Las consecuencias políticas
de los errores teóricos

En 1902, cuando el partido de la revolución no había definido aun su fisonomía en la geografía humana de Rusia, Lenin advertía acerca de la trascendencia política decisiva de la teoría:

<<Nunca se insistirá lo bastante sobre esta idea en un tiempo en que a la prédica en boga del oportunismo va unido un apasionamiento por las formas más estrechas de la actividad práctica. (...) En estas condiciones, un error (teórico) sin importancia, a primera vista, puede causar los más  desastrosos efectos (políticos), y sólo gente miope puede encontrar inoportunas o supérfluas las discusiones fraccionales y la delimitación rigurosa de los matices. De la consolidación (en la conciencia colectiva) de tal o cual "matiz" puede depender el porvenir de la socialdemocracia rusa por años y años>> [V.I. Lenin: Op. Cit. Cap. I d). Lo entre paréntesis es nuestro)]

En lo que sigue vamos a mostrar qué inmensa carga de razón han tenido y seguirán teniendo siempre aquellas sabias palabras de Lenin. La lógica de la teorización subconsumista de Rosa Luxenburgo ha sido adoptada -entre otras- por la corriente neomarxista encabezada por Baran y Swezzy. Según estos teóricos, la imposibilidad creciente de realizar el plusvalor contenido en los excedentes invendibles se expresa bajo la forma de una dinámica estancacionista permanente, donde las fuerzas productivas dejan de crecer. El argumento central de Baran y Sweezy es el siguiente: Los capitalistas emplean una parte del plusvalor extraído del trabajo excedente de sus asalariados a su fondo personal de cunsumo, otra parte a la capitalización o reinversión, y otra a los gastos de circulación, impuestos y otras actividades necesarias pero improductivas. En la medida en que el empleo de esos excedentes no bastan para realizar el plusvalor contenido en la oferta global de productos, porque su producción excede a la demanda efectiva, ese excedente tiende a dejar de ser producido. En semejantes condiciones, la base material del sistema se instala en el estancamiento permanente:

<<Por más vueltas que se le den, no hay forma de evitar la conclusión de que el capitalismo monopolista es un sistema contradictorio en sí mismo. Tiende a crear aun más excedentes, y sin embargo es incapaz de proporcionar al consumo y a la invdersión las salidas necesarias para la absorción de los crecientes excedentes y por lo tanto para el funcionamiento uniforme del sistema. Como el escedente que no se pueda absorber no será producido, la consecuencia es que el estado normal de la economía capitalista monopolista es el estancamiento. Con una existencia dada de capital y una estructura de costos y precios determinada, la tasa de operación del sistema no puede ascender por encima del punto en el cual la cantidad del excedente producido puede encontrar las salidas (realización o ventas) necesarias. Y esto significa un crónico subaprovechamiento de recursos humanos y materiales disponibles (...) Si se dejara a sí misma, es decir, en ausencia de fuerzas contrarias, que no son parte de lo que puede llamarse, "lógica elemental del sistema", el capitalismo monopolista se hundiría cada vez más en un pantano de depresión crónica.>> (P.A. Baran y P.A. Swezzy: El Capital monopolista" Cap. IV. Lo entre paréntesis es nuestro)

Junto con sus colegas de la escuela de Frankfort, estos teóricos académicos formados en el aparato ideológico del Estado norteamericano, fueron quienes desde la década de los cincuenta y sesenta apuntalaron al stalinismo en la tarea de inculcar en las direcciones de las principales organizaciones políticas (reformistas) del movimiento obrero internacional la concepción estancacionista basada en la idea subconsumista. Lo que ellos llaman "lógica elemental del sistema" se ajusta esencialmente a las teorizaciones de Rosa Luxemburgo; y las "fuerzas contrarias" a esta lógica, las fueron a sacar del concepto Schumpeteriano de la inciativa empresarial, de las presuntas virtudes discrecionales de los "caballeros de industria" a cargo de los grandes conglomerados económicos, a quienes atribuyen la capacidad de modificar las leyes inflexibles de la economía política burguesa, de extender la tasa de plusvalor bastante más allá del límite férreamente fijado por el valor histórico del salario.

Si esto es así, la inciativa empresarial monopólica puede hacer crecer el plusvalor por encima de lo que aumenta el capital constante, y la ley tendencial del descenso en la tasa de ganancia queda impugnada. Ya sólo se trata de una administración conveniente de esos excedentes al estilo del esquema keynesiano en condiciones de estancamiento económico general de la sociedad. Tal es el secreto de la llamada "campaña de ventas" y de la "creación de los precios" por parte del captial monopólico. A instancias de la publicidad masiva de exclusiva competencia suya, los grandes capitales modifican la estructura de la demanda efectiva en favor de sus productos; al acaparar una cuota mayor de mercado, venden más, aumentan la producción, la productividad y las ganancias. Y aunque reconocen que el grueso los gastos de publicidad corren por cuenta de los trabajadores en general, Baran y Sweezy aseguran que también el aumenta el ingreso salarial y la ocupación, con lo que hacen desaparecer del sistema la base material de la lucha de clases.

El aumento de la presión psicológica de la publicidad aumenta el consumo hasta que se alcanza la medida en que se produce el cambio cualitativo y el gasto se convierte en ingreso, tal como ocurre en el esquema de Keynes con los impuestos, que se convierten en mayores ingresos a instancias del multiplicador keynesiano del gasto estatal:

<<El impacto directo de la campaña de ventas sobre la estructura del ingreso de la economía es por eso similar al de los gastos del gobierno financiados por los ingresos tributarios>> (Ibíd)

Esta virtud mágica de la publicidad que remite al pasaje bíblico donde Jesús hace el milagro de multiplicar los panes y los peces no resiste el menor análisis. El caso es que de donde no hay no se puede sacar y ninguna publicidad está en condiciones de aumentar una demanda efectiva objetivamente determinada por el trabajo social agregado de la sociedad, esto es, por la masa de valor en salarios y plusvalor. El "error" de Sweezy y Baran ha consistido en liberar el excecdente de los límites objetivos de la jornada laboral media, y de no tener en cuenta que el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo en la sociedad capitalista supone un aumento de la composición orgánica del capital, es decir, una disminución en el empleo de capital variable respecto del capital adelantado, de lo que no puede sino resultar un aumento absoluto del plusvalor históricamente decreciente o, lo que es lo mismo, un aumento menor al incremento de la masa de capital acumulada, lo cual deriva en un descenso de la ganancia como porciento de la relación entre el plusvalor y el capital social global en funciones.

Por lo tanto, a los efectos de la acumulación capitalista y de la disponibilidad del capital adicional para los fines de la reproducción ampliada y, por tanto, del aumento en la demanda efectiva por parte de asalariados y capitalistas, la tasa de ganancia es, una vez más, decisiva. Todo ello viene a demostrar que el capital monopólico sigue tan sujeto a la ley de la acumulación capitalista como en su infancia, del mismo modo que ningún ser viviente cambia de naturaleza específica por virtud de su mero crecimiento.

Evadiéndose de modo tan grosero de la realidad capitalista, Baran y Sweezy han llegado a homologar el efecto que ellos atribuyen a las "campañas de ventas" del capital monopólico a través de la publicidad, con la inversión autónoma del gasto estatal concebida por Keynes para estimular la famosa "propensión al consumo" como inductora de la inversión privada. En esto, mucho más cercano a Marx que sus discípulos neomarxistas, Keynes siempre tuvo claro que el gasto público podía inducir un aumento en la inversión privada y en la demanda efectiva, pero sólo en condiciones de una tasa de ganancia al alza.

En este punto es mérito de Mandel la correcta observación que ha hecho a Paul Mattick. En efecto al señalar en su "Crítica de los Neomarxistas" el mal uso de la dialectica entre cantidad y calidad que Baran y Sweezy hicieron al suponer que un aumento de la demanda efectiva o propensión a consumir, sin más, se trueca en excedente o ingreso adicional de la sociedad, Mattick se equivocó cuando en ese mismo contexto sostuvo que la propuesta de Keynes es <<no realizable en el capitalismo>>. Mandel observa al respecto que...

<<Bajo condiciones capitalistas, esto ocurrirá (el aumento del ingreso general de la sociedad) sólo si promueve un incremento en la tasa de ganancia -en otras palabras, si reduce la participación de los salarios en el ingreso nacional (incrementado). Keynes, más inteligente y cínico que sus discípulos "reformistas", fue muy franco a este respecto. Mattick se equivoca, por tanto, cuando en su por demás justificada crítica de "El Capital Monopolista" de Baran y Sweezy, excluye la posibilidad de que la acumulación de capital pueda ser estimulada por la creación estatal de dinero...>> (Ernest Mandel: "El Capitalismo Tardío". Cap. XIV: "El Ciclo industrial en el capitalismo tardío.) Lo entre paréntesis es nuestro)

El capital se basa en la producción del plusvalor. Pero esta producción tiene su fundamento absoluto en la circulación, pero no en la segunda metamorfosis formal: M' - D', sino en la primera: M - - D. Sin el previo acto de la compraventa de trabajo no puede haber plusvalía ni acumulación de capital. De esta premisa real se desprende, lógicamente, que el aumento de la plusvalía (en este caso absoluta) tiene por condición que se multipliquen los actos de compraventa de la fuerza de trabajo, es decir, que se expansione constantemente la esfera de la circulación de mercancías en su segunda metamorfosos: Cuantos más contratos de trabajo, más valores producidos, más salarios, más mercancías en circulación y más valores realizados en el mercado:

<<Una condición de la producción basada sobre el capital es, por tanto, la producción de un círculo de la producción continuamente ampliado (...) Si la circulación se presentaba al principio (en la sociedad precapitalista) como una magnitud dada, aquí se presenta como una magnitud variable, y como una magnitud que se expande mediante la producción misma (...) Consiguientemente la circulación se presenta como un momento de la producción. De la misma forma que el capital tiene por un lado la tendencia a crear con-tínuamente más plustrabajo, también tiene por otro la tendencia complementaria de crear más puntos de cambio>> (K. Marx: "Grundrisse": "El proceso de circulación del capital") (Lo entre paréntesis es nuestro)

Ahora bien, la etapa del capitalismo que Baran y Sweezy gustan en llamar "monopolista", está comprendida en el proceso de producción de la "plusvalía relativa", que es el momento de la acumulación basado en la explotación intensiva del trabajo social, esto es, en el aumento incesante y acelerado en la composición técnica y orgánica del capital. En tanto y cuanto la circulación está determinada por la producción, su incremento presiona en dirección a un aumento del consumo global y desemboca directamente no sólo en un ensanchamiento de la esfera del intercambio sino que también provoca un cambio cualitativo del consumo con la creación de nuevas necesidades. El fundamento de lo que Marx llama "salario histórico" se encuentra en este pasaje de la etapa infantil a la madura del capitalismo:

<<...la producción de plusvalía relativa, es decir, la producción de plusvalía basada en el aumento y desarrollo de las fuerzas productivas, requiere la producción de nuevo consumo; exige, por lo tanto, que se amplíe el círculo de consumo dentro de la circulación, de la misma forma que antes exigía la ampliación del círculo productivo. Primero la ampliación cuantitativa del consumo existente; segundo la creación de nuevas necesidades, mediante la propagación de las necesidades ya existentes en un círculo más amplio; tercero: producción de nuevas necesidades y creación de nuevos valores de uso..>> (K. Marx: ibid.)

De modo que -tanto histórica como lógicamente- no es la publicidad la que expande la producción y la colocación de "excedentes" al incrementar la demanda efectiva como piensan Baran y Sweezy, sino al contrario: es la ampliación del consumo a raíz del incremento de la producción lo que da razón de existencia a la publicidad como un momento de la circulación de mercancías en la etapa de la plusvalía relativa. En su etapa tardía, los genes del capitalismo no mutan en absoluto, lo que cambia es su metabolismo que, a diferencia del cuerpo humano se hace más rápido cuanto más avanzado esté el proceso de transformación del trabajo necesario en capital ya acumulado. La publicidad asociada a la economía del despilfarro y a la sociología del "usar y tirar", responde precisamente a la aceleración de ese metabolismo que deriva en una rotación cada vez más rápida del capital fijo.

Ahora bien, si como es cierto que el capital tiende a apoderarse de la mayor cantidad posible de trabajo necesario para convertirlo en excedente, desarrollando la fuerza social productiva del trabajo por mediación del aumento proegesivo en la composición orgánica del capital, esto significa que es una tendencia del capital tanto a aumentar la población trabajadora activa como a colocar constantemente a una parte como población excedente. Conforme avanza el proceso de acumulación a caballo del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, el capital restringe progresivamente la parte de la jornada laboral media durante la cual los trabajadores reproducen su fuerza de trabajo, lo cual tiende a achicar también de forma progresiva la esfera de la circulación en tanto disminuye la capacidad de cambio de los trabajadores por virtud del descenso progresivo del salario relativo; pero, por otro lado, la disminución del trabajo necesario deja un márgen cada vez más pequeño para el plustrabajo capitalizable en relación a un capital demasiado inflado.

La plusvalía aumenta pero en una proporción mucho menor que el aumento de la fuerza productiva y que el propio capital, sencillamente porque la eficacia del trabajo incide sobre el tiempo total de la jornada colectiva de labor, cuya fracción convertible en plustrabajo se torna cada vez más pequeña, demostrándose así que el proceso de valorización es, al mismo tiempo, un proceso de desvalorización del capital, que incluye la propia devaluación de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera, en tanto que, en tales circunstancias, no es sino parte del capital:

<<El aumento ilimitado de su valor -la creación ilimitada de valor- es aquí absolutamente idéntica con el establecimiento de límites en la esfera del cambio, es decir, de la posibilidad de valorización. Lo mismo se puede decir de la fuerza productiva. Por una parte, la tendencia del capital es la de aumentarla al máximo, para aumentar el tiempo suplementario relativo. Por otra parte, con ello disminuye el tiempo de trabajo necesario, es decir la capacidad de cambio de los trabajadores. Más aun, como hemos visto, la plusvalía relativa aumenta en proporción mucho menor que la fuerza productiva, y además, esta proporción disminuye cada vez más, cuanto más haya aumentado ya la fuerza productiva. Pero con ello aumenta en proporción análoga -de lo contrario sería liberado nuevo capital o nuevo trabajo- la masa de los productos que no entran en la circulación. Pero en la misma medida en que aumenta la masa de los productos, aumenta la dificultad de valorizar el tiempo de trabajo en ellos contenido, porque aumenta la exigencia que se requiere del consumo.(...) Él tiende, por tanto, contínuamente a su propia devaluación por una parte y a frenar por otra las fuerzas productivas y el trabajo que se objetiviza en valores.>> (K. Marx: ibid.)

De este modo, la tendencia del capital a la producción ilimitada del plusvalor mejorando las condiciones de la explotacion directa del trabajo social mediante el desarrollo de la fuerza productiva, choca inevitablemente en la esfera de la circulación con su otra tendencia a empeorar las condiciones de realización de los trabajadores limitando la capacidad de cambio de sus salarios, reduciendo al mínimo la relación Tn/Pl, entre el trabajo necesario Tn y el plustrabajo Pl. A medida que el proceso de acumulación progresa a instancias del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, la distribución antagónica del producto social entre la burguesía y el proletariado se expresa en que el plustrabajo Pl. aumenta a expensas del trabajo necesario Tn. Y dado el límite absoluto de la jornada de labor media, la relación Tn/Pl disminuye inexorablemente. Esto quiere decir que cuanto mayor es la frontera del plusvalor que el capital extiende históricamente en detrimento del trabajo necesario al interior de la jornada de labor colectiva, menor es la participación relativa de los trabajadores en el producto de su trabajo, pero menor también el remanente de plusvalor capitalizable. Así, los obstáculos cada vez más grandes que el capital se pone a sí mismo en la esfera de la producción a instancias del aumento en la composición orgánica del capital, son los que aparecen en el mismo orden de magnitud en la esfera de la circulación. Pero no porque exista un excedente de plusvalor invendible contenido en los bienes de consumo individual, como piensan los "caballeros del sencillo sentido común" seguidores de Rosa Luxemburgo, sino porque al reducirse el consumo de las masas representado por el trabajo necesario, se reduce en la misma magnitud el tiempo de trabajo excedente disponible para ser destinado a la acumulación. Esto pone de manifiesto que los límites del capital no están en la supuesta imposibilidad de realizar los excedentes supuestamente ilimitados de plusvalor contenidos en las mercancñias de consumo final -tal como lo han entendido Baran y Swezzy siguiendo a Rosa- sino en su producción cada vez más menguada como consecuencia de la reducción creciente del tiempo de trabajo necesario restante convertible en excedente para los fines de la acumulación. Tal es el significado unívoco de la cita que los autoproclamados discípulos de Marx partidarios del subconsumo hicieron célebre a fuerza de equivocarse con ella, dejando servida una confusión teórica que indigestó la conciencia del movimiento obrero durante decenas de años:

<<Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son idénticas. Divergen no solo en cuanto a tiempo y lugar, sino también conceptualmente. Una sólo están limitadas por la fuerza productiva de la sociedad, mientras que las otras sólo lo están por la proporcionalidad entre los diversos ramos de la producción y por la capacidad de consumo de la sociedad. Pero esta capacidad no está determinada por la fuerza absoluta de la producción ni por la capacidad absoluta de consumo, sino por la capacidad de consumo sobre la base de relaciones antagónicas de distribución , que reduce el consumo de la gran masa de la sociedad a un mínimo solamente modificable dentro de límites más o menos estrechos. Además está limitada por el impulso de acumular, de acrecentar el capital y producir plusvalor en escala ampliada. Esto es una ley para la producción capitalista, dada por las constantes revoluciones en los métodos mismos de producción, la desvalorización del capital existente, vinculada con ellas de manera constante, la lucha competitiva generalizada y la necesidad de mejorar la producción y de expandir su escala, sólo como medio de mantenerse y so pena de sucumbir. (...) Pero cuanto más se desarrolla la fuerza productiva, tanto más entra en conflicto con la (cada vez más) estrecha base en la cual se fundan las relaciones de consumo>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV. Lo entre paréntesis es nuestro)

El corolario es que el progreso en la acumulación del capital, va planteando situaciones sociales que hacen cada vez más accesible a la conciencia epocal de cada vez más cantidad de gente, la mediación política entre el confinamiento cada vez más estrecho de sus condiciones materiales de vida y la necesidad de revolucionarlas. Otra cosa es que esa mediación política se logre ejecutar correctamente; en otros términos, otra cosa es hacer realmente posible lo cada vez más necesario. Todo este análisis aparece absoluta e injustificadamente soslayado por Rosa Luxemburgo en "La acumulación del capital" y en "El Capital Monopolista" de Baran y Swezzy.

En honor a su ejemplo de pensadora y militante revolucionaria, huelga decir que nadie puede estar más lejos que ella de buscar soluciones al supuesto problema de la realización del plusvalor, pero sin duda ha facilitado la tarea. De hecho, todavía no se conoce que alguien haya podido torcer las conclusiones de Marx dando por válida su ley del descenso histórico de la tasa de ganancia como explicación de las crisis periódicas y de la tendencia al derrumbe del sistema capitalista, del mismo modo que Baran y Swezzy pudieron manipular a Rosa adoptando como premisa su teoría subconsumista. Al contrario tuvieron que empezarpor negar esa ley descubierta por Marx. En efecto, en esta línea estaba ya Sweezy en 1942, año en que emprendió la crítica a la teoría marxista de la baja tendencial de la tasa de ganancia:

<<Si se supone que tanto la composición orgánica del capital como la tasa de plusvalor son variables, como creemos que debiera hacerse -dice Sweezy en su "Teoría del Desarrollo Capitalista"- entonces la dirección en que la tasa de ganancia cambiará se hace indeterminada (...) si los actos de los capitalistas tendrán éxito en la restauración de la tasa de ganancia o si ac-tuarán solamente para apresurar su descenso, es una conclusión que no se puede apoyar en razones teóricas generales>> (Paul M. Sweezy: op. cit.: Cap. VI La Tendencia Descendente de la Tasa de Ganancia 3: Una Crítica de la ley)

El subrayado es nuestro para destacar que Sweezy atribuía erróneamente a Marx el supuesto de una tasa de explotación constante. Lo que Marx sostiene es que la tasa de explotación no se puede extender al infinito, de ahí la contradicción insoluble entre el proceso de producción y el proceso de valorización. En tal sentido, Baran y Sweezy proceden como si la producción de excedente no tuviera lugar el la sociedad capitalista. Sobre este asunto ver: Roman Rosdolsky: "Génesis y Estructura de <<El Capital>> de Marx" Apéndice: "La Crítica Más Reciente de la Ley Marxiana de la Baja de la Tasa de Ganancia"

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