4c.Estudiantes y proletarios.

 

Si usted tuvo el valor social y político de hacer necesario esfuerzo intelectual para llegar hasta aquí sin agobiarse hasta terminar aburriéndose con la lectura del presente documento, debemos decirle que el nuestro por facilitar la comprensión de la compleja problemática que encierra el asunto sobre el que nos ha sido consultado, no ha resultado menor. Marx ya alertaba a los lectores de su obra fundamental en el sentido de que:

<<Los comienzos son siempre difíciles, y esto rige para todas las ciencias. La comprensión del primer capítulo, y en especial de la parte dedicada al análisis de la mercancía, presentará, por tanto, la dificultad mayor. He dado el carácter más popular posible a lo que se refiere más concretamente al análisis de la sustancia y magnitud del valor.>> (K. Marx: “El capital” Prólogo a la primera edición alemana)

Pero el esfuerzo mental que exige una ciencia social como la economía política, no sólo está en la complejidad y opacidad natural que, en sí, ofrece su objeto de estudio, sino, sobre todo, en el encubrimiento que hacen de su verdadera naturaleza los apologetas a sueldo de la burguesía:

<<En el dominio de la economía política, la investigación científica libre no solamente enfrenta al mismo enemigo que en todos los demás campos. La naturaleza peculiar de su objeto (el hecho de que compromete en él a las clases fundamentales y a los distintos sectores de clase, objetivamente enfrentados entre sí) convoca a la lid contra ella a las más violentas, mezquinas y aborrecible pasiones del corazón humano: las furias del interés privado.>> (K. Marx: Op. Cit.)

Y en su prólogo a la edición francesa de la misma obra, vuelve sobre las dificultades para abordar su lectura y comprensión de los primeros capítulos, como “al lado malo de la medalla”, confesando su temor de que el público francés:

<<...siempre impaciente por llegar a las conclusiones, ávido de conocer la relación entre los principios generales y los problemas inmediatos que lo apasionan, se desaliente al ver que no puede pasar adelante de buenas a primeras.

En la ciencia no hay caminos reales, y sólo tendrán esperanzas de acceder a sus cumbres luminosas, aquellos que no teman fatigarse al escalar por senderos escarpados..>> (K. Marx:: “El capital” Prólogo y epílogo a la edición francesa.)

Los populistas, que decían haber leído a Marx, sin duda demostraban haberlo hecho, pero desde la perspectiva de “las furias de su interés privado”, en modo alguno como “investigadores científicos libres”, sin el valor necesario para dejarse permear por la verdad científica y elevarse con ella por encima de sus propias condiciones de vida, de pertenencia a un sector de clase propietaria. La falsificación de que los populistas hacían objeto al pensamiento de Marx, obedecía consciente o inconscientemente a su condición política de burócratas dirigentes del movimiento campesino, a su inconfesable interés en conservar sus fueros políticos y prebendas económicas ocupando por el hecho de ocupar escaños en la Duma (parlamento), en los zemstvos (ayuntamientos, municipios) o ―dada su mayoritaria clientela política― incluso en futuros gobiernos “democráticos”. Pero como no puede haber truhanes sin incautos, los oportunistas se cebaron en la ingenuidad política de los campesinos pobres, producto de la ignorancia y del embrutecedor apego a la propiedad privada sobre la tierra, un prejuicio de tanto mayor arraigo en su alma colectiva, cuanto más pesaba sobre ellos la amenaza que sentían de perderla a manos de los hacendados medios y ricos tras el fugaz relumbrón de la reforma de 1861. De ahí el odio de los oportunistas por los socialdemócratas revolucionarios marxistas, viendo que con su tenaz labor pedagógica de educación política revolucionaria, les querían estropear el negocio de sacarle partido a las tinieblas de la vida social escondiendo la verdad histórica. Eso sí lo veían muy bien, no se equivocaban. Aquél odio de los oportunistas por los revolucionarios en tiempos de Lenin, es el mismo que siguen destilando hoy sus descendientes, los trileros postmodernos de la política; sin variar esencialmente un milímetro en su orientación, tanto en su teoría como en su práctica. Se confirma que la deshonestidad intelectual de los oportunistas sólo es superada por la inefable miseria moral de su propia acción política cómplice con la barbarie sistemática de la burguesía internacional en todo el mundo, desde entonces hasta hoy. 

¿Qué tiene que ver toda esta relativamente larga digresión sobre la evolución del capitalismo en Rusia con el motivo de su consulta? Para responder a esta pregunta es necesario plantearse previamente esta otra: ¿Cómo se traducían políticamente estos intereses materiales de casta burocrática privilegiada, presuntamente defensora de la pequeña propiedad autosuficiente al interior del Estado burgués autocrático ruso, que los oportunistas aspiraban a convertir no más que en una monarquía parlamentaria?

Según lo razonado hasta aquí, se perfila que los populistas trataban de mantener la unidad política del movimiento pequeñoburgués campesino, en un momento en que la base material del sistema estaba procediendo a dividir sus intereses entre las familias de los pequeños propietarios autosuficientes al interior de la esquilmada comuna rural, y los pequeños propietarios ineficientes que producían para el mercado, por un lado, y, por otro, los medianos y ricos propietarios capitalistas. Su tendencia a falsificar los contenidos científicos revolucionarios de Marx, estaba presidida por esta “furia” particular de los intereses privados pequeñoburgueses, en nombre de los propietarios autosuficientes y mercantiles del primer bloque, en realidad sus inconfesables víctimas políticas propiciatorias.

Leyendo a Lenin, se ve con toda claridad en qué punto los intelectuales populistas habían desistido de seguir las razones del discurso marxista. Lo abandonaron en el momento preciso en que “El Capital” comenzaba a alumbrar en ellos la lógica objetiva que permitía prever la ruina y desarraigo del campesino autosuficiente y del más atrasado campesino que producía para el mercado, para engordar la propiedad capitalista de los medianos campesinos y de los grandes terratenientes explotadores de trabajo ajeno, socios económicos informales o soterrados del gran capital industrial, comercial y bancario urbanos, precursores del capital financiero.         

A medida que la ley del valor esquilmaba la comuna agraria expropiando al trabajador propietario autosuficiente y al trabajador propietario en régimen de producción mercantil simple, el movimiento político populista fue sintetizando en una ideología mezcla entre el democratismo revolucionario burgués antifeudal de los campesinos pobres en régimen de economía natural o autosuficiente, y la reacción conservadora del pequeño productor capitalista en contradicción con el progreso de la acumulación sin límites encarnado en la mediana y gran burguesía agraria.

Estamos hablando de la situación a diez años vista de la reforma de 1861, de los que sucedieron al socialismo agrario de Herzen y Chernichevsky en la década de los setenta, que culminó en el movimiento revolucionario de orientación política sinceramente anticapitalista llamado “La voluntad del pueblo” y que, posteriormente se dividió en la fracción jacobina revolucionaria de P. N. Tkachëv[19] y la reformista “apolítica” proliberal de V.P.Vorontsov[20]. Dando la espalda en todo momento a la creciente diferenciación social del trabajo en el campo ruso, donde lo que fuera una previsión teórica de Marx había pasado a ser en Rusia una realidad sangrante, la fracción liberal de los populistas ―mayoritaria durante la década de los 90―, prefirió seguir enganchada al discurso de la unidad del movimiento campesino, negándose a ver una contradicción entre los campesinos emancipados de la comuna en régimen de trabajo patriarcal de economía natural o autosuficiente, y los campesinos emancipados en régimen de producción capitalista, lo cual les permitía usufructuar políticamente la confusión de intereses objetivamente opuestos, aun a sabiendas de que estaban contribuyendo a la desgracia social y humana en curso de la inmensa mayoría de los campesinos en régimen de producción patriarcal autosuficiente, a quienes decían representar.

Fundaban tal representación en un supuesto económico-social insostenible: la estabilidad de la llamada “agricultura popular” del campesino pobre, basada en la posesión de la “propia tierra” para la producción en régimen de economía natural o de mera subsistencia, frente al régimen de producción mercantil simple, afirmando que:

<<Cuando el campesino posee la tierra suficiente para subsistir con el trabajo agrícola, en su propia tierra, no toma en arriendo.>> [Nicolai-on (Danielson) “Ensayos” § IX. Citado por Lenin en: “El desarrollo del capitalismo en Rusia”)

En el capítulo II de esta obra monumental, Lenin demostró exhaustivamente que el medio económico-social o ámbito dominante en el que se encontraba el campesinado ruso en la década de los noventa, era el de una economía mercantil. En esa época, la vida rural, en general, estaba ―directa o indirectamente― “supeditada al mercado”, tanto en la producción como en el consumo personal:

<<El régimen de las relaciones económico-sociales en el campesinado (agrícola y comunal), nos muestra la existencia de todas las contradicciones propias de cualquier economía mercantil y de cualquier capitalismo: competencia, lucha por la independencia económica, acaparamiento de la tierra (comprada y tomada en arriendo), concentración de la producción en manos de una minoría [de campesinos acomodados y de grandes terratenientes], desplazamiento de una mayoría hacia las filas del proletariado [rural y urbano] y su explotación por la minoríaa través del capital mercantil y de la contratación de braceros. No hay un solo fenómeno económico entre los campesinos que no tenga esa forma contradictoria, característica específica del sistema capitalista.>> (V.I. Lenin: Op. Cit.§ XIII: Conclusiones)

Pero ante la irrupción amenazante del proletariado en la escena social y política de Rusia desde finales del siglo XIX, el “viejo populismo” dejó paso a un “nuevo populismo” ―hegemonizado ya por la pequeñoburguesía agraria―, para deslizarse cada vez más ostensiblemente por la pendiente del oportunismo, gravitando hacia la coalición política entre la mediana burguesía rural, los burgueses liberales y los terratenientes representados por la autocracia zarista, tratando de ganarse la voluntad política de las masas de campesinos pobres, so pretexto de la unidad del movimiento campesino “en general”.

Esta misma tendencia contrarrevolucionaria es la que los populistas pusieron de manifiesto ante la realidad de los distintos agrupamientos de jóvenes estudiantes rusos a principios del siglo pasado, como un reflejo deformado de la separación efectiva de los intereses de clase en la sociedad. En su polémica con el autor del artículo citado más arriba, Lenin describía el comportamiento de los oportunistas por su tendencia a diluir lo específico en lo genérico, a unir los distintos grupos posicionados contra la autocracia, según el concepto político abstracto del estudiante demócrata “en general”, para conseguir una unión estudiantil “antiautocrática” por encima de las orientaciones ideológicas alternativas que separaban a los estudiantes dentro de ese gran conglomerado que era el estudiantado socialdemócrata, entre el grupo (pequeñoburgués) de los estudiantes socialdemócratas por la autoreforma de la autocracia y el grupo (proletario) de los estudiantes socialdemócratas revolucionarios por la derrota de la autocracia:

<<Como se ve, los razonamiento de los socialistas revolucionarios, ilógicos y contradictorios hasta el absurdo desde el punto de vista de un socialista, resultan, en cambio, perfectamente lógicos y coherentes desde el punto de vista de un demócrata burgués. Y es que el partido de los socialistas revolucionarios, en el fondo, otra cosa que una fracción de la democracia burguesa, por su composición predominantemente intelectual, por su concepción predominantemente pequeñoburguesa, y por sus ideas teóricas, en las que se mezclan de manera ecléctica el novísimo oportunismo (de los socialistas revolucionarios) y el viejo populismo>> (V.I. Lenin: “Las tareas de la juventud revolucionaria)

Esta orientación estaba ―y sigue estando, porque, en esto, tampoco hay nada nuevo bajo el sol― en las antípodas de los estudiantes revolucionarios; mientras los antiguos populistas ―que luego adoptaron el nombre de “socialistas revolucionarios”― trataban de sintetizar, unir o mezclar categorías sociales e intereses objetivos diversos, los revolucionarios pugnaban por analizar, esto es,separar para distinguir con la mayor precisión la correspondencia entre las posiciones políticas de cada agrupamiento estudiantil y sus respectivos intereses sociales enfrentados en la sociedad civil. Y para establecer esta correspondencia, este método revolucionario tendía no a unir sino a dividir políticamente el movimiento, tanto como para que cada uno pudiera discernir cual es el verdadero lugar que la objetiva e involuntaria posición que ocupa en la estructura económica de la sociedad, le obliga a ocupar voluntariamente en la superestructura ideológica y política.

Así, para los revolucionarios, se trataba de dividir orgánicamente lo ideológica y políticamente heterogéneo, para unir más estrechamente a los grupos políticos ideológicamente homogéneos, para clarificar la lucha de clases entre los estudiantes, contribuyendo al desarrollo de su conciencia y que cada cual encuentre su sitio en el grupo político que responda realmente a sus intereses. En suma, que los oportunistas pretendían trasladar al movimiento estudiantil, la política de la confusión en términos ideológicos y de conocimiento de la realidad, para poder pescar en río revuelto, para cohesionar orgánicamente lo políticamente heterogéneo, para que, en un clima general de incultura política, pase desapercibida la claudicación del mismo signo político que ellos habían consumado en el movimiento campesino, formando bloque de poder contrarrevolucionario con los campesinos medios, los burgueses industriales liberales y los terratenientes políticamente cohesionados en torno a las concesiones del Estado autocrático, en pos de una “democracia” tutelada. Y descartando que los revolucionarios entraran en ese juego, los populistas buscaban aislar a los revolucionarios del “movimiento general” en nombre de la unidad contra los sectarios escisionistas:

<<El autor ataca a continuación los intentos de los socialdemócratas de reaccionar de manera consciente frente a la existencia de distintos grupos políticos entre los estudiantes, de unir más estrechamente los grupos políticos similares, y de separar lo que es políticamente distinto. (...) al autor le es totalmente ajena la idea misma de que la diferencia de los intereses de clase (existente en la sociedad) debe reflejarse necesariamente también en el agrupamiento político (de los estudiantes), de que los estudiantes no pueden ser una excepción en la sociedad en su conjunto, por grandes que sean su altruismo, su pureza, su idealismo, etc.; de que la tarea de un socialista no es desdibujar esa diferencia (de clase entre los jóvenes) , sino, por el contrario, explicarla a una masa lo más amplia posible, y plasmarla en una organización política (revolucionaria). El autor enfoca las cosas desde el punto de vista de un demócrata burgués, y no desde el punto de vista materialista de un socialdemócrata.

De ahí que no se avergüence de formular y repetir el llamamiento a los estudiantes revolucionarios, para que actúen en el “movimiento político general”. Para el, lo principal es el movimiento político general, es decir, democrático general, que debe mantenerse unido. Y esa unidad no debe ser lesionada por los “círculos puramente revolucionarios”, los cuales deberán agruparse “paralelamente a la organización de todos los estudiantes”. Desde el punto de vista de los intereses de este movimiento democrático amplio y unido, es criminal, por supuesto, “imponer” rótulos de partido y forzar la conciencia intelectual de los camaradas.>> (V.I. Lenin: “Las tareas de la juventud revolucionaria”. Lo entre paréntesis es nuestro)

Seguidamente, Lenin apela a la memoria histórica de las luchas políticas de clase durante la revolución europea de 1848, explicando que eso mismo es lo que predicaban los demócratas burgueses en 1848, cuando los intentos revolucionarios de explicar la contradicción entre los intereses de clase entre la burguesía y el proletariado, provocaron la condenación por parte de los dirigentes del “movimiento general” contra los “fanáticos de la discordia y la escisión”:

<<...Y así opina también la novísima variante de la democracia burguesa (rusa): los oportunistas y los revisionistas (del marxismo), ansiosos de un gran partido democrático unido, que marche pacíficamente por el camino de las reformas, por el camino de la colaboración de clases. Todos ellos han sido siempre ―y no podían dejar de serlo― enemigos de las rencillas “fraccionales” y defensores del movimiento “político general”. >> (Op. Cit.)

Aquél “movimiento político general” que reivindicaban los oportunistas del partido agrario (“socialistas revolucionarios”) para los estudiantes, era la expresión subjetiva o política “deseable” del movimiento económico objetivo presidido por la ley del valor, que estaba en proceso avanzado de expropiar traumáticamente a decenas de millones de esos mismos campesinos, para enrolarlos en el ejército industrial de parados en las grandes ciudades. Pero en el “movimiento político general” dirigido por los oportunistas pequeñoburgueses del partido populista devenido liberal, nada se decía de esto, porque lo general siempre encubre la contradicción que lo preside, su principio activo. Por eso, a ellos, a su concepción de la política, les era totalmente ajeno a su naturaleza proceder según la diferencia, según la contradicción de intereses, aunque paradójicamente no pudieran existir sin ella. Esto se explica porque, ellos mismos, como clase intermedia, han sido y son la fuerza conservadora, inmovilista, que tiende en todo momento a que las contradicciones de la sociedad no se resuelvan. Tal es su justificación histórica, su razón de ser. Por eso, en un primer momento, intentando que la contradicción entre la producción para el consumo y la producción mercantil no se resolviera, tiraron de la comuna rural hacia atrás; y en un segundo momento, cuando notaron que el mercado destruía la figura del campesino autosuficiente, pasaron a “divinizar” la contradicción entre el pequeño propietario capitalista y el gran burgués agrario. A último término medio de la contradicción en la sociedad moderna inglesa y francesa, se refirió Marx en 1846:

<<El PEQUEÑOBURGUÉS en una sociedad avanzada y, como consecuencia de su posición social (intermedia entre proletariado y burguesía), por una parte se hace socialista y, por otra, economista; es decir, está deslumbrado con la magnifiscencia de la alta burguesía y asimpatiza con los dolores del pueblo. Es al propio tiempo burgués y pueblo. Se jacta en el fuero interno de su conciencia, de ser imparcial, de haber encontrado el justo equilibrio, que pretende distinguirse del justo medio (la tasa de ganancia media, que no le conviene). Semejante pequeñoburgués diviniza la CONTRADICCIÓN, puesto que la contradicción es el núcleo de su ser. Él no es sino la contradicción social en acción. Él debe justificar en la teoría lo que es en la práctica.>> (K. Marx: “Carta a Annenkov” Bruselas. 28/12/1846. Lo entre paréntesis es nuestro)

La proposición “subjetivista” de los populistas liberales, que consagraba como “deseable” el mantenimiento en unidad del “movimiento general” de los jóvenes estudiantes, era ni más ni menos que la expresión teórica de su propia práctica (la de los populistas pequeñoburgueses) como clase tampón entre los dos polos opuestos o contrarios del modo de producción capitalista en la Rusia finisecular. Y los estudiantes universitarios de 1903, no podían ser, para ellos, una excepción a esa regla de su naturaleza conciliadora de las contradicciones sociales. Por eso apelaban a lo que la juventud tiene de común en toda etapa histórica: su altruismo, su pureza, su idealismo. etc., nada que ver con sus diferentes características sociales, de clase. Los revolucionarios del POSDR en ese momento, por el contrario, estaban comprometidos con la lucha por el progreso de la humanidad, por el más rápido tránsito de la autocracia zarista a la “dictadura democrática de obreros y campesinos pobres”. Tenían por tarea central no la de desdibujar esas diferencias, sino explicarlas lo más ampliamente posible al conjunto de la sociedad, tomando partido por el polo dialéctico históricamente progresivo para darle a ese extremo social (de obreros y campesinos pobres) una expresión política orgánica independiente, efectivamente revolucionaria.

Ahora bien, la unidad de los intereses contradictorios de todo movimiento social, se mantiene sin mayores contratiempos en circunstancias de normalidad política, durante una onda expansiva de la economía o inmediatamente después de una derrota política de los explotados ―como sucedió en Rusia en la década de los ochenta tras la muerte de Alejandro II. Pero cuando las contradicciones económicas se agudizan provocando explosiones sociales de magnitud, aquella unidad del “movimiento general” tiende a romperse y las divergencias políticas de clase hacen irrupción del modo más violento. Esto es lo que ocurrió desde mediados de la década siguiente que acabó con el régimen represivo de Alejandro III, aunque no con la autocracia zarista, situación que iría a desembocar directamente en los sucesos revolucionarios de 1905:

<<El avance del movimiento político y de la ofensiva directa contra la autocracia, se caracterizó en seguida por los progresos que se advirtieron en cuanto al carácter más definido del agrupamiento político, a despecho de los discursos huecos sobre la unidad de todos y de cualquiera. No creemos que nadie dude de que la división entre los academicistas y los políticos representa un gran paso adelante..>> (V.I. Lenin: Las tareas de la juventud revolucionaria” 1903)

¿Significa esta política que los estudiantes revolucionarios deben romper con los academicistas, con el “movimiento general” puramente estudiantil?, preguntaba Lenin. Y contestaba categóricamente que el deber moral y político de los jóvenes estudiantes revolucionarios, consiste en desbaratar el discurso y la política de confusión conceptual y revoltijo político de los oportunistas, delimitando las diferencias que permitan al conjunto discernir entre los distintos agrupamientos, al mismo tiempo que explicar los argumentos del grupo revolucionario tratando de fundir la teoría y la práctica de este grupo con la masa estudiantil más afín a los contenidos políticos que definen la política del proletariado. Según este pensamiento, en aquellas circunstancias políticas no podía haber peor perspectiva para la lucha contra la autocracia y por las libertades democráticas para potenciar la revolución social en Rusia, que ceder ante la táctica oportunista de conciliar políticamente fuerzas de dirección y sentido económico y social opuestas por el mismo vértice, como que, cuando ello ocurre en la física, la resultante tiende ser nula. Por lo tanto, por toda respuesta a semejante táctica, los estudiantes revolucionarios debían procurar efectivamente delimitarse ideológica política y organizativamente respecto de los grupos menos afines a la revolución dentro del “movimiento general”, pero a condición de no romper con él. Por eso Lenin muestra no dudar de que la política de delimitar y dividir lo que los populistas intentaban confundir para neutralizar y controlar a los revolucionarios, fuera un paso adelante para la política del movimiento estudiantil en su conjunto. Y seguidamente aclara:

<<Pero (ese movimiento estudiantil revolucionario) lo entiende así, sencillamente, como efecto de aquella confusión a que no referíamos más arriba. Una total delimitación entre las tendencias políticas no significa, ni mucho menos, una “ruptura” entre las asociaciones profesionales (el movimiento estudiantil en su conjunto) y las relacionadas con los estudios. El socialdemócrata que se dedique a trabajar entre los estudiantes, deberá esforzarse indefectiblemente por penetrar él mismo, o por medio de sus agentes, en el mayor número posible de círculos “puramente estudiantiles” y de estudio individual; tratará de ampliar las perspectivas de quienes sólo reivindican la libertad académica, y de propagar precisamente el programa socialdemócrata entre todos aquellos que todavía buscan un programa.>> (V. I. Lenin: Op.cit.)

Al decir esto, Lenin estaba aplicando respecto del movimiento estudiantil, su concepto de la relación vanguardia-masa y de los problemas de organización para la construcción del partido, que desarrolló en sus tan popularizadas como incomprendidas obras tituladas “¿Qué Hacer?” y “Un paso adelante, dos pasos atrás”. La tesis general de Lenin en apretada síntesis es la siguiente: Sin teoría revolucionaria no puede haber partido revolucionario, y sin partido revolucionario con capacidad de fundir la teoría revolucionaria con las masas ―a instancias de la vanguardia amplia o natural del proletariado en tanto única clase revolucionaria fundamental― no hay movimiento revolucionario ni revolución triunfante posible.

En este sentido, la “Liga de los comunistas” y el “Partido bolchevique” han sido las únicas organizaciones políticas que asumieron e impulsaron los contenidos de esta metodología aplicada a la lucha de clases en la sociedad capitalista. Sobre todo los bolcheviques, quienes pudieron servirse de la concepción materialista de la historia y de la memoria política del movimiento obrero durante las revoluciones de 1848/49 y 1871 ―legadas principalmente por Marx y Engels― para poder haber consumado la más grandiosa experiencia política del mundo moderno: la revolución rusa. De hecho, todo lo que Lenin desarrolló teóricamente y contribuyó a aplicar prácticamente en cuanto a la relación entre teoría, práctica y organización durante el proceso revolucionario ruso, fue bosquejado por la experiencia y el pensamiento de Marx y Engels comprometidos con la lucha de clases de su tiempo. Sobre esto último, además de acudir a las fuentes originales ―como es lo más recomendable― pueden consultarse en nuestra pagina web las siguientes referencias a modo de introducción al tema en el siguiente orden: http://www.nodo50.org/gpm/cis/11.htm; http://www.nodo50.org/gpm/cis/12.htm; http://www.nodo50/org/gpm/cis/17.htm http://www.nodo50.org/gpm/cis/18.htm ; http://www.nodo50.org/gpm/cis/02.htm .

Ciertamente, la consecuente adscripción política a la concepción materialista dialéctica y a la memoria histórica del proletariado mundial, en sí y por sí no garantiza nuevas experiencias exitosas en la tarea humana de hacer posible lo históricamente necesario. Pero nosotros estamos convencidos de que sin conseguir que el movimiento de los asalariados vuelva a ser políticamente consecuente con la teoría revolucionaria y con la memoria histórica de sus propias luchas, los dolores del parto socialista previstos por la moderna ciencia social serán, sin duda serán más prolongados y dolorosos, como se está viendo ahora mismo a pesar de todos los progresos alcanzados por las fuerzas sociales productivas en el cepo de la sociedad burguesa.   

Y en el curso de este empeño, los revolucionarios no podrían hacer responsables de la actual situación a los oportunistas, sin descalificarse política y moralmente a sí mismos por omitir hacer lo que es preciso. Al enemigo político no se le pide responsabilidad por nada; al enemigo político, simplemente, se le combate. Lo que pasa es que hay mucho revolucionario autoproclamado cumpliendo la tarea contrarrevolucionaria dentro del propio movimiento obrero, bastante más eficazmente que el “poderoso” enemigo exterior ―señalado por ellos como “principal”― realiza desde fuera; precisamente porque distrayendo la atención sobre el “enemigo” exterior”, pueden encubrir su condición de verdaderos agentes de ese enemigo dentro del “movimiento en general” que preconizan. El secreto de toda esta especie política fue anunciado por Marx en febrero de 1863 y nosotros volvemos a recordarlo aquí, porque su aplicación sigue siendo tan de actualidad como entonces, y nunca será suficiente insistir en él para ponerlo en evidencia, hasta que la política desaparezca como un medio más de buscarse la vida sin trabajar productivamente:

<<Ahora ya sabemos el papel que la estupidez desempeña en las revoluciones, y cómo los miserables saben explotarla>> (K. Marx: Carta de Marx a Engels)

 

 

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org



[19] Piotr Nikitich Tkachëv (1844-1885) Uno de los ideólogos del populismo revolucionario, ensayista y crítico literario de orientación blanquista. Comenzó su actividad política al lado de Nechaiev. En 1861 tomó parte activa en elmovimiento estudiantil; colaboró en varias revistas progresistas y sufrió persecuciones por parte delEstado zarista. En 1873 emigró a Suiza. Allí empezó a colaborar en el “Vperiod” (Adelante) con Labrov , separándose de él poco después por sus inclinaciones gradualistas, pronunciándose por la acción directa y violenta. Estuvo convencido de que, en Rusia, la revolución socialista era posible en cualquier momento, porque los elementos del comunismo ya estaban presentes en la comuna rural.

[20] V. P. Vorontsov (1847-1918) Economista y ensayistaruso, uno de los ideólogos del populismo liberal de las décadas del 80 y el 90 del siglo pasado. Autor de “El destino del capitalismo en Rusia” (1882) y“Tendencias progresistas de la explotación agrícola”, entre otras obras sobre elmismo tema, en las que negó la existencia de condiciones para el desarrollo del capitalismo en Rusia; salió en defensa del pequeño productor de mercancías e idealizó la comuna rural. Preconizó la conciliación con el gobierno zarista y combatió decididamente al marxismo.