b.- El núcleo guerrillero

El encadilamiento de que se vio presa la pequeña burguesía ilustrada durante los ascensos periódicos de la lucha antiimperialista, dejó una vez más en un segundo plano la dialéctica social fundamental entre burguesía y proletariado en aras de la “liberación nacional”. En la década de los años 80, ante la pasividad del proletariado, cierta intelectualidad proveniente de la izquierda burguesa, asumió el mismo antiimperialismo nacionalista pequeño burgués por un supuesto sujeto revolucionario que creyó ver en los movimientos indígenas amenazados por la voracidad del capital multinacional en acuerdo tácito con las burguesías dependientes de sus respectivos países. El fenómeno del “zapatismo” se inscribe en esta operación política completamente anacrónica, erigiéndolo como el nuevo paradigma subversivo sustituto en la consecución de un nuevo orden político económico y social, sin duda hijo espiritual del llamado “realismo mágico”, encarnado en escritores como los peruanos Ciro Alegría, César Vallejo, José María Arguedas y Manuel Scprza, el ecuatoriano Jorge Icaza, el mejicano Juan Rulfo, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el colombiano Gabriel García Marquéz, o el mismo Mario Vargas Llosa antes de hacerse discípulo rabioso del filósofo liberal Karl Poper.    

El mismo status político y la inspiración literaria se le adjudicó a los núcleos guerrilleros en las décadas de los sesenta y setenta. Estos grupos  guerrilleros fueron los catalizadores <<... de sucesivos fenómenos de masas de magnitud exitosos de composición social y dirección pequeño-burguesa, como el cerco de la ciudad por el campo de Mao Tse Tung en China, el FLN argelino, el movimiento 26 de julio en Cuba o la guerrilla del Vietcong...>> (GPM ante el intento de resucitar la IV Internacional punto 9 inciso C)

La implantación de los núcleos guerrilleros, en los hechos significaba <<El desprecio hacía la idea del proletariado como clase revolucionaria fundamental (lo cual) determinó en la practica el completo abandono del criterio de independencia política (e ideológica) de esta clase como condición necesaria para el inicio de la revolución comunista>> (ibídem, lo entre paréntesis es nuestro).

Así, la renuncia a los principios políticos y organizativos revolucionarios dieron la pauta para <<La glorificación del guerrillerismo frente populista, que desorientó, desorganizó y malgastó los esfuerzos y la vida de numerosos elementos revolucionarios del proletariado>> (ibídem).

En ese contexto la implantación del primer núcleo guerrillero en Chiapas, en 1974, por las FLN, consumió el esfuerzo de 5 años de trabajo político y organizativo. Las pequeñas redes urbanas integradas por universitarios, burócratas, campesinos y, en menor medida, obreros, existían en torno y para el núcleo guerrillero. La estrategia de poder de las FLN residía en éste conglomerado ideológica y políticamente heterogéneo, y no en la construcción de una organización política proletaria y de vanguardia.

El adiestramiento militar para la futura lucha armada —que 20 años después el Subcomandante Marcos limitó a los primeros 10 días de Enero de 1994— constituyó la prueba de fuego para medir supuestamente el nivel de las conciencias revolucionarias de todos los reclutas. El mayor estímulo para los miembros de las redes urbanas era “ganarse” una visita a alguno de los campamentos guerrilleros y sufrir sin claudicar los rigores que suponen una vida bajo esas condiciones adversas.

La reiterada apología de la experiencia cubana en textos como el del boliviano Moscoso y otros ideólogos pequeño burgueses de concepciones frente populistas, instaban a los jóvenes revolucionarios latinoamericanos a seguir <<El método de la guerrilla defendido por los cubanos (como) aplicable a todos los países subdesarrollados, aunque su forma debía variar de acuerdo con las peculiaridades de cada país. En aquellos países en que existe una gran masa campesina (e indígena) con el problema de la tierra sin resolver, las guerrillas sacaron su fuerza del campesinado (indígena). La lucha guerrillera introducirá a las masas en la acción resolviendo sus problemas agrarios con las armas en la mano, como ocurrió en Cuba, comenzando con la Sierra Maestra, pero en otros países el proletariado y la pequeña burguesía radicalizada de las ciudades proporcionara la fuerza a la guerrilla>> (ibídem, lo entre paréntesis es nuestro).

Posicionamientos políticos como el anterior, partían de un error teórico consistente en negar los principios políticos y organizativos para la formación del partido político clasista de vanguardia y los principios revolucionarios que deben ser sostenidos por este mismo partido con el objetivo de asegurar la continuidad del proceso revolucionario dentro de la necesaria discontinuidad de la lucha elemental de los explotados, regido por sus inevitables flujos y reflujos. La negación de ambos principios implicaron <<Una decidida asimilación a la estrategia estalinista del frente popular dentro de la concepción de la revolución por etapas, y en el terreno táctico militar a la teoría maoísta del cerco a la ciudad por el campo, todo ello al influjo del impacto causado por la experiencia en Cuba>> (ibídem).

Si <<En 1967 el ejercito boliviano (con la asesoría de EU) diezmó el foco guerrillero montado por el Che Guevara en la selva boliviana de Santa Cruz de la Sierra, y él mismo acabó allí su vida víctima de la misma estrategia de poder guerrillera y frente-populista que había protagonizado exitosamente en Cuba 15 años antes>> (ibídem, lo entre paréntesis es nuestro), del mismo modo en plena “Guerra Sucia” (1974), el Núcleo Guerrillero implantado en la selva de Chiapas, fue literalmente barrido por el ejercito federal mexicano cuando aún no se había dado a conocer públicamente con acciones politico-militares, esto a raíz de información obtenida por las autoridades tras el desmantelamiento de las redes urbanas en el norte y centro del país.

                A fines de la década de los setenta, con la muerte de los principales dirigentes (Cabañas, Genaro Vázquez, Cesar Yáñez, Raúl Ramos, etc.) de los núcleos guerrilleros urbanos y rurales, la amnistía a la que se acogieron la mayoría de los sobrevivientes y su integración a los partidos de izquierda institucionalizados, indujeron a las autoridades mexicanas a dar por cerrado el expediente de la subversión. En el plano internacional, la oleada de éxitos de los frentes populares politico-militares culminaron con la victoria del sandinismo en 1979. Y ya se sabe cómo acabó.

Pese a la dolorosa derrota que significo febrero de 1974 y la muerte de otros dirigentes a manos de los cuerpos represivos gubernamentales, los sobrevivientes de las FLN siguieron empeñados en volver a reimplantar el núcleo guerrillero, lo cual consiguieron en 1981, siete años después.

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