El carácter de las guerras según el materialismo histórico

Sobre este asunto ya hemosargumentado a propósito de la llamada "guerra de los Balcanes" en 1996, que acabó con el régimen político del Partido Socialista dirigido por Milósevik y la desaparición de Yugoslavia como país. Ver: http://www.nodo50.org/gpm/yugoslavia/07.htm. Marx y Lenin coincidieron en que el problema de pronunciarse en cualquier conflicto bélico, no debe abordarse desde el punto de vista puramente individual, es decir, juzgando según el sentimiento, la ética o la religión; tampoco desde la perspectiva jurídica. Lenin sostenía que las guerras son el producto más genuino e "inevitable" del capitalismo en fase terminal. En este sentido necesariamente fatalista de lo que se ha venido ratificando como un mal social congénito de la sociedad burguesa, Lenin fue todavía más lejos. Decía que las guerras son "una forma de vida capitalista, tan legítimas como lo es la paz". En este contexto, la palabra "legítima" no se refiere al derivado etimológico de la ley moral, religiosa o jurídica en tanto reflejos de la ley económica que preside el movimiento de una sociedad dada, sino a la ley económica misma, en este caso, a la ley general de la acumulación capitalista que explica el aumento del capital en funciones  por el progreso de la fuerza productiva del trabajo social, cuya categoría social fundamental es el proletariado. Y dado que, según esa ley, a mayor capital acumulado, menor plusvalor y mayor masa relativa de asalariados, siguiendo en esto a Marx, Lenin concluía con él en que, frente a una guerra, los asalariados debían pronunciarse por el bando que representa el progreso social de las fuerzas productivas, por el bando que genera más riqueza social y más empleos al mismo tiempo.

Según este razonamiento, la opinión de Lenin sobre los pacifistas, era lapidaria. Entendía -a nuestro juicio con toda razón- que ante la leva forzosa y al mismo tiempo "voluntaria" o consensuada propagandísticamente, arrastra al proletariado hacia la guerra, la resistencia pasiva y desarmada es una forma tan eficaz de preservar el sistema capitalista entero de vida como quienes participaban en ella:

<<La negativa a prestar servicio militar, la huelga contra la guerra, etc., son una simple tontería, una ilusión pobre y medrosa de luchar sin armas contra la burguesía armada y suspirar por destruir el capitalismo sin una encarnizada guerra  civil o sin una serie de guerras. La propaganda de la lucha de clases entre las tropas es un deber de todo socialista; la labor dirigida a transformar la guerra entre los pueblos en guerra civil, es la única labor socialista en la época del choque armado imperialista de la burguesía de todas las naciones. ¡Abajo la sentimental y estúpida lamentación clerical "suspirando por la paz a toda costa"! ¡En alto la bandera de la guerra civil! (se refiere a la insurrección armada del proletariado en los países beligerantes contra sus respectivas burguesías).>> (V.I. Lenin: "La situación y las tareas de la Internacional Socialista" 01/11/914)

Y Lenin tiene razón en esto, esencialmente porque, dado que los asalariados somos la "carne cañón" en todas las guerras, sin su voluntad política entusiasta o resignada no hay posibilidad de iniciar guerra alguna.  Pero, además, porque nunca se supo de un solo ejemplo histórico que permita avalar la idea del pacifismo como impedimento de ninguna guerra.

Einstein decía que los pacifistas fracasarían en tiempos de guerra, si no están dispuestos a correr el riesgo de ir a prisión -o algo peor- en tiempos de paz, porque "cuando la guerra estalla ya es demasiado tarde". Sólo las personas más firmemente convencidas -unas pocas- tienen el valor de resistirse en tiempos de guerra. Ahora, el paro masivo ha permitido pasar del servicio militar obligatorio al ejército profesional voluntario.

El pacifismo norteamericano durante la guerra de Vietnam, sólo se fue apoderando de la opinión pública norteamericana a medida que los reveses de su ejército se hacían estratégicamente efectivos en el campo de batalla. El pacifismo sólo es un epifenómeno de las guerras. Una aureola de dignidad con que se adorna a sí misma la sociedad capitalista. El "síndrome de Vietnam" no estuvo informado por el sentimiento de la paz, sino por el de la guerra perdida.

Respecto de quienes en esta guerra apoyan incondicionalmente a la burguesía Irakí, pensando que es ésta una guerra colonialista contra una "burguesía nacional progresista", decir que esta proposición encierra una contradicción en sus propios términos, dado que el capitalismo excluye el dominio político directo de un país o grupo de países sobre otro.[5] Más aun en la etapa del capitalismo multinacional basado en la libre circulación de los capitales, fenómeno que ahora se ha dado en llamar "globalización". El colonialismo sólo tuvo sentido en la etapa temprana del capitalismo, cuando las formas de dominio típicamente burguesas, bajo el régimen de monarquías parlamentarias o "democráticas", coexistían internacionalmente -aún en minoría- con estructuras de dominio político mayoritarias de tipo feudal o semifendal, donde las respectivas burguesías nacionales eran incipientes. Dado el desarrollo desigual del capitalismo, los países colonialistas de desarrollo burgués más adelantado, dieron pábulo a una confrontación por las materias primas de su periferia. Para esta etapa, Marx y Lenin coincidieron en que la estrategia de los revolucionarios pasaba por apoyar a la burguesía de los países colonizados, con el objetivo de que desarrollen las fuerzas productivas en esos países creando un mercado nacional basado en el intercambio de capital por fuerza de trabajo, dado que sin un proletariado numeroso a escala internacional la revolución anticapitalista mundial es imposible. Por lo tanto, las formas colonialistas de dominio político colonialista entre países capitalistas incipientes y países con relaciones de producción dominantes de carácter feudal o semifeudal constituían una traba histórica contrarrevolucionaria. El error de los antiimperialistas pequeñoburgueses radicales, consiste en querer aplicar la lógica política del proletariado correspondiente a la etapa de desarrollo incipiente del capitalismo, a la etapa del capitalismo transnacional:

<<Estas consideraciones son perfectamente claras, indiscutibles. Los marxistas nunca han negado el progreso que representaban los movimientos burgueses de liberación nacional frente a las fuerzas feudales absolutistas. (...) El método de Marx consiste, ante todo, en tener en cuenta el contenido objetivo del proceso histórico en el momento concreto dado y en la situación concreta dada, a fin de comprender, ante todo, el movimiento de qué clase es el principal  resorte de un posible progreso en esa situación concreta.>> (V.I. Lenin: "Bajo una Bandera ajena" 1915)

 

En “El Capital”, Marx demuestra que, en el “momento concreto” de su etapa infantil -que se corresponde con las prácticas colonialistas de las metrópolis en ultramar- el capital crecía más en extensión que en intensidad y la población urbana aumentaba más a expensas de la población rural que por su normal crecimiento vegetativo. El fenómeno consistió en que una parte cada vez mayor de la población campesina bajo el régimen precapitalista de producción mercantil simple, se iba desagregando de la agricultura para convertirse al capitalismo bajo la nueva condición de trabajo asalariado. Marx lo explica así:

<<Es propio de la naturaleza del modo de producción capitalista, que éste reduzca de continuo la población consagrada a la agricultura en proporción a la población no agrícola, puesto que en la industria (en el sentido más estricto de la palabra) el aumento del capital constante, en proporción al variable, está ligado al crecimiento absoluto –aunque se trate de una disminución relativa- del capital variable; mientras que en la agricultura disminuye de manera absoluta el capital variable que se requiere para la explotación de una porción determinada de terreno, es decir, que dicho capital sólo puede aumentar en la medida en que se cultiven nuevas tierras, pero esto, a su vez, presupone, nuevamente, un crecimiento mayor de la población no agrícola (que es la condición del aumento de la demanda agrícola)>> (K. Marx: “El Capital” Libro III Sección sexta. Cap. XXVII. Lo entre paréntesis es nuestro)

 

Pero el aumento de la producción agrícola para satisfacer las necesidades de la población no agrícola en crecimiento, inducía al aumento en la producción de maquinaria (sector I), tanto para la producción rural o agrícola como para la propiamente industrial no agrícola, así como para la producción primaria de materias auxiliares (combustibles y lubricantes), además de inducir al aumento en la producción de la industria de transformación agrícola, como la textil y demás derivados industriales de los cereales y las carnes. Y esta expansión de la producción global, provocaba, a su vez, un aumento en la demanda de materias primas por encima de la oferta disponible en las metrópolis. El colonialismo se explica por este hecho básico estructural del capitalismo temprano.

De este modo, la lucha intercapitalista por el dominio o control de acceso a las materias primas en los territorios de ultramar, fue consecuencia de la necesidad común a las distintas fracciones del capital global actuante en las metrópolis, de apoderarse del trabajo necesario de toda la población explotable al interior de sus respectivos Estados nacionales, para convertirlo en excedente a los fines de la acumulación. Al ir eliminando las formas precapitalistas del trabajo social por las capitalistas, los Estados nacionales colonialistas más desarrollados, completaban así sus mercados internos capitalistas. La táctica utilizada en su proyección al exterior de sus fronteras, generalmente era la invasión territorial, asentamiento de colonos, dominio político y explotación de los recursos humanos en esos territorios, para la producción y envío de materias primas hacia sus metrópolis, al tiempo que empleaban el sistema colonial para convertir a la población de las colonias en demandantes de sus productos industriales, a cambio de las materias primas, consiguiendo así ampliar sus  mercados y sus ganancias.

Con el consecuente desarrollo económico de las colonias, crecientes masas de capital adicional creado en sus industrias extractivas –agrícolas y mineras- se fueron capitalizando o invirtiendo en industrias de transformación en torno a las cuales aparecieron los primeros conglomerados urbanos compuestos por una incipiente burguesía nacional industrial, comercial y de servicios, pero, sobre todo, por un proletariado en expansión más rápida que el resto. La extensión de este tejido social capitalista impulsado por el proceso de acumulación en las colonias, dio pábulo a la formación de su mercado interno capitalista, donde, según avanzaba el proceso de acumulación nacional, las importaciones industriales más baratas provenientes de las metrópolis, constituían una traba a su desarrollo, al crecimiento de la burguesía y del proletariado en estos países colonizados. Tal fue la base material que dio sentido a las luchas por la emancipación política de las llamadas burguesías nacionales en las colonias.

Dada su relativa debilidad respecto de la burguesía imperialista, en esa lucha por su autodeterminación nacional la burguesía criolla recurría a la ayuda de las diversas clases subalternas existentes, campesinos, artesanos, indígenas y obreros, apoyándose en las diversas contradicciones que estás tenían con la metrópoli. Los obreros estaban objetivamente interesados en el desarrollo del capitalismo en sus países, porque suponía un mayor bienestar que veían trabado por las leyes coloniales que les vinculaba a las metrópolis imperialistas. Por su parte, los revolucionarios, que conocían las leyes del capitalismo y sabían que la revolución socialista estaba ligada al progreso de la acumulación cuya contrapartida social es la transformación del proletariado en mayoría absoluta de la población, juzgaron que la alianza entre la burguesía nacional y el proletariado de las colonias era objetivamente revolucionaria. Fue cuando las palabras “pueblo” y “patria”, tuvieron una significación plena de sentido revolucionario socialista. De ahí que, según la tradición marxista, la lucha de los pueblos políticamente oprimidos por el colonialismo, debiera estar respaldada por los asalariados, quienes, de momento, deberían resignar sus propios intereses históricos de clase, en aras de los presentes o actuales intereses de la burguesía nacional, de cuyo desarrollo dependía la creación de las futuras condiciones sociales favorables a la revolución socialista. De ahí que los clásicos del marxismo aconsejaran que el proletariado de estos países colonizados participen en esa lucha junto al “pueblo” por la liberación de la “patria” junto con sus burguesías locales.

Siguiendo el razonamiento estratégico que Marx y Engels esbozaron en el “Manifiesto Comunista” respecto de la función revolucionaria del capitalismo respecto del feudalismo, Lenin concluyó que las luchas de la burguesía indígena en las colonias, era progresiva en tanto propugnaba trascender la acumulación de capital nacional en base a las industrias puramente extractivas, para crear su propio mercado interno capitalista, lo cual aumentaba allí la masa de asalariados, preparando así las condiciones para la revolución socialista también en esos países.    

 <<La guerra contra las potencias imperialistas, o sea, opresoras, es por parte de los oprimidos (por ejemplo, de los pueblos de las colonias) una guerra verdaderamente nacional. Esta guerra es posible también hoy. La "defensa de la patria" por el país oprimido nacionalmente contra el país opresor no es un engaño, y los socialistas no están en contra en modo alguno de la "defensa de la patria" en esa guerra.

La autodeterminación de las naciones es lo mismo que la lucha por la liberación nacional completa, por la independencia completa, contra las anexiones, y los socialistas no pueden renunciar  a esta lucha -cualquiera que sea su forma, incluso la insurrección o la guerra- sin dejar de ser socialistas>> V.I. Lenin: (“Sobre la caricatura del marxismo y el “economismo imperialista” Setiembre-octubre de 1915)

Pero una vez que las burguesías coloniales alcanzan su soberanía política y consiguen unificar la sociedad bajo su dominio a instancias de un Estado nacional soberano, y en este contexto político “libre” alcanzan a extender las relaciones sociales capitalistas al conjunto de la población, completando así la conformación de su propio mercado interno basado en el intercambio de capital por trabajo asalariado, la revolución en esos países cambia de carácter social, porque desde ese momento las burguesías nacionales, tipo Irak, pasan a ser clases reaccionarias, porque como clase social no tienen ya nada más que conquistar; sólo preservarse de los peligros que le puedan sobrevenir desde su derecha por parte del imperialismo, y desde su izquierda, por sus propios asalariados.[6]

Pues bien, volviendo a la cita de Lenin en “Bajo una bandera ajena”, la guerra emprendida por la coalición británico-americana contra Irak, se inscribe en la etapa tardía o postrera del capitalismo, donde el principal resorte de progreso deja de ser la burguesía en su conjunto, cualquiera sea su fracción, para pasar a ser el proletariado internacional. Las fracciones nacionalistas burguesas menores en países como Irak, porque, aun habiendo convertido toda su población al régimen de explotación capitalista, son anacrónicas en cuanto a que sus fuerzas productivas se desarrollan con retraso respecto de las fracción propietarias de la mayor masa del capital global, que por eso fungen como capital multinacional o imperialista en mercados más amplios y con mayores rendimientos a escala. Y éstas últimas, porque a pesar de representar el mayor adelanto técnico en el componente material de las fuerzas productivas, dadas las noxas sociales provocadas por la explosiva combinación entre el paro estructural masivo que generan, y la constante aceleración de los ritmos en las condiciones de trabajo, con niveles de vida que constituyen una progresiva participación regresiva de los asalariados en el producto de su trabajo, precarizan cada vez más hasta límites insoportables el componente humano de esas fuerzas productivas. Por lo tanto en la época de la trasnacionalidad del capital, donde los asalariados hemos llegado a ser holgada mayoría absoluta en la población mundial, desde el punto de vista objetivo el elemento progresivo o revolucionario proletariado. Por lo tanto, desde el punto de vista del progreso de la humanidad, en esta etapa tardía del capitalismo el concepto de guerras burguesas de liberación nacional han perdido por completo el sentido y sólo se pueden concebir guerras de rapiña intercapitalistas, como ésta. La única guerra progresiva que acabaría con la dialéctica belicista internacional, son las guerras pendientes entre el proletariado y la burguesía, como clases universales y antagónicas.

¿Por qué el colonialismo es incompatible con el capitalismo en su etapa tardía? Porque el capital global multinacional no tolera restricciones políticas monopólicas que impidan su libre circulación. De ahí que, a despecho de ciertos indicios en sentido contrario, hoy más que nunca la "democracia" se imponga como el régimen jurídico y político estatal más idóneo para los intereses de la burguesía en su conjunto.

Desde el ascenso al gobierno norteamericano de la fracción republicana dominante cuya cabeza visible es el actual presidente G.W. Bush, se ha venido haciendo cada vez más previsible la tendencia política al totalitarismo fascistoide en ese país. Esta previsión se vio reforzada tras los sucesos del 11S. Ahora, según las últimas informaciones, parece perfilarse la pretensión de convertir la caída del régimen de Sadam en una conquista territorial norteamericana de Irak, y, a ese país, en una semicolonia y botín de guerra exclusivo, no ya de la burguesía de USA en su conjunto, sino de los “amigos” y allegados a la banda de fasciosos del llamado “complejo militar industrial” actualmente en el poder, que han montado este peligroso tinglado en contra de la opinión pública del resto del mundo, incluída la de una significada minoría de norteamericanos pacifistas que se sobrepone al exitismo belicista de la mayoría nacionalista imperial en ese país.

En caso de que esa fracción gobernante de la burguesía yanky se imponga o arrastre a las demás, estaríamos ante un autogolpe de Estado “totalitario” en toda la regla, que aceleraría la puesta política en escena de la tendencia económica a la cristalización de los dos grandes bloques mundiales de poder burgués representados por el Euro y el Dólar, dialéctica objetiva que pugna por trascender la competencia económica reflejada en el barómetro de los tipos de cambio, para ir a enrarecer y enconar la atmósfera que se respira en los ambientes de la diplomacia secreta y no tan secreta, cuyo conjunto de factores conflictivos empujan claramente en dirección de la Tercera Guerra Mundial.

De momento, frente a este arrebato extremista de la irracionalidad capitalista que informa la política interna y externa de los USA, la oposición del Partido Demócrata no se muestra decidida a esgrimir una respuesta “democrática” consecuente, lo cual completa un cuadro de situación que parece impugnar la tesis leninista en cuanto a que la tendencia de la burguesía mundial hacia las formas políticas “democráticas” de gobierno es permanente y predominante.

En efecto, es otra ley de la política que cuando la parafernalia belicista se apodera del espíritu colectivo mayoritario en cualquier país capitalista, el exaltado protagonismo de las FF.AA. acaba por trasladar el verticalismo despótico de la disciplina castrense al conjunto de la sociedad, incluídas las relaciones políticas institucionales. Sobre todo cuando este avance de la vida militar sobre la vida civil viene precedido por una “victoria” en cualquier campo de batalla. Pero basta recordar que algo sólo parecido -aunque esencialmente idéntico- sucedió con la intromisión del ejército imperial francés sobre la vida civil burguesa de ese país entre fines del siglo XVIII y principios del XIX. De todo eso –según sus propias palabras- Naopoleón I aprendió que “Las ballonetas sirven para todo menos para sentarse sobre ellas”.

Sin ir tan lejos, con el ascenso del nacionalsocialismo en Alemania, Italia y España durante la década de los años veinte y treinta del siglo pasado, el mundo asistió a otro intento de consolidar la intervención del aparato de Estado sobre la sociedad civil. “El estado fascista dirige y fiscaliza a los patronos desde la pesca hasta la industria pesada en el valle de Aosta (...) El capital no es un dios, es un instrumento del Estado”, pensaba y decía Mussolini. Y ya se sabe cual fue la respuesta histórica del capitalismo a ese provisional desvío hegeliano de la pretendida determinación de la sociedad civil por el Estado.Ya se ha visto en qué acabó aquella escapada del sistema capitalista hacia su extrema derecha inducida por el pretextado “peligro ‘comunista’ del enemigo soviético”. Y también se sabe que, para recuperar la “normalidad democrática” pretextada por el bando “aliado”, gran parte de la humanidad hubo de pasar por los horrores de la Segunda Guerra mundial de reparto. Es que las formas de gobierno totalitarias, aparecen siempre asociadas a grandes crisis económicas, resueltas por guerras civiles de clases que luchan por el poder en función de diversas formas de vida, como en Rusia entre 1914 y 1917, y/o por guerras interburguesas que, dentro de la misma sociedad capitalista, fijan nuevas normas de reparto sobre determinadas fuentes de plusvalor, por completo al margen del mercado, como ésta última, en Irak. 

En lo concerniente a los nacionalismos periféricos, en: "Sobre la caricatura del marxismo y el economismo", Lenin expuso la "ley del desplazamiento de la pequeña producción por la grande" dentro de cada país, cuyo correlato es la tendencia irresistible a la unidad internacional de distintos capitales nacionales que caracteriza la etapa imperialista multinacional del sistema burgués. Para Lenin, esta tendencia es objetivamente revolucionaria en tanto contribuye a unificar los intereses inmediatos e históricos del proletariado más allá de las fronteras de su nacionalidad. Dadas estas condiciones históricas, Lenin destaca que los casos de separatismo o autodeterminación de países de estructura capitalista dominante con proyectos de desarrollo autosostenido del capital nacional, como Irak, son excepcionales ejemplos aislados de transitorias y efímeras victorias del pequeño capital sobre el grande. Por lo tanto, sobreponiéndose a las presiones ideológicas del pensamiento pequeñoburgués predominante en aquellos tiempos en el movimiento obrero, Lenin y los bolcheviques concluyeron que desde el punto de vista estratégico socialista, el separatismo nacionalista es objetivamente reaccionario:

<<...todos nosotros exponemos públicamente la ley del desplazamiento de la pequeña producción por la grande y nadie teme calificar de fenómeno reaccionario los "ejemplos" aislados de "victoria de las pequeñas empresas sobre las grandes". Hasta ahora ningún adversario de la autodeterminación se ha atrevido a denominar reaccionaria la separación de Noruega de Suecia, aunque nosotros venimos planteando esta cuestión desde 1914 en nuestras publicaciones>>. (V.I. Lenin: "Sobre la caricatura del marxismo y el..." Punto 4. Setiembre-octubre de 1915 )

Desde ese año, Lenin y los bolcheviques se empeñaron en demostrar que la centralización de los capitales nacionales y su fusión o entrelazamiento con el capital internacional es perfectamente compatible con la autodeterminación nacional y la democracia burguesa. En 1916, Lenin observaba que el capital financiero inglés operó en Noruega antes y después de separarse de Suecia, y que el capital financiero alemán había operado en Polonia antes de separarse de Rusia, vaticinando sin equivocarse que seguiría operando cualquiera fuera su situación política dentro del sistema capitalista. Según lo expuesto un poco más arriba, esto es lo que ha ocurrido en el "Estado Libre" de Irlanda del Sur y viene ocurriendo en Euskadi. El actual frenesí de fusiones y entrelazamientos entre capitales nacionales y extranjeros no hace sino confirmar y reactualizar punto por punto esta tesis de Lenin y los bolcheviques. El conflicto con Irak, pues, no consistía en que poseía armas de destrucción masiva y que su régimen despótico no respetaba los derechos humanos. El problema consistía en que ese régimen extendía su despotismo a los países imperialistas, impedía políticamente que el capital multinacional hiciera pie en ese país. Esto es lo que el capital internacional no le toleró al "déspota" Sadam. La democracia burguesa, con su oligarquía de partidos, su alternancia en las instituciones de Estado a través de las elecciones, y su separación de poderes -donde el ejecutivo prevalece sobre los otros dos y tiene suficiente discrecionalidad para el ejercicio consetudinario del cohecho- permite la libre penetración de los capitales a instancias del soborno a los gobiernos de turno. Aunque "post festum" el poder ejecutivo haga justicia con los personeros políticos beneficiados con la "mordida" de cara al "nunca más" de la clientela electoral que engrasa los mecanismos de la alternancia en el gobierno. La intervención en Irak, se explica por esta tendencia irresistible del sistema capitalista a la centralización de los capitales en su hábitat político más idóneo, la "democracia".  Cfr.: http://www.nodo50.org/gpm/nacionalismo/13.htm

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[5] Una colonia se caracteriza por la ausencia total de soberanía. Las colonias fueron una extensión de la soberanía nacional de los Estados colonialistas sobre el territorio y la población de los países colonizados, carentes así de moneda, política exterior y régimen de justicia propios. Pero esta forma de dominio sólo fue posible sobre países o territorios atrasados en la etapa preimperialista, donde las relaciones económicas internacionales se basaban en la circulación de mercancías y no de capitales.

[6] En todo caso pueden excepcionalmente aspirar a convertirse en un subimperialismo regional, que es a lo que aspiró la burguesía panarabista Irakí cuando en 1988 consiguió desangrar la revolución iraní. Sadam confió en que los USA sabrían valorar aquella eficaz demostración de fuerza y el sacrificio de un pueblo aquerenciado sobre una de las mayores reservas petrolíferas del mundo, esperando que cambiaría a Israel por Irak como punta de lanza de sus intereses en el Cercano Oriente. Pero los votos del lobby judío sobre territorio norteamericano, se ve que pesaron  más que todo el petróleo en el subsuelo Irakí.