Pequeñoburguesía: ¿revolución asalariada
o contrarrevolución burguesa?

Por último, una aclaración necesaria con total sinceridad y precisión conceptual. Aunque parezca que venimos a decir lo contrario, entendemos que la pequeñoburguesía, como categoría social y política, no es un enemigo estratégico del proletariado para la toma del poder, esto es, para cambiar la naturaleza social del Estado y comenzar las primeras transformaciones económicas de la sociedad civil en sentido comunista. Pero tratándose de una clase intermedia, su comportamiento político, según las circunstancias, fluctúa entre las dos clases universales antagónicas. Y en los momentos de crisis, como ésta, que coinciden con un ataque en profundidad de la burguesía sobre las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados, esta realidad se traduce en que, la pequeñoburguesía, aunque en grado y modo distinto, comparte las mismas vicisitudes en el sentido de que se ve amenazada de expropiación, de ser rebajada a la categoría de proletario en paro, especialmente por medio el sistema financiero y crediticio de la burguesía. Y los pequeñoburgueses, aferrados como están a condición de propietarios capitalistas, acostumbrados a un nivel de vida equiparable al salario de un ejecutivo medio -sólo posible explotando trabajo ajeno en pequeña escala- piensan que la proletarización es lo peor que les puede pasar en esta vida. Por tanto, es natural y razonable que luchen por todos los medios para evitarlo. Y dado que no tienen fuerza social suficiente para presionar a los de arriba, buscan por debajo de la escala social que ocupan el apoyo del proletariado, tratando de formalizar ese apoyo induciéndoles a que se diluyan en un bloque político unitario para la mutua sobrevivencia dentro del sistema, según el sentido común pragmático de que "la unión hace la fuerza"

Esta forma política en movimiento es tan vieja como la lucha de clases en la sociedad moderna. Tuvo su origen como medio de lucha orgánico objetivamente revolucionario, cuando las burguesías incipientes en los distintos reinos de Europa, que por entonces encarnaban el progreso de la humanidad frente al feudalismo, estaban constreñidas por las estructuras políticas de la nobleza. En aquella etapa temprana de la acumulación del capital, salvo en Inglaterra y en Francia, el resto de la burguesía europea propiamente dicha, consciente de su debilidad para llevar a cabo la revolución política por sí misma, llegó a un modus vivendi con la nobleza por temor al proletariado, a pesar de que esta clase constituía en esos momentos una minoría social frente a las demás.

En semejantes condiciones, la táctica de los asalariados conscientes consistió en declinar el programa político máximo del proletariado como clase, para asumir el de la burguesía que, por extensión lógica, también era el de la pequeñoburguesía. Se trataba de que la burguesía en su conjunto asumiera el poder del Estado y quitara las trabas feudales al progreso de la acumulación del capital, habida cuenta de que el crecimiento numérico del proletariado iba asociado a ese desarrollo económico y social. Cuanto más capital en funciones, más inversión productiva y más empleo de fuerza de trabajo, lo cual, según las leyes de la acumulación capitalista, redunda en un crecimiento social tendencial de la clase asalariada hasta alcanzar la mayoría absoluta de la población activa y total. Según la teoría política revolucionaria marxista, para que el proletariado esté en condiciones objetivas de luchar por su emancipación como clase "para sí", tiene que aumentar, pero no hace falta esperar a que alcance el status social de mayoría absoluta, sino que basta con la cantidad suficiente para que, potenciada por la organización revolucionaria, su fuerza política se torne más poderosa que la de una masa inorgánica cincuenta o cien veces superior en número. De ahí la importancia de la organización.

Y el caso es:

  1. Que la burguesía lleva constituida como clase dominante a nivel mundial hace la friolera de ciento cincuenta años. Y salvo en el aspecto del progreso material, esta clase se ha vuelto por completo decadente, demostrando ser absolutamente incapaz de compatibilizar el progreso económico con el desarrollo humano y la conservación del medio ambiente propicio a ese desarrollo.
  2. Que el proletariado se ha constituido en la clase más numerosa de la sociedad, en mayoría absoluta, tanto en términos de población activa, como en términos demográficos puros.
  3. Que para acabar con las lacras del capitalismo luchando al mismo tiempo por su emancipación como clase y por la emancipación de la sociedad en su conjunto, el proletariado no tiene necesidad de declinar su programa político, porque ha devenido en la única clase capaz de hacer avanzar las ruedas de la historia.
  4. Que para llevar a término su programa máximo, el proletariado debe potenciar su fuerza social traducida en poder político, mediante una organización independiente que actúe sobre el movimiento espontáneo de los explotados como un campo social políticamente gravitatorio con una dirección y sentido contrarios a la burguesía, determinados por ese programa.
  5. Que para potenciar efectivamente esa fuerza social elemental del proletariado transformada en fuerza política efectiva y eficaz en sentido y dirección anticapitalistas, esa organización debe ser socialmente homogénea y esgrimir los intereses políticos puros del proletariado, sin interferencias de clases ajenas. Porque, como en la física, todo objeto -en este caso el movimiento espontáneo del proletariado- sometido al campo gravitatorio de un mismo sistema de referencias -en este caso, el frente único de clases- cuyas fuerzas son socialmente heterogéneas y tienden a actuar según módulos de dirección y sentido políticos distintos, la resultante en el movimiento político de ese objeto es nula, sigue conservando el mismo módulo de sentido y dirección (en este caso, burgués) que tenía antes de ser sometido al campo gravitatorio del frente policlasista.

Esto último es lo que ha venido haciendo la pequeñoburguesía con el proletariado, inducirle a formar parte de su campo político gravitatorio, para neutralizar el vector revolucionario potencial de su fuerza política, extraviando su dirección y sentido subversivo. De ahí la importancia decisiva de la moderna ciencia social -el materialismo histórico- para crear en la sociedad un campo teórico y político que gravite libremente en sentido y dirección que apuntan las contradicciones del capitalismo, no para conciliarlas y congelarlas ya que no es posible retraerlas en el tiempo, como pretenden los reformistas, sino para acelerarlas y resolverlas en sentido progresivo, revolucionario.

Ese campo gravitatorio debe ser la organización revolucionaria, con irresistible poder teórico y político capaz, en un primer momento, de atraer hacia él a los más lúcidos y abnegados elementos de la clase asalariada. En ese proceso, al tiempo que la organización aumenta en número y calidad (teórica y política) de sus integrantes, multiplica su poder de combate contra la burguesía y, por tanto su atracción sobre sectores sociales afines, especialmente ahora sobre el proletariado espontáneo, que tiende a ver cada vez más claramente en el partido revolucionario la conciencia de su propia acción. Finalmente, el mayor poder político del partido revolucionario y la mayor amplitud de su campo gravitatorio, alcanza a la pequeño burguesía y al semiproletariado, que no pueden resistirse y son arrastrados al torbellino de la revolución.

Esto es lo que entendieron los militantes alemanes exiliados de la Liga de los comunistas en 1849, cuando decidieron que Marx se retirara de la Asociación democrática de Colonia y el resto hicieran lo propio con asociaciones demócratas pequeñoburguesas afines en Bruselas y Renania, para poner todos los esfuerzos en la construcción de una organización revolucionaria puramente obrera, privilegiando la actuación de los miembros de la Liga en el seno de esa clase. Esto mismo es lo que sistemátizó Lenin como "teoría del partido" entre 1902 y 1907 (Ver: "¿Por dónde Empezar?", "¿Qué Hacer?" , "Un paso adelante, dos pasos atrás" y, "Dos tácticas de la Socialdemocracia en la revolución democrática"), a través de las cuales logró convencer a la mayoría del POSDR de la necesidad de evitar que la organización se convierta en un frente de clases heterogéneas, adoptando proposiciones en el terreno de la organización y de la disciplina partidaria, para que la organización sea la expresión política del materialismo histórico aplicado a la realidad de Rusia, contribuyendo así a fortalecer su campo ideológico y político gravitatorio sobre la sociedad Rusa, especialmente sobre sus elementos más avanzados.

Los intelectuales de la pequeñoburguesía están en la antípodas de este criterio político en todo. Presididos por el valor contrarrevolucionario de la diversidad social universal que resumen en la categoría policlasista de "ciudadano", en ningún momento apuestan por la calidad ideológica y la unidad política de lo socialmente homogéneo, sino siempre por la cantidad y la unidad política de la heterogeneidad social, ideológica y política, con la única condición de la hipócrita "sensibilidad humana" ante los padecimientos de los pobres por causa de los ricos, que ese es el principio policlasista de su unidad política. Tanto como para que, de esa mezcolanza, no resulte nada trascendente al orden establecido. De hecho, todas las formaciones políticas izquierdistas de alcance nacional en cada país, a despecho de sus proclamaciones maximalistas en las manifestaciones de masa y en sus publicaciones, en su política concreta, hacen todo lo posible para que la sociedad no saque los pies del tiesto capitalista. Para ello, reproducen en su interior el mismo conglomerado entre pequeños patrones y asalariados inconscientes y la misma ideología reformista de los movimientos sociales que promueven. Katz y Silva consagran todo este montaje:

<< En primer lugar los "jóvenes anticapitalistas y los viejos socialistas" han sido tildados por la prensa internacional de "grupos anárquicos", pero es sorprendente de observar que los dichos anárquicos están tan bien organizados que en Seattle, Praga, Quebec y últimamente en Génova han forzado a los cuerpos de policía no sólo a barricadearse detrás de murallas de acero, sino que también a enfrentarlos con armas de fuego. Cuando uno se pregunta quiénes son estos individuos el esquema general que se desprende es que son grupos e individuos de los segmentos más vanguardistas de la sociedad y que poseen ideas bien claras sobre el poder que las corporaciones multinacionales –y los grandes bancos- poseen sobre la economía mundial, entidades que luchan tan ferozmente por un "libre mercado" como contra la libertad de ideas.

Entre ellos encontramos igualmente grupos de misioneros, tanto católicos como protestantes, grupos de caridad y de voluntarios laicos agrupados en la Red de Lilliput cuyas demandas incluyen la cancelación de la deuda externa, una banca internacional transparente, y el rechazo a la manipulación genética, todas demandas que tienen sólidos fundamentos.>> ("Bruce Katz y René Silva: "La mundialización y la candidez del académico" http://comitecanadienhumanite.freeservers.com/spanish/humanidad_candidez01.html)

¿Qué diferencia hay, pues entre formaciones políticas como el "Partido de la Revolución Democrática" (PRD) en Méjico, o el "Partido del Trabajo" en Barsil, y organizaciones más amplias como las que constituyen en cada país el "Foro Social Mundial"? La que hay entre los padres y sus hijos: que estos partidos estatizados, en alianza con medios de comunicación de masas como "Le Monde Diplomatique" crean como quien no quiere la cosa estos movimientos sociales "espontáneos", para limar las aristas revolucionarias del descontento en las más amplias masas afectadas por las leyes del capitalismo en su etapa tardía, encuadrando a su vanguardia amplia en "alternativas" del estilo que ofrece el "Foro Social Mundial".

abril 2002

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