Capital productivo y Capital especulativo
¿Dos capitales de distinta naturaleza?

¿Dónde encontrar la explicación al hecho del incremento del capital especulativo en los prolegómenos de la crisis? En el menguante rédito del plusvalor producido cuyo incremento no compensa la masa de capital empleado para producirlo, parte del cual es así expulsado de la producción para ingresar como fondos líquidos en todo tipo de especulación, tradicionalmente financiera y bursátil, con la única excepción de la droga, para la cual no rige esta tendencia al descenso de la tasa media de ganancia, por tratarse de un producto ilegal que no entra en su formación, y cuyo excedente realizado como dinero negro es blanqueado por mediación de la banca, que ésta traduce en sobreoferta de dinero barato a préstamo o especulando en Bolsa o en mercados alternativos como el inmobiliario y ciertas materias primas: oro, petróleo, cereales, etc..

Esta realidad es la que refleja el cuadro elaborado por José Luis González González, ¿Por qué mengua el crecimiento de la tasa de ganancia en la esfera del capital productivo hasta el punto de llegar a no compensar toda su masa en funciones, expulsando así un creciente plusvalor o excedente como fondo líquido ocioso, en busca de aplicación rentable como capital de riesgo en la esfera de la especulación? Ya lo hemos dicho: Porque independientemente o a espaldas de la voluntad de los distintos agentes económicos capitalistas dedicados a producir plusvalor explotando trabajo ajeno para los fines de la acumulación, la competencia interburguesa determina que según se amplía o acumula el capital global en funciones, aumenta la parte que se invierte en maquinaria y materias primas (capital constante), en detrimento del capital adicional realizado que se destina a incrementar por su equivalente el empleo en fuerza de trabajo (capital variable o salarios). Y dado que el plusvalor surge únicamente del trabajo vivo insumido en la producción a una determinada tasa de explotación (Pv/S), de ello resulta que el rédito o ganancia, entendida como relación proporcional entre el plusvalor que se obtiene en una serie de rotaciones y lo que se invierte para producirlo, tiende necesaria e inevitablemente a disminuir, hasta alcanzar el punto que se verifica el hecho fundamental de la “sobreacumulación absoluta” de capital.(5)

En este punto se impone hacer una aclaración. El capitalismo se caracteriza por el hecho de que cada empresario produce sin saber cuanto, como, ni con qué tipo de organización del trabajo, calidad de medios y materias primas producen sus competidores. Por tanto, ninguno de ellos puede tener la certeza de la calidad y el precio al cual los demás ofrecerán sus productos. Y todos ni siquiera saben si podrán vender los suyos hasta que no los pongan en el mercado donde se confrontan con otros de su misma especie. Es allí donde sus productores “toman conciencia” sobre la realidad de sus productos, esto es, de sus respectivos precios que el mercado ha fijado para su venta. Esos precios, determinados por la oferta y la demanda, serán los llamados precios de producción que, por lo general, diferirán en más o en menos respecto de sus correspondientes valores individuales o empresariales: el de su coste más el plusvalor producido por sus respectivos asalariados que lo han fabricado. Y habrá productos fabricados con una determinada masa y composición orgánica del capital, cuyos valores individuales coinciden con el precio de producción determinado por la Tasa de Ganancia Media, por eso llamado promedio.

Aquellos cuyo valor de su producción exceda ese precio promedio —porque su capital es menor y su COC más baja—, para poder vender sus productos deberán hacerlo al precio de producción promedio, es decir, por debajo de su valor individual. Por tanto, ceden plusvalor. Y los que hayan producido con una masa y COC mayores respecto del capital promedio fijado por la tasa Media de Ganancia, podrán vender su producto por encima de sus valores individuales, apropiándose así de parte del plusvalor producido por capitales de menor masa y COC. De esta forma, el mercado opera una transferencia de plusvalor producido, desde los sectores de menor masa y COC hacia los de mayor masa y COC. En esta órbita de los negocios —consistente en explotar trabajo ajeno para los fines de la acumulación— pues, todos los burgueses ganan, solo que unos más que otros según la distinta masa del capital con que participan en la producción del plusvalor global. Este mecanismo de la nivelación de la ganancia no fue inventado por nadie en particular; es una Ley de la economía política como resultado espontáneo de la concurrencia en el mercado de los distintos capitales, los cuales pasan de una rama de la producción a otra buscando realizar o vender su producción a su valor individual con la mayor ganancia posible:

<<Pero si las mercancías se venden a sus valores, se originan, tal como ya se ha expuesto, tasas de ganancia muy diversas en las diferentes esferas de la producción, según la diversa composición orgánica de las (distintas) cantidades de capital invertidas en ellas. Pero el capital se retira de una esfera de baja tasa de ganancia y se lanza a otra que arroja mayores ganancias. En virtud de esta constante emigración e inmigración, en una palabra, mediante su distribución entre las diversas esferas, según que en una disminuya la tasa de ganancia y que en otra aumente (en virtud de la competencia de los productos ofrecidos a diversos valore en el mercado), el capital origina una relación entre oferta y demanda, de naturaleza tal que la ganancia media se torna la misma en las diversas esferas de la producción (se ponen todos los productores al mismo nivel) y, en consecuencia los valores se transforman en precios de producción. El capital logra esta nivelación en mayor o menor grado, cuanto más elevado sea el desarrollo capitalista en una sociedad nacional dada, vale decir, cuanto más adecuadas al modo capitalista de producción sean las condiciones del país en cuestión>> (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap.X Lo entre paréntesis nuestro)

La formación de la Tasa Media de Ganancia obedece a una Ley de la economía política del mismo modo que la nivelación de los líquidos en unos vasos comunicantes es una ley de la hidrodinámica, según la cual los líquidos tienden al nivel superior del recipiente donde se encuentren almacenados, de modo que si se comunican dos o más envases, el líquido tenderá a su nivel máximo en ambos, quedando, por tanto al mismo nivel, independientemente de la capacidad —mayor o menor— de tales recipientes comunicados según su diámetro. Para una comprensión más profunda y precisa del proceso de formación de la Tasa de Ganancia Media y la determinación de los precios de producción, remitimos al apartado 3 de nuestro trabajo del año 2000: “La teoría del valor y el método en la ciencia social”: http://www.nodo50.org/gpm/plusvalia/00.htm

Por eso Marx dice que en la esfera de la producción, la burguesía se presenta como una “cofradía práctica”, en castellano definida como “hermandad piadosa” o unión de personas congregadas entre sí para participar de ciertos privilegios, pero que en Alemania por esta expresión se entiende a “una junta o liga de ladrones y rufianes”. Y es que la Tasa de Ganancia Media reparte el plusvalor global obtenido según la masa de capital con que cada productor burgués participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno:

<<Pero cuando (estalla la crisis) ya no se trata de repartir ganancias sino de dividir pérdidas, cada cual trata de reducir en lo posible su participación en las mismas y de endosárselas a los demás. La pérdida es inevitable para la clase (burguesa). Pero la cantidad que de ella ha de corresponderle a cada cual, en qué medida ha de participar en ella, se torna, entonces en cuestión de poder y de astucia, y la competencia se convierte, a partir de ahí en una lucha entre hermanos enemigos. Se hace sentir, entonces, el antagonismo entre el interés de cada capitalista individual y el de la clase de los capitalistas, del mismo modo que antes se imponía prácticamente la identidad de esos intereses (generales) a través de la competencia>>. [K. Marx: “El Capital” Libro III Cap.XV- II) Lo entre paréntesis nuestro]

Tal es el espíritu que prevalece en los mercados especulativos, porque lo que está en juego aquí, no es ya el plusvalor producido por los distintos capitales, sino el capital mismo de quienes participan en este juego. Pero no es este precisamente un juego de azar como el de la ruleta, porque que aquí también impera la ley del más fuerte. Y es que, en el mercado del capital productivo todos ganan, aunque unos más que otros, en tanto que en los mercados especulativos, lo que uno gana otro lo pierde. En el mercado de productos los que participan con mayor masa de capital ganan más que otros. En el mercado especulativo, los que participan en el juego de la especulación con capitales de mayor magnitud, por lo general acaban quitándole todo su capital a los que arriesgan apostando capitales menores.

¿Cuál es el momento conclusivo en que se produce este trasiego del capital productivo hacia la especulación, convertido así en capital ficticio? Según Marx, la sobreacumulación absoluta se produce cuando un incremento del capital acumulado produce la misma o menos masa de plusvalor que antes de su incremento. Por ejemplo, si una determinada masa de capital acumulado de 1.000 al 15% de ganancia, pasa, por tanto, de 1.000 a 1.150 unidades monetarias y en ese mismo período la tasa de ganancia desciende del 15 al 9%, quiere decir que habiendo invertido al 15%, ese capital de 1.000 obtuvo 150. Luego, en la siguiente rotación, el capital incrementado de 1.150 a una tasa del 9% pasaría a obtener sólo 103 unidades monetarias de valor.

En semejantes condiciones, la nueva inversión del plusvalor de 150 no se realiza totalmente, porque para volver a ganar poco más que esas 150 de plusvalor, el capitalista tendría que invertir un capital mayor que las 1.150 disponibles. Exactamente 525 más (1.000+150+525 = 1.675 x 9% = 150,75 ) lo cual le significa una pérdida neta de capital. No sólo porque el margen de 0,75 no le compensa, sino porque no dispone de esa masa de valor adicional, con lo que tiene que pedir un crédito, de modo que, entonces, su ganancia no sería ya del 9% sino menos, el equivalente a la diferencia de la tasa de interés a pagar por el préstamo de 525. A este fenómeno Marx le llama "Sobreacumulación absoluta de capital". Tal es la causa eficiente y la causa material u origen histórico de las crisis. La causa eficiente es el aumento en la composición orgánica del capital y el consecuente descenso de la tasa de ganancia. La causa material u originaria es la acumulación absoluta de capital, que no de mercancías de consumo final.

Pero hay algo más: invirtiendo 1.150 con un rédito del 9%, ya no es solamente que descienda la cuota de ganancia, sino que desciende la propia masa de ganancia, su volumen absoluto respecto de la rotación anterior. Se siguen obteniendo rendimientos, pero menores, en nuestro ejemplo: 150-103 = 47 menos. Es decir, que la acumulación absoluta está todavía lejos de una situación en que la masa de plusvalor y, por tanto, su tasa de ganancia correspondiente sean ambas nulas, = 0. Por tanto, dado que bajo condiciones de acumulación absoluta se siguen obteniendo beneficios, la carrera de la acumulación prosigue. Pero parte de los 150 obtenidos en la anteúltima rotación se retiran de la producción y pasan a invertirse en la especulación:

<<Hablar de sobreacumulación absoluta de capital es hablar de una masa de valor bajo la forma de dinero que huye de la esfera de la producción de plusvalor, que deja de producir plusvalor porque no se invierte y por tanto, deja de demandar trabajo adicional. Tal es el principio activo que explica el fenómeno del exceso de capital con exceso de población o paro creciente. Esto se produce porque (desde el punto de vista burgués) la población obrera explotada se ha vuelto demasiado pequeña respecto del capital invertido, pero al mismo tiempo (desde el punto de vista de los asalariados) este capital deviene demasiado pequeño respecto de la población obrera explotable>>. [Ver en: K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. 14-III)] http://www.nodo50.org/gpm/crisis/06.htm

Así las cosas, el capital especulativo o ficticio se alimenta del capital real —y de ninguna otra parte—, cuya fracción no compensada por el plusvalor obtenido es expulsada de la producción, al tiempo que, naturalmente, la parte acumulada disponible para inversión crece menos, hasta que el sistema desemboca en una sobreacumulación absoluta que provoca la crisis. Las crisis de superproducción de capital, pues, se preparan mediante este doble y contradictorio movimiento entre el capital real que es expulsado de la producción a causa del descenso sostenido de la Tasa de Ganancia, y el capital ficticio que infla la burbuja especulativa. Es el juego entre dos partes de un mismo capital como resultado de la Tendencia a la baja de la Tasa de Ganancia que culmina en la crisis de sobreproducción de capital.

Ahora bien, si el crédito, como es cierto, supone que el dinero está sujeto a la interacción de la oferta y la demanda, estamos en presencia de una mercancía más. Y ya sabemos que toda mercancía es una unidad contradictoria de valor de uso y valor de cambio. Por tanto, la compraventa de mercancías implica que el ofertante reclama su precio —o valor de cambio— y el demandante su uso. ¿Cuál es el precio del dinero prestable? La tasa de interés que lo incrementa. ¿Qué se propone por lo regular hacer el burgués demandante de dinero? Usarlo productivamente ¿En qué consiste el uso productivo del dinero en la sociedad capitalista? En el proceso de valorización o conversión de esa masa de dinero en más dinero bajo la forma de plusvalor, produciéndolo. O sea, en capital incrementado explotando trabajo ajeno. ¿Qué pretende el oferente u ofertante burgués de dinero prestable? Acumular capital bancario en forma de dinero a crédito capitalizando la tasa de interés.

Finalmente, decir que el caldo de cultivo en el que se acumula capital-dinero cambiando de manos, es el crédito dinerario, donde opera la dialéctica entre dos categorías sociales: el prestamista y el prestatario, expresadas en la oferta y demanda de dinero. De esto se desprende que, en la dialéctica del mercado de dinero, el ofertante de fondos líquidos o prestamista, y el demandante o prestatario, se enfrentan realmente no sólo como personas jurídicamente iguales ante la Ley, cada cual propietario de un patrimonio disponible para inversión, sino, además, como personas que desempeñan papeles económicos totalmente diferentes en el proceso de reproducción de la vida social bajo el capitalismo. Uno solamente presta el dinero, mientras que el otro lo emplea de forma productiva —si es un capitalista— para convertirlo en más capital a instancias de la producción de plusvalor, o de forma improductiva —si es asalariado— para la compra de objetos útiles a su vida como tal asalariado.

Para el capitalista productivo que opera con dinero prestado, la ganancia bruta que obtiene se descompone en dos partes: el interés que debe pagarle al prestamista y el excedente por encima del interés que constituye su propia participación en la ganancia global a instancias de la Tasa de Ganancia Media. Dicho con más precisión, el producto específico real del capital es el plusvalor. Pero para el capitalista productivo que opera con capital prestado, su ganancia no resulta solo de restar el precio de costo industrial al precio de producción de sus mercancías vendidas —que incluye la ganancia—, sino que, además, de este resultado, debe deducir la tasa de interés o precio de costo adicional por el uso del dinero tomado a préstamo, si hacemos abstracción de los impuestos. Esta sería su ganancia neta.

De aquí se infiere que, aun cuando el interés del dinero es una categoría históricamente anterior a la aparición del capitalismo, la ganancia industrial capitalista es el presupuesto lógico del interés. Para que el interés del prestamista se realice en más dinero del que prestó, es necesario que ese dinero en manos del prestatario capitalista productivo se convierta en capital real, incrementado a instancias del trabajo explotado de sus asalariados:

<<El capital que devenga interés sólo se consolida como tal en la medida en que el dinero prestado realmente se transforma en capital (productivo) y se produce un excedente (el plusvalor) del cual el interés constituye una parte (que el capitalista industrial debe deducir de ese excedente y entregar al banquero prestamista)>> (K. Marx: Op. cit. Libro III Cap. XXIII. Lo entre paréntesis es nuestro)

Ahora bien, el crédito se justifica como medio de pago, cuando las transacciones entre burgueses no son simultáneas, es decir, cuando entre los actos de la compra y de la venta, media un lapso de tiempo; por ejemplo, el tiempo que pasa entre la compra de los factores de la producción y la venta del producto, sumado al tiempo de producción; o cuando no se dispone de dinero para adquirir algo al contado con fines de consumo. Cuando los actos de la compra y de la venta son simultáneos y el pago se hace al contado, el dinero funge como simple medio de cambio.

Según progresan las fuerzas productivas en la sociedad capitalista y aumenta la masa del capital en funciones, los mercados se expanden y los intercambios a crédito generalizan la función del dinero como medio de pago a instancias de la letra de cambio:

<<Con el desarrollo del comercio y del modo capitalista de producción, que sólo produce con miras a la circulación, se amplía, generaliza y perfecciona esta base natural del sistema crediticio. En general, el dinero sólo funciona aquí como medio de pago, es decir, que la mercancía se vende no a cambio de dinero, sino de la promesa escrita de pagar en una fecha determinada. Podemos agrupar aquí, en homenaje a la brevedad, todas estas promesas de pago bajo la categoría general de letras de cambio. A su vez, estas letras circulan como medios de pago hasta sus días de vencimiento y pago y constituyen el dinero comercial propiamente dicho, de los billetes de banco, etc. Estos no se basan en la circulación dineraria —trátese de la de dinero metálico o de billetes bancarios del Estado— sino en la circulación de las letras de cambio.>> (K.Marx Op. cit. Libro III Cap. XXV)

En la medida en que a cada compra le corresponde una venta, según progresa la acumulación de capital las transacciones dinerarias aumentan con los intercambios y cada capitalista debe pagar dinero constantemente a cada vez más personas, al mismo tiempo que constantemente recibe dinero de otras tantas. Estas operaciones meramente técnicas de cobros y pagos constituyen un trabajo y, en la medida en que el dinero funciona cada vez más como medio de pago, se hacen necesarios cálculos de balance entre cobros y pagos. Este trabajo, que no crea valor, supone un costo de circulación. Se lo abrevia haciendo que un sector específico de agentes o capitalistas dinerarios —los banqueros en su función de intermediarios financieros— lo ejecuten a favor de la clase capitalista en su conjunto. Tal es la función de las cuentas corrientes bancarias y de las letras de cambio.

En el caso de las letras de cambio, los bancos se ofrecen a adelantar el dinero a quien lo solicita o “descuenta” en el banco antes de su vencimiento, para posibilitar el uso anticipado de ese dinero, naturalmente al precio que fija la tasa de interés vigente que cobrará el banco por ese servicio financiero. En el cobro de comisiones por el descuento de estos valores comerciales, se centra el grueso del negocio bancario en condiciones normales. Para la comprensión de la dialéctica entre el dinero como medio de pago y como medio de cambio —sobre la que descansa la posibilidad real de las crisis—, ver en: http://www.nodo50.org/gpm/aurora/00.htm, el apartado titulado: “Las crisis: Puntos de inflexión en el proceso necesariamente discontinuo de las luchas políticas obreras”.

En cuanto a las sociedades por acciones, es ésta una forma de crédito distinta de los demás instrumentos crediticios, como las letras de cambio. Mientras estos últimos instrumentos dan mayor fluidez a la circulación del capital productivo y favorecen la continuidad entre sus sucesivas rotaciones a corto plazo, el crédito accionario engrosa directamente el capital para inversión, no para el giro normal de los negocios sino para ampliar el acervo de capital de las empresas que emiten las acciones o presentan una “oferta pública”, que contienen un plusvalor añadido sin mediar ningún proceso de producción que lo haya generado, aunque con ello se amplíe también la masa societaria a los fines del reparto entre los accionistas dueños de la empresa emisora.

¿Qué supone e implica para una empresa determinada la iniciativa de lanzar al mercado bursátil una "oferta pública de acciones"? Por lo general, supone la intención de ampliar la escala de la producción de esa empresa, para los fines de valorizar una masa mayor de plusvalor, e implica el hecho y el derecho a "actuar" disponiendo discrecionalmente de dinero ajeno sin responder de ello en absoluto ante nadie. ¿Qué supone e implica para los compradores de esos títulos? Supone convertirles en prestamistas con la teórica intención y posibilidad de participar —proporcionalmente al valor de sus títulos— en los “dividendos” o ganancia, con opción a apropiarse en la misma proporción, del trabajo ajeno puesto en movimiento por la empresa ofertante, sea para usufructo personal, alternativamente para mantener ese valor con perspectivas de capitalizar futuros dividendos, o para venderlo en bolsa a la cotización del momento, en cualquier caso arriesgando perder parte o la totalidad de lo invertido. Tal es el fundamento puramente especulativo del capital invertido en el mercado bursátil.

Ahora bien, el precio o cotización de las acciones se calcula en base a los dividendos que arrojen en cada momento a la tasa media de interés vigente. Por ejemplo, si el rendimiento anual o participación proporcional de una acción en el plusvalor producido por una empresa es de 250 Euros y el tipo de interés medio del 5%, el precio o cotización de esa acción es de 5.000 Euros, porque un capital de 5.000 al 5% rinde 250. De este modo, la ganancia empresarial no aparece como producto del trabajo impago a los obreros, sino como el resultado ganancial de una masa de capital invertido con tal fin. Es que en la forma del capital-dinero que devenga interés, cuya fórmula es: D -D + >D (o sea: dinero que se convierte en dinero más un plus dinerario determinado por la tasa de interés) desaparece todo rastro del proceso productor de plusvalor, convirtiendo cualquier rédito dinerario, sea cual fuere su origen, en el interés de un capital; como si toda masa de valor en dinero tuviera la mágica virtud de autoreproducirse, de crecer automáticamente por sí misma. Según este razonamiento que inspira la practica social en la bolsa de valores, en tanto que una acción es un rédito para el explotado en poder de ella, también su salario puede ser considerado como el producto de un capital a la tasa de interés vigente:

<<Por ejemplo, si el salario de un año es = £ 50, y el tipo de interés es del 5% se consideraba la fuerza de trabajo anual como igual a un capital de £ 1.000. Lo desatinado de la concepción capitalista llega aquí a su pináculo cuando, en lugar de explicar la valorización del capital a partir de la explotación de la fuerza de trabajo, explica, a la inversa, la productividad de la fuerza de trabajo a partir de la circunstancia de que la propia fuerza de trabajo es esa cosa mística, el capital que devenga interés>> (K. Marx: Op. cit. Libro III Cap. XXIX).

Ahora bien, si el valor de las acciones es igual a la capitalización de los dividendos según la tasa de interés vigente, suponiendo que el rendimiento de las empresas se mantiene constante, es decir, que el capital real no varía, los valores bursátiles aumentan o disminuyen en proporción inversa al aumento o disminución de la tasa de interés. De este modo, si el tipo de interés aumenta del 5 al 10%, el mismo título que siguiera asegurando un dividendo de 250 ya no valdría 5.000 Pts. sino 2.500. Bajaría a la mitad porque esa es la proporción en que ha variado la tasa de interés: ahora, 2.500 es el capital que al 10% de interés rinde 250. Esto significa que el precio de las acciones entendidas como un derecho de propiedad sobre los bienes patrimoniales de una determinada empresa, varía con independencia del valor real o patrimonio social del capital empresarial que representa. A esto se le llama volatilidad, que es mayor cuanto menor el tipo de interés vigente en el mercado.

Finalmente, decir que la volatilidad de las acciones también está en función de la oferta y la demanda. Así, una acción cuyo dividendo es de 250 al 10% de interés vigente, puede ponerse por debajo o por encima de ese precio según si sobre ella presiona la oferta o la demanda.

De toda esta dinámica es fácil deducir que si la tasa de ganancia vigente no compensa al capital + el plusvalor capitalizado previsto para ampliar la producción, éste plusvalor no se invierte y la expansión de los negocios se ralentiza. En tales condiciones, la demanda de más empleo de mano de obra y medios de producción adicionales, tampoco se efectiviza, y esto afecta, en primer lugar, al comercio mayorista de maquinarias, herramientas y materias primas y auxiliares, así como a los asalariados recién incorporados al mercado de trabajo, cuya oferta de empleo no es satisfecha por la demanda de los empresarios y van directamente al paro. Por su parte, si un almacenista de maquinaria deja de vender puede descontar las letras correspondientes a esa venta esperada, al mismo tiempo que debe hacer frente al pago de las ya vencidas que emitió en su momento a cambio de las mercancías que compró y ahora no puede vender ni liquidar. Sólo podrá hacer frente a los primeros vencimientos del inmovilizado que mantiene si dispone de un fondo líquido de reserva, pero una vez agotado éste deberá acudir a su banco para pedir un préstamo, o girar en descubierto:

<<En tiempos de crisis la demanda de capital de préstamo, y por ende la tasa de interés alcanzan su máximo; la tasa de ganancia y, con ella, la demanda de capital industrial (para inversión), en la práctica ha desaparecido. En esos tiempos cada cual pide prestado para pagar, para cubrir compromisos ya contraídos>>. (K. Marx: Op. Cit. Libro III cap. XXXII)

Inmediatamente después del krack esta situación se generaliza a todo el comercio mayorista, especialmente al sector productor de bienes de producción. El crédito de confianza basado en las letras de cambio se retrae bruscamente porque el flujo y reflujo del capital en circulación se ve interrumpido en la forma mercantil M’ y la fase siguiente prevista en condiciones normales M’-D’ no se realiza en toda su masa de valor, porque ante un descenso de la demanda debe vender el producto que lo contiene por debajo de ese valor o precio de producción.(6)

Dado que la acumulación del capital bancario a instancias de la tasa de interés se produce a caballo del proceso real de producción de plusvalor —porque el interés del dinero es una deducción de la ganancia producida por el capital industrial o comercial—, es lógico y razonable que si estas dos últimas partes del capital global M’-D’ ralentizan su crecimiento, el primero —préstamos de dinero para inversión productiva o compra de medios de producción y fuerza de trabajo: D-M sufra las mismas consecuencias por ausencia de capital bancario.

Al aumento de la demanda de dinero como medio de pago se le suma la retracción de la oferta (crédito), lo cual presiona todavía más al alza del tipo de interés. Pero el crédito se restringe todavía más por falta de confianza en el mercado ante la inseguridad generalizada sobre el pago de las deudas contraídas. Tras el "crash" bursátil de 1987 que inició la fase de crecimiento lento en la economía mundial, la morosidad en el conjunto del sistema financiero español alcanzó en 1990 los 840.800 millones de pesetas. Además de los créditos clasificados como morosos, en junio de ese mismo año la banca privada española llegó a acumular casi 1,5 billones de pesetas en "deudas a la vista" con sus clientes por diferentes conceptos, como descubiertos en cuentas corrientes y excedidos en cuentas de crédito, que en esa fecha totalizaban 522.000 millones de pesetas. Esta morosidad de las empresas e inseguridad de los bancos en el cobro de los créditos, fue compensada por éstos mediante avales y garantías reales cada vez más exigentes para conceder préstamos, e instrumentos de pago como los cheques y las letras de cambio comenzaron a ser desplazados por el pago al contado.

Al desplomarse la ganancia empresarial, los dividendos de las acciones cayeron también en picado y con una tasa de interés al alza el precio de las acciones también reptó por los suelos. En 1992, los beneficios de las grandes empresas españolas que cotizaban en bolsa cayeron un 23%: de 700.000 millones de Pesetas antes de impuestos en 1991, pasaron a 550.000 millones en 1992. En el ramo dinámico de la construcción, estos beneficios se resintieron todavía más, agobiadas las empresas del sector por los gastos financieros ante el alza desorbitada de la tasa de interés. Según reportó "El País" en su edición del 8 de marzo de 1993, estos gastos incidieron un 50,7% en Agromán, 33,6% en Cubiertas, 31,8% en Fomento de Construcciones y 16% en Dragados. En esos momentos, el grueso del capital-dinero estaba en poder de la gran banca, la recesión había disparado el déficit fiscal en todas partes, y en todas partes la menguada aristocracia obrera que pudo sustraerse al paro, había buscado refugio para sus menguados ahorros en las cuentas a plazo fijo o en letras de tesorería. Pero seguían cumpliendo sus obligaciones diarias con la patronal para cobrar su salario a fin de mes:

<<En tiempos de estrechez, la demanda de capital de préstamo es una demanda de medios de pago, y absolutamente nada más; de ninguna manera es una demanda de dinero en cuanto medio de compra. (se refiere a que no es una demanda de dinero para inversión. Y esto Marx lo aclara seguidamente): El tipo de interés puede elevarse muchísimo, sin que importe si el capital real —capital productivo y capital mercantil— se halla disponible en exceso o si hay escasez del mismo. La demanda de medios de pago (por pedido de crédito a los bancos) es mera demanda de convertibilidad en dinero (para hacer frente a los compromisos de pago pendientes o deuda exigible) en la medida en que los comerciantes y productores puedan ofrecer buenas garantías.>> (K. Marx: Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

Ante semejantes situaciones se dispara la tasa de interés que, en muchas ocasiones, se ha puesto por encima de la tasa de ganancia, amenazando con desbaratar todo el aparato productivo de la sociedad. Bajo tales condiciones, el precio de las acciones desciende en proporción al aumento de la tasa de interés. A esta presión objetiva a la baja de las cotizaciones bursátiles, se suma la decisión de muchos capitalistas propietarios de títulos, quienes se desprenden de ellos para hacer frente a los pasivos exigibles generados por sus empresas (pagos por deudas contraídas), así como los pequeños rentistas especuladores (asalariados, pensionistas, autónomos, etc.) que se apresuran a malvender sus papeles, hasta que la presión de la oferta acaba por provocar el derrumbe de las cotizaciones:

<<De lo dicho se desprende que en épocas de crisis y en general, en las paralizaciones de los negocios el capital-mercancía pierde en gran parte su cualidad de capital-dinero potencial. Y lo mismo ocurre con el capital ficticio, con los títulos y valores rentables, en la medida en que circulan en Bolsa como capital-dinero. Su precio baja a medida que sube el tipo de interés. Baja asimismo por la escasez general de crédito, que obliga a sus poseedores a lanzarlos en masa al mercado para conseguir dinero. Y, finalmente, tratándose de acciones, baja unas veces al disminuir las rentas que dan derecho a percibir y otras veces como consecuencia del carácter especulativo de las empresas que con harta frecuencia representan. Este capital-dinero ficticio disminuye enormemente en épocas de crisis, y con él el poder de sus poseedores de obtener dinero en el mercado a cuenta de él. Sin embargo, la disminución de la cotización en dinero de estos títulos y valores en los boletines de cotización no tiene nada que ver con el capital real que representan y sí mucho, en cambio, con la solvencia de sus poseedores>> (Op. cit. Libro III Cap. XXX)

En semejantes circunstancias, el empleo autónomo de fondos líquidos por parte del Estado, para reactivar la economía mediante obras de infraestructura que actúen como multiplicador de la inversión privada derivada de tales gastos, será inútil mientras la tasa de ganancia no se recupere. Y esta recuperación al alza de la tasa de ganancia no se producirá, hasta que la parte del capital excedentario que provocó su caída se desvalorice, incluyendo el destinado a salarios. Los recurrentes intentos por parte de los Estados burgueses de inducir a la inversión privada por mediación del gasto público autónomo, son raptos históricos que los políticos de la izquierda burguesía a cargo de los gobiernos han intentado inutilmente, sólo posibles cuando el capital se haya desvalorizado lo suficiente y la tasa de ganancia al alza recupere el pulso de los negocios.(7) Keynes, mucho más inteligente y honesto que sus discípulos socialdemócratas de tercera y cuarta generación al frente de los antiglobalizadores de hoy, fue consciente de que este incentivo al capital privado mediante el gasto público, sólo puede ser efectivo si la rentabilidad del capital productivo es crecientemente positiva. Y el caso es que, según avanza el proceso de acumulación, esta circunstancia se torna históricamente cada vez más problemática.

Lo único de relevancia durante esta fase crítica —además del flagelo del paro— es que hacen su aparición los pocos grandes capitales especulativos que adquieren los títulos desvalorizados a la espera de venderlos cuando el mercado se recupere. De este modo, la bolsa se revela como uno de los mecanismos más eficaces al servicio de la centralización de los capitales en perjuicio del ocasional pequeño y mediano ahorrista metido a especulador, sin contar con información privilegiada:

<<En tiempos de estrechez en el mercado dinerario, estos títulos y obligaciones bajarán doblemente de precio; en primer lugar porque aumenta el tipo de interés, y en segundo término porque se los lanza masivamente al mercado para realizarlos en dinero. (...) Una vez pasada la tempestad, estos títulos vuelven a ascender a su nivel anterior, en tanto no representen empresas fracasadas o fraudulentas. Su depreciación durante la crisis obra como un poderoso medio para centralizar el patrimonio dinerario.>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XXIX)

<<Hemos visto cómo en las fases desfavorables del ciclo industrial, el tipo de interés puede ascender a niveles tan elevados que, en algunos ramos aislados de los negocios, de situación particularmente desventajosa, por momentos devora por completo las ganancias. (...) Este es el momento en el cual los capitalistas dinerarios compran masivamente estos títulos desvalorizados, los cuales en las fases ulteriores pronto recobran su nivel normal y ascienden por encima de él. Entonces se desprenden de ellos, apropiándose de este modo de una parte del capital dinerario del público.>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XXXI)

En efecto, pasado el momento de la crisis, donde la tasa de interés alcanza su máximo, porque la brusca interrupción de los flujos y reflujos de mercancías provoca una demanda de dinero como medio de pago, durante la recesión la sobreoferta de medios de producción (máquinas, y materias primas) hace descender sus precios por debajo de sus valores reales, la competencia intercapitalista se agudiza y las empresas más fuertes absorben a las más débiles. Por otra parte, la desinversión de capital provoca el paro y los costes salariales también bajan, mientras que los intercambios y las mutuas obligaciones se ajustan paulatinamente al descenso de la producción, cesando así tanto la demanda de dinero para el pago de deudas pendientes, como el crédito para inversión. La tasa de interés desciende y la cotización de los títulos aumenta hasta alcanzar los niveles anteriores a su depreciación.

Con los elementos de juicio aportados en este trabajo, se puede comprender mejor el texto donde exponemos las causas del Crash mundial de 1987. Ver: http://www.nodo50.org/gpm/crisis/10.htm. A propósito de la función de la bolsa como instrumento al servicio de la centralización de los capitales dinerarios en el período entre la sobreproducción de capital real y la crisis financiera que anuncia la recesión, decíamos allí lo siguiente:

<<Estos movimientos objetivos del capital (dinero) son aprovechados por los Estados burgueses de acuerdo con los grandes conglomerados económicos implicados, para expropiar a las clases subalternas de sus ahorros. Durante los meses previos al "crash" de 1987 -tal como acaba de ocurrir en España desde principios de 1998- ante el silencio cómplice de los partidos políticos y de las dirigencias sindicales, las grandes empresas capitalistas británicas hicieron profusas campañas de prensa y televisión exaltando las bondades del llamado "capitalismo popular" para canalizar el ahorro de buena parte de las capas medias. La política de privatización de empresas del sector público ha sido un intento político deliberado, antisindical y antiobrero para hacer entrar a buen número de trabajadores en el mismo circuito. Quince días antes del "Crash", la señora Tatcher hablaba de "la verdadera revolución inglesa" afirmando que "por primera vez hay más obreros accionistas que sindicalistas". Quince días después, muchos pequeños accionistas ingleses desearían sin duda no serlo.>> (GPM: Op. cit. Nota 1)

Cuando la economía capitalista inicia otro ciclo corto en su fase de reanimamiento, la tasa general de ganancia se recupera y hay un exceso de capital de préstamo porque se da una situación en la que el tráfico de mercancías vuelve a ser fluido y el pago de los compromisos contraídos se cumple con la regularidad exigida por sus vencimientos, lo cual significa que el crédito comercial se independiza del crédito bancario propiamente dicho para la función del dinero en cuanto medio de pago. Marx dice que en esta fase del ciclo, es el capital industrial y comercial el que dicta sus condiciones al capital bancario. De todo esto resulta que la tasa de interés baja al mínimo.

Durante esta fase recrudece el proceso de centralización de los capitales, donde los que han sobrevivido a la depresión se apoderan a precios de saldo de los que han salido con dificultades. Esta centralización de la propiedad del capital, a caballo del bajo coste de la fuerza colectiva del trabajo social —que el paro residual todavía permite comprar por debajo de su valor— prepara las condiciones de la próxima recuperación y auge posterior, porque eleva la capacidad productiva de las estructuras empresariales resultantes de las fusiones, sin elevar en la misma medida su valor patrimonial, por lo que tiende a elevar la tasa general de ganancia: El Pv. (Plusvalor) aumenta en mayor proporción que Cc + Cv (Capital constante + Capital variable).

La fase de tímida o vacilante recuperación coyuntural del capitalismo en los países de la cadena imperialista volvió a responder en 1997 a este mecanismo clásico de la economía capitalista, cuyos efectos se vieron reforzados por el proceso de privatización en curso de los patrimonios estatales, incluido el de la ex URSS y demás Estados de Europa del Este, donde predominó el llamado socialismo real. El auge de las bolsas en 1997 se explicó, pues, en gran parte, por la necesidad de masas billonarias de capital-dinero para financiar dichas privatizaciones con capital de riesgo ajeno, y en esto la gran burguesía española no se quedó a la zaga, contribuyendo a inflar la burbuja financiera de cuyo pinchazo en julio de 1998 sacaron pingües ganancias a expensas de la llamada "clase media":

<<Según la memoria de la Bolsa de Madrid, el ahorro familiar en valores bursátiles durante 1997 aumentó en casi cuatro billones y medio de pesetas, curiosamente, un valor equivalente al desembolso del capital privado para comprar las 25 empresas del Estado español que el gobierno del PP vendió a lo largo de estos dos últimos años. Muchos de estos pequeños ahorristas, los que se incorporaron a última hora —contribuyendo a redondear buena parte de los cuatro billones de pesetas— al carrusel del capitalismo popular montado por el Estado español y las grandes empresas beneficiarias de la liquidación del patrimonio público, recordarán el 17 de julio pasado como una fatídica fecha:
“El gobierno, que en los dos últimos años había vendido 25 empresas del Estado por un valor superior a los cuatro billones de pesetas, enlazaba una oferta pública
(de acciones) con otra, aprovechando una coyuntura de ensueño y buscando ampliar esa capa social en Bolsa para sustentar la tesis del capitalismo popular tantas veces anunciado. Los datos económicos de inversión y consumo, las previsiones de beneficios en las empresas, la mejora del empleo, junto con la iniciativa bancaria, han logrado que la demanda de acciones haya superado a la oferta en todas las operaciones”: ("El País": 30/08/98 Pág. 43. Lo entre paréntesis nuestro)
Tal era la euforia que se respiró hasta el 17 de julio de 1998. En los diez días subsiguientes, el patrimonio de las 35 mayores empresas radicadas en el Estado español se cotizaba en 10 billones de pesetas menos.>>
(GPM: "El Crash bursátil de 1987" Ed/enero de 1999) Ver: http://www.nodo50.org/gpm/crisis/10.htm

En su conjunto, estos especuladores aficionados fueron víctimas de algo muy parecido al timo de la estampita, ya que a instancias de la formidable campaña publicitaria montada por sus timadores (la gran burguesía y el Estado), pudieron obtener billones de pesetas de los pequeños ahorristas a cambio de promesas de enriquecimiento rápido que pronto se vieron convertidas en ruina. A caballo de la "coyuntura de ensueño" montada por el gobierno del Partido Popular, se inició la carrera entre esos pequeños aprendices de especuladores por ser los primeros en acaparar la mayor cantidad de participaciones. En esta carrera no fueron pocos los que habiendo empeñado la totalidad de sus ahorros en la compra de acciones, las dejaron como garantía de créditos bancarios para la compra de nuevos títulos. El aumento de la demanda indujo a una oferta pública tras otra, cuya magnitud de "valor" excedió con mucho el patrimonio real de las empresas representadas por esos títulos cuyo precio aumentó de forma exponencial. ¿Dónde estaban por entonces los teóricos y políticos socialdemócratas para alertar a sus electores de medio pelo enganchados al carro de la especulación?

Cuando finalmente se pinchó la burbuja de todo aquel capital ficticio, la "coyuntura de ensueño" se torno en pesadilla para quienes no sólo perdieron sus ahorros invertidos, sino que quedaron endeudados hasta las cejas. Para contrarrestar ideológicamente los desastrosos efectos sociales de la operación, los mismos que montaron la euforia atribuyeron las pérdidas a las empresas cotizadas a la baja. Nada más falso. De hecho, los propietarios de estas empresas cuya cotización acabó por derrumbarse, no perdieron un duro, porque el valor real del patrimonio empresarial siguió siendo el mismo independientemente de la voluble y volátil cotización de las acciones antes y después del desastroso 17 de julio. Lo único que aconteció, fue que el grueso de los 10 billones de pesetas "perdidos" habían cambiado de dueños. Y no por obra del azar sino en virtud de movimientos de oferta y demanda, a menudo inducidos por grupos de personas —entre ellas los propios dueños de las empresas cotizadas— con capacidad financiera e información privilegiada suficientes para manipular las condiciones del mercado y poder rapiñar así el ahorro de los incautos, combinando la euforia y el pánico a instancias de cambios en los precios de mercancías tan ficticias como es el caso de las acciones de bolsa. El gran capital y pocas empresas más de capital medio son los únicos que contribuyen a la formación de la Tasa General de Ganancia, proceso que no depende de la voluntad de ninguno de ellos. Pero durante la crisis de superproducción sí que depende de la voluntad de los más grandes perder menos de lo que debieran gracias a los perdedores de siempre entre las clases propietarias ante circunstancias periódicas como éstas: los pequeñoburgueses y la aristocracia obrera.

Y es que, según lo expuesto más arriba a propósito de la formación de la cuota de ganancia media, lo que está en juego en el mercado del capital real o capital productivo, es el plusvalor global creado en las grandes y medianas empresas participantes, donde todos sus dueños ganan, aunque unos más que otros según la masa de capital con que participan en el común negocio de explotar trabajo ajeno. Tal como en los vasos comunicantes mayor es la cantidad de líquido en cada uno de ellos según su diámetro interior. En el mercado bursátil, en cambio, de la oferta y la demanda de acciones en la bolsa no resulta el reparto de ningún plusvalor creado —que es nulo— sino que allí cada participante pone en juego su patrimonio dinerario entero invertido en esos títulos, de modo que, a diferencia del mercado real de capitales, lo que unos ganan en el mercado bursátil de capital ficticio lo pierden otros irremisiblemente. Y aquí, los seguros perdedores deslumbrados por las engañosas magnificencias de la gran burguesía son los pequeños ahorristas —da igual que sean asalariados o rentistas burgueses—, cuyo angustioso despertar del sueño embrutecedor inducido por el opio bursátil de las clases dominantes, no merece compasión alguna.

Lo que se desprende de todo este razonamiento, siguiendo a Marx, es que no hay una dicotomía entre el capital productivo y el capital especulativo, como se nos quiere hacer ver. Se trata del mismo capital en diferentes condiciones de existencia. La prueba está en que cuando la Tasa de Ganancia se recupera el capital especulativo o ficticio deja de ser significativo, y en plena expansión de la producción con la Tasa de Ganancia sostenidamente al alza, prácticamente desaparece porque se reintegra a la producción. Los intelectuales burgueses nos presentan esta dicotomía para que veamos la realidad del sistema capitalista en crisis, más pequeña y al revés, como cualquier imagen reflejada en un espejo cóncavo dentro de una cámara oscura. Por tanto, las crisis no son crisis financieras del capital especulativo sino crisis del sistema en su conjunto, como lo fueron siempre.

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Notas

(5) Alguien podrá objetar que si la producción de plusvalor a instancias de una creciente productividad del trabajo, resulta ser mayor que su merma a raíz de la mano de obra que expulsa, entonces la Tasa de Ganancia debe subir y no bajar. Dicho de otro modo, para que la tasa de Ganancia suba indefinidamente, el rendimiento económico o productividad del trabajo vivo empleado, tiene que vencer la tendencia a la histórica disminución del plusvalor, resultante del cada vez menor incremento de la inversión de capital en el número de obreros empleados para poner en movimiento más costosos y eficaces medios de producción. volver

(6) La fórmula general del capital es: D-M-M->D’; donde D’ = (D + >D) y ">" significa incremento. Comienza por una determinada magnitud de valor en dinero D que el capitalista invierte en las mercancías M: fuerza de trabajo y medios de producción. Le sigue el proceso de producción creador de plusvalor del cual resulta el producto mercantil M’ = M+Pl., que finalmente el capitalista realiza o vende en el mercado para recuperar el dinero invertido D más la conversión en dinero del plusvalor PL. designado por >D. volver

(7) Estos raptos son cada vez más débiles con tendencia a diluirse históricamente hasta desaparecer en lógica general a la centralización de los capitales. Esto es lo que ha sucedido con el keynesianismo inmediatamente antes de la segunda guerra mundial en EE.UU. e inmediatamente después de ella en el resto del mundo.volver