EL gpm ante la huelga del 20-J del 2002 en el Estado Español ANTE LA HUELGA DEL 20-J

<<Es, pues, evidente, que la burguesía no es capaz de seguir desempeñando el papel de clase dominante de la sociedad, ni de imponerle como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. No es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque es ve obligada a dejarle decaer hasta el punto de tener que mantenerle, en lugar de ser mantenida por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación, lo que equivale a decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con la de la sociedad.>> K.Marx-F. Engels: "Manifiesto Comunista"

La Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre de 1994 ofrecía los siguientes datos: de los 600 mil contratos realizados ese año el 3,8% fueron fijos. El 96,2% temporales, el 80% de seis meses de duración. Hoy día, la temporalidad está definitivamente enquistada en la sociedad española. Sin duda, ha sido éste el mayor ataque a las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados. Si el paro debilita la capacidad de resistencia ante los abusos de la patronal por miedo a perder el empleo, el contrato a tiempo parcial -eufemismo que significa despido encubierto gratuito, sin derecho a indemnización- hace sentir todavía más el verdadero terror sistemático que los capitalistas han venido difundiendo entre las familias de los trabajadores desde hace dieciocho años.

Así es como se ha llegado a que la patronal imponga el salario, el ritmo de trabajo e incluso horas extra, todo con la amenaza del despido. Hay much@s esperando fuera de cada empresa dispuest@s a trabajar más por menos. No pasa día sin que se dejen de cantar loas a la "democracia" española. Pero para quienes debemos trabajar por un salario y hemos sufrido lo que pasó antes de 1977, el miedo a ser despedidos por el patrón de turno es sin duda tanto o más terrorífico que el miedo a la represión bajo el régimen franquista. Toda esta "modernización" fue producto de la "negociación previa" y el pacto a que llegaron los burócratas sindicales con el gobierno de Aznar en las cuatro reformas laborales que se acordaron durante su mandato. Agitando la consigna de la "lucha contra el paro", desde 1996 se nos vino diciendo que la precariedad laboral fue negociada en las mejores condiciones -en realidad el chocolate del loro- para los trabajadores, y que esa fue la gran contrapartida de la creación de empleo. "Es un buen acuerdo", dijeron invariablemente al salir de los actos protocolarios del resultado de las negociaciones, conscientes de que acababan de facilitar y abaratar el despido, y aceptar reducciones sustanciales del poder adquisitivo para funcionarios, perceptores del salario mínimo en general y pensionistas.

Y ahora resulta que estos señores, estos enfermeros del capitalismo, nos proponen hacer huelga para impedir algo que está en la lógica y las consecuencias de lo que antes pactaron. Primero nos han metido el virus de la precariedad laboral en el cuerpo, y ahora nos proponen seguir un tratamiento sintomático del mismo mal agravado, mediante la huelga contra la eliminación de los salarios de tramitación, el recorte del desempleo para los fijos discontinuos y la eliminación del Plan de Empleo Rural (PER), haciéndonos creer que, de haberse respetado el ritual de la negociación previa, a la que se negó el gobierno con el "decretazo" rompiendo la tradición desde 1996, la nueva reforma hubiera sido menos mala para nuestros intereses.

¿Por qué esta vez el gobierno decidió no pasar por esa instancia de la negociación con los burócratas? Porque las condiciones críticas por las que se prevé que pasará la economía mundial en los próximos años, les impedirá cumplir con el "déficit cero" presupuestario acordado en Maastrich. Ante semejante tesitura, la burguesía ni siquiera puede conceder lo mínimo y se ve obligada a dejar a sus auxiliares sindicales con "el culo al aire"o a enfrentar un seguro conflicto, porque la burocracia tampoco se suicida por la derecha y defiende su status en el sistema, si es preciso apelando a la fuerza de su otro referente y condición de existencia, los asalariados.

Pero tanto como los políticos institucionalizados, los burócratas sindicales jamás arriesgan su poltrona y sus privilegios por la izquierda, concientizando y movilizando constantemente a sus representados sindicales y políticos en defensa de sus reivindicaciones, sino que ceden en casi todo ante su otro referente: la patronal capitalista, y sólo apelan al recurso de la movilización y la huelga, bien para justificarse ante sus propias bases cuando la patronal y/o el gobierno les ignoran y desconocen en momentos de desmovilización general -como en este caso ha ocurrido- o bien cuando estas mismas bases en circunstancias contrarias, les pasan por arriba y ellos no tienen más remedio que legitimar los hechos consumados que trataron en todo momento de evitar que ocurran, buscando entonces ponerse al frente del movimiento, no para potenciarlo en sentido revolucionario, sino para ejercer de bomberos de la revolución, una vez más.

Por todo esto, huelga el 20-J sí, pero no sólo por las razones que dan los burócratas hoy, que también son legítimas. Porque sin la reivindicación de todo aquello en lo que ellos han venido cediendo, el remedio de la lucha que hoy nos proponen se queda en un tratamiento socialmente sintomático de esta enfermedad progresiva y mortal del capitalismo, ya que no ataca políticamente lo que ha posibilitado ejecutar todos los pasos de su etiología desde principios de la década de los noventa: la ley general de la acumulación capitalista en su etapa tardía, que tiende a la precarización completa del empleo, a la desprotección absoluta del paro, y a la privatización íntegral del sistema jubilatorio. La burguesía ya no puede seguir dominando por que no puede mantener a sus esclavos ni siquiera en el marco de su esclavitud.

Madrid, 18 de junio de 2002

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