1.- carta que da origen al documento

Ø              > ESTIMADOS CAMARADAS:

GRACIAS POR EL AVISO Y GRACIAS POR CONTINUAR CON
VUESTRA APORTACIÓN AL DEBATE.

POR CIERTO, HACE UNOS DÍAS, Y AL PEDESTRE NIVEL DE
TERTULIA DE SOBREMESA, SURGIÓ ENTRE VARIOS CAMARADAS
EL DEBATE ACERCA DE LA ACTUAL NECESIDAD DEL FRENTE
ÚNICO. LO QUE MÁS CLARO ME QUEDÓ ES QUE NINGUNO/A
TENÍAMOS CLARO EL CONCEPTO DE FRENTE ÚNICO. ¿QUÉ
POSICIÓN TIENE AL RESPECTO EL GPM?
 

LUCHA DE CLASES Y FRENTES POLÍTICOS

2.- introducción

Estimado Fran:

Lo que más recientemente se conoce por el vocablo "frente" ha sido práctica común desde que la sociedad humana se dividió en clases. Se han venido presentando como coaliciones entre fracciones de una misma clase gobernante que conspiran unas contra otras, o entre distintas clases  subalternas para defenderse de la explotación y opresión de que son objeto por parte de quienes ejercen el poder en virtud de presuntas supremacías de orden político, religioso o racial, pero que han tenido y tienen invariablemente por substrato, determinados intereses materiales[1]:

En la antigüedad, estos "frentes" o coaliciones, eran conocidos por la palabra "Liga" o "alianza". Un ejemplo de frentes o coaliciones entre distintas fracciones de una misma clase, fue la Liga Etolia en la antigua Grecia, una coalición entre las clases esclavistas de las ciudades Estados griegas en la región de Etolia, constituida a principios del siglo IV a.C. La Liga adquirió importancia en el siglo III a.C. cuando dirimió supremacías con la Liga Aquea, durante las que se conocieron como "guerras del Peloponeso". Esta Liga, llegó a dominar todo el centro de Grecia desde el mar Jónico hasta el mar Egeo, pasando a controlar las zonas de Tesalia, Tracia y Asia Menor.

Un ejemplo de frentes precapitalistas entre clases subalternas, ya durante la sociedad moderna, fue la que protagonizó el alzamiento provincial encabezado por los llamados "Nu-Pieds" de Normandía, entre julio y noviembre de 1639. Los  salineros que trabajaban con los pies desnudos en las arenas de la bahía del Mont-Saint-Michel, donde calentaban agua del mar para obtener sal, vieron como un agravio comparativo el proyecto de la Corona francesa de aplicar el impuesto a la producción de sal en la región, dejando exentas a otras provincias donde campesinos y pequeños caballeros producían y vendían sal relativamente libre de impuestos. Normandía fue una de las provincias más cargadas de impuestos. En su libro titulado "Revueltas y revoluciones en la edad moderna" el historiador Pérez Zagorín cita a M. Foisil en "La revolté des Nu-Pieds", quien calificó la revuelta como "Un frente de distintas clases -nobles y siervos de la provincia contra el Estado central monárquico" (Cfr.: Op.Cit. Tomo II Cap. IX). Acabó siendo una exaltación policlasista del nacionalismo provincialista normando.

Desde entonces a esta parte, cuando en enero de 1848 presentaron al mundo su "Manifiesto Comunista", sin emplear el término Marx y Engels justificaron el frente del proletariado con la pequeñoburguesía rural y urbana. Pero lo hicieron por primera vez desde el punto de vista de una concepción científica de la historia, cuyos fundamentos -según cuenta Engels- le expuso Marx un día de 1844 en una mesa del café parisino "La Regence", donde hoy está la oficina de turismo de Marruecos. La concepción materialista de la historia está basada en la articulación lógica de las siguientes ideas fundamentales:

 Primera Idea: En el curso de su vida colectiva, los seres humanos han venido contrayendo espontáneamente determinadas relaciones sociales para la producción y reproducción de su vida social, relaciones de producción (como las de amos y esclavos, señores y siervos, capitalistas y asalariados)  que dieron pábulo a los distintos tipos de sociedad que constituyen la materia de la historia.

Segunda idea: Estas distintas formaciones sociales corresponden a determinadas fases de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. Así como el arado de hierro y la energía hidráulica marcaron respectivamente el principio del fin de la economía de subsistencia y de las sociedades basadas en las relaciones de dependencia directa como las de la esclavitud y la servidumbre, los modernos sistemas de automatización de la producción están dejando hoy día sin sentido la vida social organizada en base a la explotación del trabajo asalariado.

Tercera idea: El conjunto de las relaciones de producción conforma la estructura económica o material de la sociedad, que es la base sobre la que se eleva un edificio jurídico y político y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida social, política y espiritual en general.

Habiendo llegado a esta concepción de la historia, Marx y Engels concluyeron:

1)       que las formas burguesas de producción ya instauradas en la sociedad feudal pero no todavía suficientemente desarolladas, son la última forma social antagónica del proceso histórico-social de producción humana;

2)       que el despliegue de las fuerzas productivas contenidas en estas relaciones de producción, constituyen las condiciones materiales y sociales para la solución definitiva de este antagonismo, y,

3)       que la clase social determinada por el capital para cerrar la prehistoria de la sociedad humana, es el proletariado.

 

3.-FRENTE POLÍTICO ENTRE CLASES SUBALTERNAS DEL CAPITALISMO Y DESARROLLO ECONÓMICO DESIGUAL

Ahora bien, dado que la acumulación del capital dentro de las relaciones de producción feudales todavía predominantes, era naturalmente incipiente, las nuevas clases sociales -burguesía y proletariado- constituían una irrisoria minoría respecto del bloque histórico de poder entre la nobleza terrateniente y el campesinado en general. Marx y Engels sostenían, por tanto, que en la tarea de liberar al capitalismo de las trabas feudales, el proletariado en semejantes condiciones de inferioridad numérica no podía más que constituirse en un poder político auxiliar de la burguesía, clase a la que, en esa etapa del desarrollo de la humanidad, le correspondía asumir toda la responsabilidad de hacerse cargo de las ruedas de la historia. Era necesario, por tanto, que los asalariados y la pequeñoburguesía urbana y rural -interesados en la nueva sociedad nacida del vientre de las relaciones de señorío y servidumbre-, ayudaran a que los capitalistas asumieran todo el poder político, librando a la sociedad de las reminiscentes trabas feudales que impedían la libre acumulación del capital y la consecuente expansión de su clase explotada.

Para eso, de momento el proletariado debía renunciar a sus propias reivindicaciones históricas, a su propia emancipación social, diluyéndose en las organizaciones políticas de la burguesía, luchando desde ellas contra la opresión de la sociedad feudal decadente. Esta circunstancia o condición histórica específica, alumbró la necesidad del frente político entre el proletariado y la perqueñoburguesía democrática en la sociedad de transición del feudalismo al capitalismo. La justificación de ese frente político policlasista desde el punto de vista estratégico comunista, procedió de que sólo unas relaciones capitalistas desarrolladas podían crear un asalariado numeroso, hasta que el cambio de cantidad en cualidad pusiera a esta clase creada por el capital, en situación de poder liderar un proceso de lucha capaz de disputar a la burguesía el poder político desde la perspectiva de un proyecto económico-social superador del capitalismo: el socialismo. Tal fue el origen de los frentes policlasistas entre el porletariado y la pequeñoburguesía rural y urbana.

Pero, dado que desde su nacimiento en el seno de la sociedad feudal, el capitalismo tuvo siempre un desarrollo económico desigual, no en todas partes el frente del proletariado con la pequeñoburguesía cumplió el cometido revolucionario esperado. Es que, dada la debilidad numérica del proletariado y la actitud vacilante de la pequeñoburguesía en su carácter de clase intermedia aunque políticamente decisiva por su mayor masa social, el ritmo de la revolución capitalista en cada país, dependió del comportamiento de la burguesía y, éste, de su relativa fortaleza o debilidad económica y social. De ahí que, en enero de 1848, cuando publicaron su "Manifiesto Comunista", Marx y Engels observaron que este desarrollo económico desigual se expresaba también en distintas formas de conflictos políticos y, por tanto, en diversas formas de frentes entre las clases en lucha contra la nobleza todavía políticamente dominante, no sólo contra los abusos dentro de esa sociedad, sino contra la vigencia de la sociedad misma, por una sociedad más avanzada según las necesidades históricas determinadas por las contradicciones en el seno de la sociedad dominante:

<<Los comunistas luchan por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero, al mismo tiempo defienden también, dentro del movimiento actual, el porvenir de ese movimiento. En Francia, los comunistas se suman al Partido Socialista Democrático[2] contra la burguesía conservadora y radical, sin renunciar, sin embargo, al derecho de criticar las ilusiones y los tópicos legados por la tradición revolucionaria. (...)

En Alemania, el Partido Comunista lucha al lado de la burguesía, en tanto que esta actúe revolucionariamente contra la monarquía absoluta, la propiedad territorial feudal y la pequeñoburguesía reaccionaria.>> (K.Marx-F.Engels: "Manifiesto Comunista" Cap. IV)

 La salvedad hecha por los creadores del Materialismo Histórico respecto de Alemania, en cuanto a la actitud de los comunistas frente a las distintas burguesías nacionales opositoras en Europa, estaba plenamente justificada y encerraba toda una premonición. En efecto, allí donde, como en Inglaterra o Francia, la mayor fortaleza social de la burguesía infundió a esta clase valor político suficiente para liderar el proceso revolucionario hasta el final, la pequeñoburguesía acompañó exitosamente al proletariado en su lucha de auxiliar a la revolución burguesa en esos países. Pero no ocurrió lo propio en Alemania, cuyo atraso económico relativo gestó una burguesía débil y cobarde. Temerosa de su propio proletariado, tubo miedo de ponerse al frente de la lucha contra la nobleza reaccionaria, en la que se apoyó para medrar, aunque no lo suficiente para saberse capaz de seguir desarrollándose políticamente sin ese apoyo:

<<La revolución prusiana de marzo, no debe confundirse con la revolución inglesa de 1648 ni con la francesa de 1789.

En 1648, la burguesía se alió con la moderna nobleza en contra de la monarquía, de la nobleza feudal y de la iglesia imperante.

En 1789, la burguesía se alió con el pueblo en contra de la monarquía, de la nobleza y de la iglesia imperante. (...)

En ambas revoluciones fue la burguesía la que se puso al frente del movimiento. El proletariado y las facciones de la sociedad urbana no pertenecientes a la burguesía, o no abrigaban intereses al margen de los de la burguesía, o bien no formaban aún clases o sectores de clases con un desarrollo propio. (...)

La revolución de 1648 fue el triunfo del siglo XVII sobre el siglo XVI; la revolución de 1789 fue el triunfo del siglo XVIII sobre el siglo XVII. Más todavía que las necesidades de las partes del mundo en que acaecían, Inglaterra y Francia, estas revoluciones expresaban las necesidades del mundo de entonces. (...)

Nada de esto encontraremos en la revolución prusiana de marzo (en 1848). (...) En vez de adelantarse a su siglo iba a la zaga de él en más de cincuenta años. (...) No se trataba de instaurar una nueva sociedad sino de resucitar en Berlín (año 1848) la sociedad muerta en París (año 1789) (...) 

La burguesía alemana se había desarrollado de un modo tan inerte, tan lento y tan cobarde, que en el momento en que se enfrentaba amenazadora al feudalismo y al absolutismo, veía alzarse amenazadoramente ante sí al proletariado y a todos los sectores de las ciudades afines a éste por sus intereses y sus ideas. (...); carente de toda fe en sí misma y sin fe alguna en el pueblo; gruñendo contra los de arriba y temblando ante los de abajo; (...) revolucionaria para con los conservadores y conservadora para con los revolucionarios; sin iniciativa, sin fe en sí misma, sin fe en el pueblo y sin misión alguna en el plano de la historia universal (...); tal era la burguesía prusiana a la que la revolución de marzo entregó el timón del Estado.>> (K. Marx: "La burguesía y la contrarrevolución" 16/12/848)

 

4.-DEL FRENTE POLICLASISTA AL PARTIDO REVOLUCIONARIO INDEPENDIENTE

Esto explica que el frente policlasista no pudiera cumplir en Alemania con su misión de ejercer la voluntad del pueblo liberando al capital de los obstáculos políticos que suponía la monarquía absoluta, porque la burguesía se negó haciendo frente único con la nobleza. Así, del plato a la boca, el pueblo alemán, que la había cocinado, se quedó sin la sopa. De este enjuague a espaldas del pueblo, resultó la monarquía constitucional, un híbrido entre la monarquía absoluta y la república burguesa:

<<La revolución de marzo no sometió en modo alguno al soberano por la Gracia de Dios a la soberanía del pueblo. Se limitó a obligar a la Corona, al Estado absolutista, a entenderse con la burguesía, a pactar con su viejo rival>> (K. Marx: "Nueva Gaceta renana" Nº170 16/12/848. Ed. cit.)

Pero fue un pacto con todos los recursos jurídicos previstos como para no solo dejar a salvo los privilegios feudales de que la nobleza había venido gozando, sino agregar otros nuevos. Y, además, para que desde ese término medio político-institucional se pudiera retroceder a la monarquía absoluta, al estado monárquico despótico, pero nunca avanzar hacia la república burguesa, hacia el dominio pleno de la ley del valor y de las libertades "democráticas" del capitalismo:

<<La constitución francesa otorgada contenía solamente un artículo, el 14, que la derogaba. En la Constitución otorgada de Prusia, todos y cada uno de los artículos son un artículo 14.

Por esta constitución, la Constitución otorga nuevos privilegios; se los otorga concretamente a sí misma.

Se reserva en ella el derecho a disolver libremente las cámaras sin plazo alguno. Concede a los ministros el derecho a dictar libremente, cuando no estén reunidas las cámaras, toda clase de leyes (incluso sobre la propiedad, etc.). Permite a los diputados acusar libremente por ello a los ministros, pero corriendo el riesgo de ser declarados en estado de sitio como "enemigos interiores". Y, por último, se reserva a sí misma, en el caso de que para la primavera subiera la cotización de las acciones de la contrarrevolución, el derecho a sustituir este "pedazo de papel" que flota en el aire, por una Carta Magna cristiano-germánica emanada orgánicamente de la jerarquía estamental de la Edad Media, o a poner fin sin más al juego constitucional. Incluso en este último caso, la parte conservadora de la burguesía se postraría de hinojos y rezaría:

"El Señor nos lo ha dado, el Señor nos lo ha quitado, bendito y alabado sea el nombre del Señor">> (Ibíd)

No obstante, esta experiencia que se consumo en 1850, así como la actitud del proletariado francés en febrero (su triunfo que permitió instanurar la república burguesa) y en junio (su derrota frente a la burguesía), reforzó en Marx el concepto de revolución permanente. Así fue cómo alumbró en él la necesidad de construir un partido proletario independiente, entendido como la expresión orgánico-política de la teoría revolucionaria: el materialismo histórico, aplicado a la realidad actual del capitalismo como condición a transformar. Tal fue la síntesis dialéctica en su intelecto, resultante de la contradicción histórica entre la afirmación política abstracta del proletariado como clase social sin partido pfreconizada en el "Manifiesto", y su negación en el frente policlasista.[3]

Pero esta síntesis dialéctica que iluminó el espíritu de Marx y Engels fue el resultado de un proceso de compromiso revolucionario con la lucha de clases en Europa, entre 1845 y 1848. Mientras tanto, consecuentes con el criterio de actuar como ala propulsora de la revolución burguesa desde la extrema izquierda de la burguesía en frente único con la pequeñoburguesía democrática, Marx, Engels y sus correligionarios en la "Liga de los comunistas" se entregaron por entero desde 1845 a promover el agrupamiento de la clase obrera europea en frente único con los demócratas pequeñoburgueses. Desde el verano de ese año en Inglaterra, ambos participaron en la creación de Fraternal Democrats, una organización internacional que permitió agrupar a la izquierda del cartismo con la Liga de los Justos y grupos de demócratas exiliados en diversos países europeos. Al año siguiente, ya en Bruselas, Marx participó en la creación de la Asociación democrática de Bruselas fundada en setiembre de 1847. En febrero de 1848, el comité de esta Asociación acordó con Fraternal Democrats la celebración de un congreso internacional de organizaciones democráticas que la revolución de febrero en Francia impidió. A partir de junio de ese año, Marx desempeñó una intensa actividad dentro del partido demócrata pequeñoburgués. Designado para representar a la Asociación Democrática de Colonia ante el comité central de las tres asociaciones democráticas de Colonia (la Asociación democrática, la Asociación obrera y la Asociación de obreros y patronos), participó del primer congreso de demócratas renanos donde fue designado, entre otros, para dirigir el flamante partido demócrata de Renania. A finales de 1848, Marx era, todavía, líder destacado de la Asociación democrática de Colonia y del Comité democrático de Renania, al mismo tiempo que presidente de la Asociación obrera de Colonia, fundada por Gottschalk, aunque -según cuenta Claudín- en ésta última su participación fue muy breve. (Cfr. F. Claudín: "Marx, Engels y la revolución de 1848" cap. II nota 143).

Es importante señalar en este punto, que durante ese mismo mes de junio de 1848 en que Marx pasó a dedicar casi todo su tiempo a militar en la Asociación Democrática de Colonia, los demócratas pequeñoburgueses de París acababan de demostrar hasta dónde fueron capaces de ir con el proletariado. En un importante artículo que publicó la NGR el 26 de junio de ese año titulado: "La revolución de junio en París", Marx hizo un genial ejercicio intelectual de proyección estratégica insuperable. Aun habiendo sido aplastados, los obreros de París fueron los únicos vencedores, porque han sabido triunfar sobre sus propias ilusiones:

<<La fraternité, esa fraternidad de clases antagonistas; una de las cuales explota la otra; esa fraternidad proclamada en febrero, escrita en mayúsculas sobre la frente de París, sobre cada prisión y cada cuartel, muestra su faz verdadera, auténtica, prosaica: es la guerra civil bajo su forma más feroz, la guerra entre el trabajo en el capital. La fraternidad ha durado justo el tiempo que el interés de la burguesía ha ido hermanado con el interés del proletariado. Pedantes de la vieja tradición revolucionaria de 1793, socialistas doctrinarios que mendigaban a la burguesía para el pueblo, siendo autorizados a pronunciar largos sermones y a comprometerse mientras hubo necesidad de adormecer con canciones de cuna al león proletario; republicanos que reclamaban integralmente el viejo orden burgués, pero sin testa coronada; oposicionales dinásticos para los que el azar había reemplazado la caída de la dinastía por un cambio de gobierno; legitimistas que no querían despojarse de la librea sino modificar su corte: he ahí los aliados con los que el pueblo hizo febrero. La revolución de febrero -prosigue Marx- fue la revolución hermosa, la revolución de la simpatía general, porque los antagonismos que en ella estallaron contra la monarquía dormitaban incipientes todavía, bien avenidos unos con otros; la lucha social que era su fondo solo había cobrado una existencia etérea, la existencia de la frase, de la palabra. La revolución de junio es la revolución fea, la revolución repelente, porque el hecho ha ocupado el lugar de la frase, porque la república puso al descubierto la cabeza misma del monstruo al arrancarle la corona que la protegía y la ocultaba>> (K. Marx: NGR: "La Revolución de Junio en París". Citado de "Obras Fundamentales Marx-Engels. FCE/989 Tomo 5 Pp. 56)

El monstruo al que aludía Marx era el orden burgués una vez que, con la ayuda del proletariado, se desembarazó para siempre del poder político feudal. Ninguna de las precedentes revoluciones francesas -señaló Marx- había atentado contra él. <<Pero junio -el proletariado de París- ha atentado contra el orden burgués, ¡Ay de junio!>> (K. Marx ibid).

Toda esta lógica política desplegada desde febrero a junio de 1848 en Francia, había estado dentro de las previsiones de Marx. El frente policlasista había servido en Francia para entronizar a la burguesía en el poder y eso había sido progresivo. Pero, como hemos dicho ya, la realidad económica y social alemana difería de la francesa e inglesa. Su atraso económico relativo se traducía en relaciones sociales de clases distintas. El menor grado de acumulación del capital alemán y la consecuente debilidad social de la burguesía respecto de las demás clases y sectores de clase de la sociedad en ese país, determinaron en ella un comportamiento diverso respecto a sus homólogas inglesa y francesa, de modo que, dentro de la estrategia correcta de revolución permanente ya esbozada por Marx desde 1843 en la "Introducción a la Crítica de la Filosofía Hegeliana del Derecho Estatal" (paso sin solución de continuidad de la lucha por la revolución burguesa a la lucha por la revolución proletaria), obligaba a trazar una táctica de acumulación política del proletariado distinta a la trazada para Francia o Inglaterra, cosa que no parece haber sido advertida por el creador de la FILOSOFÍA de la praxis. Más aun estando muy fresco en la memoria el segundo acto o <<revolución fea>> de junio en París. Nos referimos a la decisión de hacer pasar la acción de los revolucionarios por las organizaciones democráticas de la pequeñoburguesía, por el frente con ella. De hecho, a finales de 1848 Marx comparte su militancia como presidente de la Asociación Obrera de Colonia con su condición de destacado dirigente de la Asociación democrática de Colonia y del Comité democrático de Renania.

Tuvieron que transcurrir desde entonces quince meses, para que la prueba de la práctica fuera demostrando qué es lo que la burguesía alemana se vio obligada a hacer por fuerza de sus propias circunstancias e intereses frente a las crisis simultáneas de Frankfort y Berlín, así como durante la insurrección de Viena. A propósito de ésta última, comparando el proceso revolucionario de 1848 en Francia con lo acontecido en Alemania el mismo año, Marx empezó a sacar las consecuencias políticas del distinto comportamiento de la burguesía alemana en relación a sus homólogas francesa e inglesa:

<<Una derrota de Viena no nos sorprendería. Únicamente nos induciría a rechazar todo compromiso con la burguesía, que mide la libertad por la libertad del fabricante. Nos determinaría a enfrentarnos, rechazando todo entendimiento, implacablemente, a la miserable clase media alemana, que renuncia voluntariamente a su propio poder con tal de seguir traficando sin tener que luchar. La burguesía inglesa y la burguesía francesa son ambiciosas; la derrota de Viena confirmaría que la burguesía alemana no tiene honor [...] no haría más que convencernos de que no hay paz posible con la burguesía, ni siquiera por un período de transición, y que el pueblo debe permanecer al margen de las luchas entre  la burguesía y el gobierno, y esperar sus victorias o derrotas para explotarlas>> (K. Marx: "La Revolución en Viena" NGR 12/10/848. Ed. cit.)

Producida la derrota del movimiento democrático en Viena, en el número de la NGR correspondiente al 7 de noviembre, Marx destaca la diferencia entre la decisión de la burguesía francesa de acabar con los restos políticos del feudalismo, frente a la pusilánime ausencia de vocación histórica de la burguesía prusiana, cuya debilidad económico-social le hizo sentirse políticamente incapaz de ponerse al frente de la lucha por la nueva sociedad capitalista sin tutelaje de las clases retrógradas ancladas en el feudalismo:

<<En Francia la burguesía se puso a la cabeza de la contrarrevolución una vez que hubo derribado todas las barreras que se oponían a la dominación de su propia clase. En Alemania marcha presionada a la zaga de la monarquía absoluta y del feudalismo, antes de haber asegurado ni siquiera las condiciones de vida de su propia libertad y de su propia dominación burguesas. En Francia se levantó como déspota e hizo su propia contrarrevolución. En Alemania se sojuzga a si misma, para evitar que el pueblo triunfe. No hay en toda la historia nada más lamentable ni más ignominioso que la burguesía alemana.>> (K. Marx: "Triunfa la contrarrevolución en Viena" NGR 7/11/848. Ed. cit.)

Acobardada no tanto por lo que el proletariado era en ese momento sino por lo que amenazaba con llegar a ser y ya era el francés, la burguesía alemana sólo vio su salvación pactando un arreglo con la nobleza. Tras describir el curso de los acontecimientos, desde marzo hasta diciembre, Marx llegó a la conclusión de que la burguesía alemana había demostrado su absoluta incapacidad y decisión para arrinconar a la nobleza y su cohorte política: la burocracia estatal y el ejército, reduciendo los poderes de la Corona a todo lo que no limite la libre expansión del trabajo asalariado para los fines de la acumulación capitalista, como ya ocurriera en Francia e Inglaterra: 

<<La Historia de la burguesía prusiana y de la burguesía alemana en general, desde marzo hasta diciembre, demuestra que en Alemania es imposible una revolución puramente burguesa y la instauración del poder de la burguesía bajo la forma de la monarquía constitucional; que en este país sólo cabe una de estas dos cosas: o la contrarrevolución feudal absolutista o la revolución republicano-social (proletaria)>> (K. Marx: "La burguesía y la contrarrevolución" NGR 31/12/848. Ed.cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Con esto estaba diciendo que, dado el comportamiento de la burguesía alemana, su incapacidad  para ponerse al frente de la lucha consecuente por la república burguesa, el proletariado debía abandonar su condición de clase auxiliar, ya que, a la vista de los hechos, las tareas democráticoburguesas en países como Alemania, sólo podrían ser cumplidas en lucha simultánea contra la burguesía y contra la monarquía absoluta, lo cual suponía que los comunistas abandonaran el frente policlasista con la perqueñoburguesía democrática y empezaran a trabajar por la autoorganización del proletariado como partido de clase. Para ello, se plantearon dos tareas fundamentales:

1)       fundir la teoría revolucionaria con el movimiento obrero espontáneo como método de construcción del partido revolucionario;

2)       elaborar una táctica para arrastrar a la pequeñoburguesía vacilante tras la lucha decidida del proletariado independiente por los objetivos sociales y políticos democráticoburgueses, que la débil burguesía demostraba ser incapaz de hacer cumplir.

A esto se pusieron manos a la obra Marx y Engels desde enero de 1849, una vez consumada la derrota del movimiento democrático alemán ante la pasividad de la burguesía en Hamburgo, Berlín y Viena. De esta derrota a manos de la reacción aristocrática, ésta ofreció a la burguesía una solución política de compromiso, de cuya aceptación resultó un instrumento político de gobierno, a medio camino entre la monarquía absoluta y la república burguesa, que Marx denominó la "constitución otorgada".

 

 

A finales de 1849, desde su exilio en Londres, Marx incorporó nuevos datos económicos que le permitieron insistir en la perspectiva revolucionaria prevista un año antes. Sus análisis de la coyuntura económica le indujeron a afirmar que la crisis de 1847 había dado paso a una nueva fase de expansión verificable en la segunda mitad de 1848. No obstante pronosticó una nueva e inminente crisis económica. Dada la situación política continental que calificó de explosiva, Marx pronosticó que la combinación de todos estos factores desembocaría en una situación revolucionaria más avanzada que la anterior:

<<Tal vez el movimiento más importante en estos momentos, sea el que se desarrolla aquí, en Inglaterra. Por una parte, la agitación de los proteccionistas, apoyada por la fanatizada población rural -las consecuencias del free corn trade (comercio libre del trigo); por otra parte, los freetraders (partidarios del libre comercio internacional), que extraen las ulte­riores conse­cuencias políticas y económicas de su sistema en el interior, mientras como finan­cial and polítical reformers (reformistas polí­ticos y financieros) actúan en el exterior como el peace-party (partido de la paz); por último, los cartistas, quienes actuando conjuntamente con la burguesía en contra de la burocracia, han reanudado al mismo tiempo, con redoblada ener­gía, su propio movimiento de partido frente a los burgueses. El conflicto entre estos partidos llegará a ser grandioso y la forma exterior de la agitación cobrará formas tormento­sas y revo­lucionarias cuando, como yo espero, y no sin fundamento real, lleguen al poder los tories en vez de los whigs. Otro evenenement (aconteci­mien­to) que aun no se muestra visible en el continente, es la inminencia de una enorme crisis industrial, agrícola y comercial. Si el conti­nente demora su revolución hasta que esta crisis esta­lle, tal vez Inglaterra tenga que convertir­se de antemano, aunque de mala gana, en aliada del continente revolucionario>>. (K. Marx: "Carta a Weydemeyer" 19/12/849. Lo entre paréntesis es nuestro)  

En la tercera parte de "Las luchas de clases en Francia" -redactada en abril de 1850- Marx interpreta que el triunfo en las elecciones del 10 de marzo de 1850 de los insurrectos franceses vencidos en junio de 1848, expresa la gravitación creciente que el proletariado venía ejerciendo sobre la pequeñoburguesía como condición para aspirar a la "república roja", el contenido proletario de una nueva revolución en Francia:

<<Hemos visto cómo unos tras otros, los campesi­nos, los pequeñoburgueses, las capas medias en general, se iban colocando junto al proletaria­do, cómo eran empujados a una oposición abierta contra la república oficial y tratados por ésta como adversarios. Rebelión contra la dictadura burgue­sa, necesidad de un cambio en la sociedad, mante­nimiento de las instituciones democrático-repu­blicanas como instrumentos de este cambio, agrupa­ción en torno al proletariado como fuerza revolu­cionaria decisiva: tales son las caracte­rísticas generales del llamado partido de la socialdemo­cracia, del partido de la república roja.>> (K. Marx: "Las Luchas de Clases en Fran­cia" III.)

Por su parte, en un artículo publicado el 1/9/848, Engels señala expresamente que la burguesía se encontraba <<directamente amenaza­da en su existencia política, e indirectamen­te en su existencia social>>. Siempre inspirado  -al igual que su amigo- por el principio de la revolución proletaria permanente, Engels está pensando en la perspectiva no lejana de implantar la república roja y en la inmediata aplicación del programa de transición hacia el comunismo a escala europea:

<<¿Como explicarse la continua victoria del "or­den" en toda Europa? ¿De dónde vienen las numerosas y repetidas derrotas del Partido Revolucionario, de Nápoles a Praga, de París a Milán, de Viena a Frankfort?. De que todos los partidos saben que la lucha en gestación en todos los países civilizados es incomparable­mente más importante que todas las revoluciones habidas hasta hoy; de que en Viena como en París, en Berlín como en Frankfort, se trata del derrocamiento del poder político de la burguesía [...] ¿Queda acaso un centro revolucio­nario en el mundo donde en los últimos cinco meses no haya flotado sobre las barricadas la bandera roja, la enseña de combate del proletariado euro­peo fraternalmente unido? La burguesía se encuen­tra directamente amenazada en su existencia políti­ca, e indirectamente en su existencia social por cada insurrección que estalla ahora. De ahí todas esas derrotas. El pueblo, la mayor parte del tiempo desarmado, debe luchar no sólo contra la fuerza organizada, burocática y militar, del Estado pasado a las manos de la burguesía, sino también contra la misma burguesía armada. Mal armado y sin organización, el pueblo tiene frente a él todas las otras clases de la socie­dad, bien organizadas y bien armadas. He ahí por qué el pueblo ha sucumbido y sucumbirá hasta que sus adversarios no se debiliten, bien a consecuencia de su participación de sus tropas en la guerra, bien porque se escindan sus filas, o porque algún gran acontecimiento empuje al pueblo a combatir desesperadamente y desmoralice a sus enemi­gos>> (F. Engels: "Mediación e intervención de Radetzky y de Cavaignac" NGR: 1/9/48)  

Y en un artículo de la NGR publicado el 1 de enero de 1849, Marx expone las condiciones necesarias para que <<esa victoria próxima del proletariado>> pueda materializarse. La primera condición pasa por la implantación de la república social en Francia, esto es:

<<la caída de la burguesía en Francia, el triun­fo de la clase obrera francesa, la emancipación de la clase obrera en general>> (K. Marx: "El Movimiento Revolucionario" NGR 1/1849)

Pero, para Marx, esa condición no puede verse cumplida sin la revolución en el baluarte del capitalismo europeo y mundial en esos tiempos, sin la derrota de la burguesía inglesa a manos del proletariado de ese país. La consolidación del socialismo en la periferia capitalista sólo es posible a condición de que estalle la revolución en su centro. Lo mismo pensó Lenin en 1918. Por eso previó y alentó la revolución alemana que la socialdemocracia de la IIª internacional abortó:   

<<El país que ha hecho de naciones enteras sus proletarios, que aprisiona al mundo entero con sus brazos de coloso, que ya una vez ha pagado con su dinero los gastos de la restauración europea; el país en cuyo seno las oposiciones de clase se han exasperado hasta alcanzar la forma más pronunciada y cínica, Inglaterra, aparece como la roca a donde van a estrellarse las olas de la revolución. [Sin esta Inglaterra] que domina el mercado mundial, toda conmoción de la situación económica y social en cualquier país del continente europeo y en su conjunto no es más que un vaso de agua.>> (K. Marx: ibid)

A su vez, según Marx y Engels, la revolución en Inglaterra no tendría su causa directa en la lucha de clases interna sino en el debilitamiento de la burguesía de ese país a raíz de su segura intervención bélica para acudir en ayuda de sus colegas franceses, tal como lo había formulado Engels pocos meses antes, tal como ocurrió con los ejércitos napoleónicos. Así, habiendo empezado liderando la contrarrevolución burguesa en Francia, Inglaterra pasaría a la cabeza de la revolución proletaria en Europa:

<<...la vieja Inglaterra no puede ser derrocada más que por una guerra mundial, lo único que puede ofrecer al partido cartista, al partido obrero inglés organizado, la condición de un levanta­miento victorioso contra sus gigantescos opresores. [...] toda guerra europea en la que esté implicada Inglaterra será una guerra mundial [y] la guerra europea es la primera consecuencia de la revolución europea victoriosa en Francia. Inglaterra, como en la época napoleónica marchará a la cabeza de los ejércitos contrarrevoluciona­rios, pero la guerra misma la precipitará a la cabeza del movimiento revolucionario.[...] Sublevación de la clase obrera francesa, guerra mundial>> (K. Marx: ibid)

En cuanto a Alemania, siempre conscientes del desarrollo desigual del país y de  la momentánea debilidad del proletariado alemán, Marx y Engels seguían insistiendo en que la revolución alemana mantenía su carácter democráticoburgués. Consecuentemente, lograron que la Liga mantuviera la línea de colaboración con la burgue­sía impulsando la lucha hasta la desaparición del régimen absolutis­ta. Pero, tal como tenían pronosticado, el nuevo alzamiento del proletariado francés y la -para ellos- más que probable implanta­ción de la república roja en París, daría un nuevo impulso a la revolución en el resto del continente. Este nuevo cuadro de situación es lo que muy probablemente explique el hecho de los comunistas alemanes nucleados en la Liga decidieran abandonar el frente único con la pequeñoburguesía, las organizacio­nes democráticas, para poner todos sus esfuerzos en la creación del partido obrero alemán independien­te. 

En tales circunstancias -enero de 1849- la FILOSOFÍA de Marx y Engels fue atacada por los "hombres de acción" comandados por el doctor Gottschalk un miembro destacado de la "Liga de los comunistas", al que los obreros de Colonia profesaban gran respeto por su abnegada entrega durante varios años como médico de los pobres, a la sazón presidente de la Asociación Obrera de Colonia. Por esas fechas se estaban por realizar las elecciones para la conformación de las Asambleas de Frankfort y de Berlín. Marx y su grupo hicieron prevalecer dentro de la Asociación Obrera de Colonia el criterio de participar en ambos parlamentos votando a los candidatos demócratas.

Por su parte, considerando que el proletariado debía saltar por encima de los demócratas y aspirar inmediatamen­te a la "república obrera", el grupo de Gottschalk se puso en contra denunciando que la propuesta de participar en la nueva Asamblea prusiana, así como esos acuerdos de acción común puntual con los demócratas pequeñoburgue­ses, eran indicios de que Marx y su gente habían hecho abandono de la causa proletaria. En un artículo publicado en la NGR el 21 y 22 de enero, Marx insiste en defender las tesis que había expuesto en la Asociación Obrera, en momentos en que el gran órgano liberal de Colonia, la "Kölnische Zeitung", acababa de apuntalar las posiciones del grupo de Gottschalk, planteando que el dilema era entre la constitución otorgada por la monarquía y la república roja.[4]

Desde el punto de vista de la concepción de revolución permanente planteada por Marx y que Gottschalk esgrimía en su crítica contra él, eso, en perspectiva, era evidentemente así. Pero la constitución otorgada no era un simple adorno político de la realidad alemana. Estaba allí para algo y había que tenerla en cuenta. Sin perder de vista que el proletariado no podía tocar ni un pelo de la burguesía sin el apoyo de esa masa mayoritaria de población constituida por los pequeños campesinos, artesanos y comerciantes, Marx atendía a la mayor preocupación de esa masa, a la esencial intención de su lucha contra los impuestos expropiatorios que servían exclusiva­mente para mantener a la casta parasitaria de la aristocracia terrateniente y financiera y a su ejército de burócratas y militares que, en conjunto habían conformado el Estado absolutista y seguían al frente del nuevo Estado monárquico constitucional. Eso que la constitución otorgada seguía legitimando no se había modificado, y sin esa modificación era imposible movilizar a la pequeñoburguesía contra el capital. Y el caso es que la pequeñoburguesía creía en las ilusiones constitucionalistas, en que la "voluntad de todo el pueblo" lograría derogar esa pesada carga al servicio del privilegio de unas minorías parasitarias.  De ahí que la consigna de "república roja" no tuviera todavía nada firme bajo sus pies para poder andar segura por la historia.

Al quedar comprometida con ese Estado parasitario y opresor asumiendo la constitución otorgada, la burguesía prusiana ya no podía seguir ocultándo al pueblo su naturaleza igualmente reaccionaria. Al constatar que la burguesía se echaba en brazos de la reacción por miedo a la revolución socialista, Marx entiendió que esa nueva realidad no cambiaba el carácter burgués de la revolución, pero sí su fórmula política. Al no ser posible ya una revolución puramente burguesa y el estableci­miento de la dominación burguesa bajo la forma de la monarquía constitucional, sólo cabían dos alternativas posibles: la contrarre­volución feudal absolutista o la revolución democráticoburguesa dirigida por el proletariado, tal como Marx ya lo anunciara en "La burguesía y la contrarrevo­lución".[5] 

 

5.-El comunismo utópico rompe la unidad de los comunistas por la izquierda del movimiento

Al ver que la constitución otorgada confíó el timón del Estado alemán a los representantes de las anacrónicas relaciones de propiedad feudales, Marx proclamó que Alemania había entrado en una dinámica cuya lógica -de no interponerse fuerzas revolucionarias en contrario- debía culminar por restaurar plenamente el poder que la Corona había perdido en marzo de 1848. Pero observando que semejante situación tendía a poner a la pequeñoburguesía en la órbita y bajo la dirección política del proletaria­do, Marx entendió que la burguesía prusiana y la Corona parecían haber dado solución al conflicto de clases planteado desde la perspectiva de la revolución democrática del proletariado. Pero advirtiendo que eso sólo sucedería, siempre que los revolucionarios supieran combatir con eficacia las ilusiones constitucionalistas de las masas obreras y pequeñoburguesas. Con estos argumentos, Marx concluirá su réplica a la "Kölnische Zeitung" y a la gente de Gottchalks diciendo que en esos precisos momentos, el dilema no está en decidir entre la constitución otorgada y la república roja sino entre...

<<el antiguo absolutismo con un sistema estamental renovado o un sistema representativo burgués [...] No se trata, en absoluto, de una lucha contra las relaciones de propiedad burguesas, como ha tenido lugar en Francia y se prepara en Ingla­terra. Se trata, por el contrario, de la lucha contra una constitución política (Marx se refiere a la constitución otorgada en diciembre) que pone en peligro "las relaciones de propiedad burgue­sas", al confiar el timón del Estado a los repre­sentantes de las "relaciones de propiedad feudal", al rey de derecho divino, al ejército, a la buro­cracia, a los señores rurales, a los varones de las finanzas y a algunos burgueses ligados a ellos>> (K. Marx: "Motesquieu LVI" NGR 21 y 2­2/1/849. Citado por F.Claudín op.cit. Cap. II. Lo entre paréntesis es nuestro.)

Esa posición de Marx y Engels suponía sostener la táctica de acción conjunta con los demócratas burgueses y pequeñoburgueses, pero no ya como auxiliar político sino como protagonista principal. Después de haber explicado en qué consistía el falso dilema planteado por la gente de Gottschalk, Marx expuso cual debía ser la actitud de los obreros y masas oprimidas en general:

<<Nosotros -dijo- somos indudablemente los últimos en querer la dominación de la burguesía. Somos los primeros en haber elevado nuestra voz en Alemania contra la burguesía, cuando los actuales "hombres de acción" se agrupaban satisfechos de ellos mismos, en querellas subalternas. Pero nosotros decimos a los obreros y a los pequeñoburgueses: antes de volver a una forma social caduca, que so pretexto de salvar vuestras clases sumergirá de nuevo a la nación entera en una barbarie medieval, vale más sufrir en la sociedad burguesa moderna, cuya industria crea los medios materiales necesarios para la fundación de una sociedad nueva que os liberará a todos>> (K. Marx: "La División del Trabajo en la Kölnische Zeitung" NGR 11/2/849. Citado por F.C. Op. cit. ibid)

Durante los seis meses que Gottschalk permaneció en prisión cambió la composición de fuerzas dentro de la Asociación Obrera. Al mismo tiempo que se adoptaron unos estatutos más democráticos, se decidió que Schapper sustituyera a Gottschalk en el cargo de presidente. La mayoría de la nueva dirección secundó las posiciones de Marx. La Asociación se escindió. Gottschalk y sus partidarios fundaron otra que duró dos meses. A mediados de enero de 1849, este grupo comenzó a publicar un portavoz titulado "Freiheit, Arbeit" (Libertad, Trabajo) que se presentó como continuador del anterior órgano de la Asociación Obrera y anunció una lucha decidida <<contra todos los partidos, desde el partido de la Nueva Gaceta Renana (órgano de los comunistas de la "Liga") hasta el de la Nueva Gaceta Prusiana (órgano de la nobleza reaccionaria)>>. El 25 de febrero "Freihei, Arbeit" publicó una carta abierta <<al señor Carlos Marx>> donde Gottschalk expuso el fondo de las divergencias. La carta comienza aludiendo al pasaje del artículo de Marx, donde decía a los obreros que:

<<...más vale sufrir en la sociedad burguesa moderna, cuya industria crea los medios materiales necesarios para la fundación de una sociedad nueva, que no retroceder a una forma social caduca>>. "Freihei, Arbeit" responde:

<<Desde febrero, nosotros, los "hombres de la pendencia subalterna", nos encontramos en el seno de la revolución. Pero para qué una revolu­ción? ¿Para qué habríamos de malgastar nuestra sangre nosotros, hombres del proletariado, si realmente, como nos anuncia usted, señor predi­cador, para evitar el infierno de la Edad Media tenemos que arrojarnos voluntariamente al purga­torio de un decrépito capitalismo, para alcanzar desde allí el nebuloso cielo de su "profesión de fe comunista"? [...] Claro. Usted no toma en serio la liberación de los oprimidos. La miseria del obrero, el ham­bre de los pobres, sólo tiene para usted un interés científico, doctrinario. Usted está por encima de tales miserias. En su calidad de erudito Dios-sol, se limita a ilumi­nar con su brillo a los partidarios. No siente aquello que conmueve los corazones de los hom­bres. No cree en la cosa que usted pretende representar.>> (Andreas G­ottschalk: "Fre­ihei, Arbeit". H.M. Enzensberger: op. cit. T I)

El sufrimiento de los explotados constituye, sin duda, la justificación de su lucha. Pero en modo alguno agota el sentido de su estrategia, que debe  fundarse exclusivamente en la inteligencia política, sobre la base del conocimiento más certero posible de las condiciones económicas y políticas en que esa lucha tiene lugar en cada momento. En esa carta del grupo de Gottschalk había una poderosa fuerza moral revolucionaria, sólo conducente a sus objetivos propuestos si estaba dirigida por no menos sólidas razones políticas que a ese grupo le faltaban. La fuerza de esas razones -que ya gravitaba por entonces en el espíritu de Marx- aparecerá concentrada en "Las Luchas de Clases en Francia" casi dos años después de esta disputa con Gottschalk. Allí hay un párrafo que explica sintéticamente el sentido del dilema entre constitución otorgada y república roja -planteado por la reaccionaria "Kolinsche Zeitung"- que se había apoderado de la gente de Gottschalk. Marx explica en ese texto que el proletariado es todavía una ínfima parte de la población explotada y que, por tanto, en el conjunto de las luchas contra la explotación, la suya es solo un hecho parcial que, por sí misma, no puede constituir el contenido nacional de la revolución. Podría serlo si las demás clases subalternas (campesinos, artesanos y pequeños comercian­tes), estubieran en condiciones de comprender que la usura, las hipotecas, los impuestos y demás cargas que ellos atribuían al ya caduco sistema feudal, no eran ya más que <<modos de explotación secundarios>> del capital y que, por tanto, su lucha se hermanaba con la lucha obrera en función de que, efectivamente, tenían un enemigo estratégico común. Pero ese no era el caso. En efecto:

<<...si el proletariado francés, en un momento de revolución, posee en París una fuerza y una in­fluencia efectivas, que le espolean a realizar un asalto superior a sus medios, en el resto de Francia se halla agrupado en centros industriales aislados y dispersos, perdiéndose casi en la superioridad numérica de los campesinos y pequeñoburgueses. La lucha contra el capital en la forma moderna de su desarrollo, en su punto de apogeo -la lucha del obrero asalariado industrial- es, en Francia, un hecho parcial, que después de las jornadas de febrero no podía cons­tituir el contenido nacional de la revolución; con tanta mayor razón cuanto que la lucha contra los modos de explotación secundarios del capital -la lucha del campesino contra la usura en las hipotecas, del pequeñoburgués contra el gran comerciante, el fabricante y el banquero, en una palabra, contra la bancarrota- quedaba aun disimu­lada en el alzamiento general contra la aristocra­cia financiera. Nada más lógico, pues, que el proletariado de París intentase sacar adelante sus intereses al lado de los de la burguesía, en vez de presentarlos como el interés revoluciona­rio de la propia sociedad, que arriase la bandera roja ante la bandera tricolor. Los obreros fran­ceses no podían dar un paso adelante, no podían tocar ni un pelo del orden burgués, mientras la marcha de la revolución no rebelase contra este orden, contra la dominación del capital, a la masa de la nación -campesinos y pequeños burgueses- que se interponía entre el proletariado y la burgue­sía; mientras no la obligase a unirse a los prole­tarios como a su vanguardia. Sólo al precio de la tremenda derrota de junio, podían los obreros comprar esta victoria. [...]  El proletariado de París fue obligado por la burguesía a hacer la insurrección de junio. Y en esto iba implícita su condena al fracaso. Ni su necesidad directa y confesada le impulsaba a querer conseguir por la fuerza el derrocamiento de la burguesía, ni tenía aun fuerzas bastantes para imponerse esta misión. [...] Sólo empapada en la sangre de los insurrec­tos de junio ha podido la bandera tricolor trans­formarse en la bandera de la revolución europea, en la bandera roja. Y nosotros exclamamos: ¡La revolución ha muerto! ¡Viva la revolución!>> (K. Marx: Op.cit. cap. I: "La derrota de junio")

Estos argumentos eran todavía más válidos para Alemania, donde el contraste entre la zona industrial de Renania y el resto del territorio de ese país preponderantemente agrario era aún más acusado. Lo que en esencia se trataba de trasmitir desde las páginas de la "Nueva Gaceta Renana", es que, aun antes que estalle, toda revolución en la moderna sociedad capitalista tiene un carácter que sólo cambia con la propia vida de la revolución impulsada por la naturaleza de las cosas, en este caso por la lógica del capital. Por tanto, si en la Alemania de 1848 era cuestión de intervenir en sentido efectiva­mente revolucionario, ello suponía una comprensión previa, lo más exacta posible, de la base material sobre la cual se dirimía la lucha de clases en aquellos momentos. Sabiendo que lo fundamental es tarea irremplazable del "viejo topo" (las leyes del capitalis­mo), los revolucionarios sólo tenían que actuar en el sentido que marcaba y sigue marcando la ciega certeza de ese asimilado en su tarea de clarificar la sociedad, eliminando de ella las simulaciones y apariencias que evitaban la necesaria síntesis política entre las clases subalternas: el bloque histórico de que hablaba Gramsci; Contribuir a esa clarificación y ajustarse milimétricamente con la acción a esa certidumbre teórica para <<aliviar los dolores del parto>> comunista, tal fue el glorioso ejemplo de militancia revolucionaria que cumplieron los "hombres de la pluma" desde las páginas de la "Nueva Gaceta Renana"

En medio de esta disputa con los "hombres de acción" liderados por Gottschalk dentro de la Liga, Marx y Engels al frente de los "hombres de la pluma" salían al paso de la mixtificación de la democracia burguesa imperante en el seno de las asociaciones democráticas. A la "National Zeitung" que maneja en abstracto el concepto de "voluntad del pueblo entero", Marx le hace notar que su significación real es "voluntad de la clase dirigente". Frente a la idealización del sufragio universal, advierte que...

<<Sólo es la brújula que indica, finalmente, tras algunas oscilaciones, claro está, la clase llamada a dirigir>> Y reafirma su posición crítica respecto de las izquierdas parlamentarias: <<Nos gustan las posiciones claras -dice un editorial de NGR del 18 de febrero de 1849-. Jamás hemos coqueteado con un partido parlamentario. El partido que representa­mos, el partido del pueblo, no existe actualmente en Alemania más que a un nivel elemental. Pero cuando se trata de combatir al gobierno en ejer­cicio, nos aliamos incluso con nuestros enemi­gos>> (K. Marx: NGR. Citado por F. Claudín op.cit. cap. II. Aclaración nuestra)  

La crítica a la llamada izquierda parlamentaria desde las páginas de la NGR culminó con un extenso artículo que Engels dedicó al debate en la nueva Asamblea Nacional con motivo del mensaje de la Corona, donde anticipó la función del "transformismo" gramsciano que la burguesía empezó a operar en Alemania desde los parlamentos todavía no emancipados de la tutela institucional de la nobleza. Lo único que Engels ve de interesante en esos debates, es...

<<la arrogancia pueril de la derecha y el cobarde hundimiento de la izquierda.[...] Estos señores de la izquierda disminuyen sus pretensiones en la medida misma que la derecha aumenta las suyas. En todos sus discursos se percibe ese abatimiento producto de amargas decepciones, esa actitud abrumada del exmiembro de la misma asamblea que primero dejó empantanarse a la revolución y después, hundiéndose en el pantano por ella misma creado, lanzó un grito doliente: ¡el pueblo no está aun maduro! incluso los miembros más resuel­tos de la izquierda, en lugar de oponerse resuel­tamente a toda la asamblea siguen acariciando la esperanza de obtener algún resultado en la Cámara y, gracias a la Cámara, obtener una mayoría para la izquierda. En lugar de adoptar en el parlamento una actitud extraparlamentaria, la única honro­sa en tal Cámara, hacen concesión tras concesión con la esperanza de una solución parlamentaria. En lugar de ignorar en toda la medida posible el punto de vista constitucional, buscan consciente­mente la ocasión de coquetear con él por amor a la paz [...] ¿Por qué intentan convencerse de que pueden obtener por vía parlamentaria lo que sólo pueden obtener por vía revolucionaria, por la fuerza de las armas? Sin duda la vía parlamentaria ha elevado a esos señores a una altura [...] donde el l'spirit de corps comienza y la energía revolucionaria, si la había, se evapora>> (F. Engels: "El Debate de Berlín sobre el Mensaje" en NGR del 30/3/849. Citado por F. Claudin Op.cit. cap. II. Subrayado nuestro) [6]

El reproche al grupo de Marx por su aparente pasividad política ante <<el hambre de los pobres>>, no era un arma retórica que el grupo de Gottschalk utilizara en su lucha por hacer prevalecer sus posiciones dentro de la Liga, sino una realidad social tan evidente como dramática. El recrudecimiento de la crisis económica europea -de mayor incidencia en la relativamente atrasada Alemania- obligaba a los burgueses de este país a emular a sus colegas ingleses en crueldad a la hora de explotar trabajo ajeno.

Esta situación tendrá su reflejo inmediato en el plano político- organizativo de la clase obrera. Durante el invierno de 1848/49 se forman numerosas asociaciones obreras de carácter eminentemente político. Destaca entre ellas la "Fraternidad Obrera" con radio de influencia al norte de Alemania; fundada por Stephan Born, entre el 27 y el 29 de diciembre de 1848 celebró su segundo congreso nacional el Leipzig, seguido del Congreso General Obrero Alemán que agrupaba a una serie de asociaciones obreras radicadas al sur del territorio. Un congreso celebrado en Heildelberg los días 28 y 29 de enero de 1849 acordó la fusión de los órganos dirigentes de ambas organizaciones. Al nuevo comité central unificado con sede en Leipzig se le encomendó organizar un congreso de toda Alemania para crear la Unión General de los Obreros Alemanes. Durante los meses siguientes, congresos obreros organizados por la Fraternidad de Hamburgo, Turingia y Baviera, llegaron a los mismos acuerdos. A estos se suma la Liga de los comunistas y lo que queda de la Asociación Obrera de Colonia una vez escindido de ella el grupo de Gottchalks. Por su parte, Marx y Engels se ofrecen para dar cursos gratuitos a la Asociación sobre problemas económicos y sociales. 

La NGR comienza a reflejar en sus páginas esta situación desde principios de 1849. El 5 de enero de ese año aparece el primer artículo de Marx denunciando las condiciones de explotación de los obreros alemanes. Después de explicar el régimen de las llamadas "workhouses" en Inglaterra, Marx escribe:

<<Si en algún punto la burguesía prusiana se aproxima a su ideal británico, es en la explotación desvergonzada de la clase obrera. [...] trata a la clase obrera con menos miramientos que la burguesía inglesa>> (K. Marx: "Un docu­mento auténtico de la burguesía" NGR 5/1/49. Ed. FCE. Cit.)

El 11 de marzo, la NGR publicó un documento de la Asociación Obrera de Colonia dirigido a las asociaciones obreras de la provincia renana para establecer relación regular. De ahí, al parecer, salió el acuerdo para que el comité de la Asociación Obrera de Colonia asumiera las funciones de comité regional. Semejante responsabilidad asumida obligó a la Liga de los Comunistas a empeñar todas sus fuerzas en la tarea de agrupar a las asociaciones obreras de la región, en detrimento de sus actividades dentro del movimiento democrático pequeñobur­gués. Así es como se tomó la decisión de que los miembros de la Liga renuncien a sus cargos directivos dentro del partido demócrata de Renania. En la declaración que hicieron para fundamentar esta decisión se decía:

<<estimamos que la organización actual de las asociaciones democráticas encierra en su seno demasiados elementos heterogéneos para que sea posible una actividad provechosa en relación con el objetivo que se ha fijado la causa. Consideramos, por el contrario, que una ligazón más estrecha de las asociaciones obreras es preferible porque están compuestas de elementos homogéneos, y por esta razón dimitimos desde hoy del comité regional renano de las asociaciones>> (ibid)

Firmaron esta declaración: Marx, Schapper, Annecke, Becker y Wolff. El sentido de este texto se precisa más con el acuerdo que adoptó al día siguiente la asamblea de la Asociación obrera:

<<1) Salir de la Federación de asociaciones democráticas de Alemania y afiliarse a la Federación de asociaciones obreras alemanas; 2) Encargar a su Comité de convocar en Colonia un congreso provincial de todas las asociaciones obreras de Renania y Westfalia antes de la reunión del congreso general de trabajadores de Leipzig, con objeto de estrechar los vínculos del partido auténticamente social; 3) Enviar delegados al congreso de las asociaciones obreras de Alemania que tendrá lugar proximamente en Leip­zig>> (Cfr. F. Claudín op. cit. Cap. II-6) 

 

6.-EL FRENTE POLICLASISTA ROMPE LA UNIDAD DE LOS COMUNISTAS POR LA DERECHA DEL MOVIMIENTO

Si, tal como hemos visto, Marx y Engels esperaban un rebrote revolucio­nario en toda Europa que daría a la revolución europea un carácter netamente proletario, aun cuando Alemania estaba por realizar su revolución burguesa, en las nuevas circunstancias políticas previstas, el atraso relativo de la revolución alemana no era en modo alguno decisivo, ya que era de suponer que el torrente revolucionario previsto no tardaría en arrastrar al proletariado alemán poniéndole a la altura de sus hermanos de clase. Tal es la perspectiva que puede explicar por qué, previo abandono de las organizaciones democráti­cas, Marx preparaba la renuncia a todo compromiso del proletariado alemán con la burguesía.

Meses después, en medio de una evidente y sostenida expansión de los negocios en toda Europa, Marx y Engels vieron desmentidas todas las previsiones económicas en las que ambos habían venido coincidiendo desde noviembre y diciem­bre de 1848. En un análisis de coyuntura concluido hacia el otoño de 1850, Marx modificó el tempo de sus previsiones económicas. Si bien consideró que se seguían manteniendo las mismas condiciones objetivas que gravitaban hacia una próxima gran crisis económica de la burguesía, calculó que esta sobrevendría no más tarde de 1852. Esta nueva situación económica obligaba a una adecuación política. Es en ese momento cuando desde la derecha del movimiento surgió la fracción de unos "hombres de acción" liderada por Willich y Schapper, al parecer deseosos de emular a los Ledru-Rollin, Louis Blanc, Mazzini, Kossuth...

<<...y los astros alemanes de menor magnitud, como Rouge, Kinkel, Gögg y qué sé yo cuantos más se reunían en Londres para formar a monto­nes los gobiernos provisionales del porvenir, no sólo para sus países respectivos sino para toda Europa, y que sólo faltaba recibir de los Estados Unidos el dinero necesario a título de empréstitos revolu­cionarios, para llevar a cabo, en un abrir y cerrar de ojos, la revolu­ción europea, y con ella, naturalmente, la instaura­ción de las correspon­dientes repúblicas. ¿A quién podía extrañarle que un hombre como Wi­llich se dejase arrastrar por esto, que Schapper se dejase también llevar de su vieja comezón revolucionaria, y que la mayoría de los obreros que en gran parte vivían como refu­giados en Londres les siguie­sen al campo de los fabrican­tes demo­crático­burgueses de revoluciones? el caso es que el re­traimiento defendido por nosotros no era del gusto de estas gentes, empeña­das en que nos lanzásemos al deporte de hacer revoluciones. Y como nos negásemos a ello del modo más enérgico sobrevino la escisión>> (F. Engels: "Con­tribu­ción a la Histo­ria de la Liga de los Comu­nistas" en "Obras Escogidas Marx-Engels"bras EscogidasO)

El programa de esta fracción tenía sólo un punto: derroca­mien­to del absolutismo e implantación de la Repúbli­ca. Y una sola tácti­ca: marchar inme­diatamente hacia la unidad política con los demócratas pequeñoburgueses en <<un gran parti­do de oposi­ción>>, a fin de poder encarar la lucha por el poder sin pérdida de tiempo. En estas circunstancias, los "hombres de la pluma" agrupados en torno de Marx y Engels parecen haber sacado ya todas las consecuencias teóricas y políticas de su experiencia anterior en el seno del movimiento democrático amplio. Desde marzo de 1850 -fecha en que se procede a reorganizar la Liga de los Comunistas- la fracción de Marx y Engels dan por acabado el tramo del proceso revolucionario presidido por la burguesía, en el que el proletariado debía limitarse a acompañarle en su lucha contra el absolutismo. Si de lo que se trataba era de poner la teoría del proletariado en práctica, es decir, transformar la FILOSOFÍA del materialismo histórico en acción política revolucio­naria, había que munirse del instrumento o medio de acción sin el cual tal pretensión es imposible. Ese medio de acción era la organización indepen­diente de los comunistas, cuyo cometido pasaba, a su vez, por contribuir a enriquecer la FILOSOFÍA desde la práctica misma. Para ello era requisito indispensa­ble resistir la tentación del pasado, rechazando decididamente las ofertas de unión que los demócratas pequeñobur­gueses oprimidos por la reacción demandaban al proletariado, para convertirle en un apéndice de sus intereses de estatus dentro de la sociedad burguesa:

<<En el momento actual, en que los demócratas pequeñoburgueses se hallan oprimidos en todas partes, predican al proletariado en general la unión y la concordia, le tienden la mano y aspiran a crear un gran partido de la oposición que abarque todos los matices existentes dentro del partido democrático; es decir, aspiran a enredar a los obreros en una organización de partido en la que predominen las frases democráti­co-sociales en general, detrás de las cuales se ocultan sus intereses específicos, y en la que, en gracia a la amada paz, no deberán manifestar­se las reivindica­ciones concretas del proleta­riado. Semejante unión les beneficiaría exclusi­vamente a ellos y redunda­ría totalmente en perjuicio del proletariado. Éste perdería su inde­pendencia a tan dura costa conquistada, para volver a convertirse en apéndice de la democracia burguesa oficial. Así, pues, semejante unión debe ser rechazada con la mayor energía. Los obreros, en vez de rebajarse una vez más a servir de coro y de caja de resonancia de los demócratas burgueses, deberán esforzarse, sobre todo los de la Liga, en crear al lado de los demócratas oficiales, su propia organización como partido obrero público y clandestino independien­te, haciendo que cada comuna se convierta en centro y núcleo de un conjunto de sociedades obreras en que se discutan la posición y los intereses del proletariado, al margen de la influencias burguesas. [...]  Para el caso de una lucha contra el enemigo común, no se necesita de ninguna coalición especial. Cuando se trate de luchar contra ese adversario, coincidirán simultá­neamente los intereses de ambos partidos y, como ha ocurrido hasta aquí, también en el futuro se establecerá por sí misma esta unión, aunque encaminada solamente a fines momentáneos>>(K. Marx-F. Engels: "Circular del Comité Central de la Liga de los Comunistas" del 10 de marzo de 1850". Ed. cit.)

7.-EL FUNDAMENTO DEL PARTIDO OBRERO INDEPENDIENTE Y LA REVISIÓN DEL "Manifiesto Comunista"

Los comunistas necesitan independencia política más que ninguna otra clase de la sociedad, porque el proletariado es la única que, por ser la negación absoluta de toda explotación entre los seres humanos, trasciende en su acción política a todas las otras; es verdaderamente revolucionaria porque no teniendo ningún fuero especial en la sociedad de clases, tampoco puede aspirar a nada particular dentro de ella; porque al no estar ligada históricamente a ninguna forma de propiedad, el sentido histórico de su lucha es la negación de toda propiedad. Por tanto, el tren de su movimiento no tiene ninguna estación en la sociedad burguesa; su acción revolucionaria dentro de ella no es parcial o limitada sino total y PERMANENTE; Su accionar no se detiene en la reforma de tal o cual aspecto de la sociedad de clases, sino que tiende objetivamente a su destruc­ción. De ahí que su organización deba ser independiente respecto de las demás clases sociales:

<<Mientras que los pequeños burgueses desean que la revolución termine lo antes posible y alcanzando a lo sumo las metas señaladas, nosotros estamos interesados, y esa es nuestra tarea, en que la revolución se haga permanente, en que dure el tiempo necesario para que sean desplazadas del poder todas las clases más o menos poderosas [...] Para nosotros no se trata de modificar la propie­dad privada, de lo que se trata es de destruirla; no se trata de paliar las contradicciones de clase, sino de la abolición de las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de instaurar una nueva sociedad>> (K. Marx-F. Engels: ibid)

Cuando expresan esta premisa real de la sociedad de su tiempo y sacan su consecuencia política planteando como objetivo prioritario la unidad política del proletariado, Marx y Engels están sin duda pensando en el principio del "Manifiesto" en su parte IVª:

<<Los comunistas luchan por alcanzar los objeti­vos e intereses inmediatos de la clase obrera; pero al mismo tiempo defienden también, dentro del movi­miento actual, el porvenir de ese movi­miento">>, conscientes de que con lo prescrito en la "Circular de marzo de 1850" superan lo dicho seguidamente en este mismo párrafo:

<<En Francia los comunistas se suman al Partido Socialista Democrático, contra la burguesía conservadora y radical; en Suiza apoyan a los radicales sin desconocer que este partido se compone de elementos contradictorios, en parte de socia­lista democráticos al estilo francés, y en parte de burgueses radicales...>> (K.Marx-F. Engels:  "Manifiesto del Partido Comunista" parte IVª)

Esta revisión del "Manifiesto" en modo alguno significaba que el proletariado debiera adoptar una posición sectaria y encarar la lucha contra la reacción en solitario. Colaboración con la pequeñoburguesía sí pero con autonomía política para luchar junto a ella en todo lo que no contradiga su propio programa. Y para eso es necesario una organización política independiente. Sobre todo cuando se estaba en un momento que exigía al proletariado ponerse a la vanguardia de las luchas reemplazando a la burguesía que se había pasado a la reacción. Si bien las clases medias estaban históricamen­te condena­das a desaparecer por el proceso de acumulación capitalista, su lucha por un estatus en la nueva sociedad era, además, objetivamente reacciona­rio. Pero, por otro lado, la pequeñoburguesía estaba interesada en la lucha contra el absolutis­mo, contra las cargas feudales y por la institución del jurado, la igualdad de todos ante la ley, la libertad de prensa y de asociación, es decir, la lucha por las libertades democráti­cas. Todas estas aspiraciones políticas favorecían el proceso de acumulación del capital y, con él, el crecimiento numérico y la unificación política del proletariado. De aquí se desprende que la política de los revolucionarios con respecto a la pequeñóbur­guesía era y sigue siendo la de apoyarla en su lucha contra los sectores sociales reaccionarios y por las libertades democráticas, sin dudar al mismo tiempo en enfrentarse a ella en todo lo que haga o pretenda hacer para afianzarse en su posición de clase media dentro de la sociedad existente en perjuicio del proletariado. Pero, para eso, es necesario el partido revoluciona­rio obrero independiente:

<<El primer punto en que los demócratas burgueses chocarán con los obreros será la destrucción del feudalismo; como ocurrió en la primera revolución francesa, los pequeños burgueses entregarán a los campesinos las tierras feudales en libre propie­dad; es decir, tratarán de dejar subsistente el proletariado agrícola y la formación de una clase campesina pequeñoburguesa que pase por el mismo ciclo de empobrecimiento y endeudamiento en que todavía hoy se halla sumido el campesino francés. Los obreros deberán salir al paso de estos planes, en interés del proletariado rural y en su propio interés. Deberán exigir que las tierras feudales confiscadas se mantengan como propiedad del Estado y se utilicen para crear colonias obreras, en las que el proletariado agrícola asociado trabaje con todas las ventajas de la agricultura en gran escala y por medio de las cuales el principio de propiedad común se plasme inmediatamente de un modo firme en medio de las oscilantes relaciones de la propiedad burguesa. Los obreros deberán aliarse al proletariado agrícola, como los demócratas a los campesinos.>> (K. Marx-F. Engels: "Circular del CC.CC. de la Liga de los Comunistas" de marzo de 1850. Ed. FCE: Los Grandes fundamentos T.4) 

Una vez dilucidadas teóricamente las posibilidades reales y las tareas prioritarias del proletariado, así como sus coincidencias tácticas y divergencias estratégicas con la pequeñoburguesía, teniendo en cuenta, además, que los demócratas burgueses se verían obligados a proponer medidas <<más o menos socialistas>>, en la misma Circular de marzo de 1850 Marx y Engels respondían a la pregunta de qué clase de medidas deberían proponer los obreros revolucionarios:

<<1) Obligar a los demócratas a intervenir en el orden social establecido en el mayor número posible de aspectos, perturbando su marcha normal y haciendo que se pongan a sí mismos en eviden­cia, y a concentrar en manos del Estado el mayor número posible de fuerzas productivas, medios de trans­porte, fábricas, ferrocarriles, etcétera.

2) Deberán llevar hasta su límite extremo las propuestas de los demócratas, los cuales no actuarán, desde luego, como revolucionarios, sino simplemente en un terreno de reformas, convirtiéndolas en otros tantos ataques directos a la propiedad privada, así, por ejemplo, cuando los pequeñoburgueses propongan comprar los ferrocarriles y las fábricas, los obreros deberán proponer que estos ferrocarriles y estas fábricas, como propiedad que son de los reaccionarios, sean confiscados por el Estado sin ninguna clase de indemnización. Si los demócratas proponen el impuesto proporcional, los obreros reclamarán el impuesto progresivo; y si los demócratas propugnan un impuesto progresivo moderado, los obreros harán hincapié en la implantación de un impuesto con escala tan alta que arruine al gran capital; si los demócratas proponen la regulación de la Deuda pública, los obreros deberán empujar hacia la bancarrota del Estado.>> (K. Marx-F.Engels: ibid)  

Para los <<hom­bres de ac­ció­n>>, subyuga­dos por el fervor revoluciona­rio de su relativamente reducido entorno social que les empujaba a la acción, reflexiones y prevenciones como ésta de los <<hombres de la pluma>> carecían de importancia. Si se trataba de acabar cuanto aontes con el bloque de poder entre la monarquía absoluta y la burguesía reaccionaria no había que incomodar a la pequeñoburguesía y hacerle todas las concesiones con tal de arrastrarla hacia la toma del poder. Así quedó reflejado en la contestación de Schap­per a Marx en aquella histórica reunión del CC.CC. de la Liga:

<<He expuesto la opinión que aquí ha sido ataca­da, dado que soy un entusiasta de esta causa. En esencia se trata de si de entrada somos nosotros los que cortamos las cabezas o si somos los decapitados. En Francia serán los obreros, por lo que en Alemania seremos nosotros. Si este no fuera el caso, está claro que me retiraría a dormir y entonces podría ocupar una situación material muy diferente. Si nos llega el turno a nosotros podre­mos disponer las medidas necesa­rias para que el proletariado tenga asegurado el poder. Soy un fanático de esta solución. El Comité Central, sin embargo, ha querido lo contra­rio. Pero si efecti­vamente ya no queréis tener nada que ver con nosotros, que así sea. Separé­monos ahora. Es casi seguro que seré guilloti­nado en la próxima Revolu­ción. Pero a pesar de ello iré a Alemania y acaso entonces podamos marchar al unísono. Soy un amigo perso­nal de Marx pero si os empeñáis en la esci­sión, noso­tros seguiremos nuestro camino y voso­tros el vuestro. Ahora bien, en dicho caso será necesa­rio crear dos Ligas. Una para aquellos que actúan con la pluma; la otra para todos los que actúan de otra forma. No soy de la opinión de que la burguesía conquiste el poder en Alema­nia, y en este sentido soy un fanático entusias­ta; si no lo fuera no daría un solo ochavo por todo este asun­to...>> ("Acta del CC.CC. de la Liga de los Comu­nistas", sesión del 15/9/85­0, en Enzens­berger: op.cit. T I)

Cuando Schapper propone aquí un accionar político por el cual "el proletariado tenga asegurado el poder", en realidad se refiere a su participación en un supuesto gobierno democrático que no contempla ninguna de las medidas democrático burguesas contempladas en el "Manifiesto" [7]. Como ya se había demostrado en Francia, programática y organizativamen­te el proyecto de la fracción Willich-Schapper pasaba por el frente policlasista y no se diferenciaba del partido de Ledrú Rollín; por tanto, no podía pasar de ser la expresión política de la pequeñoburguesía, de unos intereses que, en política agraria, significaría la división y el enfrentamiento entre el proletariado rural y el proletariado urbano. En este punto de la controversia es donde Marx y Engels hablan de la toma prematura del poder por parte del proletaria­do. En síntesis, so capa de la necesidad imperiosa de la toma inmediata del poder, el proyecto Willich-Schapper suponía hipotecar la lucha del proletariado en aras de fortalecer política­mente los intereses regresivos de la pequeñoburguesía en la sociedad existente, dejando intactas las leyes del capitalismo. Ante la inexistencia de un partido revolucionario independiente con un programa y capacidad militante para desmistificar las promesas e ilusiones del bloque enemigo en el poder y para convencer a la pequeñoburguesía de que la única política que representa la seguridad y el progreso para sus familias es la política democrático burguesa consecuente del proletariado, el accionar del frente policlasista no haría a lo sumo más que conseguir temporales reducciones de impuestos y parcelas en propiedad que, al dejar intactas las leyes económicas del capitalismo, todas esas concesiones acabarían en nada. 

No se trataba, pués, de proponer que el proletariado actuara tras la caída de la monarquía absoluta -como acusaba Willich a Marx- sino de hacerlo en condiciones que supusieran un avance económico, social y político efectivo sobre la sociedad anterior:         

<<El señor Marx señala que una de sus tareas es la formación del proletariado, hasta convertirlo en un partido de oposición, que sólo habrá de actuar como tal después de la caída del actual régimen político, mientras que hasta la llegada de dicho momento habrá de dedicarse al perfeccionamiento de su organización. El partido de Willich-Schap­per, por el contrario, tiende hacia el citado derrocamiento en colaboración con el llamado Partido Democrático [...] La diferente opinión acerca del desarrollo revolucionario y sobre la actuación basada en ella, constituye en opinión de Marx la causa de nuestras discrepancias. La exposición histórica del proceso de separación demostrará en qué medida estuvo originado por cuestiones de principio o por causas de naturaleza completamente diferente. Resulta que el señor Marx califica nuestra postura como en contubernio con la burguesía democrática; de ello me acusa primordialmente a mi. El señor Marx pasa por alto que todavía existe otro partido aparte del suyo. Ha intentado convertir el Partido del Proletariado -al cual pertenecemos ambos y cuya esencia es la autogestión y el autogobierno, y en el que cual­quier miembro sólo puede y debe estar al servicio de la comunidad sea cual sea la función encomendada- ha intentado convertirlo primero en el partido de la Neue Rheinische Zeitung (Nueva Gaceta Renana), para individualizarlo en el parti­do "Marx". De esta forma para él la humanidad se divide en dos bandos: "Marx y el resto de la humanidad">> (August Willich (1850).Citado por H. M. Enzensberger Op.cit Tomo I. Lo entre parénte­sis es nuestro) 

Este hecho de la división en la "Liga de los Comunistas" aparece reflejado en una confe­sión hecha ante la policía por Heinrich Bürgers, comunista renano devenido luego en nacional-liberal. Refiriéndose a la <<situación deplorable>> a la que había llegado en 1856 la Asociación Comunista para la Cultura Obrera, Bürgers relata que... 

<<Tras el derrumbamiento del movimiento revolu­cionario de 1848, la Asociación se escindió en dos fracciones. Una de ellas fue dirigida por Marx y Engels, quienes exigían una educación y organiza­ción sistemáti­cas del prole­tariado, mientras que la otra fracción, encabe­zada por Willich y Schap­per, creía ver la salva­ción del pueblo alemán en los alzamientos y las revuel­tas>> [Friedrich Lessner (1856/64). Citado por Enzensberger: op. cit. T I)

Los antecedentes inmediatos de esta situación aparecen en una carta fechada en Londres el 1 de octubre de 1850 dirigida a la "Sección Rectora" de la "Liga de los Comunistas". Allí, el comité central de esa organización anunció la expulsión de Marx, Engels, Schramm, Wolf, Seiler, Liebknecht, Pieper, Pfänder, H. Bauer y Eccarius. Cuarenta miembros de la organización de Londres dirigidos por Schapper y Willich, tildaron a Marx y a sus partidarios de <<periodistas y semiintelectua­les>> que colocan a las personas <<por encima de la causa (...) hombres inteligentes y de la pluma (que) no querían tolerar a ningún hombre de acción>>. ("Carta del Comité Central a la Sección Rectora". Citada por H.M. Enzensberger: op.cit. T 1. Lo entre paréntesis es nuestro)

Todos estos calificativos evidenciaban enfrentamientos personales. Pero en la raíz de los enconos manifiestos estaban las profundas discrepancias políticas que dividían a la organización entre quienes no querían dejar pasar la oportunidad de tomar el poder, y quienes preveían las consecuencias nefastas para el movimiento de un triunfo prematuro; entre quienes confundían la decisión de lucha del proletariado con sus reales posibilidades de poder, y quienes trataban de traducir lo más exactamente posible ese poder social en términos de poder político. Esas diferencias aparecieron claramente expresadas quince días antes de esta resolución de expulsión, durante una reunión del Comité Central:

<<Además de los antagonismos personales también se han producido antagonismos de principio en la sociedad misma. Precisamente en el último debate sobre la cuestión "La situación del proleta­riado alemán en la próxima revolución", algunos miem­bros de la minoría han expuesto opiniones que están el clara contradicción con la penúltima circular[8]  e, incluso, con el "Manifiesto" (...) En lugar de las ideas materialistas del Manifies­to han subrayado las idealistas. En lugar de los condicionamientos reales, se ha desta­cado la voluntad como aspecto principal de la Revolución. Mientras nosotros decimos a los obreros: "Tendréis que soportar 15, 20, 50 años de guerra civil para poder cambiar la situación, para capacitaros vosotros mismos para el gobier­no", se ha dicho: "Tenemos que apoderarnos del poder enseguida, o ya nos podemos retirar">> (K. Marx: "Acta de la sesión del CC.CC. l5/9/85­0")

Sobre el tapete de este trascendental asunto se vio con qué cartas quería cada fracción que jugara la Liga de los Comunistas en el contexto de la Alemania recién salida de los acontecimientos de 1848. Para Marx y Engels, estaba claro que la Liga no debía proponer al proletariado que se lanzara a la toma del poder. ¿Por qué? Para la fracción de Marx y Engels, el fundamento de la acción política está en la comprensión científica de la base material sobre la que discurren las luchas sociales y los procesos políticos. Este es el paso previo obligado a plantearse qué hacer. El estudio científico de la base material del sistema permite hacer inteligible no sólo el carácter político de cada grupo social fundamental, sino su fuerza en cada momento preciso. En el caso alemán, si bien su modo de producción dominante era el capitalista, se trataba de un país donde predominaba el pequeño campesino y tenía gran peso la pequeñobur­gue­sía urbana.

Para la fracción de Willich y Schapper, respecto de la experiencia de la lucha por el poder, este detalle era algo sin importancia. Para ellos, la lucha por un ideal, bajo cualquier circunstancia o condición, alumbra espontáneamente su propio camino. Ellos eran partidarios de la lucha por el poder del frente democrático entre el proletariado y la pequeñoburguesía en contra de la burguesía coaligada con la Corona, pensando infundadamente que la experiencia de poder del proletariado sería suficiente para consolidar los objetivos socialistas, de lo contrario no valdría la pena permanecer en política:

  <<He expuesto la opinión que aquí ha sido atacada, dado que soy un entusiasta de esta causa. (...) Si este no fuera el caso esta claro que me retiraría a dormir y entonces podría ocupar una situación material muy diferente. Si nos llega el turno a nosotros, podremos disponer de medidas necesarias para que el proletariado tenga asegurado el poder. Soy un fanático de esta solución. El Comité Central, sin embargo ha querido lo contrario. Pero si efectivamente ya no quereis tener nada que ver con nosotros, que así sea. Separémonos ahora>> (Karl Schapper: "Acta de la reunión del CC.CC. de la Liga de los comunistas" 15/09/850) 

Para Marx, lo más importante de una estrategia de poder no consiste en conquistarlo sino en saber qué hacer con ese poder a partir del día siguiente En el caso alemán, siendo una clase social minoritaria, el proletariado no podía plantearse la toma del poder sin hegemonizar previamente un bloque histórico que lograra crear con la pequeñoburguesía rural y urbana en contra de la burguesía. Esta hegemonía era el requisito para que el proletariado pudiera asumir el poder sin tener que aplicar el programa de la pequeñoburgue­sía sino su propio programa democráticoburgués de transición:

<<Siempre me he opuesto a la opinión momentánea del proletariado. Nos debemos a un partido que, por su propio bien, todavía no debe alcanzar el poder. Si el proletariado ocupara el poder, tomaría unas medidas claramente pequeñoburgue­sas, pero no proletarias. Nuestro partido sólo podrá hacerse cargo del gobierno cuando la situación permita que lleve a la práctica sus puntos de vista.>> (K. Marx: "Acta de la sesión del CC.CC. de la Liga de los Comunistas 15/9/850")

O sea, que el problema del poder no está en el frente en sí, sino en la clase que lo hegemoniza. Y la experiencia de Marx y Engels en la revolución de 1848 ha servido para descubrir que para hegemonizar el frente policlasista necesario para la toma del poder en sentido revolucionario, el proletariado debe constituirse en partido político independiente de las demás clases, incluida la pequeñoburguesía. Pero a condición de entender por independencia no el hecho en sí mismo de organizarse como clase social, sino de hacerlo en torno a los principios de la moderna ciencia social: el materialismo histórico, que le permite ejercer de verdad esa independencia.

En este sentido Marx se refiere a las consecuencias de una toma prematura del poder, esto es, cuando el proletariado no ha alcanzado la hegemonía en el frente porque carece de la dirección revolucionaria, la cual sólo puede surgir del conocimiento científico colectivo de la estructura del capitalismo y del ejercicio creativo de la memoria histórica del movimiento aplicados ambos a la realidad de la lucha de clases, al menos por quienes están al frente del polo revolucionario organizado. De ahí que Marx  homologara a la fracción liderada por Willich y Schapper dentro de la "Liga", con el papel que desempeñaron los proletarios franceses dentro del partido socialista pequeñoburgués de Ledrú-Rollin y Louis Blanc, que formó parte del gobierno provisional surgido de las barricadas en febrero de 1848:

<<Nos debemos a un partido que, por su propio bien, todavía no debe alcanzar el poder. Si el proletariado ocupara el poder, tomaría unas medidas claramente pequeñoburguesas, pero no proletarias. Nuestro partido sólo podrá hacerse cargo del gobierno cuando la situación permita que lleve a la práctica sus puntos de vista. Louis Blanc nos ofrece el mejor ejemplo de lo que ocurre cuando se alcanza demasiado pronto el poder. Por otra parte, en Francia no sólo son los proletarios quienes asumen el poder, sino también el campesinado y la pequeñóburguesía. Y las medi­das que se dictan no son las de aque­llos, sino las de estos. La Comuna de París demuestra que no es imprescindible estar en el gobierno para imponer unas medidas>> (K. Marx: ibid)

Lo que Marx ha querido significar en este párrafo, es que, dentro de la sociedad capitalista, el proletariado no tiene nada que reivindicar salvo su condición de clase explotada. Por lo tanto, si esta clase participa en un gobierno queriendo dejar de ser explotada, pero carece del conocimiento veraz acerca de su propia realidad y de la realidad que le toca vivir, le será imposible saber si de verdad es necesario y posible una sociedad alternativa viable donde para vivir no haga falta que unos vivan explotando a otros. Y si no lo sabe, si lo que quisiera no tiene ningún sustento racional, tampoco tendrá moral para luchar por ello. No sabrá lo que hay que hacer para conseguir lo que ella íntimamente aspira. Por lo tanto, tampoco podrá convencer de ello a quienes necesitan que le acompañen, los pequeñoburgueses rurales y urbanos. En ese caso, su función de gobierno será nula, y cualquier medida que se dicte no será suya, sino de aquellas clases explotadoras que participan en ese frente único con ella dentro del gobierno. Porque, para actuar, los explotadores no necesitan conocer las leyes que presiden el movimiento de la sociedad que les hace sentir bien. Sólo les basta con actuar para que las cosas sigan esencialmente igual. Por eso dice Marx que si algo ha enseñado la experiencia obrera participando en gobiernos como el del Partido Socialista Democrático, es lo que pasa "cuando se alcanza demasiado pronto el poder".

A modo de síntesis de lo expresado en este debate, Marx intervino para caracterizar la mezcla de idealismo y oportunismo que inspiró el discurso y las posiciones de la fracción minoritaria de Willich y Schapper, unas palabras que desnudan toda la indignidad de tantos y tantos políticos actuales de izquierda, que en nombre del compromiso con la realidad de su tiempo usufructúan tácticamente la falsa conciencia de los asalariados para vivir de la política en momentos de retroceso, pretextando sofística y vilmente que sin las masas no hay poder revolucionario posible; que reemplazan el ejercicio de la memoria histórica y la difusión de la teoría revolucionaria como principio irrenunciable de la acción política, por el ejercicio del poder  desde el frente policlasista al interior de las instituciones de Estado burguesas, presuntas escuelas cívicas de la no menos hipotética revolución social democrática y pacífica:

<<En lugar de la ideas materialistas del Manifiesto han subrayado las idealistas. En lugar de los condicionamientos reales (se refiere a la falta de preparación ideológica y política del proletariado[9]), se ha destacado la voluntad como aspecto principal de la Revolución. Mientras nosotros decimos a los obreros: "Tendréis que soportar 15, 20, 50 años de guerra civil para poder cambiar la situación, para capacitaros vosotros mismos para el gobierno", se ha dicho: "Tenemos que apoderarnos del poder enseguida o ya nos podemos retirar". Tal como los demócratas hacen con la palabra pueblo, ahora se ha utilizado el término proletariado como mera fraseología

A raíz de estas discrepancias la sección de la Liga establecida en Londres quedó dividida. Y tras el golpe policíaco recibido por los miembros del Comité Central de Colonia en mayo de 1851, dejó de existir para siempre en noviembre de 1852. El 19 de ese mes Marx escribe desde Londres a Engels que residía en Manchester:

<<El miércoles pasado, a propuesta mía, la Liga de aquí se ha disuelto y ha decidido que tampo­co tenía razón de prolongar su existencia en el continente, donde, por lo demás, desde la deten­ción de Bürguers-Röser había cesado de existir de hecho.>> (Cfr. F. Claudín: op. cit. cap. II)

Con este episodio se cerró uno de los tantos capítulos en la histórica escisión permanente entre teoría y práctica que caracterizó el desarrollo del movimiento político del proletariado mundial. Muy Ligada, como se ha visto, a la historia de los frentes policlasistas. Tal vez el más rico en enseñanzas. En tal sentido sería un error no hacer referencia a la circular de diciembre de 1850 emitida por el Comité Central de Colonia, para juzgar lo actuado por ambas fracciones de la sección de Londres. El texto comienza censurando a la fracción de Willich-Schapper por haber expulsado a los <<literatos>> y hacer de la Liga <<una asociación exclusiva de artesanos y obreros fabriles que sepan en la inminente revolución, gracias a su decidida voluntad, llegar al poder y realizar la revolución comunista>>. El documento sigue diciendo que esa decisión significa...

<<...retrotraer el partido proletario a la antigua concepción de ascetismo y de grosero igualita­rismo que estuvo justificada al comienzo del movimiento proletario, porque entonces se trata­ba de oponer a distintas doctrinas políticas y económicas de la sociedad burguesa el principio  general de la lucha de clases proletaria. Pero actualmente esa posición negativa no se dirige ya contra ninguna variante del socialismo bur­gués; ahora se reduce a condenar a los autores del manifiesto de 1848, del partido y de la primera circular del comité central del presente año, en los cuales se expone detalladamente la política del partido, y, por tanto, se condena el mismo Manifiesto y la políti­ca del partido. El Manifiesto y la Circular deducen esa política de todo el curso seguido por el movimiento proletario. Muestran que el proleta­riado, una vez que toma conciencia de su situación de clase atrae a todos los elementos ilustrados de la vieja sociedad y llega así a la comprensión teórica de las condiciones de la revolución comunista, al mismo tiempo que contribuye en la práctica a la maduración de esas condiciones. En lucha con los diversos partidos nacionales conquista su propio poder político y económico. Con su documento, la minoría explaya de nuevo el viejo punto de vista de que todo el trabajo teórico ha sido ya realizado, el punto de vista hostil a toda actividad teórica y, según el cual, es posible alcanzar los objetivos finales del movimiento sobre la base del actual nivel de desarrollo y como resultado, precisamente, de la inminente revolución alemana>> (Cfr. F. Claudín ibid).

A partir de tales posiciones -prosigue la Circular del comité Central de Colonia- es natural que los miembros de la minoría (Wiilich-Schapper) pasen a llamarse <<representantes exclusivos>> de los intereses del <<proletariado puro>> y que lancen una proclama junto con franceses, polacos y húngaros, en nombre de un...

<<comité democrático socialista, reduciendo la revolución a una frase vacía y declarándose combatientes avanzados por la república pequeñoburguesa democrático-socialista>>, lo cual signi­fi­ca que, en caso de auge del movimiento, <<el proletariado será relegado a un segundo plano, a sus anteriores posiciones, al margen de la política; de nuevo se le llama a la lucha por los intereses de otra clase, para luego ser engaña­do y privado de los frutos de su victo­ria>> 

Lo cierto es que durante el resto de su vida Schapper ya no tendría dónde rascar su <<vieja comezón revolucionaria>>, ni en Alemania ni en ningún otro sitio. No encontró la gloria pero tampoco la guillotina. Según el relato de Engels en su "Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas", Schapper murió en Londres a fines de la década de los sesenta. En cuanto a Willich, participó en la guerra civil norteamericana habiéndose distinguido en ella. Ascendido a general de brigada, en la batalla de Munrfresboro (Tennesse) recibió un tiro en el pecho del cual curó. Murió en norteamérica aproximadamente hacia 1875. 

Pero es que, además, la base económica del sistema en modo alguno aconsejaba ni justificaba ninguna empresa revo­luciona­ria de carácter proletario:

<<Bajo esta prosperidad gene­ral, en que las fuer­zas productivas de la sociedad burguesa se desen­vuelven todo lo exuberentemente que pueden desen­volverse dentro de las condicio­nes burgue­sas, no puede ni hablarse de una verdadera revolución. Semejante revolución sólo puede darse en aquellos períodos en que estos dos factores, las modernas fuerzas productivas y las formas burguesas de producción, incurren en mutua contradicción. Las distintas querellas a que ahora se dejan y en que se comprometen recípro­camente los representantes de las distin­tas fracciones del partido continen­tal del orden, no dan, ni mucho menos, pie para nuevas revolucio­nes; por el contrario, son posi­bles sólo porque la base de las reelaciones socia­les es, por el momento, tan segura, y -cosa que la reacción ignora- tan burguesa. Contra ella choca­rán todos los inten­tos de la reacción por contener el desarrollo burgués, así como toda la indigna­ción moral y todas las proclamas entusiastas de los demócra­tas. Así escribíamos Marx y yo en la Revista de mayo a octubre de 1850 de la Neue Rheinische Zeitung. Politischökonnomis­che Revue.>> (F. Engels: "Contribución a la His­toria de los comunistas". Ed. cit..)

A partir de aquí, el movimiento obrero, esa criatura del capital que todavía vive con la cabeza separada del cuerpo, tocó a silencio hasta 1871

 

8.-EL FRENTE POLICLASISTA DENTRO DEL CAPITALISMO SUSTITUYE A LA LUCHA POR EL COMUNISMO EN EL MOVIMIENTO OBRERO

Pero salvo ese glorioso y fugaz episodio de la "comuna de París, la historia de los frentes policlasistas continuó señoreando el movimiento sin interrupciones, y hasta pudo resistir en noviembre de 1918 el formidable impulso de la revolución Rusa en Alemania, consiguiendo desbaratar la proyección del comunismo a escala europea y mundial.

Como hemos dicho ya, temerosa de que el proceso revolucionario acabara no sólo con la nobleza sino también con ella, la burguesía del Oeste de Alemania cedió ante la burguesía prusiana aliada directa de la nobleza en contra del proletariado. No obstante, por imperio de las mismas fuerzas económicas, la reacción oligárquica al frente del Estado no podrá menos que hacerse cargo de las aspiraciones de la revolución burguesa, apoyando políticamente el desarrollo del capital con gran beneficio para los capitalistas renanos y sajones.

En este nuevo cuadro de situación, y cuando aún no había hecho pie en el capitalismo el modo de producción basado en el plusvalor relativo, entre los "hombres de acción" comenzará a prevalecer un talante político opuesto al utopismo revolucionario. Mientras que en los años 1840/50 predomina entre el proletariado la crítica radical de la propiedad privada, el fracaso de 1848/49 y la consiguiente expansión del capital basada más y más en el plusvalor relativo, acentuó la tendencia en el movimiento obrero a buscar mejoras dentro del capitalismo. En claro contraste con aquél carácter político trágico e intransigente de los "hombres de acción" comunistas utópicos, forjado en la desespera­ción de la miseria de las masas que encendía los ideales más extremos, empezarán a predominar los "hombres de acción" tragicómicos que ponen la lucha al servicio de la negocia­ción y el compromiso con la burguesía al interior del Estado burgués. Hasta la derrota del 48, todavía gravitaban en el movimiento obrero las antiguas tradiciones heredadas de las guil­das (corporaciones gremiales artesanas de la Edad Media tardía), que habían trasmitido a los proletarios modernos la experiencia de la lucha colectiva.[10] En la siguiente fase, tras la derrota y el relanzamiento económico en toda Europa, se abrirá paso el pensamiento tendente a fomentar el es­fuerzo para lograr una comunidad de trabajo asalariado con sus mecanismos de defensa y sus valores propios reconocidos por el Estado. Es el antecedente inmediato del reformismo político basado en la promoción del sistema cooperativo pequeñoburgués y los modernos sindicatos obreros:

<<En 1849/50, la Fraternidad (Verbründerung) animada por Born agrupa hasta 40.000 miembros y se esfuerza en promover un sistema colectivo. Como escribe Born a Marx en 1848, es necesario evitar "insurrecciones inútiles" conquistar a la mayoría de los trabajadores, unificar a la clase en el seno del capital.>> (J. Barrot y D. Aut­hier Op.cit. Cap. II) [11]

Estabilizar históricamente al artesanado dentro del capitalismo por un lado, y conciliar los intereses del capital y del trabajo a instancias de los sindicatos por el otro, fueron los dos sueños que arrullaron muchos dirigentes políticos del proletariado tras la derrota de 1848. De ahí que desde 1862 en que publicó su "Contri­bu­ción a la Crítica de la Economía Polí­tica", la FILOSOFÍA de Marx, el materialismo histórico, fue sistemáti­ca­men­te ignorada cuando no tergi­versada por los círculos intelectua­les que codirigieron el movimiento político de la clase obrera en esa época. Poco después de editada esa obra, en carta dirigida a Kugelmann el 28 de diciembre de ese año, Marx revela de modo dramático las tendencias hostiles que se insi­nuaban ya contra la FILOSOFÍA del materialismo histórico:

<<Los ensayos CIENTÍFICOS con vistas a revolu­cionar una ciencia no pueden ser jamás verdade­ramente populares. Pero una vez establecida la base científica, es fácil hacerlos accesibles al público en general (...) yo quisiera, es cierto, que los especialistas alemanes aunque fuera por decencia, no ignoraran tan completamente mis trabajos. Tengo además la experiencia de ningún modo regocijante, de que los amigos, la gente de nuestro partido (...) no han hecho el menor esfuerzo por publicar una explicación o simplemen­te anunciar el contenido de la obra en las publicaciones a que han tenido acceso. Si esto es una táctica política, confieso que no puedo penetrar su misterio>>. (K. Marx: Carta a Kugel­mann (28/12/862)

En vida de Marx, fuera de Alemania y Rusia su doctrina económica permaneció desconocida en Europa, tanto por parte de especialistas como por el gran público. Según relata R. Morgan en "The German Socialdemocrats and the First Internatio­nal­" citado por Jean Barrot y Denis Authier, tras publicarse en 1867, el Libro I de "El Capital", tuvo poca influencia. Sus escasos lectores (Bebel esperó dos años para leerlo y Lieb­nekcht había leído menos de 15 páginas después de recibirlo), lo valoraron como una teoría "científica" de la explotación capitalista, pero al no extraer las consecuencias políticas de la Ley General de la Acumulación Capitalista que esa obra revela, siguieron interpretando el movimiento del capital desde la perspectiva tradicional de una "injusta distribu­ción de la riqueza", cuyo máximo exponente del momento en Alemania fue Lassalle.

De hecho, los máximos dirigentes partidarios del "marxismo" en Alemania, como W. Liebnekcht y A. Bebel, demostrarán la misma debilidad respecto del reformismo de Lassalle, que líderes como Garibaldi evidenciaron respecto al Partido de los Moderados de Cavour. Hasta bien entrado el siglo XX es lícito hablar de un culto por el Lassalleismo. A través suyo -de su pacto con Bismark al frente del Estado Alemán- la burguesía evitará la constitución de un bloque histórico del proletariado, al impedir que la FILOSOFÍA de la práxis se fundiera con el movimiento obrero. Consultando la correspon­den­cia de Marx, es dable advertir que su pensamiento económico pasó al movimiento obrero por el filtro de Lassalle. Todos los testimonios de la época dan fe de que este impostor de la teoría revolucionaria consiguió eclipsar la figura de Marx usurpando su pensamiento para difundirlo totalmente desnatura­li­zado. Posiblemente ese haya sido uno de los puntos de su pacto implícito con el gobierno de Bismark. Múltiples testimonios dan fe de un culto oficial por Lassalle. En 1865, la esposa de Marx decía sobre este personaje lo siguiente:

<<Por lo que se refiere a sus doctrinas, las "doctrinas de Lassalle", consistían en desver­gonzados plagios de las doctrinas elaboradas por Karl desde hacía veinte años, con algunos añadi­dos personales de naturaleza claramente reaccio­naria, todo lo cual daba lugar a una mezcla sorprendente de verdad e invención. Sin embargo, todo ello le pareció bien a la clase obrera. Los mejores de entre ellos se atenían al verda­dero núcleo del asunto, mientras toda la legión de adoradores se convertía con admiración verda­de­ramente fanática a la nueva doctrina, al falso resplandor de la causa y del nuevo mesías, en torno al cual surgió un culto que apenas encuen­tra parangón en toda la historia. El incienso que se quemaba en su honor atontó a toda Alema­nia...>> (H. M. Enzensberger: "Conversaciones con Marx y Engels" Tomo 1) 

Por un lado, la FILOSOFÍA de Lassalle no consistía en una crítica del capitalismo en su globalidad, sino sólo de su vertiente liberal del "Laisse Faire" (dejar hacer). Para Lassalle, los males del capitalismo no estaban en la producción sino en la circulación, no en la propiedad privada de los medios de producción sino en los abusos que de ella hacían los capitalistas a instancias de la libertad irrestricta en la esfera del intercambio. Pensaba que bajo el régimen irrestricto de la oferta y la demanda, el progreso material de los trabajado­res se vuelve imposible, porque cualquier aumento de los salarios reales por encima del nivel de subsistencia provoca tal presión de la oferta de trabajo sobre la demanda que los hace descender nuevamente a ese mínimo o por debajo de él. Tal es, en esencia, lo que Lassalle dio a conocer al mundo como "ley de bronce de los salarios". Un razonamiento de "sentido común", fácil de digerir. La solución consistía, pues, en "emancipar" a los trabajadores excedentes convirtiéndoles en sus propios patrones a instancias del régimen de cooperati­vas subvencionadas con crédito estatal. Se trataba de reducir el paro reciclando a los obreros bajo esta condición en pequeñoburgueses, para que los trabajadores en activo pudieran negociar sus salarios en mejores condiciones a través de los sindicatos bajo arbitraje estatal.

Fuertemente amarrado a la FILOSOFÍA hegeliana que concibe al Estado no como un instrumento político de la clase económica­mente dominante sino como una autoridad "independiente" y, por tanto, capaz de regir el funcionamiento de la sociedad de acuerdo con la "idea" de racionali­dad y justicia por encima de cualquier interés particular, Lassalle veía al Estado feudal de su época como un ente apartado de su verdadero fin, pero que podía ser conducido por el camino correcto mediante el sufragio universal. Conclusión: reforma de la sociedad a través de la reforma del Estado por medio de los comicios dejando intacta la propiedad privada capitalista. Tal fue la FILOSOFÍA que el lassalenis­mo convirtió en cosa de "sentido común" dentro del movimiento obrero internacio­nal. Consolidando la idea del frente policlasista entre asalariados y pequeños patronos cooperativistas. El antecedente inmediato de la socialdemocracia moderna y del llamado Estado del bienestar [12]

De hecho, cuando en 1869 se constituye el Partido Obrero Socialdemó­crata (SDAP) en el congreso de Eisenach, su programa, considerado literalmen­te, no es, en modo alguno, marxista. Los vestigios lassalleanos de los que está impregnado (Estado popular libre, producto integral del trabajo, créditos públicos para las cooperativas de producción), son los mismos que Marx criticaría seis años más tarde en el momento de la fusión de ese partido con los lassalleanos en Gotha. Por otra parte, el programa de Eisenach está en la línea democrático-burguesa: reivindicaciones de "libertad política" y de un "Estado democrático". Es en este surco abierto en el SDAP por "marxistas" como Wilhelm Liebnekcht y August Bebel, donde la burguesía logró sembrar la semilla del policlasis­mo, para que los trabajadores alemanes acepten la tontería estratégica de un "socialismo" basado en la mutua "tolerancia" política entre clases histórica­mente antagónicas, y en la coexistencia entre el proletariado y la pequeñobur­guesía en el seno de un mismo partido.

Todavía en 1913, la correspondencia entre Marx y Engels fue deliberada­mente manipulada por Víctor Adler, Eduard Bernstein y August Bebel, de modo especial en los pasajes que tratan sobre Lassalle y Liebnekcht, duramente criticados por Marx en diversas ocasiones. Así, a despecho de las intenciones de Marx y Engels, la común aceptación de la táctica electoral terminó sirviendo a la estrategia de reforma de la sociedad civil y del Estado a instancias del sufragio universal.

Experimen­tados desde el último cuarto del siglo XIX en una práctica social que encontraba su justificación en el creciente nivel de vida del proletariado -y en el consecuente apoyo electoral que habían venido recibiendo desde que, en 1890, el Estado alemán les legalizó- entre prestigio político y prebendas los burócratas del SPD se fueron creyendo el cuento de una estrategia socialista por simple transcrecimiento del capitalismo. Para ellos no se trataba ya de destruir el Estado burgués como primera tarea para la construcción del socialismo, sino de administrar los intereses de la burguesía en nombre de la clase obrera hasta el momento en que el capital pueda ser pacíficamente socializado desde el Estado como representante de los intereses generales en nombre de la "voluntad popular".[13]

Con semejante apoyo político de un proletariado momentánea­mente comprado por el movimiento expansivo del capital con una tasa de ganancia al alza, a los dirigentes del SPD cómodamente instalados en el aparato de Estado burgués ya no les bastaba con hacer pasar las tesis de Lassalle por marxismo, sino que necesitaban desprenderse de él para afirmarse en una nueva teoría que legitimara su práctica reformista fundada en el frente policlasista. Ese fue el cometido histórico que vino a cumplir Eduard Bernstein.

Observando que el nivel de vida obrero acompañaba en su ascenso a la ganancia de los capitalis­tas, Bernstein sacó la conclusión de que las "coaliciones de empresas", los truts y los cárteles, terminaron por trastocar las condiciones objetivas del capitalismo de libre competencia estudiadas por Marx, lo cual desvirtuaba por completo la teoría de la lucha política de clases como medio para llegar al socialismo. De ese modo, el pensamiento de Bernstein se puso al servicio de esos nuevos "hombres de acción" metidos a gestores del capital, para cortar todo vínculo orgánico con la molesta teoría revoluciona­ria. En estas circunstancias fue Rosa Luxemburgo al frente de la fracción "esparta­quista" dentro del SPD quien, desde principios de siglo intentó infructuo­sa­mente des­montar el edificio oportunista que el reformismo socialdemó­crata había venido construyendo en los dominios del capital. Sólo tuvo éxito en el campo teórico:

<<¿Y qué es lo que principalmente la caracteriza (a la práctica oportunista) en su exterior? Su hostilidad contra la teoría. Y eso es muy natu­ral; pues nuestra "teoría", es decir, los prin­cipios del socialismo científico, establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto con respecto a los fines como a los medios de lucha a emplear y a la forma de comba­tir. Por ellos muéstrase en aquellos que no pretenden conseguir más que resultados prácti­cos, la tendencia natural a pedir libertad de movimien­tos, esto es, a separar la teoría de la práctica, a independizarse de aquella. Porque esta teoría se vuelve contra ellos en todo momento. (...) está claro que esta corriente quisiera afirmarse frente a nuestros principios, llegando incluso a oponerse a la misma teoría, y en lugar de ignorarla, tratar de destruirla, confeccionando una teoría propia. Y un intento en este camino fue precisamente la teoría bernsteiniana, y de ahí por qué, en el Congreso de Stuttgar, se agruparon al momento, en derredor de la bandera de Bernstein, todos los elementos oportunistas. Si, por una parte, las corrientes oportunistas de este señor resultan, en la práctica, fenóme­nos naturales y comprensibles, surgidos de las condiciones de nuestra lucha y de las proporcio­nes que toma, por otra parte, la teoría de Bernstein es un ensayo, no menos comprensible, de agrupar estas corrientes en una expresión general teórica, para sentar sus propias bases científicas y liquidar de una vez el socialismo marxista. Por ello, la nueva teoría fue, de antemano, la prueba de fuego a que se sometía el oportunismo teórico para llegar a su legitima­ción científica.>> (Rosa Luxemburgo: "Reforma o Revolución" Cap. V: "El Oportunismo en la Teoría y en la Práctica")

En el marco de la concepción gramsciana de la política y siguiendo bis a bis estas palabras de Rosa, se hace patente que la FILOSOFÍA de Bernstein es la adaptación del "lassallenismo" a la etapa monopolista del capitalis­mo.[14] Destruir el marxismo como FILOSOFÍA de la praxis para impedir la unión entre la teoría revolucionaria y práctica política en el movimiento obrero, es decir, la conformación de un bloque histórico proletario. Tal fue el primer cometido de Bernstein y su gente. El segundo cometido de Bernstein y sus partidarios, derivado del primero, consistió en poner su FILOSOFIA al servicio del movimiento político del capital, ofreciéndola para que sirviera de vínculo ideológico entre el proletariado y la burguesía a nivel internacio­nal, para la conforma­ción del bloque histórico de dominación que ellos, la Segunda Internacional, se encargarían de hegemonizar y dirigir. Una FILOSOFÍA que, con tal cometido, reemplazaba la idea marxista de la lucha de clases por su contraria, basada en la colabora­ción entre capitalistas y obreros; una FILOSOFÍA que no necesitaba demostrar teóricamente nada porque no era más que el reflejo directo en la conciencia de una realidad tangible: la que ofrecía el proceso de la acumulación del capital basado en el plusvalor relativo. De ahí que en "Las Premisas del Socialismo y las Tareas de la Socialdemocracia, Bernstein" escribiera con total desenfado lo siguiente:

<<Ningún hombre piensa en arremeter contra la sociedad burguesa como realidad colectiva civi­lizada y normalizada. Al contrario. La democra­cia social no quiere desmembrar esa sociedad y proletarizar sus miembros todos juntos, trabaja al contrario sin cesar en elevar al trabajador de la condición social de un proletario a la de un burgués y generalizar de ese modo la burgue­sía o la realidad burguesa. No quiere poner en el lugar de la sociedad burguesa una sociedad proletaria, sino en lugar del orden social capitalista un orden social socialista.>> (Citado de: "El Marxismo. Su historia en documentos".) 

En lo que respecta a la relación entre el movimiento obrero y el Estado, Bernstein se mantuvo también en la línea de los lassalleanos al sostener que, como producto de las luchas obreras y populares, el Estado capitalista ha mutado su naturaleza originalmente represora para pasar a ser el "Estado del pueblo":

<<El Estado no es únicamente órgano de opre­sión y guardián de los negocios de los propietarios. Hacerle aparecer solamente como tal es el recur­so de todos los sistematizadores anarquis­tas. Proudhon, Bakunin, Stirner, Kropotkin, todos ellos han presentado al Estado siempre únicamen­te como órgano de la explotación y de la opre­sión; y lo ha sido evidentemente durante sufi­ciente tiempo; pero desde luego no tiene que serlo necesariamente. Se trata de una forma de vida común y de un órgano de gobierno que en­mienda su carácter sociopolítico con su conte­nido social. Si, de acuerdo con un nominalismo abstraccionista, se une indefectiblemente el concepto del Estado con el concepto de las circunstancias de opresión bajo las cuales surgió aquél, se ignoran las posibilidades de desarro­llo y las auténticas metamorfosis que de hecho se han producido en él a través de la historia.

En la práctica, bajo el influjo de las luchas de los movimientos obreros, se ha impues­to en los partidos socialdemócratas otra valoración del Estado. Aquí, efectivamente, ha ganado terreno la idea de un Estado del pueblo, que no es el instrumento de las clases y capas superio­res, sino que recibe su carácter de la gran mayoría del pueblo gracias al derecho de voto general e igualitario. En este sentido, Lassa­lle, en las frases antes citadas, y a pesar de algunas exageraciones, se ha adelantado acerta­damente a la historia, tal como nosotros podemos abarcarla desde nuestra perspectiva.>> (Ibíd. Ed. cit).

Esto lo dijo Bernstein en 1922, tres o cuatro años después de que sus "hombres de acción" en el SPD a cargo del "Estado del Pueblo" procedieran a ordenar el aniquilamien­to de miles de obreros revolucionarios que desde los Consejos quisieron unir la teoría con la práctica revolucionaria negándose  a aceptar las condiciones de los nuevos administradores políticos del capital en nombre del socialismo. Desde noviembre de 1918 a febrero de 1919, los muertos en toda Alemania superaron a los de las dos revoluciones Rusas juntas, la de febrero y la de octubre de 1917. Según reseña Badia en su "Historia de la Alemania Contemporánea" (citado por Jean Barrot y Dennis Authier op.cit.) el aplastamien­to militar de la "Segunda República de los Consejos" en Baviera (abril-mayo de 1919), corrió a cargo de futuros dirigentes nazis como Himmler, Rudolph Hess y Von Epp. 

Tras el aniquilamiento de la revolución de 1918-19, haciendo suya la definición de Bernstein, el célebre sociólogo burgués Weber, calificará a la Socialdemo­cracia como <<un Estado en el Estado>>, rindiendo sincero y agradecido homenaje...

<<...a las cualidades de disciplina de que el pueblo alemán, encuadrado por la socialdemocra­cia, supo dar prueba, como lo muestra su propia experiencia junto a un consejo local de obreros y soldados>> (M. Weber: Citado por E. Waldmann: op. cit.)

La disciplina que Weber elogia en este párrafo, remite, sin duda, al "buen sentido" gramsciano. Fue el resultado de un proceso en el que -a instancias del "transformismo" operado en la conciencia de buena parte de los intelectua­les y militantes más radicales del movimiento obrero alemán en los momentos de calma- la burguesía de ese país consiguió finalmente hacer prevalecer en el "sentido común" de los trabajadores alemanes, el prejuicio burgués de que el Estado moderno pertenece a todo el pueblo y que éste sólo gobierna a través de sus representan­tes elegidos por sufragio universal. Esto permite explicar por qué el proletariado alemán -por vía de la disciplina comicial adquirida durante años de hábito electoral-parlamentario- abdicó el poder revolucio­nario que detentaba desde los Consejos en favor de la Constitu­yen­te dominada por los burócratas pro burgueses de la fracción socialdemó­crata de derecha.

Sin duda que en todo este proceso tiene parte de responsabilidad el propio Engels. Según confiesa Claudín, entre los marxistas de los países capitalistas desarrollados en la Europa finisecular,

<<...los planteamientos políticos y la acción de Marx y Engels en la revolución de 1848 despertaron escaso interés o fueron repudiados como el pecado blanquista (extremista) de los maestros. Cuando por primera vez se reeditaron en alemán (1895), bajo el título Las Luchas de Clases en Francia, los artículos de 1850 fueron acogidos por la socialdemocracia alemana como algo que tenía muy poco que ver con los problemas de la lucha de clases en Alemania. Lo que tuvo verdadero impacto político fue el prefacio de Engels, que preconizaba una vía esencialmente legal, pacífica, electoral y parlamentaria hacia el socialismo>>  

Digo que Engels sólo ha sido responsable "en parte" de las consecuencias políticas de su prefacio, porque, como es sabido, el texto fue escandalosamente manipulado a sus espaldas por Bebel y Kautsky, para hacerle aparecer -según dijo airadamente en carta a Kautsky del 3 de abril de 1895- como...

<<un apacible adorador de la legalidad a todo precio. Por eso deseo aun más que la "Introducción" se publique sin cortes en la Newe Zeit, para que esa impresión vergonzosa quede borrada>>

No obstante, como bien señaló Ernest Mandel en "Sobre la Historia del Movimiento Obrero", el prólogo de Engels justificó plenamente la participa­ción de la socialdemocracia en las instituciones burguesas de Estado y el frente policlasista, una táctica que ha demostrado ser absolutamente contraria al sentido estratégico de la democracia obrera. Los sucesivos y espectaculares resultados electorales del SPD tan ponderados por Engels en su famoso prefacio, en realidad no hacían más que evidenciar la integración del movimiento obrero en el movimiento del capital y el transformismo burgués operado en sus direcciones políticas desde 1890. Después de 1918 se hablará de <<aburguesamiento>> y <<osifica­ción>> en las filas del proletariado. Max Weber lo atribuyó al

<<...número creciente de quienes tienen interés en esta promoción y en sus ventajas materia­les: Se puede uno preguntar -decía- quien tiene más que perder en ello: ¿la sociedad burguesa o la so­cialdemocracia? En cuanto a mi, yo creo que es la socialdemocracia, más concretamente aque­llos de sus adherentes que son los portadores de la ideología revolucionaria>> (E. Waldmann: Op. cit.)

Desde Bebel y Liebnekcht hasta Helmut Kool, pasando por Friedrich Ebert y Noske -el "perro sangriento de la Revolución Alemana" que ordenó el asesinato del hijo de Liebnekcht y de Rosa Luxemburgo junto a miles de militantes spartaquistas entre enero y febrero de 1919- la socialdemocracia no ha hecho más que consolidar el "matiz" de la ideología democrática y el frente policlasista que -de la mano de estos "hombres de acción" de la Segunda Internacional- condujo directamente al fascismo en Europa. La forma en que el capitalismo alemán logró sobreponerse a la energía revolucio­naria del proletariado de ese país, ha demostrado la impor­tancia decisiva de la teoría en los resultados de la práctica política. Se impone aquí evocar el pasaje de Lenin en su "¿Que Hacer?" donde se refiere a la importancia de la teoría, paradó­jicamente a propósito de unas observaciones hechas por Engels en 1874 sobre este asunto. Replicando a los oportunistas del POSDR, Lenin apela a unas palabras de Marx en su "Crítica del Programa de Gotha", con las que censuraba <<dura­mente>> el eclecticismo imperante en el flamante SPD surgido de la unión entre lassalleanos y "marxistas":

<<ya que hace falta unirse -escribía Marx a los dirigentes del partido- pactad acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimien­to, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis "concesiones" teóricas. Este era el pensamiento de Marx, ¡y he aquí que entre nosotros hay gentes que en su nombre tratan de aminorar la importancia de la teoría!

Sin teoría revolucionaria no puede haber tampoco movimiento revolucionario. Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportu­nismo va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica.>> V.I. Lenin: "¿Que Hacer? Cap. I: d) "Engels sobre la importancia de la lucha teórica"

Inmediatamente, Lenin señala la preeminencia que debe tener la lucha teórica, sobre todo para un partido en formación. Pueden observarse aquí las coincidencias entre Lenin y Gramsci en cuanto a que <<el primer deber político de todo nuevo grupo socialmente homogéneo, consiste, primordialmente, en definir su FILOSOFÍA política>>:

<<Y, para la socialdemocracia rusa, la importan­cia de la teoría es mayor aun (...) por el hecho de que nuestro partido sólo ha comenzado a formarse, sólo ha empezado a elaborar su fiso­no­mía, y dista mucho de haber ajustado sus cue­ntas con las otras tendencias del pensamiento revolucio­nario, que amenazan con desviar el movimiento del camino justo. (...) En estas condiciones, un error "sin importancia" a primera vista, puede causar los más desastrosos efectos, y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o superfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación de tal o cual "matiz" puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa por años y años>> (V.I. Lenin ibid.)

Estas palabras de Lenin evocan asimismo la lucha de los primeros marxistas contra el socialismo utópico y sentimental, En tal sentido, las causas del fracaso de Rosa Luxemburgo en su lucha política de principios de siglo contra el oportunismo reformista, habrá que ir a buscarlas también a los orígenes de la socialdemocracia alemana. Porque bien es cierto que -tras las sucesivas derrotas del 48 y del 71- las consecuencias políticas de la inevitable integración económica de los obreros al capital era un coste que había que aceptar. Pero no es tan seguro que, aun así, la fortaleza del capital hubiera resistido el seismo de su crisis finisecular, de no ser porque ya antes los fundadores del materialismo histórico no fueron acompañados en la tarea de darle a la FILOSOFÍA del proletariado una práctica acorde con ella, aunque sea minoritaria[15]; porque sus discípulos de mayor valía, los más inteligentes y abnegados -incluida Rosa- han hecho escuela en el error de insistir en su compromiso militante con organizaciones políticas obreras de masas pero irremisiblemente reaccionarias, contribuyendo desde entonces a mantener la teoría revoluciona­ria secuestrada por una práctica reformista:

<<Luxembourg no comprendió que la lucha de clases es especialmente flujo y movimiento, pero cristaliza también en organizaciones, revolu­cionarias y reaccionarias. De ahí su negativa a crear una organización independiente. Razonó con relación al Estado nacido en noviembre de 1918, como razonó a propósito del SPD y del USPD (Partido Socialista Independiente de Alemania). Al concebir la vida social, ante todo, como un movimiento, descuidó los momentos de ruptura.  Rechazó el atacar frontalmente al Estado de noviembre (como anteriormente al SPD) porque los obreros ocupan dentro de él un puesto considerable y podrían hacerle evolucionar. Ahora bien, si no hay ruptura, destrucción de las formas institucionales provenientes de la antigua fase de estabilidad, el movimiento sigue siendo un  movimiento interno al capitalismo, e incluso ayuda a este último a adaptarse>> (J. Barrot y D. Authier: Op. Cit. Cap. VI: "Relación de fuerzas antes del enfrentamiento")

El ejemplo de Rosa Luxemburgo, como el de Willich y Schapper en 1848, como el de Lassalle en 1860, demuestra que los vínculos formales con el marxismo en versiones socialdemócratas al estilo de los Partidos Comunistas de la IIIª Internacional tras la muerte de Lenin, sirven tácticamente a sus dirigentes reformistas, para que sus cada vez más estrechos vínculos con el capital puedan ser vistos por la militancia más radical del movimiento, a lo sumo como "desviaciones oportunistas" de una ortodoxia revolucionaria proclamada, evitando así la construcción de organizaciones revolucionarias alternativas.[16] En épocas de retroceso ideológico, muchos "hombres prácticos" del movimiento se dejan seducir por las organiza­ciones reformistas, que ejercen sobre ellos un magnetismo tan irresistible como el voluntarismo utópico al que se entregan en momentos de alza revolucionaria. Siguiendo el mal entendido concepto de "estar con las masas", encuentran en la lucha interna contra el "oportunismo" la siempre estúpida esperanza de hacer evolucionar a esas organizaciones hacia posiciones revolucionarias.[17] Sometidos al permanente divorcio entre teoría y práctica, donde la moral del compromiso con el enemigo de clase violenta sistemáticamente la ética de la necesaria ruptura con él, son pocos los que, como Rosa Luxemburgo, logran mantener intacta su adhesión a los principios de la FILOSOFÍA de la praxis, y responden con dignidad hasta la muerte  -aunque ya inútilmente- cuando, en pocos meses, la historia se sacude de forma trágica años de comedia política, como ocurrió en noviembre de 1918.[18]

Nunca se insistirá demasiado en que <<No es la conciencia la que determina la existencia sino la existencia social la que determina la conciencia>>, de modo que quien no actúa como piensa termina pensando como actúa. En síntesis, los revolucionarios que, con la idea de hacerles evolucionar hacia posiciones de clase, encuentren justificado permanecer en las organizaciones policlasistas reformistas -y, por extensión, en las instituciones de Estado burguesas- lo único que consiguen es exponerse a su propia involución ideológica y corrupción política, convirtiéndose así en el más serio obstáculo en la lucha por unir la práctica política a la teoría revolucionaria, evitando su expresión organizativa independiente -aunque sea mínima, imprescindible para encarar la formación de un bloque histórico o frente revolucionario alternativo al capital, cuando circunstancias o condiciones políticas favorables lo requieran. Esto es lo que Lenin ha querido significar cuando dijo que <<Sin Teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario>>. Y la Teoría, sin su expresión política independiente es como un ingeniero en paro, o que trabaja para ejecutar un proyecto que no es el suyo propio.

Para completar este breve esbozo de las vicisitudes del proletariado a raíz de su experiencia en los frentes policlasistas, falta hacer referencia a la historia de la lucha de clases desde la Revolución de Octubre hasta nuestros días. Para un análisis materialista histórico sobre todo este período, puede usted acudir a múltiples fuentes.

Las referencias en nuestro "website" se encuentran en las siguientes direcciones:

1)              Precisiones acerca de la condición política de que un frente de clases evolucione en sentido revolucionario: http://www.nodo50.org/gpm/prdcaliforniano/07.htm

2)              El frente policlasista en la revolución china: http://www.nodo50.org/gpm/rafaelpla/04.htm

3)              Los frentes policlasistas y la IV Internacional: http://www.nodo50.org/gpm/cuarta/13.htm

4) Venezuela: Un caso atípico: http://www.nodo50.org/gpm/venezuela/00.htm

Anexo a Venezuela: Un caso atípico: http://www.nodo50.org/gpm/venezuela/13.htm

5)  El movimiento antiglobalización: http://www.nodo50.org/gpm/globaliz/03.htm

Si en este trabajo, salvo la breve referencia en la nota 4 hemos puesto énfasis en la formación de los frentes policlasistas inmediatamente anteriores a la experiencia de la Revolución de Octubre, ha sido porque es éste un hecho histórico de gran valor pedagógico, sin embargo del todo desconocido para la vanguardia amplia del movimiento obrero, así como para el 99% de su autoproclamada vanguardia revolucionaria. De ahí que el conjunto del movimiento tampoco haya podido enlazar con la concepción leninista de la política revolucionaria, lo cual explica la facilidad con que se pudieron deslizar las desviaciones frentepopulistas.

Muchas gracias por la oportunidad que nos ha brindado.

Un saludo: GPM.             

9.-ANEXO

Ante la crisis revolucionaria abierta tras el domingo sangriento del 9 de enero de 1905, Lenin abordó las nuevas condiciones de la lucha según el siguiente razonamiento: El problema central que la sociedad rusa debería resolver, era si la historia de ese país todavía bajo dominio de la autocrecia feudal, enfilaría francamente por el camino más corto y directo a la democracia burguesa, el más favorable al desarrollo capitalista y al aumento numérico del proletariado -que esa era la estrategia diseñada por por los revolucionarios rusos para el período- o si, para llegar allí, la historia habría de sufrir las conseuencias de dar un rodeo zigzagueante pasando antes por el régimen monárquico-constitucional como en la Alemania de 1848, que sellara la alianza o frente único reaccionario entre la nobleza en el poder y la burguesía liberal, en contra de los intereses políticos de la clase asalariada y el campesinado pobre pequeñoburgués. 

La lucha entre octubre y diciembre de 1905 fue un combate donde la historia se decidió provisionalmente por uno de los dos caminos a tomar en ese período, el más corto y directo hacia la democracia burguesa y la eliminación de todas las reminiscencias económicas sociales y políticas del feudalismo. Luego Lenin explicó cómo, en octubre, el pueblo impidió que la autocracia condujera a la sociedad por el más largo y doloroso camino de las instituciones representativas de tipo policíaco-liberal -la Duma (parlamento consultivo) de Buliguin- la cual fue barrida por los obreros y campesinos, que crearon en cambio unas instituciones netamente democráticas y revolucionarias: los soviets, abriendo de octubre a diciembre "un período de máxima libertad" y ofensiva revolucionaria de las masas proletarias y campesinas. La huelga política general convocada para el 7 de octubre de 1905 por el POSDR, empezó en la línea del ferrocarril que cubría el trayecto entre Moscú y Kazán y acabó extendiéndose por todo el país. En ella participaron más de dos millones de asalariados bajo las consignas del derrocamiento de la autocracia, el boicot activo a la duma de Bulyguin y la convocatoria de la Asamblea Constituyente para la instauración de la República Democrática Burguesa por mandato del Gobierno Provisional Revolucionario. Esta huelga insurreccional alcanzó tal magnitud social y fuerza política, que el 17 de octubre el Zar prometió "libertades cívicas" y firmó un decreto que rigió a partir del 11 de diciembre, atribuyendo a la Duma funciones legislativas. En ese momento, tal iniciativa obligada por una correlación de fuerzas políticas desfavorable, fue vista por la socialdemocracia revolucionaria y la vanguardia amplia del proletariado, como una más que "graciosa" invitación de "Su majestad" a que el pueblo deje los soviets y se desorganice bajo la forma representativa.  

En diciembre la autocracia consiguió interrumpir la ofensiva del proletariado aplastando la insurrección de Moscú, precisamente para desbaratar la forma de gobierno democrática directa de los soviets, y pudo así iniciar el "viraje monárquico constitucionalista-policíaco", convocando el 27 de abril de 1906 la I Duma del Estado, según el decreto del 20 de febrero, que convirtió al Consejo de Estado -la mitad de cuyos miembros eran designados por el Zar y el resto por la nobleza, la gran burguesía y el clero- de una corporación consultiva en una corporación legislativa con atribuciones para impugnar cualquier acuerdo votado en la Duma.  

Ante este retroceso de la revolución, los bolcheviques decidieron boicotear las elecciones a esta duma, pensando que el combate contra las "ilusiones en la Constitución democrático-policíaca" se mantenía. De hecho, hasta el verano de 1906 se produjeron "insurrecciones militares, huelgas dispersas y parciales". Estas luchas -en el marco de la ley electoral que dio mayoría a los demócratas constitucionalistas- agudizaron la dialéctica antagónica aun cuando no irreconciliable entre la burguesía liberal y la autocracia al interior de la Duma, por lo que el gobierno zarista hubo de proceder finalmente a su disolución el 8 de julio de 1906.

Cuando en setiembre-octubre de 1906 la autocracia ensayó otro "viraje constitucionalista" para desviarse lo más posible del camino hacia la revolución burguesa, como hemos dicho ya Lenin propuso participar en las elecciones a la II Duma,

1)       porque aun cuando en Rusia se mantenían las condiciones de la crisis revolucionaria abierta el 9 de enero de 1905, la mayoría de los electores habían participado en la primera duma haciendo fracasar el boicot;

2)       porque las masas obreras y campesinas que habían votado contra la autocracia dando la mayoría a los demócratas-constitucionalistas, se habían visto ratificadas en la necesidad de participar y,

3)     porque descartaba un inmediato brote subversivo, aun cuando preveía un agudizamiento de la crisis revolucionaria. Y asociaba esta última posibilidad a otra previsión: que con la ley electoral en vigor, no había esperanzas de que las fuerzas de izquierda modificaran favorablemente la composición del parlamento. Y creyó ver confirmado este pronóstico en los temores que manifestaba la gran burguesía "octubrista" en la prensa del régimen, en cuanto a que, en setiembre de 1906, seguía aun viendo proyectados sobre el movimiento obrero los estímulos revolucionarios de la huelga política de octubre de 1905 y, en que el gobierno no había fijado la fecha de las elecciones para poder convocarlas en el momento de mayor tensión explosiva supuestamente contenida en el movimiento. De ahí que Lenin pusiera en duda que la II Duma llegara incluso a constituirse (Cfr.: "¡Se prepara un nuevo golpe de Estado!" 30 de setiembre de 1906).

Sin embargo, en febrero de 1907 se realizaron las elecciones a la II Duma del Estado donde las fuerzas de izquierda tuvieron más representación que en la duma anterior. Estos resultados vinieron a abonar las previsiones de Lenin en cuanto a que la situación de la lucha de clases iba en dirección de un agudizamiento de la crisis revolucionaria. El 7 de febrero de 1907 Lenin presentó un análisis sobre el resultado de las elecciones a la II Duma del Estado. Al comprobar que todo el proletariado, gran parte de la pequeñoburguesía y el campesinado habían votado contra la nobleza y la burguesía liberal, concluyó que la nueva composición de la Duma confirmaba que en Rusia se mantenían todas las condiciones de una situación revolucionaria: 

<<Indudablemente tenemos ante nosotros una duma más de izquierda que la anterior (...)

¿Qué significa esto?

 La más salvaje, la más desvergonzada arbitrariedad de un gobierno centurionegrista. El más reaccionario de toda Europa ¡La composición de la representación popular más revolucionaria de Europa, en el país más atrasado!

Esta asombrosa contradicción expresa con absoluta nitidez la contradicción fundamental de toda la vida rusa actual, expresa todo lo revolucionario del momento que vivimos. (...)

El gobierno puso en marcha hace ya mucho todos los engranajes de su máquina de violencias, prógroms, atrocidades salvajes, engaño y embrutecimiento. Pero, ahora, después de haber agotado todos los recursos, después de haber acudido incluso a la artillería en aldeas y ciudades, todos sus engranajes se han desarticulado. En cambio, las fuerzas populares no sólo no están agotadas, sino que en estos precisos momentos se organizan abierta y valientemente en forma cada vez más amplia y poderosa. El absolutismo centurionegrista y una duma de izquierda. La situación es indiscutiblemente revolucionaria; la lucha en su forma más aguda es indiscutiblemente inevitable. (V.I. Lenin: "La segunda Duma y la segunda ola de la revolución" 11 de febrero de 1907)

Y nueve días después, esos mismos resultados le hacían decir que la conciencia revolucionaria de las clases subalternas se aclaraba y fortalecía, de lo cual sacó la conclusión de que la gran confrontación de clases era inminente y no se libraría en la Duma sino en las calles, fábricas y campos de Rusia:

<<Esta batalla se nos viene encima a toda marcha con los acontecimientos, con los choques del sector de izquierda de la Duma con el gobierno y los kadetes.

Aprestaos, pues, obreros, para acontecimientos serios. No desgastéis vanamente vuestras fuerzas. No tenemos por qué precipitar el desenlace: que el zar y sus sirvientes centurionegristas ataquen los primeros. Tendrán que atropellar al pueblo, disolver la Duma, derogar la ley electoral, iniciar una serie de violencias para deshacerse de la nueva Duma.

Que los opresores empiecen. Firme, tenaz y consecuentemente el proletariado debe alistar masas populares cada vez más amplias para la grande y encarnizada batalla por la libertad. ¡Camaradas obreros! Hemos vivido los primeros grandes embates de la revolución: el 9 de enero de 1905, la huelga de octubre, el levantamiento de diciembre. Volveremos a acumular nuevas fuerzas para una nueva acción aún más formidable y decisiva, cuando la hoguera de la Duma izquierdista se transforme en incendio y cunda por Rusia toda. Es preciso reunir y concentrar todas las fuerzas para el combate decisivo que se aproxima.>> (V.I. Lenin: "La segunda Duma y las tareas del proletariado" 20 de febrero de 1907)

El 3 de junio de ese año, la ofensiva política de la autocracia y los kadetes prevista por Lenin se cumplió y consistió en un golpe de Estado que disolvió la II Duma y modificó en sentido más reaccionario la ley electoral del 20 de febrero de 1906, poniéndola en el marco de una Constitución todavía más represiva. ¿Por qué fue disuelta la II Duma? Porque rechazó la reforma agraria presentada por el gobierno. En mayo de 1906, el zar Nicolás II nombró ministro del Interior a Piotr Arkádievich Stolypin quien, a la vez, pasó a desempeñarse como presidente del Consejo de Ministros en la primera Duma. Allí, el 9 de noviembre de ese año presentó la reforma agraria, diseñada para fomentar la estabilidad económica y política de Rusia mediante la creación de "pequeños propietarios" que formaran una base social favorable al zar. La reforma consistió en un paquete de leyes que permitieron a los campesinos separarse de la comunidad, accediendo a la propiedad de su parte de tierra y, si lo deseaban, reunir sus parcelas en una propiedad conjunta, de modo que si 1/5 de los propietarios individuales de una aldea demandaba esta concentración parcelaria, quedaba expedito el camino para su realización. Estas leyes, que fueron el referente fundamental de las "ilusiones constitucionalistas", al principio naturalmente parecieron colmar las aspiraciones y expectativas de los campesinos pobres. Pero como ocurriera con la reforma napoleónica, terminaron consolidando la concentración de la propiedad territorial a favor de los kulaks o grandes propietarios rurales, acabando por arruinar y expropiar mediante la competencia a los propietarios de pequeñas extensiones.[19]

La II duma "izquierdista" fue disuelta el 3 de junio de 1907, pero a despecho de las previsiones de Lenin, no incendió nada, sino que apagó los últimos rescoldos de la revolución; desapareció sin pena ni gloria para el proletariado junto a los restos ya inermes del espíritu revolucionario, hundida con destellos de fuego fatuo en la ciénaga política del Estado autocrático. En realidad la insurrección de diciembre de 1905 había sido el último aliento vital de la revolución que comenzó a respirar el 9 de enero de ese año.

Y cuando en noviembre de 1907 Lenin dijo que no veía en el horizonte político de Rusia nada capaz de destruir en ese momento al POSDR, las fuerzas deletéreas de la contrarrevolución ya estaban imperceptiblemente haciendo lo suyo en esa organización. Las propias divergencias acerca de la necesidad y conveniencia política de participar en la III Duma del Estado ruso, así como el resultado de las decisiones finalmente adoptadas al respecto, estaban presagiando el histórico final provisorio del POSDR en tanto organización con influencia en el movimiento obrero.

Si dejamos las cifras comparativas de la voluntad política que los explotados subliman en los comicios y en las instituciones políticas del Estado burgués, y vamos a la estadística de huelgas en la sociedad civil, donde la lucha de clases se muestra en estado sólido, podemos ver cómo fue evolucionando la correlación de fuerzas sociales en todo ese período. Según datos proporcionados por Pierre Broué en su obra: "El Partido bolchevique", en 1905 hubo en Rusia más de 2.750.000 huelguistas; en 1906 bajaron a 1.750.000; en 1907 a 750.000; en 1908 a 174.000; en 1909 a 64.000 y en 1910 a 50.000.

A mediados de febrero de 1907, en: "Sobre el momento actual de la revolución democrática" Lenin verifica que "la crisis económica por la que atraviesa Rusia no revela indicios de su próxima desaparición y continúa provocando desocupación en las ciudades y hambre en el campo", concluyendo a raíz de eso que "se agudiza la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía, entre los terratenientes y el campesinado y también entre la burguesía campesina -sobornada por el gobierno- y los sectores más pobres del campo".

Cuando Lenin dice esto, el movimiento revolucionario daba claros síntomas de paulatina degradación política, y la agudización de la crisis económica, lejos de estimular a la unidad y a la lucha del movimiento obrero, lo dividía y debilitaba, facilitando que la reacción hiciera en él verdaderos estragos.. El éxito de la feroz ofensiva represiva de la autocracia en el poder, combinada sin duda con las ilusiones constitucionalistas paralizantes proyectadas sobre las masas por el juego electoral-parlamentario -sobre todo durante la segunda y tercera dumas- sólo se explica a la luz del claro retroceso revolucionario desde la derrota de la insurrección de diciembre en 1905. Esto acabó por reconocerlo Lenin sólo siete meses después de haber afirmado todo lo contrario, cuando en ese tiempo nada permitía inferir que las condiciones objetivas y subjetivas en Rusia hubieran cambiado: 

<<El viraje en el desarrollo de la lucha se inicia con la derrota de la insurrección de diciembre. Paso a paso, la contrarrevolución emprende la ofensiva a medida que se debilita la lucha de las masas. En la época de la I Duma, esta lucha se expresaba aún muy considerablemente en la intensificación del movimiento campesino, en la amplia destrucción de los nidos de los terratenientes feudales y en toda una serie de sublevaciones de soldados. Entonces la reacción atacaba lentamente, sin decidirse de una vez a dar un golpe de Estado. Tan sólo después de aplastadas las sublevaciones de Sveaborg y de Kronstadt en julio de 1906, la reacción se hace más atrevida, restablece el régimen de los consejos de guerra, sumarísimos, empieza a escamotear el derecho electoral (las aclaraciones senatoriales) y, por último, se lanza definitivamente al asedio policíaco de la II Duma y demuele por entero la ponderada Constitución. Todas las organizaciones de masas espontáneas y libres fueron sustituidas en esa época por la "lucha legal" en el marco de la Constitución policíaca interpretada por los Dubasovs y los Stolypins. La primacía de la socialdemocracia fue reemplazada por la preponderancia de los democrátas-constitucionalistas, que dominaban en las dos Dumas. El período de descenso del movimiento de masas fue el período de mayor esplendor del partido demócrata constitucionalista, que explotó este descenso presentándose como "luchador" por la Constitución. El partido de los demócratas-constitucionalistas hizo todos los esfuerzos para inculcar en el pueblo fe en esa Constitución y propugnó que era necesario limitarse precisamente a la lucha "parlamentaria">> (V.I. Lenin: "Revolución y contrarrevolución" 20 de octubre de 1907)

Lenin dice esto en medio de una represión que alcanza a numerosos comités del POSDR, la moral de los asalariados se deteriora aun más y muchos miembros del partido abandonan la militancia. En tales circunstancias, Lenin propuso participar en la III Duma del Estado, con la ley electoral más reaccionaria y favorable a los intereses de la camarilla autocrática compuesta por la burocracia centurionegrista y la nobleza terrateniente.

Los argumentos a favor de esta decisión fueron expuestos por Lenin en su folleto titulado "Contra el Boicot" (Junio de 1907). Jugando con el polisentido de la palabra ilusión desde la I Duma, Lenin distinguió entre la situación objetiva que presidió el periodo del "viraje constitucional" durante las dos primeras Dumas del Estado, y la situación que prevaleció en la III. Refiriéndose al primer período dice que:

<<Ahora aparece ante nosotros con todos sus rasgos el período de las ilusiones constitucionales, el período de la Primera y la Segunda Dumas, y ya no resulta difícil comprender el significado de la lucha de entonces de los socialdemócratas revolucionarios contra tales ilusiones. Mas entonces, en 1905 y comienzos de 1906, esto no lo comprendían ni los liberales del campo burgués ni los mencheviques del campo proletario.

Pero el período de la I y II Duma fue, en todos los aspectos y en todos los sentidos, un período de ilusiones constitucionales (...) Los señores Dobásov y Stolypin, eran, al parecer, los hombres más poderosos de aquella época, y hacían todos los esfuerzos posibles para convertir las "ilusiones" en realidades. Las ilusiones resultaron ser ilusiones. (...) Pero no fueron solamente los Dubásovs y los Stolypins quienes trataron de poner en práctica la "Constitución". No eran sólo los lacayos demócratas-constitucionalistas quienes la ensalzaban y hacían serviles reverencias (...) No; durante aquél período y en mayor y menor grado, también las más amplias masas populares creían aun sin duda en la "Constitución", tenían fe en la Duma, a despecho de las advertencias de la socialdemocracia.

Puede decirse que el período de las ilusiones constitucionales de la revolución rusa fue un período de entusiasmo nacional por un fetiche burgués, semejante al entusiasmo qué, a veces, sienten naciones enteras de Europa occidental por los fetiches burgueses del nacionalismo, el antisemitismo, el chovinismo, etc...>> (V.I. Lenin Op. Cit. III)

Pero el significado de la palabra ilusión no podía ser el mismo para los explotados rusos que para sus clases dominantes. Dada la total incapacidad de las clases gestoras del tinglado para satisfacer las aspiraciones básicas de los ilusionados por el ilusionismo de la Constitución, Lenin y los bolcheviques tenían claro que de la ilusión pasiva puesta por las clases sublaternas rusas en la Constitución monárquico-liberal-policíaca y sus instituciones, no podía resultar más que eso: Esperanza renovada y represión. En cambio, la ilusión de los Dubásov y los Stolipin en la Constitución monárquica no sólo consistía precisamente en negar todo aquello por lo que, en el fondo, estaban ilusionados los obreros y campesinos, sino que era una ilusión activa, en tanto habían puesto en movimiento todos los medios materiales y humanos del Estado ruso para que esa fábrica de ilusiones que era la Constitución monárquica y el parlamento se convirtieran en realidad. ¿Para qué? Para cortar a los socialdemócratas el camino directo hacia la constitución burguesa y llevar a la sociedad por el camino de la alianza entre la burguesía y la nobleza expresada en la Constitución policíaca y la duma. De ahí el justo sentido de las palabras con que Lenin completó el párrafo que acabamos de citar:

<<...Y es un mérito de la socialdemocrácia el no haber cedido al atolondramiento burgués (de las clases subalternas), el haber sido la única que en la época de las ilusiones constitucionales mantuvo constantemente desplegada la bandera de la lucha contra tales ilusiones>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

Si el primer período se caracterizó por lo que Lenin consideró "viraje constitucionalista" provisional hacia las ilusiones que los explotados tenían puestas en las promesas de la Constitución policíaca, fue porque esas ilusiones estaban siendo eficazmente combatidas por un sector minoritario pero significativo de la población dirigido por los socialdemócratas revolucionarios. En esas circunstancias, para los bolcheviques el boicot a la duma estaba plenamente justificado. Pero cuando a despecho de la lucha de los sectores más conscientes de la sociedad el "viraje Constitucionalista-policíaco" se consolidó y el ilusionismo de la Constitución monárquico-policial se hizo, por tanto, realidad, Lenin admitió qué, ante estas nuevas condiciones objetivas, -aunque se trataba de la más antidemocrática y policíaca de todas las que se habían convocado- el boicot a la III duma perdía todo sentido. Había de momento que pasar por combatir las ilusiones de las masas en el antro ilusionista.

Estar en condiciones de combatir las ilusiones de las masas en las promesas de la  Constitución monárquico-liberal, cuando esas ilusiones y promesas sólo suponían un desvío provisional del camino más recto en dirección a la revolución democrático-revolucionaria, eso era lo que -a juicio de Lenin- justificaba el boicot. Una vez que ese desvío se mantiene y consolida porque las fuerzas revolucionarias se han debilitado y ya no pueden provocar situaciones como la huelga insurreccional de octubre o la insurrección de diciembre, entonces el boicot deja de tener sentido.

Y aquí se impone esta pregunta: ¿por qué en esas circunstancias Lenin decide participar en la III Duma? Porque considera que las condiciones que llevaron a la situación revolucionaria abierta el 9 de enero de 1905 se mantenían, porque seguía pensando que el POSDR tenía capacidad y vigor suficientes como para volver a cambiar la correlación de fuerzas políticas y reconducir el proceso hacia la revolución burguesa por el camino más corto, el más favorable a la estrategia de la revolución socialista, aun obligado a hacerlo, de momento, en las instituciones del enemigo:

<<Si se compara desde este punto de vista, el otoño de 1907 con el de 1905, habría de llegarse necesariamente a la conclusión de que no tenemos motivo para proclamar ahora el boicot (...) El viraje constitucional monárquico de la historia no era entonces más que una promesa policíaca. Ahora es un hecho. No querer reconocer este hecho sería demostrar un temor ridículo a la verdad. Y deducir del reconocimiento de este hecho que la revolución rusa ha terminado sería un error. No, aun no hay datos que permitan hacer esta deducción. Los marxistas tienen el deber de luchar por el camino revolucionario directo del desarrollo cuando esa lucha viene prescrita por las condiciones objetivas, pero ello no significa, lo repetimos, que no debamos tener en cuenta el viraje zigzagueante que ya es un hecho concreto.>> (Op. Cit. III)     

Según dijo en el "Informe sobre la III duma del Estado" ante la conferencia de la organización de San Petersburgo del POSDR (19 de noviembre de 1907), su táctica declarada de participar en las instituciones autocráticas consistió en "preservar" a la minoría en la Duma, esto es, utilizarla como tribuna para desenmascarar y denunciar la política reaccionaria del régimen y seguir difundiendo "entre las más amplias masas populares la idea de la Asamblea Constituyente de todo el pueblo, elegida sobre la base del sufragio universal, con la finalidad de volver a transformar toda la presión social que la crisis ejerce al interior de la caldera del sistema, en acción política directa para retomar el camino recto hacia la revolución democrático-burguesa:

<<La composición y la actividad de la III Duma prometen proveer a la socialdemocrácia de un abundante y magnífico material de agitación, que deberá ser utilizado contra el gobierno ultrarreaccionario, los terratenientes descaradamente feudales, los octubristas y, también, contra los demócratas-constitucionalistas. (...) En cuanto a lo de "preservar" a la minoría, el informante dijo: en efecto, hay que preservar a la minoría. Más ¿para qué?. Solo para que el la duma enarbole la bandera de la socialdemocracia, sólo para combatir intransigentemente en ella a los contrarrevolucionarios de todo género y matiz, empezando por los de la "Unión del Pueblo Ruso y terminando por los demócratas-constitucionalistas. Pero en ningún caso para que apoye a los octubristas "de izquierda">> (Op.cit.)

En realidad, el propósito inconfesado de Lenin consistió en "preservar" el espíritu objetivo del partido dando a sus militantes un referente político de lucha y una actividad que había casi desaparecido de las calles, fábricas y campos de Rusia. Trataba de contrarrestar el incipiente vaciamiento social de sus organizaciones.

<<Derrotado en el alzamiento de diciembre de 1905, el proletariado pasa dos años -años que, si bien viven todavía el impulso revolucionario como la estadística de huelgas revela, son ya, a pesar de todo, años de reflujo- haciendo esfuerzos heroicos por mantener una parte, al menos, de las posiciones conquistadas. Los cuatro años que siguen (1908-1911) se reflejan en el espejo de la estadística de huelgas como años de contrarrevolución triunfante.>> (L.D. Trotsky: "Historia de la revolución rusa" Cap. II)

Esta realidad se hizo más ostensible en 1908 y fue reconocida por Lenin en enero de 1909, recién acabada la Conferencia nacional del POSDR celebrada en París entre el 21 y el 27 de diciembre de 1908. Aquí es donde Lenin por primera vez admite que la situación revolucionaria es cosa del pasado y que el "triunfo de la contrarrevolución" es un hecho:

<<Queda atrás un año de decaimiento, de confusión ideológica y política, un año de desorientación del partido. Todas las organizaciones del partido han visto reducidos sus efectivos, y algunas -precisamente las que contaban con un número menor de proletarios- se han venido abajo.>> (V.I. Lenin: "En Ruta").

Ahora bien, cuando en octubre de 1906 Lenin se puso a defender la táctica de participación de los revolucionarios en las elecciones a la II Duma de 1907, lo hizo porque el boicot a la I Duma (de Witte) había fracasado (buena parte de los electores siguieron el llamado a participar que había hecho la burguesía a través del partido de los demócratas constitucionalistas) y porque descartó en lo inmediato una nueva ola ofensiva del proletariado, aunque no dio por finalizada la crisis revolucionaria abierta con el domingo sangriento del 9 de enero de 1905.

Al margen de si la decisión de participar fue correcta o conveniente lo importante a señalar aquí es que, en esos momentos, Lenin no se cansó de insistir en que el secreto de la eficacia política para enlazar cualquier táctica con la estrategia de lucha por la revolución socialista, reside en garantizar siempre la independencia de la política de clase, no sólo de palabra, sino de hecho. Y él sabía -y lo decía- que para garantizar la eficaz acción independiente de los revolucionarios en la cueva de la contrarrevolución electoral-parlamentaria burguesa, es imprescindible disponer de un significativo número de militantes revolucionarios organizados, como era el caso en ese momento del POSDR., que contaba en sus filas con una base social de decenas de miles de miembros activos probados en la actividad clandestina prolongada, lo cual se traducía en un caudal electoral nada desdeñable de entre el millón y millón y medio de votos seguros. Sobre estos argumentos de la realidad partidaria fundó Lenin la esperanza -finalmente frustrada- de evitar el aislamiento partidario en momentos de retroceso del movimiento espontáneo, intentando mantener y, en lo posible, aumentar, el patrimonio social de la revolución cuya cantera Lenin veía en la vanguardia obrera amplia:

<<La rigurosa organización de partido de los socialdemócratas, disciplina incondicional al partido, que ha sabido mantenerse en la clandestinidad a lo largo de los años, llegando a contar con 100.000 a 150.000 afiliados de todas las nacionalidades, el único partido de la extrema izquierda que mantuvo su cohesión en la primera Duma y que actuó precisamente como fracción del partido: este grado de organización de nuestro partido, será una formidable recomendación y garantía a los ojos de todos aquellos que, lejos de temer a la lucha resuelta, aspiran a ella de todo corazón, pero que no tienen la confianza en sus propias fuerzas y que no se deciden a tomar por sí mismos la iniciativa y actuar abiertamente>> (V.I. Lenin: "La socialdemocracia y los pactos electorales". Fines de Octubre de 1906)

Esto quiere decir que a los bolcheviques jamás se les hubiera ocurrido pensar en las elecciones burguesas como táctica de construcción del partido revolucionario. Un año después, haciendo un balance de lo actuado por el movimiento revolucionario ruso desde 1895, Lenin volvió sobre la trascendencia política que atribuyó a la cohesión del POSDR durante todo el período contrarrevolucionario dominado por el juego electoral y la hegemonía política del partido demócrata constitucionalista entre 1906 y 1907. Y allí, enlazando con la teoría bolchevique de construcción del partido expuesta en su "¿Qué Hacer?" (1902), se reafirmó en que esa fortaleza, cohesión y continuidad revolucionaria que demostró el POSDR durante ese duro período inmediatamente posterior a la insurrección de diciembre de 1905, se forjó a instancias de dos factores políticamente combinados:

1.     El "estrecho marco de los círculos" intelectuales revolucionarios portadores del materialismo histórico y,

2.     El periódico para toda Rusia.

Y da a entender que, sin la realización de esta tarea previa de unir la teoría marxista con el movimiento obrero espontáneo completamente al margen de las instituciones de la burguesía -sin duda una de las más difíciles de todo proceso revolucionario genuino- cualquier intento de construir un partido comunista de la clase asalariada no pasaría de ser un total despropósito, una cáscara vacía por completo de contenido político revolucionario, un peligroso albur sujeto a toda clase de desviaciones y ambiciones personales:

<<Sin esta condición, la organización de revolucionarios profesionales sería un juego, una aventura, un rótulo vacío, y el folleto "¿Qué Hacer?" subraya reiteradamente que la organización defendida por él tiene sentido sólo en ligazón con la "verdadera clase revolucionaria que se lanza espontáneamente a la lucha". Pero la máxima capacidad organizativa del proletariado para unirse como clase se realiza por seres humanos y precisamente en determinadas formas orgánicas. En nuestras condiciones históricas, en la Rusia de 1900-1905, ninguna otra organización que no fuese la iskrista podía crear un tal partido obrero socialdemócrata como el que ha sido creado. Los revolucionarios profesionales han hecho su obra en la historia del socialismo proletario ruso. Y no hay fuerza capaz de destruir ahora esta obra, que desde hace mucho ha rebasado el estrecho marco de los "círculos" de 1902-1905>> (V.I. Lenin: "Prólogo a la recopilación '12 años' " Noviembre de 1907)

Con esta última declaración Lenin quiere decir que el POSDR como tal acabó de formarse bajo el influjo de los acontecimientos revolucionarios desencadenados por el "domingo sangriento" el 9 de enero de 1905.

Como corolario de todo este razonamiento, queda por decir que, tanto el origen como la vigencia en el tiempo de los partidos revolucionarios, tienen su causa eficiente en la actividad revolucionaria de la clase obrera; cuando esta cesa, no hay voluntad política capaz de evitar su práctica desaparición como tales organizaciones de la clase. Las vicisitudes del partido bolchevique, tanto desde la gran huelga de octubre de 1905 hasta 1910, como desde la toma del Palacio de Invierno hasta la muerte de Lenin, así lo confirman.

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[1] <<Por ejemplo, si una época se imagina que se mueve por motivos "políticos" o "religiosos", a pesar de que la "religión" o la "política" son simplemente las formas de sus motivos reales, el historiador de la época de que se trata acepta sin más tales opiniones. Lo que estas determinadas personas se "figuran", se "imaginan" acerca de su práctica real, se convierte en la única potencia determinante y activa que domina y determina la práctica de estos hombres. Y así, cuando la forma tosca con que se presenta la división del trabajo entre los indios y los egipcios provoca en estos pueblos el régimen de castas propio de su Estado y de su religión, el historiador cree que el régimen de castas fue la forma que engendró aquella tosca forma social>> (K. Marx-F.Engels: "La Ideología alemana" Cap. II punto 6)

 

[2] "Lo que se llamaba entonces en Francia Partido Socialista Democrático, estaba representado en política por Ledrú-Rollin y en la literatura por Luis Blanc; hallábase, pues, a cien mil leguas de la socialdemocracia alemana de nuestro tiempo" (Nota de F. Engels a la edición alemana de 1890). Engels se refiere aquí a la socialdemocracia alemana que ahogó en sangre de comunistas la revolución de 1918-19, a fin de imponer esta propuesta del Manifiesto para la Alemania de 1848, cuando en 1918 este país había alcanzado ya el mayor desarrollo capitalista de Europa, y su clase obrera pasó a ser la más numerosa y organizada del continente. O sea, cuando, según el espíritu estratégico que inspiró en Marx y Engels esta obra desde entonces mil veces malversada, las condiciones históricas de Alemania y Europa habían cambiado por completo, dejando sin sentido aquella propuesta planteada para las condiciones específicas del momento. Se equivocó, pues, Engels: la socialdemocracia de Bernstein, Ebert y Noske (el frente policlasista), estuvo en 1918, justo en el mismo sitio formal que ocupó el Partido Socialista Democrático de Ledru-Rollin y Luis Blanc en 1848 (el frente policlasista) . La diferencia está en que la misma consigna de lucha por la república burguesa que defendieron los dos partidos, en 1918 había pasado a ser políticamente reaccionaria. Sobre todo en Alemania.      

[3] De este proceso hubieron de tomar posteriormente muy buena nota Lenin y sus compañeros de fracción, los bolcheviques, dentro del POSDR. Concretamente entre 1901 y 1912, desde el trabajo titulado "Por dónde empezar", hasta "Dos tácticas de la socialdemocracia", pasando por "¿Qué Hacer?" y "Un paso adelante,  dos pasos atrás"

[4] A finales de marzo de 1848 la Asamblea nacional alemana de Frankfort  adoptó la consti­tución que debía servir de fundamento jurídico de un Estado alemán único. El documento preveía la creación de un imperio (Reich) que englobase todos los estados alemanes, conservando cada uno amplia autonomía (gobierno parlamentario, etc.). El gobierno central del Reich asumía las funciones de carácter pangermánico: política exterior, mando de las FF.AA., comunicaciones, política aduanera, etc.. El poder ejecutivo recaía en el gobierno y en emperador del Reich. El poder legislativo en el reichstag con dos cámaras. El mismo día 28 de marzo en que se promulga la constitución se designa a Federico Guillermo IV -rey de Prusia- como emperador. Con el apoyo del movimiento democrático y popular, la Constitución es acatada por la mayoría de los estados alemanes más pequeños, sin peso alguno frente a Prusia, Sajonia, Baviera y Hannover, que se niegan a reconocer las decisiones de Frankfort. Federico Guillermo rechaza la corona <<de fango y arcilla>>. La Asamblea nacional prusiana -nombrada en enero sobre la base de la "constitución otorgada- reconoce la constitución del Reich y la designación de Federico Guillermo. La respuesta de éste y de su gobierno fue disolver la asamblea el 27 de abril. Esta decisión desencadenó una serie de sublevaciones en toda Alemania cuyos últimos focos fueron aplastados por el ejército prusiano en julio de ese mismo año.

[5] En tal sentido, la analogía histórica entre este período de la lucha de clases en Alemania y la Rusia de principios del siglo siguiente salta a la vista, del mismo modo que, a juzgar por la táctica que adoptaron los bolcheviques en 1906 es evidente que Lenin y sus compañeros hicieron un magistral ejercicio de memoria histórica de clase, al sacar todas las enseñanzas posibles de la experiencia y aprendizaje de Marx y Engels en 1848; muy especialmente en lo que atañe a la necesidad de no perder tiempo con los frentes policlasistas, aplicando todas las fuerzas disponibles de la militancia revolucionaria, a la fusión del materialismo histórico con el movimiento obrero espontáneo para la construcción del partido revolucionario obrero independiente.Ver ANEXO al final del documento

[6] Entre esos <<señores de la izquierda>> se encontraba Leothar Bucher, tan criticado por Bismark por su verborragia radical. Su virtuosa moderación como diputado durante los dramáticos acontecimientos de 1848, sirvió a este hombre para estrechar relaciones con el junker von Bismark quien, una vez convertido en conde y Canciller del Reich, "transforma­ra" a su vez a Bucher en su más fiel y valioso colaborador, llegándole a nombrar consejero real de Prusia. (Cfr. A. Rosenberg: op. cit.). Según cuenta Jenny Marx (1862/64) parece ser que su vocación de servicio llevó a este personaje a ejercer de botones, recadero, criado y hasta  maître de plaisir a las órdenes de Lassalle: <<Debo decir que en una excursión a Windsor y Virginia Waters que realizamos conjuntamente, hacía de perfecto "perro cobrador" mostrándose así plenamente merecedor del título de governor>>. (H. M. Enzensberger: op. cit. Tomo II)

[7] Cfr. Op. Cit. Cap. II

[8] Se refiere a la circular de marzo de 1850, donde se previene que el papel contrarrevolucionario que en 1848 desempeñaron los burgueses liberales al apoyarse en la reacción contra el resto de las clases subalternas, <<este papel de traición>> será desempeñado en la próxima revolución por los demócratas pequeñoburgueses:

<<En el momento actual, en que los demócratas pequeñoburgueses se hallan oprimidos en todas partes, predican al proletariado en general la unión y la concordia, le tienden la mano y aspiran a crear un gran partido de la oposición que abarque todos los matices existentes dentro del partido democrático; es decir, aspiran a enredar a los obreros en una organización de partido en la que predomine las frases democráti­co-socia­les en general, detrás de las cuales se ocultan sus intereses específicos, y en la que, en gracia a la amada paz, no deberán manifestar­se las reivindicaciones concretas del proleta­riado. Semejante unión les beneficiaría exclusi­vamente a ellos y redundaría totalmente en perjuicio del proletariado. Éste perdería toda su independen­cia, a tan dura costa conquistada, para volver a convertirse en apéndice de la democracia burguesa oficial. Así, pues, semejan­te unión debe ser rechazada con la mayor ener­gía. Los obreros, en vez de rebajarse una vea más a servir de coro y de caja de resonancia de los demócratas burgueses, deberán esforzarse, sobre todo los de la Liga, en crear al lado de los demócratas oficiales su propia organización como partido obrero público y clandestino inde­pendiente, haciendo que cada comuna se convierta en centro y núcleo de un conjunto de sociedades obreras en las que discutan la posición y los intereses del prole­tariado, al margen de las influencias burgue­sas.>> (K.Marx-F.Engels: op. cit.)

Marx y Engels prevén este comportamiento contrarrevolu­cionario en razón de que los peuqueñoburgueses están interesados en que la revolución se detenga en el punto en que ven legitimado su status social dentro de la sociedad de clases:

<<El primer punto en el que los demócratas burgueses chocarán con los obreros será la destruc­ción del feudalismo; como ocurrió en la primera revolución francesa, los pequeñobrurgue­ses entregarán a los campesinos las tierras feuda­les en libre propiedad; es decir, tratarán de dejar subsistente el proletariado agrícola y la forma­ción de una clase campesina y pequeño­bur­guesa que pase por el mismo ciclo de empobre­cimiento y endeudamiento en que todavía hoy se halla sumido el campesino francés [...] Los obreros deberán aliarse al proletariado agrícola como los demó­cratas a los campesinos>> (K.Marx-F.Engels: ibid)

El documento termina señalando que el requisito de la victoria consiste en que el proletariado acierte a ver con absoluta claridad sus intereses de clase y que luche por ellos. Para ello Marx y Engels vuelven a insistir en la necesidad de que los obreros se doten de una organización independiente que permita dar a su acción un carácter "permanente":

<<Los obreros alemanes saben que podrán llegar al poder y hacer valer sus intereses de clase sin pasar por una larga trayectoria revoluciona­ria [...] Pero ellos  mismo deberán contribuir más que nada a la victoria final viendo claros sus intereses de clase, adoptando lo antes posible una posición de partido independiente, no dejándose engañar un sólo momento por las hipó­critas frases de los demócratas pequeñoburgueses sin perder de vista la imperiosa necesidad de una organización independiente del partido del proletariado. Su grito de combate deberá ser: "La revolución permanente".>> (K.Marx-F.Engels: ibid)

[9] En "El 18 Brumario de Luis Bonaparte", Marx comienza diciendo que "Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen arbitrariamente bajo circunstancias elegidas por ellos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla, el cerebro de los vivos". Por más irracionales, crueles e insufribles que algunos lleguemos a sentir que son las condiciones históricas en que vivimos, enciendan en nosotros el espíritu de la rebeldía y la voluntad de cambio, el hecho de que nos conformen a ellas desde pequeños y debamos cumplirlas por imperio de la ley y la costumbre, a la mayoría les hace sentir y pensar que las cosas no pueden ser de otra manera. Tal es la condición que hay que transformar en nosotros y en los demás explotados antes de decidirse a ser gobierno. El ser o no ser de un revolucionario pasa por realizar eficazmente esta tarea.

[10] Ciudades como Brujas y Gante en Flandes, Lyon y París en Francia, Londres en Inglaterra, Florencia, Nápoles y Palermo en Italia, y regiones como Castilla, Aragón y Cataluña en España, fueron escenario desde el siglo XIV en adelante de rebeliones urbanas protagonizadas por los artesanos que, en muchos casos, las dirigieron, como ocurrió en Flandes, la región manufacturera más desarrollada en el noroeste europeo:

<<En todas las ciudades -escribe Henry Pirenne- los comunes dirigidos por los artesanos por los tejedores y bataneros, derrotaron a los magistra­dos, organizándose ellos mismos y establecie­ron precipitadamente gobiernos revolucionarios>> (Pérez Zagorin: "Revueltas y Revoluciones en la Edad Moderna" Tomo I: "Movimientos Campe­sinos y Urbanos")

 

[11] Miembro de la "Liga de los Comunistas", Stefan Born, cuyo verdadero nombre era Simón Butermilch, adoleció de toda la fragilidad ideológica y la volubilidad política características de los <<hombres de acción>> natos. A fines de 1848 fundó "Fraterni­dad Obrera" una de las primeras organizaciones sindicales alemanas. En mayo de 1849 estuvo entre quienes lideraron el movimiento revolucio­nario en Dresde. Acabó como profesor de literatura en Suiza, demostrando haber sido más eficaz como traductor del <<plácido>> Renan a su <<alemán almibara­do>>, que como fiel interprete de Marx en el movimiento obrero. De él dijo Engels lo siguiente:

<<Born, joven de mucho talento pero que tenía demasiada prisa por convertirse en personaje político, "fraternizó" con los elementos más dispares, con tal de poder reunir en torno suyo a un tropel de gente; y él no era, ni mucho menos, el hombre capaz de poner unidad en las más dispares tendencias y de hacer luz en el caos. Por eso, en las publicaciones oficiales de su asociación se mezclan, en abigarrado mosaico, las ideas defendidas en el Manifiesto Comunista con los recuerdos y los anhelos gremiales, fragmentos de Louis Blanc y Proudhon, el proteccio­nis­mo, etc.; en una palabra, se quería con­tentar a todo el mundo. Se organiza­ron, sobre todo, huelgas, sindicatos, cooperati­vas de produc­ción, olvidándose de que lo más importan­te era con­quistar mediante victorias políticas, el terreno sin el cual todas esas cosas no podían sostener­se a la larga. Y cuando más tarde las victorias de la reacción hicieron sentir a los dirigentes de la Fraternidad la necesidad de lanzarse directamente a la lucha revolucionaria, aque­llas confusas masas que se agrupaban en torno a ellos los dejaron, natural­mente, en la estaca­da.>> (F. Engels: "Contribución a la Historia de la Liga de los Comunistas". Subrayado mío)

 

[12] En realidad, la paternidad de esta FILOSOFÍA "populista" no corresponde a Lassalle. Cuarenta años antes que él la popularizara en Alemania a nombre del marxismo, fue difundida en Francia por Louis Blanc, para quien la lucha por la conquista del derecho al voto constituía también la base para la "organización del trabajo". Blanc propagandizaba entre los obreros la con­quista del sufragio universal para hacer valer ante el Estado contra la burguesía la "voluntad popular" que hiciera posible establecer los "talleres nacionales" dirigidos por el Estado, que más tarde pasarían a ser gestionados direc­tamente por corporaciones de trabajadores "independientes", de tal modo que asegurasen a "todos los hombres", tanto el "derecho a trabajar" como al "producto íntegro de su trabajo":

<<No había diferencia esencial entre lo que Louis Blanc había abogado en Francia en la década de 1840 y lo que Lassalle defendía en la Alemania de 1860, aunque, por supuesto, el medio político en el cual estas dos doctrinas fueron predicadas era muy diferente en los dos casos. Además, Lassalle, como Louis Blanc, insistía en que era indispensable que todos los varones votasen, y también la intervención del Estado, porque sostenía que era imposible para los obreros conseguir su emancipación económica mediante un esfuerzo cooperativo voluntario, sin la ayuda del Estado.>> (G.D.H. Cole: "Historia del Pensa­miento Socialista" Tomo II Cap. V)

[13] Desde que en diciembre de 1918 los obreros alemanes votaron por delegar en la Constitu­yente el poder revolucionarios que habían conquistado a través de los Consejos, <<el SPD declara terminada la revolución, al menos en su fase de violencias y de acciones de masas. Al estar el partido de la clase obrera en el poder, la clase obrera ha tomado el poder político, la transformación revolucionaria de la relaciones sociales (llamada socialización), es, de ahora en adelante, cuestión de tiempo: se trata de un proceso progresivo y pacífico. Hay que desarrollar todavía el capital, pues sólo un capital llevado al último estadio de su desarrollo podrá ser "socializado". Para ello hay que hacer reinar el orden y aplastar a los "spartaquistas", dicho de otro modo, "al lumpenproletariado revolucionario>> (J. Barrot y Dennis Authier: op. cit. Cap. VI:  "Relación de Fuerzas Antes del Enfrentamiento". Lo entre paréntesis es nuestro.)

[14] <<Superando el reformismo arcaico de la capa artesanal, Lassalle rechaza simultáneamente la lucha de clases y el liberalismo manchesteria­no. Su Sistema de los derechos adquiridos desa­rrolla el tema del tránsito de la propiedad privada a la propiedad pública. Anuncia el advenimiento de los obreros, en cuanto grupo social-profesional (no subversivo) en el seno del capitalismo, haciendo presión sobre el mismo capitalismo (con la ayuda del Estado) para obtener un estatuto estable y reconocido. En un discurso de 1862 -año en que Bismark accede a la cancillería- Lassalle plantea la pregunta: ¿quien debe diri­gir la sociedad? Las constitu­ciones, explica él, no son tanto unos documentos inmutables, cuanto unas cristalizaciones provi­sionales de las relaciones del poder entre grupos sociales rivales. Cons­ciente de la realidad política del mundo capita­lista, donde la automatización de los individuos conduce a su reagrupamiento en bloque que reivindican una parcela de poder, procura organizar directamente esta porción de poder en colabora­ción con Bismark. (...) Lassa­lle trata, de modo incompleto, sellado por un pacto explícito (Cfr. sus cartas), lo que realizará posteriormente la socialdemocracia concluyendo un acuerdo implícito con el capi­tal.>> (Jean Barrot y Dennis Authier: Op. cit. Cap. II "Orígenes del Movi­miento Obrero alemán".)

[15] <<...el partido de las "masas" revolucionarias se convierte necesariamente en un pequeño grupo cuando estas masas no son revolucionarias>> (J. Barrot y Dennis Authier: op. cit. Cap. XIV "El Partido Comunista Obrero de Alemania y la Unión General Obrera de Alemania"). Tras la derrota de 1905, el Partido Bolchevique se vio reducido a la mínima expresión. Según reporta Pierre Broue:

<<En pleno 1907, el gobierno de Stolypin tomó la decisión de acabar con el movimiento socialista. La coyuntura es favorable: las repercusiones de la crisis mundial en Rusia, el paro y la miseria permiten al zarismo utilizar el retroceso para intentar liquidar los elementos organizados [...] La moral de los obreros se viene abajo, muchos militantes abandonan la actividad. En Moscú, en 1907 son varios millares. Hacia el final de 1908 sólo quedan 500 y 150 al final de 1909: en 1910  la organización ya no existe. En el conjunto del país los efectivos pasan de 100.000 a menos de 10.000>> (Pierre Broué: "El Partido Bolchevique" Cap. II)

Refiriéndose al mismo período, David Shub describe hasta qué punto había calado en Rusia el peso de la derrota:

<<Dentro de Rusia decaían la fe y el entusiasmo de los primeros revolucionarios "profesionales" y de los estudiantes; bajo la férula del presidente Stolypin -el gobierno reaccionario que mejor supo ganarse la confianza del Zar- se inició el reflujo de la marea revolucionaria [...] Intelectuales y obreros desertaban decepcionados de las filas de la subversión para refugiarse en la ciencia, la religión o la filosofía; otros cambiaron el ascetismo revolucionario por un libertinaje desenfrenado; no pocos desembocaron en el suicidio. Los círculos revolucionarios, que pocos años antes habían alcanzado tan brillante notoriedad degeneraron en "ligas de suicidas", "clubes de amor" y otras formas de evasión cívica>> (David Shub: "Lenin" Tomo 1 Cap. 6: "Los bajos fondos")

[16] <<...no se puede tachar de oportunista a un partido más que si se da por supuesto que en el fondo es aun revolucionario (...) Este reproche no es válido más que por poco tiempo. O bien el partido vuelve rápidamente a una actividad en consonancia con la meta y los principios (demostrando así que no se trataba más que de una desviación momentánea, no esencial, ligada por ejemplo a la dominación pasajera de jefes efectivamente extraños al movimiento revolucionario). Este caso es muy raro; probablemente no se ha dado nunca y no introduce aquí más que una falsa simetría. O bien se verifica que sus primeras desviaciones están seguidas por otras, que el partido no tiene nada de revolucionario, que su naturaleza, su meta es, el poder para él, para sus jefes, y que de todos modos, lo más importante para él es su propia conservación y en consecuencia la del orden actual>> (J. Barrot y D. Authier: Op. cit. Cap. II "Orígenes del movimiento obrero alemán")

[17] <<Si Luxembourg es la autora de la fórmula: "Después del 4 de agosto de 1914 (fecha en que los dirigentes del SPD en el Bundestag aprueban los créditos de guerra), la socialdemocracia no es más que un cadáver nauseabundo",  ella se manifiesta particularmente necrófila. Desempeña un papel perfectamente reaccionario utilizando todos los recursos de su dialéctica y toda su autoridad para que los revolucionarios no corten todos los lazos que les unen a este "cadáver" bajo pretexto de que las masas se encuentran a ese nivel y que no hay que alejarse de ellas...>> (Jean Barrot y Dennis Authier. ibid)

[18] El mismo deseo de estar pegada a las masas con la idea de hacer gravitar revolucionariamente a sus organizaciones reformistas en época de retroceso, es lo que indujo a Rosa a permanecer en el SPD y después en el USPD, para lanzarse finalmente a la aventura insurreccional. Su asesinato junto a Liebknecht a manos de sus compañeros de partido a cargo del gobierno que sentó las bases políticas del fascismo en Alemania, parece no estar diciendo nada a muchos "hombres prácticos" del movimiento revolucionario en nuestros días.

Semejante esquizofre­nia del pensamiento político y de la memoria histórica, sólo puede explicarse por los complejos y sutiles mecanismos psicológi­cos del "transfor­mis­mo" gramsciano, esa especie de mutación ideológica que la burguesía internacio­nal ha venido operando sistemáti­camente con todo éxito en la conciencia de cientos de miles de militantes revoluciona­rios "prácticos" durante años y años en el mundo entero, a instancias de su "izquierda democrática".

 

[19] Después de que la primera revolución había convertido a los campesinos semisiervos en propietarios libres de su tierra, Napoleón [492] consolidó y reglamentó las condiciones bajo las cuales podrían explotar sin que nadie les molestase el suelo de Francia que se les acababa de asignar, satisfaciendo su afán juvenil de propiedad. Pero lo que hoy lleva a la ruina al campesino francés, es su misma parcela, la división del suelo, la forma de propiedad consolidada en Francia por Napoleón. Fueron precisamente las condiciones materiales las que convirtieron al campesino feudal francés en campesino parcelario y a Napoleón en emperador. Han bastado dos generaciones para engendrar este resultado inevitable: empeoramiento progresivo de la agricultura y endeudamiento progresivo del agricultor. La forma «napoleónica» de propiedad, que a comienzos del siglo XIX era la condición para la liberación y el enriquecimiento de la población campesina francesa, se ha desarrollado en el transcurso de este siglo como la ley de su esclavitud y de su pauperismo. (K.Marx: El 18 Brumario de Luis Bonaparte" VII)