LA TEORÍA DEL ESTANCAMIENTO PERMANENTE

Pero estas condiciones cabalgaron desbocadamente sobre una deformación teórica congénita del trotskysmo determinada por la errónea previsión catastrofista del capitalismo. Nos referimos a la teotría del estancamiento de la fuerzas productivas bajo el capitalismo, que Trotsky desarrolló en su célebre "Programa de Transición" y que sus discípulos siguieron ciegamente. Esta teoría quedó desvirtuada por las evidencias empíricas de la segunda post guerra mundial, que reafirmaron la ley general de la acumulación capitalista descrita por Marx, y el propio decurso de la lucha de clases. Esta concepción empezó a ganar el espíritu de Trotsky a principios de los años veinte, aunque de modo todavía contradictorio. En efecto, durante una alocución dirigida al Tercer Congreso de la Interrnacional Comunista celebrado en 1921, Trotsky fechó en 1914 el comienzo del período de "destrucción de la economía capitalista", al mismo tiempo que discrepó con los miembros del Comité que pronosticaban el inminente colapso del sistema, afirmando que la recurrencia de las crisis periódicas probaba que "el capitalismo todavía no había muerto". En 1938 su pensamiento recaló definitivamente en la concepción del colapso económico capitalista según aparece expuesta en el "Programa de Transición", basada en el supuesto de que -a partir de la guerra de 1914- el capitalismo entró en una situación de inercia económica sin salida, carente ya de todo pulso vital:

<<La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que pueda alcanzarse bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisiss social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores.>> (L.D. Trotsky: Op. Cit.: Las premisas objetivas de la revolución socialista. Subrayado nuestro.)

Esta obra vio la luz durante el transcurso de la grave depresión que siguió al crash bursátil de 1929 y en medio de un profundo retroceso político de los asalariados en los principales países de la cadena imperialista, cuando en Europa habían sido derrotados por el fascismo y en los EE.UU. integrados al sistema a instancias de la política reformista del New Deal inducida por la industria de armamentos; o sea, con todas las condiciones a favor de que fueran conducidos al matadero de la Segunda Guerra mundial. Trotsky era plenamente consciente de semejante situación, pero hizo un pronóstico equivocado. En primer lugar, porque minimizó el poder de control político de la burguesía internacional previendo que a la salida de esta nueva confrontación mundial quedaría planteado el problema del poder proletario en los países imperialistas beligerantes:

<<Al principio de la guerra, las secciones de la IVª Internacional se sentirán inevitablemente aisladas: cada guerra toma de improviso a las masas populares y las empuja por el lado del aparato gubernamental. Los internacionalistas deberán marchar contra la corriente. No obstante, las devastaciones y los males de la nueva guerra, que desde los primeros meses dejarán muy atrás los sangrientos horrrores de 1914/18, desilusionarán pronto a las masas. Su descontento y su rebelión crecerán por saltos (...) el problema de la conquista del poder por el proletariado, se planteará con toda su amplitud.>> (Op. Cit.: La lucha contra el imperialismo y contra la guerra)

Este supuesto, sumado al otro de que la sociedad capitalista se había instalado sin remisión en el estancamiento crónico, con su secuela de paro y miseria creciente de las masas de asalariados en todos los rincones del planeta, impidió a Trotsky siquiera imaginar que la ley del valor permitiría el boom económico espectacular de la segunda postguerra, sobre el que la burguesía pudo reforzar su hegemonía política reconduciendo a la sociedad por los cauces de la ideología democrática basada en la capacidad del sistema para mejorar la condición económica absoluta de los asalariados en el marco de la tendencia histórica a su deterioro relativo, especialmente en los países imperialistas. Al contrario de las previsiones de Lenin en numerosos escritos posteriores a 1914, (aquí enlace con referencias al escrito sobre Pinochet) para Trotsky, la democracia burguesa había perdido toda base económica de sustentación y el fascismo era el instrumento político por excelencia que la burguesía tendría que utilizar cada vez con más frecuencia para conservar su dominio de clase. Y ante semejante situación sin salida para la burguesía, dado que ni el recusro democrático ni el totalitario serían capaces de superar políticamente unas condiciones objetivas cuyo deterioro progresivo era inevitable, el futuro de la humanidad pasaba por la supresión del capitalismo:

<<El crecimiento del paro ahonda (...) la crisis financiera del Estado y mina los sistemas financieros vacilantes. Los gobiernos, tanto democráticos como fascistas van de una quiebra en otra. (...) La crisis actual, ha podido demostrar ya que la política del New Deal en los EE.UU., igual que la política del Frente Popular en Francia, no ofrece ninguna salida al impase económico. (...) Los "Frentes Populares" por una parte, el fascismo, por otra, son los últimos recursos políticos del imperialismo en su lucha contra la revolución proletaria. Desde el punto de vista histórico, ambos recursos no son sino una ficción. La putrefacción del capitalismo continua, tanto bajo el gorro frigio en Francia, como bajo el signo de la svástica en Alemania. Sólo el derrocamiento de la burguesía puede abrir una salida.>> (Ibíd)

De la supuesta premisa económica del estancamiento crónico -que sería desmentida inmediatamente después por la onda larga de crecimiento económico sostenido desde 1945- y sin una mediación analítica sólida que permita vincular lógicamente una cosa con otra, dando relevancia política a lo que no eran más que luchas que no trascendían las reivindicaciones inmediatas, Trotsky dibujó de forma igualmente discrecional una situación prerrevolucionaria inexistente:

<<En todos los países el proletariado está sobrecogido por una profunda inquietud. Grandes masas de millones de hombres se sitúan sin cesar en la vía de la revolución. (...) En Francia, la poderosa ola de huelgas con ocupación de fábricas, particularmente en junio de 1936, mostró bien a las claras que el proletariado estaba completamente dispuesto a derribar el sistema capitalista.(...) La marea sin precedente de huelgas con ocupación de fábricas y el crecimiento prodigiosamente rápido de los sindictaos industriales en los EU.UU. (el movimiento de la C.I.O.) son la expresión más indiscutible de la aspiración instintiva de los obreros americanos a elevarse a la altura de la misión que la historia les ha asignado...>> (Ibíd)

Trotsky sabía -como el que más- que las guerras intercapitalistas no se podían llevar a término sin contar con el proletariado; sabía también que esto jamás ocurrió antes de que la burguesía consiguiera aplastar sus luchas y destruir sus organizaciones. Y en el "Programa de Transición" reconoció que las derrotas sufridas por el proletariado europeo habían sido muy graves y daba por seguro que la segunda guerra mundial era ya inevitable. Sin embargo, se aferró al "clavo ardiendo" de que el proletariado conservaba intacta su propensión revolucionaria. De esta suposición concluyó que si la humanidad salía de esa catástrofe sin haberse sacudido el capitalismo, eso había que imputárselo a quienes estaban a la cabeza del movimiento:

<<Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no sólo están maduras sino que (por efecto de la crisis económica devenida permanente) han empezado a descomponerse. Sin revolución socialista, y dentro del próximo período histórico, la civilización humana entera está bajo la amenaza de ser arrastrada a una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, en primer lugar, de su vanguardia revolucionaria. (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

De todo esto Trotsky concluyó en la necesidad y razón de ser de la IVª Internacional:

<<La orientación de las masas está determinada, de una parte, por las condiciones objetivas del capitalismo en descomposición; de otra, por la política de traición de las viejas organizaciones obreras. De estos dos factores, el factor decisivo es, por supuesto, el primero: las leyes de la historia son más poderosas que los aparatos burocráticos. Cualquiera que sea la diversidad de métodos de los socialtraidores -de la legislación "social" de Blum a las falsificaciones judidiales de Stalin- no lograrán quebrar jamás la voluntad revolucionaria del proletariado. Cada vez en mayor escala, sus esfuerzos desesperados para detener la rueda de la historia demostrarán a las masas que la crisis de la dirección del proletariado, que se ha transformado en crisis de la civilización humana, sólo puede ser resuelta por la IVª Internacional.>> (Op. Cit.:El proletariado y sus direcciones)

mayo 2001

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