados no se hubieran ajustado a
la disciplina de trabajar cada vez más por menos, como ha venido sucediendo
desde 1976 hasta la fecha, carentes de una idea moral y de toda capacidad de
resistencia. Y esta condición, en semejantes condiciones políticas, pesa más
que el "montón" que arrastran las Madres de la Plaza de Mayo. Pero
muy especialmente pesa también sobre el Estado español, uno de los principales
beneficiarios de la Dictadura desde que, en 1977, el mundialmente prestigioso y
tan amado por los del "montón" en la España europea, el Rey Juan
Carlos I, aterrizó por primera vez en Argentina para abrir la espita de las
inversiones españolas ahí, a través del INI, estrechando su mano a todos los
integrantes de la dictadura para negociar con ellos a través de sus
representantes en el gobierno residual de Franco. Como si fuera uno del
"montón" que no supo lo que estaba sucediendo allí hasta que la
Comisión Sábato permitió, en 1983, poner en escena, por primera vez, a los
chirimbolos del ilusionista: el derecho burgués, la partidocracia, cierto
escriba de la "democracia" que también lo fue de la dictadura, y los integrantes
de las tres juntas militares.
De modo que la burguesía
nacional e internacional tienen una deuda de honor inconfesable con Videla y
sus secuaces. Y los militares lo saben, desde el más encumbrado general hasta
el más humilde cabo. Lo que pasa es que "nobleza obliga", y esa deuda
incluye convertirles eventualmente en moneda de cambio con los del
"montón", allí y en todas partes. Y en esas estamos. Pero hasta ahí
podíamos llegar porque "con la Iglesia hemos topado, querido Sancho".
Es que a las FF.AA. de un país, por dependiente que sea, no se las puede
someter por la izquierda, haciéndoles tragar algo que va contra sus intereses
corporativos. Y esto vale para los militares argentinos, como para los
chilenos, los turcos o los Indonesios. Pero va todavía más contra los intereses
de la burguesía en su conjunto, porque en cualquier momento, y con toda
seguridad, se los volverá a necesitar para hacer el trabajo sucio. Y no es
bueno que en la moral de "combate" de los "responsables" de
futuros genocidios, pesen antecedentes de condenas tan duras y disuasorias como
pesan sobre los asesinos comunes. La burguesía no se puede dar el lujo de que
la conducta de sus militares esté condicionada por el código penal o la
filosofía de los DD.HH., porque, como decía Perón -que de la importancia de la
moral castrense para el sistema sabía un rato- "al enemigo, ni
justicia".
Y si como es cierto y bien dicho
estuvo por la señora Antokoletz -aunque anden ustedes dos a la greña por el
control del movimiento- que el principal problema del país no son los
desaparecidos sino que sigue siendo el problema económico, pues, que este
problema de los desaparecidos aparecerá las veces que haga falta, con su
solución "ad hoc", toda vez que la situación económica se complique
como a partir de diciembre de 2001 hasta hoy mismo. Para cambiar espejitos de
colores por dólares contantes y sonantes. Esa es la función política y moral
burguesa del movimiento de las Madres de Plaza de Mayo y de Ud. a su frente hoy
día, señora Hebe de Bonafini. Una función que no sirve a los fines del
movimiento nacional y popular -sin base material de sustentación- ni a los de
la justicia social por la que lucharon sus hijos, sino a los intereses del
capital multinacional en la Argentina actual, a la estabilidad de ese tinglado,
señora. Y en este asunto, visto lo visto, no parece haber defraudado Ud. las
expectativas y previsiones de sus "enemigos", si no al contrario, les
ha sido usted muy útil, con todo el respeto por su valentía y abnegación
militante, sinceramente digno de mejor causa.
Y esto seguirá sucediendo
mientras no cambie Ud. el sentido ideológico y político de su función de clase
como individuo en la historia, lo cual es más hoy más difícil que nunca, dado
que fue la sociedad burguesa -a instancias de los del "montón"- la
que le ha permitido elevarse por encima de las condiciones históricas que le
alumbraron como sujeto político y le han ratificado estar en esa, su posición
de clase de toda la vida. Eso, mientras los asalariados del "montón"
-dentro y fuera del movimiento de las Madres- sigan sin despertar del sueño
embrutecedor a que les sometieron los ilusionistas del "proyecto nacional
y popular", mientras no descubran el verdadero "mundo nuevo",
como ha dicho la señora Antokoletz que pasó con ella pero tampoco parece
demostrarlo.
No obstante, si como también es
cierto el saber del Martín Fierro, en eso de que: "el tiempo sólo es
tardanza de lo que está por venir", cuando ocurra ese despertar y los del
"montón" agoten la paciencia "para hacer tronar el escarmiento",
esperamos que sea muy pronto y se deje Ud. devorar por el torbellino de la
-todavía no tan próxima- revolución proletaria, para poder contar con su
brillante capacidad comunicadora y su valiosa experiencia dentro del movimiento
de masas. De lo contrario, aunque para entonces no vivamos ninguno de nosotros
para contarlo, quedará Ud. en una situación insostenible como individuo en la
historia, porque en esas circunstancias decisivas no valen las posiciones
intermedias y ese será el juicio de la historia respecto de cual de las dos
trincheras ocupó cada uno en esta lucha.
En tal sentido, aun cuando esa
tardanza en un porvenir diferente deba ser tanto más larga cuantos más sean hoy
los que sigan hipotecando su inteligencia y voluntad política a los resultados
tangibles inmediatos de su militancia cotidiana, desde luego que la historia no
se quedará embobada en la misma charca viendo al mismo ilusionista con sus
mismos chirimbolos hacer el mismo numerito indefinidamente. Porque eso induce a
que los del "montón" empiecen a pensar por sí mismos, y porque, para
eso, además del "viejo topo", también estamos los revolucionarios:
para evitar inútiles pérdidas de tiempo y vidas humanas, para que todos los
explotados empujemos en la misma dirección, la que señala la historia, para
"acortar y mitigar los dolores del parto" socialista, y este ha sido
el motivo de la presente.
Un saludo:
GPM (Grupo de Propaganda Marxista)
septiembre del 2003
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org