c.-Redes Urbanas de las FLN

Durante esos siete años (1974-1981), fueron nuevamente las redes urbanas el punto de apoyo para la reimplantación del “núcleo guerrillero”. Los dirigentes históricos sobrevivientes eran los responsables de las redes urbanas con el grado de comandantes, quienes, junto con la incorporación de una nueva generación de intelectuales pequeñoburgueses (Rafael Guillen “Marcos”, Javier Elorriaga “Vicente”) reclutados por ellos mismos, conformaban la dirección nacional de las FLN que operaba a través del Buró Político, dividido en comisiones. Si en la implantación y reimplantación del núcleo guerrillero, las redes urbanas aportaron los primeros elementos y fueron el soporte material —en 1974 y 1981— a partir de 1983 el proceso se invirtió.

Seducidos por el conocimiento del arte de la guerra y el manejo de diferentes armas de fuego impartido por los comandantes y subcomandantes citadinos (de la ciudad), los indígenas más jóvenes de la región de las cañadas y de la selva —sitio de reimplantación del núcleo guerrillero— iniciaron su formación como cuadros politico-militares. Cuando empezaron a bajar de las montañas a los valles después de semanas y meses de adoctrinamiento político-militar y a platicar lo nuevo e importante de los conocimientos adquiridos, las comunidades indígenas imbuidas de ese entusiasmo que generaba la perspectiva de recuperar lo que ancestralmente les pertenecía, dispusieron que se suministrara alimentos, hombres y mujeres como reclutas al “núcleo guerrillero” en ciernes.

A partir de la segunda mitad de los años ochenta, los pueblos indígenas se hicieron cargo por cuenta propia del sostenimiento y desarrollo de su ejército, o sea, del EZLN. El rápido crecimiento cuantitativo y cualitativo que se alcanzaba en las cañadas y la selva, pronto contrastó con el lento desarrollo de las FLN en las ciudades y en otras regiones rurales del país. Surgió así ante la Dirección Nacional de las FLN, el problema de homologar el crecimiento de las redes urbanas y de otras regiones indígenas con el que se lograba en la selva. Para tal efecto, desde 1985 los primeros y más capacitados cuadros político-militares indígenas, iniciaron un éxodo de la selva a las ciudades y a las regiones indígenas de los estados (departamentos) de Oaxaca, Veracruz y Puebla; el propósito era simultanear el crecimiento y desarrollo de las FLN en Chiapas, con el resto del país; como consecuencia de esto, en las redes urbanas se vio la presencia masiva de comisarios políticos indígenas. Y aquí es donde afloraron los prejuicios subjetivos, sobre todo del mestizo de las ciudades, que los llevó a confiar poco en aceptar actuar bajo las ordenes de un indígena que no sabe ni hablar bien el español.

Este tipo de prejuicios, aunados a condiciones objetivas de mayor peso, por ejemplo: las condiciones materiales de existencia y las perspectivas de bienestar personal y familiar generadas a partir de ilusiones en un futuro mejor entre los asalariados de las ciudades arrojó, como resultado que éstos comisarios políticos indígenas reclutaran centenares de pueblos enteros en sus regiones de origen como bases de apoyo del EZLN. Pero ese método de reclutamiento utilizado por ellos se ha tornado políticamente ineficaz. Para fines de 1992, quedó claro que si en otras regiones indígenas de los estados de Oaxaca, Veracruz y Puebla, no se podía simultanear el desarrollo y crecimiento de nuevos contingentes de revolucionarios menos aún en las grandes ciudades, donde la fuerza política y militar de las FLN y de su brazo armado el EZLN, se reducía a dos regiones en el estado de Chiapas.

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