Del frente policlasista político-militar al indigenismo utópico.- Moctezuma Escobedo

 

  1. Introducción
  2. los frentes policlasistas
    1. Formación de las fuerzas de Liberación Nacional (FLN)
    2. El núcleo guerrillero
    3. Redes urbanas de las FLN
    4. Formación del EZLN
    5. 1993: año decisivo, se impone la concepción militarista
    6. La primera Declaración de la Selva Lacandona
  3. Conclusión
    agosto 2005

 

1.- Introducción

El presente trabajo ha tenido su origen en un ensayo realizado por Grimaldo Rengifo Vázquez titulado “Cosmovisión andina e interculturalidad en los Andes en Perú”. Ante la necesidad de dar su opinión, el compañero Guillermo Ramisch solicitó ayuda al GPM y al grupo de estudios marxistas de México, quienes elaboraron el documento ya publicado en nuestra página titulado: “El discurso nacional populista” http://www.nodo50.org/gpm/venezuela/neopopul/05.htm.

Los compañeros mexicanos han considerado ahora oportuno aprovechar la ocasión para explicar la naturaleza política del “guerrillerismo” indígena mediático Liderado por el “Subcomandante Marcos”, antes y después de la insurrección de enero de 1994, así como el comportamiento del séquito de intelectuales reformistas pequeñoburgueses que han aprovechado el escenario montado, para, desde ahí, patentar las “nuevas formas subversivas antiglobalizadoras”, muy distantes de ser consecuentemente anticapitalistas.

Piensan, con razón, que en el surgimiento de movimientos intelectuales “culturalistas” y “antimodernos”, ha tenido mucho que ver el levantamiento armado de los indígenas chiapanecos del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

El recorrido histórico que analizan, va desde la formación de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) en la selva de Lacandona durante 1969, hasta la constitución del EZLN en 1983 y la asunción del Subcomandantemte Marcos como “jefe político-militar” a partir de la aprobación de su propuesta para el levantamiento armado, pasando por la tragedia de febrero de 1974, el reagrupamiento de finales de los setenta y la reimplantación del núcleo guerrillero en 1981. Tal y como ellos mismos dicen:

<<...es esta parte de la memoria histórica (1969-1983), tan poco conocida aún, la que hoy, como modestos divulgadores del Materialismo Histórico, queremos destacar. Si nos hemos remontado hasta la década de los años sesenta del siglo pasado, obedece a que durante esos 24 años (1969-1993), se han registrado los hechos más sobresalientes de lo actuado por las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), antecedente inmediato político-organizativo del EZLN.>>

Aclaración previa:

Las afirmaciones y las citas que ellos hacen sin mencionar las fuentes, son testimonios orales de quienes vivieron los sucesos. No existen documentos internos de las FLN-EZLN que los puedan acreditar porque gran parte de ellos fueron pasto de las llamas. ¿Motivo? Los miembros de las redes urbanas quemaron todo aquello que los pudiera relacionar con la guerrilla Zapatista. Actitud comprensible para salvaguardar a la organización en caso de que los enlaces cayeran presos.

 

2.- los frentes policlasistas
a .- La formación de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN)

El pequeño grupo de siete personas, que formaron las FLN hacía el año de 1969 en la ciudad de Monterrey, habían participado previamente en grupos de apoyo a la revolución cubana. Recuérdese que, después de la invasión a Bahía de Cochinos, se formaron grupos por todo el subcontinente. El propio General Lázaro Cárdenas (héroe populista) ex presidente de México, lideró el frente mexicano de apoyo a la revolución cubana.

El paradigma del proceso revolucionario cubano era, pues, el referente obligado poilitico-organizativo de los distintos grupos guerrilleros que se formaron en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Por ello, no resulta extraño que las FLN, habiendo sido formadas en la segunda ciudad industrialmente más importante del país con cientos de miles de proletarios, a éstos las FLN sólo los consideraron táctica y estratégicamente importantes en una segunda instancia, a saber: cuando, implantado ya el núcleo guerrillero, éste, con su accionar político-militar de asedio a las ciudades, fuera capaz de ganar la confianza e imbuir de espíritu revolucionario a las masas proletarias.

En los hechos esta concepción del frente politico-militar dejaba de lado al proletariado urbano como clase revolucionaria fundamental o vanguardia social del proceso, relevándolo por el núcleo guerrillero en las inexpugnables regiones indígenas, lastrando así, nuevamente, los principios políticos revolucionarios.

Y queremos explicar nuevamente por qué la negación de estos principios por parte de la izquierda en México y en Latinoamérica viene de mucho tiempo atrás. En el caso concreto de México, la izquierda organizada en torno al Partido Comunista Mexicano (PCM) siempre careció de una estrategia política de poder revolucionaria; a lo sumo desarrolló desde los años veinte una política de corte tradeunionista, haciendo pasar por válido aquel axioma de los “practicistas revolucionarios” que reza: “toda lucha sindical se transforma inevitablemente en lucha política”, lo cual es cierto, pero en el sentido de que —a falta del partido revolucionario en tanto expresión política del Materialismo Histórico aplicado a la realidad concreta del capitalismo en cada país— es lucha se transforma en lucha política tradeunionista, inscrita dentro de la “pequeña política” o lucha interburguesa tal como entendiera esta expresión acertadamente Gramsci. Sin embargo, los stalinistas mejicanos autoproclamados comunistas, a esa “pequeña política” la entendían falsamente como el acto de “fundir la teoría revolucionaria con el movimiento espontaneo de las masas”. El caso más patético exhibido por el PCM en aquellos años, se puso de manifiesto cuando acató las directrices del VII Congreso de la Comiterm, en 1935, donde se proclamó la formación de los frentes populares antifascistas, engendro donde los militantes comunistas pasaron a ser la cola de la oficialista Confederación de Trabajadores de México (CTM), y esta, a la vez, cola del gobierno burgués cardenista.

Así tenemos que, desde entonces, los dirigentes políticos del proletariado latinoamericano siempre se han regido política y organizativamente bajo los principios del frentismo policlasista, nada que ver con la concepción leninista del partido clasista revolucionario de vanguardia.

En los años veinte del siglo pasado, esta concepción se expresó en Méjico a través de la formación del frente electoral  para apoyar las candidaturas de los caudillos de la revolución mexicana (Obregon, Calles, etc.). En los treinta, cambiaron de táctica, oponiendo candidato propio al general Cárdenas, del cual terminaron no obstante siendo peones en el frente sindical nacionalista. En los cuarenta volvieron a la táctica de apoyar a los candidatos oficialistas, en este caso a Miguel Alemán —llamado el cachorro de la revolución— aunque después de la represión de los ferrocarrileros, en 1948, le retiraron su apoyo. Así llegamos a los sesenta donde a raíz de la experiencia revolucionaria cubana, los frentes politico-militares liderados por la pequeña burguesía radicalizada tomaron auge, poco importaba que las FLN se hubiesen formado en la industriosa ciudad de Monterrey Nuevo León, había que ir primero a la selva a implantar el núcleo guerrillero.

b.- El núcleo guerrillero

El encadilamiento de que se vio presa la pequeña burguesía ilustrada durante los ascensos periódicos de la lucha antiimperialista, dejó una vez más en un segundo plano la dialéctica social fundamental entre burguesía y proletariado en aras de la “liberación nacional”. En la década de los años 80, ante la pasividad del proletariado, cierta intelectualidad proveniente de la izquierda burguesa, asumió el mismo antiimperialismo nacionalista pequeño burgués por un supuesto sujeto revolucionario que creyó ver en los movimientos indígenas amenazados por la voracidad del capital multinacional en acuerdo tácito con las burguesías dependientes de sus respectivos países. El fenómeno del “zapatismo” se inscribe en esta operación política completamente anacrónica, erigiéndolo como el nuevo paradigma subversivo sustituto en la consecución de un nuevo orden político económico y social, sin duda hijo espiritual del llamado “realismo mágico”, encarnado en escritores como los peruanos Ciro Alegría, César Vallejo, José María Arguedas y Manuel Scprza, el ecuatoriano Jorge Icaza, el mejicano Juan Rulfo, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el colombiano Gabriel García Marquéz, o el mismo Mario Vargas Llosa antes de hacerse discípulo rabioso del filósofo liberal Karl Poper.    

El mismo status político y la inspiración literaria se le adjudicó a los núcleos guerrilleros en las décadas de los sesenta y setenta. Estos grupos  guerrilleros fueron los catalizadores <<... de sucesivos fenómenos de masas de magnitud exitosos de composición social y dirección pequeño-burguesa, como el cerco de la ciudad por el campo de Mao Tse Tung en China, el FLN argelino, el movimiento 26 de julio en Cuba o la guerrilla del Vietcong...>> (GPM ante el intento de resucitar la IV Internacional punto 9 inciso C)

La implantación de los núcleos guerrilleros, en los hechos significaba <<El desprecio hacía la idea del proletariado como clase revolucionaria fundamental (lo cual) determinó en la practica el completo abandono del criterio de independencia política (e ideológica) de esta clase como condición necesaria para el inicio de la revolución comunista>> (ibídem, lo entre paréntesis es nuestro).

Así, la renuncia a los principios políticos y organizativos revolucionarios dieron la pauta para <<La glorificación del guerrillerismo frente populista, que desorientó, desorganizó y malgastó los esfuerzos y la vida de numerosos elementos revolucionarios del proletariado>> (ibídem).

En ese contexto la implantación del primer núcleo guerrillero en Chiapas, en 1974, por las FLN, consumió el esfuerzo de 5 años de trabajo político y organizativo. Las pequeñas redes urbanas integradas por universitarios, burócratas, campesinos y, en menor medida, obreros, existían en torno y para el núcleo guerrillero. La estrategia de poder de las FLN residía en éste conglomerado ideológica y políticamente heterogéneo, y no en la construcción de una organización política proletaria y de vanguardia.

El adiestramiento militar para la futura lucha armada —que 20 años después el Subcomandante Marcos limitó a los primeros 10 días de Enero de 1994— constituyó la prueba de fuego para medir supuestamente el nivel de las conciencias revolucionarias de todos los reclutas. El mayor estímulo para los miembros de las redes urbanas era “ganarse” una visita a alguno de los campamentos guerrilleros y sufrir sin claudicar los rigores que suponen una vida bajo esas condiciones adversas.

La reiterada apología de la experiencia cubana en textos como el del boliviano Moscoso y otros ideólogos pequeño burgueses de concepciones frente populistas, instaban a los jóvenes revolucionarios latinoamericanos a seguir <<El método de la guerrilla defendido por los cubanos (como) aplicable a todos los países subdesarrollados, aunque su forma debía variar de acuerdo con las peculiaridades de cada país. En aquellos países en que existe una gran masa campesina (e indígena) con el problema de la tierra sin resolver, las guerrillas sacaron su fuerza del campesinado (indígena). La lucha guerrillera introducirá a las masas en la acción resolviendo sus problemas agrarios con las armas en la mano, como ocurrió en Cuba, comenzando con la Sierra Maestra, pero en otros países el proletariado y la pequeña burguesía radicalizada de las ciudades proporcionara la fuerza a la guerrilla>> (ibídem, lo entre paréntesis es nuestro).

Posicionamientos políticos como el anterior, partían de un error teórico consistente en negar los principios políticos y organizativos para la formación del partido político clasista de vanguardia y los principios revolucionarios que deben ser sostenidos por este mismo partido con el objetivo de asegurar la continuidad del proceso revolucionario dentro de la necesaria discontinuidad de la lucha elemental de los explotados, regido por sus inevitables flujos y reflujos. La negación de ambos principios implicaron <<Una decidida asimilación a la estrategia estalinista del frente popular dentro de la concepción de la revolución por etapas, y en el terreno táctico militar a la teoría maoísta del cerco a la ciudad por el campo, todo ello al influjo del impacto causado por la experiencia en Cuba>> (ibídem).

Si <<En 1967 el ejercito boliviano (con la asesoría de EU) diezmó el foco guerrillero montado por el Che Guevara en la selva boliviana de Santa Cruz de la Sierra, y él mismo acabó allí su vida víctima de la misma estrategia de poder guerrillera y frente-populista que había protagonizado exitosamente en Cuba 15 años antes>> (ibídem, lo entre paréntesis es nuestro), del mismo modo en plena “Guerra Sucia” (1974), el Núcleo Guerrillero implantado en la selva de Chiapas, fue literalmente barrido por el ejercito federal mexicano cuando aún no se había dado a conocer públicamente con acciones politico-militares, esto a raíz de información obtenida por las autoridades tras el desmantelamiento de las redes urbanas en el norte y centro del país.

                A fines de la década de los setenta, con la muerte de los principales dirigentes (Cabañas, Genaro Vázquez, Cesar Yáñez, Raúl Ramos, etc.) de los núcleos guerrilleros urbanos y rurales, la amnistía a la que se acogieron la mayoría de los sobrevivientes y su integración a los partidos de izquierda institucionalizados, indujeron a las autoridades mexicanas a dar por cerrado el expediente de la subversión. En el plano internacional, la oleada de éxitos de los frentes populares politico-militares culminaron con la victoria del sandinismo en 1979. Y ya se sabe cómo acabó.

Pese a la dolorosa derrota que significo febrero de 1974 y la muerte de otros dirigentes a manos de los cuerpos represivos gubernamentales, los sobrevivientes de las FLN siguieron empeñados en volver a reimplantar el núcleo guerrillero, lo cual consiguieron en 1981, siete años después.

c.-Redes Urbanas de las FLN

Durante esos siete años (1974-1981), fueron nuevamente las redes urbanas el punto de apoyo para la reimplantación del “núcleo guerrillero”. Los dirigentes históricos sobrevivientes eran los responsables de las redes urbanas con el grado de comandantes, quienes, junto con la incorporación de una nueva generación de intelectuales pequeñoburgueses (Rafael Guillen “Marcos”, Javier Elorriaga “Vicente”) reclutados por ellos mismos, conformaban la dirección nacional de las FLN que operaba a través del Buró Político, dividido en comisiones. Si en la implantación y reimplantación del núcleo guerrillero, las redes urbanas aportaron los primeros elementos y fueron el soporte material —en 1974 y 1981— a partir de 1983 el proceso se invirtió.

Seducidos por el conocimiento del arte de la guerra y el manejo de diferentes armas de fuego impartido por los comandantes y subcomandantes citadinos (de la ciudad), los indígenas más jóvenes de la región de las cañadas y de la selva —sitio de reimplantación del núcleo guerrillero— iniciaron su formación como cuadros politico-militares. Cuando empezaron a bajar de las montañas a los valles después de semanas y meses de adoctrinamiento político-militar y a platicar lo nuevo e importante de los conocimientos adquiridos, las comunidades indígenas imbuidas de ese entusiasmo que generaba la perspectiva de recuperar lo que ancestralmente les pertenecía, dispusieron que se suministrara alimentos, hombres y mujeres como reclutas al “núcleo guerrillero” en ciernes.

A partir de la segunda mitad de los años ochenta, los pueblos indígenas se hicieron cargo por cuenta propia del sostenimiento y desarrollo de su ejército, o sea, del EZLN. El rápido crecimiento cuantitativo y cualitativo que se alcanzaba en las cañadas y la selva, pronto contrastó con el lento desarrollo de las FLN en las ciudades y en otras regiones rurales del país. Surgió así ante la Dirección Nacional de las FLN, el problema de homologar el crecimiento de las redes urbanas y de otras regiones indígenas con el que se lograba en la selva. Para tal efecto, desde 1985 los primeros y más capacitados cuadros político-militares indígenas, iniciaron un éxodo de la selva a las ciudades y a las regiones indígenas de los estados (departamentos) de Oaxaca, Veracruz y Puebla; el propósito era simultanear el crecimiento y desarrollo de las FLN en Chiapas, con el resto del país; como consecuencia de esto, en las redes urbanas se vio la presencia masiva de comisarios políticos indígenas. Y aquí es donde afloraron los prejuicios subjetivos, sobre todo del mestizo de las ciudades, que los llevó a confiar poco en aceptar actuar bajo las ordenes de un indígena que no sabe ni hablar bien el español.

Este tipo de prejuicios, aunados a condiciones objetivas de mayor peso, por ejemplo: las condiciones materiales de existencia y las perspectivas de bienestar personal y familiar generadas a partir de ilusiones en un futuro mejor entre los asalariados de las ciudades arrojó, como resultado que éstos comisarios políticos indígenas reclutaran centenares de pueblos enteros en sus regiones de origen como bases de apoyo del EZLN. Pero ese método de reclutamiento utilizado por ellos se ha tornado políticamente ineficaz. Para fines de 1992, quedó claro que si en otras regiones indígenas de los estados de Oaxaca, Veracruz y Puebla, no se podía simultanear el desarrollo y crecimiento de nuevos contingentes de revolucionarios menos aún en las grandes ciudades, donde la fuerza política y militar de las FLN y de su brazo armado el EZLN, se reducía a dos regiones en el estado de Chiapas.

d.- Formación del EZLN

Para 1983, año en que se declara formalmente creado el EZLN, era evidente la derrota en el plano táctico y estratégico de los núcleos guerrilleros urbanos y rurales que proliferaron en la mayoría de los países de Latinoamérica (México, Uruguay, Argentina, Venezuela, Brasil, etc.) y en el resto de los países, sobre todo en Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Colombia, donde las posibilidades de victoria militar sobre los ejércitos burgueses eran cada vez más remotas.

La repetición del experimento cubano se tornó inviable en el resto de las naciones del continente, porque no contaban con las condiciones insulares de Cuba que influyeron para obstaculizar la intervención norteamericana directa e indirectamente a través de la financiación y asesoría de la contrarrevolución interna, teniendo en cuenta, también, que la crisis terminal del “socialismo real” en la URSS, fracturaba la bipolaridad del conflicto geoestrategico este-oeste, donde estos frentes politico-militares centroamericanos se consideraban a sí mismos como piezas del ajedrez político movidos por la URSS.

Para escapar a esta incuestionable realidad, los dirigentes de las FLN —que desde siempre se reclamaron como marxistas revolucionarios— pretendieron hacerlo, desde 1983, no ya con la formación de una guerrilla típica, sino con la creación de un ejercito regular en toda la línea, con la integración de los diferentes cuerpos que lo componen. Así se llegó a decir que el EZLN contaba con cuerpos de infantería, caballería, artillería, comandos especiales, de sanidad, etc. Para los dirigentes de las FLN, la supuesta integración de un ejército con estas características, pretendidamente salvaba cualquier situación adversa que la realidad presentará. De esa forma las FLN se deslizaban por una vertiente en extremo militarista como única forma de lucha.

Durante los primeros años posteriores a 1983 y hasta 1993, la formación política e ideológica se daba formalmente sobre la base del “estudio de los clásicos”.  De ese modo, los primeros indígenas que se alistaron en las FLN primero, y en el EZLN posteriormente, adquirieron un incipiente conocimiento perverso o deformado del Materialismo Histórico. Algunos de estos primeros cuadros indígenas politico-militares eran diáconos o catequistas pertenecientes a la diócesis de San Cristóbal de las Casas, los mismos que, influenciados por una mezcla ideológica de la Teología de la Liberación con marxismo “esópico” o simplificado, habían logrado establecer en algunos pueblos indígenas, cooperativas de consumo y de producción, talleres artesanales, casas de salud, etc. En parte, de ahí partía el reclamo de Samuel Ruiz obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas al Subcomandante Marcos diciendo; “Él (marcos) encontró el caballo ensillado (los pueblos organizados) para subirse y cabalgar cómodamente”. En cierta forma, el viejo obispo tenia razón, sólo que, si dejamos de lado los pequeños programas asistenciales gestionados por la diócesis, con recursos de asociaciones filantrópicas cristianas preferentemente extranjeras, a través, por ejemplo, del “Desarrollo Económico y Social del México Indígena” (DESMIE A.C.), de sus centros de derechos humanos y defensorías legales para que los pueblos indígenas hicieran oír sus quejas y reclamos, la diócesis no tenía más que ofrecer.

En cambio, los cuadros indígenas político-militares —incluso los diáconos indígenas en sus tareas de reclutamiento— empezaron a hacer propaganda recurriendo a la apología de la violencia revolucionaria, como única opción para que los pueblos indígenas recuperaran lo que ancestralmente les pertenecía: las vastas riquezas de los territorios indígenas usurpadas por finqueros, ladinos, y burócratas gubernamentales. Así, el tristemente aforismo de Mao Tse Tung “el poder (para recuperar lo nuestro) nace de al boca de los fusiles”, nunca fue tan efectivo para las políticas de reclutamiento de comunidades indígenas enteras azuzando su impaciencia.

El éxito de las políticas de reclutamiento en los territorios indígenas de las cañadas y la selva, rebasó con mucho las mejores expectativas de los dirigentes de las FLN; tanto, que ya para 1992 se contaban por cientos las comunidades que habían adquirido el status de bases de apoyo y por miles los insurgentes y milicianos del EZLN.

“También de éxito se puede morir” declaró en alguna ocasión el socialdemócrata español Felipe González; le asistía la razón. Durante el bienio 1992-93, a los jefes politico-militares encabezados por el Subcomandante Marcos les resultaba cada vez más complicado contener los ánimos guerreros de tzeltales, tzotziles, tojolobales y choles, ánimos que ellos incentivaron irresponsablemente, ¿Porqué? Porque no existían posibilidades reales de que la insurrección se extendiera a otras regiones indígenas o fuera secundada por otros sectores subalternos en las ciudades. De este modo, en menos de diez días de combate, militarmente los resultados fueron desastrosos en las filas del EZLN; mas de 200 insurgentes muertos, entre ellos algunos de los mas destacados jefes politico-militares indígenas; por ello, la comandancia general del EZLN agarró de bote pronto el cese al fuego que le lanzó el gobierno mexicano, aunque obviamente el Subcomandante Marcos, 10 años después, siga insistiendo que ellos tomaron el cese al fuego porque así lo exigió la “sociedad civil” en las marchas de enero de 1994. Más creíbles resultaron las palabras —y eso es mucho decir— del socialdemócrata mexicano Porfirio Muñoz Ledo —ex perredista—, que en una apreciación contraria a la del Subcomandante Marcos, expresaba: “la sociedad mexicana y en concreto el PRD, se movilizaron para parar el inminente riesgo de que se provocara un baño de sangre en las comunidades zapatistas;  y con sorna concluía: “Marcos nos debe el hecho (la vida) de que siga enviando comunicados”.

e.-1993: año decisivo, se impone la concepción militarista.

Ante los magros resultados obtenidos en las tareas de reclutamiento en otras regiones indígenas de Oaxaca, Veracruz y Puebla y entre las clases y sectores sociales de las ciudades del centro y norte del país por los comisarios políticos indígenas enviados ex profeso para esos trabajos, la Comandancia General advertía al Buró Político sobre la creciente impaciencia que mostraban algunas comunidades “para ir a la guerra”, alegando que si el inicio de la rebelión se tornaba indefinido, tomarían acuerdo para considerar seriamente su desincorporación de las filas del EZLN; al final, instaba al Buró Político “a echarle mas ganas, a ponerle huevos”, como si para hacer la revolución bastara con eso.

Si por parte de algunas comunidades existió la amenaza de abandonar las filas del EZLN — según la Comandancia General— “porque ya nos tardamos mucho en ir a la guerra”, en contrapartida los que sí abandonaron las filas de las FLN, por el motivo contrario, o sea, por la inminencia de la rebelión indígena, fueron muchos miembros de las redes urbanas y rurales de las regiones del centro y norte de México.

Bajo esas circunstancias, desde semanas antes de que concluyera el año de 1992, el Subcomandante Marcos recorrió personalmente las comunidades de las cañadas y de la selva; la causa de este recorrido tenía como objetivo “amarrar” la aprobación del inicio de la rebelión, sin precisar fecha exacta, durante el transcurso de 1993, según el mismo subcomandante marcos reconoció en la reunión donde se aprobó la rebelión indígena, la cual se llevó a cabo en la comunidad de El Prado, en Enero de 1993. Allí el Subcomandante Marcos dijo: “nosotros nos hemos preparado para que las propuestas nuestras que se presenten aquí sean aprobadas”. (Ver “Nupi” nuestra revista interna de Marzo-Abril de 1993.)

La reunión en El Prado, tuvo rango de Congreso de las FLN; a él acudieron el número de delegados que correspondía —de acuerdo con la convocatoria—, a las redes urbanas y rurales del centro y norte del país, a la cabeza de los cuales aparecía el comandante Rodrigo, uno de los dirigentes históricos e ideólogo de las FLN en las ciudades. Esta delegación era minoritaria con respecto a la delegación que representaba a las comunidades indígenas, entre las cuales el Subcomandante Marcos había consensuado para aprobar la rebelión.

En síntesis, el Congreso de las FLN en la comunidad de El Prado, tenía dos objetivos:

1)       La aprobación de la insurrección y,

2)       Una restauración a fondo de las FLN, acorde con la nueva situación creada (una aplastante mayoría indígena).

En los hechos, esta reestructuración significaba que, con la aprobación de la insurrección, el centro de las decisiones más importantes pasaba del Buró Político a la comandancia general del EZLN. A partir de ese momento, las FLN, en los hechos, dejaron de existir y sus dirigentes históricos  fueron desplazados a un segundo plano; el mismo comandante Germán —numero 1 dentro de la estructura de las FLN—, pese a que se le preservó su grado de comandante, en la realidad había quedado por debajo del Subcomandante Marcos.

Durante el transcurso de los trabajos en El Prado, como era obvio, el punto que mayor discusión y encono generó, fue la aprobación de la rebelión durante el transcurso de 1993. El comandante Rodrigo —representando una minoría urbana— exigía el aplazamiento indefinido de la insurrección, por considerarla políticamente prematura si se consideraban otros factores importantes: políticos, económicos, y organizativos, fuera de los territorios zapatistas. Y militarmente irresponsable, porque no se aseguraba la simultaneidad de la rebelión en otros puntos del país.

Con la aprobación de la insurrección, el comandante Rodrigo se retiró de los trabajos del Congreso, derrotado por el Subcomandante Marcos, y la mayoría indígena renunció a su grado de comandante. Poco tiempo después, su renuncia fue secundada por otros dirigentes de las redes urbanas, algunos de ellos ex miembros del Buró Político que trabajaron durante años muy cerca de él y que por lo mismo mantenían coincidencias politico-ideologicas.

Después de la escisión de Enero de 1993, decayó aún más el trabajo fuera del área de influencia zapatista. En Chiapas, los comisarios políticos indígenas que habían intentado levantar el trabajo político durante más de seis años en otras partes del país, quedaron mas aislados y dispersos. Resultaba claro que la insurrección estaría circunscrita a la región de las cañadas y de la selva.

A partir del Congreso en El Prado, se incrementaron los rumores de una “revuelta de la indiada”, al mismo tiempo que los mandos del ejercito federal en Chiapas negaban reiteradamente —ante la insistencia de los medios de comunicación— tales rumores; no obstante, se intensificaron las incursiones y patrullajes de las tropas gubernamentales. Lo inevitable se dio a finales de Mayo, al chocar por primera vez —y entablar combate— tropas del ejercito federal contra insurgentes zapatistas en la Sierra de Corralchen; el resultado: varios muertos de ambos lados. Aún así, las autoridades siguieron negando la inminente insurrección indígena. Tuvieron que pasar ocho meses más, para que aceptaran lo que ya no daba lugar a ninguna duda: la rebelión indígena había estallado la madrugada del 1 de enero de 1994.

f.-La Primera Declaración de la Selva Lacandona

Es este documento leído por el comandante indígena Felipe desde el balcón del Palacio Municipal de San Cristóbal de las Casas, el 1 de Enero de 1994, al que menos se refieren los intelectuales prozapatistas en América Latina y Europa ¿Porqué? Porque, escrito con meses de anticipación al 1 de Enero, el discurso de la Primera Declaración de la Selva Lacandona recurre a la retórica tradicional, a la manera en que los frentes politico-militares de los años cincuenta y sesenta planteaban el por qué de su lucha y los objetivos de la misma, y ello no le hace ninguna gracia a estos intelectuales pequeñoburgueses. Partidarios, en su momento, del programa nacional populista y antiimperialista —del reformismo armado contenido en la primera Declaración de la Selva Lacandona— para 1994 estaba en franca debacle sin inspirar ya el fervor y entusiasmo revolucionario de 30 años atrás. La Primera Declaración iniciaba con: <<¡Hoy decimos basta! Nosotros, los pueblos indios de México, somos el producto de 500 años de resistencia, primero en contra del conquistador español, después contra la ambición norteamericana que mutiló nuestro territorio, contra la invasión francesa y la voracidad imperialista.....somos los continuadores de la lucha de Cuauhtemoc, Hidalgo, Morelos, Juárez, Villa y Zapata>>

En el párrafo anterior, se aprecia con claridad el discurso de lo que se reclama a sí mismo como “marxismo” latinoamericano y que, posteriormente, el Subcomandante Marcos ha metamorfoseado con alegorías, metáforas y leyendas tomadas del Popul Vuh, para interpretar la realidad que presenta el capitalismo tardío, causando furor entre sus incondicionales partidarios.

Más adelante la Primera  Declaración sigue diciendo: << Llamamos a los poderes legislativo y judicial a restablecer la legalidad deponiendo al usurpador>>

Se refería a Salinas de Gortari —electo presidente de la república en 1988 mediante un gran fraude electoral— mas sin embargo, como presidente en funciones ejerció discrecionalmente un cargo predominando abrumadoramente sobre los poderes legislativo y judicial; de ahí que resultara políticamente infantil apelar a estos poderes para que lo depusieran. En caso contrario: <<El Ejercito Zapatista de Liberación Nacional marchará sobre la ciudad de México, liberando zonas, donde nombrara autoridades y ejercerá juicios sumarios sobre los represores del pueblo>>>

Prueba de que el Subcomandante Marcos no se tomaba en serio los propósitos contenidos en la primera declaración, residió en que a la pregunta de los reporteros sobre lo que haría antes de entrar a la ciudad de México, irónico, fiel a su estilo, contesto: “vamos a detenernos a comer quesadillas en tres Marías” (punto en la carretera de la ciudad de México a Cuernavaca, donde se localiza una serie de restaurantes).

En efecto, en vez de marchar sobre la ciudad de México, el Subcomandante Marcos ordenó a sus tropas que se replegaran a lo más recóndito de las cañadas y de la selva, donde permanecen después de más de once años como una fuerza militar más simbólica que real.

La primera Declaración de la Selva Lacandona, es pues, el primero y el último documento del EZLN donde se proclama una “revolución socialista a la latinoamericana”. Lo que ha seguido después, es la moda mediática en franco proceso de desgaste de un indigenismo utópico, tolerable y visto con buenos ojos desde el poder. Se puede decir, con justicia, que éste indigenismo utópico es otra de las “aportaciones “atribuibles al realismo mágico del  “marxismo latinoamericano”.

3.- Conclusión

No se debe dejar de mencionar que las causas que determinaron la insurrección indígena son de carácter económico, y que el área de influencia social del zapatismo era y sigue siendo la que presenta mayores índices de marginación social. Con una estructura de producción predominantemente colectiva y de autoconsumo en la mayoría de las comunidades, no hay lugar para la acumulación de excedentes que se expresen en una cada vez más marcada diferenciación social intracomunitaria; pero tampoco permite el avance hacia el socialismo luchando contra las estructuras de producción mercantil simple y capitalista bajo la dirección del proletariado industrial. Y todo parece indicar que los partidarios del indigenismo utópico pretenden “eternizar” sus propias condiciones de marginalidad y pobreza, resistiéndose, por un lado, a pasar por las “horcas caudinas” del intercambio mercantil simple y las relaciones netamente capitalistas, porque eso significaría diluir sus formas del vida comunitarias en el individualismo burgués explotador. Pero, por otro lado, también se resisten a fundir políticamente su tradicional estructura de producción comunitaria de tipo agraria y carácter social campesino, con la estructura de producción socialista de tipo industrial y carácter social proletario, para encarar la lucha simultánea contra la producción mercantil simple y el capitalismo. Su temor al “socialismo” burocrático —tan fresca como conservan en su conciencia la experiencia ajena del stalinismo— es lo que les induce a mantenerse fuera de la historia, lo que les impide comprometerse políticamente con el polo proletario de la dialéctica social real actual. Y es precisamente ese indigenismo filosófico y político pequeñoburgués representado por el EZLN como encarnación de ese miedo irracional a comprometerse con la historia, lo que se interpone entre las bases sociales comunitarias campesinas y la racionalidad revolucionaria del proyecto comunista como encarnación de las leyes del desarrollo social, sin poder evitar que, dentro de las estructuras comunitarias sigan actuando los elementos deletéreos de la producción mercantil simple en dirección a la instauración del capitalismo en pequeña escala, que es el todavía inconfesado secreto político que explica la presencia en calidad de dirección política de sujetos objetivamente contrarrevolucionarios como el Subcomandante Marcos.

En efecto, en la sexta Declaración de la Selva Lacandona publicada a principio de Julio de este año (2005), después de hacer un largo recuento de los logros obtenidos, el Subcomandante Marcos acaba reconociendo que todo eso no basta, no es suficiente. ¿Por qué?

1)       Porque las condiciones materiales de existencia de las comunidades indígenas siguen siendo de pobreza extrema;

2)       porque las riquezas naturales de los territorios indígenas zapatistas no se pueden extraer ni procesar con las uñas;

3)       porque se requiere de poderosísimos medios de producción, hoy propiedad privada de la burguesía para explotar las “vastas riquezas naturales indígenas”.

La “prisa” que tenían los pueblos indígenas por “ir a la guerra en 1992” obedecía a motivaciones de carácter económico por recuperar lo que ancestralmente les pertenecía, era suyo, y que el Subcomandante Marcos y los demás dirigentes les prometieron que solo podía volver a ser de ellos recuperándolos a través de la vía armada.

Una confirmación de lo anterior se registra en el extenso documento que el Subcomandante Marcos escribió a inicios de los años noventa del siglo pasado con el título de: “El Sureste en dos vientos, una tormenta y una profecía”. En la primera parte de dicho documento, se enfatiza sobre la riqueza del Estado de Chiapas, saqueada y disfrutada por otros; y en la segunda parte, por medio de alegorías, metáforas y leyendas sacadas del Popul Vuh intencionadamente se concluye que en  el sureste (Chiapas) el viento de arriba (los poderosos) chocará con el viento de abajo (los desposeídos), que esto provocará una tormenta (la guerra para la que se preparaban) y que la profecía se cumplirá con la victoria del viento de abajo, o sea, los indígenas, que así podrán disponer (autonómicamente) de lo que les es propio por derechos ancestrales.

No es extraño pues, que dentro del cúmulo de demandas y exigencias contra la discriminación, el derecho a ser diferente, el respeto a las tradiciones indígenas, etc. Destaque y haya sido puesta de facto y ejercida la autonomía de los territorios zapatistas, ¿porqué? Porque habría que poner en claro a quienes benefician en mayor medida —política y económicamente— la concreción de las tendencias autonómicas. Por lo pronto, en un estudio de Aracely Burguette Cal y Mayor sobre la autonomía regional de los altos de Chiapas señala:

<<En la actualidad (1998) en la mayoría de los municipios indígenas las diferencias de clase comenzaron a irrumpir en el tejido social fracturando de manera decidida la otrora comunidad indígena homogénea (que los indigenistas insisten en querer seguir viendo y preservando) si es que alguna vez existió>> (Revista Convergencia Socialista Julio-Agosto de 1998, lo entre paréntesis es nuestro).

La autora de la cita anterior en el mismo documento sigue diciendo:

<<Estas diferencias económicas se profundizan día con día y han reconfigurado las relaciones intraetnicas, generando modificaciones sustanciales en la organización social y política de los parajes y municipios>>

Aunque este párrafo se refiere a la región de los altos de Chiapas, no existe razón válida —pese a que los indigenistas utópicos se opongan férreamente a ello— para circunscribir el fenómeno del surgimiento de esa pequeña burguesía indígena sólo en esta región.

En lo que si no hay lugar a objeciones es en la:

<<Importancia de esta emergente pequeña burguesía indígena en el proceso de configuración de las tendencias autonómicas, es de que éstos (los pequeños burgueses indígenas) han sido la punta de lanza de este proceso y son los que han tenido la fuerza (política) y el capital (el poder económico) suficiente para desplazar a los ladinos (mestizos) de todo lo que antes ésos tenían y que, ahora, esta pequeña elite indígena tiene bajo su control y dominio>> (ibídem, lo entre paréntesis es nuestro).

Quedan pocas dudas pues, sobre cuales han sido las motivaciones y la prisa de; TZELTALES, TZOTZILES, TOJOLOBALES Y CHOLES, “por ír a la guerra” y para quienes trabajan en última instancia objetivamente todos los militantes e intelectuales indigenistas.

agosto 2005

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