Apéndice sobre
las crisis económicas del capitalismo
El crash bursátil de 1987

Según lo que acabamos de exponer, las crisis capitalistas operan un movimiento contradictorio; son interrupciones de la vida económica cuyas sangrías de valor permiten reanudar el proceso de acumulación para que la burguesía pueda sobrevivir como clase; pero cuanto mayor es la fuerza productiva de la sociedad a la salida de una crisis, mayor es la COC con que se inicia el siguiente ciclo, de modo que según se sucede la acumulación al ritmo en que progresa la fuerza productiva del trabajo, para convertir más trabajo necesario en excedente, mayor deberá ser la nversión en capital constante en detrimento del capital variable. Y esta dinamíca se traducirá necesariamente en la obtenención de incrementos sucesivamente decrecientes de plusvalor. Por tanto, más formidables serán los obstáculos que la burguesía encuentra para hacer rentable un capital cada vez más inflado; esto determina que las crisis se sucedan en períodos de tiempo cada vez más breves y sus consecuencias sociales sean cada vez más graves.

Mientras no se revolucione la forma de propiedad capitalista imperante aboliendo sus correspondientes mecanismos de explotación, será del todo imposible evitar el curso de este movimiento objetivo cíclico en dirección a obstaculizar de modo creciente el proceso de acumulación del capital, y en igual medida excluir a las clases laboriosas de los beneficios derivados del desarrollo de las fuerzas productivas.

Pero que las crisis económicas se produzcan inevitablemente según esta lógica prevista por las leyes objetivas de la economía política del capitalismo descubiertas por Marx, no supone que su comprensión se agote en el estudio de las leyes tal y como aparecen expuestas en "El Capital" . Según el método de Marx, la reproducción de la realidad en el pensamiento pasa por el criterio de las aproximaciones sucesivas a esa realidad según se recorre el camino de lo más simple y abstracto hasta a lo más concreto y complejo. Aunque en "El Capital" se limite a exponer la lógica de las categorías económicas puras, la prueba de que también aquí Marx aplica el método de las aproximaciones sucesivas está en el hecho de que para explicar la sustancia del valor y el doble carácter del trabajo contenido en la mercancía —en torno al cual gira la comprensión de la economía política— Marx sustrae al lector tanto de la acción del dinero, de los precios y del crédito, como de la oferta y la demanda. Estas categorías recién aparecen incorporadas al análisis a partir del libro III, cuando el creador del materialismo histórico aplica el resultado de sus investigaciones expuestas en el libro I a la articulación entre la producción y la circulación del capital social global en sus tres partes constitutivas: interés bancario, renta territorial y ganancia industrial.

En este sentido, aun cuando las crisis económicas no se pueden explicar científicamente sin el desarrollo de la teoría del valor que abarca el concepto de sobreacumulación absoluta de capital, la comprensión de estos fenómenos en toda su complejidad y concreción exige considerar hechos y actos conexos, que si bien no cambian las leyes objetivas del capitalismo descubiertas por Marx, sí pueden modificar el curso coyuntural de la realidad o el ritmo de determinados procesos económicos. De modo que si el deber primordial de quienes no unen el horizonte de sus vidas al día que pasa consiste en conocer las leyes económicas puras que presiden el movimiento de la sociedad burguesa, no es menos cierto que ese movimiento sólo podrá ser comprendido en tanto guía para la acción transformadora de la realidad en sus múltiples determinaciones históricas y sociales, si se lo vincula tanto al desarrollo desigual de sus partes, como a las relaciones de competencia, dominio y dependencia entre las diversas fracciones del capital constituidas en Estados nacionales y de éstos con realidades económicas y políticas que escapan total o parcialmente al dominio del capital, así como al enfrentamiento entre las clases sociales . Cuando en "Reforma o Revolución" Rosa Luxemburgo impugna a los oportunistas diciendo que…

<<…la teoría, es decir, los principios del socialismo científico, establece líneas marcadísimas para la actividad práctica, tanto con respecto a los fines como a los medios a emplear y a la forma de combatir>>,.......

.....está pensando sin duda en la teoría de las crisis no sólo desde el punto de vista de la pura lógica de los hechos económicos, sino también desde la perspectiva del movimiento real de la sociedad que integra o comprende, donde además de la base material del sistema o modo de producción, incluye a la superestructura ideológica, jurídica y política:

<<Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos dicho nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta —las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas e incluso los reflejos de estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en sistemas de dogmas—- ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan predominantemente en muchos casos su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores (donde) acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico (las leyes puras del movimiento real). De otro modo, aplicar la teoría a una época cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado…>> (Federico Engels: "Carta a José Bloch" del 21-22/09/1880. Lo entre paréntesis es nuestro)

Entre los componentes de la superestructura está la política económica. Su implementación en conjunto (medidas del FMI, del Banco Mundial o del Banco Central Europeo, por ejemplo) o por una fracción política nacional de la burguesía internacional, aun cuando parezca que se integra en el movimiento de la base económica del sistema capitalista, en realidad actúa desde fuera de él, simplemente le influye desde la superestructura política, desde el Estado capitalista nacional o multinacional. Uno de los cometidos de la política económica, es el de servir de instrumento al servicio de la fracción burguesa de cualquier país eventualmente a cargo del aparato de Estado. El otro gran cometido consiste en modificar el curso del ciclo económico en el sentido de ralentizarlo, acelerarlo, o desplazarlo geopolíticamente. Sin entrar demasiado en detalle, nosotros vamos a tratar aquí el segundo de estos cometidos, en referencia a los antecedentes más inmediatos de la actual situación del capitalismo mundial.

El antecedente inmediato de la actual crisis financiera y bursátil fue el crash similar ocurrido en octubre de 1987 que anunció la depresión del período comprendido entre 1989 y 1994. Ambas olas especulativas se explican por el carácter de la onda larga depresiva que viene sufriendo la economía capitalista internacional desde 1974. Durante el período de lento crecimiento que discurrió entre 1982 y 1986, los beneficios capitalistas aumentaron considerablemente, lo cual en parte fue el resultado de los éxitos, limitados, pero reales, conseguidos por la ofensiva de austeridad en perjuicio de los trabajadores. Pero esta masa de beneficios no ha sido invertida en el aparato productivo. Un estudio realizado en la por entonces República Federal Alemana, demostró que la fracción de los beneficios invertida productivamente en el período 1982-86 ha sido solamente del 50% respecto del período análogo de diez años antes. Esto viene a confirmar la teoría de la sobresaturación de capital, situación que, a la luz de esta nueva crisis financiera, la burguesía está todavía bastante lejos de superar.

Según la línea de interpretación marxista de las crisis, esta situación lleva a los capitales que incrementan su masa a partir de nuevos beneficios, a no invertirlos productivamente, al menos en una buena parte. Esta es la causa de que estos capitales adicionales se precipiten sobre los llamados "mercados de sustitución" de carácter puramente especulativo, como es el mercado bursátil. La acción es un título de propiedad sobre el patrimonio X de una empresa. Cuando se dice que la acción se cotiza a "la par" quiere decir que lo que cuesta es lo que vale, o sea que representa una parte alícuota o proporcional del valor real de su patrimonio. Cuando la demanda es muy grande, como ocurre con cualquier mercancía, el precio de las acciones se pone por encima de su valor y llegan a costar bastante más de lo que en realidad valen o representan en términos de valor patrimonial. La mayor o menor "volatilidad" o inestabilidad del mercado bursátil, está obviamente en relación directa con la mayor o menor diferencia entre el precio o valor ficticio que alcanzan los títulos por la presión de la demanda y su cotización a la par o valor real. Finalmente, cuanto más alta es la volubilidad del mercado bursátil más desastrosas son las consecuencias del inevitable proceso de ajuste que se inicia con el "crash".

La afluencia de capital sobrante sobre el mercado bursátil de los principales países capitalistas en los meses previos al 19 de octubre de 1987 ha sido calculada en 1,8 billones de dólares. Esta formidable presión sobre la demanda de acciones, hizo aumentar el precio de todas ellas, aun cuando unas lo hicieron más que otras. [1]

El crash bursátil de 1987 estalló en los EE.UU. Por tanto, para explicar su por qué, hay que remitirse a los indicadores más significativos de la economía real de ese país.

 Al explicar el comportamiento de la curva de los salarios respecto de la productividad en los EE.UU, decíamos en nuestra reflexión sobre la naturaleza de las crisis capitalistas, que la recesión internacional de 1980-81 había sido muy grave, y que la amenaza de prolongar sus efectos sólo fue conjurada gracias al enorme déficit presupuestario del gobierno Reagan, motorizado por el aumento desmesurado del gasto público orientado a beneficiar a la burguesía norteamericana en su conjunto y muy especialmente al sector granburgués mediante la canalización de ese gasto público a la fabricación y venta de armamento de origen nacional. La explosión de los gastos militares supone subsidiar a los truts de armamento con cargo al presupuesto, que la drástica compresión de los gastos sociales no alcanzó a compensar, lo cual resultó en un creciente endeudamiento público. Pero la demanda global ha aumentado gracias a los beneficios derivados de la industria de armamento, que compromete directa e indirectamente a buena parte del aparato productivo y de la población norteamericana. Así, la deuda pública federal americana, que ha pasado de 908.000 millones de dólares en 1980 a 1,807 billones en 1985 y a 3,107 billones en 1990, ha revertido en un aumento selectivo de la demanda interior que atrajo hacia el mercado interior americano masa ingentes de mercancías provenientes de Japón, Alemania, Corea del sur, Taiwan, Brasil, y en menor medida de otros países imperialistas de Europa. De ahí el elevado déficit de la balanza comercial norteamericana.

 Al abultado déficit presupuestario se le ha venido sumando, pues, el creciente desbalance negativo de los intercambios de EE.UU. con el extranjero, donde el valor de lo que EE.UU importa, excede progresivamente al de las exportaciones.

 Participación de los principales países imperialistas
en la exportación mundial de productos manufacturados

EE.UU

JAPÓN

Francia

Gran Bretaña

Italia

1968

20,1%

10,6%

8,2%

11,6%

7,3%

1970

18,5%

11,7%

8,7%

10,8%

7,2%

1972

16,1%

13,2%

9,3%

10,0%

7,6%

1974

17,2%

14,5%

9,3%

8,8%

6,7%

1976

17,2%

15,6%

9,7%

8,8%

7,1%

1977

15,5%

15,4%

9,9%

9,4%

7,6%

1er trimestre 1978

14,4%

16,8%

9,5%

9,9%

6,6%

2º trimestre 1978

15,1%

16,0%

9,7%

9,2%

7,8%

3er trimestre 1978

16,1%

15,8%

10,1%

9,9%

7,2%

Fuente: National Institute Economic Review, Noviembre de 1978

 En el primer semestre de 1986, la economía de los principales países capitalistas experimentó una mini-recesión de la que sólo pudo escapar Gran Bretaña. Sin embargo, durante todo este año la producción manufacturera logró mantenerse y en los últimos meses experimentó una recuperación que se prolongó hasta fines de 1987. Ha sido el enorme déficit presupuestario de los EU.UU. combinado con el desbalance de los intercambios internacionales de este país lo que ha logrado contener la mini-recesión de 1986.

  Ahora bien, la causa esencial de este deterioro económico de los EE.UU. radica en su pérdida de competitividad en el mercado mundial durante los últimos veinte años, especialmente respecto de Alemania y Japón. Que la demanda interna de los EE.UU se canalice hacia productos de importación y que la participación de los EU.UU. en las exportaciones mundiales de productos industriales disminuya progresivamente, sólo se explica por la histórica disminución relativa y hasta absoluta de la productividad del trabajo en este país.

Tasa de incremento de la productividad en todos los sectores
en % sobre el año anterior

país

promedio

promedio

previsión

1963-1973

1973-1980

1978

1979

1980

EE.UU

1,9

-0,1

0,1

-0,5

-0,5

Japón

8,7

3,4

4,3

4,5

3,5

Alemania

4,6

3,1

2,9

3,5

2,5

Francia

4,6

2,6

3,1

3

2

G. Bretaña

3

0

2,2

-0,7

-1,7

Italia

5,4

1,6

2

3,5

1,5

 Este cuadro de situación es absolutamente incompatible con la supremacía del dólar como divisa patrón de los cambios internacionales y reserva de valor en el mundo. Pero el caso es que no hay otra divisa con respaldo real suficiente para sustituir a esta moneda como regulador del sistema financiero internacional. Es que el declive del dólar esta referido a una economía todavía predominante, que en 1988 representaba el 34% de la producción industrial de la O.C.D.E. frente al 40% del conjunto de los países europeos y el 20% de Japón. De ahí la actual urgencia de la burguesía europea en dar nacimiento al Euro.

 Ciertamente, lo que pueda suceder en EE.UU. no tendrá las mismas consecuencias sobre la economía mundial que cuando en 1950 este país representaba el 62% de la producción de los países actualmente miembros de la O.C.D.E. Pero no hay duda que una súbita adecuación del dólar a la realidad del declive económico de EE.UU. provocaría un desorden financiero internacional de consecuencias económicas y políticas impredecibles. Así es como tanto la RFA como Japón han venido impidiendo artificialmente la caída del dólar, lo que no ha sido posible más que mediante la compra cada vez más masiva de dólares para deprimir su oferta y así compensar o contrarrestar la tendencia a su baja. Esto supone una acumulación en dólares que se deprecian cada vez más por efecto de la pérdida de competitividad de los EE.UU. Si Japón poseía en 1987 reservas en dólares por 200.000 millones, un año después perdieron un 50% de su valor. Pero si estos países dejaran que el dólar se precipitara en caída libre, ello produciría automáticamente la retracción violenta y masiva de sus exportaciones a los EE.UU. y con ello, de su producción y de sus rentas, desembocando así en la recesión.

Ante la exigencia de los capitales excedentarios aplicados a la inversión armamentista para poner de rodillas a la burocracia soviética, el gobierno de Reagan ha acentuado peligrosamente el declive del dólar llegando a una situación insostenible en 1987. El enorme déficit presupuestario y de la balanza comercial de los EE.UU. no podía ser cubierto sin el aflujo masivo y regular de dólares provenientes del extranjero.

Pero los prestamistas internacionales estaban dispuestos a conceder créditos a EE.UU. en una divisa con tendencia a la baja de su cotización, sólo al precio de una tasa de interés por lo menos igual que la existente en los mercados de Zurich, Francfort o Tokio, donde oscilan entre un 4 y un 5%, más la tasa de inflación en EE.UU. que era en ese momento del 3% anual. Esto quiere decir que una tasa nominal a largo plazo que cayera por debajo del 8 o 9% podía parar el aflujo de capitales extranjeros necesarios para salvar a los EE.UU. de una situación similar a la mejicana o a la brasileña, esto es, la cesación de pagos de su deuda externa (se trata aquí de las deudas comerciales de corto plazo, es decir, de las facturas de una parte de los bienes y servicios corrientemente importados, teniendo en cuenta que los EE.UU. no disponen ya de reservas de cambio que puedan hacer frente a buena parte del déficit anual de la balanza comercial, que en ese momento era de 150.000 millones de dólares.

Desde el punto de vista meramente técnico, el crash bursátil de 1987 ha sido precipitado por el alza de los tipos de interés en los EU.UU. Fue el resultado del famoso "acuerdo del Louvre", concluido entre las 7 grandes potencias imperialistas con el propósito de frenar la caída del dólar [2]

En efecto, la base objetiva de las cotizaciones bursátiles -abstracción hecha de las oscilaciones provocadas por la oferta y la demanda - está dada por el capital que representan los dividendos o rendimientos de cada acción según la tasa media de interés vigente. Así, si el rendimiento anual de una acción es de 1.000 pesetas y la tasa de interés del 5%, el valor de ese título será de 20.000 pesetas. Si la tasa de interés fuera del 10% el valor de esa acción bajaría a la mitad, ya que a esa tasa de interés, el rendimiento de 1.000 pesetas pasa a ser representado por un capital de 10.000 Pts. Por lo tanto, cuando la tasa de interés sube las cotizaciones bursátiles tienden a bajar. Esto fue lo que precipitó la huida de la masa de capitales sobrantes invertidos en los principales mercados bursátiles del mundo.

 Pero ya hemos visto que la alta volatilidad de un mercado especulativo como el bursátil, está en relación directa con la diferencia entre el precio (ficticio) de los títulos - artificialmente abultado por efecto de la presión de la demanda sobre ellos - y su valor real. En tales circunstancias, cualquier modificación sobre la base objetiva de las cotizaciones provoca el pánico generalizado. Pánico significa terror injustificado. Esto es lo que pasó en octubre de 1987. La caída de las cotizaciones bursátiles por el abandono precipitado de la bolsa de billones de dólares, fue desproporcionada respecto del aumento en las tasas de interés. Las autoridades monetarias intervinieron masivamente en Wall Street y en Tokio para inyectar créditos (aumentar la masa monetaria) a fin de evitar que agentes de bolsa y otras casas financieras se vieran obligados a vender acciones a cualquier precio por falta de liquidez en los EU.UU, así como para hacer bajar la tasa de interés en un intento desesperado de parar aquél torbellino catastrófico que se había provocado:

<<(…) El martes (…) 20 de octubre, la Bolsa de los EE.UU. y por extensión todos los mercados financieros del mundo, han conocido una de sus crisis más graves.

Sólo ahora comienzan a conocerse los detalles completos sobre lo que ocurrió durante esa fatal semana.

Las acciones, opciones y mercados a plazo fueron casi totalmente paralizados durante un instante crucial, el martes. Muchas acciones de entre las más importantes, como IBM y Merck, no pudieron ser cambiadas. Los inversores, grandes y pequeños, no pudieron vender sus acciones: no había compradores. …Quienes determinan el mercado en la Bolsa de Nueva York, los especialistas, se vieron sumergidos en ordenes de venta no llevadas a cabo. Y sus haberes fueron barridos.

Muchos bancos espantados por el derrumbe del precio de las acciones que servían de ganancia para préstamos a agentes de bolsa, se negaron a conceder más créditos a algunos de ellos, ya en situación desesperada. Exigieron igualmente el reembolso de ciertos préstamos importantes, poniendo en peligro a algunas sociedades de cartera. Algunos grandes inversores financieros, amenazados por pérdidas catastróficas si continuaba el pánico en el mercado bursátil, exigieron insistentemente a la bolsa de Nueva York que cerrara.

Unicamente la intervención del Banco Federal, el anuncio concertado de programas de rescate de acciones por empresas y los movimientos misteriosos y las posibles manipulaciones de contratos a plazo sobre la base de un índice bursátil poco utilizado han podido salvar a los mercados de la desintegración total.

La historia de este martes revela las grandes debilidades en el sistema financiero de los EE.UU. y hace entrever como un espectro la posibilidad de que una crisis como ésta vuelva golpear de nuevo>> (Wall Street Journal: 23/12/87)

Queriendo salvar una situación coyunturalmente peligrosa para su país, el Banco Central de los EE.UU. ha agravado la crisis financiera estructural a la que está confrontado, poniendo de manifiesto las bases económicas endebles del sistema capitalista mundial.

 El 17 de diciembre de 1987, treinta y tres economistas de entre los más prestigiosos del mundo capitalista, entre ellos varios neokeynesianos publicaron una declaración proponiendo una acción concertada a los gobiernos de los principales países capitalistas para evitar una grave crisis económica. El llamamiento se dirigió ante todo al de los EU.UU. Para este país, los economistas recomendaron una política de austeridad sostenida mediante una reducción de los gastos interiores adecuada al volumen de la producción corriente, a fin de suprimir los déficits de la balanza comercial y del presupuesto, desde entonces hasta 1992.

Estamos en la tarea de recabar datos y literatura necesaria para poder cuanto antes completar este documento actualizado al corriente año. En tal sentido, nos sentiremos gratamente compensados y reconocidos ante cualquier observación fundamentada, así como de hacernos partícipes de la información pertinente que nuestros interlocutores consideren de interés para este trabajo.

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notas

[1] Estos movimientos objetivos del capital son aprovechados por los Estados burgueses de acuerdo con los grandes conglomerados económicos implicados, para expropiar a las clases subalternas de sus ahorros. Durante los meses previos al crash de 1987 - tal como acaba de ocurrir en España desde principios de 1998 - ante el silencio cómplice de los partidos políticos y de las dirigencias sindicales, las grandes empresas capitalistas británicos hicieron profusas campañas de prensa y televisión exaltando las bondades del llamado "capitalismo popular" para canalizar el ahorro de buena parte de las capas medias. La política de privartización de empresas del sector público ha sido un intento político deliberado, antisindical y antiobrero para hacer entrar a un buen número de trabajadores en el mismo circuito. Quince días antes del "crash" la señora Tatcher hablaba de "la verdadera revolución inglesa" afirmando que "por primera vez hay más obreros accionistas que sindicalistas". Quince días después, muchos pequeños accionistas desearían sin duda no serlo. Según la memoria de la Bolsa de Madrid, el ahorro familiar en valores bursátiles durante 1997aumentó en casi cuatro billones y medio de pesetas, curiosamente, un valor equivalente al desembolso del capital privado para comprar las 25 empresas del Estado español que el gobierno del PP vendió a lo largo de estos dos últimos años. Muchos de estos pequeños ahorristas, los que se incorporaron a última hora contribuyendo a redondear buena parte de los cuatro billones y medio de pesetas al carrusel del capitalismo popular montado por el Estado español y las grandes empresas beneficiarias de la liquidación del patrimonio público, recordarán el 17 de julio pasado como una fatídica fecha:

<<El gobierno, que en los últimos dos años había vendido 25 empresas del Estado por un valor superior a los cuatro billones de pesetas, enlazaba una oferta pública (de acciones) con otra, aprovechando una coyuntura de ensueño y buscando ampliar esa capa social en Bolsa para sustentar la tesis del capitalismo popular tantas veces anunciado. Los datos económicos de inversión y consumo, las previsiones de beneficios en las empresas, la mejora del desempleo, junto con la iniciativa bancaria, han logrado que la demanda de acciones haya superado a la oferta en todas las operaciones>> ("El País" 30/08/98 pp.43. Lo entre paréntesis es nuestro)

Tal era la euforia que se respiraba en la bolsa hasta el 17 de julio. En los diez días subsiguientes, el patrimonio de las 35 mayores empresas radicadas en el Estado español se cotizaba en diez billones de pesetas menos.

[2] Esta falsa maniobra evoca la decisión de los bancos centrales de defender contra viento y marea la cotización de la libra esterlina (ligada al oro) antes del crash de 1929.