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LAS CRISIS CAPITALISTAS

Introducción

Según la lógica social más elemental, lo común a las distintas épocas a lo largo del desarrollo histórico de la humanidad, ha consistido y consiste en el simple hecho de que para vivir es necesario trabajar.

Desde el punto de vista técnico general, el acto de trabajar es una relación entre el sujeto trabajador y los diversos objetos que encuentra en la naturaleza, sobre los que hace recaer su acción transformadora con arreglo a la satisfacción de determinadas necesidades vitales. Pero lo distintivo de las sociedades humanas respecto del resto de los animales, casi desde sus mismos orígenes, consiste en que, para ejecutar sus trabajos se han venido valiendo de instrumentos cada vez más perfeccionados; la acción transformadora del sujeto trabajador (sea ésta individual o colectiva) no recae directamente sobre el objeto a transformar, sino que está mediada y potenciada por una herramienta o medio de trabajo. En una sociedad cualquiera, tanto los medios de trabajo (instrumentos) como las diversos objetos a transformar (materias primas) constituyen los medios de producción. Desde los comienzos de la historia, el progreso técnico y económico consistió en la capacidad del sujeto trabajador para poner en movimiento (n) una masa de medios de producción (MP) cada vez mayor desplegando su fuerza de trabajo (FT). Los adelantos técnicos y el desarrollo de la fuerza productiva se expresan, pues, por medio del crecimiento de MP respecto de FT, o sea, mediante el resultado creciente de la relación MP/FT. Esto es todo lo que -muy sintéticamente- define el progreso del trabajo humano desde el punto de vista técnico general.

Pero el proceso de trabajo entre los seres humanos no sólo es una relación técnica genérica. No se define únicamente por la relación entre el sujeto trabajador y su instrumento respecto de un objeto a transformar, sino también -y sobre todo- por una específica relación entre los hombres; se lleva a cabo siempre en el contexto de una determinada organización social específica. Es la organización social del trabajo la que define el modo de producción o forma de producir. Dicho de modo más preciso: la relación entre cada trabajador y su herramienta está condicionada por una relación social o modo de producción, definido según el tipo de propiedad vigente en cada sociedad.

El desarrollo típico de la sociedad occidental reconoce hasta el presente cuatro organizaciones sociales básicas: comunismo primitivo, sociedad esclavista, feudalismo y capitalismo. Cada una de las tres formas sociales precedentes al capitalismo han sido -por decirlo así- un alto en el camino, un hito o estadio en el progresivo desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad. El destino de estas sociedades, tanto sus orígenes como sus límites históricos, se han correspondido inexorablemente con la vigencia transitoria de ciertos instrumentos o medios de trabajo, cuyas correspondientes formas sociales de trabajar o modos de producción han venido dando lugar al alumbramiento, desarrollo y desaparición definitiva de esas formaciones sociales determinadas así históricamente. Lo mismo cabe pronosticar respecto del capitalismo. En efecto, así como la difusión en el uso de la fuerza hidráulica en la industria y el arado mecánico en el campo acabaron en el pasado con el trabajo esclavo y el servilismo feudal, la generalización de la robótica tiende a dejar hoy cada vez más sin sentido económico la base social del capitalismo que es el trabajo asalariado para la producción de capital, así como su fundamento absoluto: los vínculos mercantiles y monetarios,. Por tanto, es el desarrollo inexorable de las fuerzas productivas el que alumbra las bases sociales del moderno comunismo. Esto es así, nos guste o no nos guste.

En cada una de las etapas históricas correspondientes a las formaciones sociales precapitalistas mencionadas, los procesos de creciente inadecuación básica entre la organización del trabajo y el desarrollo de las fuerzas productivas operadas en su seno, tuvieron los rasgos característicos propios de cada una de esas formaciones sociales. En el capitalismo, esa cada vez más aguda contradicción o inadecuación entre las relaciones de producción burguesas y las fuerzas sociales productivas, se pone de manifiesto dramáticamente durante las crisis económicas periódicas del sistema.

CRISIS ECONÓMICAS Y CULTURA POPULAR

Las crisis económicas son como los episodios agudos y dramáticos de las enfermedades incurables. Pero no tienen su sede en el organismo humano sino en el cuerpo y la mente de la sociedad capitalista. Diríase que una crisis económica es como un cólico renal o un infarto de miocardio, pero no individual, sino colectivo. Esta analogía entre la patología humana y la economía política no es caprichosa ni descabellada. Incluso hay entre ellas un nexo más que evidente y hasta una relación de causa-efecto. Está comprobado científicamente desde hace mucho, que enfermedades infecciosas como la tuberculosis, reconocen su origen y diagnóstico en la organización económica de la sociedad. Sin embargo, si a cualquier persona de cultura media - incluso médicos - se le pide hoy una definición de la enfermedad infectocontagiosa, su respuesta invariablemente será ésta: "...Se llama enfermedad infectocontagiosa a la ocasionada por un germen o microbio que provoca determinadas manifestaciones clínicas...". Virchow, médico y político alemán, fundador de la patología celular, no se canso de insistir en la etiología u origen económico-social de numerosas enfermedades. Normalmente, hay enfermedades de ricos y enfermedades de pobres que en tiempos de emergencia económica se agravan al extremo. De hecho, se cuentan por centenas de miles los que en la parte opulenta del planeta enferman o mueren por los "efectos colaterales" de las crisis económicas, producto de la súbita miseria relativa, sea porque los mandan al paro o por la consecuente caída en picado de sus salarios reales y el mayor ritmo y extensión de la jornada laboral a que son sometidos por la patronal. En tal sentido, casi todo el mundo sabe que las consecuencias del "stress" a raíz de la superexplotación se reconoce en el incremento descomunal de las enfermedades profesionales, así como en los traumatismos provocados en numerosos accidentes laborales y de carretera, miles de ellos con resultado de muerte al cabo de cada año. Ni qué decir tiene que la estadística de suicidios, las enfermedades mentales, la separación de las familias, la drogadicción y la criminalidad, se disparan también durante estas repentinas y violentas epidemias provocadas por el capitalismo. Durante las crisis, el capitalismo demuestra su tendencia congénita a transformar periódicamente las fuerzas productivas en fuerzas destructivas, desde el paro y las quiebras de empresas hasta las guerras, que no son otra cosa que la continuación de la competencia intercapitalista por medios bélicos. ¿Es necesario recordar aquí que la crisis de principios de siglo provocó la muerte de treinta millones de personas durante la guerra de 1914?; ¿es necesario recordar que para salir de la crisis de los años 30 - sin abandonar el capitalismo - la humanidad pagó el precio de 100 millones de muertos desde Auschwitz a Hiroshima?

Es curioso. Resulta que casi no haya ser humano viviente ajeno a las artes curativas que durante el padecimiento de cualquier enfermedad no se interese por conocer su etiología médica y tratamiento, hasta el punto de que gran parte de esos pacientes llegan a explicar su dolencia en detalle demostrando el domino de los términos científicos médicos pertinentes. Sin embargo, estas mismas personas evidencian la más absoluta ignorancia respecto del origen, causas y soluciones definitivas a las crisis del capitalismo.) Por qué ocurre esto? Pues, en buena parte, porque la medicina, hasta cierto punto, es, digamos, una ciencia ideológica y políticamente neutra. A los burgueses, a los capitalistas, no les importa que los pacientes conozcan la causa médica de las enfermedades de su cuerpo o de su mente y su posible curación. Pero sí les importa - y mucho - que se conozcan las verdaderas causas de las crisis económicas y sus remedios definitivos, que los hay.

Esto es así, porque, en realidad, es imposible que el capitalismo pueda curarse de sus crisis; esta enfermedad social no tiene cura dentro del sistema capitalista, forma parte de su propia naturaleza. Por tanto, la burguesía no tiene soluciones definitivas a sus crisis ni puede tenerlas; Las crisis son, por así decirlo, como las hemorragias a que se ven expuestos los enfermos de hipertensión arterial. Las depresiones que acompañan a las sangrías de capital acumulado en exceso, permiten prolongar la existencia del enfermo, pero al mismo tiempo acercan el horizonte de su muerte, de su derrumbe definitivo, porque las consecuencias sociales de estos episodios económicos son cada vez más catastróficas y los sufrimientos humanos que provocan devienen más y más insoportables.

CRISIS CAPITALISTAS Y

EDUCACIÓN POLÍTICA TRADICIONAL
DE LA VANGUARDIA OBRERA

- Padre, ¿por qué no encendemos la estufa? Tengo frío.
- Es que no tenemos carbón. Hijo mío.
- ¿Y por qué no tenemos carbón?
- Porque hay demasiado carbón.  

Así explicaba la situación a su hijo un minero militante del PC polaco en medio de la crisis capitalista de los años treinta. Según le habían enseñado en el partido y así él mismo lo percibía, había demasiado carbón sin vender porque los capitalistas, movidos por su ambición, sólo se preocupan de producir para incrementar sus ganancias sin tener en cuenta el consumo de las masas trabajadoras, producen demasiado y luego se quedan sin vender esos excedentes, no pudiendo reanudar la producción.

Esta es la idea que sobre las crisis del capitalismo ha venido predominando en la militancia comunista de base en todas las latitudes del planeta durante los últimos cincuenta años, pensamiento compartido por diversas corrientes reformistas de cuño stalinista y sus acólitos nacional-populistas predominantes en el movimiento obrero mundial. Un ejemplo de esta tradición ideológica se observa, por ejemplo, en el Manual de Economía Política, del teórico y divulgador soviético P. Nikitin , quien allí define las crisis del capitalismo por…

<<…El afán de ganancia (que) obliga a cada capitalista a acumular, a ampliar la producción, a perfeccionar la técnica , a emplear nuevas máquinas, a contratar más obreros y a producir más mercancías. Pero el afán de ampliar ilimitadamente la producción no se ve respaldado por la correspondiente ampliación del consumo. Es más, el deseo de lograr el máximo de ganancia impulsa al capitalista a bajar los salarios y a aumentar el grado de explotación. Pero el aumento de la explotación y la depauperación de los trabajadores, significan la reducción relativa de la demanda solvente, la reducción de las posibilidades de venta de las mercancías, y lleva a las crisis económicas de superproducción…>> (P. Nikitin: op. cit. cap. 5 Ed. "Akal"/1985 Pp. 155)  
Para miles de intelectuales medios y militantes contestatarios en el mundo entero durante los últimos veinte años, Marta Harnecker pasa por ser la más fiel y didáctica expositora del pensamiento marxista. La quincuagésima edición en lengua castellana de su obra: "Los Conceptos Elementales del Materialismo Histórico" , así parece indicarlo. En el capítulo III de ese libro volvemos a encontrarnos con el lugar común de que las crisis capitalistas se producen a raíz de la inadecuación de la producción al consumo de los trabajadores:
<<El capitalismo tiende a producir cada vez más bienes, pero para sobrevivir debe pagar bajos salarios. Y estos bajos salarios crean una demanda limitada de productos . Ésta es una contradicción que no tiene salida dentro del marco capitalista., y tiende a provocar crisis periódicas de sobreproducción (…) Y ¿qué repercusión tiene esto sobre los trabajadores? Se produce el paro forzoso, el hambre, la miseria. Y todo ello no porque escaseen las mercancías, sino precisamente porque se han producido en exceso, sin planificación..>> (op. cit. Edición Siglo XXI/1985)
Humberto Pérez es autor del libro "Economía política del capitalismo" publicado por la editorial "ciencias sociales" de La Habana en 1985. Según reportan los editores en una "nota sobre el autor", este hombre se desempeñó durante varios años como profesor de economía política en la Escuela Nacional del Partido y en el primer congreso del Partido Comunista de Cuba fue elegido miembro de su comité central. Con estos antecedentes es razonable pensar que Humberto Pérez expresa la línea del P.C.C. sobre este trascendente problema teórico. En el segundo volumen de su obra, refiriéndose a las "causas de las crisis", Pérez reproduce el mismo pensamiento que aquél militante comunista polaco inculcó a su hijo durante la crisis de los años treinta en Polonia:
<<Los capitalistas producen sin tener como meta el consumo sino las ganancias. Las fuerzas productivas no son utilizadas más allá del punto en que la plusvalía no sólo pueda ser producida, sino también realizada. La medida de la acumulación y la producción la da la posibilidad de enriquecimiento de los capitalistas y no el consumo que es de por sí limitado, puesto que la mayoría de la población consumidora está integrada por obreros y otros trabajadores que amplían su consumo dentro de marcos muy estrechos>>
Si de verdad las crisis obedecieran al egoísmo incontrolado de los capitalistas que en su avidez de ganancias desvinculan la producción del consumo de mercancías, el problema podría solucionarse como vienen preconizando en todo el mundo formaciones políticas como I.U. en España, al insistir en su estrategia de conciliar el artículo 33 de la Constitución española que consagra la propiedad privada capitalista, con el 131 que habla de la planificación económica. Se trata simplemente de aplacar o contener, la "avidez" de algunos malos granburgueses, conciliando por vía democrático parlamentaria una ganancia capitalista moderada con las necesidades de los trabajadores. (1)A todos estos representantes de la teoría subconsumista de las crisis -originaria del economista pequeñoburgués Rdbbertus- que dicen hablar en nombre del marxismo, Marx les llamaba "caballeros del ‘sencillo’ sentido común":
<<decir que las crisis provienen de la falta de un consumo en condiciones de pagar, de la carencia de consumidores solventes, es incurrir en una tautología cabal. El sistema capitalista no conoce otros tipos de consumidores que los que pueden pagar, exceptuando el consumo sub forma pauperis (propio de los indigentes) o el del "pillo". Que las mercancías sean invendibles significa únicamente que no se han encontrado compradores capaces de pagar por ellas, y por tanto consumidores (ya que las mercancías, en última instancia, se compran con vistas al consumo productivo o individual. Pero si se quiere dar a esta tautología una apariencia de fundamentación profunda diciendo que la clase obrera recibe una parte demasiado exigua de su propio producto, y que por ende el mal se remediaría no bien recibiera una fracción mayor de dicho producto, no bien aumentara su salario, pues, bastará con observar que invariablemente las crisis son preparadas por un período en el que el salario sube de manera general y la clase obrera obtiene realiter (realmente) una porción mayor del producto destinado al consumo. Desde el punto de vista de estos caballeros del "sencillo" (!) sentido común, esos períodos, a la inversa, deberían conjurar las crisis. Parece, pues que la producción capitalista implica condiciones que no dependen de la buena o mala voluntad, condiciones que sólo toleran momentáneamente esa prosperidad relativa de la clase obrera, y siempre en calidad de ave de las tormentas, anunciadora de la crisis.>> (K. Marx: "El Capital" Libro II Cap. XX)
Para poner en su sitio estas auténticas imposturas teóricas con fines políticos que nada tienen que ver con el marxismo y con el socialismo, hay que empezar por aclarar de qué "superproducción" habla Marx para explicar el movimiento causal de las crisis. Desde luego, la única superproducción de mercancías que Marx implica en su teoría de las crisis, es la que corresponde a los elementos del capital productivo (constante y variable), no a las mercancías de consumo final individual:
<<Por ello, la superproducción de capital, y no de mercancías individuales - pese a que la superproducción de capital implica la superproducción de mercancías - no significa otra cosa que la superproducción de capital (...) Una superproducción de capital jamás significa otra cosa que una superproducción de medios de producción y medios de subsistencia que puedan actuar como capital, es decir, que puedan ser empleados para la explotación del trabajo con un grado de explotación dado...>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV)
Para Marx, el carácter del capitalismo consiste en acaparar o acumular la mayor cantidad posible de plustrabajo y, por tanto, materializar con un capital dado el mayor tiempo posible de trabajo directo, alargando la jornada de labor y/o disminuyendo los costes salariales mediante el desarrollo de la productividad del trabajo, el empleo de la cooperación, la división del trabajo, la maquinaria, el empleo de la ciencia a tales efectos, etc. Esto se traduce en la constante tendencia a la producción en gran escala que supera de modo permanente las posibilidades de la demanda solvente, esto es, del mercado de bienes de consumo final. Sobre esta base, es una ley del capitalismo que el mercado se amplíe más lentamente que la producción, con lo que el estado permanente de la sociedad capitalista es el de la superproducción de mercancías. Esto explica que sus escaparates a lo largo y ancho del planeta estén siempre bien provistos aunque centenares de millones no tengan poder adquisitivo para comprar. Por tanto, pensar que las crisis capitalistas se producen por la superproducción de mercancías respecto de la demanda solvente lleva lógicamente a concluir que el estado normal del capitalismo es el de crisis permanente, algo que nada tiene que ver con la evidencia empírica que nos ofrece el sistema. En realidad, la superproducción de mercancías de consumo individual que se pregona en nombre de Marx como causa de las crisis, se hace manifiesta bajo la forma de sobresaturación cuando ya ha estallado la crisis, en plena depresión del sector de la industria de medios de producción. Dado que la reproducción ampliada de capital supone la acumulación de los medios de producción, el pasaje de la expansión a la crisis comienza a operarse antes en las industrias productoras de maquinaria y materias primas que en las de bienes de consumo individual. Lo mismo ocurre a la salida de la depresión, donde la sobresaturación del mercado de los bienes de consumo individual no remite hasta bien entrada la reanimación de la producción de capital, cuyas sucesivas rotaciones en dirección a una nueva expansión, reciben todo su impulso desde la fase del capital productivo, no desde la demanda solvente de los consumidores finales. Es la superproducción de bienes de consumo productivo por parte de los capitalistas lo que provoca la crisis. No lo que aquél minero comunista polaco veía erróneamente en el hecho de que muchas familias como la suya no podían comprar carbón. Bajo el capitalismo, los artículos de consumo más importantes son los de consumo productivo (maquinaria y materias primas), y es la superproducción de estos bienes lo que origina las crisis, no a la inversa, como lo sugieren quienes aplican el "simple sentido común" a la economía política. De hecho, la mayor parte del trabajo anual en la sociedad capitalista se gasta en la producción de capital constante para la producción de maquinaria y materias primas, mercancías cuyos consumidores no son obreros sino capitalistas industriales. Por tanto, es también mucho mayor el intercambio de mercancías entre los capitalistas que entre éstos y los obreros. Y es en el mercado de bienes de producción donde se manifiesta la superproducción de mercancías que da lugar a las crisis.
<<El obrero sólo puede comprar, incorporarse a la demanda, con respecto a las mercancías que entran en el consumo individual, ya que él mismo no valoriza su trabajo ni posee tampoco, personalmente, las condiciones para su realización, los medios de trabajo y el material para trabajar. Lo cual elimina ya a la mayor parte de los productores (a los trabajadores mismos allí donde la producción ha adquirido su desarrollo capitalista) como consumidores, como compradores. (Los trabajadores) no compran materias primas ni medios de trabajo; compran solamente medios de vida (mercancías que entran directamente en el consumo individual). Nada por tanto más ridículo que hablar de identidad entre productores y consumidores, ya que en una cantidad extraordinariamente grande de trades (negocios) -todos aquellos que no se dedican directamente a los artículos de consumo- la inmensa mayoría de quienes intervienen en la producción se hallan absolutamente marginados de la compra de lo producido por ellos mismos. No son consumidores directos ni compradores de esta gran parte de productos en cuya producción intervienen como asalariados. (K. Marx: "Teorías sobre la plusvalía" T.II. Cap. XVII -11)<<La sociedad capitalista emplea una parte más considerable de su trabajo anual disponible en producir medios de producción (ergo, en producir capital constante), los cuales no se pueden resolver en rédito ni bajo la forma del salario ni bajo la del plusvalor, sino que pueden únicamente funcionar como capital>> (K. Marx: "El Capital " Libro II Cap. XX)
Por último, es falso que las crisis se producen porque los patronos para sobrevivir pagan bajos salarios y por eso la demanda efectiva desciende, como sostienen Marta Harnecker en línea con Nikitin. Al contrario, todas las observaciones empíricas demuestran que las crisis estallan en el punto en que se verifican los más altos salarios de cada ciclo.

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 Fuente: FMI series suavizadas

La recesión internacional que se prolongó durante los años 1980-81 estalló en los EE.UU. durante el segundo trimestre de 1979. En el diagrama pueden verse las consecuencias del reflujo económico sobre el salario real de la clase obrera norteamericana, con el descenso brusco registrado durante todo el año 1980. La curva del salario real detiene su descenso en 1981 e incluso se registra un ascenso a mediados de ese año; luego baja en aproximadamente un punto y medio hasta que meses antes del crash bursátil ocurrido en 1987 se pone por encima de los cinco años anteriores, los más altos valores de este ciclo atípico que corresponde al período que va del 80 al 86. Decimos ciclo atípico porque de no mediar la acción del gobierno de Reagan, la curva de los salarios reales hubiera seguido el curso iniciado en 1980 -que volvió a retomar en 1987. En efecto, la recesión iniciada en 1980 había anunciado la gravedad de sus efectos sociales tanto en su amplitud internacional como en las cifras del paro, que a fines de 1980 había superado con creces los 30 millones de personas en los países imperialistas. A despecho de toda la prédica monetarista de los ultraliberales, el ultraliberal gobierno de Reagan aplicó una política neokeynesiana ortodoxa. Se trataba de detener o postergar la recesión coynutural de 1980-81 gracias a un enorme déficit presupuestario, el famoso "déficit spending" keynesiano, dispendioso en el gasto público, el ABC de las políticas económicas expansivas del reformismo. Pero de sentido social regresivo, contrario a los fines de los reformistas: redujo los gastos en seguridad social, congeló los gastos en infraestructura, y combinó la bajada de impuestos directos a la burguesía con el aumento espectacular de los gastos militares, lo cual incentivó la inversión de capital vía expansión de la demanda global. Según todos los datos disponibles, esta política explica por qué durante casi seis años, los salarios reales norteamericanos pudieron mantenerse en torno al nivel de 1981, e incluso aumentar levemente justo antes del crash bursátil de 1987.

(2) Queda demostrado, pues, que los bajos salarios son una consecuencia y no la causa de las crisis. Justamente, la carga ideológica que lleva el prejuicio burgués de echar la culpa a los trabajadores de los desajustes en la economía capitalista, radica en el hecho empírico verificable de que las crisis por lo general estallan en el punto más alto que la curva de salarios dibuja a lo largo de cada ciclo.

 

CAUSAS DE LAS CRISIS CAPITALISTAS

Fórmula desarrollada de la conversión del dinero en capital

D - M (Mp - Ft) - P - M' - D'

Este esquema representa la siguiente situación: cada cual con una masa de dinero x representada por la letra D al principio de la fórmula, los empresarios se dedican a proveerse de los medios o factores de la producción; en primer lugar acuden al mercado de los medios de trabajo; allí adquieren lo que técnicamente se comprende bajo este rubro: edificios, maquinaria, mobiliario, cuya expresión de valor se conoce por la denominación de CAPITAL FIJO; luego van al mercado de los objetos del trabajo: materias primas para su transformación y materias auxiliares (combustibles, lubricantes, etc.) para su consumo productivo. Tanto las materias primas como las auxiliares constituyen la parte de la inversión en CAPITAL CIRCULANTE. En conjunto, estas dos partes del capital (fijo y circulante) invertidas en medios o factores de la producción (medios de trabajo, materias primas y auxiliares) constituyen el CAPITAL CONSTANTE (Cc) , así llamado en virtud de que durante el proceso de trabajo, el valor o coste de estos factores se traslada al precio del nuevo producto sin variación ninguna. Esto por una parte. Por la otra, el capitalista invierte en fuerza de trabajo o salarios, que Marx denomina CAPITAL VARIABLE (Cv) porque al trabajar, el obrero no sólo agrega al producto el valor de su salario, sino al mismo tiempo un plus cuya magnitud varía según la tasa de explotación a la que le someta el propietario de los medios de producción. Tasa de explotación representada por Pl/Cv relación entre el plusvalor y el capital invertido en salarios. Habiendo cumplimentado el trámite de invertir la masa de dinero originalmente disponible por el capitalista mediante la compra de los medios de producción (MP) y de la fuerza de trabajo (FT) -convertidos así en capital constante (Cc) y variable (Cv)- culmina la primera fase del proceso de conversión del dinero en capital que aparece representada por D - M en la primera parte de la fórmula. La segunda fase …P… comienza en el momento en que cada empresario moviliza estos factores de la producción dentro de sus empresa, combinándolos de la manera más adecuada a sus posibilidades y según los condicionamientos del mercado, con arreglo a la producción y capitalización del plusvalor. Es aquí, en el proceso de producción, donde se genera el plusvalor que va a incrementar el valor de la masa de dinero D invertida originalmente, convirtiéndola de tal modo virtualmente en capital bajo la forma mercantil M’. ¿Qué sucede en esta segunda fase? En la medida en que al trabajar desgasta los instrumentos que utiliza, el trabajador traslada el valor de ese desgaste al nuevo producto M’. Lo mismo ocurre con las materias primas que transforma y con las materias auxiliares que consume. De este modo, tanto el valor del capital fijo que pierden los instrumentos al desgastarse por el uso, como el de los componentes del capital circulante al transformarse las materias primas y consumirse las auxiliares, reaparecen en M’. Pero la actividad del trabajador no se limita a ir trasladando el valor del capital constante invertido Cc a lo que va produciendo. Al mismo tiempo que hace pasar el valor perdido por los medios de producción ya gastados al nuevo producto mercantil M’, le agrega a éste dos nuevas magnitudes de valor, a saber, la que corresponde a su propio salario Cv más un plus que nada le cuesta al capitalista. Así es como el dinero se convierte en capital. En síntesis, que una vez cumplidas las tres fases del ciclo de producción de plusvalor, el capitalista se encuentra con un excedente de valor bajo la forma de dinero D’ = D+D D equivalente a la diferencia entre lo que invirtió en la primera fase del ciclo D - M y lo que obtuvo en la última fase M’ - D’. A partir de este punto se reinicia un nuevo ciclo de acumulación sobre una base ampliada, donde la amplitud del nuevo ciclo de rotación depende de lo que el capitalista individual sustraiga a la masa de plusvalor para su consumo personal.

correspondencia entre los componentes del proceso de trabajo y del proceso de valorización

Proceso de Trabajo Proceso de Valorización
Medios de Producción
medios de Trabajo (objetos)
Fuerza de Trabajo Capital Constante
(Capital fijo+Capital circulante)
Capital Variable
Trabajo Trabajo
Producto Valor del Producto (Cc+Cv+Pl)

Decíamos más arriba

-que los capitalistas combinan los factores de la producción independientemente los unos de los otros;
-que lo hacen impulsados por la común propensión universal que les imprime la propiedad privada individual sobre los medios de producción, y
-que su objetivo consiste en optimizar la explotación del trabajo con arreglo al máximo beneficio de su capital individual. Pero para esto tienen que pasar por la prueba del mercado. Es en el momento del intercambio generalizado donde cada capitalista se ve ante la inevitable situación de tener que confrontar su producto con sus colegas. Y el mercado premia a los capitalistas más eficaces, a los que ofrecen su producto a los menores costes, a quienes producen en base al mayor desarrollo relativo de las fuerzas productivas en el seno de sus empresas, a quienes son capaces de obtener los mayores coeficientes de la relación MP/FT, a quienes son capaces de poner en movimiento más poderosos medios de producción con el menor empleo relativo de fuerza laboral. Aquí es donde Marx descubrió la razón fundamental, básica, de las crisis capitalistas.

LEY DE LA TENDENCIA DECRECIENTE
DE LA TASA DE GANANCIA

Por un lado, el trabajo humano es la única fuente del valor y de la valorización del capital, o sea, del plusvalor. Pero, por otro lado, el proceso de acumulación discurre en una fatal dinámica determinada por la tendencia objetiva -independiente de la voluntad de los capitalistas- a desplazar a la mano de obra por la máquina. Así, según avanza el proceso de acumulación a través de los sucesivos períodos de rotación, el aumento de la inversión de capital adicional en medios de producción, es decir en la parte constante del incremento, va siendo progresivamente mayor que la parte de ese aumento invertida en fuerza de trabajo, en salarios, en capital variable. Aumenta la relación Cc/Cv que Marx llama composición orgánica del capital (C.O.C.), expresión del creciente dominio económico del capital sobre el trabajo; pero Cc/Cv es, según vimos, la correspondencia en términos de valor de MP/FT, que expresa el grado de desarrollo de la fuerza productiva del trabajo.

Ahora bien, esta tendencia del capital al incesante progreso de la fuerza productiva del trabajo social y al correspondiente incremento en la C.O.C. que determina férreamente el comportamiento de todos los burgueses, hace que en cada periodo de rotación del capital, en cada ciclo de acumulación, disminuya también la relación entre la masa de plusvalor Pl obtenido y el conjunto del capital invertido Cc+Cv, es decir, la tasa general de ganancia, al ritmo en que el trabajo vivo es reemplazado por la maquinaria. En las conocidas fórmulas de Marx:

Tasa de ganancia

G=

      Pl      
Cc+Cv

De acuerdo con esta fórmula , para que se cumpla la tendencia decreciente de la tasa de ganancia G, postulada por Marx, el crecimiento progresivo de la masa de plusvalor Pl tiene que ser necesariamente menor que el aumento en la C.O.C. Si ahora dividimos los términos de esta fracción por Pl tenemos:

    Pl   
Pl

1

G=


G=


   Cc+Cv  Cc+Cv  
Pl

Pl

De esta forma se observa que para que la tasa de ganancia no baje, el aumento en la C.O.C. debe ser compensado por un aumento de la tasa de plusvalor o tasa de explotación del trabajo. Dicho de otro modo, el rendimiento o explotación del trabajo vivo en funciones tiene que sobrepujar la paulatina disminución del plusvalor resultante del cada vez menor incremento en el número de obreros empleados a causa del aumento en la C.O.C., esto es, de la disminución relativa de obreros empleados. Pero resulta que por más que mediante el empleo de maquinaria extiendan el plustrabajo a expensas del número de obreros empleados, los capitalistas no pueden evitar que la tasa de ganancia descienda. Es imposible, por ejemplo, extraer de dos obreros tanto plusvalor como de 24. En efecto, si cada uno de los 24 obreros sólo suministrara una hora de plusvalor en una jornada de 12 horas, en conjunto suministrarían 24 horas de plustrabajo, mientras que para rendir esas mismas 24 horas de plusvalor, los dos obreros tendrían que trabajar completamente gratis, porque todo su salario quedaría transformado en plusvalor.

Para demostrar matemáticamente que la tasa de explotación no puede sobreponerse a los efectos depresores del aumento en la COC sobre la tasa de ganancia, es necesario expresar la relación G entre el plusvalor obtenido y el capital invertido, en términos de trabajo vivo global, o sea (Cv + Pl) que representa el total de la jornada de labor, en nuestro ejemplo 24 horas:

      Pl    
Cv+Pl

Pl

G=


G=


Cc+Cv

   Cc  
Cv+Pl

+

   Cv 
Cv+Pl

Poniéndonos en el supuesto de que la tasa de explotación alcance el máximo posible, es decir que el plusvalor Pl ocupe toda la jornada de labor, entonces: Cv = 0 por lo tanto Pl =1 Reemplazando estos valores de Cv y Pl en la última expresión de la fórmula:

   1   
0+1

1

1

G=  


G=


=


  Cc   0+1

+

0
1

   Cc
1

Cc

Así, aun cuando el plusvalor que aportan nuestros dos obreros al capitalista llega a ocupar las 24 horas del día, reduciendo sus salarios a un valor nulo: Cv =0 (supuesto que les hace vivir del aire) aun así, la tasa de explotación representada en el numerador de la fracción no puede superar el límite de 1 (el salario se transforma totalmente en plusvalor) que es el 100% de la jornada de labor, mientras que la composición orgánica del capital representada en el denominador puede aumentar lo que se quiera, que cuanto más aumente más disminuye G. Queda categóricamente demostrado, pues, que la caída de la tasa de ganancia es inevitable a medida que la C.O.C. aumenta, independientemente de cualquier aumento de la tasa de explotación, cuyo límite está férreamente determinado por razones biológicas.

Como vemos, el empleo de la maquinaria para la producción de plusvalor implica una contradicción inmanente, puesto que de los dos factores de la masa de plusvalor obtenido por un capital de magnitud dada, un factor, la tasa de plusvalor, sólo aumenta en la medida en que el otro factor, el número de obreros, se reduce. (3) Esta contradicción es inherente o consustancial a la relación capitalista y se impone a los empresarios individuales a través de la competencia, por la mutua presión que ejercen unos sobre otros mediante la reducción de sus costes salariales a medida que aumenta el grado de tecnificación de sus empresas. Los capitalistas que introducen mejoras en los métodos y medios de trabajo en sus industrias eliminan costes de mano de obra y reducen los tiempos de producción, logran bajar los precios de sus productos y obtienen así ganancias extraordinarias. A expensas de sus colegas competidores. Este comportamiento empuja a los demás a hacer lo propio. Se desata así una dinámica del capital social global que eleva la C.O.C. y deprime la tasa de ganancia.

SOBREACUMULACIÓN ABSOLUTA

DE CAPITAL

Cuanto mayor es la masa de plusvalor resultante de un proceso de rotación del capital, mayor es la parte de ese capital adicional disponible para inversión en el período de rotación siguiente. Por lo tanto, la expansión del capital depende, en principio, de la masa de capital adicional disponible. De hecho, de una mayor cantidad de capital invertido siempre resulta un incremento en la masa de plusvalor obtenido. Pero la continuidad del proceso de acumulación del capital, la decisión de continuar el proceso de inversión por parte de los capitalistas, no depende del crecimiento en la masa absoluta de plusvalor. Lo que determina esta decisión no es el hecho de ganar más, sino de que el incremento de plusvalor obtenido compense la masa incrementada de capital invertido. Y esto está determinado por la evolución de la composición orgánica del capital y de tasa de ganancia. En este sentido es de ley que la continuidad del proceso de acumulación se interrumpa cuando la masa de plusvalor de un capital incrementado resulta ser igual o menor a la del período anterior a su incremento. Por ejemplo, cuando la masa de capital acumulado pasa de 1.000 a 1.150 unidades monetarias. y la tasa de ganancia del 15 al 9% quiere decir que haciendo invertido 1.000 al 15% obtuvo 150, mientras que con esos 1.150 a una tasa del 9% pasaría a obtener sólo 103. En semejantes condiciones, la nueva inversión del plusvalor de 150 no se realiza, porque ahora, para volver a ganar poco más que esas 150 de plusvalor, el capitalista tendría que invertir un capital mayor a las 1.150 disponibles. Exactamente 525 más (1.000+150+525 = 1.675 x 9% = 150,75 ) lo cual le significa una pérdida neta de capital. No sólo porque no le compensa sino porque no dispone de esa masa de valor adicional, con lo que tiene que pedir un crédito, de modo que, entonces, su ganancia no sería ya del 9% sino menos, el equivalente a la diferencia con la tasa de interés a pagar por el préstamo. A este fenómeno Marx le llama "Sobreacumulación absoluta de capital". Tal es la causa y origen de las crisis. La causa es el descenso en la tasa de ganancia. El origen es la sobreacumulación de capital, que no de mercancías de consumo final.

Hablar de sobreacumulación absoluta de capital es hablar de una masa de valor bajo la forma de dinero que huye de la esfera de la producción de plusvalor, que deja de producir plusvalor porque no se invierte y por tanto, se deja de demandar trabajo adicional. Tal es el principio activo que explica el fenómeno del exceso de capital con exceso de población o paro creciente. Esto se produce porque la población obrera explotada se ha vuelto demasiado pequeña respecto del capital invertido, pero al mismo tiempo este capital deviene demasiado pequeño repecto de la población obrera explotable.

Ahora bien, este cúmulo de capital-dinero ocioso en poder de distintos capitalistas -que deja en el paro a una masa de asalariados determinada por la magnitud proporcional del capital para salarios retirado de la producción- no significa que abandone la búsqueda de la ganancia, de lo contrario dejaría de ser capital. Esta tendencia crea los mercados especulativos típicos, como el bursátil, donde lo que uno gana no es que lo deje de ganar otro sino que lo pierde; al no producir plusvalor, lo que se disputa y arriesga en estos mercados no es una ganancia -producto del trabajo asalariado- sino el propio capital excedente de quienes participan en él, que así pasa de una manos a otras. En esta disputa, la presión de la demanda del capital dinero sobrante sobre las acciones provoca el insensato aumento de precios respecto de los valores reales, que representan, lo cual finalmente desemboca en el inevitable crash o ajuste de cuentas del valor sobre los precios.

Decíamos más arriba que las crisis son como las sangrías a que están expuestos los enfermos de hipertensión arterial, sólo que no se trata aquí de un descenso en el caudal sanguíneo del enfermo sino de una disminución de la masa de valor acumulada en exceso. En efecto, el descenso tendencial de la tasa de ganancia indica que la masa de capital en funciones se va volviendo excesiva respecto del incremento del plusvalor obtenido en cada período de rotación. Este proceso continúa inexorablemente hasta el punto en que el incremento del plusvalor producido deja de compensar al capital ya acumulado. Este es el momento y las condiciones en que cabe hablar de crisis. Acto seguido, la desinversión consecuente provoca un exceso de oferta, tanto en el mercado de bienes de producción como en el mercado de trabajo. Los precios de la maquinaria y de las materias primas Cc descienden por debajo de su valor, mientras el paro presiona sobre los trabajadores para que acepten trabajar más por menos, con lo que Cv también disminuye. Este es el momento de la depresión. En esta fase del ciclo es donde, a raíz del descenso en las condiciones de vida y de trabajo del proletariado, recién se produce la sobresaturación de bienes de consumo, con todas las catastróficas consecuencias humanas que ello supone. De este modo, la sangría de valor en los elementos del capital constante Cc se combina con el descenso en los salarios Cv y el consecuente incremento del plusvalor Pl para que la tasa de ganancia vuelva al elevarse hasta el porcentaje que permita a los burgueses atravesar otro ciclo con un nuevo relanzamiento de la acumulación.

++Pl


=++G
-+(Cc+Cv)

 donde ++ =incremento de valor y -+ =decremento de valor

Ahora bien, durante la depresión que sigue a la crisis, la competencia intercapitalista se agudiza, porque cada empresa trata de reducir su participación en la pérdida general pugnando por endosársela a los demás. De esto se sigue el estancamiento, la paralización y en muchos casos las quiebras de innumerables empresas., incluídas muchas pequeñas y medianas Pero al mismo tiempo, las crisis permiten sobrevivir y entrar momentáneamente en juego a pequeños y medios capitales, que en esa fase del ciclo toman el testigo del progreso técnico abandonado momentáneamente por las grandes empresas. En efecto, al contrario de lo que se piensa comunmente, por un lado, el nivel de la tasa de ganancia -que en su curso descendente llega al punto en que los grandes capitales dejan de ampliar su producción porque la masa de plusvalor no compensa el capital ya acumulado- no impide sin embargo la existencia y progresión de pequeños y medianos capitales, cuya existencia no está determinada por la tasa de ganancia media, sino que sobreviven en medio de la crisis produciendo incluso con una remuneración equivalente a un salario medio en tiempos normales.

<<……la baja de la tasa de ganancia, vinculada con la acumulación, provoca necesariamente una lucha competitiva. La compensación de la mengua en la tasa de ganancia mediante el incremento de la masa de la ganancia sólo tiene validez para el capital global de la sociedad y para los grandes capitalistas sólidamente instalados. El nuevo capital adicional que funciona en forma autónoma, no se encuentra con ninguna de esta clase de condiciones supletorias, debe luchar por conquistarlas, y de ese modo, la baja de la tasa de ganancia suscita la lucha de competencia entre los capitales y no a la inversa >> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV. Subrayado nuestro)

Por otro lado, el estancamiento económico provisional que afecta a los grandes conglomerados capitalistas, achica la escala de la producción; este hecho, combinado con el descenso de los precios de Cc y Cv por debajo de su valor, provoca la disminución del capital mínimo necesario o exigible para no ser excluido del reparto del plusvalor general, condiciones que abren las puertas del mercado a empresas que en otro momento del ciclo no podrían resistir la presión del gran capital. Quien más claramente expuso este fenómeno, siguiendo a Marx, fue Rosa Luxemburgo en "Reforma o revolución" :

<<Los pequeños capitales, según la tesis de Marx, juegan en el curso del desarrollo capitalista precisamente el papel de pioneros de la revolución técnica, y ciertamente en un doble sentido, tanto en los nuevos métodos aplicados a ramas de la producción antiguas pero fuertemente arraigadas, como también respecto a la creación de nuevas ramas todavía no explotadas por los grandes capitales. (…) Al igual que la clase obrera, la clase media capitalista encuéntrase bajo la influencia de dos tendencias contrapuestas: una que la eleva y otra que la oprime. Esta tendencia opresora es el alza continua de la escala de la producción, la cual periódicamente devasta los dominios del capital medio, descartándolo y eliminándolo una y otra vez de la competencia. En cambio, la tendencia elevadora es la desvalorización periódica del capital ya empleado, que motiva que la escala de la producción, según el capital mínimo necesario descienda continuamente y durante cierto tiempo, ocasionando también la entrada de la producción capitalista en nuevas esferas productivas (…) Si los pequeños capitales son, pues la vanguardia del progreso técnico, y el progreso técnico es la pulsación vital de la producción capitalista, tendremos claramente que los pequeños capitales constituyen un fenómeno inseparable del desarrollo capitalista y que sólo con éste podrá desaparecer.>>(Op. cit. Cap. II)

De este modo, el capital global vuelve a recorrer el mismo círculo vicioso en sus fases de reanimación, expansión, y auge en dirección a una nueva crisis, pero sobre una base técnica MP/FT superior, sobre un mayor desarrollo de las fuerzas sociales productivas. Observando el cuadro donde aparecen correlacionadas las curvas del salario real y la productividad en los EE.UU., podemos comprobar que en esa ligera recuperación inducida por la política expansionista del gobierno Reagan a partir de 1981, se generaliza el uso de nuevas tecnologías. (4) Si ahora volvemos sobre la fórmula desarrollada que describe cada período en el proceso de acumulación del capital:

D - M (Mp - Ft) - P -  M' - D'

Puede inferirse sin mayor esfuerzo que, según avanza en el proceso histórico de acumulación, toda vez que el capital supera los obstáculos que se pone a sí mismo durante las crisis, el progresivo desarrollo de las fuerzas productivas resultante de cada ciclo acelera el metabolismo del capital, acortando más y mas el tiempo que tarda en atravesar las tres fases de cada rotación y, por tanto, el número de rotaciones necesarias para alcanzar la sobreacumulación absoluta que induce al dramático desenlace de nuevas crisis y depresiones cada vez más graves en períodos cada vez más cortos, crisis cuyas consecuencias humanas van siendo cada vez más catastróficas en razón de la mayor masa de capital sucesivamente comprometido en ellas.

Decíamos al principio que el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social se expresaba en la capacidad del trabajo humano vivo FT para poner en movimiento más y mejores medios de producción MP a raíz de las innovaciones tecnológicas. Esto desde el punto de vista técnico-económico general. Pero desde el punto de vista económico-social , desde el punto de vista de la implicancia de este progreso técnico en la vida de los productores directos, el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo tiene que expresarse en una creciente participación de los trabajadores los beneficios de ese progreso técnico-económico. De lo contrario, queda en entredicho político la forma social de trabajar, el modo de producción. Resulta decisivo, por tanto, que junto con el crecimiento de MP, también sea reproducida en su totalidad la fuerza de trabajo FT, es decir, que el salario real crezca en la misma medida en que crece la productividad del trabajo. Sin embargo, según hemos visto, en el momento de la sobreacumulación absoluta , cuando dentro de la relación entre el capital y la fuerza de trabajo Cc/Cv fracasa la valorización, el capital comienza a reducir el nivel de los salarios reales, o sea el precio de la fuerza de trabajo FT por debajo de su valor. Pero al hacer esto impide la reproducción de FT en su totalidad. Esto es lo que expresa dramáticamente la relación entre las dos curvas en el cuadro mencionado. Si en virtud de ello la fuerza productiva más poderosa e importante, la fuerza de trabajo humana, se ve excluida de los frutos de la civilización en constante desarrollo, entonces simultáneamente se demuestra que nos acercamos cada vez más a aquella situación vislumbrada por Marx y Engels en el "Manifiesto Comunista":

<<La burguesía no es capaz de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni siquiera dentro del marco de su propia esclavitud>> (5)

Este es el marco y la dinámica objetiva ineluctable en la cual los trabajadores son irresistiblemente arrastrados a revolucionar el sistema de la esclavitud asalariada, razón que llevó a Marx a concluir ya en 1843 que:

<<el proletariado tendrá que hacer la revolución, lo quiera o no lo quiera>>

LA FUNCIÓN POLÍTICA Y SOCIAL

DE LAS DISTINTAS INTERPRETACIONES

DE LAS CRISIS

La defensa de la teoría marxista de las crisis no es solamente un deber de honestidad científica, de capacidad de comprender, explicar y prever la marcha de la economía mundial: tiene también una función precisa en la lucha ideológica que se está desarrollando ahora mismo en el seno de la opinión pública, tal como en tiempos pasados a lo largo de la historia del capitalismo toda vez que suceden hechos como los que hoy sacuden a la sociedad en medio de la perplejidad general, empezando por quienes gobiernan el mundo. Más aún, tiene un papel preciso en las diferenciaciones dentro del movimiento obrero internacional, entre los que, con las formas más diversas y las excusas más contradictorias, aceptan la crisis como inevitable y se contentan con proponer recetas para gestionar esta crisis con dosis graduales de austeridad, y los que quieren organizar, ampliar y generalizar el rechazo de toda política de austeridad, la resistencia militante y activa contra la ofensiva del Capital, la lucha contra el paro, por la introducción inmediata de la semana de 35 horas sin reducción de sal arios, la lucha por una alternativa anticapitalista de conjunto a la política de austeridad.

En última instancia, aquí se oponen todos los partidarios de la colaboración de clases y todos los que defienden de un modo irreductible la independencia de clase del proletariado, por la cual Marx combatió toda su vida, desde 1850.

No podemos hacer una lista exhaustiva de todas las "explicaciones" de la crisis alternativas a la explicación marxista y nos limitaremos a referir los esquemas ideológicos siguientes:

La función de estas "explicaciones" es política y social, no científica. A veces, su aspecto irracional toma una dimensión grotesca: así, según algunos, en Francia (y no solamente en Francia) serían sucesivamente el alza y la baja del precio del petróleo los causantes de la crisis, o factores considerables de su agravación. Pero una vez que descartamos la pretensión científica de estas "explicaciones", que es nula, no debemos concluir que carecen, de importancia. Por el contrarío, tienen una importancia extrema porque son instrumentos de la burguesía para obtener resultados sociopolíticos precisos:

SOBRESATURACIÓN DE CAPITAL

Y EL RECIENTE AGOSTO NEGRO EN EL SUDESTE ASIÁTICO

Estamos convencidos de que la depresión del capitalismo es muy grave, la más grave crisis que e! capitalismo ha conocido desde su nacimiento; y la actual crisis financiera en curso indica que todavía no ha podido salir de ella. Decíamos que las consecuencias de las crisis van siendo humanamente más dolorosas, cuanto mayor va siendo históricamente en cada una de ellas la masa del capital sobrante que no encuentra aplicación productiva, porque el plusvalor obtenido de una población explotada (cuyo crecimiento es cada vez más menguado por el aumento en la COC) resulta demasiado pequeño. Esa masa de capital sobrante cada vez mayor da lugar al fenómeno de la "sobresaturación de capital", expresión acuñada por Henrik Grossmann en una correcta extensión lógica del concepto de "sobreacumulación absoluta" empleado por Marx en El Capital":

<<Hemos demostrado cómo la sobreacumulación absoluta, que se expresa periódicamente en las crisis, aunque sólo en forma transitoria, se impone en el transcurso de la acumulación de capital a través de las oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis, en un grado progresivamente creciente, y finalmente, a un nivel elevado de la acumulación de capital, alcanza un estado de "sobresaturación de capital" en el cual no existen suficientes posibilidades de inversión para el capital sobreacumulado, resultando cada vez más difícil la superación de esta "saturación", y por ello el mecanismo capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un fenómeno natural. Los capitales excedentarios e improductivos pueden preservarse provisoriamente del derrumbe total de su propia rentabilidad sólo a través de la exportación de capital o mediante la "actividad" temporal en el mercado de valores.>> (Henrik Grossmann: "La Ley de la acumulación y del Derrumbe del Sistema Capitalista" : Cap. 3 punto b) parágrafo III)

Esta dinámica que H. Grossmann ilustra en su mencionada obra mediante profusos ejemplos históricos y cifras desde el siglo XVII, se acaba de confirmar ahora en el súbito marasmo desatado desde agosto último con el típico efecto "dominó" sobre Indonesia, Malasia, Corea del Sur, Filipinas y Tailandia, que terminó por arrastrar a Japón y amenaza con abortar el incipiente y débil reanimamiento de la economía mundial. Grossmann dice que "para preservarse provisionalmente del derrumbe total de su propia rentabilidad", los capitales sobreacumulados en los principales países de la cadena imperialista emigran hacia los suburbios del sistema. Pero este comportamiento no se explica por la rentabilidad de capitales individuales o particulares, sino que es un problema de supervivencia del sistema en su conjunto. En efecto, dada la composición orgánica de una masa de capital en funciones, cuanto mayor sea la población que desde fuera del sistema cae bajo su dominio -o sea, se transforma en población asalariada- mayor será la masa de capital y el tiempo en que la burguesía podrá seguir acumulando sin alcanzar el punto de la sobresaturación. Lo sucedido en los llamados "tigres asiáticos" durante los últimos treinta años, donde gran parte de la población de estos países abandonó la pequeña producción mercantil agraria y urbana para vivir de un salario trabajando al servicio del capital imperialista excedentario invertido allí, constituye una prueba categórica de la tendencia universal del capitalismo tardío a alejar en todo lo posible el horizonte de su crisis definitiva.

Ya en 1977, Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Singapur, Tailandia, Indonesia, Malasia y Las Filipinas, exportaron productos industriales puros por un valor de 61.000 millones de dólares, tanto como Francia. Esta cifra fue superior en un 560% a la de 1970. En 1975, la distribución regional de las exportaciones de productos manufacturados del "tercer mundo" era la siguiente:

Exportación de productos manufacturados
por regiones (en % 1975)

Asia meridional

9,81

Asia oriental

60,13

América Latina

21,95

Oriente Medio y África septentrional

5,06

África sursahariana

3,04

 Fuente: "L'evolution des économies du tiers monde el l'appreis productif francais-Commisariat au Plan, avril 1978"

Aunque la tasa de explotación vigente en Asia oriental está entre las más altas existentes hoy día en el mundo, la masa de capital excedente que acudió al esta región fue tan enorme, que en poco tiempo alcanzó la sobreacumulación absoluta interrumpiendo así bruscamente el proceso de reproducción ampliada. Sólo en 1996, la masa de capital sobrante de los principales países imperialistas invertida en la economía de los llamados "tigres asiáticos", fue de 93.000 millones, que vinieron a sumarse a los 47.000 invertidos en 1994 y 70.000 en 1995. Estos hechos confirman con total rotundidad las crecientes dificultades de la burguesía en su etapa tardía para superar los actuales niveles de sobresaturación de capital:

<<. . .en estas economías entró más dinero del que podía ser invertido de forma rentable a un riesgo razonable>> (Alan Greespan, presidente de la reserva Federal de EE.UU. "El País": 8/2/98)

LAS CRISIS Y EL PORVENIR DE LA HUMANIDAD

Decíamos que con una determinada composición orgánica del capital, cuanto mayor es la masa de población que desde fuera del sistema se incorpora al régimen del trabajo asalariado para la producción de plusvalor, más se aleja el horizonte en el que la sobresaturación de capital desencadena el colapso del sistema. Por el contrario, cuanto más se le reduzca al capital la masa de población explotable, menor será la masa de capital acumulado que alcance en menor tiempo la sobreacumulación absoluta, y menor, por tanto, el período de tiempo entre una crisis y otra. A la luz de la actual crisis asiática, la profundidad y extensión de la depresión del capitalismo iniciada a fines de la década de los años sesenta, se explica, pues, principalmente, por las dificultades de la burguesía internacional para convertir a países superpoblados como Rusia y China en fuentes directas de producción de plusvalor.

El hecho es que a partir de finales de la década de los sesenta, la masa de plusvalor acumulado alcanzó tal envergadura que al capital imperialista se le fue haciendo más y más imperativo remover todos los obstáculos que le impedían apoderarse no sólo de la población obrera de los países del bloque socialista, sino también de los trabajadores de las empresas públicas en los Estados capitalistas, en especial los de su periferia. Una de las principales causas del genocidio provocado por el rosario de dictaduras militares a lo largo de la década de los años setenta en América Latina, es sin duda la enorme presión de esa formidable masa de capitales inactivos en busca de nuevas fuentes de acumulación directa de capital. Había que acabar, pues, con el proyecto de acumulación basado en un capitalismo de Estado nacional-burgués, sobre el cual cabalgó la ideología del antiimperialismo, por toda América Latina, cuya forma política sintetizó en el "bloque histórico" de poder entre la clase obrera y la pequeña y mediana burguesía de cada país dependiente, proyecto de explotación que desde la década de los cincuenta predominó durante más de veinte años en la periferia del sistema. Y el cuerpo diplomático de los países imperialistas es tanto más sensible a las sugerencias de los poderes económicos de sus países que la policía y el ejército. El Estado español no ha sido ajeno a todo este operativo.

 (6)La ideología de los DD.HH. dirigida hoy a enjuiciar y encarcelar a los ejecutores directos de semejante monstruosidad, sólo sirve para ocultar ante la opinión pública mundial a los verdaderos causantes del terror que se apoderó de cientos de millones de personas de todo un continente durante más de diez años. Así es como buena parte de la inmensa masa de valor sobreacumulado ha encontrado aplicación productiva a instancias de lo que se ha conocido como "capitalización de la deuda externa" (más de un billón de dólares a fines de la década de los ochenta), consistente en saldar esa deuda a cambio de transferir la propiedad de las empresas del Estado a manos de los acreedores privados. De este modo, el capital imperialista ha convertido a los trabajadores de estas empresas de los países dependientes, en fuente directa de producción de plusvalor, atenuando así los efectos de la crisis.

Idéntico sentido estratégico tuvo la enorme masa de capital sobrante invertido por la burguesía internacional -especialmente la de los EE.UU. durante la era Reagan- para financiar cada una de las iniciativas bélicas que desbarataron sucesivamente la política exterior soviética del statu-quo. Estas sucesivas rupturas del equilibrio internacional de fuerzas por parte de la burguesía internacional -desde la guerra de Angola en la década de los sesenta hasta el actual conflicto en los balcanes, pasando por la guerra de Afganistán y la supremacia en misiles balísticos intercontinentales- obligaron a la URSS a mantener un esfuerzo en economía de guerra incompatible con su sistema social postcapitalista. Estos gastos , en el contexto de los despilfarros y ausencia total de estímulos que caracterizan toda gestión burocrática, aceleraron la inevitable bancarrota del proyecto stalinista de construcción del socialismo. Hoy, como producto de la política de rearme y agresión descarada de los Estados imperialistas determinada por la necesidad de nuevas fuentes de explotación para el capital sobrante, los cientos de miles de millones de dólares ociosos de la burguesía internacional están en trance de revertir casi completamente las relaciones de propiedad en los países de Europa del Este anexados por la URSS tras la segunda guerra mundial. En la Rusia actual, este proceso es mucho más lento por las contradicciones que provoca. No obstante, el capital internacional está encontrando múltiples oportunidades de inversión. Según reporta la revista "Debate Marxista", las 100.000 empresas del ex-Estado Soviético que desde 1990 a 1994 habían pasado a manos privadas, participan del 50% en el PIB de la nueva Rusia en tránsito regresivo al capitalismo, mientras una buena parte de la población de ese país repta en la más absoluta miseria. Respecto de China, el flujo de inversión directa extranjera en ese país entre 1985 y 1990 fue de 6.400 millones de dólares anuales. Dos años después, la progresión de esas inversiones se había casi duplicado pasando a los 11.000 millones, para alcanzar en 1993 los 26.000 millones. Así es como cientos de millones de trabajadores que desde la revolución de octubre habían quedado sustraídos al dominio del capital, están quedando nuevamente convertidos en masa de población explotable de forma directamente capitalista.

Sin embargo, según todas las evidencias -y la devaluación en curso de las bolsas internacionales así lo confirma- toda esta barbarie propiciada por la presión objetiva de la multibillonaria masa de capital excedentario en busca de nuevos contingentes de población explotable en el planeta, no parece todavía suficiente para sacar al capitalismo internacional de la dinámica de crecimiento lento que viene sufriendo desde finales de la década de los sesenta. Tal es la lógica objetiva que ha precedido a los grandes cataclismos sociales y humanos en la etapa imperialista del capitalismo. Y la consigna de "socialismo o barbarie" no es simple literatura, sino realidad cada vez más tangible. Desde 1914, dos guerras mundiales, innumerables guerras locales, el ascenso periódico de dictaduras sanguinarias fascistas, semifascistas, militares, la extensión de la tortura a más de 60 países: todo esto prueba que la noción de "barbarie" no es abstracta, ni mixtificadora, ni propagandística, sino que está llena de un contenido real cada vez más dramático. Pero hoy, con el armamento y el sobrearmamento nuclear, el dilema "socialismo o barbarie" toma una dimensión nueva, aún más precisa. Hoy la victoria mundial del socialismo en el contexto de la crisis mundial del capitalismo, se ha convertido en una cuestión de supervivencia física para el género humano. El dilema a largo que es: socialismo o destrucción del género humano. (7)

Hemos dicho a largo plazo. A corto y mediano plazo, el capital internacional se enfrenta todavía a serios obstáculos y resistencias considerables para poner en práctica un curso hacia la reconquista de los mercados perdidos. Y el principal obstáculo para cambiar el sentido de semejante dinámica está en las dificultades para convertir a Rusia y China en países de neto corte capitalista. No hay que olvidar que un país como China alberga el 25% de la población mundial y que buena parte del trabajo excedente creado en ese país -lo mismo que en Vietnam y Cuba- escapa todavía parcialmente al proceso de acumulación capitalista. Apoderarse de los medios de trabajo y de las materias primas de estas dos inmensas regiones del mundo para explotar directamente a sus habitantes bajo formas sociales capitalistas puras, es lo único que podría sacar a la burguesía internacional del marasmo actual para entrar en una nueva fase de crecimiento sostenido, como la ocurrida tras la gran ola de destrucción y muerte provocada por la Segunda Guerra Mundial. Pero no parece que este proceso contrarrevolucionario se vaya a poder consumar sino a través de una tercera guerra mundial. El movimiento de contenido estratégico claramente proburgués que hace unos años fracasó en China durante los graves sucesos de la plaza de Tiananmen, así como el reciente paso atrás dado por la entente imperialista en Rusia respecto del programa de reformas procapitalistas iniciado por el ya virtualmente agotado gobierno de Yeltsin, no deja lugar a dudas acerca de las serias dificultades de la burguesía internacional para acabar rápidamente por el sólo desenlace de las contradicciones internas, con el dominio de la burocracia política rusa y china sobre gran parte de los medios de producción en esos dos gigantescos países. Y está claro que todo lo que este desenlace se prolongue, contribuye a que la misma duración y gravedad de la depresión del capitalismo empuje cada vez más hacia una resolución bélica de tales dificultades.

Estamos, pues ante la posibilidad cierta de una tercera guerra mundial. Y sin duda no será ésta una guerra parcial de incursión imperialista sobre países del llamado "tercer mundo" que los trabajadores de las grandes metrópolis opulentas del sistema podamos observar impunemente por televisión, tal como fue el caso de la llamada "Guerra del golfo". Esta guerra, como las dos anteriores, volverá a tener por escenario principal la geografía física, económica y poblacional de los países imperialistas que integran la OTAN. Ahora bien, con el nivel alcanzado actualmente por el armamento -ante todo, pero no solamente, con el armamento nuclear- habría que multiplicar ese potencial destructor al menos por cinco respecto de la última guerra mundial, lo que implica el riesgo real de destrucción de gran parte de la infraestructura material y humana sobre la tierra.

Y en la perspectiva de preparación de la guerra, lo decisivo para el imperialismo en la etapa actual es acostumbrar a las masas política e ideológicamente a lo irracional y lo monstruoso. Este es el objetivo central de la ofensiva ideológica en los medios de comuncación y en las universidades burguesas, que no es solamente antimarxista, anticomunista, antisocialista, sino que es también una campaña contra la ciencia, contra la razón, incluso contra los ideales de la revolución burguesa y del siglo de las luces. La barbarie de las ideas precede a la barbarie de los hechos. Y esta barbarie de las ideas tiene su punto de arranque en la propensión burguesa de hacer verosímil el falseamiento sistemático de la realidad social. Por eso debe desencadenarse una fuerte ofensiva teórica para defender al marxismo, al socialismo, a la ciencia, a la razón, de los embistes de la estupidez política dotada de formidables medios de difusión.

Ahora bien, esta guerra no estará a la orden del día antes de que se inflinjan serias derrotas al movimiento obrero mundial, y muy especialmente a los trabajadores de los países que forman la cadena imperialista. Si hacemos memoria -y la memoria debe servir para no tropezar en la misma piedra- el curso hacia la segunda guerra mundial podría haber sido radicalmente cambiado si las fracciones burguesas enfrentadas entonces no hubieran aglutinado detrás de su discurso belicista a los trabajadores de sus respectivos países. Y eso la burguesía europea y americana no pudo lograrlo hasta que no consiguieron que sus clases subalternas aceptaran una ofensiva de austeridad y rearme de alcance muy similar a la que nos vienen sometiendo desde hace una década.

En este sentido, aunque no podemos decir que todo esta decidido y que inevitablemente vamos otra vez al matadero, aunque las batallas decisivas están todavía delante y no detrás de nosotros, aunque ciertamente no estamos en 1933 ni en 1938, tampoco es cierto que hoy lo tengamos menos difícil que nuestros padres y abuelos en1929. Durante los años previos al ascenso del fascismo, (1933), el movimiento obrero mundial estaba dominado por una idea central: el capitalismo está en crisis y la solución a esa crisis es la planificación socialista. Eran los tiempos en que la URSS se sustraía casi por completo a los terribles efectos del paro y la miseria generalizados del mundo capitalista. Este espíritu objetivo esta hoy casi por completo ausente en las filas de los trabajadores. La bancarrota del llamado "socialismo real" pesa en estos momentos como una losa sobre la conciencia y el ánimo del proletariado internacional. El hecho de que esta caída haya sido prevista por la inmensa mayoría del los militantes revolucionarios desde una perspectiva totalmente distinta, agrega un factor más de desmoralización que tiende a paralizar cualquier contestación al sistema. De hecho, una buena parte de quienes antes de la transición española corrían delante de la policía franquista en nombre de un socialismo revolucionario alternativo al stalinista, se han pasado con armas y bagajes al campo del enemigo de clase y casi todos sus dirigentes medran hoy cómodamente instalados en los aparatos ideológicos y políticos de la burguesía.

En este contexto nada prometedor, es responsabilidad de los trabajadores conscientes alertar por todos los medios posibles de que la duración y gravedad de la depresión, tiende a aumentar el riesgo de la 3a Guerra Mundial en la medida en que la ofensiva de austeridad y de remilitarización consiga debilitar o desarticular el movimiento de masas en los principales países capitalistas del mundo. Porque las grandes guerras siempre parten de la voluntad política e iniciativa de la dirigencia burguesa localizada en los países de la cadena imperialista.

Somos perfectamente conscientes de que una respuesta puramente teórica y propagandística como la que nosotros esgrimimos desde aquí no es suficiente. Mientras no exista en la realidad un modelo de sociedad de transición al socialismo que se sustraiga de manera definitiva a las arbitrariedades políticas, a los abusos, despilfarros, desigualdades y opresiones que se dieron durante la vigencia del llamado "socialismo real", respuestas como la nuestra no convencerán a todo el mundo. Pero hoy no se trata de esto. De lo que se trata es de ir creando opinión pública, conectando con todas aquellas minorías que hoy se muestran honesta y desprejuiciadamente preocupadas por saber lo que realmente está pasando en el mundo, con el sincero deseo de contribuir a mejorarlo. Este es el requisito previo para proyectarse hacia las mayorías contribuyendo a la concienciación de la necesidad de participar masiva y comprometidamente en la construcción del futuro de la humanidad. Ésta es, para nosotros, no la única, pero sí la tarea más importante que están exigiendo las presentes circunstancias de la lucha de clases en el mundo. Ir limpiando a la ciencia social, al marxismo, de toda la porquería ideológica que se le ha vuelto a echar encima, esgrimiendo su arsenal científico y las mejores tradiciones del materialismo histórico, tendentes a recrear una intelectualidad revolucionaria orgánica capaz de asumir las responsabilidades políticas presentes con eficacia, para construir un futuro socialista que supere con plena certidumbre teórica y firmeza política los errores del pasado.

Lo que queremos significar cuando hablamos de la necesidad de crear opinión pública basada en la ciencia social, para una actitud colectiva general comprometida con la realidad, es que la economía y la sociedad se han hecho demasiado complejas y llevan consigo demasiados riesgos de catástrofes como para ser gestionadas no importa por qué clase de "expertos" -por otra parte cada vez menos competentes- , por cualquier tipo de élites minoritarias. Del mismo modo nosotros creemos que esta crisis mundial es demasiado grave como para ser dejada a merced de "leyes objetivas del mercado" que se realizan a espaldas de la humanidad. Esta crisis sólo será resuelta de manera que sea la última, si por lo menos una mayoría de trabajadores toman en sus manos la gestión de sus propios asuntos, de la economía, del Estado, de la Sociedad. Para eso, es necesario contribuir, de momento, a que la vanguardia amplia de la clase obrera se sacuda multitud de prejuicios introducidos en el movimiento por el enemigo de clase, y no tenga reparos en decidirse de una vez por todas a comprender y aplicar a la a realidad que vive, los principios de la ciencia social moderna, el materialismo histórico.

Apéndice sobre
las crisis económicas del capitalismo

Según lo que acabamos de exponer, las crisis capitalistas operan un movimiento contradictorio; son interrupciones de la vida económica cuyas sangrías de valor permiten reanudar el proceso de acumulación para que la burguesía pueda sobrevivir como clase; pero cuanto mayor es la fuerza productiva de la sociedad a la salida de una crisis, mayor es la COC con que se inicia el siguiente ciclo y, por tanto, más formidables los obstáculos que la burguesía encuentra sucesivamente para hacer rentable un capital cada vez más inflado; esto hace que las crisis se sucedan en períodos de tiempo cada vez más breves y sus consecuencias sociales sean cada vez más graves.

Mientras no se revolucione la forma de propiedad capitalista imperante aboliendo sus correspondientes mecanismos de explotación, será del todo imposible evitar el curso de este movimiento objetivo cíclico en dirección a obstaculizar de modo creciente el proceso de acumulación del capital, y en igual medida excluir a las clases laboriosas de los beneficios derivados del desarrollo de las fuerzas productivas.

Pero que las crisis económicas se produzcan inevitablemente según esta lógica prevista por las leyes objetivas de la economía política del capitalismo descubiertas por Marx, esto no supone que su comprensión se agote en el estudio de estas leyes tal y como aparecen expuestas en "El Capital" . Según el método de Marx, la reproducción de la realidad en el pensamiento pasa por el criterio de las aproximaciones sucesivas a esa realidad según se recorre el camino de lo más simple y abstracto hasta a lo más concreto y complejo. Aunque en "El Capital" se limite a exponer la lógica de las categorías económicas puras, la prueba de que también aquí Marx aplica el método de las aproximaciones sucesivas está en el hecho de que para explicar la sustancia del valor y el doble carácter del trabajo contenido en la mercancía - en torno al cual gira la comprensión de la economía política - Marx sustrae al lector tanto de la acción del dinero, de los precios y del crédito, como de la oferta y la demanda. Estas categorías recién aparecen incorporadas al análisis a partir del libro III, cuando el creador del materialismo histórico aplica el resultado de sus investigaciones expuestas en el libro I a la articulación entre la producción y la circulación del capital social global en sus tres partes constitutivas: interés bancario, renta territorial y ganancia industrial.

En este sentido, aun cuando las crisis económicas no se pueden explicar científicamente sin el desarrollo de la teoría del valor que abarca el concepto de sobreacumulación absoluta de capital, la comprensión de estos fenómenos en toda su complejidad y concreción exige considerar hechos y actos conexos, que si bien no cambian las leyes objetivas del capitalismo descubiertas por Marx, sí pueden modificar el curso coyuntural de la realidad o el ritmo de determinados procesos económicos. De modo que si el deber primordial de quienes no unen el horizonte de sus vidas al día que pasa consiste en conocer las leyes económicas puras que presiden el movimiento de la sociedad burguesa, no es menos cierto que ese movimiento sólo podrá ser comprendido en tanto guía para la acción transformadora de la realidad en sus múltiples determinaciones históricas y sociales, si se lo vincula tanto al desarrollo desigual de sus partes, como a las relaciones de competencia, dominio y dependencia entre las diversas fracciones del capital constituidas en Estados nacionales y de éstos con realidades económicas y políticas que escapan total o parcialmente al dominio del capital, así como al enfrentamiento entre las clases sociales . Cuando en "Reforma o Revolución" Rosa Luxemburgo impugna a los oportunistas diciendo que…

 <<…la teoría, es decir, los principios del socialismo científico, establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto con respecto a los fines como a los medios a emplear y a la forma de combatir>>

está pensando sin duda en la teoría de las crisis no sólo desde el punto de vista de la pura lógica de los hechos económicos, sino también desde la perspectiva del movimiento real de la sociedad que integra o comprende, además de la base material del sistema o modo de producción, la superestructura ideológica, jurídica y política:

 

<<Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos dicho nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta -las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas e incluso los reflejos de estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en sistemas de dogmas- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan predominantemente en muchos casos su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores (donde) acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico (las leyes puras del movimiento real). De otro modo, aplicar la teoría a una época cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado…>> (Federico Engels: "Carta a José Bloch" del 21-22/09/1880. Lo entre paréntesis es nuestro)

Entre los componentes de la superestructura está la política económica. Su implementación en conjunto (medidas del FMI o del Banco Mundial, por ejemplo) o por una fracción de la burguesía, aun cuando parezca que se integra en el movimiento de la base económica del sistema capitalista, en realidad actúa desde fuera de él, simplemente le influye desde la superestructura política, desde el Estado capitalista nacional o multinacional. Uno de los cometidos de la política económica, es el de servir de instrumento al servicio de la fracción burguesa de cualquier país eventualmente a cargo del aparato de Estado. El otro gran cometido consiste en modificar el curso del ciclo económico en el sentido de ralentizarlo, acelerarlo, o desplazarlo geopolíticamente. Sin entrar demasiado en detalle, nosotros vamos a tratar aquí el segundo de estos cometidos, en referencia a los antecedentes más inmediatos de la actual situación del capitalismo mundial.

El antecedente inmediato de la actual crisis financiera y bursátil fue el crash similar ocurrido en octubre de 1987 que anunció la depresión del período comprendido entre 1989 y 1994. Ambas olas especulativas se explican por el carácter de la onda larga depresiva que viene sufriendo la economía capitalista internacional desde 1974. Durante el período de lento crecimiento que discurrió entre 1982 y 1986, los beneficios capitalistas aumentaron considerablemente, lo cual en parte fue el resultado de los éxitos, limitados, pero reales, conseguidos por la ofensiva de austeridad en perjuicio de los trabajadores. Pero esta masa de beneficios no ha sido invertida en el aparato productivo. Un estudio realizado en la por entonces República Federal Alemana, demostró que la fracción de los beneficios invertida productivamente en el período 1982-86 ha sido solamente del 50% respecto del período análogo de diez años antes. Esto viene a confirmar la teoría de la sobresaturación de capital, situación que, a la luz de esta nueva crisis financiera, la burguesía está todavía bastante lejos de superar.

Según la línea de interpretación marxista de las crisis, esta situación lleva a los capitales que incrementan su masa a partir de nuevos beneficios, a no invertirlos productivamente, al menos en una buena parte. Esta es la causa de que estos capitales adicionales se precipiten sobre los llamados "mercados de sustitución" de carácter puramente especulativo, como es el mercado bursátil. La acción es un título de propiedad sobre el patrimonio X de una empresa. Cuando se dice que la acción se cotiza a "la par" quiere decir que lo que cuesta es lo que vale, o sea que representa una parte alícuota o proporcional del valor real de su patrimonio. Cuando la demanda es muy grande, como ocurre con cualquier mercancía, el precio de las acciones se pone por encima de su valor y llegan a costar bastante más de lo que en realidad valen o representan en términos de valor patrimonial. La mayor o menor "volatilidad" o inestabilidad del mercado bursátil, está obviamente en relación directa con la mayor o menor diferencia entre el precio o valor ficticio que alcanzan los títulos por la presión de la demanda y su cotización a la par o valor real. Finalmente, cuanto más alta es la volubilidad del mercado bursátil más desastrosas son las consecuencias del inevitable proceso de ajuste que se inicia con el "crash".

La afluencia de capital sobrante sobre el mercado bursátil de los principales países capitalistas en los meses previos al 19 de octubre de 1987 ha sido calculada en 1,8 billones de dólares. Esta formidable presión sobre la demanda de acciones, hizo aumentar el precio de todas ellas, aun cuando unas lo hicieron más que otras. ( 8 )

El crash bursátil de 1987 estalló en los EE.UU. Por tanto, para explicar su por qué, hay que remitirse a los indicadores más significativos de la economía real de ese país.

 Al explicar el comportamiento de la curva de los salarios respecto de la productividad en los EE.UU, decíamos en nuestra reflexión sobre la naturaleza de las crisis capitalistas, que la recesión internacional de 1980-81 había sido muy grave, y que la amenaza de prolongar sus efectos sólo fue conjurada gracias al enorme déficit presupuestario del gobierno Reagan, motorizado por el aumento desmesurado del gasto público orientado a beneficiar a la burguesía norteamericana en su conjunto y muy especialmente al sector granburgués mediante la canalización de ese gasto público a la fabricación y venta de armamento de origen nacional. La explosión de los gastos militares supone subsidiar a los truts de armamento con cargo al presupuesto, que la drástica compresión de los gastos sociales no alcanzó a compensar, lo cual resultó en un creciente endeudamiento público. Pero la demanda global ha aumentado gracias a los beneficios derivados de la industria de armamento, que compromete directa e indirectamente a buena parte del aparato productivo y de la población norteamericana. Así, la deuda pública federal americana, que ha pasado de 908.000 millones de dólares en 1980 a 1,807 billones en 1985 y a 3,107 billones en 1990, ha revertido en un aumento selectivo de la demanda interior que atrajo hacia el mercado interior americano masa ingentes de mercancías provenientes de Japón, Alemania, Corea del sur, Taiwan, Brasil, y en menor medida de otros países imperialistas de Europa. De ahí el elevado déficit de la balanza comercial norteamericana.

 Al abultado déficit presupuestario se le ha venido sumando, pues, el creciente desbalance negativo de los intercambios de EE.UU. con el extranjero, donde el valor de lo que EE.UU importa, excede progresivamente al de las exportaciones.

 Participación de los principales países imperialistas
en la exportación mundial de productos manufacturados

EE.UU

JAPÓN

Francia

Gran Bretaña

Italia

1968

20,1%

10,6%

8,2%

11,6%

7,3%

1970

18,5%

11,7%

8,7%

10,8%

7,2%

1972

16,1%

13,2%

9,3%

10,0%

7,6%

1974

17,2%

14,5%

9,3%

8,8%

6,7%

1976

17,2%

15,6%

9,7%

8,8%

7,1%

1977

15,5%

15,4%

9,9%

9,4%

7,6%

1er trimestre 1978

14,4%

16,8%

9,5%

9,9%

6,6%

2º trimestre 1978

15,1%

16,0%

9,7%

9,2%

7,8%

3er trimestre 1978

16,1%

15,8%

10,1%

9,9%

7,2%

Fuente: National Institute Economic Review, Noviembre de 1978

 En el primer semestre de 1986, la economía de los principales países capitalistas experimentó una mini-recesión de la que sólo pudo escapar Gran Bretaña. Sin embargo, durante todo este año la producción manufacturera logró mantenerse y en los últimos meses experimentó una recuperación que se prolongó hasta fines de 1987. Ha sido el enorme déficit presupuestario de los EU.UU. combinado con el desbalance de los intercambios internacionales de este país lo que ha logrado contener la mini-recesión de 1986.

  Ahora bien, la causa esencial de este deterioro económico de los EE.UU. radica en su pérdida de competitividad en el mercado mundial durante los últimos veinte años, especialmente respecto de Alemania y Japón. Que la demanda interna de los EE.UU se canalice hacia productos de importación y que la participación de los EU.UU. en las exportaciones mundiales de productos industriales disminuya progresivamente, sólo se explica por la histórica disminución relativa y hasta absoluta de la productividad del trabajo en este país.

Tasa de incremento de la productividad en todos los sectores

en % sobre el año anterior

país

promedio

promedio

previsión

1963-1973

1973-1980

1978

1979

1980

EE.UU

1,9

-0,1

0,1

-0,5

-0,5

Japón

8,7

3,4

4,3

4,5

3,5

Alemania

4,6

3,1

2,9

3,5

2,5

Francia

4,6

2,6

3,1

3

2

G. Bretaña

3

0

2,2

-0,7

-1,7

Italia

5,4

1,6

2

3,5

1,5

 Este cuadro de situación es absolutamente incompatible con la supremacía del dólar como divisa patrón de los cambios internacionales y reserva de valor en el mundo. Pero el caso es que no hay otra divisa con respaldo real suficiente para sustituir a esta moneda como regulador del sistema financiero internacional. Es que el declive del dólar esta referido a una economía todavía predominante, que en 1988 representaba el 34% de la producción industrial de la O.C.D.E. frente al 40% del conjunto de los países europeos y el 20% de Japón. De ahí la actual urgencia de la burguesía europea en dar nacimiento al Euro.

 Ciertamente, lo que pueda suceder en EE.UU. no tendrá las mismas consecuencias sobre la economía mundial que cuando en 1950 este país representaba el 62% de la producción de los países actualmente miembros de la O.C.D.E. Pero no hay duda que una súbita adecuación del dólar a la realidad del declive económico de EE.UU. provocaría un desorden financiero internacional de consecuencias económicas y políticas impredecibles. Así es como tanto la RFA como Japón han venido impidiendo artificialmente la caída del dólar, lo que no ha sido posible más que mediante la compra cada vez más masiva de dólares para deprimir su oferta y así compensar o contrarrestar la tendencia a su baja. Esto supone una acumulación en dólares que se deprecian cada vez más por efecto de la pérdida de competitividad de los EE.UU. Si Japón poseía en 1987 reservas en dólares por 200.000 millones, un año después perdieron un 50% de su valor. Pero si estos países dejaran que el dólar se precipitara en caída libre, ello produciría automáticamente la retracción violenta y masiva de sus exportaciones a los EE.UU. y con ello, de su producción y de sus rentas, desembocando así en la recesión.

Ante la exigencia de los capitales excedentarios aplicados a la inversión armamentista para poner de rodillas a la burocracia soviética, el gobierno de Reagan ha acentuado peligrosamente el declive del dólar llegando a una situación insostenible en 1987. El enorme déficit presupuestario y de la balanza comercial de los EE.UU. no podía ser cubierto sin el aflujo masivo y regular de dólares provenientes del extranjero.

Pero los prestamistas internacionales estaban dispuestos a conceder créditos a EE.UU. en una divisa con tendencia a la baja de su cotización, sólo al precio de una tasa de interés por lo menos igual que la existente en los mercados de Zurich, Francfort o Tokio, donde oscilan entre un 4 y un 5%, más la tasa de inflación en EE.UU. que era en ese momento del 3% anual. Esto quiere decir que una tasa nominal a largo plazo que cayera por debajo del 8 o 9% podía parar el aflujo de capitales extranjeros necesarios para salvar a los EE.UU. de una situación similar a la mejicana o a la brasileña, esto es, la cesación de pagos de su deuda externa (se trata aquí de las deudas comerciales de corto plazo, es decir, de las facturas de una parte de los bienes y servicios corrientemente importados, teniendo en cuenta que los EE.UU. no disponen ya de reservas de cambio que puedan hacer frente a buena parte del déficit anual de la balanza comercial, que en ese momento era de 150.000 millones de dólares.

Desde el punto de vista meramente técnico, el crash bursátil de 1987 ha sido precipitado por el alza de los tipos de interés en los EU.UU. Fue el resultado del famoso "acuerdo del Louvre", concluido entre las 7 grandes potencias imperialistas con el propósito de frenar la caída del dólar (9 )

En efecto, la base objetiva de las cotizaciones bursátiles - abstracción hecha de las oscilaciones provocadas por la oferta y la demanda - está dada por el capital que representan los dividendos o rendimientos de cada acción según la tasa media de interés vigente. Así, si el rendimiento anual de una acción es de 1.000 pesetas y la tasa de interés del 5%, el valor de ese título será de 20.000 pesetas. Si la tasa de interés fuera del 10% el valor de esa acción bajaría a la mitad, ya que a esa tasa de interés, el rendimiento de 1.000 pesetas pasa a ser representado por un capital de 10.000 Pts. Por lo tanto, cuando la tasa de interés sube las cotizaciones bursátiles tienden a bajar. Esto fue lo que precipitó la huida de la masa de capitales sobrantes invertidos en los principales mercados bursátiles del mundo.

 Pero ya hemos visto que la alta volatilidad de un mercado especulativo como el bursátil, está en relación directa con la diferencia entre el precio (ficticio) de los títulos - artificialmente abultado por efecto de la presión de la demanda sobre ellos - y su valor real. En tales circunstancias, cualquier modificación sobre la base objetiva de las cotizaciones provoca el pánico generalizado. Pánico significa terror injustificado. Esto es lo que pasó en octubre de 1987. La caída de las cotizaciones bursátiles por el abandono precipitado de la bolsa de billones de dólares, fue desproporcionada respecto del aumento en las tasas de interés. Las autoridades monetarias intervinieron masivamente en Wall Street y en Tokio para inyectar créditos (aumentar la masa monetaria) a fin de evitar que agentes de bolsa y otras casas financieras se vieran obligados a vender acciones a cualquier precio por falta de liquidez en los EU.UU, así como para hacer bajar la tasa de interés en un intento desesperado de parar aquél torbellino catastrófico que se había provocado:

<<(…) El martes (…) 20 de octubre, la Bolsa de los EE.UU. y por extensión todos los mercados financieros del mundo, han conocido una de sus crisis más graves.

Sólo ahora comienzan a conocerse los detalles completos sobre lo que ocurrió durante esa fatal semana.

Las acciones, opciones y mercados a plazo fueron casi totalmente paralizados durante un instante crucial, el martes. Muchas acciones de entre las más importantes, como IBM y Merck, no pudieron ser cambiadas. Los inversores, grandes y pequeños, no pudieron vender sus acciones: no había compradores. …Quienes determinan el mercado en la Bolsa de Nueva York, los especialistas, se vieron sumergidos en ordenes de venta no llevadas a cabo. Y sus haberes fueron barridos.

Muchos bancos espantados por el derrumbe del precio de las acciones que servían de ganancia para préstamos a agentes de bolsa, se negaron a conceder más créditos a algunos de ellos, ya en situación desesperada. Exigieron igualmente el reembolso de ciertos préstamos importantes, poniendo en peligro a algunas sociedades de cartera. Algunos grandes inversores financieros, amenazados por pérdidas catastróficas si continuaba el pánico en el mercado bursátil, exigieron insistentemente a la bolsa de Nueva York que cerrara.

Unicamente la intervención del Banco Federal, el anuncio concertado de programas de rescate de acciones por empresas y los movimientos misteriosos y las posibles manipulaciones de contratos a plazo sobre la base de un índice bursátil poco utilizado han podido salvar a los mercados de la desintegración total.

La historia de este martes revela las grandes debilidades en el sistema financiero de los EE.UU. y hace entrever como un espectro la posibilidad de que una crisis como ésta vuelva golpear de nuevo>> (Wall Street Journal: 23/12/87)

Queriendo salvar una situación coyunturalmente peligrosa para su país, el Banco Central de los EE.UU. ha agravado la crisis financiera estructural a la que está confrontado, poniendo de manifiesto las bases económicas endebles del sistema capitalista mundial.

 El 17 de diciembre de 1987, treinta y tres economistas de entre los más prestigiosos del mundo capitalista, entre ellos varios neokeynesianos publicaron una declaración proponiendo una acción concertada a los gobiernos de los principales países capitalistas para evitar una grave crisis económica. El llamamiento se dirigió ante todo al de los EU.UU. Para este país, los economistas recomendaron una política de austeridad sostenida mediante una reducción de los gastos interiores adecuada al volumen de la producción corriente, a fin de suprimir los déficits de la balanza comercial y del presupuesto, desde entonces hasta 1992.

Estamos en la tarea de recabar datos y literatura necesaria para poder cuanto antes completar este documento actualizado al corriente año. En tal sentido, nos sentiremos gratamente compensados y reconocidos ante cualquier observación fundamentada, así como de hacernos partícipes de la información pertinente que nuestros interlocutores consideren de interés para este trabajo.

 

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm

e-mail: gpm@nodo50.org


(1)El extremo izquierdo de esta postura es una variante del proyecto stalinista impuesto en la URSS tras la muerte de Lenin que se mantuvo intacto hasta 1990, cuyas reminiscencias siguen latiendo en el actual Partido Comunista de Rusia y demás flecos del stalinismo ortodoxo subsistentes en el mundo. Esta variante aplicada desde los tiempos de la COMINTERN a los países capitalistas, consiste en la expropiación del gran capital para instaurar una "república popular" que sintetice políticamente, en nombre del socialismo, la alianza estratégica entre la pequeñoburguesía y el proletariado con vistas a estabilizar la explotación del trabajo asalariado en pequeña y mediana escala. El proyecto consiste en que la masa total de asalariados del "Estado nacional y popular", se dediquen a garantizar la sobrevivencia de la pequeña empresa capitalista, una parte de ellos desde el sector privado de la economía nacional, produciendo directamente plusvalor para sus pequeños patronos, la otra desde las grandes empresas estatizadas, contribuyendo con su trabajo excedente a subvencionar la ineficiencia típica de la pequeña producción. Un proyecto "socialista" inspirado en Sismondi, Proudhon, Rodbertus y Lassalle, basado en el atraso de las fuerzas productivas, cuya ineficacia económica conduce paradójicamente al subconsumo que sus preconizadores tanto critican en la sociedad capitalista "no planificada", sólo que aquí alcanza incluso a la demanda solvente, como se demostró en la URSS y demás países del llamado "socialismo real" como Cuba, donde la gente dispone de dinero para comprar, pero no hay suficientes productos en oferta.

 (2) A continuación de este documento publicamos un apéndice donde intentamos completar la explicación del fenómeno de las crisis en el contexto de las últimas dos décadas.

(3) La tasa de explotación Pl/s expresa el rédito o rendimiento que el capital obtiene de cada trabajador empleado durante una jornada de labor. Luego la masa de plusvalor resulta de multiplicar la tasa de explotación por el número de obreros empleados.

(4) La superficie ocupada por la distancia entre las dos curvas con índice igual a 100 en 1980 indica la masa creciente de plusvalor obtenido por la burguesía norteamericana en 17 años, equivalente al plusvalor relativo expresado por la curva de la productividad, más el plusvalor absoluto determinado por la caída en los salarios reales durante el período considerado.

(5) Téngase en cuenta aquí, como es obvio, que los parados no están reflejados en ninguna de las dos curvas del cuadro, porque el capitalismo los arroja del sistema, aunque en realidad permanezcan dentro de él mientras busquen trabajo. Por tanto, siguen formando parte de la clase obrera y a ellos también se refieren Marx y Engels en este pasaje del "Manifiesto", sobre todo a ellos.

(6) <<España empezó a fijarse en Argentina prácticamente a partir de 1976 (año de irrupción de la última dictadura militar). Es el inicio de lo que los empresarios españoles bautizaron con el nombre de "el milagro argentino". En la mayor parte de los casos, el aterrizaje de las empresas españolas en Argentina se hizo de la mano del Estado español. En este sentido, el viaje oficial del Rey Juan Carlos abrió la espita de muchos negocios>> Revista "Mercado" Segunda quincena de febrero de 1982).

La espita de los negocios españoles en Argentina -que no abrió el Rey sino la Dictadura del general Videla ahora encarcelado por mediación de la justicia española- dio paso a que, una vez conjurada la "amenaza subversiva", las empresas españolas del INI como Standard Eléctrica, Telefónica, Intel, Made, etc., etc., pasaran a usufructuar el apetecible mercado de la libre explotación del trabajo asalariado en Argentina, un pastel amasado con sangre combatiente antiimperialista y beneficios empresariales, al que la justicia española y distintas organizaciones de DD.HH. le están poniendo la guinda veinte años después:

<<España es hoy el principal inversor europeo de la región. Destina a Latinoamérica más capitales que a la Unión Europea. Así, el valor de mercado de las inversiones de Telefónica Internacional en la zona supera los 5.000 millones de dólares y las de los principales bancos rebasan los 4.000 millones de dólares. El Santander y el BBV son el tercer y el cuarto bancos de América Latina por volumen de activos. Esta penetración inversora ha estado protagonizada hasta ahora por un número reducido de empresas; pero se han establecido bases sólidas para que empresas de menor tamaño hagan lo propio en una región que, más allá de los tópicos, es un diferencial (léase superganancia) atractivo para nuestra economía. ("El País" 22/3/97 - Editorial Pp.12. Lo entre paréntesis es nuestro.)

Las baratijas jurídicas que leguleyos como Garzón están ofreciendo al mundo no deben nublar en nuestras conciencias el hecho de que gracias al terrorismo de Estado que el capital internacional mandó ejecutar a fieles sirvientes como Videla y Pinochet hace más de veinte años, España ha pasado a ser hoy la "principal potencia inversora" en Latinoamérica después de EE.UU. Según declaraciones del actual ministro de Economía, Rodrigo Rato, estas inversiones constituyen "una opción estratégica" para el Estado español. Opinión naturalmente compartida por gestores financieros como el señor Miguel Sebastián, Director de estudios del BBV, para quien los trabajadores de América Latina son objetos de apropiación disponible mediante franquicias de explotación a intercambiar por otras al modo como los niños intercambian cromos:

<<Es una estrategia de largo plazo para estar ahí durante mucho tiempo. Una estrategia que nos va a servir a nosotros como intercambio con otros bancos de cara a futuras alianzas. Es como tener unos cromos: nosotros tenemos los cromos de América Latina para poder intercambiar con otros bancos -los del norte de Europa- que tienen la franquicia en el Este de Europa o en Asia.>> (Servicios de Investigación de TVE)

Una estrategia en la que, desde luego, no pueden estar ausentes las FF.AA. españolas:
<<-¿Está preparado el ejército del aire para intervenir en Kosovo?
 -Está preparado para intervenir en Kosovo o allá donde los interese nacionales lleven a nuestro Gobierno a decidir que intervengamos>> (Teniente general Juan Antonio Lombo López: Jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire en declaraciones a "El País": 12/10/98 Pp. 20).

Y por supuesto que la iniciativa de jueces como Garzón y García Castellón respecto de odiados genocidas como Videla y Pinochet, sirven hoy para que muchos latinoamericanos estén tal vez ingenuamente hipotecando su dignidad política y humana al precio de futuro de una realidad tanto o más terrible, porque al saludar la actual penetración del capital imperialista español a cambio de sentirse momentáneamente colmados en sus genuinas aspiraciones de justicia, están contribuyendo a sentar el necesario precedente jurisprudencial para legitimar un nuevo genocidio, según lo que, no en vano, el Teniente General Lombo López acaba de vaticinar.

(7) En este punto podríamos plantearnos la pregunta siguiente: ¿es racional para el capitalismo, incluso encabezado por personal político de derecha y extrema derecha, orientarse hacia una "solución" de la crisis por la guerra mundial nuclear? Pero esta pregunta está mal planteada, porque supone concederle la virtud de la racionalidad a un modo de vida substancialmente irracional, porque en una sociedad donde el comportamiento y el destino de las gentes en circunstancias normales está determinado por algo tan incontrolable como el mercado, y donde por mediación de la irracional competencia intercapitalista se llega a la necesidad y posibilidad real de las guerras, el resultado de está lógica interna no puede ser otro que la guerra. Así las cosas, que exista efectivamente un fondo irracional en el proyecto de guerra nuclear no implica en modo alguno que este proyecto sea irrealizable. Auschwitz también era irracional, no sólo desde el punto de vista humano sino desde el punto de vista de los intereses globales del imperialismo alemán, incluso desde el punto de vista militar, de obtener el triunfo en la guerra. Pese a ello, Auschwitz fue realizado
(8)Estos movimientos objetivos del capital son aprovechados por los Estados burgueses de acuerdo con los grandes conglomerados económicos implicados, para expropiar a las clases subalternas de sus ahorros. Durante los meses previos al crash de 1987 - tal como acaba de ocurrir en España desde principios de 1998 - ante el silencio cómplice de los partidos políticos y de las dirigencias sindicales, las grandes empresas capitalistas británicos hicieron profusas campañas de prensa y televisión exaltando las bondades del llamado "capitalismo popular" para canalizar el ahorro de buena parte de las capas medias. La política de privartización de empresas del sector público ha sido un intento político deliberado, antisindical y antiobrero para hacer entrar a un buen número de trabajadores en el mismo circuito. Quince días antes del "crash" la señora Tatcher hablaba de "la verdadera revolución inglesa" afirmando que "por primera vez hay más obreros accionistas que sindicalistas". Quince días después, muchos pequeños accionistas desearían sin duda no serlo. Según la memoria de la Bolsa de Madrid, el ahorro familiar en valores bursátiles durante 1997aumentó en casi cuatro billones y medio de pesetas, curiosamente, un valor equivalente al desembolso del capital privado para comprar las 25 empresas del Estado español que el gobierno del PP vendió a lo largo de estos dos últimos años. Muchos de estos pequeños ahorristas, los que se incorporaron a última hora contribuyendo a redondear buena parte de los cuatro billones y medio de pesetas al carrusel del capitalismo popular montado por el Estado español y las grandes empresas beneficiarias de la liquidación del patrimonio público, recordarán el 17 de julio pasado como una fatídica fecha:

<<El gobierno, que en los últimos dos años había vendido 25 empresas del Estado por un valor superior a los cuatro billones de pesetas, enlazaba una oferta pública (de acciones) con otra, aprovechando una coyuntura de ensueño y buscando ampliar esa capa social en Bolsa para sustentar la tesis del capitalismo popular tantas veces anunciado. Los datos económicos de inversión y consumo, las previsiones de beneficios en las empresas, la mejora del desempleo, junto con la iniciativa bancaria, han logrado que la demanda de acciones haya superado a la oferta en todas las operaciones>> ("El País" 30/08/98 pp.43. Lo entre paréntesis es nuestro)

Tal era la euforia que se respiraba en la bolsa hasta el 17 de julio. En los diez días subsiguientes, el patrimonio de las 35 mayores empresas radicadas en el Estado español se cotizaba en diez billones de pesetas menos.

(9) Esta falsa maniobra evoca la decisión de los bancos centrales de defender contra viento y marea la cotización de la libra esterlina (ligada al oro) antes del crash de 1929.

octubre 1998