4.Los revolucionarios frente a la categoría burguesa de “juventud”.

 

4a.Reforma o revolución.

La capacidad que tiene la burguesía de integrar en la“ley del valor” cualquier manifestación de cultura autónoma al margen del mercado es absoluta, de modo que todos aquellos reformistas del sistema que proponen cambiar la sociedad por la vía de la cultura o de la sociología “undergrown” ensalzando lo “joven” ligado a las nuevas expresiones artísticas etc. se equivocan, pues la cultura del dinero termina por integrar a esas minorías culturales creadoras nacidas al margen del sistema. Sucedió primero con los “hippys”, después con el “reagge” y la cultura africana trasladada por la inmigración a las metrópolis capitalistas, así como con el movimiento “punky; lo mismo está ya sucediendo ahora con el “graffiti”.

No es ninguna novedad que los reformistas intenten desplazar a la clase obrera como sujeto revolucionario por excelencia, echando mano de una serie de conceptos o categorías, como es el caso de los llamados movimientos sociales que, si bien forman parte de la lucha de clases, en modo alguno pueden reemplazar a las que se operan en el seno de la producción capitalista, a las relaciones directas entre burgueses y asalariados, que es donde se decide el futuro de la sociedad.

Neomarxistas que dieron pábulo a la llamada “nueva izquierda”, como Michael Kalecki, Joan Robinson, Paul Baran, Paul Sweezii, Erbert Marcuse y desde hace unos años, entre otros, Erik Hobswawun y Toni Negri, insisten machaconamente sobre la misma idea de buscar el movimiento revolucionario al exterior de las relaciones de producción directas entre capital y trabajo, entre los grupos de trabajadores no asalariados, como los campesinos del llamado “tercer mundo”, estudiantes descontentos, minorías negras,

desempleados, feministas, ecologistas, “okupas”, etc., pretextando un aparente inmovilismo del mundo laboral.

Los movimientos sociales son una manifestación de las contradicciones sociales, pero al exterior de la producción y reproducción material de la vida. Y sin la incorporación del movimiento obrero ocupado y la intervención de un partido que dirija y coordine esas luchas, los movimientos sociales no pueden trascender la sociedad capitalista que les dio sentido de existencia, tan sólo pueden tener aspiraciones reformistas o asistenciales, como el reclamo por más presupuesto estatal para servicios sociales diversos o recurriendo a la caridad social de las ONGs para paliar los problemas que padecen los más desfavorecidos.

Nosotros no estamos por esa labor; sostenemos que la táctica de comprometer a la “gente joven” en la lucha exclusiva por las reformas, sin abrir su conciencia alhorizonte estratégico de la lucha política por el poder, sólo conduce a prolongar la agonía del capitalismo como modo de vida decadente, cuyas lógicas consecuencias no recaen especialmente sobre los capitalistas, sino sobre las clases subalternas, como se ha venido verificando cada vez de modo más trágico y masivo.

El método oportunista de los políticos reformistas consiste, por un lado, en elaborar un discurso y una propuesta organizativa particular para movilizar a los “jóvenes en general”, sin hacer distinción de clases, otro para las mujeres, otro para los consumidores, otro para los jubilados, para los inmigrantes, para las amas de casa, para las minorías raciales, etc., etc., “en general”. O sea, mientras se limitan en todo lo posible a dividir, a compartimentar la lucha reivindicativa de cada uno de estos movimientos “en general” en el espacio y el tiempo y, por tanto, a debilitar el movimiento reivindicativo en su conjunto para que la burguesía pueda controlarlo mejor, al mismo tiempo tratan de mantenerlo políticamente unido “en general” en torno a ese conjunto de reivindicaciones.

Es decir, lo que hacen es debilitar en tanto dividen organizativamente a los distintos movimientos por reivindicaciones inmediatas, para dispersar sus luchas en vez de coordinarlas para concentrarlas; pero, por otro lado, tienden a unificar política y organizativamente a esos movimientos a nivel de partido estatal institucionalizado, no según su condición de clase, sino según el conjunto de reivindicaciones inmediatas que así ellos pueden dirigir con más facilidad y eficacia, para decidir hasta donde hay que ir con las reformas del sistema capitalista, según su concepto de la política como “arte de los posible”, en modo alguno como “arte de hacer posible lo necesario”.

 

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