3.- Conclusión

No se debe dejar de mencionar que las causas que determinaron la insurrección indígena son de carácter económico, y que el área de influencia social del zapatismo era y sigue siendo la que presenta mayores índices de marginación social. Con una estructura de producción predominantemente colectiva y de autoconsumo en la mayoría de las comunidades, no hay lugar para la acumulación de excedentes que se expresen en una cada vez más marcada diferenciación social intracomunitaria; pero tampoco permite el avance hacia el socialismo luchando contra las estructuras de producción mercantil simple y capitalista bajo la dirección del proletariado industrial. Y todo parece indicar que los partidarios del indigenismo utópico pretenden “eternizar” sus propias condiciones de marginalidad y pobreza, resistiéndose, por un lado, a pasar por las “horcas caudinas” del intercambio mercantil simple y las relaciones netamente capitalistas, porque eso significaría diluir sus formas del vida comunitarias en el individualismo burgués explotador. Pero, por otro lado, también se resisten a fundir políticamente su tradicional estructura de producción comunitaria de tipo agraria y carácter social campesino, con la estructura de producción socialista de tipo industrial y carácter social proletario, para encarar la lucha simultánea contra la producción mercantil simple y el capitalismo. Su temor al “socialismo” burocrático —tan fresca como conservan en su conciencia la experiencia ajena del stalinismo— es lo que les induce a mantenerse fuera de la historia, lo que les impide comprometerse políticamente con el polo proletario de la dialéctica social real actual. Y es precisamente ese indigenismo filosófico y político pequeñoburgués representado por el EZLN como encarnación de ese miedo irracional a comprometerse con la historia, lo que se interpone entre las bases sociales comunitarias campesinas y la racionalidad revolucionaria del proyecto comunista como encarnación de las leyes del desarrollo social, sin poder evitar que, dentro de las estructuras comunitarias sigan actuando los elementos deletéreos de la producción mercantil simple en dirección a la instauración del capitalismo en pequeña escala, que es el todavía inconfesado secreto político que explica la presencia en calidad de dirección política de sujetos objetivamente contrarrevolucionarios como el Subcomandante Marcos.

En efecto, en la sexta Declaración de la Selva Lacandona publicada a principio de Julio de este año (2005), después de hacer un largo recuento de los logros obtenidos, el Subcomandante Marcos acaba reconociendo que todo eso no basta, no es suficiente. ¿Por qué?

1)       Porque las condiciones materiales de existencia de las comunidades indígenas siguen siendo de pobreza extrema;

2)       porque las riquezas naturales de los territorios indígenas zapatistas no se pueden extraer ni procesar con las uñas;

3)       porque se requiere de poderosísimos medios de producción, hoy propiedad privada de la burguesía para explotar las “vastas riquezas naturales indígenas”.

La “prisa” que tenían los pueblos indígenas por “ir a la guerra en 1992” obedecía a motivaciones de carácter económico por recuperar lo que ancestralmente les pertenecía, era suyo, y que el Subcomandante Marcos y los demás dirigentes les prometieron que solo podía volver a ser de ellos recuperándolos a través de la vía armada.

Una confirmación de lo anterior se registra en el extenso documento que el Subcomandante Marcos escribió a inicios de los años noventa del siglo pasado con el título de: “El Sureste en dos vientos, una tormenta y una profecía”. En la primera parte de dicho documento, se enfatiza sobre la riqueza del Estado de Chiapas, saqueada y disfrutada por otros; y en la segunda parte, por medio de alegorías, metáforas y leyendas sacadas del Popul Vuh intencionadamente se concluye que en  el sureste (Chiapas) el viento de arriba (los poderosos) chocará con el viento de abajo (los desposeídos), que esto provocará una tormenta (la guerra para la que se preparaban) y que la profecía se cumplirá con la victoria del viento de abajo, o sea, los indígenas, que así podrán disponer (autonómicamente) de lo que les es propio por derechos ancestrales.

No es extraño pues, que dentro del cúmulo de demandas y exigencias contra la discriminación, el derecho a ser diferente, el respeto a las tradiciones indígenas, etc. Destaque y haya sido puesta de facto y ejercida la autonomía de los territorios zapatistas, ¿porqué? Porque habría que poner en claro a quienes benefician en mayor medida —política y económicamente— la concreción de las tendencias autonómicas. Por lo pronto, en un estudio de Aracely Burguette Cal y Mayor sobre la autonomía regional de los altos de Chiapas señala:

<<En la actualidad (1998) en la mayoría de los municipios indígenas las diferencias de clase comenzaron a irrumpir en el tejido social fracturando de manera decidida la otrora comunidad indígena homogénea (que los indigenistas insisten en querer seguir viendo y preservando) si es que alguna vez existió>> (Revista Convergencia Socialista Julio-Agosto de 1998, lo entre paréntesis es nuestro).

La autora de la cita anterior en el mismo documento sigue diciendo:

<<Estas diferencias económicas se profundizan día con día y han reconfigurado las relaciones intraetnicas, generando modificaciones sustanciales en la organización social y política de los parajes y municipios>>

Aunque este párrafo se refiere a la región de los altos de Chiapas, no existe razón válida —pese a que los indigenistas utópicos se opongan férreamente a ello— para circunscribir el fenómeno del surgimiento de esa pequeña burguesía indígena sólo en esta región.

En lo que si no hay lugar a objeciones es en la:

<<Importancia de esta emergente pequeña burguesía indígena en el proceso de configuración de las tendencias autonómicas, es de que éstos (los pequeños burgueses indígenas) han sido la punta de lanza de este proceso y son los que han tenido la fuerza (política) y el capital (el poder económico) suficiente para desplazar a los ladinos (mestizos) de todo lo que antes ésos tenían y que, ahora, esta pequeña elite indígena tiene bajo su control y dominio>> (ibídem, lo entre paréntesis es nuestro).

Quedan pocas dudas pues, sobre cuales han sido las motivaciones y la prisa de; TZELTALES, TZOTZILES, TOJOLOBALES Y CHOLES, “por ír a la guerra” y para quienes trabajan en última instancia objetivamente todos los militantes e intelectuales indigenistas.

 

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