2.- los frentes policlasistas
a .- La formación de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN)

El pequeño grupo de siete personas, que formaron las FLN hacía el año de 1969 en la ciudad de Monterrey, habían participado previamente en grupos de apoyo a la revolución cubana. Recuérdese que, después de la invasión a Bahía de Cochinos, se formaron grupos por todo el subcontinente. El propio General Lázaro Cárdenas (héroe populista) ex presidente de México, lideró el frente mexicano de apoyo a la revolución cubana.

El paradigma del proceso revolucionario cubano era, pues, el referente obligado poilitico-organizativo de los distintos grupos guerrilleros que se formaron en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Por ello, no resulta extraño que las FLN, habiendo sido formadas en la segunda ciudad industrialmente más importante del país con cientos de miles de proletarios, a éstos las FLN sólo los consideraron táctica y estratégicamente importantes en una segunda instancia, a saber: cuando, implantado ya el núcleo guerrillero, éste, con su accionar político-militar de asedio a las ciudades, fuera capaz de ganar la confianza e imbuir de espíritu revolucionario a las masas proletarias.

En los hechos esta concepción del frente politico-militar dejaba de lado al proletariado urbano como clase revolucionaria fundamental o vanguardia social del proceso, relevándolo por el núcleo guerrillero en las inexpugnables regiones indígenas, lastrando así, nuevamente, los principios políticos revolucionarios.

Y queremos explicar nuevamente por qué la negación de estos principios por parte de la izquierda en México y en Latinoamérica viene de mucho tiempo atrás. En el caso concreto de México, la izquierda organizada en torno al Partido Comunista Mexicano (PCM) siempre careció de una estrategia política de poder revolucionaria; a lo sumo desarrolló desde los años veinte una política de corte tradeunionista, haciendo pasar por válido aquel axioma de los “practicistas revolucionarios” que reza: “toda lucha sindical se transforma inevitablemente en lucha política”, lo cual es cierto, pero en el sentido de que —a falta del partido revolucionario en tanto expresión política del Materialismo Histórico aplicado a la realidad concreta del capitalismo en cada país— es lucha se transforma en lucha política tradeunionista, inscrita dentro de la “pequeña política” o lucha interburguesa tal como entendiera esta expresión acertadamente Gramsci. Sin embargo, los stalinistas mejicanos autoproclamados comunistas, a esa “pequeña política” la entendían falsamente como el acto de “fundir la teoría revolucionaria con el movimiento espontaneo de las masas”. El caso más patético exhibido por el PCM en aquellos años, se puso de manifiesto cuando acató las directrices del VII Congreso de la Comiterm, en 1935, donde se proclamó la formación de los frentes populares antifascistas, engendro donde los militantes comunistas pasaron a ser la cola de la oficialista Confederación de Trabajadores de México (CTM), y esta, a la vez, cola del gobierno burgués cardenista.

Así tenemos que, desde entonces, los dirigentes políticos del proletariado latinoamericano siempre se han regido política y organizativamente bajo los principios del frentismo policlasista, nada que ver con la concepción leninista del partido clasista revolucionario de vanguardia.

En los años veinte del siglo pasado, esta concepción se expresó en Méjico a través de la formación del frente electoral  para apoyar las candidaturas de los caudillos de la revolución mexicana (Obregon, Calles, etc.). En los treinta, cambiaron de táctica, oponiendo candidato propio al general Cárdenas, del cual terminaron no obstante siendo peones en el frente sindical nacionalista. En los cuarenta volvieron a la táctica de apoyar a los candidatos oficialistas, en este caso a Miguel Alemán —llamado el cachorro de la revolución— aunque después de la represión de los ferrocarrileros, en 1948, le retiraron su apoyo. Así llegamos a los sesenta donde a raíz de la experiencia revolucionaria cubana, los frentes politico-militares liderados por la pequeña burguesía radicalizada tomaron auge, poco importaba que las FLN se hubiesen formado en la industriosa ciudad de Monterrey Nuevo León, había que ir primero a la selva a implantar el núcleo guerrillero.

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