CRISIS ECONÓMICAS Y CULTURA POPULAR

Las crisis económicas son como los episodios agudos y dramáticos de las enfermedades incurables. Pero no tienen su sede en el organismo humano sino en el cuerpo y la mente de la sociedad capitalista. Diríase que una crisis económica es como un cólico renal o un infarto de miocardio, pero no individual, sino colectivo. Esta analogía entre la patología humana y la economía política no es caprichosa ni descabellada. Incluso hay entre ellas un nexo más que evidente y hasta una relación de causa-efecto. Está comprobado científicamente desde hace mucho, que enfermedades infecciosas como la tuberculosis, reconocen su origen y diagnóstico en la organización económica de la sociedad. Sin embargo, si a cualquier persona de cultura media - incluso médicos - se le pide hoy una definición de la enfermedad infectocontagiosa, su respuesta invariablemente será ésta: "...Se llama enfermedad infectocontagiosa a la ocasionada por un germen o microbio que provoca determinadas manifestaciones clínicas...". Virchow, médico y político alemán, fundador de la patología celular, no se canso de insistir en la etiología u origen económico-social de numerosas enfermedades. Normalmente, hay enfermedades de ricos y enfermedades de pobres que en tiempos de emergencia económica se agravan al extremo. De hecho, se cuentan por centenas de miles los que en la parte opulenta del planeta enferman o mueren por los "efectos colaterales" de las crisis económicas, producto de la súbita miseria relativa, sea porque los mandan al paro o por la consecuente caída en picado de sus salarios reales y el mayor ritmo y extensión de la jornada laboral a que son sometidos por la patronal. En tal sentido, casi todo el mundo sabe que las consecuencias del "stress" a raíz de la superexplotación se reconoce en el incremento descomunal de las enfermedades profesionales, así como en los traumatismos provocados en numerosos accidentes laborales y de carretera, miles de ellos con resultado de muerte al cabo de cada año. Ni qué decir tiene que la estadística de suicidios, las enfermedades mentales, la separación de las familias, la drogadicción y la criminalidad, se disparan también durante estas repentinas y violentas epidemias provocadas por el capitalismo. Durante las crisis, el capitalismo demuestra su tendencia congénita a transformar periódicamente las fuerzas productivas en fuerzas destructivas, desde el paro y las quiebras de empresas hasta las guerras, que no son otra cosa que la continuación de la competencia intercapitalista por medios bélicos. ¿Es necesario recordar aquí que la crisis de principios de siglo provocó la muerte de treinta millones de personas durante la guerra de 1914?; ¿es necesario recordar que para salir de la crisis de los años 30 - sin abandonar el capitalismo - la humanidad pagó el precio de 100 millones de muertos desde Auschwitz a Hiroshima?

Es curioso. Resulta que casi no haya ser humano viviente ajeno a las artes curativas que durante el padecimiento de cualquier enfermedad no se interese por conocer su etiología médica y tratamiento, hasta el punto de que gran parte de esos pacientes llegan a explicar su dolencia en detalle demostrando el domino de los términos científicos médicos pertinentes. Sin embargo, estas mismas personas evidencian la más absoluta ignorancia respecto del origen, causas y soluciones definitivas a las crisis del capitalismo.) Por qué ocurre esto? Pues, en buena parte, porque la medicina, hasta cierto punto, es, digamos, una ciencia ideológica y políticamente neutra. A los burgueses, a los capitalistas, no les importa que los pacientes conozcan la causa médica de las enfermedades de su cuerpo o de su mente y su posible curación. Pero sí les importa - y mucho - que se conozcan las verdaderas causas de las crisis económicas y sus remedios definitivos, que los hay.

Esto es así, porque, en realidad, es imposible que el capitalismo pueda curarse de sus crisis; esta enfermedad social no tiene cura dentro del sistema capitalista, forma parte de su propia naturaleza. Por tanto, la burguesía no tiene soluciones definitivas a sus crisis ni puede tenerlas; Las crisis son, por así decirlo, como las hemorragias a que se ven expuestos los enfermos de hipertensión arterial. Las depresiones que acompañan a las sangrías de capital acumulado en exceso, permiten prolongar la existencia del enfermo, pero al mismo tiempo acercan el horizonte de su muerte, de su derrumbe definitivo, porque las consecuencias sociales de estos episodios económicos son cada vez más catastróficas y los sufrimientos humanos que provocan devienen más y más insoportables.

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org